LA DAMA DE NOCHE

La Dama de la Noche vaga indolente por su jardín, impregnado del olor sofocante de docenas de damas de noche. Recuerda su vida, cuando en su juventud soñaba con encontrar el amor de su vida, para ser su dama en una mágica noche. También recuerda el largo paréntesis en que nunca fue dama, sino tan sólo una mujer triste perdida en inacabables noches tristes. Un día, que en ese momento le pareció que llegaba demasiado tarde, comprendió que no existe el amor de tu vida, sino el amor a la vida. Renunció a ser dama para ser mujer y a ser mujer para ser persona, a lo que ya nunca volvería a renunciar. Ahora, a sus ochenta y seis años, sonríe mientras rememora sin rencor tanto la primera como la segunda mitad de su vida. Esta tarde observa los ojos curiosos de los niños tras la verja del jardín, mientras les oye susurrar: “Esa es la Dama de la Noche, dicen que antes era muy guapa y ahora es una bruja . . .” Ella escucha y sonríe, feliz de poder regalar en sus últimos días un poco de ilusión a la fantasía infantil de sus jóvenes vecinos. La Dama de la Noche sonríe, poseedora del secreto del amor a la vida, mientras pasea por su jardín de damas de noche . . .

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