Los verdaderos héroes de la Historia Humana
Los libros de historia, siempre escritos al dictado de los vencedores de alguna
guerra o genocidio, están repletos de nombres de reyes, políticos, militares y
otro tipo de personajes, cuyo mérito no ha sido más que saber encontrar la forma
más rápida de asesinar al mayor número de seres humanos en el menor tiempo
posible, utilizando para ello como disculpa el honor, alguna patria, alguna
religión o alguna ideología.
Pero la historia de la Humanidad está repleta de otros seres humanos, apenas conocidos por la mayoría, que tuvieron una actitud constructiva, que supieron ayudar a sus semejantes, bien mediante gestos pacifistas o dialogantes que evitaron guerras, o mediante estudios e inventos tecnológicos, a través de la investigación médica, o creando filosofías humanistas. Casi ninguno de ellos ha sido reconocido ni recompensado por la memoria ni la historia oficial.
Creemos que ha llegado el momento de reescribir nuestra historia, poniendo a los reyes, políticos y estrategas militares, en el lugar que les corresponde: el de seres enfermos de ambición y codicia que sólo han provocado dolor y sufrimiento a lo largo de los siglos, y colocando en el altar de la memoria a las personas que se sacrificaron por la paz, el progreso y el bien común, por un mundo algo mejor, del que ahora, los supervivientes, disfrutamos.
Desde aquí queremos rendirles este modesto y merecido homenaje mediante la serie titulada "Los verdaderos héroes de la historia humana".
ARTES LIBRES
Los verdaderos héroes de la historia humana: Stetson Kennedy
La historia del Ku Klux Klan está sometida, como la de cualquier organización humana, a altibajos, momentos de gran expansión y momentos de declive.
Fuera de Estados Unidos es poco sabido que, en ciertas épocas, no se limitó su nefasto campo de acción a los estado sureños, sino que se extendió peligrosamente por prácticamente la totalidad del país.
Fundado por seis jóvenes de origen escocés (de ahí que utilizaran el término klan, unido a kuklos, del griego, círculo) al final de la Guerra Civil Americana (1861-1865), se extendió con mayor o menor fortuna por los estados sureños, llegando a tener, en la segunda década del siglo XX, ocho millones de seguidores.
Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo momentos de decadencia, pues su idea secesionista no encajaba en un país que necesitaba estar unido ante un enemigo exterior. Pero terminada la guerra, el KKK volvió y resurgió con gran fuerza.
Atlanta, la ciudad a la que los seguidores del KKK llamaban pomposamente “la Ciudad Imperial del Imperio Invisible del KKK” era también la tierra natal de Stetson Kennedy, nacido en 1916, y que cuenta en la actualidad con 95 años.
Stetson nació en el seno de una familia acomodada sureña, y un hecho transformó sus ideas hasta convertirle en un luchador infatigable por la igualdad y los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos: Flo, una sirvienta negra de la familia, que prácticamente le había criado, fue secuestrada, atada a un árbol, golpeada y violada por miembros del KKK. Su delito había sido reclamar a un cobrador de tranvía que le había dado mal el cambio del billete.
A partir de entonces Stetson se transformó en un luchador contra el racismo y la intolerancia en general.
Publicó muchos artículos en prensa y revistas, pero comprendió que no resultaban efectivos ante la opinión pública, pues el KKK contaba con apoyos en la administración, la policía, y buena parte de la población blanca. Se percató, al mismo tiempo, que era una organización cuyo funcionamiento interno era completamente desconocido, así que se infiltró en ella, aprovechando que un tío suyo había llegado a ser en el pasado un líder de la misma.
Toda la información que iba recabando la suministraba a diferentes periódicos progresistas que la hacían pública, lo cual incomodaba a los seguidores del KKK, que se sabían infiltrados, aunque desconocían la identidad del espía.
Pero la información desvelada no parecía suficiente para que la mayoría de los norteamericanos blancos comprendieran el peligro social que significaba ese grupo.
