
Mientras él miraba aquello, que desde luego no parecía
interesarle en absoluto, ella recitaba un poco de blanco sobre fondo púrpura.
La ventana intentaba detener la tormenta con estúpida pedantería de gallo.
El jarrón no estaba.
Algún reloj podría marcar las horas, pero no lo hacía, empeñado en perder el
tiempo.
Ella se levantó del sofá que servía de resorte impulsor a sus cantos afónico.
El fingió mirarla.
Ella lo presiente y derrama gotas de cera sobre papel reseco.
Una vez decidido pensarán si ha valido la pena tener el valor de no decidir
nada.
El pájaro, cansado de escenas grotescas, se marcha.
El y ella se miran de reojo.
El otro observa distante.
F. A. Vidal – “EN” Edición abril 1983