LOS 14
Habían sido catorce los náufragos supervivientes. Al principio, todo había sido muy duro, pero los abundantes restos del naufragio, con herramientas, botiquin y hasta una pequeña biblioteca, lo hicieron fácilmente soportable. Transcurridas dos semanas, la vida material se estabilizó y disfrutaban de un mínimo de seguridad física, comenzaron a darse cuenta del paraiso que estaban habitando. Se repartía el trabajo cada mañana equitativamente y al ser apenas dos horas, nadie se planteaba siquiera trampear en su ejecución. Tras recolectar la fruta y pescar, el resto del día era tiempo de juegos, lectura y debate, que se completaban con una asamblea y fiesta nocturnas. Todo parecía perfecto. Al cabo de cinco meses decidieron que, en caso de rescate, los catorce permanecerían en la isla, limitándose a pedir algunas medicinas y una radio para casos de posible emergencia. En el llamado mundo civilizado, ninguno tenía nada mejor por lo que volver.
Un día, poco después de cumplirse un año en la isla, apareció a lo lejos una columna de humo que identificaba a un enorme mercante, y todo cambió. Se mezclaron la sorpresa con el desconcierto y las ganas de regresar pugnaron con las ganas de permanecer en la isla. Un bote con tres marineros a bordo les transmitió el mensaje del capitán del barco: ya habían comunicado su aparición, tenían tres horas para prepararse. Uno a uno fueron cambiando de opinión, cada uno por sus razones personales. Al final sólo él y Soraya, los más urbanitas de los náufragos, fueron los únicos que decidieron permanecer en la isla.
Los vió alejarse lentamente dejando en la arena de la playa sus últimas huellas. Sus sentimientos se enfrentaban entre si.
Miró con cierta envidia a sus amigos que, ya subiendo a la nave, se volvieron para saludarle, ellos tenían un lugar al que regresar. Su hogar, sin embargo, estaba aqui, en lo que quedaba de lo que pareció que era todo, y resultó, al final, no ser nada, apenas una vacía ilusión colectiva.
Tomando a Soraya de la mano regresó, cabizbajo, al bosque.
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