F.A.
Vidal
Me decía mi padre hace años, antes de que la muerte
le arrebatara el placer de conocer a sus
nietos y asistir, cual paciente
agricultor, a la madurez de su hijo: "No serás nada".
Y sin saberlo él, cuántas verdades escondía su frase. . .
Tú, padre, perteneciente a esa generación que
construyó un mundo mínimamente digno a partir
de escombros, a una generación
lastrada por la esclavitud secular, anhelabas, como tantos, ser,
por primera vez
en la historia, "alguien", alguien que disfrutara de esos mínimos derechos que
tanto dolor costaron.
Y nosotros disfrutamos gratuitamente de ellos sin apenas luchar para conservarlos. Nosotros ya no deseamos llegar a ser alguien.
Ansiamos, inmersos en una época vacía de ideas, en un caótico mundo donde todo se tasa y consume, henchidos de frustración y ebrios de superficialidad, aprender la implacable lección de modestia que nos permita, al fin, aprender a no ser nada.