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Soy el caminante
que pasa por Orán
y llega al Mediterráneo
siendo un corsario;
he matado para llegar a puerto
maté la limosna
los pies descalzos
el frío de mis ojos.
Con el correr del tiempo he llevado máscaras. Fui un cura mestizo al que mataron los indios de América, pero antes fui Indio, un hechicero para mis ancestros, les curaba las heridas y las enfermedades invocando a mis Dioses en el Perú. Después tripulé ese gran monstruo de madera que caminaba sobre el mar, y fue allí donde dejaron nuestros cuerpos como regalos para los peces. Muchos regalos fueron tirados al mar, iban muertos de pena, de soledad y de hambre. Al pasar un tiempo, nuevamente supieron de mi, la Iglesia me persiguió en mi tierra al saber que hablaba con los muertos y dominaba los elementos, huí y me salvé de sus manos. He pululado por México, por el Perú y allí fue donde vi al gran general, al gran guerrero indio partirse en cuatro por pensar de otra forma.
Hoy he llegado a estas tierras lejanas, a esta vieja e inhóspita Europa. Recorro sus lugares; busco a mis hermanos en los pendientes de oro de las tiendas y en las callecitas de la antigua ciudad he descubierto que hay ecos de sus gritos.
Visito Monserrat e invoco a la luna pero hoy no tengo más recuerdos ni el poder de antes. Sólo sé que ya no hay más tormentos, ni cadenas, ni temor y es por eso que vengo a llevarme lo que me pertenece: la dignidad y el futuro mejor. Mi única arma, de conquistador, es poder usar mis manos para hacer pases mágicos, como en el pasado, y a lo mejor así sea posible escribir.