FILOSOFÍA SIN FILOS, EN EL FILO DE LA FILOSOFÍA
 

NO SÉ DE DONDE VIENE

 

Cuando la felicidad, ocasionalmente, nos sonríe, ni la sabemos apreciar en su frágil y esporádico ser, en su inevitable caducidad, ni la disfrutamos en su efímera grandeza.

 

No sé de donde viene esa extraña forma que tenemos de sobrellevar la vida, de navegar, sorteando frustraciones e inmersos en las tormentas del tiempo, esa forma tan nuestra de escondernos en las cuevas de las sombras y el miedo, mientras alabamos la belleza de la luz.

No sé de donde viene esa costumbre de naufragar reincidentemente contra cuantos acantilados emocionales vamos encontrando en nuestro camino.

 

Hoy, la felicidad de ayer ya ha pasado, y es, ya para siempre, tan sólo pasado, mientras que la de mañana, no siendo más que una posibilidad, se transforma en nuestra mente en un imprescindible y continuo ritual de esperanza.

 

Nunca volverá la nieve que vimos sobre las montañas el pasado invierno, ni las desbocadas ilusiones de la juventud, ni una tarde tan sólo de aquellos mágicos juegos infantiles . . . nunca volverán, aún cuando sean parte indisoluble de nuestro ser.

 

¿Aprenderemos algún día que el hoy es el ayer de mañana?

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

VIKINGOS

Alguien me preguntaba, hace un tiempo, qué fue lo que hizo de los griegos uno de los pueblos clave de la cultura occidental. Puesto que era algo sobre lo que me había interrogado a mi mismo hacía años, respondí con la conclusión a la que llegué en su momento: ser un pueblo tan viajero como curioso.

Si se compara con la cultura egipcia, más antigua y sin duda más poderosa en muchos aspectos, pero de mucha menor influencia en la historia, se comprende fácilmente la diferencia. Los egipcios vivieron durante decenas de siglos prácticamente encerrados en torno al Nilo, mientras que los griegos viajaron incansablemente y tuvieron, además, la suerte de que uno de sus primeros y mejores viajeros fuera también un buen historiador: Heródoto.

Heródoto, viajero incansable, aprendió a mirar lo diferente sin juzgar, algo que hoy sabemos imprescindible en cualquier buen historiador, pero esa actitud era una innovación en su época, como sigue siendo una rareza en la nuestra. Lejos de hablar de pueblos o personas salvajes, crueles o primitivos, se limita Heródoto a describir sus costumbres, sus ropas y formas de expresarse, siempre evitando adornar o deslucir esa información con cualquier opinión personal.

Ese arte de evitar el juicio cargado de prejuicios les llevó a dudar, y a partir de la duda germinó la filosofía, luego la aritmética, y de la mano del pensamiento matemático, el embrión de la ciencia. Surgió luego la oratoria, para debatir y poder, siempre de la mano de la duda, aumentar los conocimientos adquiridos compartiéndolos. En lo social nació, inevitablemente, algo parecido a lo que hoy día llamamos democracia.

Se transformó así Grecia en una cultura que aún hoy nos asombra en algunos aspectos, mientras en otros no puede evitar mostrar la rudeza de la época en que floreció, una cultura que es estudiada en las escuelas de prácticamente todas las demás culturas humanas.

Un papel similar de pueblo viajero, aprendiz y maestro a la vez de las diferentes tonalidades a que puede dar lugar la imaginación humana, lo tuvieron en la mitad norte de Europa los vikingos o normandos, que no se dedicaban, como nos han contado las crónicas cristianas medievales, exclusivamente a la piratería, sino mayoritariamente al comercio de ideas y mercancías.

Su enorme influencia en la mitad norte del continente fue decisiva para crear una forma de vida que, vista desde nuestro ombligo cultural, el Mediteráneo, nos puede parecer simple o primitiva, pero que fue lo suficientemente pujante como para tomar el relevo de los imperios y culturas del sur en los últimos dos siglos, aunque ello diera lugar tan sólo, justo es decirlo, a dos siglos más de colonialismo europeo.

Se puede decir, simplificando la historia, que esos dos pilares de pueblos viajeros y navegantes, ambos aficionados a buscar lo desconocido, incluso dentro de sus propias mentes, son los que han soportado el peso de nuestros complejos, carencias y grandezas culturales.

Ese fue el principio del camino de una cultura, la occidental, tan agresiva y guerrera como cualquiera, pero que supo conservar el tesoro del saber dudar, ese ejercicio que todos creemos saber hacer y tan pocos son capaces de llevar a cabo.

Ese tesoro, la duda, compensó en parte una historia llena de guerras de colonización, genocidios y dolor porque, a través de la duda, surgió en algunas de esas mentes occidentales la ciencia, de la que podemos estar orgullosos, y esa misma duda hizo surgir poco después los derechos humanos, pues alguien se atrevió a dudar que algún dios hubiera decidido para los humanos un eterno e inamovible sistema de castas.

La duda es, al mismo tiempo, el mejor ejercicio y alimento para la mente, tanto como un veneno que puede destruirla, pues es tal su poder, que la dosis debe ser exactamente la justa y, paradójicamente, sólo una mente sana sabe apreciar cuál ha de ser esa dosis.

Si hablamos con un buen científico, asombra con que facilidad asume la duda cuando no encuentra una respuesta ante determinada pregunta. Por el contrario, una persona integrista, bien en ideas políticas, religiosas o de cualquier tipo, o una mente enferma, son incapaces de cuestionar, ni por un instante siquiera, la idea o credo en que se encuentran cerradas.

El autoengaño ha destruido la capacidad de dudar, tal vez como patético mecanismo de defensa, y la mente ya se habrá transformado en un erial donde ninguna idea razonable o constructiva puede germinar.

De ese pequeño pueblo que supo alimentarse con la duda seguirán hablando los seres humanos durante siglos, mientras a los otros, poderosos, crueles y autoengañados en su enajenación, le reservará la historia el espacio gris de las guerras y los imperios.

Porque la civilización, o la persona, que ha perdido la capacidad de dudar estará, en consecuencia, absolutamente convencida de que es el resto del mundo, o al menos a quien no pueda manipular y sumergir en su juego, quien tiene un problema, y ese es y será, para su desgracia y la de quienes estén cerca, su gran e irresoluble problema.

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 


APRENDER A VIVI
R


Cuando sólo había oscuridad, y el frío, la desesperanza y el miedo parecían abarcarlo todo, resistieron, mientras se repetían a si mismos: “Esto también pasará”, y sobrevivieron.

 

Cuando la vida les agasajó con regalos que ni habían imaginado que existieran, supieron relajarse y disfrutarlos, sin obsesionarse con poseerlos, y se limitaron a exclamar: “¡Qué hermosa es la vida!”, y sobrevivieron a la dicha, que también tiene sus peligros.

 

Así, mezclando luces y sombras, sabiendo encontrar en cada dolor un consuelo y en cada placer un regalo, intentando hallar un equilibrio en todo, entre el sí y el no, entre el perdón y la justicia, entre la memoria y el rencor, entre nuestros deseos y los ajenos, recordando siempre que, como dijera Tolstoi, la felicidad no está en hacer lo que se quiere, sino en querer lo que se hace.

Así tan sólo, día a día, golpe a golpe, poco a poco, aprendieron a vivir.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 


EL CONCEPTO DE TIEMP
O


Perdía el otro día mi tiempo pensando si vale la pena perder el tiempo en pensar qué es, en realidad, el tiempo.

Pensaba también si vale la pena partir en busca del tiempo perdido, o si es, también, una absoluta pérdida de tiempo.

 

Recorrí mentalmente decenas de expresiones que utilizan la palabra tiempo, pero todas ellas, como dar tiempo al tiempo, hacer tiempo, o ganar tiempo, no pasaban de ser la inacabada expresión de una abstracción mental.

 

Y así fui pasando el tiempo, mientras observaba el movimiento mecánico de una aguja de reloj, indiferente a mis cuitas y al transcurrir mismo del tiempo.

 

Pero no necesité mucho tiempo para llegar a tiempo de refugiarme en una oportuna conclusión: El tiempo, como casi todo en esta dimensión, es tan sólo una ilusión.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

COSAS QUE SE PUEDEN CAMBIAR Y COSAS QUE NO SE PUEDEN CAMBIAR

Todos intentamos, y cuanto más jóvenes o inmaduros, más, cambiar a todos, antes que cambiar nuestro entorno, y mucho antes de sospechar siquiera que nos podemos cambiar a nosotros mismos.

