
Había una vez un universo entre muchos, dentro del cual se encontraban unos cien mil millones de galaxias, una de las cuales estaba formada por unos cuatrocientos mil millones de estrellas. En un pequeño planeta que orbitaba una de esas estrellas surgió, como en tantos miles más, la vida, que con el tiempo evolucionó a una especie autoconsciente.
Y los individuos de dicha especie tenían como principal rareza la de creer que se encontraban solos en el universo.
F.A. Vidal
“Ya sabes que el centro de estudios es muy exigente con los detalles: si declaramos determinada especie o ente como la dominante hemos de especificar claramente los argumentos que nos han llevado a tal conclusión.” Xel se mostraba preocupado, ya que otro análisis erróneo podría significar no ser admitido en viajes y estudios posteriores.
Para Rhul la situación no era tan apremiante, sus análisis anteriores habían sido todos correctos y no necesitaba un informe favorable de una manera tan urgente.
El planeta era de tipo biocarbono - nivel 4. Solían ser interesantes, aunque generalmente difíciles de interpretar: sus organismos ya se apartaban de las primeras reacciones neuronales, pero todavía estaban condicionados por ellas y podían resultar a veces muy desconcertantes. No sería fácil identificar a la especie más evolucionada para hacer un seguimiento posterior.
“¿Has terminado el informe preliminar?” – preguntó Rhul.
“Sí, y teniendo en cuenta que la sustitución de partes orgánicas por otras de mecánica avanzada debe considerarse síntoma evolutivo, diría que ésta, a la que llamaremos A o dominante, es la especie más evolucionada . . . “ Había cierto tono de duda en la voz sintética de Xel mientras mostraba a su compañero la proyección visual de la citada especie.
“Uhmm, no sé . . . Esa fue también mi primera conclusión, pero observa esta otra especie, al parecer servidora de la que tu mencionas, de hecho es su creadora”.- afirmaba Rhul al tiempo que mostraba otra proyección.
“Sí, pero sabes que el protocolo de clasificación no implica reconocer a una especie como más evolucionada o dominante sólo por haber sido precursora de otra, o en este caso tendríamos que considerar a las formas simiescas como dominantes de todo el planeta, y en último término, a las primeras formas unicelulares de vida.” Xel iba disipando poco a poco sus dudas.
“De no tratarse de la especie dominante, ¿por qué habría de ser alimentada, protegida e incluso utilizada como medidor de la posición social de la especie que la sirve?- continuó Xel. Observa que todo el planeta se halla roturado por vías para que se desplace dicha especie. Incluso la biomasa planetaria en su conjunto se ve afectada y supeditada a ella y toda innovación tecnológica es rápidamente adaptada para su mejora. He podido identificar miles de habitáculos exclusivos para esta especie, cuidados y mantenidos por sus servidores, mientras millones de éstos no cuentan con un habitáculo apropiado. Es más, tengo registrados casos de elementos de la especie B, los servidores, descuidando la comunicación o incluso el cuidado de sus semejantes cercanos (los llaman familiares) por el aseo y manutención de la especie dominante. Incluso algunos individuos derrochan sus tickets de transacción (dinero) en conseguir un individuo de la especie dominante con el único fin de poder lucirlo ante seres de su especie, incluso ante aquellos con los que no mantienen trato social.”
“Pero no parece ser autónoma, necesita a otras especies, especialmente a esa que tu has mencionado antes para que la alimente y cuide. Al parecer es totalmente parasitaria . . . “ alegó Rhul, que era quien ahora tenía dudas sobre a cual de las dos especies clasificar como A o dominante.
“Por lo que he observado, el parasitismo es habitual en este planeta. Está sumamente extendido entre las formas unicelulares, y en la primitiva forma de absorción de energía (digestión) de las pluricelulares es imprescindible la acción parasitaria para que se produzca tal proceso bioquímico.”
“Tal vez debiéramos hacer un estudio de campo, convivir al menos un ciclo entre ambas especies para corroborar los datos que tenemos”, sugirió Xel.
