III Encuentro Literario-Musical (América)
 

        

 

   


 


 

III ENCUENTRO LITERARIO MUSICAL
                                        "AMÉRICA"
                  IV FestejARTE "Degustando la vida"


                 
DOMINGO 4 DE JULIO - 21.00 H.
CENTRO CLARA CAMPOAMOR - C/ Carabeo, 80 - Nerja (Málaga) - Sala 11

                           ENTRADA LIBRE

La Asociación Cultural Sin Fronteras Entre Lineas y Artes Libres www.arteslibres.net organizan el II ENCUENTRO LITERARIO MUSICAL, con música y textos dedicados al continente americano.

El acto tiene por finalidad hermanar tierras y personas, asi como interrelacionar diferentes formas de  expresión artística, en este caso literatura, música y algo de gastronomía, todo ello de América.

Pretendemos iniciar así un ciclo con el que intentaremos recorrer los cinco continentes recogiendo muestras de sus culturas a través de su literatura, música y gastronomía.

La razón de elegir el día 4 de julio es por tratarse de la fecha de la primera indepencia de una colonia americana, formada tanto por nativos de aquellas tierras como por los, en ese momento, recién llegados emigrantes europeos. Al margen de los sentimientos que hoy en día pueda desatar en muchos aquella colonia que terminó transformándose en imperio, debemos respetar la realidad cronológica de la historia.

Están todos invitados, tanto a la asistencia, totalmente gratuita, como a participar con alguna actividad o algún texto, que será leído tras las actuaciones musicales.

Queremos agradecer especialmente la amable participación del coro Voces entre Voces, que se han sumado desde el primer momento, y con entusiasmo, a la iniciativa, y han estado durante semanas seleccionando y ensayando las obras con las que nos deleitarán a los asistentes al encuentro.

Los gastos derivados del presente evento son financiados por los componentes de los grupos organizadores y participantes, sin ningún tipo de financiación externa.
 

 


PROGRAMA

MÚSICA:
Voces Entre Voces (coro)
Varias actuaciones musicales (folclore)

LETRAS:
A. C. Sin Fronteras Entre Lineas
Artes Libres www.arteslibres.net

COMIDA:
Platos preparados por los miembros de los grupos organizadores.


PARA MÁS INFORMACIÓN SOBRE EL ENCUENTRO O PARA PARTICIPAR EN EL MISMO:

Nekovidal - nekovidal@gmail.com  - Telfº 617813374


"Mejor que rechazar las diferencias es aprender a tolerarlas, mejor que tolerarlas es aprender a aceptarlas, mejor que aceptarlas es comenzar a valorarlas y apreciarlas, pues en definitiva de eso está hecha la vida, de diferencias.

Es la diversidad lo que da a la vida su belleza, su potencia y la posibilidad de renovarse constantemente." (Pablo Buol)

Somos y seremos siempre compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan vivido donde hayan vivido, sin que importen ni un poquitito las fronteras del mapa o del tiempo; la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero. (Eduardo Galeano)


 


 

A VECES ME PONGO A PENSAR
(Homenaje a Martín Fierro y a José Hernández, su creador)

A veces me pongo a pensar, cuando el tiempo lo permite, qué es lo que hace al humano, creador de tanto arte y alegría, al tiempo que de la vida tirano, y todo puede serlo un mismo día.

Pensando sé que he de morir, pensando me han de enterrar, pues de lo poco que aprendí, lo único que hasta hoy seguro ví, es que la naturaleza humana es, poco más que soñar y pensar.

De todos sigo y tomo ejemplo, pues todos algo pueden enseñar, y aunque nadie a dirigirme viene, digo cuanto a mi ser conviene, para aliviar penas de antaño, aunque bien sé que han de durar.

Grandes verdades me enseñó la ciencia, y otras importantes algún campesino, que las verdades las enseña el camino, y cada cual, cargando su conciencia, deja huella según su ser y su andar, y caminando forja, así, su destino.


