ALEX

Alex, como cualquier humano de mediados del tercer milenio, vivía en una casa perfecta, ubicada en un barrio perfecto de una ciudad perfecta, enclavada dentro de los límites de un planeta perfectamente acondicionado para una sola especie: la humana.

 

Alex descubrió un poco tarde su vocación, pero la descubrió: un día decidió que quería ser tonto.

Sintió que debía elegir entre dos opciones: ser tonto o fingir que lo era, y con su rapidez habitual, comprendió que el fingimiento iría inevitablemente acompañado de ciertas dosis de frustración e hipocresía.

 

Su decisión, ampliamente debatida en diversos foros reales y virtuales, había sembrado el desasosiego en una sociedad orgullosa de haber logrado, tanto la paz social, como una supuesta calma interior en cada uno de sus individuos.

 

Una semana antes, Alex había descubierto, en uno de los archivos menos visitados de la Infoteca Universal, un documento de los más antiguos, un escaner de trozos de papel, una reliquia de hacía más de diez siglos.

La imagen mostraba restos de un extraño documento, apenas legible, al no conservarse más que trozos sueltos y aparentemente incoherentes de un texto, del que apenas había sobrevivido una frase, firmada por un oscuro personaje, tal vez un filósofo o uno de los primeros estudiosos de la mente humana, un tal Sigmund Freud. El texto decía literalmente:

 

“Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota, y la otra, serlo”.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net