TEXTOS TERTULIA ENTRELÍNEAS

Francisco Antonio Vidal (Nekovidal)

E-mail: nekovidal@arteslibres.net
 

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TERCER COLOR: ROJO

 

ROJO SANGRE

 

¿Por qué la sangre es roja si la naturaleza suele reservar ese color para avisar de venenos o peligros?

Para intentar recordar y enseñar a los humanos que, en un mundo digno, nunca debería ser derramada, y lo peligoso y nefasto de hacerlo.


ROJO HUMANO

 

No te llames roj@ y te vanaglories de ser progresista, actúa con dignidad, respeto y consecuencia, y que sean tus actos los que definan tu color.

 

PIELES ROJAS

 

Muchos no lo saben, sólo algunos antropólogos e historiadores, pero esos pueblos de las praderas de Norteamérica a los que llamamos Pieles Rojas, y cuyo respeto por la naturaleza tanto admiramos, cometieron, hace unos 12.000 años, los mismos errores que nosotros hoy en día: Esquilmaron la naturaleza, extinguieron cientos de especies y, un buen día, agotada la vida, más de la mitad de ellos murieron víctima de las hambrunas. Los supervivientes, aprendieron la lección . . .

¿Alguien recuerda cuál es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra?

 

Nekovidal 2012 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL ROJO ABOGADO DEL DIABLO ROJO

(A un pobre niño español nacido en una pobre época de espíritus pobres)

 

¡Pobres agitadores de masas!, decía.

Necios incautos que sueñan con un mundo mejor que nunca disfrutarán, que ahogan sus vidas en ríos de sangre e ideas.

Egoístas unos, altruistas otros, locos todos, poniendo cada uno su ladrillo en ese puente inacabable y eternamente inacabado del bienestar colectivo.

 

¡Pobres agitadores sociales!, decía.

Nunca llegarán a comprender la grandeza de los seres superiores que les desprecian, les excomulgan, les calumnian y, ocultamente, les envidian, incluso cuando son sólo cadáveres enterrados en las cunetas, envidian su histórica lozanía, su eterna juventud, su incomprensible y enajenado altruismo que, quienes aparentan desprecio, nunca tendrán el valor ni el privilegio de saborear . . .

 

¡Pobres agitadores!, decía, mientras no tenía valor de mirarse en el espejo que tenía enfrente, el que le mostraba, mezquino y arrogante, negándose siquiera a contestar con unas simples palabras a quien, no hace mucho, llamaba amigo . . . ése que nunca tendría su capacidad de secuestrar la verdad, de separar clara y radicalmente quien merece el respeto de la palabra y quien no, ése necio con su fe ciega en el diálogo, ése niño republicano que, se lo habían dicho mil veces los curas, nunca le llegaría ni a la suela del zapato a él, una persona de orden, criada en una época, una escuela y una familia de puro, absoluto, y sombrío orden.

 

Pobre, les había creído . . .

 

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ANTIPOESÍA EN DIEZ TONOS DE ROJO

 

ANTIPOESÍA 1

 

Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu nombre . . .

 

ANTIPOESÍA 2

 

Nómina de un diputado de cualquier parlamento.

(No se enseña por respeto a la inteligencia del lector)

 

ANTIPOESÍA 3

 

Cuentas de beneficios anuales de cualquier banco.

(No se enseña por respeto a los 28.000 niños muertos cada día en el mundo por causas fácilmente evitables)

 

ANTIPOESÍA 3

 

Un@: "Te quiero y te querré toda la vida, ni la muerte podrá destruir nuestro amor".

Otr@: "Que un notario, con presencia policial, levante acta, y lo firmas".

 

ANTIPOESÍA 4

 

Una ventosidad fugitiva, e inevitablemente compartida, la noche de bodas.

 

ANTIPOESÍA 5

 

Creer que el fin del mundo será un día diferente al de la propia muerte.

(Antipoesía, fe y necedad, conjuntamente, en santísima trinidad)

 

ANTIPOESÍA 6

 

Fue oportunamente quemado en una hoguera.

La acusación: Ser un hereje de carácter frío.

 

ANTIPOESÍA 7

 

Hasta las hermosas amapolas se marchitaron, avergonzadas, en Nankin, superado su rojo intenso por el de tanta sangre inocente derramada . . .

Se dice que, desde entonces, durante el hanami, todas las flores de sakura florecen algo más rosadas en Japón para recordar, a los humanos que disfrutan contemplándolas, una vergüenza por la que aún no han sabido pedir disculpas . . .

 

ANTIPOESÍA 8

 

Dios aprieta pero no ahoga . . . lástima que, el muy cabrón, nunca suelte.

(Dedicada a su creador, el insigne pintor Francisco Zabala)

 

ANTIPOESÍA 9

 

El sauce llorón reía, las medias lunas no envidiaban a la luna llena, los derechos humanos no se escribían en renglones torcidos, los dioses dejaron de estar sordos, la Estatua de la Libertad sonrió por primera vez y ningún niño murió ese día por falta de un plato de comida . . .

Por una vez, el mundo dejó de estar al revés, se dió la vuelta, y lavó su costra de sinrazón en las aguas de la dignidad.

 

ANTIPOESÍA 10

 

Ya habían acumulado toda la riqueza del mundo en sus manos, todo lo poseían, todo lo habían comprado, sólo les faltaba la poesía . . . pero para hacerla suya tuvieron que repartir hasta la última moneda entre los necesitados.

 

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BESOS ROJOS PARA TODOS

 

La mente humana funciona así: Siempre necesita tener razón, es el esquema que le sirve de consuelo y estructura su existencia.


CARA A DEL PENSAMIENTO DUAL:

 

SOY MAL@, POR ESO NADIE ME VA A QUERER, Y LA VIDA SERÁ FEA Y DESTRUCTIVA.

RESULTADO: POCA GENTE TE QUIERE . . Y SE ACABA SIENDO UNA MALA PERSONA.

LA MENTE DICE: YO TENÍA RAZÓN.

 

CARA B DEL PENSAMIENTO DUAL:

 

SOY BUEN@, POR ESO MUCHAS PERSONAS ME VAN A QUERER, Y LA VIDA SERÁ BELLA Y CONSTRUCTIVA.

RESULTADO: MUCHA GENTE TE QUIERE . . . Y SE ACABA SIENDO UNA BUENA PERSONA.

LA MENTE DICE. YO TENÍA RAZÓN.

 

La mente siempre tiene razón, porque siempre necesita tener razón, la clave es sólo elegir qué cuento queremos contarle a la mente: cuentos constructivos, dulces y divertidos, como un chiste, o duros, como la historia de cualquier guerra . . . No importa cual sea, sólo importa que nos enseñen algo, y al final, practicando, aprendemos a aprender de todo.

 

El paradójico y extraño misterio es que gozamos del poder y la libertad de elegir qué decirle a la mente, pero la mente está condicionada por cada cosa que hemos dicho antes y, en ese sentido, no es libre.

Ambas cosas, aparentemente contradictorias, son la realidad, y ninguna es más real que la otra.

 

Busca el cuento apropiado a tu mente, el que le haga sentir que tiene razón, pero que al mismo tiempo la alimente y la haga crecer, y no olvides que ninguna mente humana puede crecer en solitario, nadie está vivo si ya no siente el dolor ajeno, si no respeta a quienes luchan por un bienestar que será de y para todos . . .

 

Nunca olvides respetar a las otras mentes, incluso a las que no han encontrado todavia el cuento saludable que le ha de servir de alimento. Critícalas y guíalas, pero no las empujes, ayúdalas, al menos mientras tengas fuerza y paciencia para ello, y si al final tienes que apartarte de algunas, hazlo, pero sin rencor.

 

Cada golpe que damos, cada mentira, cada cobardía, vuelve, siempre vuelve, como cada caricia sincera que regalamos, aún cuando haya sido pagada con ingratitud en su momento, la vida es generosa con quien lo es . . .

 

Y no le echemos la culpa de nuestros dolores y miserias a la vida, al azar o a otras mentes que no nos comprenden, es sólo que no hemos sabido encontrar, o escribir, el cuento apropiado para la nuestra.

 

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BLANCO

SOLOS EN LA TERTULIA: CUANDO YA NO TODO ES BLANCO

 

A partir de dos mentes interactuando, ya hay tertulia, si son tres, mejor, si son más,  más riqueza aún, si son muchas, además de tertulia, es fiesta ...

La soledad en la tertulia empieza cuando, aún estando llena la sala, los miedos, rencores o frustraciones individuales, afloran, cuando alguien, en su triste soledad, elige que, si no puede tener el juguete maravilloso de la comunicación sin egos ni trampas, prefiere destruirlo . . . . Ya pasó alguna vez, tristes recuerdos . . .

 

Sólo se está solo en la tertulia cuando se olvida la esencia de la misma, entonces se transforma en una terutlia normal: encorsetada, gris y anodina, como miles que se extienden por el mundo.

 

Es entonces cuando unos se encierran, otros se alejan, y todos se marchitan . . . la triste soledad de una tertulia que ya no lo es . . . la soledad de las mentes en blanco.

 

 

 

¡RECÓRCHOLIS! ¡QUÉ BLANCO!

 

"Ultimamente me quedo en blanco, es algo raro. . ."

"¿No tienes ideas?"

"Sí, pero sólo ideas extrañas: Sueño con un pueblo de casas blancas, con balas que se tiran al blanco, con una ansiosa hoja en blanco, con que voto al Real Madrid, el equipo blanco, y soy hincha del Partido Blanco, que voy a la romería de la Blanca Paloma, no sé cómo explicarlo . . . "

¡Recórcholis! ¡Me siento el blanco de todas las miradas . . .!"

"Deberías visitar al Dr. Blanco, es especialista en ese tipo de patologías."

 

 

NO REPETIR

 

BLANCO

BANCO

BACO

. . . . Un juego extraño, todo vale, menos repetir . . . eso.

 

 

PRIMAVERA BLANCA

 

El amor es eterna primavera blanca, quien lo comprende, ya lo sabe todo, y sólo le resta empezar a vivir . . .

 

 

NIDO BLANCO

 

ELLA, pelirroja, pecosa, de sonrisa dulce y piel blanca como la leche.

 

ÉL, mulato, de piel bronceada, pelo ensortijado y mirada de ascuas.

Se les ve enamorados como adolescentes, si no lo hubiera vivido y disfrutado ya, sentiría envidia . . .

Buscan un nido, alquilar un apartamento, y entonan con sus miradas un canto tan bello como el de los pájaros del árbol al otro lado de la ventana.

 

YO, el bobo blanco que aún se sorprende, a estas alturas, de lo grandiosa y  hermosa que se muestra a veces la vida mezclando colores.

 

 

PINTADA BLANCA

 

Busco pintadas callejeras por las amplias avenidas de Montevideo.

Encuentro menos que en otros viajes. Tal vez, con el calor, la imaginación está abotargada o, tal vez, hay menos motivos para la protesta.

Pero encuentro una que vale por todas, que resume todas las ideas, todas las pasiones, todos los credos . . .

Dice, simplemente: TODOS SOMOS FAMILIARES

 

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NEGRO

 

NEGROS EN LA CIUDAD BLANCA:

Es carnaval, suena música negra de negros sobrevivientes a un holocausto del que nadie habla, pero su música sobrevivió a la infamia . . . Montevideo se viste con el color de la elegancia, el negro, para purgar miserias de sus vecinos de enfrente . . . como casi siempre suele ocurrir . . .
Los tambores, estridentes e inagotables, invitan a bailar hasta a las estatuas.

OVEJA NEGRA:

La zozobra de la zorra era no saber que hacer con esa oveja negra que no se dejaba ni dirigir, ni destruir, la muy impertinente y obscura lanuda tenía la costumbre de aullar a medianoche y se negaba a reconocer el momento oportuno de perderse. . . la castigaría sin compasión aparentando perdón . . . . Sabía, ya lo había demostrado, que podía manejar al resto del rebaño con poco esfuerzo . . .

SI AL MENOS FUERA NEGRA . . .

Era gorda, fea, arrogante y con un hilo de voz casi inaudible . . . . esa sirena tenía muy poco futuro en un barco velero . . .

VIDAS NEGRAS EN LA OBSCURIDAD DE SUS MIEDOS

La maltratadora, ya sin hombre a quien maltratar, se veía reflejada en su amiga, la maltratadora divorciada  . . . era evidente que ambas necesitaban aprender a bientratar a los hombres o, cuanto menos, a tratarlos, pero castrarlos les seguía resultando más sabroso . . .
A las moscas también les gustan los sabores extraños . . .

CONSECUENTEMENTE NEGRA

Hay que ser más consecuentes con lo que decimos, acercar las ideas, las palabras y los hechos, repetía día tras días . . . pero cuando volvía la luna, perdía el control, y consecuentemente, no era consecuente con sus palabras.

GATO NEGRO

Hacía meses que se habían perdido, pero sólo el gato negro, ocasionalmente observador, se había dado cuenta, aunque no padecía la zozobra de la duda, además de negro, tal vez mulato, era gato . . . 

SEXO NEGRO

Tras cada juego sexual daba cuenta en voz alta de sus miedos camuflados: "Hoy uno, hoy dos, hoy ninguno . . . ", como si de un partido de padel se tratara . . .
Convertía lo hermoso en obsceno, lo natural en patético, así arrastraba su existencia, no pudiendo perdonar a quien no creyera sus fantasías o alabara su egocéntrica actuación, pero estaba convencida de tener mucho que dar y enseñar y nada que aprender, y hasta creía saber algo del amor . . .
Como suele ocurrir, la arrogancia le pasó factura . . .

NUEVOS COLORES

Cuando se perdió encontró nuevas gentes, nuevos colores, nuevas vidas, pero la zozobra de la duda le acuciaba: ¿Valdría la pena volver a intentar compartirlo todo?


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LA HOJA EN BLANCO

 

Ya no me mueve la rabia, ni siquiera la desidia, ante la hoja en blanco, la hoja maldita.

Escuché consejos sabios, escuché bellas diatrivas, pero ninguno logró vencer el inmaculado blanco que el alma irrita.

Pensé que pensando podía escribir cuanto quisiera, pero pensando podía, sólo pensar, como cualquiera.

¿Debo censurar cuanto escribo porque alguien se sienta o haga el ofendido?

¿Debo cuidar la calidad, la ortografía, la sintaxis y el estilo, para librarme de la crítica fofa, del estúpido digo o no digo?

Nada como un buen consejo a tiempo, y a tiempo llegó la memoria: "Quien escribe lo que le gusta a los demás puede ser un buen escritor, pero nunca será un artista" dijo el abuelo Onetti, y lo dijo todo.

A la mierda la censura, las beatas, los hipócritas y su hipócrita mesura, a la mierda los hijos adoptivos del malparido dictador, a la mierda todo, que sólo hace falta un puñado de letras para dar color al existir y poder decirlo todo, un oído vivo para darles vida, y la eternidad para disfrutarlas, a la mieda tantos miedos, a la mierda las falsas miradas . . .

No pararéis, tristes hijos de la tristeza, hasta destruirlo todo, porque os da miedo un poco de alba, os deslumbra un poco de juego, y transformáis la vida en eso, en nada...

A la mierda señores, a la mierda, que no hay página en blanco, sino miedo a expresar, no hay malos escritores, sino cobardes fingidores, no hay página en blanco, sólo disculpas ante el miedo a vivir, a recibir, a dar, a existir.

 

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SOLO SOLEDAD

 

Ya no tienes aquel brazo, que fuerte, tu sueño dormía, ese brazo amigo, que te daba calor y vida.

Pobre soledad, dolor de ausencia, de todo hace ciencia el humano, menos de su conciencia.

Ya no vendrá nadie a velar tus escuchas de otro tiempo, tus suspiros leves, tus alegrías, tus lamentos, tantos miedos . . .

Pobre soledad, amarga tristeza del paradójico ser libre que necesita compañia para alcanzar libertad.

Ya nadie te espera en casa, con esa mirada dulce que te da la biemvenida, ya nadie te consuela, ya nadie  . . .

Pobre de quien no sepa disfrutar su soledad, porque anhelando compañía, imprescindible compañía, a la soledad se condenará.

 

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LO ÚNICO IMPORTANTE ES EMPEZAR

 

"Lo importante es empezar", se repetía, mientras se maquillaba para acudir a su primera cita a ciegas. "Lo importante es empezar, sí, eso es lo importante . . ."

No le había visto, ni una foto siquiera, pero tenía una idea bastante clara de como era: educado y responsable, pues se disculpó reiteradamente la única vez que no había podido conectarse para chatear a la hora acordada.

Detallista, en ninguno de sus mensajes faltaba un emoticon, siempre el más apropiado. 

Respetuoso, la había tratado de usted desde el principio y hasta que ella le invitó al tuteo.

Tenía estudios universitarios, y se notaba, ni una falta de ortografía.

Y lo que para ella era un punto esencial, muy posiblemnte coincidirían ideológicamente, pues su comentario a favor de la eutanasia había sido fácilmente aceptado y reivindicado por él.

Ese pensamiento sobre una ideología supuestamente compartida la empujó a decidir qué ropa ponerse: una camiseta informal con las siglas de su querido grupo, su preferida.

La cafetería estaba abarrotada, como era previsible por la hora, pero habían acordado una especie de contraseña infalible, una pajarita de papel en la solapa.

Aún pasaron casi diez minutos hasta que se encontraron frente a frente, pero tardaron menos de un segundo en quedar ambos boquiabiertos: ella con su flamante camiseta de un blanco inmaculado y con tres enormes K bordadas, él, con sus rastas, su metro noventa y su piel morena como el chocolate que contenía la caja que sujetaba su mano izquierda.

Él fue el primero en reaccionar, esbozando poco a poco una sonrisa que se fue transformando en una sonora carcajada al tiempo que salía por la puerta del local.

Ella permaneció aún un par de minutos dentro, mientras la narración de lo sucedido se extendía, como una onda expansiva, desde las mesas cercanas, donde alguien observador había comprendido lo esperpéntico de la situación.

Cuando consiguió salir, entre sonrisas, risas y miradas, el inmaculado blanco de su camiseta ya estaba acompañado por el claro círculo rojo que formaba su rostro abochornado.

Casi nadie oyó lo que murmuraba entre dientes: "Lo importante es empezar, que tontería, lo importante es avisar que eres negro, será cretino . . ."

 

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SECUNDINO

 

Secundino jugaba con luciérnagas, a las que llamaba, según el día, sueños o polillas, y su juego parecía resultar indiferente al resto de sus conocidos, tal vez porque, en realidad, no le conocían.

 

 

Secundino había recorrido en su juventud los siete mares y en cada puerto había dejado constancia de su presencia, ya que la indiferencia llegó mucho antes que la globalización a todos los rincones del mundo y, además, no entiende de banderas.

 

 

Secundino no se amargaba por llegar siempre el segundo, haciendo honor a su nombre, se limitó a crear un sistema numérico donde el 2 fuera el primer número y soportar pacientemente que el resto del mundo no le comprendiera y prefiriera jugar con números negativos.

 

 

Secundino, poseedor de cierta sabiduría, sabía que todos buscamos algo, y también que casi nadie sabe lo que busca realmente, pero él había aprendido que la vida es fuerte, y que siempre hay un camino alternativo, un saber construir desde la destrucción, y a veces, la vida te sorprende con una obra hermosa cuando menos lo esperas.

 

 

Sacundino lo sabía muy bien, y lo recordaba cada vez que el sol le daba en la cara, en los escasos  días despejados de aquel duro invierno.

  

Secundino era ciego.

  

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LA ARMONÍA

 

"El amor no es en esencia una relación con una persona específica, es una actitud, una orientación del carácter que determina la relación de una persona con el mundo en su totalidad, no con un "objeto" amoroso. Si una persona ama sólo a otra pero es indiferente al resto de sus semejantes, su relación no es amor, sino una relación simbiótica o un egotismo ampliado.

. . .

Si puedo decir a alguien: "Te amo", debo poder decir: "Amo a todos en ti, a través de ti amo al mundo, en ti me amo también a mi mismo". Si no, no es amor.

. . .

Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas de amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento."

                                                        (Erich Fromm, "El arte de amar")

 

Descubrí ese libro en mi adolescencia, y forma parte de ese puñado que cambió radicalmente mi vida.

Desde entonces, cuando tengo que decidir si un acto o actitud de cualquier persona, hacia mi o hacia otra, es o no un saludable acto de amor, condición imprescindible para conocerla, la hago pasar por ese filtro de las cinco condiciones del amor, y nunca ha fallado.

A lo largo de décadas, el olvido ocasional de ese análisis sí que me ha creado problemas, así que hoy, al tiempo que lo comparto, lo recuerdo, y que cada cual saque de él el  bienestar o sabiduría que pueda y sepa obtener.

 

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VIVIR

 

VIVIR

 

Vivir es asistir a una escuela en que todos somos maestros y alumnos a la vez.

El peor maestro es quien cree que tiene más que enseñar que por aprender, y el peor alumno, el que no sabe reconocer que lo es.

 

VIVIR

 

Mientras sólo los vivos hablen sobre vivir y los difuntos se mantengan callados, hemos de reconocer que el tema nunca pasará de ser un diálogo de sordos.

 

VIVIR

 

Vivir es el único juego en que, al final, no gana la banca ni los banqueros.

 

VIVIR

 

Vivr es ser el cubilete en que unas manos, que algunos llaman dioses, deciden nuestros dados, y con ellos, nuestro destino.

 

VIVIR

 

Si tuviéramos que pagar alquiler por vivir, aprovecharíamos mucho más cada minuto de vida.

 

VIVIR

 

Todo el misterio de vivir se reduce a un grito, una palabra, un susurro, o tal vez, un suspiro, entre dos silencios eternos.

 

VIVIR

 

Vivir es un partido que siempre se juega en campo ajeno.

 

VIVIR

 

Vivir es creer que es suficiente buscar las respuestas, aún sabiendo que nunca las encontraremos mientras estemos vivos.

 

VIVIR

 

Vivir es regatearle cada minuto a esa Flaca que siempre está por nuestros huesos.

 

VIVIR

 

Vivir es apostar en cada momento que habrá un siguiente.

 

VIVIR

 

Vivir sólo es un problema cuando empezamos a preguntarnos: ¿Qué es vivir?

 

VIVIR

 

Vivir es caer en la fantasía de que hacemos un trato imposible con el tiempo.

 

VIVIR

 

Vivir es participar de un juego cuya complejidad ni remotamente sospechamos.

 

VIVIR

 

Vivir es aguantar las ganas de orinar con la baldía esperanza de que el final de la película valga la pena.

 

 

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VIVIR

 

VIVIR

 

Vivir es caer en la fantasía de que hacemos un trato imposible con el tiempo.

 

VIVIR

 

Vivir es el único juego en que, al final, no ganan la banca ni los banqueros.

 

VIVIR

 

Vivir es un partido que siempre se juega en campo ajeno.

 

VIVIR

 

Vivir es aguantar las ganas de orinar con la baldía esperanza de que el final de la película valga la pena.

 

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EMOCIONES: LA RABIA

 

¡Qué rabia que a ciertas personas no les dé rabia que a mi no me dé rabia ver perder la dignidad a ciertas personas!

 

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EMOCIONES: ALEGRÍA

 

Nací sin nada y todo tengo, por tener tengo hasta el sueño de tenerlo todo, a lo loco y a mi modo, siempre encuentro la manera de ver forma de pera a un avispero o a una calabaza, ya que al final todo pasa, no amarguemos, me digo,   el camino.

 

Me crié entre algodones, aunque con algunos coscorreones, merecidos, según ellos, yo siempre iba a degüello, sin más linea que la recta, pero ¡ay, vida infecta!, al parecer nadie entendía el juego.

 

Ya en plena adolescencia tomé nota y conciencia de cuanto se cuece en el mundo, dudé entre ser vagabundo, recorrer lo profundo, con etiqueta filosófica, o ponerle una nota tragicómica al potaje en cuestión. Fue la última decisión, ser buenamente lo que se pueda, regalar amistad a la primera, y ponerle precio según el aprecio, asi me siguen sobrando dedos para contar a cuantos humanos puedo llamar amigo sin encontrar detrás interés o desprecio.

 

Vinieron luego los hijos, ¡ah, que maestros tan bien ilustrados!, como sabios que eran, veían todo por todos los lados, hasta que llegó la vida que llaman verdadera y los volvió, como a todos, tarados.

 

Ya en el medio siglo, y sin más crisis que las habituales, tomé nota: esto se acaba y nos falta el chiste, me dije con cierta aprensión, o vivimos una evolución, o la vida nos negará hasta el alpiste.

 

Y aquí andamos, con cierta edad, sin sosiego, pero con curiosidad, que siempre hay rapaces que otean, intentando matar aquello que antes en si mataron, que manía singular, matar sabiéndolos mortales, una muy humana necedad.

 

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EMOCIONES: EL MIEDO

 

 

 

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UN DÍA PENSÉ ALGO

 

En la casa que contruyó mi bisabuelo, la "Casa Vieja", que tiene la

particularidad de que, a pesar del tiempo transcurrido, nadie murió

nunca en ella, mientras en la casa de enfrente, la "Casa Nueva", ya

tres almas pasaron a una supuesta mejor vida, me calentaba, durante

las frías noches gallegas, con una vieja estufa de hierro, en la que

iba quemando, como un quijote desquiciado, cuadernos, escritos,

periódicos, y algún que otro libro que no había conseguido pasar la

censura del tiempo, o resistido el ataque de la carcoma.

 

Una noche, recordando que había oído que la temperatura bajaría de los

cero grados, preparé con tiempo la estufa, cargándola con más y más

papel, más libros, y hasta con una gruesa guía telefónica que, para su

desgracia, acertó a pasar por allí.

 

Esa noche fue imposible hacer funcionar la estufa, que se apagaba una

y otra vez, ahogada por tanta literatura, escritos y recuerdos, que

impedían la combustión.

 

Cuando el frío me iba calando con su abrazo, práctica y preámbulo de

una muerte que siempre es repetidamente anunciada, pensé: "Éste es el

error que tantas veces he cometido en la vida: demasiada emoción,

demasiada ingenuidad, demasiada pasión, demasiada esperanza en que

cada persona dé sus mejores frutos, cuando a menudo tienen miedo a

florecer siquiera, demasiada confianza en que una limpia intuición

empuje a mis hermanos humanos a apreciar la belleza y el orden que

reinan en el caos aparente, a que aprendan el valor de las cosas y

olviden su precio, a que se burlen, por una vez al menos, de su

sobrealimentado ego, y aprendan a sonreir a, y jugar con . . . la vida

. . .

Demasiada . . .

 

Por eso, en ocasiones, esa misma vida me ha negado su llama, o me ha

castigado con el humo del hastío, la indiferencia, o la desesperanza

ante tanta necedad y locura disfrazadas de cordura."

 

Y para no ahogarme, como la estufa, en mi mismo, al menos por esa

noche, dejé de pensar.

 

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UN DÍA PENSÉ ALGO

 

En las frías noches gallegas, en la casa que mi bisabuelo había construido con sus manos, me calentaba con una vieja estufa de hierro, en la que iba quemando, como un quijote desquiciado, cuadernos, apuntes, recortes de periódicos, escritos, y algún que otro libro que no había conseguido pasar la censura del tiempo.

 

Una noche, recordando que había oído que la temperatura bajaría de los cero grados, preparé con tiempo la estufa, la fuí cargado de más y más papel, más libros,  y hasta con una gruesa guía telefónica que, para su desgracia, paraba por allí.

 

Esa noche fue imposible hacer funcionar la estufa, que se apagaba a cada rato, ahogada por tanta literatura, escritos y recuerdos que impedían la combustión.

 

Cuando el frío me iba calando con su abrazo, práctica tan pueril como habitual de una muerte que siempre es anunciada, pensé: "Este es el error que tantas veces he cometido en la vida: demasiada pasión para un mundo que confunde pasión con locura, demasiadas emociones para rebaños humanos tan sensibleros como insensibles,  demasiado lento en aprender lecciones que ninguna persona debería guardar nunca en la memoria, pero que son cotidianas en la memoria colectiva, obstinado e incapaz de usar el truco de creer que el dolor ajeno no me incumbe, y de que cada uno debe ser responsable del dolor que siembra con su egoísmo y sus miedos.

Tal vez por eso la vida, en ocasiones, se ha negado a calentarme con su llama, porque no he sabido, como la gente normal, como tantos que se dicen mis amigos, dejar espacios vacíos, huecos fríos, esquirlas de murmuración, con las que convertir en aparentemente tolerable la vida, aunque sea a base de transformarla, con el tiempo suficiente, en absolutamente insoportable".

 

Y para no ahogarme en mi mismo, al menos por esa noche, dejé de pensar.

 

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UN DÍA PENSÉ ALGO

 

En las frías noches gallegas, en la casa que mi bisabuelo había construido con sus manos, me calentaba con una vieja estufa de hierro, en la que iba quemando, como un quijote desquiciado, cuadernos, apuntes, recortes de periódicos, escritos, y algún que otro libro que no había conseguido pasar la censura del tiempo.

 

Una noche, recordando que había oído que la temperatura bajaría de los cero grados, preparé con tiempo la estufa, la fuí cargado de más y más papel, más libros,  y hasta con una gruesa guía telefónica que, para su desgracia, paraba por allí.

 

Esa noche fue imposible hacer funcionar la estufa, que se apagaba a cada rato, ahogada por tanta literatura, escritos y recuerdos que impedían la combustión.

 

Cuando el frío me iba calando con su abrazo, práctica tan pueril como habitual de una muerte que siempre es anunciada, pensé: "Este es el error que tantas veces he cometido en la vida:

 

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SI VIVIR CONSISTIESE EN DARSE CUENTA

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, las preguntas, moribundas, soñarían con su respuesta perfecta,  mientras los sonidos, vagabundos, acamparían ante obeliscos rodeados de azaleas de metal.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, hasta las motas de polvo arañarían los silencios, las esmeraldas enrojecerían de vergüenza, y la primavera haría huelga indefinida ante la infamia.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, todas las hiedras encontrarían su muro perfecto,  todos los ríos su cauce amable, y todas las voces su lugar en los sueños.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, no existirían las apuestas, las religiones, ni las dudas. Todo sería de una agridulce evidencia anodina, una patética cotidianeidad de dioses.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, sobrarían la mitad de las palabras e incluso algunas miradas, nunca habría preguntas inoportunas, ni ilusiones indiscretas. Todos rodaríamos por la vida con una tan ingenua como perseverante mirada de asombro.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, recibiríamos como extraño premio y merecido castigo el caer en la cuenta de cuanto tardamos en darnos cuenta de lo grandiosa que es la aventura de vivir.

 

Si vivir consistiese en darse cuenta, sentiríamos una profunda vergüenza al comprobar a qué llamamos, hoy en día, vivir.

 

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LAS DISCULPAS

 

Tan desacostumbrados están los súbditos y vasallos a la libertad, el respeto y la igualdad, y tan acostumbrados están a la hipocresía,  la demagogia, el oportunismo y la doblez, a cargar a otros el peso de sus errores, a traicionar amistades y acusar de imponer mientras se impone el capricho propio, que caen rendidos a los pies de su rey cuando éste pide unas patéticas disculpas.

Besad su culo como desde niños os han enseñado que se debe hacer con la autoridad, repetid incansables cuanto el eco de la educación nacional católica dejó en vosotros,  demostrad como él que, aunque canallas, tenéis al menos la mínima inteligencia que requiere la disculpa oportunista.

¿O ni a eso llegáis?

 

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SECRETOS TRAS LA PUERTA

 

Descubrió, oyendo accidentalmente tras una puerta, lo último que hubiera elegido saber.

En su desesperación, lo resolvió etiquetándolo como secreto y no volviendo a hablarse a si mismo de ello.

 

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SECRETOS TRAS LA PUERTA

 

Cuando hay secretos, o puertas, o secretos y puertas, o secretos tras las puertas, es que algo no va bien.

 

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INVENTARIO DE VERSOS Y ESCOMBROS

 

Un verso para sobrevivir, otro para tener, a pesar de todo, fe en el ser humano, y un tercero que nos enseñe a amar. El resto, sólo escombros.

 

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LAS REBAJAS

 

No he recorrido ese camino, los bichos raros solemos ir por senderos poco transitados de la selva, pero por lo que he visto y me han contado, las cosas suelen funcionar así:

Primero suele suceder, aunque no siempre, una locura transitoria a la que se llama enamoramiento, provocada por un verdadero torrente bioquímico, unida a un mágico misterio aún a medio descifrar.

En esa etapa todo es mejor incluso de como debe ser, se inicia un juego que sólo comprenden quienes lo juegan o ya lo han jugado alguna vez, y cuyas reglas es imposible explicar a los profanos.

"Mis ojos son tuyos, y sabes que sólo veo a través de tu mirada . . . " o cosas similares se susurran en esta etapa con total seriedad, sinceridad y convencimiento.

