UN ANCIANO
Aquel anciano no era de los que podía añorar buenos tiempos, la vida no le había
regalado mucho, más bien nada.
Había conocido la arrogancia de la juventud y el cansancio de alguna batalla,
las mieles de los festejos y ocasionalmente las hieles de las cárceles. Había
sido soldado de un rey y mercenario financiero de un reino, tanto como proxeneta
de su propia hermana en tiempos de hambre y miseria. Frecuentaba amigos entre
gandules y ladrones, entre taberneros y nobles de baja estirpe, entre escritores
y poetas frustrados.
Aquel anciano había tenido una hija fuera del matrimonio y un matrimonio sin
hijos,vio nacer y morir a su única nieta y su legado no habría de ser de sangre
sino de papel y memoria.
Aquel hombre, siendo ya viejo, había visto como le sonreía levemente la fortuna
y se burlaban los envidiosos de su genio y su apego al vino, de su mucha hambre
y sus pocos dientes.
Aunque hoy día le tratemos de don, no se le consideró en vida digno de tal
tratamiento.
Aquel anciano había sabido desgajar de sí las dos naturalezas que todo humano
lleva dentro y escribió un libro en el que todos sus hermanos se sienten
reflejados, y que nadie puede leer sin rememorar parte de su vida, sin mirarse
en un espejo que permite sonreír con cierta amargura ante lo patético y
grandioso de nuestra naturaleza.
Aquel viejo no muy respetable en vida, pasó, como buen español, a ser
reverenciado tras la muerte, cuando la que él consideraba su novelilla, hizo
reir tanto al siervo como al rey.
En algunas partes del mundo, aún hoy en día, ciertos estudiantes poco aplicados
le confunden con su creación, y creen que Cervantes sigue cabalgando incansable
al lado de Don Quijote, al que aconseja y proteje, sobre todo, de si mismo.
Nekovidal – nekovidal@arteslibres.net