 

No sé si habrá algún dios, que serio nos juzgue desde arriba, o que para algo nos sirva de ayuda, pero como Mario Benedetti digo, si lo hay, si es buen dios, es amigo, y entonces no le molestará mi duda.

Sí sé que hay en este mundo, quien se cree aún con derecho, a sembrar mal y hasta guerras hablando en su santo nombre, y mientras la razón se esconde, dios calla, y lo damos por hecho.

Y será, o así, yo hoy lo sospecho, su silencio por pura vergüenza, de ver a sus más tristes criaturas, proclamando su triste verdad, que requiere fe ciega y demencia, sólo para su beneficio personal.

Tenga cada cual su sagrado dios, en el centro mismo de su alma, que si a todos la muerte espanta, y a todos el mismo dolor aflije, ¿por qué imponer nuestro dios sin saber siquiera si existe?

No sé si hay algo más poderoso, para el humano que la ilusión, pues encontrándose perdido, siempre encuentra una razón, para seguir un nuevo camino, aunque le lleve a la perdición.

Se ilusiona con la paz, con la vida, con el arte, con el juego o el amor, pero no le ilusiona, en su locura, menos la venganza o el rencor, vive sufriendo su ira y su bravura, y siempre termina en el peor temor.

Porque el miedo es para el hombre, su cadena, su condena y su baldón, sólo por temor a la pobreza roba, por temor al hambre, roba y mata, y por puro miedo a tener miedo, su pobre vida, con triste miedo pasa.

Por alguna muy extraña razón, al diferente tomamos por malo, y buscando siempre justificación, lo llamamos extranjero o extraño, ¿no será el miedo la única razón de no ver en el diferente un hermano?

Pucha que es de verdad bien raro ese animal que llamamos humano, almacena más de lo que necesita, mientras se lo quita al necesitado, que siempre vuelve a la lucha para robar cuanto le han robado.

Que no es la codicia, con certeza, más que locura de unos pocos, y así, hundidos en la pobreza, aprenderemos todos algún día que ningún politico ni banquero traerá nunca al mundo alegría.

Mientras aprendemos a gobernarnos, haciendo entre todos la ley que nos rija nos puede servir de algún consuelo no olvidar que todo se puede robar menos lo más valioso en este suelo: la clara esperanza y el arte de amar, ése que nos hace libres como pájaros y nos permite, con nuestros sueños, vivir, crear, y soñando, cada día, volar.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

AMÉRICA

Hace unos 12.000 años, en las praderas de la zona norte de aquellas tierras, se presagió el futuro: varias culturas cazadoras esquilmaron y extinguieron las especies de las que se alimentaban, sobrevino la catástrofe y los supervivientes al hambre aprendieron la lección: así nacieron esos pueblos tan espirituales y respetuosos con la naturaleza, los mismos a los que encontraron y diezmaron los colonos europeos en lo que hoy llamamos América del Norte. A lo largo de los siglos se fueron estructurando sociedades complejas, llegando varias de ellas a un desarrollo tan alto como el de los pueblos que habían de conquistarles: unos arrancaban el corazón de sus vecinos para rendir homenaje a sus dioses, los otros quemaban a sus semejantes para purificar sus almas pecadoras antes de entregarlas a su dios ¿era alguno de ellos más salvaje o menos cruel que el otro?

Y llegó el encuentro, las agresivas tribus europeas consiguieron vencer fácilmente a los imperios americanos gracias a la imprescindible colaboración de decenas de miles de guerreros sedientos de venganza por los abusos de aztecas e incas: el tiempo siempre pasa factura por las crueldades cometidas. Al mismo tiempo, la gran matanza: más que las guerras, más que la cruz y la espada, fueron pequeñas formas de vida invisibles las que arrasaron el continente: la viruela por sí sola consiguió deshabitar el Caribe, cuatro de cada cinco americanos murieron, y los que quedaron, abrumados por tanta muerte y desgracia como traían los nuevos amos, se ahorcaban desesperados, prefiriendo la muerte a las nuevas cadenas, y la historia de la ignominia humana dió un nuevo giro.

