LA CAJA INTRIGANTE
La Caja Intrigante era, en realidad, una especie de extraña caja negra, un tanto impertinente, que hacía las más incómodas preguntas a cualquier ser vivo que estuviera en sus cercanías.
Se desconocía su origen, y cuando alguien la interrogaba sobre ello, la caja respondía, como de costumbre, con una pregunta: ¿Por qué te interesa mi origen más que el fin para el que fui creada?
Nadie sabía cuanto tiempo había estado la caja rodando por el mundo, ni quienes habían sido sus creadores o sus dueños, hasta que cayó en manos de unos científicos de la Unión Americana, que dedicaron meses a grabar las preguntas que la caja formulaba, con una lógica tal, que casi siempre resultaba incómoda para el destinatario de la misma.
¿Para qué intentas conocerme si nada podrás comprender sin conocerte antes a ti mismo? Fue la primera pregunta al primer investigador que se acercó a ella.
Hicieron desfilar ante la caja diferentes personas con diferentes características y profesiones, y las preguntas se fueron sucediendo:
A un empresario, que se mostró escéptico ante la caja, y conocido por su facilidad para la mentira, le espetó: ¿Cuando te librarás de la esclavitud de aquella primera mentira que te arrastró a todas las demás?
A un gupo de profesores: ¿Cómo pretendéis enseñar a vuestros alumnos el respeto y los valores que sois incapaces de practicar, ni siquiera, con vuestros propios hijos?
A un sacerdote, le espetó: ¿Por qué insultas, con tu arrogancia, a tu dios, intentando imponerlo a tus semejantes, mientras le llamas verdadero?
Sólo hubo una persona a la que hizo dos preguntas, era un filósofo: ¿Crees que existe la verdad?¿Crees que existe alguna filosofía que albergue más verdad que miedo?
A una pareja de científicos, cuyo enamoramiento era patente entre el equipo de investigadores, y que decidieron acercarse a la caja, algo cargados de alcohol, durante una fiesta de cumpleaños les preguntó: ¿Por qué le decís a vuestra pareja que la amais más que a ninguna otra persona en el mundo, si sólo sabe y puede amar quien todo lo ama?
Y así continuaba, dia tras día, arrastrando, la misteriosa caja, a unos a la depresión, a otros a la ira, y, a los menos, a la sabiduría a través de la duda.
¿Qué comprarás con toda tu fortuna el último día de tu vida?, le preguntó a uno de los banqueros más poderosos del mundo.
¿Cómo estás tan seguro de tus argumentos e ideas, si sólo los comparas con quien piensa de forma similar a la tuya, cuya compañía siempre persigues?, fue de las pocas preguntas repetidas en más de una ocasión, y la hizo por igual a un sacerdote que pretendía exorcitar la caja, a un político y a un aficionado radical al fútbol, entre otros.
Alguien pensó que sería interesante ver qué preguntas plantearía a varios monjes de diferentes religiones, algunos de ellos considerados maestros, al Papa de los católicos, y a las mayores eminencias espirituales del momento, pero la pregunta respuesta fue tan desconcertante como decepcionante para ellos: ¿Por qué todavía temes lo que deseas y deseas lo que temes?
Días después llevaron a presencia de la caja a un asesino condenado a muerte, que había abrazado la religión durante los últimos años, y la pregunta fué: ¿Cómo devolverás el trozo de infinito y eternidad que has destruido, aunque consigas que todo el universo te perdone?
El final de la caja, como su origen, se pierde en la leyenda: se dice que un multimillonario se encaprichó de ella, y que, al no poder comprarla, encargó su robo. Se cuenta que durante meses se encerró con la caja, haciendo y recibiendo preguntas, hasta que un día, al borde de la locura, ordenó que prepararan su helicóptero y la arrojó al fondo del cráter del Monte Fuji. Y se dice que, según caía hacia las entrañas del planeta, la caja formuló su última pregunta:
¿Crees poder evitar las respuestas huyendo de las preguntas . . .?
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