V
Eufonía
Hasta que un día, se acercó un pez gigante y bravucón a la ciudad de los corales con la única intención de devorar a todos los peces más pequeños. Todos huyeron escondiéndose entre los corales. Eufonía con valentía salió a su encuentro y se encaró a él. Para escapar de sus grandes dientes, ella zigzagueaba, comenzaba a silbar, primero tímidamente, después con bastante decisión. El bravucón quería atraparla. Entonces todos los peces animados por el ejemplo de Eufonía zigzagueaban velozmente. En ese instante, se oía una orquesta de sonidos tan melodiosos que conseguía paralizar al pez bravucón. Extasiado por la belleza de la música se había quedado dormido.
Eufonía había descubierto la fuerza de la música. Los días siguientes seguía practicando para componer nuevas melodías. Su sabiduría crecía tanto que dirigía el coro de los peces, llegaba a dominar las melodías, de tal manera, que todo su corazón y su cuerpo producían encantamiento a los oídos de los demás. Sentía un deseo de descubrir nuevos sonidos y se aventuraba a recorrer la mar, nadaba incansablemente hasta que conseguía llegar a la superficie, asomaba sus ojos por encima del agua y veía la noche iluminada por la luna llena, cubierto el firmamento de hermosas estrellas.
Las olas balanceaban las luminarias que se reflejaban en el agua.
Eufonía embrujó las olas, de tal modo que adquirieron tal temperamento musical, para que unos días con su movimiento continuo y lento canten canciones de cuna, otros días por su movimiento continuo y acelerado den carcajadas locas.
¿Ya
sabes tú, por qué las caracolas nos hablan siempre de la mar?
José Marcelo tardes de lluvia- ensueños