En un ejercicio de nula efectividad, al que tan aficionados somos los humanos, perdemos tiempo y energía en construir el paraíso al revés, pretendiendo transformar el mundo de fuera hacia dentro, en vez de seguir el curso natural de átomos, células y galaxias, el del mismo parto de este universo, que se expresó mediante una explosión, a partir de un minúsculo punto interior, para nosotros aún desconocido.

 

Un día descubrimos finalmente la paradoja de que, siendo consecuencia portadora de la ilusión del libre albedrío, somos, al mismo tiempo, causa, y quien sobrevive a la sorpresa, cambia el rumbo de su vida.

 

Porque quien más, quien menos , todos buscamos cómplices a nuestras ideas y compañía a nuestra soledad, hasta que aprendemos a navegar entre los mitos, alucinaciones y miedos de la propia mente. Entonces ya sólo buscamos amistad.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

EL MOMENTO OPORTUNO

Ese instante en que la curiosidad se sacia y aprendes y comprendes algo nuevo, algo que te llena aunque no sepas si algún día te servirá para algo concreto.

Esos instantes en que el azar o algún dios te hace un regalo, te emborracha de alegría o placer, y ya eres lo bastante viejo o sabio como para no hacer demasiadas preguntas.

Ese instante en que, mirando a tus hijos, o a un árbol rebrotar, presientes el poder de la vida, su fructífera fuerza, y adivinas el juego infinito del que eres una ínfima pieza, aunque lo suficientemente grande como para participar del milagro.

Esos momentos duros o muy duros, pero, aunque no lo comprendamos, nunca crueles, en que la vida te pone y lo pone todo a prueba y, aún así, sobrevives para contarlo o recordarlo.

Esos momentos, cada segmento de tiempo, que aparece ante nosotros como imprescindible para armar en nuestra mente el rompecabezas sobrecogedor al que llamamos realidad.

Ese intante en que el presente, extrañamente, tiene sentido por sí mismo.

Ése, o cualquiera, es el momento oportuno.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

LA CEGUERA DE QUIEN CREE VERLO TODO

Si no recuerdo mal, era Rosa Montero quien, no hace mucho, escribió un artículo de prensa haciéndose eco de una anécdota que le sucedió a una estudiante alemana, quien, estando en la cafetería de su universidad, se encontró a un estudiante africano comiendo de los platos de su bandeja. Ella, considerándole desconsiderado, se sentó enfrente y se puso a comer también, mientras observaba como el estudiante sonreía y callaba, lo que interpretó como una prueba más de mala educación, e incluso de cinismo. Ya terminada la comida, y al levantarse, observó en la mesa contigua una bandeja con todos los platos sin tocar: ésa era su comida, y había sido ella la que había comido, sin mediar palabra, de los platos del estudiante africano, quien se había resignado y limitado a sonreírle mientras compartía su comida, seguramente creyendo que era una estudiante con problemas económicos.

Muchas veces la vida nos da ese tipo de lecciones, que nos demuestran hasta qué punto lo evidente puede no ser más que un error interpretativo de nuestra mente o la más disparatada fantasía, sin más.

No obstante, nuestra necesidad de certeza a cualquier precio, nos hace a menudo olvidar esas lecciones para volver a la comodidad de quien cree, como todos en el fondo, estar en posesión de la verdad, del análisis oportuno, haciendo cuanto se puede hacer con las herramientas a nuestro alcance, siendo y actuando lo mejor posible en el mejor de los mundos posibles, el que, con tanta imaginación como esfuerzo, hemos creado en nuestras mentes.

A nadie se le puede reprochar esa necesidad de certeza, es el precio que pagamos a cambio de la capacidad de abstración que tanto nos aporta en la vida. Pero sí es reprochable cuando esa certeza personal, sea cual sea, traspasa los límites de lo individual y se cree con derecho a imponer su verdad: de ahí al integrismo, a no saber distinguir juicio de linchamiento, o a quemar a una persona mientras nos convencemos de estar haciendo no ya lo justo, sino incluso un gran favor, al salvar así su alma eterna, hay apenas un peligroso paso . . .

Por ello, cuando encontremos a alguien que, ante una frustración de cualquier tipo, sigue el camino de la imposición, es conveniente preguntarle si admitiría ser salvado, ayudado, socorrido y bendecido de la forma en que pretendidamente haría con los demás, consiguiendo así tal vez que ilumine su mente la siempre saludable duda. Aún en el supuesto de que así fuera, queda la segunda parte: admitir el derecho de los demás a la diferencia, a ver y vivir como crea opportuno mientras no intente imponerlo a sus semajantes.

Si se constituyera una organización de ciegos formada por quienes creen verlo todo mientras acusan al resto del mundo de no comprender, no ver, no interpretar correctamente o, simplemente, no razonar, sería sin duda la mayor organización humana, pero no venderían cupones para un sorteo de lotería, porque todos ellos se creen, el que menos, afortunado de poseer, sin un ápice de duda, la verdad y la razón en sus manos.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net
 

 

 

AMÉN

Padre que estás, según algunos, en algún cielo, respetado sea, como el de todos, tu nombre, venga a nosotros la duda que nos impida, caer en el fanatismo de negar otros dioses, o en el integrismo de matar en tu nombre.

Hágase tu voluntad mientras sea voluntad de paz, sean tus ceremonias cantos a la vida y no al poder, Proteje de si mismos a ciegos que todo lo creen ver, y aparta de tu iglesia a quienes la codicia mueve, porque en tu nombre, cuanto ellos tocan, muere.

Enséñanos a comprender para poder perdonar, para que nuestro perdón no quede en hipocresía, y el difícil y casi desconocido arte de amar, que nos dé ánimos para vivir cada nuevo día, aún sabiendo que todo, hoy mismo, puede acabar.

Tiéntanos cada día con la curiosidad y la risa, con la alegre esperanza en un mundo mejor, con la dulce tentación de alcanzar la sabiduría, suficiente para comprender el misterioso amor, único motor de lo humano y de la misma vida, única razón que a tu nombre puede dar razón.

Amén.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

MEMORIA DE LA ESPECIE
 

Se dice que nuestra especie tiene unos 250.000 años de edad. Desde entonces hasta hoy, muy poco ha cambiado nuestro cuerpo y menos, incluso, nuestra mente, por mucho que nos moleste admitirlo.

Durante todas esas decenas de milenios hemos sobrevivido a duras penas bajo una miseria física y unos temores constantes que nos han marcado irremediablemente: desde el terror de habitar cuevas a las que en cualquier momento podía acceder un depredador que acabara con nuestra vida o la de nuestros hijos, a la incertidumbre de si habría algo que comer al día siguiente, todo ha sido vivir en un miedo continuo, una incertidumbre que ha ido calando nuestras costumbres hasta el tuétano mismo de nuestras amedrentadas mentes.

Somos apenas la primera generación que se ha quitado de encima el yugo del hambre, pero la memoria es terca, y hace surgir la sombra del miedo al desamparo y a la desnutrición en cualquier momento y con cualquier excusa, es la tiranía de la costumbre. Algunos intentan compensarlo engañosamente con la acumulación obsesiva de riqueza, pero esa trampa nunca funciona, y no hace sino acrecentar los dolores y miedos ajenos sin disminuir ni un ápice los propios.

El tercio que formamos la minoría privilegiada que habita el Primer Mundo podemos, mayoritariamente, dedicar una parte de nuestro tiempo a buscar la felicidad, un privilegio reservado durante milenios a una reducida minoría dentro de la minoritaria aristocracia que ostentaba el poder piramidal dentro de un sistema primitivo y cruel.

De repente, y en contra de nuestras ancestrales costumbres, hemos descubierto que la vida es algo más que tener el alimento y el cobijo asegurados, algo más que la siempre relativa seguridad física. Comenzamos entonces a perseguir la felicidad, a reivindicarla como un derecho y a sentirla casi como una obligación, a fin de evitar la incómoda sensación de que la vida, simplemente, pasa de largo ante nuestros ojos.

El mestizaje cultural de dos de los focos culturales del mundo, Oriente y Occidente, ha dado lugar a movimientos tan extraños como interesantes, de los que el movimiento hippie o la Nueva Era fueron tan sólo los primeros ejemplos.

Aprendimos a mirar de una forma algo más amplia, pero esa amplitud, al tiempo que nos enriquece, nos desconcierta, al plantear nuevos interrogantes, especialmente sobre como encontrar un paralelismo y concordancia entre esas ideas y la asfixiante vida cotidiana en nuestras sociedades postindustriales, alienantes y alienadas bajo un consumismo patológico.

