¿Qué esperas de la sanidad?

Muy a menudo creemos que las ideas humanas constructivas avanzan a lo largo del tiempo de una forma lineal, pero no es así. Parapetados en nuestra tecnología, a la que tanto adoramos y tan poco conocemos, creemos que hemos llegado a un nivel evolutivo sin parangón, olvidando que por el camino han quedado enterradas ideas que no sólo no hemos conseguido superar, sino igualar siquiera.

Recopilando mentalmente los distintos sistemas sanitarios que hemos inventado hasta ahora, me vino a la memoria uno aplicado en la antigua China del que había tenido noticia hace unos años a través de un relato corto en una web japonesa:

En cierta comarca agrícola, reunidos en asamblea, debatieron sobre cual sería el sistema sanitario más eficaz para evitar que el siguiente médico que tenían que contratar no abusara de su ignorancia, al ser la mayoría de ellos campesinos sin muchos estudios. Tras los oportunos cálculos económicos y un largo debate sobre la codicia humana, decidieron que desde ese momento no pagarían al nuevo médico cuando alguien enfermara para que le curase, sino que se le abonaría una suma suficiente para que pudiera vivir con holgura todos los meses, y que dicha suma se reduciría con cada enfermo, al que el médico 8debería sanar asumiendo el coste del tratamiento. Si moría un paciente, salvo accidentes o mayores de 70 años, el médico quedaría un mes sin paga. Como parte del acuerdo a firmar se incluía el derecho de los ciudadanos a cancelar unilateralmente el contrato si consideraban que el facultativo no estaba relizando bien su labor.

En dicha situación, un médico, tenga la formación que tenga y por todos lo medios a su alcance, hará cuanto sea posible para que todas las personas a su cargo se mantengan sanas, intentando no ya curarlas, sino simplemente que no enfermen. Se verá abocado, bien por ética, o bien por codicia, a utilizar, desarrollar y mejorar la medicina preventiva, con los enormes beneficios que conlleva.

El sistema, obviamente, funcionó, pero es dificilísimo recopilar información sobre el mismo. Posiblemente algún funcionario imperial o el mismo emperador, decidió que, por efectivo que fuera, mejor prohibirlo, no fueran los campesinos a pensar, viendo los resultados, que de forma similar podrían negociar acuerdos con otros pseudoprofesionales que vivían a costa de ellos, por ejemplo, el mismo emperador.

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