Dicen que suele durar esta etapa tres o cuatro años, aunque he visto casos extraordinarios que han encontrado la fórmula, generalmente agridulce, de prorrogarlo durante bastante tiempo más.

Pero luego, en la inmensa mayoría de las parejas, llegan las rebajas.

Un día ese lunar, hasta entonces hermoso y turbador al lado de su labio, pierde su encanto, o se le mira de otra manera más profana, o resulta que ahora, simplemente, es tan sólo un lunar.

Él o ella ya no son esa persona interesante de no mucho tiempo atrás, algo parece haber cambiado, se rebaja la ilusión, se rebaja la empatía, las ganas de compartirlo todo, y parece que veinticuatro horas es tiempo más que suficiente, si no demasiado, para estar al lado de esa persona, algo impensable tan sólo un año antes.

Maleducadas como suelen ser las personas normales, miran a su alrrededor, ven a sus padres y a otras parejas caer en la misma trampa y piensan que es el proceso natural, que es así, y así está bien . . . y continúan las rebajas.

Como las cosas, en realidad, no están bien, ni mucho menos, él o ella, o ambos, se sienten frustrados, y al apenas conocer su propia naturaleza humana, porque lo de "Conócete a ti mismo" se pasa cíclicamente de moda, buscan, y eso siempre se encuentra, una salida para esa frustración, aunque no suele ser una salida muy saludable.

La rebaja mayor, hasta transformarse en una auténtica y dramática ganga, se da en la comunicación, vía de agua que se suele intentar tapar patéticamente con cenas con velitas y viajes más o menos exóticos, con resultados, en el mejor de los casos, tan sólo provisionales.

En medio de toda esa metamorfosis y elegía a la rebaja nacen, nadan, y muchas veces naufragan, los hijos, siendo al mismo tiempo muy bien instruídos, de la forma más eficaz, mediante el ejemplo, de cuáles son los errores que han de llevar a cabo llegado el momento, a fin de perpetuar de forma normalizada el comportamiento normal de personas normales, si quieren aspirar a tan egregia y repetable categoría social.

Y las rebajas continúan . . .

Cuando la frustración pasa cierto límite, el aislamiento no es suficiente, se necesita un chivo expiatorio a quien hacer responsable de todos los miedos y miserias, a quien culpar por estar desperdiciando nuestra vida, algo que intuimos con incómoda seguridad, y nadie mejor que quien tenemos más a mano y vemos más a menudo: él o ella.

Cada uno, según su personalidad, lo expresará a su manera, con silencios, con reproches, con agresividad, activa o pasiva, con mentiras, con infidelidades, con gritos, como sea, pero siempre con la certeza inmutable de estar haciendo lo correcto, y de que no hay una alternativa mejor. Ah, y de que el otro u otra, por supuesto, se lo merece . . . En nombre de un supuesto amor supuestamente incomprendido se pueden llevar a cabo las peores canalladas.

El carácter se vuelve agrio, él generalmente agresivo y arrogante, portador de la soberbia certeza del idiota, y ella reprimida y no menos agresiva, aunque lo disimule con mayor o menor arte, murmurando y cotilleando sobre otras vidas, de mujeres no tan normales, y de las que, secretamente, le gustaría participar o formar parte.

Así, cuando las rebajas que han cercenado la comunicación y la convivencia, se avalanzan sobre el respeto, el infierno ya está completamente retratado.

Luego, por lo visto, unos recurren al divorcio, a fin de prepararse para repetir curso, o sea todos los errores desde el principio, y otros recurren a la paciencia, ya completamente convencidos de que son personas normales que han llevado una vida completamente normal, una vida, en definitiva,  como debe ser, y criticarán con firmeza cualquier forma de vivir alternativa y que no entre en sus estrechos esquemas mentales.

Llegan así al penúltimo paso, cuando acuden cada año, como un ritual sagrado, y ya con cierta edad, a las rebajas, del brazo el uno del otro, mirando ambos pasar a su lado una vida y juventud que nunca volverán, convencidos de que aquello que sucedió al principio, y que ya apenas recuerdan, no eran más que locos sueños de alocados jóvenes incapacitados en ese momento para ser respetables personas normales.

Sospecho que la mayoría ni siquiera tienen el valor para reconocer, en un postrero acto de dignidad, que aquellos sentimientos y aquellos momentos fueron los únicos, o los muy pocos, en que la vida no fue rebajada en su mágico e inmenso valor.

 

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AÑO 2012

EL CARRO, LA LUNA, LA MUERTE, LA JUSTICIA, LA SACERDOTISA, EL LOCO, EL JUICIO, EL MAGO

 

Seguiremos tirando del carro, de sol a sol y de luna a luna, hasta la muerte,  reclamando ansiosos un sorbo de justicia, hasta que una sacerdotisa, o un loco, emitan y hagan realidad un juicio justo para todos.

Aunque es más bien trabajo de magos el crear y alimentar esa mágica ilusión que nos mantenga, a pesar de todo, a todos tirando del carro.

 

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ORA PRO NOBIS

 

Entre el ora y el nobis,

un pobre ser perdido,

cual perro hambriento

busca razón a su destino.

 

Entre el ora y el nobis,

poco más que miedo,

y la vida debatiendo,

el puedo y el quiero.

 

Entre el sólo tú del ora,

y el nobis de todos nosotros,

apenas una brisa en el rostro,

apenas una tímida aurora.

 

Entre el tú que no comparte,

y el nos que ni aprende ni perdona,

gotas de tiempo se reparten,

entre almas que vagan solas.

 

Entre el tú de lágrimas secas,

y el triste nosotros linchador,

¿quién abrirá al fin las puertas,

que alivien el hedor del rencor?

 

Entre el ora pro nobis desesperado,

y el oremus pro nobis hermanado,

todo gira, todo nace, todo es y vive,

en un mundo perfectamente desordenado.

                                                           

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CARTA DE AMOR A UN BANQUERO

 

Muy Sr. mío:

                Usted no me conoce personalmente, soy uno de sus miles de   clientes, una de esas personas que le entrega sus ahorros de toda la vida o del último mes, si los hay, y con ellos, unido a los de miles de ciudadanos más, ha creado usted su negocio.

                      Al ser usted una persona cuya cultura se da por hecho, seguro que tendrá conocimiento de que su profesión ha sido, a lo largo de la historia, y en muy diferentes culturas, una de las más despreciadas, considerándose a los banqueros y prestamistas los penúltimos en la escala social, sólo por delante de los esclavos. Nuestros antepasados, inmersos en un mundo duro y hostil, donde sobrevivir suponía un tremendo esfuerzo diario, despreciaban profundamente a quien vivía del trabajo ajeno, y como posiblemente también sabrá, durante siglos, a lo largo de la Edad Media europea, la usura fue de los delitos más duramente castigados. Me dirá usted, con cierta lógica, que eran otros tiempos, el mundo era más primitivo, más simple y el ser humano poco más que un animal luchando por su superviviencia.

                 No será necesario que le recuerde tampoco, desde mi modesta posición de historiador, cómo aquellos primeros banqueros, muchos de ellos clandestinos al principio, fueron transformando su lucrativo negocio en poderosas organizaciones que acababan decidiendo, incluso, quién había de reinar o gobernar, o qué pueblos habrían de padecer una guerra o genocidio a fin de mantener y aumentar el poder de dichas organizaciones.  Así llegamos, como usted sin duda sabe, al presente, donde se permiten decidir, ya sin disimulo, quienes habrán de ser los presidentes o primeros ministros de turno, sin pasar por el trámite de unas elecciones supuestamente democráticas.

                        Pero es de otra forma como me quiero dirigir a usted, no desde el reproche o la confrontación, sino buscando cuanto, como humanos, tenemos en común que, si lo hacemos desde un punto de vista pragmático y dialogante, redundará, sin duda, en un beneficio mutuo, por extraño que pueda parecer a simple vista.

                        Usted, como yo, y como todos nuestros semejantes, por el hecho de nacer en este planeta está supeditado a la vida del mismo, la salud del planeta no es ya un asunto de jóvenes ecologistas, es un asunto serio cuyo desenlace, por mucha información que creamos tener, se nos escapa. Ya hemos conseguido identificar todas las extinciones habidas en nuestro planeta desde su formación y sabemos, sin lugar a dudas, que ha habido algunas peores que la que estamos provocando nosotros, pero ninguna a un ritmo tan acelerado. Nos encontramos en una encrucijada, y si se cumplen las peores previsiones, de poco servirán las disculpas que cada uno alege llegado el momento, será una condena sin apelación.  Por el poder que uswted postenta, muy por encima de muchos gobernantes, su responsabilidad es también mayor, y tal vez lo que menos llegue a imaginar es que algunas de sus decisiones pueden dar lugar en un futuro más o menos cercano, a la muerte de millones de personas, entre los que pueden encontrarse sus mismos descendientes. Por favor, reflexione.

                         Usted posiblemente sea una persona de ideas conservadoras, pues bien es sabido que la banca siempre ha tenido esa tendencia natural a ponerse del lado de ideologías que pretenden mantener las cosas como está o incluso volver a lo más tradicional si cabe. Esa es una actitud, señor mío, sumamente llamativa en usted, porque si algo ha caracterizado a la banca a lo largo de los siglos es el aprender de los errores cometidos y adaptarse a los cambios.

Le infito a echar un vistazo a la historia: La banca apoyó a las monarquías europeas contra las ideas de la revoluciones que se dieron en los actuales Estados Unidos y Francia, pero con el tiempo, ese modelo fue el adoptado por la mayoría de los países. Ustedes se opusieron a la abolición de la esclavitud, que consiguieron retrasar, pero fue abolida a lo largo de dos siglos. Se opusieron también a la igualdad racial, pero es, al menos teórica y legalmente, un hecho en casi todo el muno. Se opusieron al derecho a voto de las mujeres, la mitad de la humanidad, pero ya es un hecho. Se opusieron, de la mano de estamentos religiosos, al divorcio, que no sólo se intituyó, sino que es, estadísticamente hablando, más practicado por personas conservadoras que por parejas progresistas. Puede dar la impresión de que han apostado siempre a caballo perdedor, pero no es el objeto de este escrito hacer reproches, sino invitarle a comprender que, desde un punto de vista histórico, el cambio es una condición permanente. Ahora una nueva idea, un movimiento ciudadano nuevo, está surgiendo en el llamado Primer Mundo, y posiblemnte se irá extendiendo, de una forma u otra, al cabo del tiempo. Usted se opone, piensa eu esos ciudadanos son sus enemigos, pero olvida que no es un odio personal el que sienten hacia usted, tan sólo exigen un mínimo de justicia, que no arruinen sus vidas para poder aumentar unas décimas el porcentaje de beneficio anual. Pero por encima de eso, esas personas reclaman un sitema social más avanzado, más evolucionado, que antes o después ha de llegar, permitiendo decidir a todos los ciudadanos cuanto afecta a su vida social. Si usted admite el derecho a voto, ¿por qué no admitir que ese derecho se practique más a menudo a través de sitemas informatizados? Seguro que se tomarán decisiones que le perjudicarán, pero a cambio, por ser como somos, una especie social, las decisiones de la mayoría serán casi siempre beneficiosas para la mayoría, y eso le incluye a usted y sus familiares. Si lee con detenimiento la historia y la experiencia que nos transmite, se convencerá sin la menor duda de que esa idea saldrá adelante y se convertirá en una realidad, y ante eso tiene usted dos opciones, navegar al ritmo de la historia u oponerse a ella, por el primer camino posiblemtne podrá conservar usted parte de su fortuna e incluso algún privilegio, por el segundo, forzará a un cambio más radicalizado que a nadie beneficiará. Por favor, reflexione.

                             Usted, como yo tiene hijos, y posiblemnte nietos, para los que deseará, sin duda, el mejor futuro posible. Como sin duda sabrá, en los últimos años se está dando en el mundo un fenómeno de acumulación de reiqueza que nos ha hecho retroceder a índices de los años veinte del siglo pasado. Puede pensar que si esa acumulación se da enusted y su familiares supondrá algo beneficioso para ustedes, pero la historia nos demuestra que ese es un proceso sumamente peligroso que origina tensiones que desembocan inevitablemente, en cambios sociales drásticos, sangrientos en muchas ocasiones, ¿es ése el futuro que desea?

Una suma de diez millones de euros es más que suficiente para garantizar no sólo la supervivencia, sino verdadero bienestar material a cualquier ser humano. Si, a partir de ahí, seguir acumulando riqueza crea esas peligrosas tensiones sociales, no parece muy acertado continuar pos ese camino.

Me dirá que desconozco los mecanismos reales por los que se mueve el mundo, que el hombre es un lobo para el hombre, etc., etc., pero yo le hablo desde la experiencia histórica, algo concreto, mientras que usted me habla de la supervivencia de un sistema que es, matemáticamente hablando, insostenible, porque eso que llamamos crecimiento económico tiene como frontera el mismo planeta, y antes o después ha de cambiar a otro modelo, cualquiera, pero sostenible. Por favor, reflexione.

                      Usted, y en eso tal vez no nos parezcamos, posiblemente se sentirá atraído por la idea de pasar a la historia, de ser recordado no sólo como un banquero más, uno entre cientos, uno más, por poderoso que llegue a ser, sino como alguien merecedor de ser conservado en la memoria colectiva de nuestra especie. Ese puesto lo ocupará el banquero o banqueros que sepan adelantarse a la historia, que no se queden encerrados en la acumulación de riqueza, sino que sepan plantar, con imaginación e inteligencia, un modelo social de convivencia que redunde en bienestar social. No le hablo, supongo que ya lo sabrá, de repartir generosamente su riqueza, sino de crear mecanismos  que aseguren la paz, el bienestar y la cultura entre los seres humanos. Por favor, reflexione.

                          Nuestros mundos y nuestras vidas pueden parecer muy alejados y diferentes, pero compartimos mucho más de lo que imaginamos.  Usted o yo podemos caer víctimas de una enfermedad, y tal vez nos espere una muerte evitable si determinado laboratorio, tal vez incluso uno cercano o dependiente de su banco, no ha fabricado ese medicamento que nos podría curar, porque no es rentable por ser demasiado efectivo, sin duda sabe que esas cosas suceden a diario. Ambos podríamos morir víctimas de la codicia, y de poco le serviría su enorme fortuna, no se podría desarrollar ese medicamento en semanas. Usted, como yo, puede ser víctima de cualquier acto delictivo, y nos puede costar también la vida. Como sabrá, la delincuencia es endémica donde canmpa la miseria y la frustración, y son las llamadas sociedades del bienestar  las más seguras en ese sentido. Por supuesto usted puede pagar escoltas y hasta ejércitos, pero el rencor que millones de personas van acumulando  hacia usted y su profesión es tan peligroso como imprevisible.

Usted, como yo, toma a diario alimentos envasados en recipientes que ya sabemos que son tóxicos a largo plazo, posiblemnte conocerá el resultado de los análisis hechos a eurodiputados hace unos años, en los que setectaron hasta setenta componentes tóxicos, a pesar de ser todos ellos personas que habían llevado una vida materialmente acomodada. La mayoría de esos tóxicos no contamos con la tecnología para eliminarlos, ni se dedican apenas medios a investigarlas, hay quien considera que no son rentables dichos estudios. Esos venenos que circulan por su sangre y la mía nos condenan a ser las primeras generaciones de un ser humano tan consumido como consumista, hace que ya el 40% de los hombres europeos tengan problemas de fertilidad, y que vayan naciendo hgeneraciones de seres débiles y condenados a la extinción. También sucedió antes entre los patricios, la aristocracia de la antigua Roma, víctimas de las lujosas y carísimas tuberías de plomo para canalizar el agua a sus viviendas. Los plebeyos, que Bebían el agua directamente de los pozos , sobrevivieron.

                             Como ve, tenemos en común mucho más de lo que, en principio podríamos pensar. Por ello le invito a cambiar, aunque sea levemente, su punto de vista, que sin duda condicionará sus acciones.  En unos años, usted como yo, no seremos más que el recuerdo de nuestros actos, nada más, poco importará que nuestra tumba sea de mármol o simple tierra. No tiene sentido acumular cuanto, ni podremos disfrutar, ni hará que sobreviva de nosotros un recuerdo amable en quienes nos den sepultura. Muy posiblemnte no recordará usted el nombre de ningún gobernador británico de la India mientras fue colonia británica, pero Gandhi está en su memoria, en la mia y estará también en la de nuestros descendientes. Ese es el destino humano, y no lo digo en un sentido romántico o metafórico, a través de la ciencia ya hemos podido demostrar, matemáticamente mediante la Teoría de Juegos, y neurológicamente con el descubrimiento de las neuronas espejo, la importancia de la sociaedad en nuestra especie, nada somos los unos sin los otros, y llegados al punto de desarrollo en que no sencontramos, sólo los que lo comprendan sabrán navegar en la historia futura. Quienes se opongan, las llamadas personas neofóbicas,  conseguirán retrasarlo, tal vez unas décadas, tal vez un siglo, pero no podrán detenerlo, nunca pudieron antes. El resto de la humanidad seguirá su camino, antes siervos, después ciudadanos que delegaban las decisiones, quieren ahora ser ciudadanos que tomen las decisiones que les afectan, y lo conseguirán, porque han elegido el camono que está en la misma estructura de su especie, la colaboración y el apoyo mutuo.

El motivo de la presente no es otro que invitarle a que se informe, a que reflexione,  y pueda participar de ese cambio, de ese paso evolutivo, que espero sepa comprender y del  que depende nuestro futuro y el de de nuestros descendientes.

                              Sin otro particular, le saluda muy atentamente;

                                            Un ciudadano.                        

                      

Nekovidal 2012 – nekovidal@arteslibres.net

 

 


¿CUÁNTOS LECTORES NECESITA UN ESCRITOR?

 

Si escribe por necesidad, cuantos más, mejor, porque el hambre no entiende de juegos, ni de arte, ni de dignidad.

 

Si escribe por placer, ninguno, porque con todos compartirá, sin pedir nada a

cambio, cuanto escriba, pero a nadie necesitará.

 

Pero si escribe por vanidad o arrogancia, nunca tendrá suficientes.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 


DEJA VU

 

Giraba y giraba autoconvenciéndose de que en cualquier momento, cuando quisiera, podría dejar de hacerlo.

Era una pieza de un engranaje, uno de los tantos que mordía con aparente perfección mecánica una rueda dentada.

Se sabía parte de un todo y sabía que su existencia era perfectamente circular.

 

Su vida era un eterno deja vu.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 


15M – DRY: UN FUTURO POSIBLE

 

El 15 de mayo de 2011, coincidiendo con profecías mayas que hablaban de un cambio de rumbo para la Humanidad, que muchos interpretaron en un primer momento como el anuncio del fin de ésta, nació en una plaza de Madrid, la llamada Puerta del Sol, el movimiento ciudadano  15M.

Tras la ilusión inicial, que movilizó a cientos de miles de personas, pareció perder fuelle, aunque se mantuvieron activos todos los grupos que habían dado lugar a él.

En el obsoleto parlamento oficial de aquella tierra, llamada entonces España, el modelo democrático nacido dos siglos antes comenzó a descomponerse víctima de sus propias contradicciones.

 

Las elecciones generales habían dado el triunfo a los partidos conservadores, aunque en realidad sólo 3 de cada 10 ciudadanos le habían dado su voto, con lo que la permisividad inicial hacia el movimiento ciudadano se transformó en persecución más o menos encubierta.

No pudiendo reunirse pacíficamente en las plazas como habían hecho hasta entonces, los ciudadanos se refugiaron en Internet, donde encontraron cierta seguridad, al tiempo que informaban incansablemente al resto de sus conciudadanos sobre los entresijos de un sistema corrupto que sólo conservaba de democrático el nombre.

La ola de indignación continuó creciendo, con la inesperada ayuda de un gobierno conservador que ni se molestaba en esconder, ni podía, sus juegos políticos y su pésima gestión económica, esquilmando toda la riqueza pública mediante privatizaciones, agravadas por innumerables casos de corrupción, al tiempo que se agudizaba la crisis económica y aumentaba el paro.

Aún pasarían dos años hasta que el Parlamento Ciudadano Digital contó con el número suficiente de personas que votaran en él, al tiempo que renunciaban al voto en las elecciones de los partidos políticos, que hacían campañas publicitarias tan costosas como inútiles, generosamente subvencionadas por la banca.

Cuando el número de ciudadanos que votaban en un sistema democrático participativo a través de la red sobrepasó el sesenta por ciento, la clase política comenzó a preocuparse seriamente: redujeron sus sueldos y privilegios, que pasaron a ser compensados por donaciones ocultas de la banca, y admitieron algún tipo de participación de los ciudadanos en los plenos parlamentarios, comenzando a llevar a cabo ciertas reformas que habían sido reivindicadas por éstos desde mayo del 2011. Pero ya era tarde, la mayoría votó mantenerse al margen de un sistema que ya sabían completamente dependiente de la banca y las grandes corporaciones empresariales.

 

Se intentó hacer obligatorio el voto, pero fue inútil: ni se votaba ni se pagaban las multas por no votar. Cuando dichas multas se empezaron a descontar directamente de las cuentas bancarias de los ciudadanos, éstos optaron por cancelarlas y guardar en sus casas sus ahorros, con el consiguiente perjuicio para la banca, que se debatía, sin solución, entre sus intereses y sus intereses, como de costumbre.

 

El siguiente paso fue la objeción fiscal: el ya sesenta y cinco por ciento de los ciudadanos se negó a pagar impuestos salvo que éstos fueran administrados por ellos mismos mediante votación de los presupuestos generales a través del parlamento digital, el único que sentían que les representaba.

Esta acción, paradójicamente, tuvo poca repercusión en España, pues la mayoría de los impuestos sobre la renta se descontaban directamente de las nóminas de los asalariados, que significaban el setenta por ciento de la recaudación total, pero fue una medida sumamente efectiva en otros lugares de Europa.

 

Los ciudadanos optaron luego por utilizar otra herramienta a su alcance: el consumo: Se fueron confeccionando listas de bancos y empresas corruptos o que fomentaban guerras y especulaciones financieras, centrando la acción contra un conjunto de ellas, que acababan con grandes pérdidas al cabo de pocas semanas. Éstas reaccionaron comprando y vendiéndose mutuamente las acciones, a fin de desorientar a los ciudadanos, que decidieron entonces ir creando sus propias empresas y cooperativas, todas administradas horizontalmente mediante un sistema de democracia participativa, y sustentadas con los millones de euros que constituían los ahorros guardados por las familias en sus propias casas.

 

Las recién creadas cooperativas utilizaron como medio de publicidad, que resultó asombrosamente efectivo, la renuncia a la obsolescencia programada de la que hacían uso el resto de las empresas: cada aparato fabricado en las cooperativas de la red 15M era entre tres y diez veces más duradero que los habituales en los comercios. Este hecho, unido a las carencias provocadas por la crisis en la clase media, provocó un enorme e inesperado aumento de la demanda, al poder adquirir los ciudadanos aparatos y utensilios de todo tipo de mucha mejor calidad que los habituales y al mismo o menor precio.

 

Las cooperativas 15M, autogestionadas por sus propios trabajadores, tenían tales índices de crecimiento, que se multiplicaban por todo el mundo, dando trabajo a millones de parados, que disfrutaban de salarios por encima de la media, al repartirse la plusvalía que en las antiguas empresas pasaban a engrosar la fortuna de una minoría dirigente o directamente de la banca que las financiaba y controlaba.

Los bancos y sus portavoces, los políticos, pensaron: si no les permitimos crear esas cooperativas, no dejarán circular el capital y nos arruinaremos, y si se lo permitimos, serán nuestros competidores. Tuvieron que optar, inevitablemente, por lo segundo.

 

Los aún verdaderos y poderosos dueños del mundo empezaron a impacientarse e intentaron, como último recurso, hacer uso de una herramienta que había resultado muy efectiva en dos ocasiones, un siglo antes, para neutralizar movimientos obreros y ciudadanos de todo tipo: una nueva guerra mundial.

Se pretendió enfrentar a Europa con los pueblos musulmanes del otro lado del Mediterráneo, con el pretexto de un fortalecimiento del integrismo religioso, pero los ciudadanos de ambas orillas no cayeron en la trampa. Fue el gran examen para el pacifismo del que siempre había hecho gala el 15M.

 

Nunca vieron las calles de Europa manifestaciones mayores que las de entonces, con millones de personas diciendo no a la guerra y miles de soldados, ya demasiado acostumbrados a participar en acciones humanitarias, negándose a participar en ella. Fue entonces cuando el sistema recurrió, sin miramientos, y despojándose de su máscara, a la violencia. Miles de mercenarios llegados de todas partes del mundo, y muy bien pagados por la banca, recorrieron las calles de la mitad de las calles de Europa disolviendo violentamente cualquier pequeño grupo de ciudadanos que encontraran debatiendo en las plazas.

Pero quedaba internet, la red que ya antes había servido de refugio, la red que no podían desconectar sin sufrir enormes pérdidas económicas, pues bancos y grandes empresas, en su codicia, habían reducido sustancialmente sus plantillas de trabajadores, sustituidos por los muy efectivos sistemas informáticos.

 

Fue entonces cuando el azar sonrió al 15M, dándole el impulso final definitivo: en China también había movimientos contestatarios, pero de índole diferente a los europeos, surgidos de una recién nacida clase media que reclamaba mejores servicios e infraestructuras sociales, y fomentados por los servicios secretos estadounidenses, que veían pasar su hegemonía mundial a manos chinas, pero no podían enfrentarse de una forma directa, ni comercial ni militarmente, al renacido y ancestral imperio, pues ambos poseían armamento nuclear.

El gobierno chino, incapaz de combatir eficazmente la corrupción, y consciente del peligro que significaban las revueltas, optó por apoyar y adoptar el modelo de democracia participativa nacido en Europa, a fin de debilitar a sus competidores gobiernos occidentales, y porque lo consideraron más cercano, al menos teóricamente, a su cultura e ideología, y un mal menor comparado con la alternativa: un país dividido y sumido en el caos, como ya había sucedido siglos antes con la llegada de la marina británica, durante las humillantes Guerras del Opio.

 

Las ya miles de cooperativas 15M distribuidas por todo el mundo eran, además, muy buenos clientes del gigante asiático, y la carencia de materias primas hacía de la fabricación de aparatos sin obsolescencia programada una alternativa válida para China, y la única forma de poder garantizar un nivel de vida suficiente para sus ciudadanos, neutralizando así parte del descontento de los mismos. Para China, pasar de la producción en masa de objetos baratos y de poca calidad, a una producción cualitativamente superior significaba desbancar definitivamente del liderazgo económico mundial a Estados Unidos, a Japón y a la Unión Europea, incapaces ya de competir, ni siquiera tecnológicamente, reservándose cada bloque una especialidad técnica sobre la que sustentar su actividad económica.

 

Una vez trasladado el poder a los ciudadanos, a través de parlamentos digitales en que se votaba protegiendo las elecciones con los sistemas informáticos más efectivos, los mismos que hasta poco tiempo antes se usaron para salvaguardar las transacciones bancarias, las transformaciones sociales fueron sucediéndose una tras otra: La prohibición de los paraísos fiscales, votada casi por unanimidad, supuso el primer recorte al monstruoso poder acumulado hasta entonces por la banca y los especuladores financieros. Los políticos perdieron prácticamente todos sus privilegios, pasando a ser meros funcionarios dedicados a redactar las leyes votadas por los ciudadanos.

 

También se propusieron y aprobaron, entre otras, leyes de limitación de acumulación de riqueza, leyes de prohibición de conflictos bélicos, quedando los ejércitos para labores de protección civil ante catástrofes naturales, y de policía de los derechos humanos, siempre bajo las órdenes directas de los parlamentos digitales, aprobándose al mismo tiempo leyes de reconversión de la industria de armamento.

 

Aprobadas por amplia mayoría, a pesar de la campaña en contra financiada por la banca, fueron las leyes de distribución gradual del trabajo, reduciéndose paulatinamente las jornadas laborales, al repartirse el trabajo entre toda la población activa existente, terminando así con el paro, y viniendo a demostrar, a los sorprendidos ciudadanos, el verdadero poder de la riqueza pública que, administrada de una forma racional, proveía a todos de un nivel de vida mucho mejor de lo esperado.

 

Las nuevas leyes de enseñanza, de las más debatidas, aplicaron finalmente los sistemas pedagógicos que ya habían demostrado su efectividad en la formación y enriquecimiento de la personalidad de los niños, tanto como en el desarrollo del pensamiento crítico, sistemas a los que la clase política hasta entonces había marginado, pues daba lugar a ciudadanos demasiado contestatarios para un sistema social jerárquico y vertical como el creado por ellos y las grandes corporaciones bancarias y empresariales, que habían regido los destinos del mundo durante tantos siglos.

 

Así se sentaron, poco a poco, las bases de las primeras generaciones de humanos realmente libres, los primeros que nacieron en sociedades que les garantizaban, por el simple hecho de nacer en su seno, protección, alimento, formación y vivienda, a cambio de apenas dos horas de trabajo diarias pues, como ya habían calculado economistas independientes décadas antes, tan sólo esa jornada laboral era necesaria para mantener el mismo nivel de vida del que hasta entonces disfrutaba la clase media de los países desarrollados, al utilizar para el bien común, y no el una minoría, las enormes posibilidades de la tecnología ya creada.

El aumento del tiempo de ocio y de posibilidades de acceso a la cultura dieron lugar a tal explosión cultural, que se habló de un nuevo Renacimiento, esta vez global.

 

Ése fue el comienzo del fin de un sistema y el nacimiento de otro, que aún tardaría dos décadas en perfeccionar su funcionamiento, y casi un siglo en extenderse hasta el último rincón del mundo.

Hoy en día, cuando se estudia aquel movimiento ciudadano, y especialmente el sistema obsoleto que le precedió y que dio lugar a él, suelen ser los niños pequeños, siempre ansiosos por comprobar que los adultos también hacen tonterías, los que más ríen cuando se les explica que, no hace tanto, muchas personas mayores creían vivir en un sistema democrático sólo porque depositaban, una vez cada cuatro años, un papel con unos nombres de personas a las que ni conocían, en una caja que llamaban urna, cediendo así a esas personas todos sus derechos de decisión social durante los cuatro años siguientes.

Los adolescentes también, con la rebeldía propia de la edad, ríen a carcajadas comentando esas rarezas e ingenuidad de sus antepasados  estudiadas en las clases de historia.

 

Málaga, 14 de abril de 2211

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

TAROT: EL MAGO, EL LOCO  Y  . . . (II) LA SACERDOTISA

 

"Los humanos, vistos seriamente, dan mucha risa" dijo el loco lúcido,"todos bailan al ritmo de las cadenas que portan, mientras se creen  libres".

"Hagamos del tintineo de las cadenas música", sugirió el mago, " y podrán conocer, al menos, un soplo de verdadera libertad".

Así lo hicieron, y se fueron juntos, cantando, bailando, y en compañía del loco gato del loco, en busca de la tercera carta . . .

 

En el primer cruce de caminos a que llegaron les esperaba la sacerdotisa, con su  libro sagrado en una mano y sangre aún fresca en la otra.

"Es sangre de mala persona", se justificó ella.

"Pero la sangre siempre es vida", repuso el mago, "y nunca es digno derramarla".

"Cuando yo derramo sangre, es justicia. Tú, mago, en tu sabiduría deberías saberlo, salvo que sea falso tu saber".

"No comparto tus ideas, sacerdotisa a la que llaman Papisa, y en los tiempos actuales también Codicia, o Crisis, y ahora comprendo la razón de tus sobrenombres. Tú haces de tu ley la única ley, temes comparar ideas, y todo tu ansia es modelar el mundo a tu alrededor para que gire acorde a tu triste ser. Destruyes creyendo crear, y eres la más pobre de las esclavas, porque nunca dudas".

"Tú no me ves como soy, mago insolente, y con tiempo suficiente te haré pagar  tu desprecio."  "¿Qué piensas tú, loco?"

El loco no había pronunciado una sola palabra desde el encuentro, y como única respuesta, tomó en sus brazos al gato que nunca se separaba de él y lo acercó a la sacerdotisa. El animal, en cuanto se encontró próximo y ella tendió su mano con un gesto de aparente amabilidad, bufó y salió corriendo hasta lo alto de la rama de un árbol, desde donde observó desde entonces atento a los tres seres.

"Ya no tengo duda alguna" dijo el loco, "el mago sabe lo que dice, y tú, ciega de arrogancia, no sabes ni lo que sientes".

"Compartirás nuestro camino porque no es nuestro, sino el de todos, pero desde ya sé que no harás sino destruir cuanta vida libre encuentres, destruir todo cuanto no te alabe, y no es alimentar egos enfermos nuestro destino".

