ENTRAÑABLE VILLANCICO INDIGNADO:
 

Para ver el vídeo: 

http://palencia15m.blogspot.com/2011/12/villancico-indignado-2011-los-peces.html  


 


LOS PECES GORDOS RICOS

La virgen se está peinando,
Y se ha encontrado tres canas.
Le han salido de los nervios.
Porque los echan de casa.

Pero mira como beben los peces gordos ricos,
Pero mira como beben en sus garitos pijos,
Vino del caro y güisqui escocés
Y a los peces pequeños no les dejan beber.

La virgen no lava nada,
Porque le han cortado el agua
Y ya no se va de compras,
Tiene la mula embargada

Pero mira como ríen los peces gordos ricos,
Pero mira como ríen al vernos tan jodidos
Se cachondean de todo el personal
Porque a ellos la crisis no les va nada mal

El niño nació muy pobre
Eso dice el vaticano,
Pero ellos no son tontos
De oro es su retablo.

Pero mira como roban los peces gordos ricos,
Pero mira como salen impunes del delito
Roban y roban y vuelven a robar
Y los peces pequeños no se pueden quejar,...



 

Y MUCHO MÁS: 
htt: p://madrid.tomalaplaza.net/2011/12/20/kit-para-unas-navidades-indignadas/ 

http://malaga.tomalaplaza.net/2011/12/11/villancicos-indignados/ 

http://malaga.tomalaplaza.net/2011/12/13/mas-villancicos-indignados/ 

http://www.youtube.com/watch?hl=en&v=Y7S90sX6vCE&gl=US 

http://www.youtube.com/watch?v=GbJthPQd5uw&feature=related



 



 


CUENTO DE NAVIDAD: 15M-DRY: UN FUTURO

POSIBLE



 

El 15 de mayo de 2011, coincidiendo con profecías mayas que hablaban de un cambio de rumbo para la Humanidad, que muchos interpretaron en un primer momento como el anuncio del fin de ésta, nació en una plaza de Madrid, la llamada Puerta del Sol, el movimiento ciudadano llamado 15M.

Tras la ilusión inicial, que movilizó a cientos de miles de personas, pareció perder fuelle, aunque se mantuvieron activos todos los grupos que habían dado lugar a él.

En el obsoleto parlamento oficial de aquella tierra, llamada entonces España, el modelo democrático nacido dos siglos antes comenzó a descomponerse víctima de sus propias contradicciones.

Las elecciones generales habían dado el triunfo a los partidos conservadores, con lo que la permisividad inicial hacia el movimiento ciudadano se transformó en persecución más o menos encubierta.

No pudiendo reunirse pacíficamente en las plazas como habían hecho hasta entonces, los ciudadanos se refugiaron en Internet, donde encontraron cierta seguridad, al tiempo que informaban incansablemente al resto de sus conciudadanos sobre los entresijos de un sistema corrupto que sólo conservaba de democrático el nombre.

La ola de indignación continuó creciendo, con la inesperada ayuda de un gobierno conservador que ni se molestaba en esconder, ni podía, sus juegos políticos y su pésima gestión económica, esquilmando toda la riqueza pública mediante privatizaciones, agravadas por innumerables casos de corrupción, al tiempo que se agudizaba la crisis económica y aumentaba el paro.

Aún pasarían dos años hasta que el Parlamento Ciudadano Digital contó con el número suficiente de personas que votaran en él, al tiempo que renunciaban al voto en las elecciones de los partidos políticos, que hacían campañas publicitarias tan costosas como inútiles, generosamente subvencionadas por la banca.

Cuando el número de ciudadanos que votaban en un sistema democrático participativo a través de la red sobrepasó el sesenta por ciento, la clase política comenzó a preocuparse seriamente: redujeron sus sueldos y privilegios, que pasaron a ser compensados por donaciones ocultas de la banca, y admitieron algún tipo de participación de los ciudadanos en los plenos parlamentarios, comenzando a llevar a cabo ciertas reformas que habían sido reivindicadas por éstos desde mayo del 2011. Pero ya era tarde, la mayoría votó mantenerse al margen de un sistema que ya sabían completamente dependiente de la banca y las grandes corporaciones empresariales.


Se intentó hacer obligatorio el voto, pero fue inútil: ni se votaba ni se pagaban las multas por no votar. Cuando dichas multas se empezaron a descontar directamente de las cuentas bancarias de los ciudadanos, éstos optaron por cancelarlas y guardar en sus casas sus ahorros, con el consiguiente perjuicio para la banca, que se debatía, sin solución, entre sus intereses y sus intereses, como de costumbre.


