LA ANTINOTICIA
“Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante”. (Aldous
Huxley)
Sería la última portada del último periódico, un titular de despedida. La orden había llegado de arriba y no había vuelta atrás: era imposible competir con la prensa digital, sólo los diarios de grandes tiradas, sostenidos por multinacionales de oscuros intereses, se mantenían en la calle, los demás habrían de digitalizarse o desaparecer.
En veintitrés años, nadie había cuestionado su libertad para actuar, sólo se le había exigido una ética que nunca fue necesario recordar a nadie de la plantilla. Guardaba por ello un hondo aprecio hacia Benítez, uno de los pocos hombres que aún creía en la libertad de prensa, el mismo que le acogió en el periódico cuando era un novato recién salido de la universidad, un joven entre tantos, que creía saberlo todo sin haber vivido nada. Lo que más apreció de él fue que supo confiar en que ese joven llegaría a ser un buen periodista. Aquello que en su momento pareció lejano e imposible se transformó en realidad y se sentía orgulloso de no haberle defraudado.
La última portada . . . sabía que tenía total libertad para hacerla, sabía que incluso aunque escribiera: “A LA MIERDA TODO” se publicaría . . .
Empezó a hacer memoria de los miles de titulares que había tenido que elegir, de los cientos de miles de noticias que habían pasado por sus manos, hasta que recordó la frase de Huxley, aquella en que afirmaba que una verdad sin interés puede ser eclipsada por una mentira emocionante. Comprendió por un instante el triste estado evolutivo de su especie, pero ya no caía en el error, como años atrás, de hundirse en el desánimo, también guardaba miles de recuerdos de la grandeza humana.
Girando en torno a la frase pensó: ¿cuál es la verdad más diáfana, más absoluta, más evidente y que, sin embargo, pueda resultar sin interés?, ¿y cuál es la afirmación que la mayoría consideraría una mentira, pero una mentira emocionante?
Echó un vistazo a la botella de güisqui gran reserva que Benítez, con lágrimas en los ojos, le había entregado, a modo de despedida, el día anterior, y bebió un trago corto y pausado. Entonces lo comprendió y se asombró al descubrir la paradoja: había un titular que cumplía los requisitos de ser al mismo tiempo una verdad sin interés y una mentira emocionante. Lo escribió antes de que algo se lo pudiera arrebatar de la memoria, la portada, a media página, pondría:
“LA VIDA ES MARAVILLOSA”
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