"Mas en algo se equivoca mi amigo el mago: Tú también formas parte de este camino y debes recorrerlo. Tu misión es mostrar lo peor de nosotros y de quienes encontremos, medir nuestra resistencia, sacar a la luz nuestras miserias. Tú harás que la persona buena sienta lástima por ti, sin sospechar que la usas para cualquier mísera venganza. Tú harás brotar la ira del iracuando, pero también de quien se indigne ante la injusticia. Tú harás que la persona sola crea tener compañía, sin saber que es sólo otra muñeca de tu colección. Sólo sabes ser fiel a ti misma y sólo a ti misma te sabes amar, pobre ser triste de patética corona. Tú harás de las personas frustradas tus mascotas, y de las reprimidas tus perros de presa, y ese libro maldito que crees y llamas sagrado te enseñará la forma de manejarlas de manera que te crean amiga".

"Mentirás y difamarás sin el menor remordimiento, porque también tu ética fue esclavizada por tus miedos. Pareces fuerte y amable, pero eres débil y te vistes con la ignominiosa crueldad de los hipócritas".

"Mucha más sangre lavará tus manos, y siempre encontrarás una justificación a tus acciones. Tú eres vida enferma que se alimenta destruyendo vida, y cuando ya ningún argumento te quede, recurrirás a la falsa moral o a la fuerza, con igual facilidad, y la sangre volverá a manchar tus manos".

"Pero por ser así tienes tu lugar en este camino, y de las leyes libres del camino te servirás para continuar en tu enajenado vagar, porque el día que tú o yo no tengamos un espacio en este camino, éste será ya otro, sin necesidad de quien lo manche de sangre y tristeza, como tú, ni de un loco que crea ingenuamente que ambas cosas se pueden siempre evitar, como yo".

"Déjala, sabio amigo mago, que comparta nuestro camino, es parte de la gran prueba que nos espera, veremos caer a muchos, tal vez nosotros mismos entre ellos, pero así sabremos  distinguir quienes son realmente merecedores de llegar a ese final que ya sabemos que no existe".

"Sea como dices, amigo loco, que hasta ahora nunca has errado en tus juicios y predicciones".

Y así prosiguieron los tres el viaje.

El gato, aún en lo alto del árbol, dudaba entre la amistad que le unía al loco y su instinto, que le decía que habrían de venir obscuros tiempos de dolor y de otro tipo de locura muy diferente a la de aquel a quien siempre había acompañado.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

TAROT: EL MAGO Y EL LOCO (I)

 

"Los humanos, vistos seriamente, dan mucha risa" dijo el loco lúcido,"todos bailan al ritmo de las cadenas que portan, mientras se creen  libres".

"Hagamos del tintineo de las cadenas música", sugirió el mago, "y podrán conocer, al menos, un soplo de verdadera libertad".

Así lo hicieron, y se fueron juntos, cantando, bailando, y en compañía del loco gato del loco, en busca de la tercera carta . .

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL TEMA  ETERNO

 

"Jamás se ha emborrachado nadie a base de comprender intelectualmente la palabra vino" (Anthony de Mello)

Que si somos porque estamos o estamos porque somos, que de dónde venimos, que si a donde vamos, que si somos mortales eternos o eternamente mortales, que si los muertos nos esperan o esperamos sus favores, que si todo lo creó un dios o entre todos hemos creado a todos los dioses, que si vale la pena repetir lo dicho a un sordo, que si sordo es quien no escucha o quien no se conoce, que si ciego es todo el que no sabe mirar introspectivamente, que si todos, al hablar de ciegos y sordos, pensamos sólo en los demás, que si hay miseria más grande que los celos, y mezquindad mayor que la envidia, que si la locura nos puede llevar  a intentar destruir cuanto no tenemos capacidad de comprender o disfrutar, que si todo tiene un fin, pero nunca captamos el fin de todo, que si tú o yo somos algo sin el nosotros, que si no hay nada en lo que es que antes no haya sido, que si todo el sufrimiento del ser humano procede de no conocer al ser humano, que si lo busca con sincero interés, pero se pierde, porque vuelve la cabeza y cierra los ojos cuando mira hacia dentro, desconcertado por lo que ve, y hacia fuera sólo sabe mirar desde su miedo interior, y sufre, por no comprender, sufre . . .

Los dilemas de siempre, una polémica siempre abierta, el tema eterno.

 

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ME ESTOY QUITANDO

 

"Cuando la luna llena nos mira de reojo, y las ideas coquetean con el viento sin temor a quebrarse, es que ha llegado el momento de brindar por las ilusiones eternas, regalar una caricia, y reírse a gusto de los miedos perennes", dijo con la mirada perdida en el vacío.

"¿Le asaltan muy a menudo este tipo de pensamientos?", le preguntó, envidioso, el psiquiatra.

"No muy a menudo en los últimos tiempos, ya me estoy quitando . . ." dijo el hombre resignado, a punto de permitir que un mal profesional y eterno escritor frustrado asesinara al poeta que él, desde niño, siempre había llevado dentro.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 


TAROT: EL LOCO

 

Los dioses se jugaron a los dados el destino de los mortales y, como siempre gana la banca, salió azar.

Para divertirse, escogieron al más humano de los humanos, a un loco, y le pidieron su opinión.

"Bueno . . .", dijo éste dudando, "si al menos hubieran jugado al póker, nos hubiera quedado la esperanza de un farol".

Fue entonces cuando los dioses decidieron, sorprendidos por la respuesta, regalar a los mortales una pizca de libre albedrío, que aliviara, al menos en algo, la pesada carga de su tendencia al autoengaño y la tiránica incertidumbre del azar.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 


TÚ, COMO YO . . .

(Continuación de los textos propuestos por Juan Marcelo)

 

* Tú como yo, en manos de un barbero loco que cobra, cortando, ¿no sientes su caprichosa cuchilla?

¿No sientes su frío contacto de banquero, su delicada mano de cirujano pervertido, su falsa candidez de arena?

Tú, como yo, buenos esclavos mendicantes, nos creemos amos de nuestro destino, que nunca será nuestro hasta que descubramos el óxido de las cadenas que forman  parte de nuestro cuerpo, su herrumbre, su peso, su podredumbre.

Sólo conociéndolas llegará el alivio.

                                                                                                                                                       

* Tú, como yo, en manos de un bombardeo loco que cobra cortando, ¿no sientes su caprichosa cuchilla?

¿No presientes su decadencia púrpura entre arrozales de cristal?

¿Tanto has tardado en comprender que las caricias no cotizan en bolsa y que la bolsa no era más que una ortiga furibunda correteando entre alucinaciones y manuales de ortopedia?

 

* Encerrado en una barbería, entre canarios enloquecidos . . . cantando entre ellos miles de silencios roncos de pacíficos mares embravecidos . . . mientras nos moldea el tiempo, con su gusto descosido, su juego inapelable y sus golpes de rocío.

 

* Tú, como yo, con las manos atadas, en una barbería, escuchando flamenco malo,

esperando que el barbero se digne cercenar la soga que nos ata, en vez del cuello que nos consuela, que el cantaor caliente y haga algo más fina su voz con fino, y que el guitarrista encuentre al fin trabajo . . . y se dedique a otra cosa.

 

* Barbero, barberito loco,

yo con oro pago,

ten de mi cuello

cuidadito un poco.

Que sólo tengo uno

y si lo pierdo dirán

que viví a degüello

y acabé por eso loco,

por no saber elegir

ni mucho, ni nada, ni poco,

ni siquiera un buen barbero

que no estuviera tan loco.

 

* Tú, como yo, nos hicimos mujer barbuda...
para no visitar la casa del barbero majara,

pero la treta no nos sirvió de nada,

nos persiguió y acosó el barbero,

al vernos peludos cual cocotero,

pues nos creyó su mujer amada,

y ahí empezó el revuelo

que con nosotros

casi acaba.

 

* Tú tienes la culpa de mi barba y mi cordura,

de mis penas, frustraciones y hasta mis locuras,

de que no tenga todo cuanto cada día deseo,

de que mis deseos no sean órdenes oportunas,

Tú, elemento insolente, tienes la culpa de todo,

por no cumplir el dictamen de mi voluntad.

 

¿Es que no me reconoces?

Soy el engendo parido por la estúpida maldad,

el monstruo de las decadentes sociedades humanas,

las del ruido, orondos vientres y mentes atrofiadas,

las que se conmueven y lloran por una mascota

mientras devoran otras previamente torturadas,

las que ven indiferentes morir niños, como si nada,

las del ruin codicioso, la ególatra, el juez y el idiota,

las del mucho neón, muchos vacíos y el poco perdón,

las condenadas a nunca conocerse, a ser sólo manada.

 

¿Aún no me reconoces?

Soy el que se mide por su auto, su amo y su traje,

el ignorante que nada sabe y todo cree saber,

el triste y pobre ser serio que condena raudo

olvida presto, y siembra el siguiente ultraje.

 

Soy más hijo de la misera que de la abundancia,

el modelo del primitivo arrogante,

un gigante con pies de barro,

que sólo se ve gigante,

la bestia pedante

que se cree carro.

 

¿Aún no te reconoces?

 

Por eso, tú también tienes la culpa . . .   

 

 Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

UNA POLÉMICA ABIERTA: Informe final

(9-12-2011)

 

Tras observar con detenimiento al ser humano, sus ilusiones, sus palabras y sus acciones.

 

Tras compartir con él sueños, proyectos, sufrimientos, ideas y, ocasionalmente, juegos, alegrías y hasta ludopatías.

 

Tras estudiar su anatomía, su sistema neurológico, sus tres cerebros, sus costumbres, contradicciones, entelequias y paradojas.

 

Tras verle desfilar por su existencia con su altruismo tuerto y su ciego egoísmo contra natura.

 

Tras repasar las filosofías, religiones y obsesiones por él creadas, ésas abstracciones por las que llega a matar y morir.

 

Tras mirar la Tierra arañada con mil trazos producto de sus obras, con su implacable actitud de plaga, con su contradictoria sensibilidad ante lo mismo que destruye y añora.

 

Tras verle jugar, recuperando en la edad adulta, ocasionalmente, la seriedad y vitalidad de sus juegos infantiles, eso que llama, pomposamente, arte.

 

Tras ver como, cualquiera de ellos, es capaz de segar vidas con brutalidad, o entregar la suya gratuitamente por salvar la de un semejante.

 

Tras mirarle fuera de si cuando, tan a menudo, sus emociones esclavizan su fina capa racional, una bestia ciega en la guerra, un servil cordero ciego en la paz.

 

Viéndole sufrir inútilmente por lo inevitable y negándose a menudo, mansa y cobardemente, a cambiar  cuanto puede transformar.

 

Viéndole en su ingenuidad pueril, su agresividad repleta de miedos mal disimulados, su alocada carrera de adolescente hacia la nada . . .

 

Observándole con su sabiduría ancestral cuando, escuchando fuera de sí,  aprende, y con su peligrosa furia cuando ya cree saberlo y comprenderlo todo.

 

Tras padecerlo y disfrutarlo durante más de medio siglo, he llegado, sin acritud, a la agridulce conclusión de que el ser humano, ese ser, como tantos, atrapado en este universo paradójico, no es, hoy por hoy, más que un reptil que se emociona fácilmente y que tiene por extraña costumbre disfrazarse de filósofo.

 

 

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DISIMULO

 

Por no ser menos que mis hermanos, creo saber cuanto creo saber, tanto como ignoro cuanto ignoro, pero eso no me impide disimular cuanto no sé mientras creo saber mucho más que lo que sé, al tiempo que creo que no es tanto lo que ignoro.

 

Entre disimulo y disimulo, recuerdo aquella fábula de los mortales ante los dioses, cuando éstos, fiándose más de la sabiduría animal que de la humana, preguntaban a cada bestia sobre el trato recibido por parte del humano con quien habían convivido, juzgando así si éstos eran dignos de una vida mejor, de una reencarnación oportuna, o de volver a formar parte de la pesada materia sin conciencia, consideración, ni consuelo.

En fila estaban, temblorosos, los humanos, acariciando a sus mascotas, intentando así obetener de ellas un informe favorable, ese "sí" que los dioses consideraban imprescindible para obtener su benevolencia.

Un arriero, poco acostumbrado a ser amable y considerado con el animal que le acompañaba, repetía nervioso al oído de éste: "Dí sí, mulo, por favor, dí sí . . .".

 

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ESCUELAS PARA LA VIDA

 

"Las grandes verdades son eternas, pero suenan a nuevas cada vez que las oímos porque las olvidamos cada día"   (Lluís Amiguet)

 

De poco servirá una esmerada educación, asistir a las más caras y tenidas por mejores escuelas, contar con clases particulares de idiomas, música y cualquier expresión del arte.

De nada servirán gastos enormes en costosos colegios de élite, si no se le enseña a esa persona dos lecciones básicas que no habrá de olvidar el resto de su vida, si quiere que ésta sea mínimamente enriquecedora para sí y sus semejantes.

Dos lecciones, una sobre el individuo y otra sobre la sociedad:

 

Individuo: Nunca debemos olvidar que cada ser es único e irrepetible, diferente a todos los demás y por ello, en último término, incomprensible para todos ellos. Esta unicidad hará que sus ideas y emociones, únicas también, parezcan extrañas a muchos de sus semejantes, unos las verán como extravagantes, o carentes de moral, o simplemente, necias.

Pero nunca tiene derecho un ser humano a juzgar la particularidad de otro, por extraña que le resulte su forma de vida, mientras esa particular forma de ser y de vivir respete los acuerdos sociales del grupo al que pertenece. Ese derecho básico ha de ser respetado sin importar no ya su raza, idioma, religión o cultura, sino sus ideas, sus gustos sexuales, o su vida cotidiana, por extraña que resulte a los ojos de los demás.

 

Sociedad: Nada es el ser humano aislado, poco puede, nada sabe, y sus posibilidades de sobrevivir se reducen drásticamente.

Todo cuanto somos y sabemos nos lo ha regalado el grupo humano, esa gran familia de miles de millones de seres, cuyos antepasados han ido acumulando información,  saber, y experiencia a lo largo de milenios, encontrando la forma de almacenar ese conocimiento para poder legarlo a sus descendientes después de su muerte.

Por esa razón, y por encima de cualquier cuestión ética, siempre subjetivas entre los humanos, el respeto a lo acordado por el grupo de que se forma parte es imprescindible para sobrevivir y para una convivencia pacífica.

Pero, ¿cómo evolucionaremos, si respetamos en cada momento cuanto era costumbre hasta entonces? La ley que ha de regir esos cambios será siempre la de la mayoría, por equivocada que esta pudiera estar en ocasiones según nuestro criterio.

Tan sólo eso diferencia las revoluciones de los golpes de estado, la tiranía del respeto mutuo: la mayoría.

 

Pero este tipo de cosas no se enseñan en la escuela, o se nombran ocasionalmente, y se vuelven a olvidar.

Sólo dos leccciones, dos costumbres mentales, dos pilares de la convivencia de nuestra especie que convierte a quien no los cumple en un ser triste como individuo y en un peligro como ser social.

Sólo dos ideas, dos leccciones para aprender y no olvidar nunca, parece simple, ¿verdad?

Pues ahora hagamos memoria y que alguien me presente a un sólo ser humano que viva consecuentemente con estas dos normas básicas y elementales.

 

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SOSPECHA

 

Llevaban tres años casados, más o menos la fecha de caducidad de cualquier  enamoramiento, se encontraban al final de una forma de vida y al principio de otra forma de convivir.

Ella había salido temprano, como de costumbre, ya que su lugar de trabajo estaba al otro lado de la ciudad.

Un par de horas después, al entrar en el baño, él sintió el olor por primera vez, un olor dulzón a rosas, un perfume nuevo y agradable que estaba seguro de no haber olido antes en la casa.

"¡Vaya!", pensó, "le he pedido mil veces que usara un perfume como éste y nunca lo ha hecho hasta ahora".

"Hoy tenía una comida de trabajo con el director regional de la empresa, ese tal Andrés, que le cae tan bien. A ver si resulta que no es una comida de trabajo precisamente . . ."

Así transcurrió el día, caminando ausente por la calle, distraído en el trabajo,  padeciendo la absurda crueldad de los celos, alimentando poco a poco una sospecha que lo iba devorando, con la fiereza de un minotauro, con la certeza de la muerte.

Al regresar a casa, la encontró vacía, cuando lo habitual era que ella regresara   siempre antes que él,  y eso confirmó, en su mente, sus peores sospechas.

Pasados unos minutos, ella entró por la puerta, sonriente y animada: "Ah, ya has vuelto . . . ".

Si las miradas matasen, él ya se hubiera transformado en un homicida desde ese mismo instante.

Fingió tranquilidad y le dijo: "Llegas muy tarde, y veo que al fin te has decidido a usar perfume, ese tan penetrante que aún huele en el baño . . ."

"¿Perfume?" "No, ya sabes que no me gusta usarlos, ese olor es de un nuevo ambientador, uno muy concentrado, el frasco está en el armario de abajo del baño".

"Y he vuelto a la misma hora que siempre, pero bajé a tirar la basura, es raro que no nos hayamos cruzado".

Lentamente, se acercó a él para susurrarle: "¿Cómo te ha ido a ti el día, guapetón?"  le preguntó, mientras se colgaba de su cuello y le mordía levemente los labios.

"Ha sido un día raro, muy raro . . ." acertó a contestar él,  con la mirada perdida y mientras hacía balance de su enorme y peligrosa estupidez, y de ese día perdido que nunca podría recuperar.

 

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VIVIR ES UN ASUNTO URGENTE

 

Vivir es un asunto urgente, sin duda. Nos parece obvio y es de una lógica aplastante si quien lo pronuncia es mortal. Pero que vivir es un asunto urgente sólo se comprende en su integridad cuando se guarda en la memoria, al menos, un momento de felicidad plena y otro de cercanía a la muerte.

Sin esos dos puntos de referencia, es imposible comprender la urgencia que implica el vivir, tanto como no podemos desear aquello que nunca hemos percibido.

 

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SORTEO / SOR TEO

 

Siguiendo la estela dejada por Lola y Javier, y su genial idea de tomarse la literatura con la seriedad que merece, esto es, con buen humor y relatando chistes, historias  o leyendas que, aunque sean tenidas por tales, son a menudo hechos tan reales como la estrella que nos alumbra, paso a narrar lo sucedido en Orense, que suele ser contado como chiste, aunque me consta que no fue tal, y el nombre de cuyos protagonistas ocultaré por respeto a sus familiares, algunos de ellos aún vivos.

Hace años vivía en el centro de la ciudad gallega, en su casco antiguo, y cerca de la catedral, Sor Teófila, conocida por todos como Sor Teo, una monja tan mayor como beata, de misa y comunión diaria, virgen, por supuesto, pues decía que sólo a su Señor entregaría su virginidad, olvidando preguntarle al tal señor si no hubiera prefirido recibirla cuando ella tenía treinta años y no casi el triple.

 

La tal monja, de familia acomodada, tenía por santa costumbre reunirse semanalmente con su párroco confesor para ensayar algunos cantos gregorianos, mientras ella tocaba el órgano que tenía en el amplio salón de su casa, pues allí se había retirado para morir en la paz de Cristo, lejos del ajetreo que las novicias solían montar, a veces, en el convento donde había transcurrido prácticamente toda su vida.

 

En una ocasión, al disponerse a ensayar los cánticos habituales, el párroco vió, para su sorpresa y escándalo, que sobre el órgano había un vaso de agua en cuyo interior reposaba lo que era, a todas luces, un preservativo.

Al cura le costaba concentrarse en el canto y miraba alternativamente a Sor Teo y al vaso, con la esperanza de que ella se decidiera a darle una explicación a la presencia de tan extraño objeto sobre el órgano.

Viendo que su insistencia no daba resultado, y ya al borde de un ataque de nervios, le espetó finalmente:

"Hermana,  puede explicarme qué es eso que hay en ese vaso de agua sobre el órgano y que hace tal objeto aquí?

Sor Teo, le miró con cierta sorpresa, por el tono áspero de su interlocutor, pero acertó a contestarle:

"Ah, eso". "Mano de santo, padre, mano de santo".

"El otro día iba hacia la farmacia y antes de llegar me lo encontré tirado en la calle, leí el prospecto y pensé que era precisamente lo que estaba buscando para aliviar mis achaques y dolores, ahorrándome así comprar nada en la farmacia, pues decía que prevenía multitud de enfermedades, y andaba yo con un principio de gripe".

"Al llegar a casa, seguí al pie de la letra las instrucciones, y la verdad es que me siento muy aliviada desde entonces, me siento mucho mejor".

"¿Instrucciones?" "¿Qué instrucciones, hermana?", respondió con cierta ironía el cura, que seguía sin salir de su asombro.

"Sí, padre, las instrucciones que decían: Colóquese sobre el órgano y manténgase en un lugar húmedo".

"Y ha sido mano de santo, padre, mano de santo, ni un dolor desde entonces".

 

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ELOGIO DE LA CORDURA: Medicina de medicinas

 

Ante la visión de la demencia y las tristezas humanas, de la monstruosa costumbre de intentar destruir al prójimo como falso consuelo de la mediocridad propia, se amarga el alma, se seca el espíritu, y no solemos hallar  ningún porqué alentador. Las sonrisas no brotan, el hastío lo invade todo, la vida pierde sabor, y ni las palabras se dignan visitar la vida disfrazadas de voz, canto o poema.

Hasta la música más hermosa, ésa ante cuyo sonido ni el silencio podía dejar de bailar, tiene hoy, a la vista de la miseria humana, un tono apagado.

Es entonces cuando la lectura de otras palabras, sabias y grandes de espíritu, grandiosamente modestas en un simple papel, nos rescatan del abismo.

Es el milagro de la cordura, de la palabra, única medicina que es capaz de sanar a la propia medicina cuando ésta enferma, la que nunca confunde poseer con amar, ni amar con locura.           

 

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ELOGIO DE LA CORDURA

 

En una estación de tren, en medio de la nada, a las tres de la mañana:

Buenas noches, caballero. ¿Qué hace?

Espero un tren.

Ya veo, pero, ¿qué tren?

Uno.

Sí, pero ¿cuál?

El mío.

¿Y como sabrá cual es el suyo?

Porque será al que me suba cuando llegue.

 

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MITO: SÍSIFO

 

Creía uno, y como era español lo afirmaba, sin molestarse previamente en comprobarlo, que Sísifo había sido el inventor de la sífilis.

"No", dijo otro, "como todo el mundo sabe, Sísifo es el arquetipo del síseñor mejicano".

"No señores", terció otro, "Sísifo fue, y es de todos sabido, el inventor del sifón. Sí, no se rían, del sifón he dicho".

"De eso nada", gritó otro, también español y, por tanto, alzando la voz, Sísifo fue el amante secreto de Sisí, la anoréxica emperatriz austríaca, aunque, y en eso coincido con usted, en la época se murmuraba que podía tratarse de un fontanero o plomero, de ahí que algo tuviera que ver con el sifón.

Uno, que sonreía en silencio, intentó hablarles del mito de Sísifo, de las leyendas conocidas en torno suyo y de su eterno castigo, pero como no gritaba lo suficiente, ni se mostraba arrogante, ni sabía mirar con desprecio a los otros al hablar, fue despecahado rápidamente: "Calle usted, hombre de Dios, que para hablar hay que tener conocimiento de causa". El hombre, simplemente, calló.

Así, uno tras otro, siguió cada cual defendiendo su teoría, su punto de vista, su forma de ser y de ver, tan excluyente como debe ser para aparentar la sabiduría y certeza de la que carece.

Mientras tanto, Sísifo seguía, arriba y abajo, cargando con la pesada roca de las opiniones humanas, y aún le quedaba, por increíble que pueda parecer, esperanza en que su condena concluyera, tal y como se había sentenciado, en el preciso momento en que todos los humanos se pusieran de acuerdo en una idea, en un fin, fuera éste el que fuera.

 

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MITO: SÍSIFO

 

Sí, Sifo, es el sifón.

No, Sisí, es la sinfonía.

Me temo que tenemos un problema de sintonía.

Sí, un problema de sintonía sobre la sinfonía del sifón . . .

. . . y no parece que tenga solución.

 

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Juego literario: texto usando repetidamente palabras que comiencen por la misma letra

 

H

 

Hijo del hoy, que has henchido la hueca herida de hielo y horneado la historia de todas las huestes: honra el humo, que ya ni es hoguera, porque sólo eso hay.

 

L

 

Llevaba al lado de los lemas y la lógica la locura ligera que liberaba el limbo de su libertad.

 

N

 

No nací negando nulidades sino nadando sobre nuncios, nacionalidades y necedades, por eso no niego a nadie que nade en la nebulosa neblina de la nada.

 

O

 

Orondos ornitorrincos oteaban con ojos de orla la oscura orquesta de oropeles de obsoletos orgullos ordenados.

 

R

 

Retenida por el rencor, roía la ruina de su retórica rutinaria, mientras rumiaba como rendir su risa ente el rey.

 

S

 

Si supo salir de la sensación de saber y así supo, es porque antes saboreó la sensación de sosiego del no ser para ser, el sensato sentimiento de la soledad.

 

T

 

Tenía todos los tesoros: tesón, ternura y temeridad. Tomaba todas las tonterías por tales, y eso tenían todos que tolerarlo, como a tantas otras taciturnas tristezas trenzadoras de tiempo, esas que transitaban las tórridas terrazas del tedio temporal.

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LOS VERDADEROS HÉROES DE LA HISTORIA HUMANA: STETSON KENNEDY

La historia del Ku Klux Klan está sometida, como la de cualquier organización humana, a altibajos, momentos de gran expansión y momentos de declive.

Fuera de Estados Unidos es poco sabido que, en ciertas épocas, no se limitó su nefasto campo de acción a los estado sureños, sino que se extendió peligrosamente por prácticamente la totalidad del país.

Fundado por seis jóvenes de origen escocés (de ahí que utilizaran el término klan, unido a kuklos, del griego, círculo) al final de la Guerra Civil Americana (1861-1865), se extendió con mayor o menor fortuna por los estados sureños, llegando a tener, en la segunda década del siglo XX, ocho millones de seguidores.

Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo momentos de decadencia, pues su idea secesionista no encajaba en un país que necesitaba estar unido ante un enemigo exterior. Pero terminada la guerra, el KKK volvió y resurgió con gran fuerza.

Atlanta, la ciudad a la que los seguidores del KKK llamaban pomposamente “la Ciudad Imperial del Imperio Invisible del KKK” era también la tierra natal de Stetson Kennedy, nacido en 1916, y que cuenta en la actualidad con 95 años.

Stetson nació en el seno de una familia acomodada sureña, y un hecho transformó sus ideas hasta convertirle en un luchador infatigable por la igualdad y los derechos civiles de los ciudadanos afroamericanos: Flo, una sirvienta negra de la familia, que prácticamente le había criado, fue secuestrada, atada a un árbol, golpeada y violada por miembros del KKK. Su delito había sido reclamar a un cobrador de tranvía que le había dado mal el cambio del billete. 

A partir de entonces Stetson se transformó en un luchador contra el racismo y la intolerancia en general.

Publicó muchos artículos en prensa y revistas, pero comprendió que no resultaban efectivos ante la opinión pública, pues el KKK contaba con apoyos en la administración, la policía, y buena parte de la población blanca. Se percató, al mismo tiempo, que era una organización cuyo funcionamiento interno era completamente desconocido, así que se infiltró en ella, aprovechando que un tío suyo había llegado a ser en el pasado un líder de la misma.

Toda la información que iba recabando la suministraba a diferentes periódicos progresistas que la hacían pública, lo cual incomodaba a los seguidores del KKK, que se sabían infiltrados, aunque desconocían la identidad del espía.

Pero la información desvelada no parecía suficiente para que la mayoría de los norteamericanos blancos comprendieran el peligro social que significaba ese grupo.

En 1947 Kennedy tuvo la idea genial que le haría dar un giro a la historia universal y cuyo alcance es difícil llegar a imaginar siquiera: se puso en contacto con Stephen J. Dubner, director del programa de radio de la serie Superman y con los guionistas del mismo, todos ellos de ideas antirracistas. Les facilitó toda la información que tenía sobre el grupo: los rituales, el argot y hasta las contraseñas con las que se movían.

A lo largo de dieciséis capítulos, los demenciales seguidores del KKK fueron reiteradamente derrotados por el superhéroe americano, completamente ridiculizados, y sus rituales secretos mostrados como gestos estúpidos de hombres brutos e ignorantes.

Para comprender el alcance social que tuvo tal acción, debemos recordar que Superman era el personaje de ficción idolatrado por todos los niños y jóvenes estadounidenses de la época, y sus acciones eran modelos incuestionables a seguir. El mismo superhéroe que ya había derrotado a lo largo de cientos de capítulos a Mussolini, Hitler y a Hirohito, se enfrentaba ahora al KKK, venciéndoles humillantemente.

El discurso colérico de uno de los líderes del grupo racista en una reunión a la que también asistió Kennedy, al día siguiente de la emisión del primer programa, nos puede dar una idea del impacto que éste tuvo en la organización:

“Cuando regresé a casa anoche, mi hijo se encontraba con un grupo de niños, algunos con toallas atadas alrededor del cuello a modo de capas y otros con fundas de almohada en la cabeza. Los de las capas perseguían a los de las fundas por todas partes. Cuando les pregunté qué hacían, me dijeron que estaban jugando a un juego nuevo de policías y ladrones llamado Superman contra el Klan. ¡Acabar con los malos, lo llamaron! Conocían todas nuestras claves secretas. ¡No me había sentido tan ridículo en toda mi vida! ¿Imagináis que mi propio chico encuentra un día mi túnica del Klan?”

En realidad, las claves desveladas no tenían tanta importancia, pero sí la ridiculización de sus miembros, presentándoles como "los malos" y, sobre todo, el efecto de hacer prácticamente imposible que los millones de miembros del Klan extendieran sus enfermizas ideas entre sus hijos, pues para hacerlo tenían que decirles que Superman, su héroe incuestionable, se había equivocado al elegir a su nuevo enemigo, lo que cuestionaría, sin duda, su autoridad paterna.

El efecto sobre la organización fue implacable: el KKK nunca volvió a tener poder en los estados del norte, quedando reducido al grupo minoritario radical que aún hoy pulula por los estados sureños.

El historiador estadounidense Wyn Craig Wade llegó a calificar a Stetson Kennedy como “el factor individual más importante en la prevención del resurgimiento en la posguerra del Ku Klux Klan en el norte”.

Su victoria tuvo, desde luego, un precio: de igual forma que ha sido homenajeado por innumerables asociaciones defensoras de los derechos humanos en Estados Unidos y en el resto del mundo, estuvo amenazado de muerte durante muchos años, su casa, y con ella gran parte de sus documentos, fueron destruidos en un incendio provocado y, cuando se presentó a las elecciones a gobernador de Florida, ante la enorme campaña de acoso de conservadores y ultraconservadores, llegó a decir de sí mismo: “He llegado a ser el hombre más odiado de Florida”.

Finalmente tuvo que exiliarse en Europa, donde en 1954 escribió el libro “El Klan desenmascarado”, que fue publicado por su amigo Jean-Paul Sartre.

Stetson Kennedy ha venido a demostrar a la Humanidad que, mucho más efectiva que cualquier arma, es una idea inteligentemente utilizada, y nunca sabremos cuanto le debemos a su esfuerzo en pro de los derechos humanos, ni como hubiera transcurrido la historia de la segunda mitad del siglo veinte si el imperio militar y económicamente dominante, los Estados Unidos, se hubiera transformado en una sociedad cerrada y más racista y xenófoba, aunque el caso de la Alemania hitleriana nos puede dar un pista nada tranquilizadora al respecto.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net


 

 

TEMA LIBRE: 15M: UN FUTURO POSIBLE

El 15 de mayo de 2011, coincidiendo con profecías mayas que hablaban de un cambio de rumbo para la Humanidad, que muchos interpretaron en un primer momento como el anuncio del fin de ésta, nació en una plaza de Madrid, la llamada Puerta del Sol, el movimiento ciudadano llamado 15M.

Tras la ilusión inicial, que movilizó a cientos de miles de personas, pareció perder fuelle, aunque se mantuvieron activos todos los grupos que habían dado lugar a él.

En el obsoleto parlamento oficial de aquella tierra, llamada entonces España, el modelo democrático nacido dos siglos antes comenzó a descomponerse víctima de sus propias contradicciones.

Las elecciones generales habían dado el triunfo a los partidos conservadores, con lo que la permisividad inicial hacia el movimiento ciudadano se transformó en persecución más o menos encubierta.

No pudiendo reunirse pacíficamente en las plazas como habían hecho hasta entonces, los ciudadanos se refugiaron en Internet, donde encontraron cierta seguridad, al tiempo que informaban incansablemente al resto de sus conciudadanos sobre los entresijos de un sistema corrupto que sólo conservaba de democrático el nombre.

La ola de indignación continuó creciendo, con la inesperada ayuda de un gobierno conservador que ni se molestaba en esconder, ni podía, sus juegos políticos y su pésima gestión económica, esquilmando toda la riqueza pública mediante privatizaciones, agravadas por innumerables casos de corrupción, al tiempo que se agudizaba la crisis económica y aumentaba el paro.

