EL HOLOGRAMA

La primera vez que desperté, con una terrible jaqueca, creía estar bajo los efectos de una resaca de alcohol, una de las drogas más primitivas y antiguas de mi planeta, una experiencia que había pasado en mi época de estudiante, y que no tenía intención de repetir.

Pero los síntomas fueron desapareciendo uno a uno, al pensar en ellos, con sólo identificarlos, y en apenas un par de minutos me encontraba perfectamente. Luego aparecieron las imágenes. Me incorporé y comprobé que no se trataba de una alucinación de mi mente, pues todos los sensores captaban el campo electromagnético que iban creando: eran hologramas tridimensionales tan reales como la nave en la que me encontraba.

Al principio eran siluetas antropomorfas similares a las que protagonizaban antiguas historias de fantasmas, luego se fueron haciendo más nítidas, dando lugar a seres de gestos lentos y suaves.

La comunicación era, como suele suceder en estos encuentros, telepática.

Mi bienestar iba en aumento, pronto comprendí que cada sensación placentera era resultado de desearla tan sólo, ése era el único esfuerzo que se me exigía para obtener a cambio cualquier tipo de sensación, respuesta o placer. Así borre de mi presente la sensación de soledad por ser el único ileso del accidente, recobrando el calor de la amistad de otros humanos cuyo cuerpo se hallaba a miles de años luz. A cada pregunta encontraba respuesta en mi mente, con tan sólo tener la curiosidad suficiente, y como cualquier humano, la tenía.

A cambio de ese inesperado poder, sentía como de mi memoria fluía hacia el exterior información, que me era solicitada por los seres holográficos, que evidentemente eran formas de vida estelares, como otras que habíamos encontrado antes, aunque éstas más sutiles y evolucionadas.

No podría calcular, ni remotamente, cuanto duró aquel estado de comunicación y comunión con aquellos seres, pudieron haber sido sólo unos minutos, o años terrestres, y no parecía tener importancia. Era evidente que ellos, como nosotros, manejaban el espacio-tiempo, y la paz que transmitían hubiera sido considerada, en épocas no tan lejanas, mística o sobrenatural.

Cuando ya habían recorrido todos mis recuerdos, conociendo mi mundo con tanto detalle como mi memoria podía abarcar, y yo me encontraba plenamente integrado en el suyo, donde ni el concepto de dolor ni el de miedo tenían cabida, algo pareció ir mal, tal vez sólo una fluctuación en el campo electromagnético de los hologramas tridimensionales, y sentí, por primera vez, miedo, un miedo atroz a perder ese equilibrio con un universo que, ahora lo comprendía, tan sólo había recorrido en apenas una de sus aristas, con una nave primitiva y frágil. Sentí un miedo profundo a perder cuanto nunca había alcanzado antes ni a imaginar siquiera que existiera. Ante ese temor, lejos de recordar que sólo tenía que desear vencerlo para que desapareciera, reaccioné instintivamente buscando mi arma en la cartuchera de mi cintura, como había hecho tantas veces antes, cuando habíamos aterrizado en planetas habitados por formas de vida semirracionales. Fue entonces cuando los hologramas desaparecieron, y con ellos esos seres con los que tanto había hablado sin pronunciar una palabra, con los que compartía una amistad ya profunda y brillante como las novas de Orión, esos seres con los que había compartido cuanto nunca pude compartir con un semejante terrícola.

La segunda vez que desperté, también una insistente jaqueca parecía empecinada en hacerme compañía, y nada conseguía aliviarla. Me incorporé, eché un vistazo a las cápsulas de hibernación que contenían los cuerpos de mis compañeros heridos, y me dirigí mecánicamente al panel de control. Allí, parpadeante en la pantalla, había un mensaje escrito:

 

NO HA SUPERADO EL EXAMEN.

NIVEL EVOLUTIVO INSUFICIENTE.

BUEN VIAJE.


 

Hubiera preferido recordarlo como un sueño, incluso como una pesadilla, pero todo perduraba en mi memoria con la frescura de un acontecimiento reciente, había sido tan real como la nave que habitaba, o las infinitas estrellas que se divisanban desde sus ventanales. Tras recordar, lloré durante horas, desesperado por la pérdida del paraíso y atormentado por su recuerdo.Todo perdido por un estúpido gesto de miedo, por una absurda reacción primitiva.

Vino a mi memoria un mensaje recibido en la nave muchos ciclos antes del accidente, de una civilización que se negó a mantener cualquier tipo de contacto con nosotros:


 

YA CONOCEN EL MISTERIO DEL ESPACIO TIEMPO, PERO NO SE CONOCEN A SI MISMOS.

TODAVÍA NO SON SERES LIBRES.

PROSIGAN SU VIAJE.


 

Aún habrían de pasar varios ciclos hasta que la frustración fue abandonando poco a poco mi mente. En cierto momento, ya llegando al hospital interestelar para entregar los cuerpos en suspensión de mis compañeros, caí en la cuenta de que había sido un ser privilegiado por haber conocido, aunque fuera esporádicamente, la sintonía perfecta del universo, todas las respuestas a todas las preguntas, esa paz que todo ser vivo busca, y que todo ser racional necesita para sentirse vivo y completo. Fue entonces cuando, desprendido por unos instantes de mi frustración y mis miedos, me sentí conectado nuevamente con los seres de los hologramas. Fueron apenas un par de segundos, y sólo recibí de ellos una cálida sonrisa de benévola comprensión, pero fue suficiente.

Posiblemente sean los dos únicos segundos de libertad que he conquistado por mi mismo a lo largo de toda mi existencia.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net