LA
SINESTESIA
Para mi cada nota musical tiene su color y cada color su música; cada sabor una tonalidad cromática, cada sensación táctil un gusto diferente. . .
Llevo siete años intentando explicárselo al doctor de mi pueblo, que se empeña en que tengo que visitar otros profesionales especializados, psiquiatras todos ellos. La culpa la tuvo mi hermana, que siempre ha sido una chivata, y cuando tenía nueve años les contó a todos, un día de Navidad, como sentía yo el mundo, nunca se lo perdonaré.
Los psiquiatras saben todos que hace casi un siglo, en 1812, un tal Dr. Sachs ya describió mi supuesta enfermedad, pero les interesa estudiarme como a una triste rata de laboratorio. El de hoy es ya el octavo que me visita. Tiene orejas de burro y nariz de bebedor, parece que será divertido escucharle. Se sienta, me mira fijamente y dice: “Así que la música tiene colores . . . Vaya, vaya, vive usted en una auténtica fiesta taurina . . . ¿Cómo está?
Perdido, doctor, estoy
completamente perdido desde que ha entrado usted tarareando esa canción de tonos
grises anaranjados, con su olor pardo verdoso y me ha estrechado la mano con ese
extraño sabor a vino añejo . . .
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