Aún pasarían dos años hasta que el Parlamento Ciudadano Digital contó con el número suficiente de personas que votaran en él, al tiempo que renunciaban al voto en las elecciones de los partidos políticos, que hacían campañas publicitarias tan costosas como inútiles, generosamente subvencionadas por la banca.

Cuando el número de ciudadanos que votaban en un sistema democrático participativo a través de la red sobrepasó el sesenta por ciento, la clase política comenzó a preocuparse seriamente: redujeron sus sueldos y privilegios, que pasaron a ser compensados por generosas donaciones ocultas de la banca, y admitieron algún tipo de participación de los ciudadanos en los plenos parlamentarios, comenzando a llevar a cabo ciertas reformas que habían sido reivindicadas por éstos desde mayo del 2011, pero ya era tarde, la mayoría votó mantenerse al margen de un sistema que ya sabían completamente dependiente de la banca y las grandes corporaciones empresariales.

Se intentó hacer obligatorio el voto, pero fue inútil: ni se votaba ni se pagaban las multas por no votar. Cuando dichas multas se empezaron a descontar directamente de las cuentas bancarias de los ciudadanos, éstos optaron por cancelarlas y guardar en sus casas sus ahorros, con el consiguiente perjuicio para la banca, que se debatía, sin solución, entre sus intereses y sus intereses, como de costumbre.

El siguiente paso fue la objeción fiscal: el ya sesenta y cinco por ciento de los ciudadanos se negó a pagar impuestos salvo que éstos fueran administrados por ellos mismos mediante votación de los presupuestos generales a través del parlamento digital, el único que sentían que les representaba.

Esta acción, paradójicamente, tuvo poca repercusión en España, pues la mayoría de los impuestos sobre la renta se descontaban directamente de las nóminas de los asalariados, que significaban el setenta por ciento de la recaudación total, pero fue una medida sumamente efectiva en otros países de Europa.

Los ciudadanos optaron luego por utilizar otra herramienta a su alcance: el consumo: Se fueron confeccionando listas de bancos y empresas corruptos o que fomentaban guerras y especulaciones financieras, centrando la acción contra un conjunto de ellas, que acababan con grandes pérdidas al cabo de pocas semanas. Éstas reaccionaron comprando y vendiéndose mutuamente las acciones, a fin de desorientar a los ciudadanos, que decidieron entonces ir creando sus propias empresas y cooperativas, todas administradas horizontalmente mediante un sistema de democracia participativa, y sustentadas con los millones de euros que constituían los ahorros guardados por las familias en sus propias casas.

Las recién creadas cooperativas utilizaron como medio de publicidad, que resultó asombrosamente efectivo, la renuncia a la obsolescencia programada de la que hacían uso el resto de las empresas: cada aparato fabricado en las cooperativas de la red 15M era entre tres y diez veces más duradero que los habituales en los comercios. Este hecho, unido a las carencias provocadas por la crisis en la clase media, provocó un enorme e inesperado aumento de la demanda, al poder adquirir los ciudadanos aparatos y utensilios de todo tipo de mucha mejor calidad que los habituales y al mismo o menor precio.

Las cooperativas 15M, autogestionadas por sus propios trabajadores, tenían tales índices de crecimiento, que se multiplicaban por todo el mundo, dando trabajo a millones de parados, que disfrutaban de salarios por encima de la media, al repartirse la plusvalía que en las antiguas empresas pasaban a engrosar la fortuna de una minoría dirigente o directamente de la banca que las financiaba y controlaba.

Los bancos y sus portavoces, los políticos, pensaron: si no les permitimos crear esas cooperativas, no dejarán circular el capital y nos arruinaremos, y si se lo permitimos, serán nuestros competidores, y tuvieron que optar, inevitablemente, por lo segundo.

Los verdaderos y poderosos dueños del mundo empezaron a impacientarse e intentaron, como último recurso, hacer uso de una herramienta que había resultado muy efectiva en dos ocasiones, un siglo antes, para neutralizar movimientos obreros y ciudadanos de todo tipo: una nueva guerra mundial.

Se pretendió enfrentar a Europa con los pueblos musulmanes del otro lado del Mediterráneo, con el pretexto de un fortalecimiento del integrismo religioso, pero los ciudadanos de ambas orillas no cayeron en la trampa. Fue el gran examen para el pacifismo del que siempre había hecho gala el 15M.

Nunca vieron las calles de Europa manifestaciones mayores que las de entonces, con millones de personas diciendo no a la guerra y miles de soldados, ya demasiado acostumbrados a participar en acciones humanitarias, negándose a participar en ella. Fue entonces cuando el sistema recurrió, sin miramientos, y despojándose de su máscara, a la violencia. Miles de mercenarios llegados de todas partes del mundo, y muy bien pagados por la banca, recorrieron las calles de la mitad de las calles de Europa disolviendo violentamente cualquier pequeño grupo de ciudadanos que encontraran debatiendo en las plazas.

Pero quedaba internet, la red que no podían desconectar sin sufrir enormes pérdidas económicas, pues bancos y grandes empresas, en su codicia, habían reducido sustancialmente sus plantillas de trabajadores, sustituidos por los muy efectivos sistemas informáticos.

Fue entonces cuando el azar sonrió al 15M, dándole el impulso final definitivo: en China también había movimientos contestatarios, pero de índole diferente a los europeos, surgidos de una recién nacida clase media que reclamaba mejores servicios e infraestructuras sociales, y fomentados por los servicios secretos estadounidenses, que veían pasar su hegemonía mundial a manos chinas, pero no podían enfrentarse de una forma directa, ni comercial ni militarmente, al renacido y ancestral imperio, pues ambos poseían armamento nuclear.

El gobierno chino, incapaz de combatir eficazmente la corrupción, y consciente del peligro que significaban las revueltas, optó por apoyar y adoptar el modelo de democracia participativa nacido en Europa, a fin de debilitar a sus competidores gobiernos occidentales, y porque lo consideraron más cercano, al menos teóricamente, a su cultura e ideología, y un mal menor comparado con la alternativa: un país dividido y sumido en el caos, como ya había sucedido siglos antes con la llegada de la marina británica, durante las humillantes Guerras del Opio.

Las ya miles de cooperativas 15M distribuidas por todo el mundo eran, además, muy buenos clientes del gigante asiático, y la carencia de materias primas hacía de la fabricación de aparatos sin obsolescencia programada una alternativa válida para China, y la única forma de poder garantizar un nivel de vida suficiente para sus ciudadanos, neutralizando así parte del descontento de los mismos. Para China, pasar de la producción en masa de objetos baratos y de poca calidad, a una producción cualitativamente superior significaba desbancar definitivamente del liderazgo económico mundial a Estados Unidos, a Japón y a la Unión Europea, incapaces ya de competir, ni siquiera tecnológicamente, reservándose cada bloque una especialidad técnica sobre la que sustentar su actividad económica.

Una vez trasladado el poder a los ciudadanos, a través de parlamentos digitales en que se votaba protegiendo las elecciones con los sistemas informáticos más efectivos, los mismos que hasta poco tiempo antes se usaron para salvaguardar las transacciones bancarias, las transformaciones sociales fueron sucediéndose una tras otra: La prohibición de los paraísos fiscales, votada casi por unanimidad, supuso el primer recorte al monstruoso poder acumulado hasta entonces por la banca y los especuladores financieros. Los políticos perdieron prácticamente todos sus privilegios, pasando a ser meros funcionarios dedicados a redactar las leyes votadas por los ciudadanos.

También se propusieron y aprobaron, entre otras, leyes de limitación de acumulación de riqueza, leyes de prohibición de conflictos bélicos, quedando los ejércitos para labores de protección civil ante catástrofes naturales, y de policías de los derechos humanos, siempre bajo las órdenes directas de los parlamentos digitales, aprobándose al mismo tiempo leyes de reconversión de la industria de armamento.

Aprobadas por amplia mayoría, a pesar de la campaña en contra financiada por la banca, fueron las leyes de distribución gradual del trabajo, reduciéndose paulatinamente las jornadas laborales, al repartirse el trabajo entre toda la población activa existente, terminando así con el paro, y viniendo a demostrar, a los sorprendidos ciudadanos, el verdadero poder de la riqueza pública que, administrada de una forma racional, proveía a todos de un nivel de vida mucho mejor de lo esperado.

Las nuevas leyes de enseñanza, de las más debatidas, aplicaron finalmente los sistemas pedagógicos que ya habían demostrado su efectividad en la formación y enriquecimiento de la personalidad de los niños, tanto como en el desarrollo del pensamiento crítico, sistemas a los que la clase política hasta entonces había marginado, pues daba lugar a ciudadanos demasiado contestatarios para un sistema social jerárquico y vertical como el creado por ellos y las grandes corporaciones bancarias y empresariales, que habían regido los destinos del mundo durante los últimos siglos.

Así se sentaron, poco a poco, las bases de las primeras generaciones de humanos realmente libres, los primeros que nacieron en sociedades que les garantizaban, por el simple hecho de nacer en su seno, protección, alimento, formación y vivienda, a cambio de apenas dos horas de trabajo diarias pues, como ya habían calculado economistas independientes décadas antes, tan sólo esa jornada laboral era necesaria para mantener el mismo nivel de vida del que hasta entonces disfrutaba la clase media de los países desarrollados, al utilizar para el bien común, y no el una minoría, las enormes posibilidades de la tecnología ya creada.

El aumento del tiempo de ocio y de posibilidades de acceso a la cultura dieron lugar a tal explosión cultural, que se habló de un nuevo Renacimiento, esta vez global.

Ése fue el comienzo del fin de un sistema y el nacimiento de otro, que aún tardaría dos décadas en perfeccionar su funcionamiento, y casi un siglo en extenderse hasta el último rincón del mundo.

Hoy en día, cuando se estudia aquel movimiento ciudadano, y especialmente el sistema obsoleto que le precedió y que dio lugar a él, suelen ser los niños pequeños, siempre ansiosos por comprobar que los adultos también hacen tonterías, los que más ríen cuando se les explica que, no hace tanto, muchas personas mayores creían vivir en un sistema democrático porque depositaban, una vez cada cuatro años, un papel con unos nombres de personas a las que ni conocían, en una caja que llamaban urna, cediendo así a esas personas todos sus derechos de decisión social durante los cuatro años siguientes.

Los adolescentes también, con la rebeldía propia de la edad, ríen a carcajadas comentando esas rarezas estudiadas en las clases de historia.

 

Nerja, 14 de abril de 2211

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

SERIE AFORISMOS: "LA NO VIOLENCIA ES EL ARMA QUE CAMBIARÁ EL MUNDO"

 

La no violencia es, seguro, el arma que cambiará el mundo, porque todas las demás armas ya las hemos probado, y lo que han cambiado ha sido poco más que el tipo de arma a usar.

Hemos llegado al extremo de poder destruir el planeta y toda la vida que contiene, potencialmente, decenas de veces, con varios miles de bombas atómicas en nuestro patético, siniestro y ridículo haber.

 

La no violencia cambiará, antes o después, el mundo, porque ya no nos queda ninguna locura violenta por probar, violencia y locura definidas y catalogadas por razas, religiones, patrias, ideologías, comunidades, familias, parejas y hasta individuos que agreden a sus semejantes e, inevitablemente, se agreden a si mismos.

 

Pero, sobre todo, la no violencia cambiará el mundo porque nuestra especie al fin va saliendo, según parece, de la adolescencia, y porque no tenemos otra alternativa de supervivencia a largo plazo.

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

DESOBEDIENCIA CIVIL

Aunque ninguno de los dos podía dar, obviamente, y eso lo comprendí muchos años después, otro “porqué” que no fuera “su porqué”, mi padre siempre daba “un porqué”, mientras mi madre se limitaba a dar, ineludiblemente, “su propio, único y categórico porqué”.

Tuve la suerte de poder disfrutar durante la infancia de la lección diaria de observar dos extremos de la naturaleza humana pero, aún así, la vida sigue dándome sorpresas a diario . . .

Hace muchos años, un día, supongo que un tanto estresada por mis travesuras infantiles, mi madre sentenció:

“Esta vez no te salvas, esto lo vas a hacer como que hay Dios”.

“¿Por qué?”, pregunté.

“Porque lo digo yo”, gritó.

Fruncí el entrecejo, crucé los brazos, puse esos morritos tan propios de los cinco años y dije: “No”.

Dije “No” y asumí las consecuencias, bastante desagradables, por cierto, supongo que porque comprendí, intuitivamente, que ese “porqué” no era un “porqué” suficiente, y que admitirlo como tal era el principio de un camino insano y autodestructivo. Dije “No”, y no lo hice.

Creo que fue mi primer acto de desobediencia civil, y también la primera prueba que tuve de que Dios, al menos tal y como nos lo pretenden mostrar los teóricos de cualquier religión, y quienes vocean sus múltiples nombres, no existe.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

ESPERANDO

He visto tantas veces esa cara tras el cristal, a veces mirando desconfiada, a veces aparentemente cansada, a veces con la mirada perdida, seguramente en alguna idea reciente o en algún recuerdo lejano, y otras veces, muchas, tan sólo indiferente . . .

Durante años, día tras día, cumpliendo puntual un extraño ritual matutino.

Pero hoy, por primera vez, me he preguntado, esperando, ingenuamente, una respuesta: ¿realmente me conoce ese tipo que me observa, cada mañana, mientras me afeito?

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net


 

 

VIKINGOS

Alguien me preguntaba, hace un tiempo, qué fue lo que hizo de los griegos uno de los pueblos clave de la cultura occidental. Puesto que era algo sobre lo que me había interrogado a mi mismo hacía años, respondí con la conclusión a la que llegué en su momento: ser un pueblo tan viajero como curioso.

Si se compara con la cultura egipcia, más antigua y sin duda más poderosa en muchos aspectos, pero de mucha menor influencia en la historia, se comprende fácilmente la diferencia. Los egipcios vivieron durante decenas de siglos prácticamente encerrados en torno al Nilo, mientras que los griegos viajaron incansablemente y tuvieron, además, la suerte de que uno de sus primeros y mejores viajeros fuera también un buen historiador: Heródoto.

Heródoto, viajero incansable, aprendió a mirar lo diferente sin juzgar, algo que hoy sabemos imprescindible en cualquier buen historiador, pero esa actitud era una innovación en su época, como sigue siendo una rareza en la nuestra. Lejos de hablar de pueblos o personas salvajes, crueles o primitivos, se limita Heródoto a describir sus costumbres, sus ropas y formas de expresarse, siempre evitando adornar o deslucir esa información con cualquier opinión personal.

Ese arte de evitar el juicio cargado de prejuicios les llevó a dudar, y a partir de la duda germinó la filosofía, luego la aritmética, y de la mano del pensamiento matemático, el embrión de la ciencia. Surgió luego la oratoria, para debatir y poder, siempre de la mano de la duda, aumentar los conocimientos adquiridos compartiéndolos. En lo social nació, inevitablemente, algo parecido a lo que hoy día llamamos democracia.

Se transformó así Grecia en una cultura que aún hoy nos asombra en algunos aspectos, mientras en otros no puede evitar mostrar la rudeza de la época en que floreció, una cultura que es estudiada en las escuelas de prácticamente todas las demás culturas humanas.

Un papel similar de pueblo viajero, aprendiz y maestro a la vez de las diferentes tonalidades a que puede dar lugar la imaginación humana, lo tuvieron en la mitad norte de Europa los vikingos o normandos, que no se dedicaban, como nos han contado las crónicas cristianas medievales, exclusivamente a la piratería, sino mayoritariamente al comercio de ideas y mercancías.

Su enorme influencia en la mitad norte del continente fue decisiva para crear una forma de vida que, vista desde nuestro ombligo cultural, el Mediteráneo, nos puede parecer simple o primitiva, pero que fue lo suficientemente pujante como para tomar el relevo de los imperios y culturas del sur en los últimos dos siglos, aunque ello diera lugar tan sólo, justo es decirlo, a dos siglos más de colonialismo europeo.

Se puede decir, simplificando la historia, que esos dos pilares de pueblos viajeros y navegantes, ambos aficionados a buscar lo desconocido, incluso dentro de sus propias mentes, son los que han soportado el peso de nuestros complejos, carencias y grandezas culturales.

Ese fue el principio del camino de una cultura, la occidental, tan agresiva y guerrera como cualquiera, pero que supo conservar el tesoro del saber dudar, ese ejercicio que todos creemos saber hacer y tan pocos son capaces de llevar a cabo.

Ese tesoro, la duda, compensó en parte una historia llena de guerras de colonización, genocidios y dolor porque, a través de la duda, surgió en algunas de esas mentes occidentales la ciencia, de la que podemos estar orgullosos, y esa misma duda hizo surgir poco después los derechos humanos, pues alguien se atrevió a dudar que algún dios hubiera decidido para los humanos un eterno e inamovible sistema de castas.

La duda es, al mismo tiempo, el mejor ejercicio y alimento para la mente, tanto como un veneno que puede destruirla, pues es tal su poder, que la dosis debe ser exactamente la justa y, paradójicamente, sólo una mente sana sabe apreciar cuál ha de ser esa dosis.

Si hablamos con un buen científico, asombra con que facilidad asume la duda cuando no encuentra una respuesta ante determinada pregunta. Por el contrario, una persona integrista, bien en ideas políticas, religiosas o de cualquier tipo, o una mente enferma, son incapaces de cuestionar, ni por un instante siquiera, la idea o credo en que se encuentran cerradas.

El autoengaño ha destruido la capacidad de dudar, tal vez como patético mecanismo de defensa, y la mente ya se habrá transformado en un erial donde ninguna idea razonable o constructiva puede germinar.

De ese pequeño pueblo que supo alimentarse con la duda seguirán hablando los seres humanos durante siglos, mientras a los otros, poderosos, crueles y autoengañados en su enajenación, le reservará la historia el espacio gris de las guerras y los imperios.

Porque la civilización, o la persona, que ha perdido la capacidad de dudar estará, en consecuencia, absolutamente convencida de que es el resto del mundo, o al menos a quien no pueda manipular y sumergir en su juego, quien tiene un problema, y ese es y será, para su desgracia y la de quienes estén cerca, su gran e irresoluble problema.

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

PARADOJAS

El concepto de paradoja, cuando profundiza en él, atemoriza al ser humano, especialmente al occidental, porque lo presiente como un peligro para su ego, para lo que cree equivocadamente que es la esencia de su ser.

Es una incertidumbre similar a la sentida ante la idea de la muerte, el eterno miedo humano a cuanto no puede incluir en su fantasía constante de creer que puede controlar algo de lo que acontece a su alrededor.

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

BAJO PRESIÓN: STANISLAV PETROV, EL HOMBRE QUE SALVÓ A LA HUMANIDAD

En 1983, el búnker Serpukhov-15, era el centro de mando de la inteligencia militar soviética, el lugar desde donde se coordinaba la defensa aeroespacial rusa. Su misión era, en plena Guerra Fría, alertar de cualquier ataque, con lo que se iniciaría el proceso para contraatacar con armamento nuclear a su odiado enemigo, los Estados Unidos de América, si éste se atrevía a iniciar un ataque.

El 26 de septiembre de ese año, de repente, una sinfonía de alarmas sonoras y luminosas inundó la sala de mando del búnker: “Camarada Petrov, alerta máxima”, gritó el oficial que se encontraba ante las pantallas del radar.

Petrov dio la primera orden: “Desconecten esas alarmas”. La sala se sumió entonces en un profundo silencio, y en algunos oficiales, los más jóvenes, las primeras gotas de sudor comenzaron a brotar de sus frentes”.

La información emitida por las máquinas, en su frío lenguaje, no dejaba lugar a dudas: un misil balístico intercontinental americano se había lanzado desde la base de Malmstrom (Montana, EEUU) y en veinte minutos alcanzaría la U.R.S.S.
Todas las miradas se dirigían, alternativamente, hacia la pantalla del radar, en la que un minúsculo punto luminoso se desplazaba lentamente hacia el mapa de la Unión Soviética, y hacia la cara tensa del teniente coronel Stanislav Petrov, de cuarenta y cuatro años, que ese día era el oficial de guardia.

Todos sabían que las órdenes eran informar inmediatamente, a fin de lanzar los misiles nucleares de respuesta, y sabían también que esa orden significaría el final de todo, de sus vidas, de la de todos sus seres queridos, de la Unión Soviética, de esa revolución en la que desde niños les habían dicho que vivían, la muerte de cientos o miles de millones de personas, el Apocalipsis, la desaparición de la Humanidad.

Petrov, con la mirada clavada en el radar, pensó, sin quererlo, en voz alta, y dijo lo que habría de repetir días después ante sus encolerizados superiores militares: “No puede ser, nunca atacarían con un sólo misil, tiene que ser un error de la computadora”.

A los pocos minutos, otras cuatro señales aparecieron sobre la pantalla, la tensión subió en la sala del búnker y hasta un joven oficial se atrevió a recordarle a Petrov las órdenes recibidas: “Debemos informar, camarada coronel”.

“Las máquinas se equivocan, respondió Petrov, esperemos unos minutos más”.

Nunca sabremos qué pasó durante esos minutos por la cabeza de Petrov: tal vez simplemente creyó que se trataba de un error de los satélites o las computadoras, como siempre mantuvo, o tal vez pensó, con ese extraño humanismo tan ruso que les hace disfrutar del canto, la amistad y el alcohol, que si habría de desaparecer media Humanidad, no había razón para destruir a la otra mitad, sólo por la decisión demencial de algún político. Lo cierto es que nunca sabremos qué pensamientos surcaron su mente durante esos minutos bajo presión.

Finalmente se descubrió que era una falsa alarma, causada por una rara conjunción astronómica entre la red de satélites rusos, la Tierra y el Sol, coincidiendo con el equinocio de otoño.

Este incidente, llamado precisamente así, el Incidente del Equinocio de Otoño, avergonzó a los altos cargos soviéticos, que vieron poner en entredicho la base misma de la llamada Guerra Fría, el miedo mutuo a una mutua destrucción total. Consideraron que el teniente coronel Petrov se equivocó en su decisión, a pesar de haberles salvado la vida a ellos y al resto de la Humanidad, por lo que le castigaron y ocultaron el incidente, hasta ese punto puede llegar la estupidez de la muy mal llamada inteligencia militar.

Cuando le preguntaron porqué no había dado la alarma y la orden de contraataque, Petrov, simplemente contestó: “La gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles“.

Hoy Stanislav Petrov, de 71 años, sobrevive solo, con una pequeña pensión, en un diminuto apartamento en Friasino, a 40 km de Moscú, y no ha habido en toda la Humanidad una sola persona o asociación que haya sabido agradecer y recompensar su actitud lógica y humanista a la vez, su sangre fría, gracias a la cual nuestra especie, y tantas otras formas de vida, siguen habitando este planeta.

El premio Nobel de la Paz, que nunca hubiera sido más justamente adjudicado de habérsele concedido al ciudadano Petrov, sigue reservados para otros.

Ese 26 de septiembre de 1983, como tantas veces había sucedido antes, y como tantas otras volverá a suceder, un ser humano salvó a otro ser humano, en este caso, a todos ellos, y para hacerlo comprendió que, a veces, sólo hay un camino posible: desobedecer.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

SERIE AFORISMOS: “SI NO ESPERAS LO INESPERADO, NO LO RECONOCERÁS CUANDO LLEGUE”. (Heráclito de Efeso)

 

Pero . . . si se espera lo inesperado, ¿no pierde éste su naturaleza de tal?

 

P.D.: Cuidado con los griegos, no sólo le daban al vino en sus fiestas dionisíacas, sino que sus oráculos bebían una infusión de cornezuelo de centeno (ácido lisérgico, similar al LSD) para comunicarse con sus dioses, por lo que se puede esperar de ellos cualquier genialidad, o afirmaciones como que las habas tienen alma, pero las mujeres no, y el cerebro sólo sirve para refrigerar la sangre, ambas de Aristóteles.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

AFORISMO ÁRABE: “EL COMPAÑERO ANTES QUE EL VIAJE Y EL VECINO ANTES QUE LA CASA.

 

En Islandia, tras el estallido de las protestas ciudadanas por la crisis financiera, se dio una situación casi tan esperpéntica como la misma crisis: En esa tierra no se había producido ninguna manifestación desde los años cincuenta del siglo pasado, por lo que los policías antidisturbios no tenían, por decirlo en pocas palabras, práctica en su oficio.

Los manifestantes se agolpaban frente al parlamento y no sólo gritaban, sino que arrojaban huevos contra los políticos conservadores que habían dirigido el país durante los últimos dieciocho años y habían dejado una deuda de 160.000 euros para cada ciudadano, la más alta del mundo en un país que era, estadística y paradójicamente, el más rico del mundo.

Los policías pedían a los manifestantes que, por favor, no arrojaran huevos ni ningún tipo de objetos, que se limitaran a gritar sus consignas o, incluso insultos, pero nada más, pero la ira ciudadana ya estaba desbordada.

 

Finalmente, algún político dio, posiblemente desde el interior del parlamento y mientras se limpiaba los huevos de su caro traje a medida, la orden de cargar. Pero los policías no podían porque, por suerte para ellos y la sociedad en la que vivían, no alcanzaban a concebir, ni siquiera dentro de sus mentes presuntamente militarizadas, la idea de golpear a sus conciudadanos sólo porque protestaran contra una injusticia que sabían que afectaba a todos, y a ellos, por supuesto, también. Todo se redujo a unos empujones y dos o tres golpes.

Hay actitudes que sólo las puede proporcionar una buena educación, y la sana e imprescindible costumbre de aplicarla a diario en la vida social.

 

Tiempo después, ese mismo pueblo sin policías lo suficientemente agresivos, detuvo y juzgó a tres banqueros y un primer ministro, y en dos ocasiones, el siguiente primer ministro, se negó a firmar el pago de la deuda especulativa pendiente sin un referéndum por medio, posiblemente recordando cómo había terminado su antecesor en el cargo.

Acabo de leer que, para sorpresa de los economistas teóricos del sistema, Islandia está saliendo de la crisis mucho más rápido que, por ejemplo, Irlanda, que asumió resignadamente las deudas de sus banqueros, políticos y especuladores.

 

"Es casi como si el impago de las deudas acumuladas por un sector bancario fuera de control y la depreciación del tipo de cambio funcionaran mejor, incluso desde el punto de vista de los inversores, que socializar las pérdidas del sector privado y mantenerse en un sistema con un tipo de cambio fijo", escribe hoy el Nobel Paul Krugman en su blog del New York Times.

Se dice que, cuando la vida aprieta, ya deja de ser importante lo que es bueno o malo, justo o injusto, centrándonos sólo en lo que nos permite sobrevivir, y es entonces cuando la educación recibida muestra su decisivo valor, cuando unas personas o sociedades anteponen, o no, la casa al vecino y el viaje al compañero.

 

Suele ocurrir, y no deberíamos olvidarlo, pues en esto la vida es, a medio y largo plazo, escrupulosamente justa, que quienes cometen el error de no saber distinguir lo prescindible de lo imprescindible suelen terminar sin casa, sin vecino, sin compañero y sin viaje.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

COSMOVISIÓN

Las cosas son como son porque tenían que ser así. Si hubiera sido posible que fueran de otra manera, todo hubiera sido diferente, y ésa ya hubiera sido otra historia.

No podemos cambiar ni un segundo del pasado, hagamos lo que hagamos, pero todo el futuro está, como una semilla esperando germinar, en algún lugar de nuestra mente.

Por eso, de nada nos sirve sufrir por lo ya sucedido, por el pasado, al que tenemos que recurrir siempre como a nuestra mejor enciclopedia, aunque lo miremos a menudo como a nuestra peor novela.

Al futuro siempre podremos mirarlo como a nuestro mejor relato por escribir, y aunque sabemos que es un cuento, siempre nos quedará, y eso nadie nos lo puede arrebatar, la esperanza de que sea el mejor cuento posible.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

HOY ESTÁIS SECOS

Ramiro era un “tumbao” por voluntad propia, un hombre que, ya cansado, había decidido que se tumbaba, en la cama si la había, y que de ahí no le movía nadie.

La familia, en casos como el de Ramiro, podía decidir si cuidarle o no, con todo lo que conllevaba, y casi siempre era sí.

Ramiro, harto de la vida y agotado por la misma, había decidido renunciar, después de tantas eternas jornadas de sol a sol en el campo, de sueños de cuero y mil noches de hambre. Creía tener, y sin duda tenía, derecho a tal renuncia.

 

En la cama sobre la que cayó, quedó, y fue su hermana Berta la que cargó sobre sí la responsabilidad de mantenerle con vida, tal vez como pago por aquellas veces, tantas, en que él le había regalado parte del pan negro de centeno con que consolaban el hambre durante la infancia.

 

En el entorno de Ramiro sólo hubo, durante años que llegaron a ser lustros, sólo un ser vivo además de su hermana: una maceta con claveles al lado de su mesilla, a la que saludaba cada mañana y con la que hablaba en silencio más a menudo de lo que hubiera recomendado cualquier psicólogo.

Pasó el tiempo, que fue convirtiendo a Ramiro y Berta en ancianos, llenando ella su vacío con el vacío de la televisión y enclaustrado él en un mundo en el que, al fin, tenía tiempo para convertirlo en su tiempo, “tiempo para cavilar”, como le gustaba decirse a si mismo.

 

Una mañana, tras esperar más de una semana la comida que ya nunca llegaría, Ramiro se incorporó en la cama para observar, al otro lado del pasillo, el cuerpo inerte de su hermana, que yacía allí desde hacía días, víctima de un infarto. Volvió lentamente la vista hacia la maceta de claveles, también agonizantes por falta de riego, y no pudo contener el llanto, un llanto amargo y prolongado, que consiguió arrancar de su cuerpo el poco agua que aún contenía. Se miró las manos, aún callosas a pesar de los años de inactividad, y vio como las lágrimas se escurrían por su rostro y se acumulaban en el cuenco de sus palmas.

 

Lloró hasta secar su cuerpo, hasta purgar el último dolor, la última pena de cuantas había arrastrado en su vida, lloró por su hermana, por todas y cada una de las personas que habían compartido con él parte de sus vidas, lloró por la miseria implacable que convierte tantas vidas en miseria tan sólo.

 

Sintió, al fin, un enorme alivio que hizo desaparecer hasta la sensación de hambre, volvió su vista nuevamente hacia la maceta de claveles, observó el diminuto charco que sus lágrimas habían formado en sus manos, y regó con él la reseca tierra de la maceta. “Hoy estáis secos”, dijo, y volvió a tumbarse y cerrar los ojos, esta vez para siempre.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

AFORISMOS: “GOTA A GOTA, EL AGUA HORADA LA ROCA”

 

Una idea, una gota, y gota a gota, el agua horada la roca.

 

Quienes hablan otras lenguas y tienen otras costumbres, esos que moran más allá de nuestras fronteras, tal vez no siempre sean bárbaros a los que combatir y esclavizar . . . una gota.

 

Hay personas que visten ropas para nosotros extrañas, y su piel es de otro color, pero sufren y gozan nuestras mismas pasiones . . . otra gota.

 

Bautizados o no, indios, cristianos, judíos o musulmanes, antes que paganos, infieles, gentiles o herejes, son humanos . . . otra gota.

 

Alguien dijo un día: “Todos los hombres nacen y permanecen libres e iguales en cuanto a sus derechos” . . . y las gotas se hicieron arroyo.

 

Un siglo después, la mitad de la humanidad gritó: Nosotras también estamos aquí y debemos tener derecho a voto, queremos el calor y la justicia de la igualdad . . . y el arroyo se transformó en un río caudaloso . . .

 

Hoy en día, alimentado por las aguas que proceden de las altas y heladas cumbres, siempre ajenas, frías e indiferentes, a la vida que rebosa en los valles, aumenta el río, día a día, su caudal, y susurra a su paso:

 

“Ya es hora de una democracia real. Si entre todos, con nuestro trabajo y nuestras ideas construimos el mundo, entre todos debemos gobernarlo . . . y hasta las rocas, que nunca supieron escuchar, son moldeadas, poco a poco, con formas redondeadas y suaves, por el humano torrente de ideas que las arrastran.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

PERDIDOS POR ESOS MUNDOShttp://www.reporterodigital.com/imgs/efep/20090326/2045236w.jpg

Perdidos por esos mundos vagaban millones de tuertos, guiados por grupos de ciegos. Tenían los ciegos el mundo en sus manos, pero era un mundo que no podían ver, un mundo perdido y absurdo que sólo tenía sentido en su imaginación enferma, un mundo al que inevitablemente guiaban hacia el abismo.

 

Un tuerto propuso que quien tuviera su ojo derecho sano acercara el rostro a quien pudiera ver con el ojo izquierdo, consiguiendo así una perspectiva real y una visión más amplia del mundo.

 

Así, rostro con rostro, brazo con brazo, dejaron los tuertos de tropezar con las mismas piedras de siempre, el camino se hizo más seguro, y los ciegos, protegidos y guiados ahora por los tuertos, dejaron de ser un problema para la sociedad y para si mismos.