Siempre había existido la esclavitud, la única novedad era ponerle color: en la antigua Roma un esclavo negro valía mucho más que un bárbaro rubio, la ley de la oferta y la demanda ya funcionaba entonces, y lo escaso era valioso. Ahora, hace apenas cinco siglos, se buscaron filones de hombres para trabajar en los filones de las minas. Portugueses y franceses compraban prisioneros a jefezuelos de tribus africanas o a los intermediarios árabes, se los vendían a los españoles, que los utilizaban para extraer oro y plata de las minas o para hacerles trabajar de sol a sol en los campos. Los beneficios, enormes galeones sobrecargados, eran robados por ingleses y holandeses, mientras el resto, cuanto llegaba a España, era rápidamente transportado a las arcas de banqueros italianos y alemanes. Así nació la primera Unión Europea, repartiendo, aunque no muy fraternalmente, el botín del saqueo de América. El oro, finalmente, viajaba al otro lado del mundo, a los imperios orientales, para pagar las preciadas especias, donde sería nuevamente robado tres siglos después por las insaciables tribus europeas, que recurrieron sin escrúpulos al narcotráfico, fueron las vergonzosas Guerras del Opio.

Por el camino, poco a poco, fue naciendo la ciencia y surgió una extraña idea: los derechos humanos, pero aún pasarían siglos hasta admitir que un ser humano es un ser humano, al margen de su religión o del color de su piel.

Dios salve a América”, gritaban las tribus invasoras de la zona norte, formadas por grupúsculos de cristianos integristas expulsados de Europa. Y salvaron su América, para su dios y su exclusivo interés, una América que nació excluyendo a quienes la habían habitado más de 20.000 años, a los que no fueran de piel pálida, e incluso a sus hermanos europeos del sur. Nació así el imperio más poderoso hasta la fecha, el primero creado por emigrantes de todo el mundo, un adelanto de la globalización que habría de venir. Por robar, a la estoica América le robaron hasta el nombre. Alguien propuso, no hace mucho, llamar a los habitantes del norte usamericanos, uniendo en un juego de palabras el nombre que ellos dan a su tierra con la connotación de un hecho: son los americanos que usan a los americanos y al resto del mundo para mantener sus privilegios, un imperio más . . .

Mientras, hace menos de doscientos años, manos negras construían la Casa Blanca, y los redactores de la primera constitución de los Estados Unidos de América eran, en su inmensa mayoría, esclavistas.

En los últimos diez años hemos asistido a hechos tan asombrosos como simbólicos llegados de aquellas tierras: en el sur un indio, un americano de los de siempre, consiguió llegar a presidente en Bolivia, y en el norte un negro consiguió entrar en la Casa Blanca que habían levantado sus antepasados cargados de cadenas.

No puede uno dejar de preguntarse si todo esto nos muestra la historia como una sucesión de luchas de tribus o, por el contrario, de primitivas actitudes comunes a todos los seres humanos, porque todos esos grupos, del primero al último, fueron, en algún momento, agresores, y en otro, agredidos, desde los esclavos negros, luchando entre sí en su Africa natal, al más cruel de los imperios europeos.

Y por si alguien aún albergaba alguna duda, ahi están nuestros hermanos judíos descargando sobre sus vecinos palestinos la misma ira e injusticia de la que ellos fueron víctimas en su momento.

No se trata de banderas, nacionalidades o colores, es en el mismo corazón de la naturaleza humana donde hemos de buscar explicación a tanta locura y sinsentido, como único camino de aprendizaje para evitar que se repitan indefinidamente.

A estas alturas, tanto la naturaleza como la historia ya han tenido con nosotros más paciencia de la que, aparentemente al menos, merecemos. Nos es urgente comprender que sólo hay una patria, nuestro diminuto planeta, una patria formada por tantos colores y músicas como pueblos la forman, porque ningún pueblo podrá, por sí solo, enfrentarse al futuro.

