Cuando a veces observas tu mano
y ves tan sólo una modesta huella,
y alzas luego la vista, y embriagas tus ojos
con lejanos cuásares, estrellas y galaxias.
Cuando observas que un simple gesto,
una palabra, una invitación, una mirada,
provocan un cataclismo inimaginable,
torna todo extraño, lúcido o cautivo
o hace brotar lágrimas, risas o, quizás,
la ira infantil de un gemido.
Creerás que tu minúscula mano
o ese tenue candor, sonrisa o rechazo
son eternos micro o macromundos,
y hasta te creerás minúsculo,
o un dios eterno y vagabundo,
o que necesitas aprender a mirar.
Pero cuando tu mente no deambule,
y aprenda a caminar sin miedos,
verás en el menor insecto algo puro,
un universo, perfecta arquitectura.
También en todo tu mundo cotidiano,
por el que tanto sufres y luchas, verás,
tan sólo un esquema imprescindible,
que contiene a todos los insectos,
todas las risas, toda vida, todo ser,
Pero nunca podrán esos universos,
tan minúsculos, enormes y eternos,
ofrecerte una oportunidad de ver algo,
que tu mente en blanco no se atreva a crear.
Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net