 

Algunos ciegos, los más miedosos, refugiados en la falsa seguridad de su ceguera, se resistieron a los cambios, incapaces de imaginar la luz del sol, una luz que ya no veían desde su infancia, pero fue en vano, los tuertos ya habían aprendido a mirar y a caminar, y nada ni nadie podía detenerles en su camino, siempre guiados por la cálida luz del sol.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL VIAJE

Lo decían mis padres y todos los adultos que me conocieron en la infancia: éste va a ser muy viajero, y era verdad: nací con ímpetus y curiosidades impropios de aquella tierna edad, y tardé mucho en comprender que los viajes más interesantes se suelen hacer sin moverse del sitio.

 

De todos los viajes, hay uno que ocupa un lugar privilegiado en mi memoria: Al despertar aquel día, todavía somnoliento, me vi rodeado de rostros desconocidos que se movían y gritaban en torno mío. De algunos creía guardar ciertos recuerdos difusos, pero otros me eran completamente desconocidos, y apenas acertaba a comprender algo de cuanto me decían. Decidí seguir durmiendo.

 

Tiempo después volví a despertar para encontrarme de la mano de una mujer que parecía saber quien era yo, decía llamarse Noicanigami, y era tan vitalista como hermosa, aunque parecía, en ocasiones, contradecirse al elegir los diferentes destinos por los que me guió, todos ellos lugares que ni había imaginado que existieran.

Nos acompañó en nuestro viaje, siempre a cierta distancia, pero sin perdernos de vista, otra mujer de mirada taciturna llamada Oiriled, que por alguna extraña razón provocaba en nosotros una sensación de alarma y desazón al aproximarse.

Noicamigami me advirtió: “No te preocupes, no es mala, pero está enferma. Tiene siempre las manos heladas, intenta que no te toque con ellas”.

 

Al cabo de un tiempo llegamos a la comarca de Aicnecseloda, una tierra extraña y no exenta de peligros, en la que Oiriled parecía encontrarse más a gusto, mientras una expresión de desconcierto se dibujaba cada mañana en el semblante de Noicanigami. El clima no era muy apacible allí, y las tormentas, terremotos y diluvios eran frecuentes.

Los bosques de Aicnecseloda estaban repletos de unas extrañas flores llamadas sanomrohs que producían cada una un efecto diferente al ser olidas: unas hacían crecer los cuerpos, otras provocaban agresividad, otras sosiego, otras miedo . . . Eran como narcóticos, cuya mezcla solía tener efectos imprevisibles. Allí me presentó Noicanigami a su amiga Dadisoiruc, un ser inquieto que parecía tener interés por todo lo nuevo o diferente que encontraba ante si. Al ser yo forastero, me interrogó durante horas sobre mi origen, mis gustos, mi vida y hasta mis ilusiones.

Al terminar el banquete de bienvenida, y antes de retirarnos a dormir, Noicanigami se acercó y me dijo: “Mañana recorreremos con Dadisoiruc el bosque de anomrohs. Te acompañaremos, pero será tu viaje, tuya será la responsabilidad del mismo, y tuyos los peligros y placeres que encuentres, superes o disfrutes. El recuerdo de todos ellos te acompañarán en la memoria hasta el fin de tus días”.

 

Aquel recorrido entre extrañas y coloridas flores de anomrohs, cuya duración no sabría delimitar con certeza, me hizo disfrutar y padecer vivencias que hasta entonces me eran completamente desconocidas. Mi cuerpo y mi mente sufrieron transformaciones que me convertían, a cada paso, en un ser nuevo, sumido en un constante ciclo de renacimientos.

Conocí placeres que de tan intensos me acercaron a las fronteras del dolor, y dolores tan profundos que me hicieron dudar, en alguna ocasión, si valía la pena seguir adelante, pero luego, ya saliendo del bosque, sonreía recordando las ideas de abandono, y me sentí sinceramente estúpido por haberlas tenido.

Al oler una flor blanca creé y destruí dioses en mi mente con tal presteza, que llegué a dudar, finalmente, que existiera siquiera uno de ellos.

Me sentí abrigado por el calor de la solidaridad al oler una flor rojinegra, y abandonado a la crueldad y el egoísmos humanos al oler una azul.

Cuando ya creía haberlo sentido todo, el olor de una pequeña flor verde transformó mi vista hasta hacerme abarcar la grandiosa diversidad de la vida. Me sentí, en un instante, diminuto e infinito a la vez , y así concluí el viaje . . .

 

Dos días después salimos de los límites de Aicnecseloda para adentrarnos en Zerudam, un lugar de campos de tierra negra y clima más apacible, donde el tiempo transcurría al ritmo estable de cuatro estaciones bien definidas.

Allí, al cabo de un tiempo, el suficiente para que conociera la nueva comarca y algunos de sus secretos, Noicanigami se despidió de mi con un fuerte y prolongado abrazo, susurrándome al oído: “Siempre estaré a tu lado, pero ahora ha llegado el momento de que continúes tu camino, ya estás preparado para ser padre y perpetuar el grandioso y agridulce camino de la vida”.

 

En aquel momento yo tenía veintinueve años, al año siguiente sería padre por primera vez, y desde entonces he vivido con la certeza de que siempre hay una tierra más allá y un sentimiento más acá, a veces a nuestro lado, que no conocemos.

Noicanigami cumplió su promesa y siempre ha permanecido cerca de mi, apareciendo a veces de una forma un tanto inoportuna, pero siempre cuando he necesitado su ayuda. Ocasionalmente la acompaña la extraña Oiriled, y casi siempre la inquieta Dadisoiruc y, a pesar de lo diferentes que son, nunca las he visto discutir.

 

El extraño viaje continúa aún hoy, y presiento que aún quedan, no importa si pocos o muchos, sentimientos y tierras por conocer.

 

* Consejo para su lectura: Invierta las letras de cada nombre propio y de la palabra “anomroh” y el relato resultará más comprensible para la razón, aunque menos interesante para la imaginación, perdón, quiero decir para Noicanigami.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL POZO SIN FONDO

Cada ser humano va eligiendo, a lo largo de su vida y de acuerdo a su experiencia, un camino a través del cual interpretar la compleja naturaleza de sus semejantes y de los grupos y sociedades a las que damos lugar a través de la convivencia.

Personalmente, hace años que elegí el camino del estudio de la historia como herramienta para dicho fin.

Creí ingenuamente en mi juventud que el mundo se dividía en buenos y malos, y que la solución a todos los problemas de la Humanidad pasaba por conseguir que las personas más honestas formaran parte del grupo que toma las decisiones sociales, pero vi fracasar todos los cambios y revoluciones una detrás de otra, hasta que comprendí que el problema no estaba en las decisiones de unos u otros, que cada vez se diferenciaban menos entre sí, sino en un cambio de estructura del sistema, un cambio en la forma profunda de pensar, un cambio de modelo o paradigma.

 

Observé que todo ser humano sufre una transformación cuando consigue cierto poder político o social, y que, salvo contadas excepciones, acaban transformándose en personas que olvidan los ideales que les hicieron conseguir el apoyo y la confianza de millones de personas. Me di cuenta de que las estructuras sociales son más efectivas cuanto más horizontales, lo que explica que países como Japón, sin prácticamente ninguna materia prima, se convirtieran en potencias económicas basadas en el arma más poderosa de esa sociedad: el respeto y el apoyo mutuo.

De igual forma, imperios con una riqueza material enorme, como los Estados Unidos, se van desmoronando lentamente, víctima de un sistema que alaba la capacidad de enriquecerse de cualquier individuo, incluso pasando por encima de los intereses del resto de los ciudadanos, los intereses comunes. Esa sociedad ha terminado teniendo bolsas de pobreza peores que las de Pakistán, una de las zonas más pobres del mundo, y han entregado sus gobiernos, en otra época modelo de democracia y libertad, a lobbys y grupos de presión capaces de embarcarles en guerras que sólo a esos grupos y empresas benefician, pero que perjudican claramente a la inmensa mayoría de la población.

Hace décadas pensaba que la generación de mis hermanos menores sería la que diera el gran paso, para creer luego que tal vez fuera necesario más tiempo, tal vez un par de siglos incluso. Y cuando ya creía que estas sociedades postconsumistas en que vivimos habían arrancado o dormido el alma de sus ciudadanos, todos nosotros, algo ocurre en las plazas de esta tierra, algo impensable hace un mes tan sólo: los ciudadanos ya no se creen la farsa de un papel en una caja cada cuatro años, de una clase política que se dice representante de los intereses de los ciudadanos pero que actúa, en la práctica, y al margen de la ideología conservadora o progresista que usen por bandera, los intereses y privilegios de una reducidísima minoría que va acumulando, día a día, más y más poder.

Surgió ese movimiento como la confluencia de los intereses comunes de grupos y asociaciones que poco o nada parecían tener en común: asociaciones contra la limitación de la libertad en internet, contra la abusiva ejecución de las hipotecas por parte de los bancos, que dejan cada día veinte familias sin hogar y endeudadas de por vida, contra la violencia de género, contra el encausamiento del juez Garzón, etc., etc.

Un día comprendieron que tenían un punto en común: todos ellos eran ciudadanos víctimas de alguna injusticia producida por el sistema en que vivían . . . y se echaron a la calle . . .

Si el movimiento fue una sorpresa, más lo fue comprobar la madurez e inteligencia con que actuaban, a pesar de la juventud de más de la mitad de sus componentes: no cayeron en la trampa de dejarse arrastrar por ningún líder que les vendiera un sueño, como tantas veces había sucedido en el pasado a lo largo de la historia, ni en el error de intentar promover cambios a través de la violencia, que siempre le serviría de justificación a quienes estuvieran interesados en destruir ese movimiento ciudadano, ni cometieron la necedad de autodefinirse como conservadores o progresistas, ni se identificaron con ningún partido pues sabían, y saben, que entre sus filas hay personas de todas las ideologías, religiones y actitudes.

No sé si a través de largas horas de meditación o debate o si espontáneamente, han dado un paso de gigante en la evolución de las sociedades humanas, mostrando lo caduco y obsoleto del sistema anterior, todavía vigente: no quieren partidos de derechas o de izquierdas en el parlamento, quieren que el parlamento y quienes ocupan los escaños, funcionarios a los que pagamos sin demora cada mes sus salarios y privilegios, sean el reflejo de cuanto piensan, sienten y desean los ciudadanos de ese país. Para ello proponen reformas de la ley electoral que incluyan el referéndum como herramienta y derecho de los ciudadanos, que se les consulte, al menos, las leyes y decisiones más importantes que les afectan socialmente.

Saben muy bien lo que hacen, conocen y confían en las capacidades innatas del ser humano, en su sentido natural de la justicia, saben que la mayoría nunca votaría una guerra colonial, ni regalar miles de millones a la banca privada para compensar sus errores y su codicia, mientras sus beneficios se esconden en paraísos fiscales, saben que nadie votaría congelar los salarios y las pensiones, sino que, si fuera necesario, se decidirían mayores cargas fiscales a las grandes fortunas.

No importa cuanto durará este movimiento ciudadano, hasta donde madurará y se extenderá, y si conseguirá todos o sólo algunos de sus reivindicaciones y objetivos, su mera formación y existencia ya ha marcado un hito en la historia, incluso si desapareciera mañana mismo.

De igual forma que a una persona se le puede conocer viendo quienes son sus amigos y sus enemigos, a los movimientos sociales, también.

Prácticamente toda la clase política, de todas las ideologías, la banca, los medios de comunicación controlados por ésta y las grandes empresas, miran con enorme desconfianza a este movimiento pacífico, se ponen nerviosos y tienen sus razones, pero todos juntos no son ni el 5% de los ciudadanos, y si realmente se tienen por demócratas, deberían hacerse a si mismos muchas preguntas, como si es un sistema realmente democrático el que permite que los votos del 20% de los ciudadanos otorguen mayoría absoluta a un partido, como sucede en España y en otras partes del mundo, mediante el sistema de pactos entre formaciones políticas.

Mientras las ideas y las ilusiones se extienden lentamente, esa minoría de personas que niega o difama este movimiento, siguen cayendo en su pozo sin fondo, el pozo de sus miedos y prejuicios, el pozo oscuro que siempre ha frenado el progreso de la Humanidad.

Son los que olvidan que el cambio, en las sociedades vivas, y todas lo son puesto que seres vivos las componen, es un proceso permanente, los que olvidan, en última instancia, la verdadera esencia de la democracia, que no es otra que el gobierno de la forma más directa, real y participativa posible por parte de los ciudadanos.

Ahí siguen en el pozo sin fondo de sus miedos, donde le tenderán una mano, como siempre ha sucedido, el resto de sus semejantes.

Esperemos que tengan, al menos, el valor de aceptarla.

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

¿POR DÓNDE IBA ESTO?

Hay pocas cosas tan contagiosas para los humanos como las emociones: Un conjunto de electrones bailando sobre una pantalla de vidrio o plástico son suficientes, si bailan la música apropiada, para hacer llorar a una persona.

Lo podemos llamar pintura, escultura o cine, pero el nombre es lo de menos, son emociones.

 

Hacemos vibrar el aire, esa onda choca contra una fina membrana del oído, que traslada la vibración al cerebro a través de una cadena de minúsculos huesecillos, y el milagro vuelve a suceder.

Podemos llamarlo música u oratoria, pero son tan sólo emociones.

 

Minúsculas partículas, que incluyen hormonas, sudor, perfumes y feromonas flotan constantemente en el aire, esperando introducirse en alguna nariz que las transforme en sensación más o menos agradable, al tiempo que nos transmite una información de la que, en la mayoría de los casos, no somos conscientes, pero que siempre produce una emoción, la condiciona, o la anticipa.

 

En esos bailes de electrones, ondas, vibraciones, partículas y demás átomos malabaristas y vagabundos cuánticos, navegan todas nuestras emociones, algunas de las cuales mitificamos en algunas culturas y menospreciamos o reprimimos en otras. Las combinaciones son casi infinitas, supeditadas a las circunstancias y a la imaginación humana, aunque siempre habrá colores de fondo comunes.

 

Las partículas que regulan cada decisión que tomamos, y que creemos personal y libre, indiferentes a nuestras dudas, cuitas y fantasías, simplemente, bailan.

 

De idéntica forma bailamos nosotros, a través de nuestra existencia, al son de otra melodía mucho mayor, cuyos danzantes posiblemente sueñen, a su vez, con otra aún mayor que las contenga, proyecte y ampare.

 

Deberíamos ser más condescendientes con nosotros mismos y nuestras fantásticas creaciones, y comprender que también los dioses necesitan crear, tener y creer en sus propios dioses, posiblemente dioses cuánticos inconcebibles para nosotros.

 

Por cierto, ¿por dónde iba esto?

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NOCHE DE BRUJAS

Felipe acudió con desgana a la cena familiar, sabedor de que nada bueno sale ni puede salir de esas reuniones, una vez sobrepasados los límites de la familia más cercana, cuando se van creando nuevas parejas y núcleos familiares, los intereses comunes desaparecen y afloran los peores egoísmos humanos.

Instalado en una esquina, sujetando en la mano un gin tonic más cargado de lo habitual, observaba a los asistentes, de todos los cuales sabía uno o varios secretos inconfesables, pues algo bueno tenía el ser detective, algo que compensara mínimamente la insoportable rutina diaria de un oficio al que sólo el cine o la literatura se habían atrevido a elevar a los altares de lo heroico.

Su cuñada Julia, aparentemente toda una señora, siempre altiva y vestida de marca, tenía en realidad no uno, sino dos amantes, para fines de semana alternos, pero como ella misma se lo había planteado con total desfachatez al saberse descubierta: “Tú verás, tu hermano es un pardillo, y como se entere, es capaz de suicidarse”. Llegaron a un acuerdo de mínimos para que hicieran separación de bienes, pues sólo faltaba que, en caso de divorcio, la tipa acabara quedándose con la casa para recibir a sus amantes, y su hermano durmiendo en una caravana.

El acuerdo secreto se mantenía desde hacía ya tres años, y Felipe había renunciado a un extra que ella puso sobre la mesa de negociación, que incluía una tarde a la semana con ella. “Si nunca he pagado a una puta, creo que ya soy un poco mayor para empezar”, le contestó él y ella, desde entonces, le odiaba aún más.

 

El resto de los asistentes no eran mejores: Ismael, otro cuñado, éste casado con su hermana Laura, había superado al avaro de Moliere hacía años: a pesar de haberle tocado casi dos millones de euros en la lotería, continuaba trabajando y se negaba a que Laura dejara su monótono y alienante puesto en su oficina.

El hijo mayor de Laura e Ismael, a sus veintiocho años, seguía viviendo a costa de sus padres, sin haber probado siquiera la extraña experiencia de una sola jornada laboral. Su madre le mimaba, y su padre se negaba a darle ningún tipo de ayuda para que se independizara, pues creía que así salía más barato.

Pero mucho peor que él era su novia Susana, a quien le gustaba que la llamaran Susan. Felipe llevaba contadas ya tres carteras levantadas por la chica, pero como las víctimas eran un primo financiero, otro cuñado perito de seguros, y su propia suegra, decidió ver, sonreír y callar.

 

Su suegra era la única que parecía ser consciente de la presencia de Felipe, pues cada dos minutos exactamente dirigía su mirada hacia la esquina donde éste se encontraba. Se negó en su momento a que entrara a formar parte de la familia con argumentos tan sólidos como su origen plebeyo o que su hija merecía mucho más. Felipe, por su parte, se negó a una boda religiosa, levantando así entre ellos un muro infranqueable en el que los años no habían conseguido abrir ni una portezuela. El odio y el desprecio eran, desde luego, mutuos.

 

Al tercer gin tonic, llegó Olga, la compañera de Felipe, llevando de la mano a la pequeña Lucía, que se abalanzó sobre su padre gritando: “Papi, ¿sabes que mañana es Halloween, la noche de las brujas?”

Felipe miró alrededor, sonrió, guiñó un ojo a Olga y, besando en la frente a la pequeña Lucía, le dijo al oído: “Pues creo que este año han soltado a todas las brujas un día antes . . .”

 

Nekovidal 2011 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA (V): APRENDER A VIVIR

 

Hace mucho, cuando me tomaba la vida realmente en serio, en la extraña y mágica infancia, ni pensaba en aprender a vivir: había tanto que aprender cada día, que no había tiempo de pensar en eso.

 

Un tiempo después sufrí, de la mano de la naturaleza, una metamorfosis similar a la de los capullos cuando se transforman en mariposas, proceso que en los humanos parece seguir una dirección inversa, y pasé de la infancia a la tormentosa adolescencia.

Tras sufrir el pertinente bombardeo hormonal, creí, de repente, saberlo todo, con lo cual tampoco tuve tiempo, ni necesidad, de aprender a vivir.

 

Luego vino el resto de la vida, los constantes cruces de caminos en los que cada cual, dependiendo de cómo, dónde y con quién, madura de una forma única e irrepetible.

 

Algunos, y sólo algunos, que nunca sabremos si son los más o los menos afortunados, descubren poco a poco que a vivir, como a respetar, amar o convivir, se aprende poco a poco y, de repente, todo se complica.

Es entonces cuando aprendemos que, básicamente, aprender a vivir es aprender que cada persona aprende a su manera, que cada mirada ve millones de colores iguales pero diferentes a los que ven nuestros ojos, que cada individuo es un universo único, que sólo la arrogancia o la ignorancia nos pueden empujar a intentar controlar o poseer.

Descubrimos también, con tanto miedo como asombro, que el principio de todo el proceso, la herramienta básica, nunca nos fue dada, y que debemos empezar por aprender a aprender, para dar el primer paso.

 

Cuando la curiosidad por saber y comprender se convierte en una costumbre cotidiana y placentera, enriquece la vida sin esperar más recompensa que el mismo placer de dar y compartir. Entonces sabemos que ya estamos en el camino.

 

Mientras tanto, consolémonos con formar parte de la minoría privilegiada que sabe reconocer, sin rubor ni conflicto, su más absoluta ignorancia, pues nos colocaremos así los primeros en la fila para salir de la peligrosa caverna de las falsas certezas, ese sombrío lugar donde nos criaron.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA (IV):

CUANDO LLEGUE EL ÚLTIMO MOMENTO

 

Cuando llegue el momento, sin prisas, por favor,

seré, gracias al fuego que tanta vida me dió, aire,

y ese aire entrará en vuestros cuerpos, puro ardor,

y siendo parte de todos, también lo seré de nadie.

Y no habrá, ni un sufrimiento, ni una contradicción.

 

Cuando llegue el último momento, sin llantos,

ese aire será nube, y viento, y río, y lluvia sin fin,

y sin presentarme siquiera, estaré en vuestras copas,

y seré vino y risas, vuestras palabras color carmín,

y me olvidaréis por un momento, y reiremos sin mi.

 

Cuando llegue el momento, ni lágrimas, ni lamentos,

es sólo un parénteis ocasional, sólo juego pasajero,

sólo me he ido antes, a cosechar un poco de tiempo,

a redescubrir lo ya sabido, lo eternamente venidero,

a recorrer el camino de lo que hoy, sin saberlo, ya fui.

 

Cuando llegue ese momento, sin prisas, por favor,

que aunque todo lo borre, implacable, el tiempo,

habrá tregua a la memoria, y habrá gotas de amor,

que harán que venzamos, hermanos, a la muerte,

cuando nos llegue, a todos, el último momento.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA (III)

 

Ese libro al que llamamos Vida, escrito a veces con renglones torcidos, y otras muchas con cuidada letra e impecable ortografía, es todo cuanto tenemos.

Tal vez cada persona sea, dentro de ese libro, tan sólo una palabra, o una simple letra, quizás una sonora vocal, o un tímido pero imprescindible acento, nada más.

En eso tan sólo consiste el juego de aprender a vivir: en averiguar el sonido y la grafía de nuestra letra y conseguir hacerla vibrar lo mejor posible dentro del canto universal de las palabras, de esa inmensa canción compartida.

El Gran Libro de la Vida se escribe a menudo con lágrimas, pero nunca faltan en él las imprescindibles risas ocasionales, las emociones y caricias que mantienen encendida la hoguera de las ilusiones humanas.

Se escribe con dolor, paciencia, amor y memoria, y nadie, ni el humano más sabio, más fuerte, o el más poderoso, puede borrar o cambiar ni una sola coma de sus páginas.

El Gran Libro de la Vida, que conoce bien nuestra naturaleza, nunca olvida, antes de permitir que cada una de nuestras letras o palabras pasen a formar parte de la eternidad, que sólo de dos cosas somos dignos los seres humanos: de respeto, y de lástima.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA (II)

En la infancia no busqué, sino que hallé sin buscar, como todos los niños y algunos pocos adultos a los que llamamos genios, o locos, o ni les llamamos.

En mi juventud busqué la certeza con el ímpetu propio de la juventud, otrto tipo de locura deliciosamente insoportable y de consecuencias imprevisibles.

En la madurez busqué el reposo, cansado por los agotadores días de vino, ideas y rosas derrochados durante la juventud.

En la vejez creo que tan solo buscaré la paz del no buscar.

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL GRAN LIBRO DE LA VIDA (I)

Te guste o no, escribirás El Gran Libro de la Vida: Con letra de molde, con cuidada caligrafía o con toscos garabatos, pero lo escribirás sin remedio.

Con cada acto, hagas lo que hagas, con cada movimiento, con cada suspiro, con cada anhelo y cada desesperanza.

Aunque te niegues a escribirlo, lo escribirás, no hay renuncia posible, pues hasta tu renuncia sería una página del libro.

Si caes en la trampa y no comprendes la magia del juego, pedirás el Libro de Reclamaciones, pero será en vano, no te servirá de nada.

Puesto que tienes que escribirlo, hazlo con la ilusión de una letra y un texto vitales, divertidos, únicos y mágicamente conectados con la letra de cada forma de vida. No caigas en la arrogancia de creer que ya conoces todas las ortografías, la vida te sorprenderá a diario si aprendes a mirarla.

Escríbelo con ganas, ya que, hagas lo que hagas, te van a pagar o cobrar lo mismo por el viaje.

Y tienes para ello, no lo olvides, nada más y nada menos que tu irreemplazable letra y tu irrepetible ahora.

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

NO SÉ DE DONDE VIENE

 

Cuando la felicidad, ocasionalmente, nos sonríe, ni la sabemos apreciar en su frágil y esporádico ser, en su inevitable caducidad, ni la disfrutamos en su efímera grandeza.

 

No sé de donde viene esa extraña forma que tenemos de sobrellevar la vida, de navegar, sorteando frustraciones e inmersos en las tormentas del tiempo, esa forma tan nuestra de escondernos en las cuevas de las sombras y el miedo, mientras alabamos la belleza de la luz.

No sé de donde viene esa costumbre de naufragar reincidentemente contra cuantos acantilados emocionales vamos encontrando en nuestro camino.

 

Hoy, la felicidad de ayer ya ha pasado, y es, ya para siempre, tan sólo pasado, mientras que la de mañana, no siendo más que una posibilidad, se transforma en nuestra mente en un imprescindible y continuo ritual de esperanza.

 

Nunca volverá la nieve que vimos sobre las montañas el pasado invierno, ni las desbocadas ilusiones de la juventud, ni una tarde tan sólo de aquellos mágicos juegos infantiles . . . nunca volverán, aún cuando sean parte indisoluble de nuestro ser.

 

¿Aprenderemos algún día que el hoy es el ayer de mañana?

 

Nekovidal 2011– nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

CUANDO JANE ABRAZÓ A CONCHITA

Cuando Jane abrazó a Conchita, la sorpresa fue mayúscula para todos.

“¡Es antinatural!”, dijeron algunos que observaban, con la incredulidad aún reflejada en sus rostros.

“¡Es una locura, no durará mucho . . .!”, sentenciaron otros.

Todo se complicó aún más cuando Jane no se conformó con abrazos y, pasando a mayores, acarició el pelo y lamió reiteradamente la blanca y suave piel de Conchita quien, dejando hacer, parecía disfrutar con el nuevo juego.

“Increíble, esto acabará mal . . .”, fue alguno de los comentarios más moderados, dentro del asombro colectivo.

 

La gente se fue arremolinando alrededor de la escena, en la que ambas, completamente ajenas a las miradas y palabras de terceros, disfrutaban del recién descubierto placer de abrazarse, lamerse, tocarse y conocerse.

Las sombras de un par de sauces, y un pequeño estanque, fueron el bucólico escenario del nacimiento de tan peculiar amistad.

 

Jane, que parecía ser quien siempre llevaba la iniciativa, había dado aquel salto, sin importarle la altura del muro, el que cambiaría su vida y la de su amiga, cuando nadie en su entorno lo esperaba, dejando a todos boquiabiertos, y no parecía haber, en ningún gesto de una u otra, el menor atisbo de arrepentimiento, vergüenza o temor, tan sólo una excitante y algo morbosa sorpresa ante lo recién descubierto.

 

En realidad, cuando Jane abrazó a Conchita, al final, no pasó nada preocupante ni digno de mención, porque Jane, la tigresa huérfana de seis meses, no tenía hambre, y decidió que una amiga, como la conejita albina Conchita, le haría mejor provecho como compañía que como minúsculo aperitivo, naciendo así una nueva forma de amistad, hasta entonces aparentemente imposible.

 

Todo esto sucedió en un parque zoológico, ese extraño lugar donde algunas especies pueden ver desfilar ante ellas, cada día, a miles de especímenes diferentes de ser humano, algunos de ellos, por cierto, muy poco discretos.

 

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SI SIGUES ASÍ ESTO NO HAY QUIEN LO VENTILE

Sucedió hace años, en uno de esos momentos en que la vida te gasta una broma de mejor o peor gusto y, tras darte un susto, se encarga por si sola de deshacer el nudo que a través de las circunstancias había creado.

En una plaza del centro de Vitoria, en el norte de España, en los años de la Transición y de los atentados casi diarios, se encontraba un grupo de jóvenes soldados dentro de una furgoneta acondicionada como vivienda, tomando una copa, charlando y fumando. Pero no sólo tabaco fumaban algunos de aquellos jóvenes, sino otras hierbas que, bajo la jurisdicción militar de entonces, le podrían haber costado varios años de cárcel en una prisión militar.

La plaza se encontraba abarrotada de gente y el tráfico era intenso. Al cabo de un rato, notando que había un extraño silencio, uno de los jóvenes descorrió una cortina del vehículo y observó, asombrado, que la plaza se encontraba completamente desierta, tanto de personas como de vehículos. Así se lo hizo saber a los demás, y otro joven que se encontraba cerca de la puerta, sin pensarlo mucho, la abrió. Del interior de la furgoneta salió una nube de humo al exterior, tan espesa, que varios policías del grupo de desactivación de explosivos se dirigieron rápidamente hacia la furgoneta pensando que esta vez, por suerte, sólo había explotado el detonante sin llegar a activar la carga. El joven que había abierto la puerta se encontró con varias ametralladoras apuntándole, no de policías, sino militares, lo cual no las hacía más inofensivas. Levantó los brazos y preguntó: “Joder, ¿qué pasa?”

“Ha habido un aviso de bomba, estamos desalojando la plaza y éste es el único vehículo del que no hemos podido localizar al dueño”, fue la respuesta que obtuvo por parte de otro joven de su edad, armado hasta los dientes.

Así fueron saliendo, uno tras otro, los cinco chicos, todos vestidos con uniforme militar, y cuando ya dos inspectores de policía comenzaban su sesión de preguntas incómodas del tipo “¿qué hacíais ahí dentro?” o “¿qué estabais fumando?”, se acercó un cabo del ejército y dijo, dirigiéndose a uno de los soldados: ¿Qué haces aquí? ¿Has llamado a tu madre?, pues era su primo. Le dijo a los inspectores que conocía a todos los estábamos allí, lo cual no era cierto, y que él se hacía responsable, y nos dejaron marchar.

Cuando volvimos a subir al vehículo para marcharnos y dejar desalojada la plaza, a mi, que me tocaba conducir, me llegó cierto humo desde la parte trasera del vehículo, pues la experiencia había provocado un bajón a la realidad de los allí presentes, y el más ruidoso del grupo, que siempre hay uno, ya estaba quemando incienso en la parroquia de los sustos.

“Si sigues así, esto no hay quien lo ventile”, le dije, y arranqué.

La amenaza resultó falsa, allí no había más bombas ni explosiones que las que cada uno llevaba en su propia y alocada cabeza.

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APRENDER A VIVIR


Cuando sólo había oscuridad, y el frío, la desesperanza y el miedo parecían abarcarlo todo, resistieron, mientras se repetían a si mismos: “Esto también pasará”, y sobrevivieron.

 

Cuando la vida les agasajó con regalos que ni habían imaginado que existieran, supieron relajarse y disfrutarlos, sin obsesionarse con poseerlos, y se limitaron a exclamar: “¡Qué hermosa es la vida!”, y sobrevivieron a la dicha, que también tiene sus peligros.

 

Así, mezclando luces y sombras, sabiendo encontrar en cada dolor un consuelo y en cada placer un regalo, intentando hallar un equilibrio en todo, entre el sí y el no, entre el perdón y la justicia, entre la memoria y el rencor, entre nuestros deseos y los ajenos, recordando siempre que, como dijera Tolstoi, la felicidad no está en hacer lo que se quiere, sino en querer lo que se hace.

Así tan sólo, día a día, golpe a golpe, poco a poco, aprendieron a vivir.

 

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EL CONCEPTO DE TIEMPO


Perdía el otro día mi tiempo pensando si vale la pena perder el tiempo en pensar qué es, en realidad, el tiempo.

Pensaba también si vale la pena partir en busca del tiempo perdido, o si es, también, una absoluta pérdida de tiempo.

 

Recorrí mentalmente decenas de expresiones que utilizan la palabra tiempo, pero todas ellas, como dar tiempo al tiempo, hacer tiempo, o ganar tiempo, no pasaban de ser la inacabada expresión de una abstracción mental.

 

Y así fui pasando el tiempo, mientras observaba el movimiento mecánico de una aguja de reloj, indiferente a mis cuitas y al transcurrir mismo del tiempo.

 

Pero no necesité mucho tiempo para llegar a tiempo de refugiarme en una oportuna conclusión: El tiempo, como casi todo en esta dimensión, es tan sólo una ilusión.

 

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¿TENEMOS TODOS UN PRECIO?


Al decir precio, ¿se refiere usted a precio de venta al público o precio franco fábrica?, ¿se refiere al precio antes o después de impuestos?, ¿al precio antes o después de la crisis de turno . . . ?

Por favor, concrete, homenajee a aquellos oradores insignes del Congreso de los Diputados durante el siglo XIX, y especialmente a aquel que, harto de los devaneos dialécticos de otro diputado, se levantó y gritó: “Concreta, cabrón, concreta”.

Si pretende cuantificar el precio de mi dignidad, ponga un precio concreto, hablemos de números, o no hablemos.

Porque nunca será lo mismo que me quiera comprar por el precio de un automóvil de lujo, incluso el más caro, o a cambio del Producto Interior Bruto de cualquier país mediano de la Unión Europea.