La unidad ya no es sólo una opción, es la única salida que nos queda para sobrevivir.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

AMÉRICA

   Irineo se había quedado solo en casa aquella tarde de domingo y qué mejor que encender la tele en esos momentos, pensó, para ver al equipo de sus amores, que jugaba el campeonato del mundo allá por el año 1953. De esa suerte aminoraba la añoranza de la tierra y templaba las preocupaciones que le acuciaban en tales circunstancias.

   Al contemplar los colores de la selección se le encendió la chispa de la vida y se sentía pletórico, como si él fuera a alinearse en el equipo, rememorando los años de adolescente cuando lo hacía en el equipo de su pueblo; aquellos partidazos a cara de perro e interminables sudando la gota gorda, con la camiseta rota y mugrienta por las penurias que llevaba en los lomos; esos ratos eran para él sueños inmortales compitiendo con otros de su edad o contra los del pueblo vecino, donde lo único que podían jugarse era la gloria de la honrilla, no más, pibe, diría después, que no era poco en aquella época en que el hambre apretaba con fuerza y las alegrías brillaban por su ausencia, por lo que era una de las mayores gestas de las que podía alardear ante las futuras generaciones si conseguía la victoria.  

   ¡Qué tiempo aquel en el pueblo, qué sosiego tan inmenso!, reflexionaba, cuando evocaba los años de juventud en la tierra que le vio nacer, y que ahora no podía pisar al hallarse tan lejos, en la pampa argentina, adonde emigró con la familia en la década de los cincuenta en busca de una vida mejor, y de esa forma, con un poco de suerte, levantar cabeza y lograr paso a paso unos pesos que le suavizasen los malos tragos de su país después de la terrible guerra. No tuvo más remedio que rebelarse y echarle valor a la vida, y recurriendo a familiares y amigos para embarcarse rumbo a América haciendo la penosa travesía de Cádiz a Argentina.

   Su familia siempre lo catalogó como un inútil, un bala perdida, porque resultaba raro que se adaptase a cualquier oficio, tipo de estudio o tuviese una pizca de osadía para enfrentarse a los retos que demandaban los tiempos, y menos aún echar a andar con la casa a cuestas cual lento caracol para hacer las Américas, tan en boga entonces, con la esperanza de que allí actuaría como un rey midas o que tal vez ataban los perros con longaniza.

   Pero Irineo, sorprendiendo a propios y extraños se las compuso como pudo y ni corto ni perezoso cual otro Cristóbal Colón se hizo a la mar, en este caso sin la bendición del abad ni del rey de turno, y después de pasar treinta y tantos días contando calamidades, cielo y borrascas envueltas en albatros heridos, que por ciertos lugares cruzaban el espacio, mascullando jaculatorias y hondos quejidos con el corazón en un puño por fin divisó a lo lejos algo diferente al agua, acaso fue un espejismo, pero al poco avistaron el nuevo paraíso que había soñado, y como otro Rodrigo de Triana gritó a los cuatro vientos ¡tierra!, tierra de ricas mercancías y rica carne que les iba a sacar del pozo negro en el que se hallaban sumergidos y disfrutar de una puñetera vez de las saladas brisas del ansiado puerto.

   Irineo se fue curtiendo en la batalla y se convirtió en un hombre valiente y exigente, con la mente bien amueblada de modo que no erraba en los disparos al blanco, ya que donde ponía el ojo colocaba la bala. Antes de desplazarse al nuevo mundo ponderó los pros y los contras de la aventura, como solía hacer en sus decisiones más comprometidas de un tiempo a esta parte, debido a que era consciente de que corrían malos vientos por acá y el hambre apretaba con sus garras a él y a los suyos.

   Jugó sus cartas y pidió un préstamo para el viaje porque no disponía de los recursos necesarios y así pudo salir airoso del atolladero. Preparó con celeridad el escueto equipaje y embarcó en busca del tesoro escondido no lejos de los Andes, a la conquista de oro negro como en las célebres películas del género.

