HAY QUE JODERSE

Llegaste una calurosa noche de verano, que nunca podré borrar de mi memoria.

Aquí me encuentro, tumbado sobre mi cama y recordando aquellos momentos, las inmensas ganas de tenerte entre mis manos y apretarte cuanto pudiera. Fue una noche que pareció eterna, sin fin, sin límite, sin descanso . . .

Fuiste recorriendo, sin el menor pudor, una a una, cada parte de mi cuerpo desnudo, cada pliegue, cada hueco, sin dejar de saborear todos ellos.

Viendo mi indiferencia inicial, te acercaste aún más, mordiendo cada centímetro de mi piel, y así transcurrió la noche, sin pausa, sin descanso, sin sosiego posible, sumergidos en un absoluto frenesí. Viéndome entornar la ventana me dijiste desde la cama: se te están pegando a ti costumbres de tus vecinas . . .

Casi al amanecer, te marchaste, y yo pude, al fin, agotado, dormir. . . Al despertar te busqué ansiosamente, pero ya no estabas, y pensé: quisiera volverme pulga . . . mientras observaba las señales de la noche anterior en las sábanas, la almohada, y las cicatrices de mi propio cuerpo.

Te esperé con impaciencia a la noche siguiente, imaginando como compensar lo vivido la noche anterior. Cuando llegues te abarcaré con mis manos, te estrujaré contra mi cuerpo y ya no te irás nunca más . . .

Sólo así encontraré descanso, sólo así podré dormir tranquilo, mosquito cabrón y chupasangre . . .

Hay que joderse . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net