Y es entonces cuando nuestras energías se dirigen, inevitablemente, al mundo de los sueños, desarrollando la abstracción como nunca lo habíamos hecho antes.

Los sueños y fantasías propios, siempre autoalimentados y reticentes a cualquier crítica, nos van envolviendo en su telaraña de ilusión en la ilusión, de la búsqueda constante de consuelo y autosatisfacción. Caer en sus redes significa convertirnos en siervos de un tirano ciego que pretende darnos lecciones sobre la belleza de los colores, pero deshacernos de ellos es renunciar a uno de los pilares de nuestra paradójica naturaleza humana.

Así transcurre nuestra vida, en un constante ejercicio de equilibrio y funambulismo, de certidumbre e incertidumbre, donde los sueños se presentan ante nosotros tan imprescindibles como peligrosos, un juego en que, a diario, tenemos que adivinar o intuir, ante cada uno de ellos, ante cada abstracción, cual vale la pena perseguir y vivir y cual dejar pasar de largo.

Por eso . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

…… Si hombres y mujeres empezaran a vivir todos sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de amor, de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría. 

(José Guerrero Ruiz)



 

UN DÍA MÁS, PALESTINA

¿Qué harás cuando hayas exterminado a tu enemigo, cuando ya no quede nada por bombardear, nada por destruir, nadie a quien matar?

¿A quién echarás entonces la culpa de tu vacío? ¿A quién señalarás con el dedo?

Tu enemigo, tú ya lo presentías, lo es tan sólo porque le has dado esa categoría en tu mente, en tu memoria. Cayendo en la trampa del odio, alguien tiró en algún lugar la primera piedra que desencadenó esta locura. Tú lo sabes porque fuiste testigo de esa primera piedra.

¿Qué hubiera sucedido si en aquel preciso momento, quien alzó la mano hubiera dudado un instante, esa duda le hubiera llevado a razonar, la razón a comprender, y la comprensión, si fuera necesario, a perdonar . . . ?

Simplemente, que el ser humano habría dado ayer el paso que está condenado a dar mañana si pretende sobrevivir”.

Cerró el libro, se desprendió del fusil, que arrojó al fondo del mar desde el acantilado y . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


Decidió seguir caminando. Al fin y al cabo nada tenía que perder y nadie en realidad había asegurado que existiera un fin de trayecto. (Begoña Ramírez)



 

 

UN LUGAR EN EL MUNDO

Guía, instrucciones o brújula para encontrar su lugar en el mundo:

No olvide que habita un universo paradójico donde es tan real y verdadera una afirmación como su contraria. Aprenda a buscar la paradoja que se esconde tras cada acto, cada causa y cada consecuencia y descubrirá un extraño y asombroso juego.

El pasado sirve para aprender y el futuro para tener ilusiones, úselos adecuadamente mientras permanece prisionero del presente.

Existen hechos y posturas más o menos vitales, más o menos sanas, pero no buenas o malas. Bien y mal son sólo algunas de las tantas fantasías de nuestra mente, y juzgar y condenar lo diferente, una vía segura al integrismo mental. Admita la diferencia y unicidad de todo ser vivo, no hacerlo le llevará a encerrarse en la certeza y a renunciar a los beneficios del dudar.

No pierda la curiosidad, si no la tiene es porque todavía no ha encontrado su juego vital, el que le hará crecer. Búsquelo.

Para perdonar hay que comprender, y la capacidad de comprensión, tanto como cuanto deseamos, están limitados por lo que hemos percibido anteriormente. Si no lo admite, permanecerá encerrado en los límites de lo vivido, limitando así lo por vivir.

Todo individuo crea su propia ética, tiene su razón y está convencido de ella, y todas son dignas de respeto. Sólo la ruptura de acuerdos sociales no debe ser pasada por alto, sería un suicidio colectivo siendo, como somos, una especie gregaria.

Juego y arte son una misma cosa, disfrute de todas las creaciones, pero no mitifique ninguna ni a ningún creador, pondrá límites a su juego y desperdiciará la riqueza del mismo.

Puede engañar a los demás, e incluso engañarse a si mismo, pero la vida no admite trampas: Intente nunca hacer daño, el tiempo le devolverá cada egoísmo, cada crueldad, en el momento y forma que menos lo imagine. Si es realmente inevitable, que sea el menor posible.

Aprenda a diferenciar lo necesario de lo prescindible, lo importante de lo superfluo, los pequeños placeres de los grandes. Luego, elija.

Sea modesto en el aprendizaje, no crea que ya sabe porque cargue a sus espaldas muchos años o experiencias, siempre queda algo por aprender. Respirar, amar, perdonar, conocerse a si mismo, compartir o ser libre, son artes cuyo aprendizaje requieren toda una vida, y siempre nos queda alguna lección pendiente.

Aprenda a domesticar las costumbres, que son, al tiempo que nuestras cadenas, la llave para nuestra liberación. Somos lo que creemos y creamos. Si imagina lo mejor que su mente pueda concebir, y lo pone en práctica, terminará siendo lo imaginado, sólo necesita convertir esa idea en su costumbre y la costumbre la transformará en su realidad.

Viva y deje vivir, y tómese su tiempo para ejercitar ese arte, no caiga en la trampa de creer que ya lo sabe, es parte del examen final de cada ser humano.

Todo universo necesita un equilibrio más o menos estable, incluso los universos paradójicos: búsquelo en cada acto, en cada gesto, en cada pensamiento, cuando lo encuentre ya tendrá en sus manos su mapa interior, el detector de todas las fantasías y realidades.

No se desoriente si se encuentra con otros seres convencidos de saber exactamente cual es su lugar en el mundo, mientras, con tanto tesón como desorientación, giran en círculos.

Y si al final, a pesar de todo, no encuentra su lugar en el mundo, recapacite, tal vez esté buscando en el lugar equivocado, posiblemente demasiado lejos: ese lugar tan abstracto y dificilmente localizable suele estar mucho más cerca: casi siempre, en nuestro interior.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

 

NAUFRAGIO

Ya no puede abarcar la memoria la lista completa de los naufragios vividos:

Creo que naufragué por primera vez allá en la infancia, cuando descubrí la hipocresía en que se desenvolvían los adultos.

Volví a naufragar observando el extraño poder de esos trapos de colores que llamaban banderas y les hacia odiarse unos a otros.

No menos doloroso fue el naufragio de la religión, descubrir la más absoluta oscuridad en quienes se decían portadores de luz.

Y como no, el naufragio político de creer que la idea propia es incuestionablemente mejor, sólo por ser propia, la ilusión y adicción a tener razón, a la verdad única.

Naufragué una y otra vez, decepción tras decepción, golpe tras golpe, preguntándome tras cada naufragio si valía la pena volver a embarcarse nuevamente, pero siempre volvía a partir de un nuevo puerto cargado de nuevas esperanzas que siempre acababan en el fondo de algún mar lejano.

Tantos naufragios . . . pero al final, siempre recala uno en alguna isla: un libro, una amistad, una idea, algo que creamos sólido con nuestra imaginación para sentir un mínimo de seguridad bajo nuestros pies.

Sólo en eso nos diferenciamos las personas: en la isla a la que nos arrastramos cuando naufragamos, y lo sólida y segura que nos convencemos a nosotros mismos que es.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

EL LIBRO DE LA VIDA

Sospecha de quien afirme que la vida tiene su libro sagrado al que nunca hay que cuestionar.

Sospecha de cualquiera de las religiones, especialmente las llamadas del Libro, son las que más muerte han provocado.

Sospecha de las personas de un sólo libro: su libro de cabecera suele llenar su cabeza, no dejando lugar para la duda.

Sospecha de quien sospecha de todo y de quien no sospeche de nada.

Pero nunca sospeches de un libro, si los elementos más sospechosos de entre los humanos les hicieron padecer la hoguera más veces incluso que a sus semejantes, es que son dignos de confianza . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL ALIMENTO DE LOS DIOSES

Necesitaremos crear y nominar dioses hasta que alcancemos a comprender que todos ellos están en nosotros, que hasta el más modesto de los mortales porta en su interior la esencia misma de todos los dioses habidos y por haber. Nuestros dioses son la expresión máxima de nuestras aspiraciones y anhelos, de nuestros miedos, de nosotros mismos, en definitiva. Los dioses nunca son malos o buenos, el peor no podrá jamás superar la maldad de quien lo crea en su imaginación, como el mejor no podrá superar la bondad que pueda concebir su creador. Los límites de su grandeza los decidimos nosotros, los asustadizos creadores de dioses creadores.