El siguiente paso fue la objeción fiscal: el ya sesenta y cinco por ciento de los ciudadanos se negó a pagar impuestos salvo que éstos fueran administrados por ellos mismos mediante votación de los presupuestos generales a través del parlamento digital, el único que sentían que les representaba.

Esta acción, paradójicamente, tuvo poca repercusión en España, pues la mayoría de los impuestos sobre la renta se descontaban directamente de las nóminas de los asalariados, que significaban el setenta por ciento de la recaudación total, pero fue una medida sumamente efectiva en otros lugares de Europa.

 

Los ciudadanos optaron luego por utilizar otra herramienta a su alcance: el consumo: Se fueron confeccionando listas de bancos y empresas corruptos o que fomentaban guerras y especulaciones financieras, centrando la acción contra un conjunto de ellas, que acababan con grandes pérdidas al cabo de pocas semanas. Éstas reaccionaron comprando y vendiéndose mutuamente las acciones, a fin de desorientar a los ciudadanos, que decidieron entonces ir creando sus propias empresas y cooperativas, todas administradas horizontalmente mediante un sistema de democracia participativa, y sustentadas con los millones de euros que constituían los ahorros guardados por las familias en sus propias casas.

 

Las recién creadas cooperativas utilizaron como medio de publicidad, que resultó asombrosamente efectivo, la renuncia a la obsolescencia programada de la que hacían uso el resto de las empresas: cada aparato fabricado en las cooperativas de la red 15M era entre tres y diez veces más duradero que los habituales en los comercios. Este hecho, unido a las carencias provocadas por la crisis en la clase media, provocó un enorme e inesperado aumento de la demanda, al poder adquirir los ciudadanos aparatos y utensilios de todo tipo de mucha mejor calidad que los habituales y al mismo o menor precio.


 

Las cooperativas 15M, autogestionadas por sus propios trabajadores, tenían tales índices de crecimiento, que se multiplicaban por todo el mundo, dando trabajo a millones de parados, que disfrutaban de salarios por encima de la media, al repartirse la plusvalía que en las antiguas empresas pasaban a engrosar la fortuna de una minoría dirigente o directamente de la banca que las financiaba y controlaba.

Los bancos y sus portavoces, los políticos, pensaron: si no les permitimos crear esas cooperativas, no dejarán circular el capital y nos arruinaremos, y si se lo permitimos, serán nuestros competidores. Tuvieron que optar, inevitablemente, por lo segundo.


 

Los aún verdaderos y poderosos dueños del mundo empezaron a impacientarse e intentaron, como último recurso, hacer uso de una herramienta que había resultado muy efectiva en dos ocasiones, un siglo antes, para neutralizar movimientos obreros y ciudadanos de todo tipo: una nueva guerra mundial.

Se pretendió enfrentar a Europa con los pueblos musulmanes del otro lado del Mediterráneo, con el pretexto de un fortalecimiento del integrismo religioso, pero los ciudadanos de ambas orillas no cayeron en la trampa. Fue el gran examen para el pacifismo del que siempre había hecho gala el 15M.

 

Nunca vieron las calles de Europa manifestaciones mayores que las de entonces, con millones de personas diciendo no a la guerra y miles de soldados, ya demasiado acostumbrados a participar en acciones humanitarias, negándose a participar en ella. Fue entonces cuando el sistema recurrió, sin miramientos, y despojándose de su máscara, a la violencia. Miles de mercenarios llegados de todas partes del mundo, y muy bien pagados por la banca, recorrieron las calles de la mitad de las calles de Europa disolviendo violentamente cualquier pequeño grupo de ciudadanos que encontraran debatiendo en las plazas.

Pero quedaba internet, la red que ya antes había servido de refugio, la red que no podían desconectar sin sufrir enormes pérdidas económicas, pues bancos y grandes empresas, en su codicia, habían reducido sustancialmente sus plantillas de trabajadores, sustituidos por los muy efectivos sistemas informáticos.


Fue entonces cuando el azar sonrió al 15M, dándole el impulso final definitivo: en China también había movimientos contestatarios, pero de índole diferente a los europeos, surgidos de una recién nacida clase media que reclamaba mejores servicios e infraestructuras sociales, y fomentados por los servicios secretos estadounidenses, que veían pasar su hegemonía mundial a manos chinas, pero no podían enfrentarse de una forma directa, ni comercial ni militarmente, al renacido y ancestral imperio, pues ambos poseían armamento nuclear.

El gobierno chino, incapaz de combatir eficazmente la corrupción, y consciente del peligro que significaban las revueltas, optó por apoyar y adoptar el modelo de democracia participativa nacido en Europa, a fin de debilitar a sus competidores gobiernos occidentales, y porque lo consideraron más cercano, al menos teóricamente, a su cultura e ideología, y un mal menor comparado con la alternativa: un país dividido y sumido en el caos, como ya había sucedido siglos antes con la llegada de la marina británica, durante las humillantes Guerras del Opio.


