Sara Vi Ta

Sara Vi Ta - Literatura


Textos en la revista literaria VoCeS Nº10
 

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Textos Tertulia Entrelíneas

MICROTEXTOS

 

Dos espejos frente a frente, a diez centímetros de distancia; y en un lugar equidistante de ambos, flotando en el aire, una pequeña esfera negra.

¿Cuántas esferas se reflejan en los espejos?

(Puntos de vista) 

 

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Moría, me desintegraba, me volvía a recomponer automáticamente. Al igual que todos los que me rodeaban.

Y estaba más preocupado en discutir que ya no se podía decir que estuviéramos “vivos”, puesto que no podíamos morir, que en alegrarme o alarmarme por la novedosa noticia de la inmortalidad.

(Filosofando hasta la muerte)

 

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Mediodía con nubes grises

Noche de cielo anaranjado

Una avenida extrañamente silenciosa

Y rascacielos apenas iluminados

(Domingo encapotado) 

 

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Un lápiz gigante lloraba por no poder hacer genuflexiones ante mí, a falta de rodillas.

(Delirios de grandeza)

 

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¿Cómo no tienes miedo cada vez que dejas de pensar en algo? ¿Acaso dispones absolutamente de todos tus recuerdos siempre que quieres? ¿Nunca olvidas nada? ¿Cómo puedes estar tan seguro de que si dejas de pensar en eso en lo que estás pensando ahora, en este instante, mañana podrás rescatarlo de esas recónditas sinapsis de tu cerebro? ¿Cómo puedes incluso dar por sentado que esas sinapsis seguirán existiendo?

(Genocidio neuronal, paranoias de)

 

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La veía mirando embobada cómo una lavadora daba vueltas, pero de repente ésta se abría y la absorbía.

Trataba de avisarla, en vano.

(Pequeños agujeros negros)

 

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Sin tus genes y sin las personas que te criaron los primeros 15 años de tu vida, ¿qué quedaría de Ti, tal y como eres actualmente?

(Inexistencia personal)

 

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Estaba en mi cuarto, escribiendo sobre la cama, cuando de repente desaparecían las paredes del edificio, quedando sólo el esqueleto metálico.

Me asomaba al borde de la cama y veía, cinco plantas más abajo, césped y un castaño recién plantado que crecía por momentos.

Yo era yo y el castaño, al mismo tiempo.

(Vértigo invertido)

 

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Puso el ayuntamiento a manar de la fuente de Cibeles, en lugar del habitual vino tinto, cerveza alemana para que los jóvenes pudieran disfrutar de una fiesta de la espuma sin necesidad de gastar detergente y echar a perder la cosecha del año.

(Onírica –o alcohólica- victoria del Real Madrid)

 

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Nací hace casi doscientos años en una ciudad de China, pudiera llamarse Hang-Lu, en el seno de una fábrica de productos de material escolar.

Sin poder siquiera despedirme de mis progenitores, todos mis hermanos y yo fuimos trasladados hasta EEUU, y luego repartidos en distintos hogares. A mí me tocó una humilde casa de Ohio, donde una niña de 11 años, llamada Annette, empezó a tratar conmigo.

Al cabo de unos meses, al llegar abril, se aburrió de mí. Iba a abandonarme en la calle, pero una persona mayor le dijo que no; y me dejaron olvidado en el trastero.

Allí pasé los siguientes 9 años, hasta que un día, haciendo limpieza, Annette me volvió a coger. Aunque ya no se acordaba de mí, sí se sorprendió de que siguiera vivo. Y volvió a tratar conmigo, hasta que mi vida útil llegó a su fin. Momento en el cual, esta vez sí, fui abandonado sin más miramientos en un gran parque de la ciudad.

Nada demasiado relevante me ha sucedido desde entonces, durante estos casi dos siglos (mucho tiempo para Annette, seguro, pero insuficiente para que llegara mi hora aún); hasta hoy, que me han recogido los doctores Carlson y Stevens y me han colocado en una bonita vitrina junto con otros semejantes. Ayer tratados como vulgares basuras, y hoy curiosidades dignas de observar en museos y exposiciones.

(Historia de un bolígrafo Bic)

 

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Saltaba por mi ventana y caía al cielo, hasta llegar a una estrella de luz negra que iluminaba un mundo al revés.

(Vértigo invertido II)

 

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"Je ne suis pas bizarre” (*) –me decía mirándome con cara de loco un maniquí sin rasgos faciales, de madera clara y bisagras en las articulaciones.

(*) “Yo no soy raro”

(Pesadillas antropomórficas)