Haydée Alicia Acosta

HAYDÉE ALICIA ACOSTA - Canto y escritura

Telfº: 677856934

   Nacida en Buenos Aires, ciudad en la que vivió y cursó estudios hasta 1973.
   Se autodefine como una artista espontánea, siendo su única técnica del canto las prácticas corales a nivel de los ciclos de educación primaria y media. Realizó estudios de guitarra (1970-71), profesionalmente comenzó a cantar en Nerja en 1978, haciendo siempre actuaciones en directo en diferentes medios de actividad popular. En la actualidad combina su faceta artística con el desarrollo de su vida familiar, en Nerja, donde reside desde 1976.

 

bulletVII Encuentro poético provincial de poesía
Torrox (Málaga)

 

 

Textos libro "TELEES"

A la Tertulia
 

Me gusta divagar con mis amigos,

Entre el todo y la nada, en el vacío,

Jugando a construir torres de aire

Pero con muchas puertas y ventanas.

 

Somos los arquitectos de los sueños

Somos los inquilinos de la idea

Somos los defensores de lo absurdo

De la sinceridad somos los dueños.

 

Y en el palacio de las conjeturas

Celebramos veladas de palabras

Que danzan subyugadas por la noche

 Hasta quedar exhaustas de sonidos.

 

El mundo en nuestra voz cobra sentido

La sombra a nuestra luz se abre camino,

Atravesamos puentes invisibles

Que unen lo material con lo divino.

 

Así jugamos a sentir despiertos,

Lo que soñando nos imaginamos

Y a imaginar la realidad vivida,

Como otro sueño que nos  reinventamos.

 

 

Todos Somos Escritores

 Yo escribo, tú escribes, él escribe, nosotros escribimos, vosotros escribís, ellos escriben.

Escribir es para mí sinónimo de sentir, pensar y expresar.

El ser humano se conoce a sí mismo y se puede dar a conocer por medio de la palabra, expresando lo que lleva  dentro.

¿Soy escritora? No sé; es una cosa que suelo  juzgar en los demás. Prefiero decir “escribo”, que es más cierto desde el punto de vista de mi propia historia. 

A escribir se aprende escribiendo, se trata de ir dando confianza a nuestra propia voz.

Se empieza sin saber, se va aprendiendo letra por letra. Me acuerdo ahora, de cuando empecé a aprender a escribir, a enlazar las primeras letras que escribía la maestra sobre la pizarra. Primero vocales, después consonantes, luego pequeñas sílabas, palabras, frases, pequeños trozos de prosa o poesía y así9, de a poco, se fue abriendo para mí un mundo mágico, por cuya puerta iban saliendo formas de mis propio pensamientos y sentimientos, a los que  vestía con esos modelos que me habían enseñado en la escuela y a los que yo cosía con mi propia aguja y dedal, en un juego cada vez más apasionante, más extenso, más difícil o fácil, más sincero, más y más.

El mundo de la palabra y de las letras, es en sí mismo un mundo mágico, que nos permite crear y desarrollar todo tipo de situaciones, sentimientos e idealizaciones, sin dejar por ello de ser quienes somos íntimamente. Salimos de nosotros mismos, para expresarnos a través de personajes, de historias o de metáforas poéticas, que nos sirven de instrumento para experimentar no sólo lo bello y bueno sino también lo negativo, agresivo o abominable; esa contradicción de pulsiones que llevamos dentro y que se aprende a moderar y a  equilibrar, poniéndose en el lugar del otro.

Escribir, significa también escuchar, es decir, ser receptivos no sólo del sonido sino del espacio que nos rodea. Escuchamos no sólo con los oídos sino con todo el cuerpo, con todos los sentidos. El don, por lo tanto, depende mucho de nuestra capacidad de vincularnos con todo lo que nos rodea, de ser capaces de reflejar como un espejo lo que vemos u oímos, como si fuéramos niños.

 

 

Cómo Has Llegado Hasta Aquí - A  Caballo


Cómo he llegado hasta aquí….

Desnuda, con la incertidumbre atenta del recién nacido. Con la mente limpia de conceptos y preconceptos, de  esos que impiden avanzar.

Con  la mirada clara, para ser capaz de asomarme al fondo de los demás, sin temor a ver el reflejo de mí misma y para que otros tengan la oportunidad de verse reflejados en mí.

He llegado….

Como los niños, a caballo entre la ignorancia y el atrevimiento. Como los tímidos, a caballo entre la indecisión y el orgullo. Como los valientes, a caballo entre la inconciencia y la fuerza. Como los apasionados, a caballo entre la sinceridad y la imprudencia. Como los románticos, a caballo entre la imaginación y la realidad. Como los optimistas,  a caballo entre la confianza y la aceptación.

