HOMENAJE A MIGUEL HERNÁNDEZ EN TORRE DEL MAR (26/05/2010)


                 
 

 

MEMORIA - Homenaje a Miguel Hernández - Torre del Mar - 26-5-2010

¿De qué nos servirían los tiempos felices, sin memoria donde conservarlos para cuando lleguen los tiempos difíciles?

¿De qué nos seirvirían los errores del pasado, sin memoria para aprender de ellos?

¿Qué dignidad puede conservar un pueblo que no conserva su memoria colectiva?

Nada somos como individuos, salvo un puñado de recuerdos. Nada somos como colectividad, sin la memoria de los actos, ya mudos, de nuestros ancestros.

Tanta luz llegó a dar esta tierra, con rayos de poesía, ciencia, libertad y saber, que asustó y cegó a algunos de sus hijos, apenas un puñado, que, refugiados en su cobardía y sus miedos, decidieron apagar esa llama creativa de la que no sabían participar. . . El precio sería medio siglo de miseria material e intelectual.

Entre aquellas miles de llamas ahogadas cuando empezaban a brillar, estaba la de un hombre honesto, uno entre tantos, que supo por eso aglutinar el espíritu de todos: Miguel Hernández.

Su vida no vale más o menos que la de cualquier ciudadano de aquella generación que tuviera la dignidad suficiente para respetar el acuerdo social de entonces, y el ímpetu necesario para decir NO a quienes, en su locura, se creen con derecho a imponer por la fuerza de las armas sus ideas.

Pero este español de su tiempo y universal por sus versos, tuvo el merecido privilegio de sobrevivir al dolor, al miedo y a la infamia de los canallas a través de su poesía.

Cada vez que ésta se imprime en un libro, suena en una escuela, o se recita entre amigos, vuelve a renacer la llama vital de Miguel Hernández, y con ella, nuestra dolorida, pero nunca muerta dignidad.

Hasta siempre, ciudadano y compañero Miguel.

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net



 

ELEGÍA A MIGUEL HERNÁNDEZ

¿Cómo escribirte una elegía que se acercara, tan sólo, a esa que a tu amigo Ramón dedicaste?

¿Cómo sacar de la pena alegría, para darte en la memoria el justo lugar que ganaste?

¿Cómo citar tus tres heridas amor, muerte y vida, sin que duelan al citarte?

¿Cómo, ante cada injusticia, no verte, no rememorarte, no leerte con sed y avaricia?

La tierra aún gira, Miguel, sigue arrastrando su pena, el niño yuntero, sin nanas, y el poeta, sólo un poema que, triste, de su ser emana.

El sol aún sale cada mañana, siempre algún necio olvida, y algún canalla proclama cuanto vence y no convence, como en aquella tu España.

La vida sigue y, tenaz, mana, contra el empeño de cobardes, contra el miedo a crear y reír, contra la voz llena de nada. . . todo un pulso al porvenir.

Y para vivir, sin alardes, tu poesía nos hermana, tus versos nos consuelan, tu recuerdo nos ampara, en otras oscuras tardes.

Y la justicia, lentamente, sobre el tiempo se derrama, mostrando a la gente digna, tu digna, viva y eterna llama, tu ser, que escribiendo ama.

La tierra aún gira, Miguel, y tú en nuestros corazones, preñados de tu recuerdo, cómplices de tus temores, sintiéndote hoy tan vivo como los más vivos colores, con la música y el eco eterno, de los más nobles cicerones.

La tierra aún gira, Miguel, y nos unen vivas emociones, que no se cansan en ser hoy vivero de tus dignas razones.

Porque sin ansia hoy sabemos que serán ciertas tus canciones y llenarán el mundo entero, compañero del alma, compañero.

