Ése

A ese, de extrañas ideas y ojos turbios, palpitantes,
al que apenas intimida ni entusiasma el oropel,
a ese, tan certero como imprevisible, a veces sublime,
otras, distante, que en sucios papeles escribe y se muestra
con las pasiones más bajas, cuando no cortés, tolerante. . .
. . . a ese que goza en solitario de rarezas y con pereza,
hace de su deambular juego inexacto, sutil e inquietante.
Con ese, mi general,¿qué hacemos?

A ese impertinente que no respeta los símbolos
ni la patria, los ancianos o los sínodos,
idolatra con bobaliconería a los niños
y aunque reza nunca pisa una iglesia.

A ese, el primero, mañana al amanecer.

Y allí mismo, sin más, dadle tierra,
deprisa, sin miramientos,
como mucho, escribid,
con trazos de bayoneta,
sobre la tierra,
P O E T A . . .
. . . y que sirva de escarmiento.