 

Las ya miles de cooperativas 15M distribuidas por todo el mundo eran, además, muy buenos clientes del gigante asiático, y la carencia de materias primas hacía de la fabricación de aparatos sin obsolescencia programada una alternativa válida para China, y la única forma de poder garantizar un nivel de vida suficiente para sus ciudadanos, neutralizando así parte del descontento de los mismos. Para China, pasar de la producción en masa de objetos baratos y de poca calidad, a una producción cualitativamente superior significaba desbancar definitivamente del liderazgo económico mundial a Estados Unidos, a Japón y a la Unión Europea, incapaces ya de competir, ni siquiera tecnológicamente, reservándose cada bloque una especialidad técnica sobre la que sustentar su actividad económica.


Una vez trasladado el poder a los ciudadanos, a través de parlamentos digitales en que se votaba protegiendo las elecciones con los sistemas informáticos más efectivos, los mismos que hasta poco tiempo antes se usaron para salvaguardar las transacciones bancarias, las transformaciones sociales fueron sucediéndose una tras otra: La prohibición de los paraísos fiscales, votada casi por unanimidad, supuso el primer recorte al monstruoso poder acumulado hasta entonces por la banca y los especuladores financieros. Los políticos perdieron prácticamente todos sus privilegios, pasando a ser meros funcionarios dedicados a redactar las leyes votadas por los ciudadanos.


También se propusieron y aprobaron, entre otras, leyes de limitación de acumulación de riqueza, leyes de prohibición de conflictos bélicos, quedando los ejércitos para labores de protección civil ante catástrofes naturales, y de policía de los derechos humanos, siempre bajo las órdenes directas de los parlamentos digitales, aprobándose al mismo tiempo leyes de reconversión de la industria de armamento.


Aprobadas por amplia mayoría, a pesar de la campaña en contra financiada por la banca, fueron las leyes de distribución gradual del trabajo, reduciéndose paulatinamente las jornadas laborales, al repartirse el trabajo entre toda la población activa existente, terminando así con el paro, y viniendo a demostrar, a los sorprendidos ciudadanos, el verdadero poder de la riqueza pública que, administrada de una forma racional, proveía a todos de un nivel de vida mucho mejor de lo esperado.


Las nuevas leyes de enseñanza, de las más debatidas, aplicaron finalmente los sistemas pedagógicos que ya habían demostrado su efectividad en la formación y enriquecimiento de la personalidad de los niños, tanto como en el desarrollo del pensamiento crítico, sistemas a los que la clase política hasta entonces había marginado, pues daba lugar a ciudadanos demasiado contestatarios para un sistema social jerárquico y vertical como el creado por ellos y las grandes corporaciones bancarias y empresariales, que habían regido los destinos del mundo durante tantos siglos.


Así se sentaron, poco a poco, las bases de las primeras generaciones de humanos realmente libres, los primeros que nacieron en sociedades que les garantizaban, por el simple hecho de nacer en su seno, protección, alimento, formación y vivienda, a cambio de apenas dos horas de trabajo diarias pues, como ya habían calculado economistas independientes décadas antes, tan sólo esa jornada laboral era necesaria para mantener el mismo nivel de vida del que hasta entonces disfrutaba la clase media de los países desarrollados, al utilizar para el bien común, y no el una minoría, las enormes posibilidades de la tecnología ya creada.

El aumento del tiempo de ocio y de posibilidades de acceso a la cultura dieron lugar a tal explosión cultural, que se habló de un nuevo Renacimiento, esta vez global.


Ése fue el comienzo del fin de un sistema y el nacimiento de otro, que aún tardaría dos décadas en perfeccionar su funcionamiento, y casi un siglo en extenderse hasta el último rincón del mundo.

Hoy en día, cuando se estudia aquel movimiento ciudadano, y especialmente el sistema obsoleto que le precedió y que dio lugar a él, suelen ser los niños pequeños, siempre ansiosos por comprobar que los adultos también hacen tonterías, los que más ríen cuando se les explica que, no hace tanto, muchas personas mayores creían vivir en un sistema democrático sólo porque depositaban, una vez cada cuatro años, un papel con unos nombres de personas a las que ni conocían, en una caja que llamaban urna, cediendo así a esas personas todos sus derechos de decisión social durante los cuatro años siguientes.

Los adolescentes también, con la rebeldía propia de la edad, ríen a carcajadas comentando esas rarezas estudiadas en las clases de historia.

 

Málaga, 14 de abril de 2211

 

Nekovidal – nekovidal@arteslibres.net