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net



 

Miguel Hernández en el recuerdo



Amor y labios en la voz del poeta; amor, bandera al viento desplegada por Miguel Hernández. Hombre responsable y solidario del vivir y soñar, pese a no acompañarle la suerte. Días difíciles vivió en el hogar debido a la escasez de recursos económicos. El padre tenía un rebaño. Pastor primero, Miguelllo estuvo colaborando en las necesidades de los suyos, pero, aunque el cuadro sea virgiliano, lo que tocaba era aprender. Pasa brevemente por el Colegio de Santo Domingo, en Orihuela; lee en la pizarra de las rocas, de los árboles, de las flores, de la naturaleza... sabias lecciones de cosas del campo –de la vida-. Luego explora otra lectura, las páginas de los libros: “Lo primero que leí fueron novelas de Luis de Val y Pérez Escrich”, dirá Miguel; y después, Cervantes, Lope de Vega, Gabriel y Galán, Gabriel Miró...Y las tertulias en la panadería de los Fenoll, constituidas por un grupo entusiasta, con ansias de crear, vivir y soñar escribiendo (entre ellos, el gran amigo que como el rayo se fue, Ramón Sijé, a quien evoca en la célebre elegía: “Yo quiero ser llorando el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas,/ compañero del alma, tan temprano./..(.). Un manotazo duro, un golpe helado,/ un hachazo invisible y homicida,/ un empujón brutal te ha derribado...).
Simbólica y ricamente humana es la trayectoria poética del oriolano Miguel Hernández. Con tres heridas llegó, síntesis y avance de su producción: “Llegó con tres heridas:/ la del amor,/ la de la muerte,/ la de la vida...”. Repica sobre el metal puro de las vivencias con un canto lírico-épico, hurgando en los umbrales del alma: “Que mi voz suba a los montes/ y baje a la tierra y truene,/ eso pide mi garganta/ desde ahora y desde siempre”.


A la sombra de la higuera en su casa natal, debidamente reconfortados con el eco de su voz, bebamos unos instantes los vientos de sus pensamientos, acendrados pararrayos de chispas humanas; como por ejemplo, el siguiente soneto El rayo que no cesa: “Umbrío por la pena, casi bruno/, porque la pena tizna cuando estalla/, donde yo me hallo no se halla/ hombre más apenado que ninguno./Sobre la pena duermo solo y uno,/ pena es mi paz y pena mi batalla,/ perro que ni me deja ni se calla,/ siempre a su dueño fiel, pero importuno./ Cardos y penas llevo por corona,/ cardos y penas siembran sus leopardos/ y no me dejan bueno hueso alguno./ No podrá con la pena mi persona/ rodeada de penas y de cardos:/ ¡Cuánto penar para morirse uno!


M. Hernández transita por la senda de Pablo Neruda -la denominada poesía impura, en las antípodas de la pura de J.R. Jiménez-, y con la fuerza de la naturaleza de V. Aleixandre. Se establecen en su mundo creativo diferentes etapas: influencia gongorina –Perito en lunas-; poesía militante -Viento del pueblo-; la fuerza del amor –El rayo que no cesa, El silbo vulnerado-; y la època de la contienda civil –Cancionero y romancero de ausencias-.
El soneto ofrece una honda herida en el alma, y utiliza adjetivos cultos apuntando al estado anímico: “umbrío” y “bruno”; y la palabra clave “pena”, que repite nueve veces como sustantivo, y dos más como verbo y adjetivo: “penar” y “apenado”. Aquí expresa, hiperbólicamente, toda la pena que le quema, con expresión dura, áspera; con abundantes consonantes nasales y vocales graves o neutras, que conforman un texto pausado y solemne. Los versos tienen sentido completo cada uno por separado y no hay encabalgamiento; predominan las oraciones coordinadas y yuxtapuestas, la construcción bimembre, reiteraciones semánticas: umbrío-bruno, cardos-penas, solo-uno (intensifica el sentido dolor). Los recursos metafóricos corporeízan el concepto del dolor: la pena tizna, el lugar de reposo y relax, un perro fiel, cardos y coronas, leopardos. Utiliza algunas expresiones coloquiales como: no me dejan bueno hueso alguno, morirse uno; antítesis como: paz-batalla, fiel-importuno.

José Guerrero Ruiz