A esos dioses y a cuanta divinidad creamos, los alimentamos a diario con nuestra fe o con la negación de la misma, cada cual con sus dudas y certezas. Pero padecen esas divinidades, más a menudo de lo que creemos, auténticas epidemias de hambre: la inanición les derrota cada vez que un humano, no conforme con crearles y adorarles, se arroga el derecho a ser su portavoz, y exige, en su locura, sacrificios de vida para el altar de su dios: es cuando éste, lejos de alimentarse, ve como se desgaja de sí una parcela de vida única que ni la eternidad del tiempo podrá recuperar. Hay quien dice que es entonces cuando todos los dioses miran con tristeza a sus criaturas creadoras y, en silencio, lloran.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL PRECIO DE LA EXPERIENCIA

¿Cuál es el precio de la experiencia ? ¿Se compra la Sabiduría en la calle, con una danza? No, el hombre debe pagar por ella todo lo que posee.
(
Willam Blake )

LO GRANDE Y LO PEQUEÑO

Ah, Nils:¿ Quieres que subamos al Torcal?

Ah, venga vale.

Aparcamos el coche en un punto del carril desde el que nos era fácil llegar al tajo.

Una tarde espléndida con olor a tomillo, romero y otros olores a los que yo no sabría ponerles nombre.“Todos los colores del verde” que cantara Raimón al Pais Vasco.

A nuestra espalda el imponente paso de Ventas de Zafarraya y delante, a tiro de piedra, el tajo del Torcal.

Nos aproximamos al borde cuando ya el Sol estaba cerca de su ocaso, Delante de nosotros, hacia el poniente, nos sorprendía el impresionante paisaje que desde allí se dominaba. Quedamos de pié por un rato anonadados por el espectáculo de aquella infinitud, líneas de montañas al contra luz entre las que se colaban los rayos anaranjados del Sol iluminando las colinas protuberantes del valle ya en sombra.

Intentamos balbucear los típicos comentarios que se hacen ante una visión semejante. Pero entendimos que aquello no era para hablar y decir tonterías que pudieran enturbiar lo mas mínimo aquel inmenso instante. Quedamos en silencio.

Nos sentamos en sendas rocas, uno frente al otro y comenzamos a escudriñar el suelo que teníamos delante, bajo nuestros pies : palitos, piedrecillas, pequeñas plantas, una hormiga que cruzaba, y a comentar sobre lo que veíamos, sobre lo que dicen los científicos en cuanto a la vida, bla, bla, siu, siu.

De pronto nos miramos y rompimos en una carcajada de alegría contenida a dos pasos del llanto. Ambos los dos supimos en ése instante lo pequeños que éramos........ (Juan Pérez de Siles)

Pero tras la certeza de nuestra diminuta existencia, pensé, se esconde la certeza de nuestra enormidad: somos una mota de polvo ante la inmensidad de las estrellas, pero somos enormes galaxias para cualquier partícula subatómica.

Nils me miró y dijo: ¿Te has parado a pensar en cómo nos imaginará un quark de nuestro cuerpo, tal vez uno de los que forma, con varios millones más, la piel de la punta de uno de nuestros dedos de uno de nuestros pies? ¿Has caído en la cuenta de que es muy probable que también tengan su nivel de conciencia y que dicho nivel pugne por intentar concebir a su creador o al universo del que forma parte? Lo más pequeño está incluído en lo más grande como lo más grande está incluído en lo más diminuto. Y ya sabes que al final todo, absolutamente todo, desde una partícula subatómica al mayor de los agujeros negros, no son más que energía . . .

Tras reflexionar, le contesté con la mirada aún perdida en el vacío del paisaje: Somos sólo cuanto creemos ser, nada más, podemos crear el paraíso o el infierno a cada instante, podemos ver en cada amigo un universo de infinitos matices o mirarle sólo por encima o debajo de nosotros, en cualquiera de las escalas artificiales que creamos con nuestra ruidosa mente. Podemos optar por ser o por tener, y si caemos en el juego de la posesión, cerramos las puertas de todo crecimiento personal.

Y por encima de todo, estimado amigo, está lo incomprensible, lo inabarcable y la capacidad que tengamos de no sufrir por ello, de relajar la mente lo suficiente para sentir que somos parte de un todo, sin caer en ningún conflicto con lo inmedianto, aún cuando en lo inmediato debamos sobrevivir. En el equilibrio, como siempre, está la respuesta . . .

Sí, Juanito, la curiosidad nos lleva al saber, pero el ansia, el deseo obsesivo por comprender, frena nuestros pasos hacia la sabiduría. El conocimiento no es un fin concreto al que alcanzar, no es una meta, sino una sincronía, una sintonía perfecta que surge de nosotros mismos, se refleja luego en nuestros semejantes, después en todos los seres vivos y finalmente en la misma materia inerte. Cuando sincronizamos con todo es cuando empezamos a encontrar sin buscar siquiera. No deberíamos olvidar que habitamos un universo paradójico, con todo lo que eso implica: aqui toda afirmación es tan cierta como su contraria y conceptos como bien y mal, fe, verdad, libertad o autoridad no son más que ilusiones y fantasias de nuestras mentes, que buscan en vano medios de comprensión de lo incomprensible.

¿Recuerdas cuántas certezas cargábamos sobre nosotros en nuestra juventud...?

Ahora ya no nos preguntamos con angustia, y está bien, pero aún nos sorprendemos, y lo que es peor, aún juzgamos. . . nos queda todavía mucho camino por andar. . . Este paisaje impresionante no es mejor o peor que una ciudad contaminada, lo uno equilibra y le da sentido a la existencia del otro, en algún punto que no alcanzamos a comprender ni a imaginar siquiera. No es importante el papel, la obra es continua, eterna e irrepetible a la vez y, ante todo, paradójica . . .

Cuando aprendamos a sentir esto, la primavera en el frío del invierno y el frescor de la nieve en el tórrido verano, será cuando estemos al fin en sintonía con el resto del universo: cuando seamos, teniendo todo sin necesidad de poseer nada y siendo, incluso aunque no estemos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

TEXTOS SIN FRONTERAS

Un texto sin frontera es ese que marca la linea de la libertad de cualquier texto: ese punto en que podemos caer en la trampa de pensar que estamos escribiendo y olvidar que, en realidad, sólo estamos expresando.

La línea donde se mitifica la literatura es la alambrada que salta alegre y libremente todo texto sin frontera, rehuyendo de toda norma que pretenda regir la expresión. Al otro lado está la literatura viva, la que ni puede ni quiere mostrar ni más ni menos que cuanto somos, sin pretensiones, sin complejos, sin trampas . . . por eso provoca miedos, por la falta de costumbre de ser responsables de nuestra libertad.

Hay textos sin frontera especialmente dados al proselitismo, uno de ellos recorre el mundo susurrando:

"Aléjate de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños." (Gibran Khalil Gibran)
 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 

ENTRE EL SER Y LA NADA

Entre el ser y la nada transcurre nuestro todo:

Un principio que necesitamos olvidar por traumático.

El cobijo de la infancia, que nos obligan a olvidar porque, dicen, es demasiado lúdico y fantasioso.

El temperamento de la juventud, tiempo de dudas e inseguridades, afianzándonos, mientras crecemos, a lo imprevisto.

El remanso de la madurez, cerrando el transcurrir elíptico de la vida: de niños a adultos, de hijos a padres, de víctimas a verdugos, pasando a veces a ser verdugos de verdugos, para terminar siendo víctimas y verdugos de todo.

El sorprendente sabor de la vida, las mil verdades que sustituyen a la que creíamos verdad única. La comprensión del dolor y el dolor de comprender.

Cada persona que comparte y escribe nuestro camino. Cada camino que escribimos en cada persona. Cada huella que dejamos y recibimos cuando es, además, una persona amada.

Las enriquecedoras preguntas constantes que alimentan los sueños sin transformarlos en una pesadilla de dudas.

El calor humano que buscamos para crecer y la soledad en que aprendemos el placer de dar y cosechar placeres y emociones.

Todo cabe en un instante de tiempo, que en ocasiones se presenta como suficiente y en otras ligero como un suspiro.

Una vida, todo un universo creado en nuestro ciclo vital.

Y todo cabe entre el ser y la nada. . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EN TIERRA DE NADIE

Esta tierra que hace rebrotar la vida en cada ciclo, que regala todo lo esencial a quien sepa reconocerlo, pero cobra carísimas las vanidades.

Esta tierra que contiene en su aire, sus aguas y sus entrañas, los restos de todos y cada uno de nuestros hermanos que ya concluyeron su viaje.

Esta tierra que nos perdona cada día, pero nada olvida.