“Sería muy arriesgado, replicó Rhul, existen precedentes de situaciones similares y un contacto directo, por mínimo que fuera, daba lugar al nacimiento de mitos absurdos entre la especie estudiada, con el consiguiente retraso en la evolución de su racionalidad. Ten en cuenta que son especies ancladas todavía en el autoengaño y la mitificación hasta extremos difíciles de imaginar para nosotros. Uno de mis profesores definía estas especies como “mortales con complejo de dioses inmortales permanentemente frustrados por lo que no tienen e incapaces de disfrutar de cuanto tienen”.
“¿Dioses?”, interrogó Xel.
“Sí, un concepto arcaico: crear seres imaginarios poseedores de cualidades de la propia especie pero exageradas hasta el absurdo. Suele darse en especies mortales que lo utilizan a modo de consuelo para paliar su angustia existencial. He oído que incluso a nosotros nos consideran dioses . . . “
Finalmente concluyeron que la primera seleccionada era la especie dominante, la especie A del planeta en estudio, y procedieron a rellenar el archivo de clasificación:
Especie A:
Absorción energética: dependiente de otras especies/ parasitaria.
Desplazamiento: terrestre por rozamiento.
Relación de aprovechamiento energético: mínima.
Origen: creada por especie anterior creadora-dependiente.
Efectos en otras especies del planeta: destructivo, contaminante.
Posibilidad de supervivencia futura: mínima sin evolución.
. . . . . . . . . . .
Una vez concluido el archivo de clasificación, Rhul observaba la proyección de la especie estudiada y algo parecía inquietarle: este tipo de planetas siempre escondían alguna sorpresa, casi siempre algún dato pasado por alto. Meditaba sobre la posibilidad de que la evolución de ese planetilla mediocre fuera paralela a la de Rehl, su hermoso planeta de cuatro satélites y una joven estrella que les garantizaba energía para millones de años. Repasó la evolución de su especie, aquellos lejanos tiempos en que sus mentes se desplazaban en portadores orgánicos supeditados a la enfermedad y la muerte, aquellos tiempos en que, según decían los archivos históricos, su especie también padecía todo tipo de desarreglos neuronales: agresividad, individualismo o gregarismo exacerbado, miedo, etc.
Se observó reflejado en la pantalla frontal de la nave e intentó imaginar qué sería el dolor, del que sólo conocía la definición de los archivos . . . pero no pudo. Su cuerpo, totalmente mecánico, sólo albergaba una red neuronal de origen biológico genéticamente adaptada y modificada. Siguió repasando las sensaciones que eran cotidianas para esas especies primitivas que estudiaba a diario y de las que él sólo conoció algunas esporádicamente en sus tiempos de estudiante, cuando se conectaba a los transmisores de información. No comprendía como podían soportar esas especies la amenaza continua del dolor, la muerte, o el abandono . . . y sintió algo parecido a lo que los archivos llamaban lástima, ya que la empatía sí había sido conservada en sus circuitos neuronales como una de las bases necesarias para la supervivencia de su especie.
Le interrumpió en su meditación el regreso de Xel, que ya había concluido el informe.
“¿Qué te parece, Rhul?”
“Bien, pero tal vez debiéramos incluir, a modo de curiosidad, algunos de los términos de identificación individualizada, “nombres propios” como suelen llamarlos. Ya sabes que en estas especies primitivas el concepto de individuo suele estar sobredimensionado y se hace prevalecer muy a menudo sobre el del bien común . . . . . .”
"De acuerdo, dijo Xel completando el informe: Ford Transit, Opel Corsa, Seat Panda . . .”
Tras regresar a su planeta Rehl, Xel tuvo que corregir y actualizar sus datos analíticos, pues el informe presentado por él y Rhul creó cierta controversia, y se tardó más de doce ciclos en concluir que debería darse preferencia en la clasificación como “Especie A” a las formas biológicas sobre las mecánicas, al margen del análisis objetivo de los hechos.
Aún hoy algunos discrepan al respecto . . .