Con la primera oferta sólo alimentará mi ego, con la segunda, además de mi ego, dará alimento a miles de niños al día, y estudiaré la propuesta.

 

Me lo dijo hace ya muchos años una amiga, multimillonaria en dólares, que además era una mujer muy sabia, pues había tenido la suerte de haber conocido la otra cara de la moneda, la pobreza, en su infancia. Me lo dijo y nunca lo olvidaré: “En este mundo, joven amigo, todos nacemos esclavos y todos somos prostitutas pero, casi siempre, podemos elegir el precio que ponemos a nuestra dignidad, no lo olvides. Si te valoras en más o en menos de lo que vales, la fortuna pasará a tu lado, pero seguirá de largo, pero si sabes negociar con ella, si sabes marcar con honestidad, dignidad y justicia tu precio, la vida y la fortuna, al final, siempre te sonríen”.

 

Desde entonces me cuesta mucho reprimir la risa cada vez que tengo que hablar de negocios con algún director o interventor de banco, viéndole son su traje impecable y tras un despacho de falsa caoba, cuando intenta convencerme de que el banco se preocupa y desvela por mis intereses.

Siempre viene a mi memoria aquella mujer y la misma idea: “Éste, además de puta, es un hijo de puta, y me temo que no sospecha ninguna de las dos cosas”.

 

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EL ESLABÓN PERDIDOhttp://blog.vayacruceros.com/wp-content/uploads/2010/05/Capilla_Sixtina.jpg


Vagando por la cadena de sus sombras, entre chispas de ilusión y tinieblas de desconsuelo, aquella persona tan impecablemente normal, encontró a sus pies un eslabón solitario, y dedujo que debía ser algún eslabón perdido de alguna cadena de algún esclavo.

Sin dudarlo, giró en redondo y huyó de aquel lugar, cargado de malos augurios. Huyó alocadamente, acuciado por el temor a convertirse él mismo en un esclavo.

Ni el peso descomunal de sus cadenas, que hacía lenta y penosa la huída, consiguió hacerle sospechar siquiera que las arrastraba.

 

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SIEMPRE HABRÁ TEMAS

 

Mientras la vida bulla, la pasión arrecie, la risa fluya, la monotonía se desperece o quede algún sueño por germinar . . .

 

Mientras alguien sepa prestar su oído o regalar su voz, y sepa apreciar en el gesto de compartir la compleja maravilla que conlleva . . .

 

Mientras alguna criatura nazca preguntándose sobre el milagro del acto de interrogarse sobre cada milagro . . .

 

Mientras alguna de estas llamas alumbre y caliente el cotidiano día a día, habrá un tema del que hablar, y hasta para discutir y contradecirnos, seremos irremisiblemente prisioneros hermanados por la palabra.

 

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ALEX

Alex, como cualquier humano de mediados del tercer milenio, vivía en una casa perfecta, ubicada en un barrio perfecto de una ciudad perfecta, enclavada dentro de los límites de un planeta perfectamente acondicionado para una sola especie: la humana.

 

Alex descubrió un poco tarde su vocación, pero la descubrió: un día decidió que quería ser tonto.

Sintió que debía elegir entre dos opciones: ser tonto o fingir que lo era, y con su rapidez habitual, comprendió que el fingimiento iría inevitablemente acompañado de ciertas dosis de frustración e hipocresía.

 

Su decisión, ampliamente debatida en diversos foros reales y virtuales, había sembrado el desasosiego en una sociedad orgullosa de haber logrado, tanto la paz social, como una supuesta calma interior en cada uno de sus individuos.

 

Una semana antes, Alex había descubierto, en uno de los archivos menos visitados de la Infoteca Universal, un documento de los más antiguos, un escaner de trozos de papel, una reliquia de hacía más de diez siglos.

La imagen mostraba restos de un extraño documento, apenas legible, al no conservarse más que trozos sueltos y aparentemente incoherentes de un texto, del que apenas había sobrevivido una frase, firmada por un oscuro personaje, tal vez un filósofo o uno de los primeros estudiosos de la mente humana, un tal Sigmund Freud. El texto decía literalmente:

 

“Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota, y la otra, serlo”.

 

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EMBARRARTE

8 de marzo: Día Internacional de la mitad de la Humanidad

 

Ahí están, todas embarradas y asustadas: Interminables hileras de mujeres, casi siempre heridas por hombres, que hieren o desean herir, para consolarse en su desgracia, a hombres, que casi nunca son quienes las han herido.

 

Ahí están, todos embarrados y alienados: Interminables hileras de hombres, casi siempre heridos por mujeres, y que hieren o desean herir, para consolarse en su desgracia, a mujeres, que casi nunca son quienes les han herido.

 

Tantas mujeres, tantos hombres, todos embarrados, enlodados en sus miedos, hundidos en sus prejuicios y cautivos de sus certezas, olvidando que son, ante todo, seres humanos, y que comparten mucho más que cuanto les diferencia.

 

 

Tantas mujeres, tantos hombres, tantos seres sufrientes, y todos convencidos de que son otras mujeres y otros hombres quienes han sido heridos, y otras mujeres y otros hombres quienes hieren.

 

Todos creyendo cuanto necesitan creer con tal de evitar mirarse en el doloroso espejo que les puede hacer crecer, pero a cambio de pagar el duro precio de ver reflejadas en él sus heridas, sus angustias y sus miedos.

 

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EL BINGO

(Todo parecido con la realidad es parecido, pero no realidad)

Doña Lucía, respetable señora mayor donde las haya, y sin duda la mayor de las señoras del grupo de sus amistades, a punto de cumplir un siglo de vida, tenía en el bingo uno de los sustentos de su ilusión. Tal vez creyera que seguir con atención el discurrir de los números, e identificarlos a tiempo, la inmunizaba contra el peor de sus temores: la pérdida de la razón o de la memoria, que a ciertas edades viene a ser lo mismo.

Su vista, inevitablemente cansada, era, sin embargo, suficiente para mantener su numérica y lúdica aficción, pero de su oído ya sólo quedaba un lejano eco.

Su hija Leny sobrellevaba con paciencia la reciente ilusión de su madre, y se comprometió a acompañarla al bingo, al menos una vez por semana, al observar que era lo que más ilusión le hacía dentro del conjunto de sus rutinas.

Sucedió que en cierta ocasión Leny estaba interesada en asistir a una conferencia sobre el origen del universo, dada por un científico que tenía fama de saber exponer con lenguaje tan claro como preciso conceptos que suelen escapar del entendimiento de los profanos en la matería, o sea, la mayoría de la población.

Como el día de la conferencia coincidía con el acordado para acompañar a su madre al bingo, y puesto que los horarios eran prácticamente consecutivos, decidió llevar a su madre consigo a la conferencia para acercarla luego a la sala de juegos.

Se preocupaba, lógicamente, de que pudiera aburrirse, pero pensó que tal vez una siesta haría que recuperara fuerzas de cara a su afición favorita.

El conferenciante acompañó sus explicaciones con imágenes de galaxias y combinaciones numéricas que se iban proyectando en una gran pantalla.

Doña Lucía, lejos de dormirse, sacó de su bolso un bolígrafo y una pequeña libreta, en la que fué haciendo algunas anotaciones. Su hija la miraba ocasionalmente de reojo, sorprendida de que no hubiera decidido echar una pequeña siesta, como solía hacer ante situaciones que no eran de su interés, sin importarle mucho donde se encontrara.

Terminada la conferencia, se levantaron lentamente y, mientras se dirigían a la salida, Doña Lucía comentó en voz baja a su hija Leny: “Te agradezco el detalle, hija, pero la próxima vez llévame el bingo de siempre, que en estos modernos no me aclaro, y ni te dan cartones siquiera. Además, no sé si te has fijado, pero ese chico tan simpático que cantaba los números, el pobre no tenía mucha experiencia, ¿has visto que en vez de bingo decía Big Bang?”

 

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LA CERILLAhttp://eltamiz.com/images/cerilla.jpg

Entre todos los números, Cerilla era la más vivaz, la más dicharachera, la que más animaba todas las reuniones, los encuentros de contabilidad o las fiestas de cálculo.

Parecía tener una llama natural con la que encendía cualquier reunión o grupo de números sobre el que se posara. Era inteligente y, a pesar de su juventud, conocía bien la personalidad de cada uno de los dígitos, sus virtudes y hasta sus manías: Sabía de la arrogancia del 1, del sentido un tanto barroco de la estética del 2, la obsesión por adelgazar del 8, o los escandalosos encuentros eróticos del 9 cuando se iba de copas con su amigote el 6, en los que acababan participando todos los números mayores del 18.

A Cerilla le habían puesto ese sobrenombre por ser hija de Cero, fallecido un par de años antes, durante la última crisis, pues tanto lo inflaron hacia la derecha, que el pobre cayó fulminado en una playa de las Bahamas, agotado y víctima del temible karooshi.

Cerilla lloró desconsoladamente la desaparición de su padre, pero concluyó que no habría mejor forma de honrarle que aprender de los errores cometidos y que le llevaron a tan trágico final a fin de enmendar, en lo posible, los dañinos efectos de la crisis que había terminado con su vida.

Tras mucho meditar, y viendo la torpeza con que los humanos hacían uso de su mágico poder de multiplicar por diez cada cifra a la que ella se acercaba, decidió renunciar a tal poder y, dando un salto ser, desde ese momento, y para siempre, una cerilla, o un cero, de la izquierda.

 

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FALTA UN TEMA

 

Falta un tema, pero no es un tema para compartir, pues sobre ese tipo de temas ya hemos demostrado sobradamente que, para nosotros, cualquier tema es bueno, que lo que no germina en una mente florece en otra y, hoy por tí y mañana por mí, nunca falta leña para encender la hoguera de las letras.

 

Otro asunto es el tema personal que cada uno tiene que afrontar a diario, su día a día, su universo único, intransferible y nunca lo suficientemente compartido.

 

Pero ese es otro tema . . .

 

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EL PAÑUELO

En un bordado pañuelo de seda guardaron con primor el corazón del buen poeta . . .

 

¡Pobre hombre, todo sensibilidad y sabiduría, y ahora es sólo un corazón sanguinoliento que tiñe un pañuelo bordado de recuerdos . . .!

 

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VALE LA PENA

Siempre vale la pena, aunque en ocasiones nos cueste creerlo, creer que vale la pena vivir.

 

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EL EXTRANJERO (A. CAMUS)


* Extranjero era ese fantasma que todos llevaban dentro, ése que continuamente intentaba convencerles de que todo lo diferente es malo, ése que temía abrir los ojos y se consolaba llamando ciego a cuanto le rodeaba.

 

* Tantas veces me llamaron extranjero que hasta olvidé el nombre de esa tierra de la que decían que no era mi patria.

 

* Antes de llamarme extranjero, mira a las estrellas . . .

 

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EL PINCHAZO

En aquel callejón que apestaba a orina, un muchacho se metió el último pinchazo, el último pico, y pagó así su papel de cordero humano en el altar del progreso: la heroína había entrado en España de la mano de la democracia: salíamos de un túnel de terror para instalarnos en el obsesivo sueño del consumismo autocomplaciente.


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CONFIESO QUE HE VIVIDO (PABLO NERUDA)

Confieso que creo haber vivido lo suficiente para saber que nunca se vive lo suficiente para comprender todo, y encontrar así tu exacto lugar en el universo, ni tan poco como para poder refugiarte en la absoluta y plácida ignorancia.

Pero no pienso pagar penitencia alguna por ello, bastante duro es saberlo.


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HAY DOS EN EL ASEO

 

Hay dos en el aseo, y nadie sabe que están haciendo.

Parece algo feo, afirma, desconfiado, el peor pensado.

Por ese ruido que hacen, cosa de drogas será, dice uno.

Parecen más bien asuntos de lujuria, murmuran otros.

Igual son unos terroristas, preparando algún atentado,

Quien sabe, grita otro, tal vez son unos degenerados.


 

Hay dos en el aseo, y es un gran misterio,

que a todos tiene pendientes y excitados.

Hasta que salen, sudando, dos fontaneros,

diciéndole, asombrado, el más bajo al otro:

Compañero, si me lo cuentan, no lo creo,

de verdad, este mundo está realmente loco.


 

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EL LOCO (KHALIL GIBRAN)
 

Aquel pobre loco tenía la extraña costumbre de medir el valor de las cosas por su precio, creía que todo podía comprarse, e incluso que el valor de una persona puede medirse por el de su traje o su vehículo.

Aquel hombre desquiciado creía en un dios único, incuestionable y vengativo, que le obligaba a matar por él o a despreciar al resto de los dioses. Incluso, en su locura, llegaba a creer que decidía y gobernaba su vida social porque introducía en una caja, cada cuatro años, un papel con un nombre de una persona a la que no conocía, y que nunca le consultaría decisión alguna.

Aquel pobre hombre creía que las cosas son como son porque siempre han sido así, olvidando la obvia ley del cambio permanente, y tenía el hábito de terminar sus disertaciones con un rotundo: “. . . y no hay más que hablar”.

 

A un ser tan alucinado, y tan peligroso para sus semejantes, hubo que ponerle un nombre.

En aquella remota época oscura le llamaron “persona normal”.

 

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LA PROFECÍA

 

La profecía fue tan increíble al ser pronunciada como obvia tras haberse cumplido.

A toro pasado, todos somos sabios.

 

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EL REBAÑO
 

Con el rebaño, con nuestros hermanos, es conveniente reunirse para celebrar la vida y disfrutar de ella, para aprender y enseñar, así como para reconocer el placer que se esconde tras ambos actos, también para colaborar y, en definitiva, para compartir constructivamente la vida.

Con nuestros semejantes es indispensable reunirse para sobrevivir, vivir, y enriquecer nuestras vidas.

Para otros asuntos menos trascendentales, como nacer o morir, es tan recomendable como inevitable, la soledad.

 

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LA CASA VERDE

 

En el pueblo, el viejo Cátulo tenía fama de putero. Todos le habían visto entrar cada miércoles, desde hacía años, en La Casa Verde.

Como entre los clientes de tan extraño establecimiento existía cierta complicidad, nadie se paraba a comentar los pormenores de la forma de actuar de Cátulo, que llegó a ser invariable durante décadas: Miraba una a una a las chicas a los ojos y, elegida una, compartía con ella una hora de su vida. Al sumergirse en sus miradas, Cátulo intentaba identificar a la más triste, la más necesitada del pobre consuelo que sus palabras podían regalar, pues eso y sólo eso, palabras, ofrecía el pobre hombre a las tristes mujeres, reservando sus energías e ímpetus sexuales para una viuda solitaria que era desde hacía años, secretamente, su compañera. Cátulo se limitaba a conversar con las chicas, a preguntarles aspectos de sus vidas, cómo habían llegado allí, si se encontraban en aquel sitio por voluntad propia y, en general, intentaba consolarlas en su cotidiano desconsuelo. Con todas había llegado a un pacto que incluía no contar a nadie cuanto sucedía durante esa hora, suponiéndoles todos un cliente más.

La felicidad y buen ánimo de las chicas llegó a ser un problema en más de una ocasión, pues algún proxeneta celoso, creyendo que era sexo, y obviamente, muy bueno, cuanto el viejo hombre regalaba a las chicas, comenzó a verle como un potencial competidor.

La Casa Verde fue cambiando con los años, las mujeres eran de otras tierras, apenas hablaban, tristes o tristemente consoladas con el alcohol o alguna droga.

Cátulo, por su parte, seguía arrastrando su fama de viejo verde, inmune a los comentarios del pueblo, compartiendo con aquellas mujeres, cada miércoles, sus míseras gotas de amistad.

Cuando el viejo Cátulo falleció, y se hizo público su testamento, la sorpresa y el escándalo fueron mayúsculos, tanto por el volumen de la fortuna que incluía, como por declarar beneficiarias de él, además de a su compañera, a una serie de chicas y mujeres, todas ellas trabajadoras o ex trabajadoras de la casa de citas.

Desaparecido Cátulo, La Casa Verde volvió a ser un lugar donde la vida se manifestaba torpemente a través del sexo, y volvió a ser desterrado el amor, como ya mucho antes había sido desterrado de las hipócritas mentes bienpensantes del pueblo.


 

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SÁBANAS BLANCAS
 

Como sábanas blancas al viento eran aquellos sueños de crear un mundo mejor de la nada, sin más herramientas que la invencible fragilidad de nuestras ideas.

Y cuando creíamos tener todas las respuestas, ya se sabe, nos cambiaron las preguntas, y resultó que el mundo no era como lo veíamos, o de eso intentaron convencernos.

Así quedaron atrás, como si de burdas y superficiales modas tan sólo se tratara, el pacifismo, el ecologismo, la revolución sexual, el mayo eterno, y otros mil cantos de libertad.

El mundo no era como lo veíamos, decían y repetían quienes se creían con derecho a decidir como ha de ser el mundo.

Pero resultó que los peores presagios de los primeros compañeros ecologistas se transformaron, poco a poco, en cruda realidad.

Resultó que se podían hacer guerras aún más absurdas y monstruosas, aunque pareciera imposible.

Resultó que la mujer podía tener derecho a su vida y su cuerpo sin que la familia, la sociedad y el mundo se desmoronaran.

Resultó que el sistema económico no era tan corrupto como creíamos, sino muchísimo más.

Resultó, en definitiva, que no veíamos el mundo tan al revés como nos contaban quienes, ahora lo sabemos, lo veían completamente al revés.

 

¿No será que nuestra ceguera no era tal, y que nuestro único y tremendo error fue renunciar, como a tantos otros, a nuestros más libres y libertarios sueños de juventud?

 

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LA MUERTE DE SAFO

 

"Las mujeres que buscan ser iguales a los hombres carecen de ambición"
(Timothy Leary).

¿Quién creerá, Safo, en tu muerte, mientras una mujer camine sobre la Tierra?

Tu vida fue tu poesía, la búsqueda de los últimos refugios de la sensibilidad humana en una época brutal, y no podías hallarla, bien lo sabías, en otro sitio salvo en el fondo de algunas almas femeninas.

El tiempo te premió conservándote la memoria colectiva pero, ¡cuánto hubieras disfrutado viviendo una semana tan sólo en esta época, donde ni el más imbécil de los hombres se atreve ya a negar que las mujeres sean portadoras de un alma, cuanto menos, tan valiosa como la de cualquier varón!

Pero ya ves, Safo, seguimos pensando que vivimos en el infierno, y por eso, posiblemente, algún día conseguiremos alcanzar el paraíso.

Gracias por los cimientos que regalaste a este futuro y, sobre todo, gracias por haber sabido disfrutar tu vida, como homenaje supremo a la vida.

 

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A LA BÚSQUEDA DEL TIEMPO PERDIDO
 

Recientemente el periódico La Razón, de Madrid, admitió entre sus páginas una esquela conmemorando el aniversario del ahorcamiento de una chica alemana a sus 22 años, en diciembre de 1945.
 

El grupo integrista conservador que pagó la esquela le decía en el texto, entre otras cosas, que en el Cielo se reencontrarían con su dulce sonrisa. Era Irma Grese, y la prensa de la época, que no sus víctimas, la bautizaron como el "Angel de Auschwitz", el campo en que tuvo a su cargo a más de 30.000 reclusas judías, en su mayoría polacas y húngaras.

Grese fue de las muy pocas mujeres ajusticiadas tras la Segunda Guerra Mundial, y la más joven de entre todos los condenados a muerte y ejecutados.

Durante el proceso, comparecieron algunas supervivientes de los campos de concentración por los que había pasado, que relataron, ante la imperturbable teutona, cómo seleccionaba a quienes habrían de morir ese día, con una especial predilección por aquellas mujeres y niñas a las que la tragedia que estaban viviendo no había conseguido borrar completamente de sus rostros la belleza que la naturaleza les había regalado. Esas eran siempre las primeras seleccionadas, y las elegidas para las peores torturas.

Irma era conocida por dejar que perros hambrientos y furiosos se lanzaran encima de las presas para devorarlas, asesinaba a internas a sangre fría, torturaba a niños, cometió abusos sexuales y propinaba palizas sádicas con un látigo trenzado hasta que provocaba la muerte de las víctimas.

Las últimas palabras de Irma a su verdugo fueron: "Schnell!" (¡Rápido!).

En un utópico mundo más racional, que hubiera aprendido realmente algo de esa lección que costó más de cuarenta millones de vidas, en un mundo que hubiera sabido buscar y recuperar el tiempo perdido, tal vez se la habría condenado a ser consciente de lo que había hecho, de hasta donde le había llevado su insania: Una irrevocable condena a desarrollar su marchita empatía.

Lo paradójico es que, por ese camino de aparente perdón, se la habría condenado a un inimaginable infierno, el de recordar empáticamente la muerte, dentro de la cámara de gas, de cada una de las mujeres y niñas seleccionadas por ella. No fue una venganza muy inteligente, si es lo que se pretendía, sin querer se le dió el camino rápido de la horca, se le concedió clemencia sin ánimo de hacerlo.

Cuando la naturaleza de un ser enferma y deja morir el humano solidario con que todos nacemos, cualquier camino lleva, antes o después, a un infierno.

 

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30+7

 

Siete años necesité para aprender lo esencial de la vida, a partir de ahí todo fue girar en torno a lo vivido e intentar comprender el porqué de lo visto.

Treinta años necesité para estar preparado para la paternidad, o para creer que lo estaba.

A los 37 ya empecé a comprender que casi nada sabía y que la comprensión no era más que ilusión.

Si llego a los 74 sin que se marchite la curiosidad, tendré, volviendo la vista atrás, algo para recordar, algo para olvidar, y mucho de lo que reir.
 

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TENGO SUEÑO/S
 

Para conservar saludables los sueños, y no perder la fe en el ser humano, el camino pasa, inevitablemente, por no depositar toda tu fe en un sólo ser humano, compartir las alegrías con todos, y saber distinguir con quién se pueden compartir las amarguras.
 

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ATRAPANDO LA LUZ DEL INVIERNO

 

Al principio yo también creía en dioses.

Esperaba paciente que su luz me impregnara e hiciera de mi el espejo en que reflejar su grandeza.

Adoré, con la debilidad que crea la dependencia, a mis padres, mis profesores y esas personas tan serias a los que todos temían y respetaban.

Era aquel tiempo incierto pero dulce de la infancia, en que nada sabía, pero no sufría, porque ni sabía que no sabía, ni sospechaba siquiera que se pudiera llegar a saber o a creer que se sabe.

Siguiendo el curso de la naturaleza, en mi adolescencia rompí todos los ídolos, y con la candidez de la juventud, coloqué, sin saberlo, a otros en su lugar.

Luché con ira contra la ira, contra el dolor sembrando dolor, contra la intransigencia de la injusticia siendo intransigente ante ella. Creía, sin la menor duda, justa la ira de los justos.

Cometí cuantos errores pueda cometer un ser humano, sólo el azar hizo que mis manos no se mancharan de sangre. Conocí casi todos los placeres que esta vida puede regalar y sufrí casi todos los dolores que el destino pueda deparar, el peor, sin duda, la muerte de seres queridos.

Era torpe como todos los creyentes, obsesionado con vencer, sin sospechar siquiera donde se encontraba mi enemigo, sin sospechar que todos nuestros enemigos lo son tan sólo porque les concedemos tal puesto en nuestra vida y en nuestra mente.

Era un ciego intentando alcanzar la luz golpeándola con su bastón blanco.


 

El tiempo fue aclarando mis pensamientos algo más rápido que mi pelo, fue domando tanta energía, enseñándome a no desperdiciar la vida, enseñándome, poco a poco, a vivir. . .

A mis padres, hermanos y amigos pude verles, al fin, como personas en toda su magnitud y miseria, ni mejores ni peores que yo mismo.

Aprendí a mirar con un mínimo de comprensión tanto al arrogante, como al codicioso, al iracundo o al que se engaña a si mismo hablando de paz, amor y fraternidad, mientras autojustifica sus egoísmos y mezquindades. Aprendí a mirar las ideas por las que en otro tiempo hubiera dado la vida, como unas ideas más en un mar de ideas que a diario dan a luz nuestras mentes.

Aprendí, casi, a perdonar y casi, a perdonarme a mi mismo.

En todo encontré luz y sombra: En la sombra de nacer sin una tierra a la que pudiera llamar mía, la luz de sentir que mi patria era todo el planeta; en la sombra de haber padecido la soledad, la cálida luz de la amistad; en la sombra de la muerte, el aprecio constante y creciente por la vida . . .


 

Ya hace mucho que no creo en los dioses que son predicados y representados por mortales. Tiempo ha que escucho indiferente el murmullo de las plegarias vacías que llenan los templos. Una diminuta chispa de luz me hizo comprender un día que hay tantos dioses como seres humanos, y que ninguno es mejor o peor que otro, mientras su existencia no siembre dolor.

Mis dioses, que nunca exigen adoración, aunque siempre solicitan compañía, son de este mundo, son los hijos de esa especie contradictoria, que con ímpetu adolescente, es incapaz de cuidar el espacio que habita, de ser responsable de sus actos, de sospechar siquiera el lugar donde se encuentra dentro su caótica juventud evolutiva . . .

Esa especie que, impregnada por igual de luz y de sombra, es capaz de los más creativos y destructivos actos, pero tan entrañable en su alocada inocencia, en sus utópicos ideales que siempre consigue alcanzar, en su desordenado crecimiento.


 

Pasó el tiempo, y ya en el invierno, aquella chispa primigenia se transformó poco a poco en la llama de una vela, diminuta, pero suficiente para ver que no existía en lo humano ni un ápice de maldad o bondad, tan sólo miedo, amor, fantasía y necesidad.

Tras medio siglo con los ojos abiertos, sigo preguntándome:

¿Qué es la luz? Y no me inquieta la pregunta, tan sólo me sorprende ese empeño nuestro en intentar atrapar cuanto desconocemos, rindiendo homenaje, sin saberlo, a lo más humano de nuestra naturaleza humana: la curiosidad.

Todos atrapados por la duda de si habrá primavera tras el último invierno, si todo esto tiene sentido, o es sólo un absurdo cuento con mucho cuento, por la duda de si todo no se quedará, al final, en apenas cien años de soledad.

Porque aquí estamos todos, incluso quienes no lo sospechan, reunidos bajo el anhelo común de atrapar la luz, bajo el estigma de la sombra de nuestros miedos, todos tan diminutos como todopoderosos, tan frágiles como eternos, y apenas consolados por el calor fraterno de cuanto compartimos.

 

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net  


 

 

CIEN AÑOS DE SOLEDAD

 

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". (“Cien años de soledad” Gabriel G. Márquez)


 

Muchos años antes, para él, invierno significaba noches de agobiante calor en la playa, días de cegadora luz, tardes de plomizo estío.


 

Cuando descubrió la nieve y el hielo, la palabra invierno se metamorfoseó en su mente en algo nuevo y desconocido, y también en un reto que cuestionaba al resto de las palabras: ¿cúal sería el sentido oculto, la oculta sorpresa que guardaba cada una de ellas, cuyo significado, ingenuamente, hasta ahora creía conocer?


 

Comenzó por cuestionar dos, y tan sólo dos consiguieron tenerle en vela durante días: amor y libertad . . .

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


 


 

UN CUENTO CON MUCHO CUENTO
 

El anciano escrutó la mirada ingenua de los jóvenes y prosiguió: “Así ha sido siempre y así siempre será: la autoridad debe respetarse, y a los representantes de Dios, y los lugares sagrados, y la propiedad, y a las personas mayores, porque todos ellos son la digna representación de nuestra sociedad, y son los pilares de nuestro futuro”.
 

Los jóvenes se miraron entre sí, y un par de ellos sonrieron desconfiados. A pesar de su juventud sabían, sin la menor duda, que la vida siempre ha sido cambio, comprendían los temores y derrotas del anciano, pero comprendían igualmente que alguien habría de quitar cuento a un caduco cuento cargado de tanto cuento, que alguien habría de seguir escribiendo, como siempre había sucedido, sin más límite que lo mejor que pudieran imaginar sus mentes, el cuento cotidiano de la esperanza en un mundo diferente y mejor, el cuento de la vida . . .
 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


 



CUENTO DE NAVIDAD

 

En muchos frentes de guerra se ha llegado y se llega, por estas fechas, a treguas navideñas, habiéndose dado varios casos de confraternización de las tropas con el enemigo, llegando a cantar juntos canciones propias de la época y deseándose mutuamente unas muy felices Fiestas.

Fueron hermosos cuentos de Navidad, de los que tuvimos las versiones más conocidas durante la Primera Guerra Mundial, cuando quienes se aniquilaban mutuamente compartían credo religioso, cultura y costumbres. Eran conmovedoras historias que sólo tenían un defecto: eran historias . . . Al día siguiente, o a las pocas horas, se reanudaban los bombardeos y las matanzas, degollándose mutuamente o reventándose con metralla quienes horas antes se deseaban paz y fraternidad.

 

Nunca se supo mostrar y resumir en tan poco tiempo, horas a veces, de una forma tan explícita y evidente, la contradictoria naturaleza humana.

 

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LA VELA
 

La vela del velador que por tí vela con su luz, no esconderá veladas argucias, sino que te guiará cual velamen de velero, cual firme llama de velón.

Se consumirá cual velo en las llamas de una vela, y velando por tí mientras te vela, sólo si el insomnio te desvela, desvelará su misterio: la vela sólo es vela, y sólo por ti vela, cuando, desvelado, la ves.

Esa es la misma vela que, si lo quiere el destino, no formará parte mañana de tu velatorio y, con suerte, velará por la alegría de una larga velada.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


 


 

LA VELA


Soy la vela que te alumbra cuando ya dejas de creer en la luz,

de la que emana una luz que reconoces impregnándolo todo,

demasiado cercana para ser reconocida, aún demasiado tenue,

y todavía demasiado lejana para sentirla como real y cotidiana.


 

Soy la luz que te guió en el primer momento y te guiará en el último.

La esperanza cuando ya no te quede, la cálida razón entre la sinrazón,

esa inmutable fuerza vital que te tomará de la mano cuando flaquees.

Ya sabes, no necesito templos porque cada ser vivo es mi hogar.


 

También soy tú, pero eso aún no lo sabes.


 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


 


 

EL TEMA QUE NO PODEMOS RECORDAR
 

¿Quién recuerda el título de aquel libro que trataba de la vida en un pueblo entre las montañas y el mar, donde por alguna misteriosa razón no podía germinar el miedo?


 

Se contaba en el libro que, al no existir el miedo, no había codicia por miedo a la pobreza, ni agresividad por miedo a la debilidad, ni personas celosas por miedo a no ser queridas, ni racismo o xenofobia, que nacían del miedo a las diferencias, por miedo a ser diferente, por miedo a no ser suficiente ante lo diferente . . .


 

Se narraba también que nadie tenía miedo a la libertad, uno de los más comunes, porque desde niños les habían enseñado a gobernarse a si mismos, a perder el miedo a dirigir su propia vida.

Tampoco tenían miedo a mostrarse como eran, porque ya no tenían miedo a ser inferiores, porque la ausencia de miedo les enseñó que palabras como “inferior” o “superior” nacen de la misma esencia del miedo.

Se llegaba a decir, ya al final del libro, que las personas que allí vivían no temían a ninguna idea nueva, porque habían perdido el miedo a soñar, y que hasta perdieron el miedo al miedo, porque ya no temían ser mortales, al haber aprendido, ya libres de todo miedo, a aceptar lo inevitable con tanta fuerza y voluntad como utilizaban para prevenir y transformar lo evitable.


 

¿Nadie recuerda el título de ese libro?


 

Me temo que ese es el tema y título que más a menudo olvidamos, aunque lo llevemos siempre con nosotros, tal vez porque tenemos miedo a recordar.


 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net


 

 

 

EL HOLOGRAMA

La primera vez que desperté, con una terrible jaqueca, creía estar bajo los efectos de una resaca de alcohol, una de las drogas más primitivas y antiguas de mi planeta, una experiencia que había pasado en mi época de estudiante, y que no tenía intención de repetir.

Pero los síntomas fueron desapareciendo uno a uno, al pensar en ellos, con sólo identificarlos, y en apenas un par de minutos me encontraba perfectamente. Luego aparecieron las imágenes. Me incorporé y comprobé que no se trataba de una alucinación de mi mente, pues todos los sensores captaban el campo electromagnético que iban creando: eran hologramas tridimensionales tan reales como la nave en la que me encontraba.

Al principio eran siluetas antropomorfas similares a las que protagonizaban antiguas historias de fantasmas, luego se fueron haciendo más nítidas, dando lugar a seres de gestos lentos y suaves.

La comunicación era, como suele suceder en estos encuentros, telepática.

Mi bienestar iba en aumento, pronto comprendí que cada sensación placentera era resultado de desearla tan sólo, ése era el único esfuerzo que se me exigía para obtener a cambio cualquier tipo de sensación, respuesta o placer. Así borre de mi presente la sensación de soledad por ser el único ileso del accidente, recobrando el calor de la amistad de otros humanos cuyo cuerpo se hallaba a miles de años luz. A cada pregunta encontraba respuesta en mi mente, con tan sólo tener la curiosidad suficiente, y como cualquier humano, la tenía.

