LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

En 1876, el virrey de la India, lord Lytton, organizó en Delhi el banquete más caro y suntuoso del que se tiene noticia en la historia, para festejar el entronizamiento de la Reina Victoria como Emperatriz colonial. 
Durante una semana 68.000 invitados no dejaron de comer y de beber. Esa misma semana, según cálculos de un periodista de la época, murieron de hambre más de 100.000 súbditos hindúes, por una hambruna sin precedentes que se cobró al menos 30 millones de vidas y que fue inducida y agravada por el “libre comercio” impuesto desde Inglaterra. Antes de la llegada de los británicos, la India era la primera potencia industrial del mundo, cuando se marcharon, no era más que un país arrasado económicamente y sumido en la la miseria, de la que no se ha recuperado hasta hoy. Pero era, todo hay que decirlo, un inmenso pais cruzado de lado a lado por unas pocas lineas de ferrocarril, las mismas que necesitaba el pais colonizador para transportar cuanto saqueaba . . .
Mientras los colonialistas ingleses comían perdices y corderos, los supervivientes indios se comían a sus propios hijos muertos, pues hasta ese extremo había llegado el hambre. Hace falta tener mucha hambre para comerse, con lágrimas en los ojos, y arcadas en el estómago, el cadáver de un familiar o de un vecino. . .

Entre esos 68.000 invitados al mencionado banquete, miles de ellos repitieron una frase que parecía una consigna: “Un gran país, lástima que sus habitantes sean poco más que bestias inmundas, nunca saldrán de la miseria, deberían agradecer a la Reina Victoria que les acoja en su seno, es un honor inmerecido de esta chusma”.

Una vez más, las apariencias engañaban, y la chusma, las bestias humanas, eran esos 68.000 invitados a tan indigno evento.

La dignidad humana, como tantas otras veces, sobrevivía a duras penas entre los harapientos de los campos y las ciudades, aquellos que habían sembrado y criado las viandas de sus patéticos semejantes, tanto los que habían vivido a su costa durante milenios, en su propia tierra, como de los recién llegados al saqueo.

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