Noemí Hernández Hidalgo

Noemí Hernández Hidalgo - Literatura

E-mail: noemituning@hotmail.com

 
TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS
 

LA MARIQUITA
 

      Era grande y bastante gorda. De color rojo brillante. El pequeño Diego intentaba contarle los lunares a la mariquita que descansaba tranquilamente en la hierba del patio de los abuelos.

“Mamá, mamá, creo que tiene ocho” gritó Diego emocionado.

Cogió al mariquita y la puso entre sus manos. “Voy a buscarte una caja de cartón para meterte dentro, le susurraba Diego a la mariquita. Le haré agujeritos para que respires y te pondré hierba todos los días. Serás la mariquita más feliz del mundo y seremos amigos para siempre, y te contaré los lunares todos los días. Seguro que te salen más y así tendré la mariquita con más lunares del mundo”

Tres días más tarde  su madre pasó por delante del cuarto de Diego y le vio ensimismado mirando la maquita.

“Hey, peque, ¿qué haces?”

“Miro a Juana, a ver si hace algo, pero no hace nada. Y tampoco le salen más lunares”

Su madre se rió y se sentó junto a él.

“Y además de que se la multipliquen los lunares, ¿qué esperas exactamente que haga Juana?”

“Pues no sé, quiero que vuele o algo”

“Pero bueno Diego, ¿cómo pretendes que vuele si apenas le abres una rendijita de la caja?”

“¡Pero es que si la abro más se va volando y seguro que no vuelve!, protestó Diego. Y ya nunca más la veré”

“Pues no, seguro que no vuelve, le respondió su madre, pero si no lo haces tú no habrás visto volar a tu amiga, y ese es un recuerdo que seguro que nunca se va a ir de tu cabeza. Además, tú querías que Juana fuera la mariquita más feliz del mundo, y seguro que ahí encerrada echa mucho de menos a las otras mariquitas, y pasear por el césped, y volar de flor en flor…”

Diego se quedó pensando en lo que su madre le había dicho. Y ese día aprendió que en la vida todo requiere tomar decisiones que siempre significan ganar un algo y perder otro algo. Y para hacerlo lo mejor posible podemos, y debemos, sopesar los pros y los contras, y siempre siempre siempre pensar en la felicidad de aquellos a quienes amamos incluidos nosotros mismos.

“Te voy a echar de menos Juana” decía Diego despidiéndose con la mano.
 

Noemí Hernández Hidalgo


 

 
PEQUEÑOS PLACERES

Iba mirando por la ventanilla en silencio, sin escuchar si quiera la música de los Celtas Cortos que sonaba bajito en los altavoces de su viejo, aunque eficiente, coche blanco. Iba mirando por la ventanilla con el firme propósito de grabar en su retina cada centímetro de la costa de la que ahora era su nueva vida.

Y es que desde que se fue de su ciudad natal hace apenas seis meses, se había dado cuenta de que lo que más extrañaba eran esos pequeños placeres que componían su vida, fuera del trabajo y las obligaciones domésticas. Esos pequeños placeres que por entonces carecían de importancia y que de repente se habían convertido en poderosas anclas que la arrastraban hacia aquella ciudad de la que tantas veces había deseado marcharse y a la que ahora ansiaba fervientemente volver.

Pequeños placeres…  pasear por el enorme y céntrico parque de El Campo Grande, un helado en las Francesas, unas patatas de Blas, un zumo y un buen libro en la tumbona de la terraza de su casa, las croquetas de mamá…

Pequeños placeres que se había propuesto encontrar y disfrutar en este nuevo y temporal hogar para recrearlos en su memoria cuando al fin volviera a su casa.

Pequeños placeres…  pasear junto al mar, disfrutar de la luna llena sobre las olas, mirar la línea de la costa desde el coche en marcha…

Pequeños placeres que descansarían en sus vivencias y sus recuerdos para siempre.
 

Noemí Hernández Hidalgo