Esta tierra que creemos nuestra, no lo es en propiedad, es un legado sin más dueño que un proceso inconcebible del que formamos parte.

Esta tierra siempre ha sido tierra de nadie, por eso es la tierra de todos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 EL VUELO

Como la mayoría de las personas, no suelo recordar la mayoría de mis sueños, pero hay uno que guardo en la memoria con una nitidez sorprendente: el sueño de volar. Fue hace unos veinte años, pero lo recuerdo como si hubiera sucedido hace unas horas: de repente me vi ante un precipicio, pero lejos de sentir miedo, comprendí que debía volar para superarlo. Olvidando que no estaba en mi naturaleza el privilegio del vuelo, simplemente pensé:”Tendré que volar ”. . . y volé.

Mi primer pensamiento tras emprender un vuelo que era en realidad levitación, fue preguntarme porqué no lo había hecho antes, pues era tan simple y natural como lo es caminar durante la vigilia.

Por encima de cualquier otra consideración, dicho sueño me enseñó con meridiana claridad el poder de la mente sobre la materia, la existencia de niveles energéticos más o menos pesados o ligeros y la capacidad de condicionarse mutuamente unos a otros.

Cuando dudo si hacer algo es posible o no, rememoro aquel sueño, aquella sensación, y relajo la mente sabiendo que el más aparentemente inalcanzable de los sueños, ilusiones u objetivos , está al alcance de la mano si conseguimos vencer los miedos o prejuicios que lo declaran imposible.

Creer es crear, y en esta encorsetada dimensión que habitamos, conseguir que cada acto cotidiano sea un acto creativo es el más enriquecedor juego a que podemos aspirar.

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net

 

 

VÍCTIMAS DEL MALTRATO

Cuando dios era mujer . . .

Cuando dios, cualquiera de ellos, era mujer, el mundo era cálido y acogedor, las guerras se resolvían evitándolas y los conflictos casi nunca llegaban a guerras. Pero el mundo, que permaneció así durante milenios, no parecía, según decían los hombres, evolucionar, prisionero de la naturaleza, al tiempo que cautivo de una armonía incómoda para quienes no sabían reconocerla y crecer bajo ella.

Mientras dios era mujer, el hombre se sintió esclavo de su frustración por no poder ser semillero de vida y sus miedos apenas le permitieron ver su papel de indispensable semilla.

Y dios se hizo hombre, pero no bajó a la tierra, pues ya la habitaba.

Cuando dios se hizo hombre, como todo esclavo, guardaba el rencor de siglos, y como todo esclavo que rompe sus cadenas, volcó sobre su amo todo su odio y desprecio: hizo de la mujer un objeto, evitando la responsabilidad de mirarla como a un igual, transformó sus miedos imaginarios en cadenas reales, que la mujer habría de arrastrar sin derecho a réplica y, en ocasiones, sin derecho a súplica siquiera.

Cuando dios se hizo hombre, pareció que el ser humano evolucionaba: nacieron los estados, las ciudades y el comercio y con ellos las guerras, el orgullo sin dignidad y una demencial idea de honor que se lavaba con sangre. A tal extremo llegó la locura cuando dios se hizo hombre, que muchas mujeres se hicieron cómplices de ella, enseñando desde la cuna a sus hijos a perpetuar su arrogancia y sus miedos y a sus hijas a doblegarse ante el macho miedoso.

Y el mundo enfermó . . .

Un día, alguien pensó que tal vez dios, cualquiera de ellos, no debía ser hombre ni mujer o que, mejor aún, podía ser ambos sin que hubiera en ello contradicción alguna.

No hace mucho, al principio de los tiempos del final de la esclavitud de la mujer, algunas dijeron “basta”, otras muchas les siguieron y hasta algunos hombres comprendieron el mensaje. Se empezó a oír y sentir la palabra igualdad.

De entre esas mujeres, algunas hicieron uso de la grandeza de su naturaleza femenina e invitaron a todos a vivir esa armoniosa equidad, a creer y crear un nuevo dios que no fuera hombre o mujer, sino simplemente humano. Otras, heridas por los golpes recibidos, transformaron en odio su dolor, como antes hiciera el hombre, y reclamaron el derecho a la venganza, cayendo en el mismo error, repitiendo las mismas injusticias que habían padecido.

Pasó el tiempo, y mientras en algunas partes los más elementales derechos eran reivindicados con más de un siglo de retraso, en otros, los bien alimentados pero emocionalmente famélicos jóvenes primermundistas, olvidaban el esfuerzo de sus abuelas y renunciaban a buena parte de lo justamente conquistado.

Nadie parece encontrar su lugar en el mundo: ni las chicas, aceptando un neomachismo simplón, ignorante y peligroso, ni los chicos, tan desorientados como cobardes ante la nueva situación.

El camino en pos de una legítima igualdad que nunca debió ser cuestionada va dejando una senda de sangre y dolor, en la que sólo puede consolar, a quienes ven caer a sus seres queridos, el saber que su muerte no lo fue en una estéril guerra de codicia tan sólo, sino que ha contribuido, con una heroicidad que a nadie podemos pedir ni desear, a dar un paso más en pro de un futuro mejor.

El tiempo, eterno maestro que cura heridas tanto como deja cicatrices, conseguirá algún día equilibrar al fin la extraña dicotomía de nuestra especie, que parece ser capaz de estudiar, cuestionar y aprender todo, menos su propia y contradictoria naturaleza interior.

Nacerá así el último dios, el que no se planteará siquiera si es hombre o mujer, el primer dios que sea, ante todo, humano. Un último dios que será el primero que sepa realmente amar, ese bajo cuya luz esperemos que vivan algún día nuestros descendientes.

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net




 

NO TEMAS

No temas a la vida, porque formas parte de ella y no puede abandonarte, porque eres tú, en esa extraña simbiosis que los humanos sólo podemos concebir como unión de vida y muerte, incapaces de captar el conjunto indisoluble que forman.

No temas a lo nuevo, todo es nuevo a cada instante y forma parte del transcurrir mismo del tiempo y del universo en que vivimos, sólo tu actitud diferenciará, según mires, cuanto acontece a tu alrrededor.

No temas decir cuanto piensas, si no hay en tus palabras intención de herir: antes o después, quien tenga ojos limpios verá tu intención y perdonará si hubo error en ellas, apreciando cuanto transmitían.

No temas al egoísmo, pero teme al error de imitarlo. Busca tu lugar en el mundo, prepara las mínimas defensas que te permitan sobrevivir y el resto, todo el resto, regálalo, te asombrará lo generosa que es la vida con quien es generoso.

No temas equivocarte, los errores son tan sólo lecciones. De nada sirve girar dolorosamente en torno a un error, aprende cuanto te ha pueda enseñar, completa el círculo del aprendizaje, y recuérdalo luego como un hecho más del pasado. No repetir un error es la prueba de que ha pasado a ser una lección aprendida y no una carga a la que arrastrar el resto de la vida.

No alimentes el miedo con tu temor, porque sólo de tu temor se alimenta. El miedo, que tan sabiamente creó la naturaleza para defender la vida, se transforma, como cualquier medicina, en veneno, una vez que sobrepasa cierta dosis.

No temas a la vida: te fue regalada y deberás regalarla. Ser mezquino en esto sólo te traerá miseria y dolor. Aprende el placer de dar con tanto tesón como todos los egoismos y tristezas de cuantos te rodearon te enseñaron el placer de recibir.

No encierres tu vida mirando sólo una cara de la moneda vital y tendrás, sin buscarla siquiera, la mayor fortuna.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

UTOPÍA

Busquemos serenamente en nuestro interior y veremos que todos estamos llenos de utopías, de ideas sin aparente soporte racional, de ideas tan abstractas como irreales, de ingenuos sueños que ni sabemos de donde surgen: Utópicamente creamos y cuidamos la vida como antes hicieron con nosotros, siempre olvidando que un simple gesto de la muerte nos puede arrebatar en un instante todo cuanto queremos. Utópicamente construimos durante años amistades, casas, cosas y libros, olvidando, borrachos de utopía, que nada sobrevivirá al paso del tiempo, más que como una mera ilusión. Utópicamente hacemos planes y creamos, siempre sobre la base de la existencia de un mañana tan sólo probable, utópicamente probable.

Así, utopía tras utopía, bailamos con la vida, siempre persiguiendo alguna idea imprescindiblemente inalcanzable, sobre los cimientos de un lugar que no existe o de una idea o un sueño que nunca serán más que eso, ilusiones utópicas de nuestra mente.