A cambio de ese inesperado poder, sentía como de mi memoria fluía hacia el exterior información, que me era solicitada por los seres holográficos, que evidentemente eran formas de vida estelares, como otras que habíamos encontrado antes, aunque éstas más sutiles y evolucionadas.

No podría calcular, ni remotamente, cuanto duró aquel estado de comunicación y comunión con aquellos seres, pudieron haber sido sólo unos minutos, o años terrestres, y no parecía tener importancia. Era evidente que ellos, como nosotros, manejaban el espacio-tiempo, y la paz que transmitían hubiera sido considerada, en épocas no tan lejanas, mística o sobrenatural.

Cuando ya habían recorrido todos mis recuerdos, conociendo mi mundo con tanto detalle como mi memoria podía abarcar, y yo me encontraba plenamente integrado en el suyo, donde ni el concepto de dolor ni el de miedo tenían cabida, algo pareció ir mal, tal vez sólo una fluctuación en el campo electromagnético de los hologramas tridimensionales, y sentí, por primera vez, miedo, un miedo atroz a perder ese equilibrio con un universo que, ahora lo comprendía, tan sólo había recorrido en apenas una de sus aristas, con una nave primitiva y frágil. Sentí un miedo profundo a perder cuanto nunca había alcanzado antes ni a imaginar siquiera que existiera. Ante ese temor, lejos de recordar que sólo tenía que desear vencerlo para que desapareciera, reaccioné instintivamente buscando mi arma en la cartuchera de mi cintura, como había hecho tantas veces antes, cuando habíamos aterrizado en planetas habitados por formas de vida semirracionales. Fue entonces cuando los hologramas desaparecieron, y con ellos esos seres con los que tanto había hablado sin pronunciar una palabra, con los que compartía una amistad ya profunda y brillante como las novas de Orión, esos seres con los que había compartido cuanto nunca pude compartir con un semejante terrícola.

La segunda vez que desperté, también una insistente jaqueca parecía empecinada en hacerme compañía, y nada conseguía aliviarla. Me incorporé, eché un vistazo a las cápsulas de hibernación que contenían los cuerpos de mis compañeros heridos, y me dirigí mecánicamente al panel de control. Allí, parpadeante en la pantalla, había un mensaje escrito:

 

NO HA SUPERADO EL EXAMEN.

NIVEL EVOLUTIVO INSUFICIENTE.

BUEN VIAJE.


 

Hubiera preferido recordarlo como un sueño, incluso como una pesadilla, pero todo perduraba en mi memoria con la frescura de un acontecimiento reciente, había sido tan real como la nave que habitaba, o las infinitas estrellas que se divisanban desde sus ventanales. Tras recordar, lloré durante horas, desesperado por la pérdida del paraíso y atormentado por su recuerdo.Todo perdido por un estúpido gesto de miedo, por una absurda reacción primitiva.

Vino a mi memoria un mensaje recibido en la nave muchos ciclos antes del accidente, de una civilización que se negó a mantener cualquier tipo de contacto con nosotros:


 

YA CONOCEN EL MISTERIO DEL ESPACIO TIEMPO, PERO NO SE CONOCEN A SI MISMOS.

TODAVÍA NO SON SERES LIBRES.

PROSIGAN SU VIAJE.


 

Aún habrían de pasar varios ciclos hasta que la frustración fue abandonando poco a poco mi mente. En cierto momento, ya llegando al hospital interestelar para entregar los cuerpos en suspensión de mis compañeros, caí en la cuenta de que había sido un ser privilegiado por haber conocido, aunque fuera esporádicamente, la sintonía perfecta del universo, todas las respuestas a todas las preguntas, esa paz que todo ser vivo busca, y que todo ser racional necesita para sentirse vivo y completo. Fue entonces cuando, desprendido por unos instantes de mi frustración y mis miedos, me sentí conectado nuevamente con los seres de los hologramas. Fueron apenas un par de segundos, y sólo recibí de ellos una cálida sonrisa de benévola comprensión, pero fue suficiente.

Posiblemente sean los dos únicos segundos de libertad que he conquistado por mi mismo a lo largo de toda mi existencia.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 


 

LA NIEVE

 

Abran, policía”, gritaron los agentes antidroga peruanos, golpeando la puerta de la chabola de las afueras de Lima.

Ya va”, contestó una voz de anciana desde el otro lado de la puerta.

Al abrir, la abuela Laura se encontró con tres gigantes pertrechados como si fueran a la guerra, mientras una docena de ellos rodeaba la casa.

Buenos días, señora. Buscamos a Darío Martínez Roulo.”

Sí, es mi nieto, pero está de viaje, salió esta mañana. Ahora trabaja de científico”, dijo la anciana orgullosa.

Así que científico . . .” contestó con tono irónico el que parecía oficial del grupo.

Sí, mi nieto trabaja en el servicio meteorológico, debe ser investigador, porque me ha dicho que va a llevar nieve(*) a Europa, aunque no entiendo para qué, si allá están con una ola de frío . . . cosas de científicos. Siempre ha sido muy curioso, desde niño. Ha salido esta mañana de viaje hacia Madrid.”

Los policías sonrieron mirándose entre ellos: “Sí, muy curioso su nieto. Seguro que al llegar a Europa le estarán esperando con los brazos abiertos, ya nos encargamos nosotros de avisar allá para que tenga un buen recibimiento.”

Varios meses después, cuando la abuela Laura fue a visitar a la prisión a su nieto Darío, ya repatriado, y le contó con todo detalle e inocencia lo sucedido, éste se encontró con una situación tan inesperada como frustrante: por primera vez no podía hacer pagar con su vida, como ya había hecho en dos ocasiones anteriores, a la persona que le había metido en la cárcel. Esta vez, además, esa persona no confesaba su traición después de horas de tortura, sino mirándole a los ojos con una mezcla de cariño e incomprensión en su rostro.


 

¡Cómo son esos españoles! Así que te metieron en la cárcel sólo por no tener visa, a pesar de ser un científico. No respetan nada”.


 

(*) Nieve: una de las formas que se usan en argot para llamar a la cocaína.


 

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FICCIONES
 

Un grupo de niños empieza una batalla de bolas de nieve aprovechando las primeras nevadas invernales de Alemania. Al rato se le unen unos adultos, familiares y vecinos de los niños, y poco después hay montada tal pelea y tumulto, que tienen que acudir al lugar varios coches de policía a poner orden y llevarse a unos cuantos detenidos.


 

Un noruego, jefe de una empresa, exige a sus empleadas que luzcan un brazalete rojo cuando tengan la regla. El tipo ha roto todas las reglas del modelo social noruego.


 

Un hombre se traga un altavoz para promocionar su tienda de música. El original sistema publicitario resultó, desde luego, muy sonado.


 

Otro pide que le entierren con su teléfono móvil y que le llamen después de muerto, por si acaso. Esta moda comienza a ser un problema por el reciclaje de las baterias. La estupidez humana, sin embargo, parece ser, biodegradable.


 

Una gallega se proclama propietaria del sol ante notario. Como buena gallega, no hay quien la apee de la burra. Mientras, el sol, que ella dice que es suyo, sigue a lo suyo.


 

Joseph Guiso, un joven australiano, se ha casado con su perra Honey. Todo en la historia es un tanto desconcertante, especialmente las declaraciones del novio, ya marido, tras la boda: "La amo de verdad y por eso no tendré relaciones con Honey". Así fue como me enteré de que me he pasado media vida perdido en vulgares amores humanos . . . y sin amar de verdad.


 

La prensa británica le ha bautizado como "el peor equipo de fútbol del mundo". Se llama Madron F.C., juega en una modesta liga inglesa y encajó en un partido 55 tantos. La cosa va mejorando, porque en los dos últimos partidos, sumados, sólo les marcaron 49 goles.


 

Por último, un estudio, hecho por una profesora alemana, asegura que ver tetas durante diez minutos puede hacer que los hombres mayores de cuarenta años vivan cinco años más. Yo pensaba que era un estudio hecho por adolescentes, pero no, es una respetable y presumiblemente bien dotada profesora alemana. Desde ahora sí que se puede decir eso de que: “No es vicio, es ejercicio”. Por resumir, según ella, si ven tetas de infarto, tienen menos infartos. Sigo buscando donde incluir tan saludables diez minutos en mi agenda . . .


 

Estas y mil cosas más han sucedido en el mundo durante la última semana. Lo de que “la realidad supera a la ficción” ya hace tiempo que está superado.

Guerras de “pacificación”, pacifistas a golpes con la policía, censores que censuran al tiempo que critican a otros censores, gobiernos que gobiernan pero no deciden, productos etiquetados de ecológicos que sólo tienen de tales la etiqueta, dedos que señalan determinados lugares donde se violan los derechos humanos, pero sólo algunos, mientras se ignoran o justifican otros mucho peores, regateos para ver quien pone un parche ecológico en un planeta que se hunde, etc. etc.

Y hay más, mucho más: Personas que se tienen por muy racionales y equilibradas, capaces de engañar a sus vecinos por unos euros, pero que admiten con sumisión que les roben miles sin decir nada, que se indignan infantilmente si nieva demasiado y el gobierno no ha tomado las medidas suficientes, prohibir más nevadas, por ejemplo, pero que acatan indiferentes leyes que recortan drásticamente sus derechos civiles.

Madres que le dicen a gritos a su hijos mientras les golpean: “Te he dicho mil veces que no se grita, y que no le pegues a tu hermano”.

Curas que susurran, melodiosa y sospechosamente: “Como decía Nuestro Señor: Dejad que los niños se acerquen a mi . . .”

Deportistas y actores que ganan más dinero en un día más que una familia a lo largo de toda su vida en el Tercer Mundo.

Sumos sacerdotes en carísimos viajes de negocios, mientras invitan al mundo a combatir la pobreza.

Dictadores escupiendo la palabra “libertad” en cada frase, etc.


 

Y si falta alguien en tan grotesca obra, para completar la parodia siempre encontraremos como voluntarios a políticos, banqueros, sacerdotes, y demás enfermos sociales, esos que siempre dicen hacer cuanto hacen por vocación.


 

Personalmente, el modelo de individuo que me parece más de esta época, y fiel reflejo de la misma, creo que es el votante de políticos corruptos, ese paladín de la sinceridad ciudadana, que reconoce con su gesto, sin el menor reparo: “En su lugar, yo haría lo mismo . . .” Dará mucho trabajo a historiadores y sociólogos del futuro.


 

Pero si no le parece suficiente, eche un vistazo a su alrededor, o a su misma vida cotidiana, y si aún le queda capacidad de asombro, observe con atención cuanto dice ser y cuanto es en realidad cada persona, cuanto dice que hará y cuanto hace, que ideas dice respetar y cuales lleva luego a la práctica. Pero obsérvelo a distancia, y tenga mucho cuidado de no emitir un juicio o una crítica, no le traerá nada bueno: ya todos habrán analizado y medido la paja que usted lleva en el ojo, y le puede ocurrir que se encuentre bajo una lluvia de vigas.


 

Pero no se agote observando ni analizando, porque posiblemente no le servirá de mucho, usted también participa de esa locura colectiva, y se autoengaña a cada momento, y cuanto menos crea que lo hace, más evidente resulta que está en ello.

Por cierto, ¿cuántas personas ha encontrado a lo largo de su vida que se reconozcan víctima del autoengaño o los prejuicios? Sí, le sobrarán los dedos de una mano . . .


 

Y después de este breve vistazo al florido campo de nuestra demencia colectiva, me atrevería a preguntar: ¿A qué nos referimos cuando decimos “ficciones?

¿Es que existe algo más . . . ?


 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net



 


 

LA CASA DE LOS ESPÍRITUS, LA SEMANA DE VACACIONES, Y PARIÓ LA ABUELA
 

Durante aquella extraña semana de vacaciones, cuando nadie lo esperaba, puesto que nadie nada sabía de su embarazo, que creían principio de obesidad, parió la abuela.

Tal revuelo se armó, que cada cual estorbaba yendo y viniendo intentando ser útil, parando ocasionalmente en su frenesí, para preguntarse, una vez más, a si mismo: ¿Cómo es posible? ¿Y quién es el padre, si el abuelo murió hace años?

Mientras la abuela paría, sin mucho ruido ni aspavientos, pues experiencia ya tenía la pobre mujer, los niños fueron recluídos, contra su voluntad, en uno de los dormitorios, y escuchando sus gemidos, decían los más pequeños: “Jo, que miedo, nos han traído de vacaciones a La casa de los espíritus”.

La abuela, siempre tan alegre, vivaz y dicharachera, parió durante aquellas vacaciones, la familia aumentó, y todos tuvieron que enfrentarse, menos el inocente y recién llegado protagonista, a un aluvión de dudas, preguntas e hipótesis sobre la paternidad del mismo, pues la abuela se negaba a desvelar el misterio. Así comenzaron mil rumores, quinielas y habladurías sobre los pícaros jubilados que hacía tiempo la rondaban, y con los que solía pasear por la playa, viendo lo que creían bucólicas e inocentes puestas de sol.

El otro misterio, cómo era posible que se hubiera quedado embarazada una mujer de 72 años, parecía, curiosamente, importar menos a la desconcertada familia . . .

 

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DOS ESTATUAS PARA UNA BIBLIOTECA


Flanqueando la fachada de la Biblioteca Nacional de Montevideo hay dos estatuas de bronce: una de Sócrates y otra de Cervantes. La de éste último puede parecer imprescindible en cualquier biblioteca hispana, pero no es tan evidente su ubicación aqui, pues Uruguay, como todos los países hispanoamericanos, basa buena parte de su identidad en la mayor negación posible de todo lazo con la que fué metrópoli colonizadora durante tres siglos, y se podía haber elegido la de cualquier escritor o escritora nativo, que hay muchos y muy buenos. Más me llamó la atención la elección de Sócrates, entre tantos filósofos de todas las épocas como surcan la historia universal.

De vuelta al hotel, fui hilvanando mentalmente la lista de posibles candidatos a tan honorífico lugar, y a cada paso, ésta se hacía más y más amplia, hasta que, repentinamente, caí en la cuenta: No se trataba de elegir tan sólo un filósofo y un escritor universales, sino de resumir el saber humano en dos estatuas, todo un reto, y . . . ¡carajo, qué bien elegidas están!

Uno llegó a tal grado de sabiduría, que pudo afirmar, ya en su vejez:”Lo único que sé es que no sé nada”, y basó todo ese saber en el arte de preguntar, de cuestionar cualquier idea, incluídas las propias, ¿se puede llegar más lejos en el accidentado arte de aprender?

El otro, por su parte, se atrevió con algunas verdades evidentes, y como tales, incómodas para la mayoría, por lo que tuvo que disfrazarlas de humor y ponerlas en boca de un pobre e ingenuo loco, para proteger tanto su vida como su mensaje.


 

La Avenida 18 de julio es una de las principales de Montevideo, algo así como la Gran Vía para Madrid, en la que sólo recuerdo una librería, la Casa del Libro. Aquí, mientras camino, voy contando: una, dos . . . cinco, siete, y no he recorrido ni la mitad de la avenida . . .

No sé si los uruguayos leen mucho, o es que todos están vendiendo todos sus libros, pero no puedo evitar la comparación con la capital de España, que dejó de ser capital con sed de cultura cuando fue invadida por aquellos seres que usaron las piezas del Museo de Ciencias Naturales, uno de los mejores de Europa hasta ese momento, como combustible para calefacción, aquellos seres tristes a los que el pueblo madrileño, creyendo ingenuamente poder parar obuses con ilusiones, gritaba: “No pasarán”.


 

No puedo evitar la comparación, que por un lado me enorgullece y por el otro me avergüenza, lo que suele ocurrir cuando se tiene el corazón partido entre dos quereres . . .

No puedo evitar la comparación y me digo, a modo de esquizoide consuelo: “Claro, con esos dos sabios centinelas a la puerta de su biblioteca, ¿quién puede doblegar el ansia de saber de un pueblo . . .?


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*LA ESCUELA Nº 70
 

Día tras día, se niega a los niños el derecho a ser niños. Los hechos, que se burlan de ese derecho, imparten sus enseñanzas en la vida cotidiana. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ni ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera.

Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.”

(“Patas arriba. La escuela del muno al revés”. Eduardo Galeano)


 

Tenía que pasar por la Avenida Agraciada por cuestiones de trabajo, y me dije: voy a acercarme a ver como está la escuelita . . . y no estaba, en su lugar, había una comisaría . . .

Me acerco a los policias y les pregunto: “Hace más de treinta años que la Escuela Nº 70 ya no está acá, ahora, está ahí, a la vuelta . . .”, me dicen.


 

A la vuelta me encuentro un edificio moderno de ladrillo, un patio amplio, una construcción que sólo recuerda a mi escuela en el barullo de los niños, idéntico al de entonces, como será idéntico mientras haya niños sobre la Tierra.


 

Pienso: ¡Qué extraña y exacta metáfora! Debió ser en tiempos de la dictadura cuando la escuela pasó a ser comisaría, y debió ser después de esa oscura etapa cuando se construyó al lado la nueva escuela, como se construyó un nuevo Uruguay, que recién ahora ha conseguido crecer y volver, poco a poco, a su pujanza anterior al delirio de los miedos.

En esa escuela conocí a la mejor directora y profesora que he encontrado en mi vida: una señora ya mayor, soltera, que no solterona, porque realmente tenía tantos hijos como niños pululábamos por allí, una mujer a la que sólo una vez oí gritar y fue para decirle a una subordinada, a otra profesora, que se había atrevido a devolverle una bofetada a un alumno que la había agredido antes a ella, que nunca, nunca, se debe pegar a un alumno, sin importar cuales hayan sido las circunstancias.


 

He conocido cientos de profesores a lo largo de mi vida, y otros tantos estudiantes de magisterio que luego llegarían a serlo, pero nunca encontré una persona que comprendiera tan profunda y consecuentemente la importancia de la enseñanza para una sociedad. Sólo al cabo de muchos años, y en la ficción, hallé un personaje parecido en el maestro que interpretaba Fernando Fernán Gómez en la película “La lengua de las mariposas”, basada en el relato del mismo título, de Manuel Rivas. Quiero creer que su final, el de la directora, durante la dictadura, no fue tan cruel como el del maestro libertario español de aquel personaje, a pesar de que la dictadura depuró, o sea, expulsó, al cuarenta por ciento de los maestros uruguayos, demasiado progresistas para el gusto del régimen.


 

Pero no era sólo ella, en esa pequeña escuela parecían haberse reunido, casualmente, o no, un buen conjunto de genios o ángeles de la pedagogía.

No habría más de cuatro o cinco niños conflictivos, como en todas las escuelas, los pequeños matones del patio, grandullones repetidores a los que todos temíamos, y que a duras penas podían controlar los profesores, pero con los que, lejos de aplicar castigos, vertían paciencia a raudales.

Por poner un ejemplo, en la clase de música, que consistía en reunirnos a todos en un patio cubierto en torno de un piano para cantar, con mayor o menor fortuna, se encontró la profesora de canto con uno de esos niños que saboteaba constantemente la clase, dando gritos que añadían desorden a nuestras ya desordenadas voces, al tiempo que molestaba a los niños de alrededor. Lejos de castigarle, se acercó y le dijo: “Tú tienes una voz especial, diferente, desde hoy, te voy a nombrar mi ayudante.” y desde ese día el niño pasaba las clases al lado del piano, mientras la profesora tocaba, solucionándose así el problema, aunque se negó a cantar, a lo que ella dijo: “No importa, no cantes si no te apetece, como eres mi ayudante, por favor, pasa las hojas de la partitura . . .” Al cabo de un par de semanas el niño conflictivo, aburrido de pasar hojas, empezó a cantar, tan mal como casi todos los demás, pero cantaba, y ya no molestaba a nadie . . .


 

Aquella escuela era el paradigma del sistema educativo uruguayo, fundado a finales del siglo XIX por José Pedro Varela, que consiguió arrebatar el monopolio de la educación a la Iglesia. Tenía y aplicaba, gracias a unos principios democráticos reales, y a esa encantadora directora, todas las técnicas educativas y actividades, salvo la informática, que aún hoy en día son exclusivas de los colegios privados más caros y privilegiados del mundo, y todo se hacía con ganas, con alegría, con imaginación y materiales modestos: había títeres, que hacíamos los niños con pasta de papel, clases de biología, a base de recoger hojas en los parques para estudiarlas luego, o de sembrar y ver brotar las semillas sobre algodón en tapas de lata, deportes y juegos, excursiones, teatro, música, etc. etc.


 

Ya no existe la Escuela Nº 70, ahora es un moderno edificio con docentes que tendrán, me temo, más medios que vocación. Ya no existe esa escuela, una más entre tantas similares de un sistema educativo que tenía como premisa inamovible una educación “Laica, igualitaria y gratuita”.


 

Ya no existe la escuelita, más que en mi recuerdo y en el de quienes pasamos por allí, pero, ¿quién, salvo la muerte, podrá borrarla de mi memoria . . .?


 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

LA ADIVINANZA INDESCIFRABLE

 

Te demuestran científicamente que cada decisión que tomas es, en realidad, una acción previa a tu voluntad, una acción que tu cerebro, la materia,toma por si mismo unos milisegundos antes de que tú decidas hacer o decir algo, y que esa decisión es consecuencia de todos y cada uno de los actos previos de tu existencia, y obviamente de todas las vidas anteriores que han dado lugar al inicio de la tuya.

 

Por otra parte, te demuestran, también científicamente, y mediante varios y diferentes experimentos, que tu mente puede alterar la materia, y que tiene un potencial enorme y asombroso para hacerlo.

 

Luego, ¿existe o no existe el libre albedrío y, por tanto, la libertad?

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

ESTEBAN

Daniel creía haberlo visto todo en, al menos, dos temas, política y relaciones de pareja, pero la vida pronto se encargaría de demostrarle cuán equivocado estaba.

 

A Teresa la había conocido, como suele ocurrir, casualmente: no se sentía atraído físicamente por ella, pero la aparente coincidencia ideológica le empujó a ofrecerle cuanto creía que más necesitaba ella en esos momentos turbios de su separación matrimonial: amistad, comunicación y sexo, pues era evidente que de las tres cosas tenía grandes carecías.

Temiendo poder herirla sin querer, le planteó claramente desde el principio sus intenciones, que no pasaban por formar pareja, algo que posiblemente no volvería a plantearse hasta la vejez, completado ya su ciclo vital con la madurez de sus hijos y su separación. Ella aceptó, autodefiniéndose como una mujer de mente muy abierta y progresista en todo tipo de cuestiones.

Todo parecía ir bien, parecía irse gestando una sólida y sincera amistad, tal vez algo sobrecargada por los constantes mensajes de ella, que pareció enamorarse como una adolescente.

Daniel intentó entonces mantener cierta distancia, no era normal tal bombardeo de emails, llamadas y mensajes tras una noche juntos o una comida, pero creyó que ella tenía derecho a disfrutar de una relación que, según ella misma había afirmado, era algo que ni había podido imaginar que pudiera sucederle.

Los días fueron pasando, y todo transcurrió en calma hasta que Teresa empezó, sin consulta previa, a llevar cajas con sus objetos personales a casa de Daniel.

Por favor, no traigas más cosas”, le rogó él, y entonces se desató lo impensable: Aquella mujer de ademanes suaves y hablar pausado, se fue transformando de repente en un ser completamente diferente, que nadie podría imaginar que se encontrara dentro de ella: emails y mensajes telefónicos con insultos y hasta amenazas pasaron a ser cotidianos, y cada paso que daba él para alejarse de la surrealista situación significaba un nuevo ataque, más insultos, más ira descontrolada ¿cómo era posible?

 

Daniel releyó varias veces los primeros emails iracundos enviados por ella, ese salto del amor posesivo, absorvente, de lluvia de mensajes empalagosamente románticos al insulto continuo, agresivo, sin límite alguno. Fue entonces cuando Daniel dijo: “Se acabó”.

La invitó a dejar la incipiente relación, a conservar, al menos, la amistad, pero fue en vano. Cada día era peor que el anterior, y el acoso pasó a dirigirse hacia los hijos de él y a la manipulación de los amigos y conocidos comunes, que iban cayendo, si no todos, casi todos, ante sus muy refinadas técnicas de manipulación, que, según ella, había aprendido en varios cursillos del partido político en que militaba.

 

Te voy a demostrar lo que soy capaz de hacer”, le dijo un día, sin que él supiera de que hablaba. Poco después apareció en una fiesta con motivo de la presentación de un libro exultante, hiperactiva, cantando y recitando poemas, e involucrando a casi todos los que la rodeaban. “Esto se llama manipulación de masas” le escribió al día siguiente, sin un ápice de vergüenza, a pesar de que las personas que alli se encontraban eran, o se suponía que eran, sus amigos.

 

Luego vino otro torrente de mensajes a la hija de Daniel, un límite que éste creyó que nunca traspasaría, pues se había comprometido a no hacerlo. Los mensajes eran inocentes, sin ningún ataque directo, con la única intención de atar todos los lazos posibles en torno a él, pero los hijos debían quedar al margen, debían ser respetados por encima de todo, y ya era la segunda vez que Teresa pasaba ese límite . . . Daniel empezó a sospechar que algo mucho más grave de lo que parecía se escondía detras de ese comportamiento.

Lo que siguió, superó a cuanto la imaginación pueda concebir, quien quisiera saber detalles no tenía más que ver la película “Misery”, salvo la agresión física, todo parecía seguir paso a paso el guión cinematográfico.

 

Aquello ya se había transformado en una absurda pesadilla cotidiana cuando, una mañana, al salir de su casa, Daniel fue abordado por un hombre nervioso y tembloroso, que se presentó como Esteban, el ex marido de Teresa . . . y entonces todo empezó a cobrar sentido.

El hombre se fue tranquilizando y, mientras tomaban un café, fue desgranando una historia asombrosa: Como Daniel ya había comenzado a sospechar, la agresiva y extraña actitud de ella no era algo nuevo, era la actitud que había mantenido hacia Esteban a lo largo de más de veinticinco años de matrimonio: la aparentemente apacible Teresa se transformaba, a veces por un apequeña frustración, por no poder conseguir un capricho, y otras veces sin ninguna razón, en un ser cruel y agresivo, en una auténtica maltratadora y, lo más asombroso, o tal vez lo lógico para su mente enferma, acusaba a su víctima exactamente de todo cuanto hacía ella: Esteban era el maltratador, el egoísta, el agresivo, exactamente como había comenzado a acusar a Daniel tras su negación a continuar la relación con ella . . .

 

Esteban le dijo que quería conocerlo porque, de igual forma que durante semanas, Teresa le había hablado tanto de él, torturándole a base de comparaciones en las que siempre le degradaba, cayó luego en un extraño silencio que empezó a preocuparle.

 

Daniel escuchaba la historia de Esteban con una mezcla de asombro y lástima . . . era la historia patética de un hombre, que, como tantas personas, cree que amar significa soportar estoicamente los golpes, errores, caprichos e injusticias de otra persona, sin comprender que así no se hace más que agravar su problema.

 

El único rayo de luz en aquella historia fue cuando le contó que había conocido otra mujer, una amiga que tal vez llegara a ser algo más en el futuro, pero que le daba miedo meterse en una nueva relación. Porque, decía, no había olvidado a Teresa, la fuerza de la costumbre, tal vez, quería ayudarla, y todavía no estaba seguro de si la seguía queriendo o no, o si la había llegado a querer alguna vez . . .habian sido muchos años juntos.

 

Daniel le aconsejó que siguiera adelante, que intentara rehacer su vida y ser feliz, que comprendiera que no se puede ayudar, por muy buena voluntad que se tenga, a quien ha llegado a enfermar hasta el extremo, no ya de no reconocer su problema, sino de proyectarlo en todo quien encuentre y no acepte su forma enfermiza de ver la vida, que el primer paso, si alguien podía darlo, era ella, y si no, no había nada que hacer.

Terminaron sus copas y Daniel observó como se alejaba cabizbajo. El pobre Esteban, pensó, era un gato escaldado que huía del agua fría. Tal vez estuviera dejando pasar de largo la última oportunidad de su vida de formar pareja con una mujer sana, buena y sensible. Tal vez ya ni podía imaginar, como tantos hombres y mujeres, como tantas personas maltratadas, que es posible la felicidad, y que esta es, en ocasiones, mucho más simple, hermosa y fácil de alcanzar que cuanto podamos imaginar. Sólo basta perder el miedo.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 



CUANDO DIOS ERA MUJER…

Cuando dios, cualquiera de ellos, era mujer, el mundo era cálido y acogedor, las guerras se resolvían evitándolas y los conflictos casi nunca llegaban a guerras. Pero el mundo, que permaneció así durante milenios, no parecía, según decían los hombres, evolucionar, prisionero de la naturaleza, al tiempo que cautivo de una armonía incómoda para quienes no sabían reconocerla y crecer bajo ella.

Mientras dios era mujer, el hombre se sintió esclavo de su frustración por no poder ser semillero de vida y sus miedos apenas le permitieron ver su papel de indispensable semilla.

Y dios se hizo hombre, pero no bajó a la tierra, pues ya la habitaba.

Cuando dios se hizo hombre, como todo esclavo, guardaba el rencor de siglos, y como todo esclavo que rompe sus cadenas, volcó sobre su amo todo su odio y desprecio: hizo de la mujer un objeto, evitando la responsabilidad de mirarla como a un igual, transformó sus miedos imaginarios en cadenas reales, que la mujer habría de arrastrar sin derecho a réplica y, en ocasiones, sin derecho a súplica siquiera.

Cuando dios se hizo hombre, pareció que el ser humano evolucionaba: nacieron los estados, las ciudades y el comercio y con ellos las guerras, el orgullo sin dignidad y una demencial idea de honor que se lavaba con sangre. A tal extremo llegó la locura cuando dios se hizo hombre, que muchas mujeres se hicieron cómplices de ella, enseñando desde la cuna a sus hijos a perpetuar su arrogancia y sus miedos y a sus hijas a doblegarse ante el macho miedoso.

Y el mundo enfermó . . .

Un día, alguien pensó que tal vez dios, cualquiera de ellos, no debía ser hombre ni mujer o que, mejor aún, podía ser ambos sin que hubiera en ello contradicción alguna.

No hace mucho, al principio de los tiempos del final de la esclavitud de la mujer, algunas dijeron ¡basta!, otras muchas les siguieron y hasta algunos hombres comprendieron el mensaje. Se empezó a oír y sentir la palabra igualdad.

De entre esas mujeres, algunas hicieron uso de la grandeza de su naturaleza femenina e invitaron a todos a vivir esa armoniosa equidad, a creer y crear un nuevo dios que no fuera hombre o mujer, sino simplemente humano. Otras, heridas por los golpes recibidos, transformaron en odio su dolor, como antes hiciera el hombre, y reclamaron el derecho a la venganza, cayendo en el mismo error, repitiendo las mismas injusticias que habían padecido.

Pasó el tiempo, y mientras en algunas partes los más elementales derechos eran reivindicados con más de un siglo de retraso, en otros, los bien alimentados pero emocionalmente famélicos jóvenes primermundistas, olvidaban el esfuerzo de sus abuelas y renunciaban a buena parte de lo justamente conquistado.

Nadie parece encontrar su lugar en el mundo: ni las chicas, aceptando un neomachismo simplón, ignorante y peligroso, ni los chicos, tan desorientados como cobardes ante la nueva situación.

El camino en pos de una legítima igualdad que nunca debió ser cuestionada va dejando una senda de sangre y dolor, en la que sólo puede consolar a quienes ven caer a sus seres queridos el saber que su muerte no lo fue en una estéril guerra de codicia tan sólo, sino que ha contribuido, con una heroicidad que a nadie podemos pedir ni desear, a dar un paso más en pro de un futuro mejor.

El tiempo, eterno maestro que cura heridas tanto como deja cicatrices, conseguirá algún día equilibrar al fin la extraña dicotomía de nuestra especie, que parece ser capaz de estudiar, cuestionar y aprender todo, menos su propia y contradictoria naturaleza interior.

Nacerá así el último dios, el que no se planteará siquiera si es hombre o mujer, el primer dios que sea, ante todo, humano. Un último dios que será el primero que sepa realmente amar, ese bajo cuya luz esperemos que vivan algún día nuestros descendientes.

 nekovidal@arteslibres.net

 

 

AMORES QUE MATAN: GATO ESCALDADO DEL AGUA FRÍA HUYE

“Demuéstrale a un sabio que se equivoca y te lo agradecerá toda la vida, demuéstraselo a un necio, y te odiara toda la vida” 

(Luis Zárate)

 

Le decía recientemente a una conocida que, sobre el tema del maltrato, me niego a escribir, mientras se hable sólo de maltrato a la mujer, hasta que los grupos que dicen querer combatirlo no cambien el término“mujer” por “personas” o “seres humanos”, y mi razón es de justicia matemática, me explico: Se sabe que entre los humanos, como en cualquier especie de mamífero, el porcentaje de homosexualidad, tanto en hombres como en mujeres, es de, aproximadamente, un doce por ciento.