En 1947 Kennedy tuvo la idea genial que le haría dar un giro a la historia universal y cuyo alcance es difícil llegar a imaginar siquiera: se puso en contacto con Stephen J. Dubner, director del programa de radio de la serie Superman y con los guionistas del mismo, todos ellos de ideas antirracistas. Les facilitó toda la información que tenía sobre el grupo: los rituales, el argot y hasta las contraseñas con las que se movían.
A lo largo de dieciséis capítulos, los demenciales seguidores del KKK fueron reiteradamente derrotados por el superhéroe americano, completamente ridiculizados, y sus rituales secretos mostrados como gestos estúpidos de hombres brutos e ignorantes.
Para comprender el alcance social que tuvo tal acción, debemos recordar que Superman era el personaje de ficción idolatrado por todos los niños y jóvenes estadounidenses de la época, y sus acciones eran modelos incuestionables a seguir. El mismo superhéroe que ya había derrotado a lo largo de cientos de capítulos a Mussolini, Hitler y a Hirohito, se enfrentaba ahora al KKK, venciéndoles humillantemente.
El discurso colérico de uno de los líderes del grupo racista en una reunión a la que también asistió Kennedy, al día siguiente de la emisión del primer programa, nos puede dar una idea del impacto que éste tuvo en la organización:
“Cuando regresé a casa anoche, mi hijo se encontraba con un grupo de niños, algunos con toallas atadas alrededor del cuello a modo de capas y otros con fundas de almohada en la cabeza. Los de las capas perseguían a los de las fundas por todas partes. Cuando les pregunté qué hacían, me dijeron que estaban jugando a un juego nuevo de policías y ladrones llamado Superman contra el Klan. ¡Acabar con los malos, lo llamaron! Conocían todas nuestras claves secretas. ¡No me había sentido tan ridículo en toda mi vida! ¿Imagináis que mi propio chico encuentra un día mi túnica del Klan?”
En realidad, las claves desveladas no tenían tanta importancia, pero sí la ridiculización de sus miembros, presentándoles como "los malos" y, sobre todo, el efecto de hacer prácticamente imposible que los millones de miembros del Klan extendieran sus enfermizas ideas entre sus hijos, pues para hacerlo tenían que decirles que Superman, su héroe incuestionable, se había equivocado al elegir a su nuevo enemigo, lo que cuestionaría, sin duda, su autoridad paterna.
El efecto sobre la organización fue implacable: el KKK nunca volvió a tener poder en los estados del norte, quedando reducido al grupo minoritario radical que aún hoy pulula por los estados sureños.
El historiador estadounidense Wyn Craig Wade llegó a calificar a Stetson Kennedy como “el factor individual más importante en la prevención del resurgimiento en la posguerra del Ku Klux Klan en el norte”.
Su victoria tuvo, desde luego, un precio: de igual forma que ha sido homenajeado por innumerables asociaciones defensoras de los derechos humanos en Estados Unidos y en el resto del mundo, estuvo amenazado de muerte durante muchos años, su casa, y con ella gran parte de sus documentos, fueron destruidos en un incendio provocado y, cuando se presentó a las elecciones a gobernador de Florida, ante la enorme campaña de acoso de conservadores y ultraconservadores, llegó a decir de sí mismo: “He llegado a ser el hombre más odiado de Florida”.
Finalmente tuvo que exiliarse en Europa, donde en 1954 escribió el libro “El Klan desenmascarado”, que fue publicado por su amigo Jean-Paul Sartre.
Stetson Kennedy ha venido a demostrar a la Humanidad que, mucho más efectiva que cualquier arma, es una idea inteligentemente utilizada, y nunca sabremos cuanto le debemos a su esfuerzo en pro de los derechos humanos, ni como hubiera transcurrido la historia de la segunda mitad del siglo veinte si el imperio militar y económicamente dominante, los Estados Unidos, se hubiera transformado en una sociedad cerrada y más racista y xenófoba, aunque el caso de la Alemania hitleriana nos puede dar un pista nada tranquilizadora al respecto.
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