Y sobre tan etérea base lo creamos todo, lo mejor y peor que podamos concebir. Día tras día construimos la realidad con ladrillos de utopía, tan imprescindibles para nuestro ser como esa misma realidad que creemos construir.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net



 

OTRO MUNDO ES POSIBLE

Sé que otro mundo, mucho mejor, es posible, y no lo sé por el empuje de una ilusión juvenil que ya no poseo, sino con la certeza de quien tiene por costumbre mirar hacia atrás.

Lo sé porque aún recuerdo la sonrisa burlona de ciertos hombres grises cuando en mi infancia oían que algún día las mujeres, media Humanidad, llegarían a la igualdad, y hacia ella se dirigen, poco a poco pero imparables, ya en medio mundo.

Lo sé porque he leído las actas de las burlas que en los distintos parlamentos se hicieron a los llamados utópicos de entonces, hace apenas un siglo y medio, cuando hablaban de abolir la esclavitud. Hoy sonreimos viendo a un afroamericano dirigiendo el imperio, y los burladores vocacionales pasan a ser, una vez más, los burlados por la historia.

Lo sé porque los más sanguinarios y dementes de nosotros, llámense Hitler, Stalin, Franco o Bush, no han conseguido nunca parar la historia, sino apenas frenarla a un precio sangriento.

Lo sé porque he visto una y otra vez la repetida negación de quienes temen y niegan la utopía, y su repetida derrota a manos del tiempo y la esperanza.

Sé que otro mundo mejor es posible porque ni el hombre más cruel y enfermo ha conseguido crear cárceles para los sueños ni veneno tan poderoso que mate todas las ilusiones humanas.

Sé que otro mundo es posible porque siempre ha habido y habrá más personas imaginando la paz que preparando la guerra, y transformar cuanto crea nuestra mente en hechos y objetos está en la misma esencia de nuestra naturaleza humana.

Sé que otro mundo es posible porque la fuerza de la vida anida dentro nuestro acompañando a miedos e ilusiones, sobreviviendo siempre al dolor de las derrotas, curando cada herida con un bálsamo de esperanza, sintiendo el placer de construir incluso aquello que sabemos con seguridad que nunca llegaremos a disfrutar.

Sé con total certeza que otro mundo es posible porque el de hoy, mucho mejor que el de hace tan sólo un siglo, también dijeron nuestros hermanos de mente estrecha de entonces, que nunca sería posible, y hoy es nuestra realidad cotidiana.

Nekovidal 2009–nekovidal@arteslibres.net



 

YA QUE ESTAMOS
 

Ya que estamos aquí, irremisiblemente condenados a muerte, juguemos, a ratos, un poco con la vida: hagamos de lo inevitable costumbre y acostumbrémonos a decidir la suerte, invitemos a los serios seres perplejos a bailar la danza de lo imprevisible, mientras de todo quedan tan sólo reflejos, mientras se torna en abstracto lo tangible.

Ya que estamos aquí, en su compartida soledad cada uno, con su puñado de recuerdos por vivir, invitemos a los espíritus serios a bailar, a los cebadores de dogmas a dudar, y a quien no le interese el juego, simplemente a dejar a otros jugar, recibiendo la risa ajena por justo consuelo.

Ya que estamos aqui, saltemos el alto muro donde están firmes las argollas de las certezas, esas que siempre nos encadenarán. Demos vueltas sin prisas ni rumbo, limemos, fraternales, las asperezas, que no nos avergüence ser vagabundos, ni ser a veces tachados de rarezas:

¿Qué hay más raro que este mundo que mira, soberbio, sus flaquezas?
 

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net




 

 NO PUEDE SER

"No hay nadie que haya jamás escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido o inventado, a no ser para salir del infierno".
(Antonin Artaud)

 

Martilleamos la vida con la perseverancia de un creyente y una ingenuidad infantil que deslumbra.

De todo pretendemos hacer un paraiso y en todo hallamos una razón para seguir persiguiéndolo.

En todo nos negamos a la negación, porque la vida es afirmación o no es. Dolor, sinrazón o injusticia se niegan a si mismos ya que nada saben construir o dar, nadan saben crear.

Lo diremos todo, siempre perdidos en sombras que nos sirven de guía.

Somos, sin sospecharlo, constantes creadores de enigmas, forjadores de diminutas ilusiones de poder inimaginable.

Estamos vivos, pero somos, ante todo, supervivientes de la hecatombe cotidiana: el reducido pero creciente grupo de seres que cada día, contra toda duda y todo miedo, se niegan, recurrentemente a decir: “No puede ser” . . . y así creamos, mágicamente, cada día, todo cuanto es.
 

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net



 

 ESENCIA Y EXISTENCIA - EL CICLO VITAL


Fui sudor en la cara de un esclavo nubio en el antiguo Egipto, lágrima en los ojos de su hijo al saber de su muerte, gota de sangre en la espada de un canalla que se decía de sangre azul, semen de una apasionada noche de amor, saliva que lubricó la palabra que dió lugar a una guerra, y cera en el oído del primero que comprendió que el único camino posible era la paz, gota de rocío, un día sobre tiernos brotes de trigo y otro sobre los hieráticos cipreses de un cementerio, salada gota de mar sobre el rostro curtido de un anciano pescador, colorada pintura de un cuadro renacentista, tinta en la pluma que escribió la carta de despedida de un suicida romántico, copo de nieve orgulloso de su forma única, esputo sanguinoliento de un tuberculoso, la primera leche que alimentó a un recién nacido y el agua refrescante en la frente de un moribundo . . .

 

Todo esto fui y mucho más que mi memoria ya no abarca, pero que está escrito en cada átomo de cada molécula de la que formé parte, en un infinito libro eterno e inconcebible del que apenas puedo imaginar una sola página.
 

Todo esto fuí, pero al final siento no ser ni haber sido sino mera existencia buscando la esencia de un indescifrable ciclo vital.

 

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA MENTIRA


¿Existe alguna mentira que no nazca de un miedo?

 

¿Ha existido un sólo ser humano que no haya mentido a lo largo de su vida?

 

¿Cuánto hay de piadosa en una mentira piadosa y cuanto de mera mentira?
 

¿Miente quien, teniendo intención de mentir, dice por error la verdad?
 

¿Miente quien, no teniendo intención de mentir, dice por error una mentira de efectos trágicos?
 

¿Es mentira cuando una persona dice a otra que la ama sin saber qué es amar?

 

¿Qué mentira es más dañina, la que acaba siendo descubierta o la que morimos sin sospechar siquiera?
 

Si todos nuestros pensamientos y la existencia que construimos con ellos se basan en elucubraciones emocionales sin más base objetiva que la que le concedamos, mentiras al fin y al cabo, ¿no es cuanto llamamos mentira más que la intención misma de engañar o autoengañarnos, al margen de su supuesta carencia de objetividad? ¿Y no es ésta la actitud más necia que se puede mantener dentro de una especie gregaria cuya supervivencia se basa en el apoyo mutuo? Luego, ¿es quien miente algo más que un idiota?


Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net

 


 

ABRIR LA MENTE A OTRAS POSIBILIDADES

 

Usted piensa que la felicidad no está hecha para usted, que eso sucede sólo en las películas o en la literatura. Tan convencido está de que nunca llegará a ser feliz, o de que eso no es más que una sandez, que desconfía cuando ocasionalmente la felicidad se planta ante su puerta y llama. Hasta ahora nunca se atrevió a abrir, y posiblemente muera sin hacerlo.

 

Usted cree que, en política, el mundo está lleno de idiotas que no comprenden nada, ni siquiera esa su lógica que le lleva a votar a grupos ultra conservadores porque, ya se sabe, saben lo que hacen, como tantas veces y tan bien han demostrado. No comprende que no se expulse a los extranjeros, a pesar de que sus padres y abuelos emigraron, ni que se permita la existencia de ciertos grupos e ideas indecentes.

Usted tiene todo el derecho a creer y votar a quien le parezca, sólo su obsesión por invitar a expulsar o matar a todo el que no piense como usted le convierte en un elemento digamos asocial, por no decir, simplemente, un sociópata.

 

Usted tiene fe en otros seres mortales como usted que aseguran poder comunicarse y representar a seres inmortales invisibles. Y sufre por ello, constantemente obsesionado por ser un buen siervo de su dios y sus presuntos representantes antes que buen hermano de sus semejantes. Mientras sus miedos se amplían, sus sueños se acortan, y cada día está más convencido que a los integristas religiosos habría que aplicarles la pena de muerte, a los de todas las religiones menos la suya, claro.

