Killo Urdiales

Killo Urdiales - Literatura

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bulletTextos libro "TELEES"

Entre luces

Ronda la mariposa las llamas tratando de hallar una salida, pero el fuego quema el terciopelo de la luz de sus alas, sus alas para la libertad. Quizá  sea el sino del cazador de luz: que al intentar atraparla, lo que en realidad consigue es irla alejando cada vez un poco más.

El cazador de luz nunca puede ser un merodeador. El merodeo siempre se mueve en la tramoya de las sombras y el acecho. Para atrapar la luz hay que ir de frente hacia ella, aunque te deslumbre y te hiera las retinas: sin cristales ahumados ni sofás litúrgicos. Decía Tsé Tung que antes de poder pintar el bambú hay que sentirlo crecer dentro de uno. Lo que viene a cuento de que para poder atrapar la luz, ésta antes tiene que brillar dentro de ti.

El cazador de luz ha de sentir la luz, no comprenderla. El cazador de luz, para lograr atraparla, tiene que convertirse en ella, ha de dejarse atrapar por todo su poder cegador. Sólo desde esa ceguera logrará acceder a ella, alcanzándola desde los ojos cerrados.

El hombre primitivo pintó una leona en el momento justo de impulsarse en persecución de una presa. Hoy en día, para lograr eso mismo, necesitamos las potentes cámaras de National Geografic. Y es que el hombre primitivo era a la vez cazador y cazado. Pero mucho antes de pintar la leona, el hombre primitivo comprendió el poder de la luz y empezó a sentir la necesidad de atraparla, para doblegarla a sus necesidades. Y al cabo terminó por descubrir el fuego, del que después se ayudaría para iluminar la pared de la cueva sobre la que elaboró sus pinturas.

Y desde entonces ahí continuamos dale que te pego, buscando y buscando atrapar la luz, aunque sea la de una triste cerilla, o la brasa de un cigarrillo en la noche. Es dura la búsqueda, pero bonita y fantástica. Sobre todo cuando alguna vez, muy de cuando en cuando, de pronto se te enciende un candilillo en el entendimiento, que luego resulta que empieza a atraer polillas y más polillas, que vuelven a quemarse las alas.

Y así, de candil en candil, enterrando polillas, va uno aprendiendo a comprender la luz, va uno aprendiendo a ser persona.

 

ATRAPANDO LA LUZ

 

No hay oscuridad más inextricable que la dictadura de la mente

ni ceguera más impenetrable que las ideas perfectamente argumentadas

tanta luz para al cabo vivir a ciegas

 

 

no hay luz que ilumine más

ni mirada con más claridad

que la aceptación de nuestras oscuridades