He llegado, como quien más: como los buenos, como los malos, como los pobres, como los ricos, como los inocentes, como los listos, como los generosos, como los idealistas, como los justos, como todos llegamos, solos; y  a caballo de nuestros defectos y virtudes, de nuestros propios extremos, de nuestros propios límites.

 

 

Qué Color Habita en Tu Vida

 En mi vida habita, el blanco luminoso del sol contra las paredes encaladas, cuando miro hacia el patio por la mañana;

Y habitan los multicolores (rosados, fucsias y amarillos) de las flores de primavera; también habitan los grises de los días nublados, los negros de los días tristes, los rojos, de mi pasión por mis inquietudes preferidas, los verdes, de mi esperanza en los proyectos que me inspiran y en los ideales que persigo.

Mi vida es un arco iris por cuya escalera de colores se mimetizan mis sentimientos a medida que subo y bajo en mi recorrido por los diferentes niveles de mi propio interior.

 

 

La Palabra Que Me Fascina

 No puedo elegir una sola palabra que me fascine. ¡Hay tantas! Y lo que me fascina es la palabra por sí misma, lo que representan algunas palabras y los sonidos; poder emitir el sonido de una palabra en determinados momentos, poder enlazar los sonidos a través de las palabras.

PENSAMIENTO: es una palabra abierta, que me sugiere libertad, intemporalidad, conocimiento y al mismo tiempo intimidad y pluralidad.  Se abre y luego se recoge en sí misma con autoridad, con decisión.

INMENSIDAD: es ancha, apacible, serena, clara.

ENSUEÑO: placer, inconciencia, revelación, una percepción mágica, amorosa. Me deleita su pronunciación.

AMANECER: me sugiere luz, colores, despertar, contemplación, continuidad.

PEDREGAL: pienso en un pueblo antiguo, sudamericano, entre gente humilde y colores vivos.

TURQUESA: exótico, espiritual, idílico, bello, relajado.

Las palabras son según sentimos.

 

 

El  Tiempo

Lo vi pasar raudo y enigmático; de soslayo vi su larga melena de cabellos blancos, a cuestas de su espalda y su sempiterna sonrisa triunfadora de cara al después.

Quise saber a donde iba, hacia dónde llevaba su carrera y desligarme de su influencia irresistible, pero no pude evitarlo y me sentí suspendida como un hilo más de su abundante cabellera.  Tan sólo me  dijo, - ahora no puedo detenerme, cuando lo haga, tú dejarás esta montura, para seguir cabalgando a lomos de la eternidad.

 

 

Necesito  Tiempo

Lo pienso un segundo, lo siento un minuto, lo comparto una hora, lo pierdo un día, lo lloro un año, lo recuerdo una vida, lo quiero al instante, lo olvido al momento, lo espero a la distancia, lo persigo a ciegas, lo disfruto a solas, lo  conozco apenas…lo viví antes, lo sé ahora, lo descubro tarde, lo aprovecho a veces, me parece corto, lo intenté ayer, lo haré mañana, lo digo hoy, lo engaño un poco, lo necesito mucho, lo añoro bastante, ¡lo tengo ya!, se esfuma siempre, no perdona… ¿Casi? ¿Nunca?.... cosas del tiempo.

 

 

Las  Horas  Muertas

Esas que se componen de silencios sin tiempo.

Aquellas que nos prometimos vivir y envejecer juntos.

Horas de sospechas infundadas, de arrepentimientos tardíos, de palabras mudas.

Si todas las horas muertas que han quedado detrás de nuestro presente, resucitaran de golpe, tendríamos la oportunidad de experimentar una doble vida y tal vez esta que vivimos ahora, fuera sólo el misterio oculto de ese reverso del tiempo, en el que quedan suspendidos tantos pensamientos fugaces, tantos actos frustrados y tantos espacios de ocio inútil.

 

El tiempo es el pulmón de la vida.

Lo que es capaz de dibujar el deseo, es capaz de borrarlo el tiempo.

 

 

Me Voy Andando

Me voy andando porque me toca esta tierra  y este tiempo, porque tengo un camino que recorrer  y mi tiempo es cada paso que doy; porque quiero sentir la raíz que me sostiene y pisar el suelo de mi siembra.

Me voy andando para poder detenerme en cada paisaje, en cada charla y en todo aquello que atraiga mi curiosidad;  si me voy andando descubro nuevos rincones, olores y colores, o el viento me azota y me peleo con él, aunque luego  reconozca que él también tiene vida como el sol y la lluvia; si me voy andando, aprendo a respetar al vagabundo, al transeúnte, al impedido y al mismo espacio que me rodea.