 

Usted cree que hay costumbres, ideas, instituciones y valores creados por nuestros antepasados que han de estar por encima de todo, incluso del ser humano. Se olvida del detalle de que toda idea fue innovadora y rebelde en el momento de nacer, y que todas, salvo el apoyo y el respeto mutuo, han terminado por pasar de moda. Usted, en sus miedos, no sólo pretende luchar contra la lógica más elemental, sino contra el mismo paso del tiempo, pero será el tiempo, le guste o no, el que ponga punto final a su vida y todos sus miedos.

 

Usted, que se considera una persona con altos valores morales, no admite que el sexo deba tener otro fin que la reproducción, costándole soportar a homosexuales, bisexuales, practicantes kamasutreros y demás pervertidos innombrables, pero parece olvidar el detalle de que nadie ha pretendido nunca imponerle determinada forma de vida, sino que se respeten todas. Le aterroriza que se le insinúe tan sólo que su odio a esas formas de vivir pueda tener su raíz en que eso que usted llama perversiones posiblemente anidan en su mente buscando un hueco por donde expresarse. Porque usted, como todos los que temen la vida, teme sus regalos, y el placer está entre ellos.

 

Usted tiene miedo de perder su trabajo, sus ahorros, su pareja, su coche y tantos objetos con los que ha construido su cerrado universo.

Siempre habrá otro trabajo, el dinero es una ilusión canalla en el Primer Mundo y una pesadilla en el resto, y su pareja, si no quiere ya compartir su vida, ¿para qué la quiere retener? El mejor coche que consiga tener acabará en un cementerio, como usted, y el resto de sus sagrados objetos de lujo, en la justiciera e igualadora basura.

 

Tal vez lo único por lo que debería sentir miedo es por no saber deshacerse de sus miedos, pero entonces ya no sería usted un esclavo de ellos, y ya sería otra persona.

 

Deje de producirse tanto sufrimiento: abra su mente a nuevas posibilidades. No hace falta siquiera que las enuncie, vívalas simplemente o, al menos, deje vivirlas a los demás.

 

¿Qué tiene que perder, además de sus miedos?

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 
 

 

 ¿QUÉ ES LA SALUD?
 

Salud es equilibrio entre cuerpo y mente: escuchar el mensaje de la mente para atender las peticiones del cuerpo y observar nuestro cuerpo para interpretar donde se encuentra nuestra mente, ese universo nuestro que tan arrogantemente creemos conocer.

 

Nunca decir sí cuando se siente no, ni decir no porque sí.

 

Extender nuestro yo hasta el límite de los yos ajenos. Allí, compartir.

 

Escuchar cuanto pide el cuerpo, no la mente, al comer. Atender a cuanto nos dice la mente, no el cuerpo, al amar.

Saber encontrar la armoniosa comunión de ambos, presentarles, esperando que nazca entre ellos una sana y fraternal amistad.

 

Mantener y hacer crecer una ilusión y curiosidad constantes, nunca creer el absurdo de que la vida ya no puede sorprendernos.

 

Aprender de cada paso, pasear por cada aprendizaje.

 

Buscar el consejo médico, pero evitar la trampa del refugio ajeno cayendo en la idolatría ciega.

 

No olvidar que el cuerpo enferma cuando la mente, cansada, le abandona en algún punto.

 

Saber que la enfermedad es aviso, no condena.

 

Algo de sol, mucha agua y el alimento mínimo necesario, garantizan una vida larga y una pena corta.

 

Sufrir lo imprescindible, reír lo posible, disfrutar viviendo.

 

Compartir cuanto se sabe, nos dará una vida humanamente rica. Aprender a amar, nos hará desentrañar el misterio del alma humana.

 

Aprender a morir es aprender a viajar más allá del ego. Llegado el momento, sepamos morir con el mismo empeño, ilusión y dignidad que pusimos en aprender a vivir.

 

Nekovidal 2009 - nekovidal@arteslibres.net




 

AUTODIAGNÓSTICO

 

¿Está todo bien? Puede ser, pero si parece perfecto, desconfíe, no es propio de este universo la perfección, o sea el equilibrio perfecto.

 

¿Hay dolor? Atento al mensaje: hay que averiguar el origen. Puede ser el primer aviso, pero también el último.

 

¿Su trabajo, además de proveerle sustento, le produce placer o, al menos, le deja cierto tiempo para el esparcimiento? Si no es así, cambie de trabajo.

 

¿Le engañan? No se apure, le han dado una lección gratuitamente.

Y no olvide: “Si me engañas una vez es culpa tuya, si me engañas dos, es culpa mía”.

 

¿Encuentra que todo o casi todo es demasiado serio como para encontrar algo de humor en ello? Es que está mirando negativamente.

Aprenda a reírse primero de si mismo y el resto vendrá por si sólo.

 

¿Ya ha encontrado su lugar en el mundo? Entonces todo está bien.

Si no, mejor buscarlo cuanto antes, es la brújula de cada existencia.

 

¿Tiene dudas? Tranquilo, es síntoma de salud mental. Sólo un idiota puede estar completamente seguro de todo.

 

¿Se siente feliz y no sabe muy bien el porqué? No se preocupe, pero haga una pequeña prueba: si su felicidad implica en mayor o menor forma la felicidad de otras personas, sean quienes sean, está en el mejor camino posible en la vida.

Si, por el contrario, su felicidad empieza y termina en usted, cambie de actitud, significa que se ha auto secuestrado sin darse cuenta y posiblemente padezca el síndrome de Estocolmo.

 

Y sobre asuntos tan vitales como secundarios, la salud del cuerpo, por ejemplo, recuerde que éste siempre camina de la mano de la mente, nunca enferman separadamente, busque en uno el reflejo del conflicto del otro y nunca se equivocará en su autodiagnóstico.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 
 

EL AMOR

A veces la vida, siempre tan tragicómica y juguetona, nos toca con su varita mágica y nos encontramos en medio de un torbellino al que podemos intentar identificar como torrente hormonal o caos bioquímico o, simplemente, dejar de lado la sinrazón de la razón y reconocer que nos hemos enamorado.


Sucede entre dos y cinco veces a lo largo de la vida humana, pero una es suficiente para no olvidarlo jamás.

De repente, nuestros sentidos eligen otras normas de conducta, otras reglas de juego, nuestra mente baila al son de una música que no sabes muy bien cómo has compuesto a medias con otra persona. Trastocas completamente tu orden de prioridades y, por decirlo en pocas palabras, vas por la vida sin saber muy bien si vas o vienes.

Tan intenso es a veces el juego, que son muchos los que dejan transcurrir su vida rehuyendo volver a caer en él una vez que lo han conocido. El miedo, siempre tan libre, manda o intenta mandar imponiendo su patética tiranía.

 

Por el contrario, si no temes navegar esos mares de extrañas tormentas agridulces, al cabo del tiempo caes en la cuenta de que de casi todo te puedes enamorar, y es entonces cuando la vida, acostumbrada a ser generosa con quien lo es, te empieza a señalar las claves para navegar: las olas de las emociones ya no son peligrosos juegos malabares, sino el ciclo lúdico de un tiovivo y ya no importa qué sucederá, sino captar en cada instante cuanto sucede y saborearlo.

 

De esta forma la vida, transformándonos en locos lúcidos, nos apadrina y nos protege del miedo al miedo, de la vida sin color y de los colores únicos, nos toma en sus brazos y, con la amabilidad de una buena amiga, nos enseña la lección más hermosa, la que nos hará pasear de su mano en adelante: que sin importar mucho la forma que adopta, nada existe que valga la pena vivir que no vaya acompañado de amor.
 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 
 


EL OLOR DEL PARAÍSO

Hay un olor impreciso que no inunda nuestro cuerpo a través del olfato, sino en una suerte de ósmosis con todo cuanto nos rodea. No existe humano capaz de controlarlo por si sólo, ni grupo, por numeroso que sea, que pueda imponerlo. Viene a nosotros cuando jugamos limpio con la vida, cuando la acariciamos en vez de intentar retenerla. Ni está a la venta ni admite más especulación que ser o no ser. Siendo gratis, quien lo posee es rico y afortunado.

