MÚSICA PARA LA PAZ
Todos oyeron la nueva música, la que les recordaba que eran mortales y compartían ese miedo, que a todos iluminaba el sol y a todos helaba el frío de la noche, que la misma sangre corría por sus venas, que a todos regalaría la vida un puñado de placeres y dolores, que, irremediablemente, todos tenían el mismo origen y el mismo destino . . . y que nada eran los unos sin los otros.
Oyeron la nueva música, la que habían creado sin querer, entretejiendo el latir acompasado de sus corazones y la diáfana luz de sus frágiles sueños. La oyeron, la cantaron con una perfección insultante, la disfrutaron, la compartieron y, casualmente, nadie cometió la torpeza de juzgarla. Era la música de la paz.
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
OTRA MÚSICA PARA LA PAZ
El edificio estaba lleno de las llamadas personalidades sociales célebres, los suelos alfombrados, modales exquisitos y una mezcla de perfumes caros en el ambiente. Sonaba la música rebotando en las mil aristas de la sobrecargada decoración del patio de butacas. Avanzaba progresivamante entre silencios minúsculos, envolviendo con sus vibraciones cada átomo de los asistentes. La pieza se llamaba “Exaltación de la paz”.
Ya en los últimos acordes, sólo los ojos del director de la orquesta y los del portero del teatro estaban empañados. Los demás mantenían sus miradas dignas, secas y frías.
El director, extasiado ante una interpretación que sentía como perfecta, no podía contener las lágrimas. Al portero la obra le recordaba a su hijo, ahora músico callejero, que ensayaba esa pieza cuando aún era adolescente y vivía con él.
¿Estaba la paz en esos ojos o en la misma música?
Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net