   AL poco tiempo de instalarse allá hablaba como uno más de la tribu, pronunciando como un auténtico gaucho y recitaba versos con aplomo y acento lugareño, adaptándose a las peculiaridades poniendo en práctica los consejos de su abuelo, “allá donde fueres haz lo que vieres”; así que ya nos imaginamos a Irineo con la guitarra cantando al mundo las canciones de la tierra como un auténtico Martín Fierro:

Aquí me pongo a cantar

Al compás de la vigüela

Que al hombre que lo desvela

Una pena extraordinaria,

Como el ave solitaria

Con el cantar se consuela”…

 

Yo soy toro en mi rodeo

Y torazo en rodeo ajeno,

Siempre me tuve por güeno

Y si me quieren probar,

Salgan otros a cantar

Y veremos quién es menos”… que aprendió completando el recital que ya  llevaba aprendido de los antepasados españoles.

   Con su buen talante y compostura de hombre político a buen seguro que hubiera sido la envidia de cualquier presidente nativo, si por casualidades del destino se hubiese topado con él en algún rincón de la pampa, pues lo habrían reclutado como aspirante a presidente por las dotes de orador y excelente conversador.

   Allí nacieron los hijos y crecieron utilizando la jerga de la tierra y respirando los aires de la Patagonia, pero al cabo del tiempo surgió la crisis, la quiebra estalló de repente en el quehacer cotidiano y los pocos ingresos que había conseguido se fueron al traste con una facilidad de infarto. Tocaban otros clarines y los emigrados que deambulaban de acá para allá se encontraban imposibilitados para regresar, no pudiendo adquirir el billete de retorno a la madre patria.

   De nuevo tuvo que ingeniárselas a través de amigos y familiares como antes de la partida para el nuevo continente, cuando lo despidieron en la bahía de Cádiz ahora cual un Ulises arruinado y vuelta a empezar recaudando la plata para dar el salto a la inversa. Para los más allegados fue lamentable verle llegar de esa guisa, con una mano delante y otra detrás, aunque con la cabeza muy alta por haber conocido y trabajado en aquellos parajes remotos habitados por gentes que cultivaban la misma sangre que sus ancestros y el mismo bagaje cultural y lingüístico, sólo que en el corazón portaban una herida invisible, el desengaño,  que no podían expulsar porque ya formaba parte de sus entrañas y había crecido con ellos.  

   Irineo hubiera preferido volver con los suyos como verdadero indiano, porque cualidades para ello no le faltaban, ya que era elegante, seductor y presumido, y haber hecho una fiesta por todo lo alto invitando a todo el vecindario después de haberse construido la cómoda mansión y un fastuoso museo para guardar y preservar de las inclemencias del tiempo los ricos utensilios y piezas de arte que de allá y de acá hubiese logrado aquilatar en su colección particular. Pero ésa sería otra historia que quedaba pendiente…   

      Y una vez más se incumplió el sueño alimentado por relatos e historias sobre las riquezas, la bonanza del clima, y la generosidad del territorio, y sobre todo por las expectativas de llegar a ser un rico indiano cubierto de oro.

José Guerrero Ruiz



 

AMÉRICA

El continente americano fue explorado y ocupado hace unos pocos miles años desde el oeste, por los primeros homo sapiens, que aparentemente permanecieron aislados de sus congéneres de los viejos continentes, hasta hace apenas 1000 años, en que estos últimos fueron acercándose por el este, en oleadas asoladoras, desplazando y aniquilando a sus primeros pobladores. Los nuevos pobladores llamaron América al nuevo continente, en honor al florentino que se percató de que lo que Colón había encontrado no era la India, sino un continente nuevo. Más tarde este nombre sería apropiado por otros conquistadores más tardíos que se asentaron en una de sus regiones, creando una confusión que perdura aún. Americanos son hoy día, no los habitantes de América, sino exclusivamente los de unos países confederados de una zona intermedia del subcontinente norte. Es como decir que en Europa sólo los habitantes de, por ejemplo, las islas británicas, son europeos. Los demás se denominarían por el nombre de sus respectivas nacionalidades.