Lo sentí por primera vez cuando un grupo de niños pequeños dijimos no a los matoncillos que nos tenían atemorizados, y aún cuando el olor se mezclaba con el sabor de la sangre bajando por la garganta era un aroma inolvidable. También en la adolescencia, cuando se abrían las puertas de algunas casas para acoger a los jóvenes manifestantes que huían de la policía en un pais que apenas podía soñar con la democracia. Lo volví a sentir cuando, hartos de divagar jugando a ser ecologistas puros, una mente tan amiga como lúcida propuso: limpiemos esta playa y dejemos de hablar, y aquella playa olió a paraíso. Cada vez que he abrazado a una mujer sintiendo que abrazaba también a una amiga, olía sin duda a paraíso. Cada carta que llega de ese niño apadrinado al que no conozco pero sé que existe porque sus palabras huelen a paraíso. Y en más de una ocasión he sentido fugazmente ese olor en una tertulia, cuando no hay mente que caiga en la trampa del ego ni ego que esclavice a mente alguna.

Así nos va regalando la vida esas bocanadas de un aroma tan sutil que desaparece si lo persigues, y tan justo, que nunca arropará a quien no aprenda a disfrutar del placer ajeno tanto como del propio.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 


 

LA CUESTA

 

No me cuesta admitir la adversidad, pero me cuesta mucho admitir las desgracias creadas por la sinrazón humana.

No me cuesta el trato con personas de fe religiosa, a pesar de ser agnóstico, pero no soporto el trato con quien usa la fe ajena para el lucro propio.

No me cuesta demasiado transigir, pero sigo siendo intransigente ante la intransigencia.

No me cuesta reírme de la vida, pero se me hiela la sonrisa ante el humor negro con que ésta, a veces, reparte los papeles de su tragicomedia.

No me cuesta amar, pero me cuesta mucho soportar las formas enfermas del amor: el odio, la envidia y la posesión, entre otras.

No me cuesta nada admitir las diferencias, pero soy incapaz de admitir la desigualdad.

No me cuesta mucho creer en las personas, pero me cuesta muchísimo recuperar la confianza en ellas una vez perdida.

No me cuesta regalar, pero me cuesta discernir el regalo justo que agrade sin ofender a quien lo recibe.

No me cuesta olvidar dolores pasados, pero me cuesta mucho seleccionar cuales he de conservar como lecciones y cuales desechar por ser sufrimientos estériles.

Lo que más me cuesta, en definitiva, es resignarme a creer que la vida tenga que ser sólo una empinada cuesta sin retorno.

 

Nekovidal - 2009 nekovidal@arteslibres.net



 

ECONOMÍA SOSTENIBLE

Hasta hace poco, una economía sostenible era, aparentemente, tan sólo una opción idealista, una forma alternativa de vivir y manejar los recursos materiales disponibles.

Podemos retrasarlo, como mucho, una generación más, pero desde ahora, o es una economía sostenible o no es, y la plaga que supone nuestra especie se transformará en una epidemia patológica en la que nosotros mismos nos uniremos irremediablemente a la lista de las tantas especies que hemos hecho desaparecer.

Cierto árbol de la jungla tropical segrega un zumo azucarado sin otro fin que remunerar su trabajo a una especie de hormiga que le defiende del ataque de pulgones, que le parasitarían y secarían.

El árbol, si se cuida y respeta, siempre produce y regala su azucarado manjar, incluso cuando no hay ningún peligro a la vista, cumple honestamente el pacto con sus socios. El árbol, como cualquier ser vivo, como cualquier planeta, siempre encontrará un cómplice, tal vez un simple virus, que complete su círculo de equilibradas necesidades vitales.

Suenan las sordas pero implacables trompetas de un previsiblemente cruel pero justo juicio final, ya pasó la alocada adolescencia de nuestra especie, se acabó el despilfarro.

El planeta y, sobre él, los supervivientes, seguirán girando algunos millones de años más, indiferentes a nuestra arrogancia juvenil.

Ya sólo nos resta decidir si queremos ser hormigas o pulgones.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net




 

LAS TRES LLAVES

 

En este mundo y dimensión, todos nacemos con tres cadenas y nuestra existencia no es más que la búsqueda constante de las tres llaves que abren los candados que las cierran.

 

La primera es la cadena de la supervivencia material: sin alimento y cobijo nada podemos hacer ni construir. Hace años leí un estudio sobre los niños de la calle de Brasil, “os meninos da rua”, que en realidad vagan por las calles de todo el mundo. Muchos de estos niños tenían deficiencias mentales que no eran producto de una enfermedad o una tara genética, sino de la mala alimentación y estaban ya condenados de por vida a la deficiencia psiquica que padecían.

 

Me planteaba yo entonces, como tantos, el dilema de si es preferible tener libertad sin pan o pan sin libertad. Ese informe me convenció de que el primer paso ha de ser siempre el pan: con una mente mínimamente desarrollada se puede identificar y luchar contra una tiranía, sin esa mínima base, es imposible.

 

La segunda cadena es la del entorno social, que se puede presentar en forma de familia desestructurada, sistema político opresivo, relaciones laborales absorventes o inexistentes o bien un sistema educativo castrante. Es nuestra cara social, el segundo escalón donde somos, o creemos ser, algo más que cualquier otra especie del planeta. Anclados todavía en formas de relación primitivas y verticales, actualmente, el desperdicio de capacidades individuales que podrían reflejar sus frutos en el grupo es constante. La sabiduría evolutiva de una especie se puede medir sin duda por el aprovechamiento energético que hace de si misma y su entorno. En ese sentido, los humanos somos bastante primitivos, y sólo la juventud de nuestra especie, apenas 125.000 años, puede justificarnos mínimamente.

 

La tercera cadena, aquella a la que pocos llegan a identificar siquiera, tras haberse liberado mínimamente de las anteriores, es la de la mente, lastrada y condicionada por las circunstancias que la han convertido en un círculo cerrado del que dificilmente puede evadirse. Es esa mente que, carente de educación creativa y esclava de sus miedos, no sabe identificar un peligro real pero puede crear otros completamente abstractos e imaginarios en torno a los cuales hace girar su existencia y sus retroalimentados miedos. Es la mente que no puede concebir siquiera una estructura social sin líderes que le guien, que le ordenen, que le regalen cadenas con la única condición de ser, en apariencia al menos, cálidas. La misma mente que al hablar de espiritualidad la identifica con las extrañas imágenes antropocéntricas creadas como forma de negocio socialmente parasitario, creyendo poder concebir a un dios todopoderoso, pero incapaces de conocer siquiera su obra, una contradicción aberrante. Es la mente de cualquiera de nosotros.

 

Intuyo que la destrucción de la primera cadena pasa tanto por un sistema económico mínimamente racional como por el control de la población. La destrucción de la segunda se dará cuando apliquemos a nuestras sociedades conceptos científicos que al fin conocemos teóricamente, como la Teoría de Juegos, demostrando la mayor efectividad de la solidaridad sobre el egoísmo, o la comprensión misma de nuestra estructura mental y su implícito sentido natural de la justicia. Básicamente es comprender y extender el cambio de conceptos como bondad y maldad por inteligencia y estupidez o efectividad e inefectividad. Lo que conocemos por una persona mala y egoísta es, básicamente, una persona enferma y de muy pocas luces, y sus aparentes victorias no pueden serlo sino en asuntos menores.

 

La superación de la tercera cadena será el momento exacto en que nos hagamos merecedores del apelativo de especie racional. Cada paso será individual y colectivo al tiempo, conectadas todas nuestras mentes en un proyecto común que no es otro que nosotros mismos y el universo del que formamos parte.

 

Posiblemente algún día, si sobrevivimos, nuestros descendientes nazcan libres de las dos primeras cadenas y con alguna posibilidad, por tanto, de no ser esclavizados por la tercera. Pero hoy en día, los muy pocos que consiguen romper estas tres cadenas se transforman en lo más aproximado a un ser humano libre que podemos imaginar, aunque no está, en realidad, sino en el principio del camino.

  

Me han dicho que existen seres humanos así. Sigo buscando, con curiosidad, al primer ejemplar.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 
 

LA INVITACIÓN
 

Te invito a dejar de lado, un rato tan sólo, todo aquello de cuanto afirmas estar seguro. Te invito a mirar con otros ojos, siendo tuyos, a regatear a la vida lo claro y lo obscuro, a revolcarte un poco en el inmaculado lodo.

 

Te invito a que cuando no sepas, preguntes, tal vez juntos limemos nuestra ignorancia. A que cuando en soledad te hundas, llames, y te sorprendas ante tantas llamas solidarias.

 

Te invito a lo más difícil, a no competir, ¿quién decide que color u olor es más bello? Es tan absurdo . . . mejor sólo rodar y vivir, y nunca sentir una diferencia como atropello.

 

Te invito a crecer cada día compartiendo, a compartir el sano placer de compartir, a más fluir, reflexionar, regalar y sentir mientras el tiempo, harto de ser y reír, nos va, fugaz e indolente, consumiendo.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net