Si voy andando podré ir despacio, o de prisa, o corriendo o dando saltos, o me caeré y volveré a levantarme y tal vez no llegue la primera, pero llegaré segura de mi tiempo, confiada de mi energía, satisfecha del cansancio y orgullosa de mis logros.

Me voy andando, porque es bueno para el corazón y para los sentidos.

Mujer

 

Es joven, es vieja, es rubia, morena, canosa; es alta, baja, delgada, gorda; es pobre, tiene dinero, es inteligente, es analfabeta; está sana, está enferma, es buena, es mala, es casada, es viuda, es soltera, es madre, sin hijos; es ama de casa, es profesional.

Lleva años, su vida, todas las vidas, luchando por ser quien es, por descubrir su verdadera identidad, por amar y ser amada.

 

 

La  Niñez

Harina principal con la que se elabora el sustento básico de nuestra vida.

Cuna de nuestros principales ideales y obsesiones.

Sello de identidad de nuestra madurez.

Dulce sueño si nos acuna el Ángel, dura pesadilla cuando lo hace el Diablo.

 

 

La Mejor Actuación de Mi Vida 

Aquel día que amanecí con cierta intranquilidad; todo se contraía y dilataba a mí alrededor, no sabía aún nada de los sentimientos, pero me embargaba una expectación y cierto temor indescriptible que comprendí más tarde al paso de los años.  Pese a todo, mi madre estaba conmigo y fue precisamente ella, quien transformó el aparente caos de ese momento, en el escenario desde el que un rayo de luz me atrajo por primera vez,  a dar muestra de la más decisiva y emocionante acción que nunca más lograría volver a repetir, ante los ojos de mi padre,  mi abuela, mi tía abuela y dos o tres personas más, que me aplaudieron entre risas, lágrimas y vivas.

Acababa de llegar al mundo.

 

 

Un día en el Zoo

Aquel año, yo acababa de hacer un curso sobre fotografía y me ilusionaba comprobar mi  incipiente técnica.

El zoológico de Palermo de la ciudad de buenos aires, era el lugar ideal para un paseo despreocupado de domingo, comiendo maníes frente a la jaula de los monos,  admirando la gimnasia  Tai Chi de las panteras y tigres de Bengala, balanceando la mirada en la trompa pendular de los elefantes, acompañando pacientemente la natación parsimoniosa de los hipopótamos, o simplemente tomando el solsito entre carcajadas de hiena y graznidos de patos en medio de una laguna.

Yo desfrutaba observando esas vidas peculiares de tanta fauna exótica y me maravillé aún más, cuando aparecieron delante de mí las más altivas señoras de la jungla, las reinas de las alturas, obligando a mis ojos a escalar por sus cuellos hasta alcanzar los suyos, siempre distantes, oteando un horizonte por encima del común de los mortales.

Entonces, cautivada por esa desproporción perfecta de la naturaleza, preparé mi cámara e inmortalicé con mis primeras fotos, aquel entretenido e inolvidable encuentro con jirafas un día en el zoo.

 

 

La Primera Comunión

No sabía bien porqué, pero sabía que era un día especial, único e irrepetible, que me dejaría ligada para siempre a la bondad, a la protección mágica, al camino del amor y a la búsqueda de la verdad.

Me acuerdo de la película como si fuera hoy. Mi madre me levantó aquel día muy temprano; a las ocho debían estar todas las niñas congregadas en el atrio del convento San Cayetano para asistir a la parroquia.

Como si me viera, sentada al borde de la mesa de la cocina, mientras mi madre me iba poniendo prenda a prenda, el níveo e inmaculado ajuar con el que hacerme digna de recibir el cuerpo de Cristo. Camiseta interior de puro algodón, braguita con alguna puntilla, calcetines, zapatos modelo Guillermina, con su tira abotonada sobre el empeine, enagua de tafetán, guantes; todo blanco, todo a estrenar. El pelo bien peinado hacia atrás, suelto por debajo de la gorra de alforzas almidonadas y por último ese vestido, abotonado del cuello a la cintura, mangas largas, lazo ciñendo el talle, delicadamente bordado y  alforzado entre puntillas valencianas, planchado a conciencia por las tintoreras japonesas, las mejores del barrio, que lo dejaban nuevo para cada puesta, hasta que las cuatro hermanas tomamos nuestra primera comunión

Recuerdo la larga hilera de niñas esperando entre somnolencia y expectación, la llegada al altar. Luego, el agasajo en el gran patio, con chocolate espeso para todas y gran revuelo de gente recibiendo estampitas y compensando nuestras limosneras. Más tarde la fiesta en casa, los regalos especiales y los buenos augurios bajo el fiel compromiso de ser siempre buena persona y cristiana.