Según cambia el mundo, y sus ideas se adaptan a las realidades, podemos esperar que algún día los brasileños y los argentinos sean también americanos, sin necesidad de alcanzar tal ciudadanía por haber sido conquistados por los estadounidenses del centro-norte de América, Yankees o confederados. Conocemos por mexicanos a los habitantes de los Estados Unidos de México; Venezuela abandono su nombre de Estados Unidos de Venezuela en 1953, para llamarse República de Venezuela; Colombia hizo anteriormente lo mismo, cediendo así el nombre al poderoso imperio norteño.

A mi se me ocurre, humildemente, y para no ofender al que fue imperio en el nuevo mundo, cambiar el nombre de América, el continente, no la región imperial, por el de Colonia, en honor a Colón. Sus habitantes serían así colonos, lo que etimológicamente es bastante cierto. Colonia del Norte, Central y del Sur, compondrían así el Continente Coloniano, Colonense o incluso Coloneño, puesto que lo que más tiene son hispanos con eñe.

América adquirió su nombre con rapidez gratuita y, ya lo dice el refrán, lo que fácil se gana, fácil se pierde.

Diego Pérez Sánchez

 

 

LA HUELLA DE COLÓN

Unos trescientos siglos antes habían llegado los primeros humanos, extendiéndose por aquellas tierras como un presagio de la plaga que llegarían a ser, pero vivieron y convivieron, con sus grandezas y miserias, sus aciertos y sus errores, y no pasó nada . . .

Cinco siglos antes habían llegado los vikingos: saludaron, se sorprendieron de encontrar praderas y vides, pescaron, se fueron, y no pasó nada . . .

Un siglo antes habían llegado los polinesios, saludaron, descansaron y volvieron a sus islas, y no pasó nada . . .

* En 1421, setenta años antes, habían llegado los chinos, que además, también llegaron a Australia 350 años antes que James Cook, y dieron la vuelta al mundo cien años antes que Magallanes, todo ello con una de las mayores flotas creadas por el ser humano: 107 barcos, algunos de casi 150 metros de eslora. Los chinos llegaron, saludaron, comerciaron un poco, y viendo que allí tenían estructuras sociales más primitivas que las propias, así que hicieron mapas y se marcharon, y no pasó nada . . .

Y entonces apareció Colón, que no debía ser muy buena persona para caerle en gracia a Isabel la Católica, una integrista cristiana muy peligrosa, que tenía por costumbre echar de España a todo el que no pensara como ella o con quien tuviera deudas, como en el caso de los judíos, evitando asi tener que pagarlas.

El tipo estaba más despistado que una cabra en un garage: a diferencia de vikingos, polinesios y chinos, estaba empeñado en que había llegado a Asia, y así lo hizo constar dictando en su segundo viaje un acta en que sus marineros reconocían estar en China, advirtiendo que a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le impondría una multa de diez mil maravedíes y se le cortaría la lengua. Los pocos que sabían firmar, firmaron raudos y sin dudarlo, siguiéndole la corriente al peligroso alucinado.

Tenía muy buenos contratos firmados con la reina, quien para no perder su costumbre, incumplió todos ellos. Y así le devolvió el destino al tozudo navegante parte de la desgracia que su codicia llevó al, sólo para algunos europeos, recién descubierto continente.

El resto de la triste historia es de todos conocida.

Sabemos que de no ser él hubiera sido otro, pero, joder, ¡la que armó el cabrón de Colón . . . !

(*) 1421 – “El año en que China descubrió el mundo”(Gavin Menzies) Cuatro expediciones entre 1421 y 1423, bajo el reinado del 3º emperador Ming, Zhu Di.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net