De todo aquello me queda un dulce recuerdo, un misal de nácar, un rosario perlado  y el precioso vestido que guardó mi madre  y que quedó grabado con un clic en los momentos más puros de mi vida, envolviendo dentro de un marco dorado, aquella imagen virginal y santa que tenía entonces, a mis siete años.

 

La Lluvia

Siendo chica, recuerdo oírle decir a mi madre que cada vez que lavaba lana, llovía. Con lo cual aquello se me quedó grabado como un fenómeno un tanto misterioso, que iba unido a una determinación casi femenina.

Pasaba el tiempo y hubo más de una vez en que pasada una buena tormenta, oía a alguna mujer decir “como no he lavado las cortinas”, o “claro, ayer limpié el desván” y así sucesivas veces. Pasaron varios años y llegué a tener mi propia casa, mi propio hogar. Mi vecina de al lado, ya mayor, vivía  sólo con su marido y era de ley que cada vez que lavaba una buena tanda de ropa de casa, abrigos, sudaderas y anorak incluido, se quejara de que venía la lluvia. Así comencé a sentirme tentada de convocar con tan sencillos quehaceres hogareños, a semejante fuerza de la naturaleza y sobre todo observar atentamente la verdadera relación entre ambas cosas. No sé, tal vez soy de esas generaciones de mujeres que mueven energías con la imaginación o con la fuerza del deseo, haciendo magia de la vida cotidiana y posibles los milagros; el caso es que en más de una ocasión, he jugado sin darme cuenta a “bruja”, viendo después con cautivado asombro, como se desencadenaba una de aquellas revueltas atmosféricas tan significativas y unidas desde la infancia a mi propia filosofía de vida y percepción de la realidad.

 

 

Hermanas 

Como gotas de una misma fuente, crecimos impulsadas por la misma corriente.  Cómplices de los juegos, del amor o la ira, creamos un torrente de vida compartida.

Llegaron las distancias con la supervivencia, y una en pos de la otra nos fuimos a alcanzarlas.  Cada cual con su lucha, sus triunfos o derrotas, pero un único escudo de cariño para afrontar el miedo y las batallas.

Esa antigua confianza, que corre por las venas, curando las heridas, protegiendo ilusiones, es el mejor baluarte de nuestras esperanzas, para aguardar unidas el paso de los años.

 

 

La Importancia del Silencio 

SILENCIO,  todo me habla. Embelezado suspenso.

SILENCIO  para escuchar, SILENCIO para sentir, para pensar y escribir. SILENCIO para acatar, para admitir y otorgar.  SILENCIO para recordar, para descansar, para meditar.  SILENCIO para crear, SILENCIO para velar, para rezar, para dormir. Sonoro  SILENCIO  para convivir y existir.

 

 

Universo a Escala

 

Nuestros ojos brillando entre las sombras

Como estrellas dispersas en el cielo

 

Nuestros cuerpos chocando beso a beso

Como hacen las orillas con las olas.

 

Nuestras voces mezcladas en el aire

Con susurros y cantos, como pájaros.

 

Nuestra casa surcada de caminos

Con soles y tormentas, como la Tierra.

 

Nuestra sangre transformándose en vida,

Como semilla en la naturaleza.

 

Nuestro pequeño mundo, tan inmenso

Con un destino cierto, como el Planeta.

           

 

Repartiendo Colores

Llueve pausadamente durante horas. Mis ojos navegan por las delicadas cascadas que se precipitan en canal desde el tejado, desde el alero de Uralita que protege el escalón de entrada a la cocina, desde la superficie de las hojas más anchas de las calas y otras plantas que disfrutan hoy, como reinas del patio, este regalo  del cielo.

Llueve y poco a poco, los colores han ido reviviendo: los verdes más brillantes, los rojos más encendidos, los negros más lustrosos, los blancos más luminosos, los azules más limpios, los marrones más intensos. Todo está en relieve.

Algún chorro cae insistentemente sobre una rama de helecho, imprimiéndole un movimiento constante que la asemeja a una batuta, dirigiendo ese sonido monótono y acompasado, de los hilos de agua cayendo a variables frecuencias y velocidad que crean una música única, diferente y tan natural, tan acorde con los ritmos de mi cuerpo, que ya dejo de ser una simple espectadora para convertirme en la artífice de estas sensaciones y sonidos, en la propia lluvia que cae desde mis ojos, repartiendo colores.

Las gotas al caer sobre los charcos, forman círculos con burbujas, señal de que habrá lluvia para el resto del día.