Pues bien, el porcentaje de hombres maltratados por sus parejas se calcula en un diez por ciento , sin dejar nunca de lado el hecho de que la mujer es, también matemáticamente, la principal víctima, y que es completamente inexcusable la actitud de esos machos brabucones, que no merecen al apelativo de hombres.

 

Si hemos hecho decenas de justas leyes para proteger a esa minoría homosexual, cuyo único delito es tener una tendencia o gusto diferente al mayoritario ¿por qué hemos de condenar al ostracismo a esa otra minoría maltratada?

 

Lo que vengo a plantear es:¿Tanto cuesta incluír a todas las personas en ese intento social de protección, mediante el simple hecho de usar correctamente las palabras? ¿Qué empuja a ciertas mujeres a negarse a utilizar los términos “personas” o “seres humanos” en vez de “mujeres”?

El año pasado escribí un texto sobre el tema del maltrato, que reenvío a continuación de éste. Lo he releído y sigo pensando exactamente igual, no me retracto de nada, pero este año, voy a escribir sobre ese diez por ciento de hombres maltratados, por mucho que les pese a esas pseudofeministas que pretenden combatir una injusticia para imponer otra similar con que compensar carencias, frustraciones y represiones personales, mujeres que muy poco interés tienen, en el fondo, en fomentar la igualdad en la sociedad. Me recuerdan mucho a los estalinistas, que decían querer imponer una dictadura para combatir otra, y de todos es conocido el nefasto y macabro resultado.

 

Creo que la mujer o el hombre verdaderamente libres abogarán siempre por la igualdad, no por la venganza, buscarán y perseguirán un mundo donde los hombres sepan enriquecerse del mundo femenino y viceversa, no donde el enfrentamiento y el rencor terminen aparentemente con una injusticia a la vez que van colocando los cimientos de otra.

Siempre he sido acérrimo partidario de la igualdad y la protección de la mujer, desde mi primera juventud, cuando aún apenas se hablaba de ello, cuando a pocos nos interesaba el tema y, desde luego, no estaba de moda. Fue entonces cuando ayudé en todo cuanto estuvo en mi mano a las compañeras de Mujeres Libres, de los grupos más combativos del momento por esa causa, pero que nadie me pida leña para echar en el fuego de sus miserias personales, usando como disculpa el terrible dolor cotidiano de miles de personas, mujeres y hombres.

 

Es la igualdad y el conocimiento, no el rencor y el fanatismo, lo que nos hará, tanto a hombres como a mujeres, realmente libres.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

AMORES QUE MATAN . . . DE ABURRIMIENTO

LA FUENTE DE LOS CANDADOS

 

No sé donde comenzó esa curiosa costumbre, pero Montevideo también tiene una fuente, a la que llaman Fuente de los Candados, que creo recordar que en otros lugares es un puente, o una farola, o cualquier objeto donde se pueda colocar un candado de tal forma que quede allí, pretendidamente, para la eternidad.

Se supone que cada candado expresa y simboliza el amor irreductible, al menos en el momento de su colocación, de alguna pareja, que suele grabar, a veces torpemente, sus iniciales en ellos.

 

Pero yo me pregunto: ¿Es un candado el objeto más apropiado para expresar una relación amorosa entre dos personas?

 

Me viene a la memoria esa leyenda, atribuida a una tribu de indios americanos, que contaba como dos jóvenes enamorados, preocupados por conservar su amor para siempre, y temerosos de perder cuanto estaba recién comenzando, fueron a consultar, al más anciano y sabio de la tribu, sobre la forma de evitar que algún día pudiera romperse la unión entre ellos, que en ese momento se les antojaba eterna.

El anciano encargó a cada uno de ellos capturar un ave, y luego, una vez que estuvieron ante él con ellas, les invitó a unirles las patas mediante una soga y dejarlas libres. Al intentar volar, ambas se entorpecían mutuamente su camino, con lo que acababan siendo prisioneras de esa unión.

“De igual forma, les dijo el anciano, si intentáis encadenar vuestras vidas, ninguno de los dos podréis conservar vuestro amor”. “Vivid juntos en libertad, y si cada día elegís libremente estar el uno al lado del otro, esa será la mejor forma de conservar vuestro amor para siempre.”

La pareja, previsiblemente, si comprendieron la lección que pretendía enseñarles el anciano, envejecieron juntos y felices.

 

Mirando la fuente, plagada de candados, algunos nuevos, otros ya oxidados, pensaba en cuál sería un buen símbolo de la unión, del enamoramiento entre dos personas, pues un candado, por muy de moda que se haya puesto, me parece un tanto grotesco, posiblemente por recordar a los siniestros cinturones de castidad medievales.

 

Tal vez es que me falta un punto de romanticismo postmoderno, pero yo apostaría por algo más ligero y abierto, tal vez, simplemente, una cuchara.

 

En algunos pueblos celtas, en Gales, concretamente, el novio tallaba con paciencia y esmero una bonita cuchara de madera, que entregaba a la novia en el momento de proponerle vivir juntos. Podemos creer, poéticamente, que no sólo se comprometía, al entregarla, al sustento material, sino al espiritual, mediante la compañía, la comprensión y el diálogo compartidos diariamente.

Por otra parte, una cuchara se puede doblar fácilmente por su mango para ser colocada en una fuente o un puente, pero claro, también se puede desdoblar, pero para eso inventamos los humanos, desde tiempos ancestrales, al tiempo que la unión, la separación, pues una vez pasada la fase inicial de enamoramiento, de alucinación hormonal, es cuando viene el verdadero examen, que la mayoría suele pasar con trampas, cayendo en la rutina, la desidia y el autoengaño, que les lleva a irse marchitando poco a poco en solitaria compañía, por no haber sabido cuidar con verdadero amor el día a día de la convivencia.

 

Y es que es tan fuerte la capacidad de ilusionarnos que tenemos los humanos, que hasta de ilusión nos ilusionamos, y de igual forma que vivimos cada momento creyéndonos eternos, y olvidando la provisionalidad de todo, olvidamos que algo tan serio y vital como los sentimientos se debe regar y cuidar cada día, e ir construyendo con tesón y paciencia, buscando y hallando en la pareja elegida, pretendidamente para siempre, o para un solo día, cuanto de mágico tiene la condición humana. Lo contrario sólo traerá frustración o mentiras, ambas más o menos compartidas.

 

Los pocos afortunados que alcanzan ese nivel de sintonía con otra persona saben muy bien de que hablo, saben que es entonces cuando lo inexplicable cobra sentido, porque no es, al final, esa falsa mística del amor, sino la amistad, la empatía en toda su majestuosidad, la que hace que valga la pena compartir un segmento de eternidad con determinada persona, haciendo del cariño el mejor cariño, del sexo el mejor sexo, y de la compañía la mejor compañía.

 

Todo ello estará, sin importar cuanto dure, muy por encima de obsesiones posesivas, miedos, hipocresías, contratos sociales y matrimoniales, o cualquiera de las farsas con las que, llamándolas amor, muchos pretenden en vano llenar sus vidas, matándose así mutuamente, a veces culminando en la locura de un asesinato y las más, en la muerte espiritual por soledad y hastío.

 

Sé muy bien que mi propuesta de la cuchara no será muy bien acogida por los fabricantes de candados, que seguro que tienen el beneplácito y la bendición de los sacerdotes de muchas religiones, esos que gritan iracundos: "Lo que Dios une, no lo puede separar el hombre", mientras hipócritamente dan consejos sobre educación sexual al tiempo que hacen, teóricamente al menos, voto de castidad.

 

Pero por mucho que les moleste a cerrajeros y sacerdotes, la cuestión es que a ninguno de esos señores les he prometido amor eterno, porque sé que a lo más que podemos aspirar, es al aprendizaje continuo, y porque sé, y creo que de todos debería ser bien sabido, que, en cuestión de eso que llamamos amor, no hay nada más estúpido y destructivo que una mentira.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 
 

CORAZÓN DE CHOCOLATE Y RECUERDOS

Siento en mis pies la roca impenetrable de estas calles

y una sombra impertinente que me dice: es sólo roca.

 

Siento la cresta altiva de los brotes verdes de los árboles

y una tosca voz incómoda que repite: son sólo árboles.

 

Me empapa la quietud de estos amplios parques solitarios,

que en ojos ciegos se ven sólo como vacío espacio perdido.

 

Me esclaviza hoy el recuerdo de aquella pequeña escuelita,

donde la terca razón sólo vería piedras, libros y tosco olvido.

 

Me acusa el ayer de aquel esquivo y rebelde niño travieso,

señor ligero del parque, ruidoso y torpe ladrón de nidos.

 

¿Qué importa el nombre de la ciudad cautiva?

¿Qué importa si es sólo roca, árboles y ruido?

Si el amor es tan sólo calor y miedos compartidos,

y siendo sólo eso, todo lo puede, crea y derriba.

 

Tal vez venga algún día a mi la traicionera memoria

a ponerme su negra y cruel máscara de negro olvido,

a intentar robarme esa calle, ese parque, esos nidos,

eso que ayer lo era casi todo, esos juegos, mi destino.

 

Pero nadie puede robarte cuanto de niño amas,

porque amando se ablanda la roca, brota el árbol,

es cálida la piel, es dulce el recuerdo, todo es vida,

que rehuye libre, pura y eterna, las garras del olvido.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

FÚTBOL CALLEJERO

 

Cuando se trata de hablar de fútbol, especialmente en Uruguay, ¡qué difícil resulta escribir sobre el tema!

Uruguay es fútbol, fútbol y política, habría que decir, pues ambas son las pasiones de cualquier uruguayo, porque ambas se viven, sienten y padecen, desde la más tierna infancia, cuando tus padres te regalan la primera camiseta de su equipo, que pasa automáticamente a ser el tuyo, hasta que, en la adolescencia, te liberas, en ocasiones, del yugo futbolístico paterno.

 

No voy a decir cuál ha sido desde niño mi equipo, porque sé que automáticamente, la mitad de los uruguayos pasarían a mirarme como adversario o incluso enemigo, al tiempo que la otra mitad estarían dispuestos a partirse la cara por defenderme, sólo porque somos del mismo cuadro, del mismo equipo, sólo por eso.

 

Cuando era niño, mi tío, de un equipo contrario al mío, intentó tentarme a dejarlo a cambio de comprarme el equipo completo, camiseta, pantalón, botas y balón, pelota como dicen aqui, del suyo.

Fue tremendamente tentador, en aquella época, tener eso era un lujo, y sólo un balón de cuero era capaz de comprar cualquier voluntad infantil.

Fueron semanas de duda y desasosiego: “Dejá ese equipo de negros y bichicomes muertos de hambre”, me decia arrogante, enseñándome la camiseta reluciente del suyo, que ya había comprado, convencido de mi claudicación. Pero dije no, una y otra vez dije no, y supongo que esa actitud, que por una parte me honra, me incapacita también para criticar con dureza a los hinchas que llegan a la locura por su equipo de fútbol.

 

Actualmente, y desde hace ya años, el fútbol apenas forma parte de mi vida, me gustaría de vez en cuando jugar un partido entre amigos, nada más, y sólo disfruto viendo ocasionalmente alguna final continental o ciertos partidos del mundial, donde tengo que repartir mis anhelos entre España, Uruguay y Japón.

 

Ayer, en la televisión uruguaya, en el mismo programa de noticias, había dos que mostraban la mejor y peor cara del fútbol: en la primera, un hincha de cierto equipo, no importa cual, mató a tiros a otro del equipo contrario tras una discusión futbolística. . . ¿cómo puede ocurrir esto en un país que se tiene y es, en varios sentidos, de los más cultos del continente?

Si no se ve y se vive desde aquí, no se puede comprender.

 

Poco después, otra noticia, también de fútbol: Eduardo Galeano aparece entregando medallas a los equipos infantiles ganadores de fútbol callejero, en un barrio popular montevideano.

¿Fútbol callejero? No se trata sólo de fútbol jugado en la calle, como hacíamos cuando éramos niños, dejando que las carteras del colegio hicieran de poste y midiendo la altura de la portería o arco sólo con nuestra imaginación, con las consiguientes e inevitables disputas, el fútbol callejero es más, mucho más.

 

Se trata de una modalidad relativamente reciente de ese deporte, donde los equipos no lo forman sólo niños o niñas, sino niños y niñas juntos, en equipos mixtos, como fiel reflejo de la vida real. Las normas no están escritas, sino que se acuerdan antes de cada partido y, lo más curioso, no gana el que ha marcado más goles, sino quien ha respetado mejor las normas acordadas. Lógicamente, esto da lugar a una asamblea previa al partido, para elegir entre todos las normas a seguir, y a un debate posterior, para dirimir qué equipo ha ganado, lo cual, curiosamente, no es, casi nunca, objeto de disputa.

Así se enseña y practica no sólo un deporte, sino todos y cada uno de los pasos para una convivencia pacífica entre las personas.

 

El fútbol callejero se va extendiendo poco a poco por todo el mundo, inundando los barrios pobres y no tan pobres de toda América Latina y África, y hasta en Noruega he oído que lo juegan. Es un semillero de esperanza, de la esperanza en que los niños y niñas de hoy, los hombres y mujeres de mañana, aprendan que, en la vida, más importante que ganar, que vencer, es compartir, disfrutar, respetar, dialogar, que aprendan, en definitiva, poco a poco, el agridulce arte de vivir.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

DANTE Y LA LÁMPARA MARAVILLOSA

 

Entre La Biblioteca Nacional y la Universidad de la República, dos impresionantes edificios neoclásicos en pleno centro de Montevideo, hay una estatua hermosa aunque algo siniestra, una estatua dedicada a Dante Alighieri.

 

En su pedestal, el sindicato del gremio de docentes de Uruguay ha colocado una pancarta pidiendo más inversión en enseñanza y, como encabezamiento de la misma, una frase: “La ignorancia es el infierno”, en obvia e inteligente alusión al infierno de Dante en su Divina Comedia.

Horas antes de encontrarme con dicha pancarta, había estado leyendo la última entrevista concedida por el ex presidente español Felipe González, que concluía citando una frase del también ex presidente Manuel Azaña: “'Si cada español hablara de lo que sabe, y sólo de lo que sabe, se haría un gran silencio nacional que podríamos aprovechar para estudiar".

Ambas frases, por alguna razón, se entrelazaron en mi memoria.

 

Sí, la ignorancia, y el mundo al que da lugar, con sus guerras, injusticias y miserias, es un infierno. Siempre ha sido así, y seguirá siéndolo, mientras campe peligrosamente libre la más peligrosa de las ignorancias, que no es la de no saber, sino la de, no sabiendo, creer que se sabe, la que no deja un mínimo hueco para la modestia o la duda, la que se cree con derecho a imponer por la fuerza o el engaño sus razones, o sea, su ignorancia.

 

La persona ignorante adora y se muestra sumisa a la autoridad, en cualquiera de sus formas, autoridad a la que teme e idolatra, o en la que necesita erigirse, y con la que trata de llenar el vacío de su vida. No juzga tras recopilar con paciencia toda la información posible, sino que lincha con presteza, y no sabe perdonar, pues el perdón surge de la comprensión, no del olvido fácil del daño sufrido, en uno mismo, o en un semejante.

Sin importar la ideología, religión o filosofía de la que se declare fiel seguidor, el ignorante siempre busca y encuentra dioses o líderes oportunos, a los que sigue con la ceguera propia de su naturaleza, y por ellos condena y mata sin un ápice de arrepentimiento. La persona ignorante cataloga a los demás por su fuerza, sus títulos académicos, o por su poder económico, antes que por su capacidad de diálogo o su calor humano. No sabe ni puede imaginar un mundo mejor, porque mejorar implica cambiar, y el cambio le produce un miedo que le paraliza.

Quien es víctima de la ignorancia justifica fácilmente los egoísmos y agresiones propios o de su grupo, autoconvencido de que el mundo siempre ha sido y será una selva implacable, pues también ignora la lenta pero imparable evolución positiva y vital de su especie.

El ignorante es, ante todo, una pobre y triste persona enferma, prisionera de sus propios miedos, y no sería más que merecedora de lástima, si no fuera por el dolor que va sembrando a su alrrededor a lo largo de su sombría existencia.

 

En sociología hay varias formas de medir cronológicamente una generación, una de ellas es admitir como doce años la frontera entre una y otra.

 

Los docentes uruguayos de hoy, que aún intentan curar las heridas de una generación, tan sólo una, criada en dictadura, lo advierten mediante una pancarta, como el presidente Azaña hace más de setenta años, que intentó en vano evitar una catástrofe mucho mayor, que degeneró en cuatro generaciones que terminaron condenadas al peor infierno, aquel en que no se sospecha siquiera estar. Fueron generaciones en que la soberbia, la mezquindad, la hipocresía, el integrismo religioso, la envidia y la venganza fueron el triste pan de cada día, el pan rancio con que alimentaron, no lo olvidemos, también nuestra infancia.

Otros pueblos padecieron desgracias similares, pero pocas tan oscuras, duraderas y extenuantes como la nuestra.

 

Hoy por hoy, millones de ciudadanos alienados y, por tanto, fácilmente manipulables, recorren como muertos en vida las ciudades consumistas y autoconsumidas del Primer Mundo. En España, además, debemos cargar con un lastre añadido.

No tienen estas personas memoria de ningún tipo, la que menos, la histórica, y siguen mansamente las consignas que les repiten los llamados medios de comunicación, que son, en esencia, medios de manipulación: Quien más invierte en publicidad, gana elecciones y toma el poder, sin importar lo absurdo o incoherente de su mensaje, sin importar si fueron ellos mismos los que crearon la crisis o catástrofe, cultural o económica, que ahora, con total desfachatez, exigen a otros que reparen.

 

La mayoría de los ciudadanos, víctimas de la infernal ignorancia, ya no recuerda, demasiado entretenidos en mirarse en el espejo opaco de su alienación, y tan frustrados como infantilmente descontentos, vuelven a colocar en el poder a los mismos políticos corruptos que poco antes les robaron, y el ciclo se repite una y otra vez, con alguna guerra ocasional para amenizar el patético guión. Parecen esperar y desear ingenuamente que una lámpara mágica y maravillosa les devuelva su menguado poder económico, pero ni desean siquiera que alguien les ayude a salir de su ignorancia, no pueden desear una libertad de pensamiento que ni ellos, ni sus padres, ni sus abuelos, pudieron disfrutar, una libertad que, en el caso de España, fue muriendo poco a poco al otro lado de las fronteras o el mar, tan triste y decepcionada como el clarividente, libre y culto ciudadano Azaña.

 

“Una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”, afirmaba, con buen conocimiento de causa, Goebbels, ministro de propaganda y amigo íntimo de Hitler, aunque atribuyendo cínicamente en exclusiva a los judíos el uso de la mentira.

 

Cuando el infierno forma parte de lo cotidiano durante demasiado tiempo, ya no se reconoce como tal, y esa tragedia nos sucedió en España, por eso la mitad del parlamento está, aún hoy en día, un caso único en Europa, ocupado por políticos que no se han dignado siquiera reconocer que el infierno, en forma de dictadura, integrismo religioso, fanatismo e ignorancia, es catastrófico, ruin, y digno de rechazo.

Mientras, los ciudadanos, ignorantes y sumisos, callan o gritan, pero les votan.

 

La ignorancia es el infierno, los docentes uruguayos lo saben muy bien, no lo olvidan, tal vez porque este país tuvo sólo una generación en el infierno, y lanzan su mensaje, como tantos otros antes, a sus conciudadanos y al mundo.

 

¿Sabrá el mundo, por una vez, escuchar la advertencia?

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL NIÑO QUE DESAFINABA LA MELODÍA PERFECTA

 

Voy en un omnibus, un autobus urbano de Montevideo, mirando el mundo a través de la ventanilla, perdido en mis ideas cuando, de repente, sube un niño de no más de diez años, dice rápidamente un discurso apenas comprensible de presentación, y comienza a cantar. No tiene una gran voz, de hecho, parece que un resfriado o una faringitis pone trabas a su esfuerzo. El niño canta, desafina, pero su canto se va volviendo, poco a poco, más melodioso.

No es uno de esos niños mendigos que había encontrado diez años antes, ya casi no quedan, y parece que realmente esta tierra está recuperando su pujanza y bienestar económico de antaño, cuando era llamada la Suiza de América. El pibe está aseado y viste bien, con ropa escolar que incluso parece de un colegio privado.

 

Como típico ciudadano del Primer Mundo que soy, bien alimentado el cuerpo y de conciencia tan escrupulosa como obtusamente selectiva, empiezo a pensar si sería o no positivo darle unas monedas, unas monedas que para mi, económicamente, no significan nada: tal vez así, me digo, esté forjando, sin querer, su lenta ruina, tal vez acabe teniendo un dinero fácil que le llevará a pequeños lujos infantiles de los que pasará a vicios juveniles, tal vez no fue hoy a la escuela para conseguir su pequeña remuneración, tal vez, tal vez, tal vez . . .

Mientras, la canción sigue, y cuando el niño termina, unas seis u ocho personas, casi todas mujeres con edad para ser su madre, aplauden generosas la modesta actuación, sacan unas monedas, y se las entregan, seguramente cayendo en la cuenta, como yo no hice, que ya había terminado el horario escolar, que el pibe está cuidado, y que, quien sabe, igual hasta está ahorrando para comprarle algo a su vieja, un hermanito, u otro familiar. Ellas sabían todas pensar generosamente, sabían ver el lado positivo de las cosas, un lado tan posible, en realidad, como el más negativo.

El niño, tras dar las gracias a los pasajeros y al conductor, que no le cobró billete, como es habitual aquí con los vendedores por su corto viaje, se despide y baja del autobus.

Y allí me quedé yo, sintiéndome como un idiota ante mi mismo, sin haber disfrutado la canción, sin haber sabido apreciar la belleza del gesto, sin saber participar de tanto calor humano, de la apacible humanidad que caracteriza, quien sabe por qué extraña razón, a esta gente, descendientes casi todos de emigrantes de todos los rincones de Europa. Tal vez por esto, me digo, ha sido el pueblo del continente que ha tenido más poetas y menos años de dictadura.

Pienso que si toda nuestra existencia no es más que pensar, sentir y hacer, con qué facilidad caemos en el error de romper el tenue equilibrio natural de la vida, haciendo, a veces sin pensar ni sentir, o sintiendo y pensando sin hacer, o renunciando a todo ello, creyendo arrogantemente tener la vida bajo nuestro control.

 

Al bajar del autobús, me siento como un estúpido y alienado ciudadano del Primer Mundo, uno de tantos que ya ha perdido la mitad de su alma, y se pregunta, asustado, qué hacer para conservar lo que queda.

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA CAJA INTRIGANTE

La Caja Intrigante era, en realidad, una especie de extraña caja negra, un tanto impertinente, que hacía las más incómodas preguntas a cualquier ser vivo que estuviera en sus cercanías.

Se desconocía su origen, y cuando alguien la interrogaba sobre ello, la caja respondía, como de costumbre, con una pregunta: ¿Por qué te interesa mi origen más que el fin para el que fui creada?

Nadie sabía cuanto tiempo había estado la caja rodando por el mundo, ni quienes habían sido sus creadores o sus dueños, hasta que cayó en manos de unos científicos de la Unión Americana, que dedicaron meses a grabar las preguntas que la caja formulaba, con una lógica tal, que casi siempre resultaba incómoda para el destinatario de la misma.

¿Para qué intentas conocerme si nada podrás comprender sin conocerte antes a ti mismo? Fue la primera pregunta al primer investigador que se acercó a ella.

Hicieron desfilar ante la caja diferentes personas con diferentes características y profesiones, y las preguntas se fueron sucediendo:

A un empresario, que se mostró escéptico ante la caja, y conocido por su facilidad para la mentira, le espetó: ¿Cuando te librarás de la esclavitud de aquella primera mentira que te arrastró a todas las demás?

A un gupo de profesores: ¿Cómo pretendéis enseñar a vuestros alumnos el respeto y los valores que sois incapaces de practicar, ni siquiera, con vuestros propios hijos?

A un sacerdote, le espetó: ¿Por qué insultas, con tu arrogancia, a tu dios, intentando imponerlo a tus semejantes, mientras le llamas verdadero?

Sólo hubo una persona a la que hizo dos preguntas, era un filósofo: ¿Crees que existe la verdad?¿Crees que existe alguna filosofía que albergue más verdad que miedo?

A una pareja de científicos, cuyo enamoramiento era patente entre el equipo de investigadores, y que decidieron acercarse a la caja, algo cargados de alcohol, durante una fiesta de cumpleaños les preguntó: ¿Por qué le decís a vuestra pareja que la amais más que a ninguna otra persona en el mundo, si sólo sabe y puede amar quien todo lo ama?

Y así continuaba, dia tras día, arrastrando, la misteriosa caja, a unos a la depresión, a otros a la ira, y, a los menos, a la sabiduría a través de la duda.

¿Qué comprarás con toda tu fortuna el último día de tu vida?, le preguntó a uno de los banqueros más poderosos del mundo.

¿Cómo estás tan seguro de tus argumentos e ideas, si sólo los comparas con quien piensa de forma similar a la tuya, cuya compañía siempre persigues?, fue de las pocas preguntas repetidas en más de una ocasión, y la hizo por igual a un sacerdote que pretendía exorcitar la caja, a un político y a un aficionado radical al fútbol, entre otros.

Alguien pensó que sería interesante ver qué preguntas plantearía a varios monjes de diferentes religiones, algunos de ellos considerados maestros, al Papa de los católicos, y a las mayores eminencias espirituales del momento, pero la pregunta respuesta fue tan desconcertante como decepcionante para ellos: ¿Por qué todavía temes lo que deseas y deseas lo que temes?

Días después llevaron a presencia de la caja a un asesino condenado a muerte, que había abrazado la religión durante los últimos años, y la pregunta fué: ¿Cómo devolverás el trozo de infinito y eternidad que has destruido, aunque consigas que todo el universo te perdone?

El final de la caja, como su origen, se pierde en la leyenda: se dice que un multimillonario se encaprichó de ella, y que, al no poder comprarla, encargó su robo. Se cuenta que durante meses se encerró con la caja, haciendo y recibiendo preguntas, hasta que un día, al borde de la locura, ordenó que prepararan su helicóptero y la arrojó al fondo del cráter del Monte Fuji. Y se dice que, según caía hacia las entrañas del planeta, la caja formuló su última pregunta:

¿Crees poder evitar las respuestas huyendo de las preguntas . . .?

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

MI VECINO/A FAVORITO/A
 

Cuando uno se traslada a una nueva vivienda, sabe que entre los vecinos por descubrir se puede encontrar de todo: bebés llorando desconsoladamente, parejas mal avenidas, melómanos sordos, o una dulce y apacible pareja de ancianos . . . pero la vida siempre nos sorprende. Haciendo memoria, creo que el vecino más extravagante que he tenido fué en Aranjuez, cuando me trasladé a vivir allí con mis hijos aún pequeños, siendo todavía un bebé el menor. Todo fué como subir y bajar de una montaña rusa: primero me dijo: “Soy gallego”, “Yo también”, respondí, “Soy maestro”, “Yo también, encantado de conocerle . . .” Pero luego llegaron las cuestas abajo y, con ellas, las decepciones: “Me he tenido que jubilar anticipadamente, sabe usted, porque no soporto a los niños”. “¿Es usted maestro y no soporta a los niños . . .?”, pregunté asombrado. “No, no les soporto, no soporto el ruido”. “Ah, entonces es el ruido, no los niños, lo que no soporta”. “No, lo que no soporto son los niños porque hacen ruido, me alegro ya que los suyos parecen tranquilos y bien educados . . . Menos mal que somos gente de orden”. “¿Gentes de orden? ¿Se refiere a esa expresión usada durante la dictadura para definir a quienes eran fieles a los golpistas . . .?” “Me refiero a quienes comulgan con los principios del Caudillo y del glorioso Movimiento Nacional que . . . “

Espere, espere, . . . creo que después de encontrar algunos puntos comunes, ya hemos encontrado un pequeño detalle discordante: a usted no le gusta el ruido de los niños, y a mi no me gusta el ruido que hacen las personas integristas, de cualquier religión o ideología, cuando proclaman que tienen derecho a matar a quien no piense como ellos”. “En su orden no caben los niños y en el mío no caben quienes les excluyen, así que mantengamos una respetuosa distancia, que su forma de vivir cabe en la mía, mientras no la imponga, y la mía cabrá en la suya, al menos hasta que monten otro golpe de estado y otra dictadura.”

El hombre me miró consternado, y, para su desgracia y vergüenza, su cara se puso tan roja como la bandera de la entonces recién desaparecida Unión Soviética, se metió en su casa, y desde entonces unos respetuosos saludos de rigor pasaron a demostrar que sí es posible convivir con quien nada tiene que ver con nuestra forma de pensar, sólo es necesario aceptar un acuerdo de mínimos, un respeto indispensable para que dejemos de matarnos o hacernos daño por las diferencias de pensamiento, que siempre, por suerte, las habrá.

Así empezó y terminó mi extraña relación con el extraño maestro que no soportaba a los niños, y como sigo teniendo cada año vecinos nuevos, estoy pendiente de encontrar al más extraño que mi mente pueda concebir: un compositor sordo, un carnicero vegetariano, un pintor ciego, un político honrado o, más difícil todavía, un banquero altruista.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL TALLER CLANDESTINO

“Saber que usted es un prisionero de su mente es el amanecer de la sabiduría”.- (Nisargadatta Maharaj)

Puesto que clandestino significa, etimológicamente, “que se hace ocultamente”, creo que no es nada arriesgado afirmar que, hoy por hoy, conducen nuestra vida social gobiernos clandestinos, cuyos intereses poco o nada tienen que ver con los de la mayoría de los ciudadanos.

Entre otras curiosas características, la neoaristocracia que nos gobierna, y sus seguros servidores, la clase política, es sumamente escrupulosa en cuanto a no permitir que se haga cerca de ellos cuanto ellos mismos hacen a diario por el resto del mundo.

Así, a quien ayuda a inmigrantes a llegar al Primer Mundo, pues en sus basuras encuentran más riqueza que en sus esquilmados pueblos, se les acusa de atentar contra los derechos de los trabajadores, mientras la misma élite provoca con la imposición de sus injustas normas comerciales, la miseria de esos trabajadores y sus familias, pero no creen atentar contra sus derechos.

La palabra clandestino, en su uso más cotidiano, va perdiendo sentido día tras día. Es clandestino quien no porta determinado papel, pero no quien provocó la miseria que le arrastró hasta las costas del Primer Mundo, es clandestino quien da un trabajo miserable a esas personas, pero no quien les niega todo derecho, no les alquila una vivienda, no les socorre en su miseria, o no permiten a sus hijos acudir a la escuela sin peligro de expulsión para el resto de la familia.

Hubo un tiempo, no hace mucho, en que la clandestinidad se reservaba a las ideas políticas, no a las personas que carecieran de un documento, y sus herramientas de cambio social podían ser por igual la impresión de pasquines, acudir a manifestaciones más o menos violentas, o una huega, general a ser posible.

Las primeras huelgas bien documentadas de que tenemos noticia en Occidente las hizo el pueblo romano, cuando eran una república un tanto extraña, regida por una minoría de patricios que pretendían tener a la mayoría de la población, los plebeyos, a su servicio. Éstos, hartos de abusos y tretas políticas, decidieron, en tres ocasiones, los años 494, 449 y 287 antes de Cristo, utilizar un sistema tan simple como efectivo para conseguir sus justas reivindicaciones: abandonar Roma y dejar a los señoritos que pretendían gobernarles, a su aire, alimentándose, si podían, de sus honores, prebendas y privilegios, que demostraron carecer de poder alimenticio alguno. En todas las ocasiones, al poco tiempo, los patricios aceptaron las condiciones del pueblo y acataron algo a lo que no estaban acostumbrados: la voluntad de la mayoría, llegando incluso a tener los plebeyos derecho a veto en el Senado. En las tres ocasiones, es importante no olvidarlo, consiguieron sus objetivos sin derramar una sola gota de sangre.

Muchos siglos después, un tal Gandhi utilizó, con similar eficacia y resultados, un sistema muy parecido para quitarse de encima a otro grupo minoritario de parásitos sociales.

¿Cuántas veces ha de repetirse la historia hasta que aprendamos de ella? ¿Cuál será la razón de que a nuestros hijos les enseñen una historia de la Humanidad aburrida, carente de sentido y donde nunca se muestran, casualmente, las verdaderas ideas geniales de nuestros antepasados? Tal vez no haya nada de casual en todo ello . . .

Escatimando y ocultando esa información, nos transmiten constantemente la idea de que el mundo siempre ha sido así: una sucesión constante de guerras y reyes, batallas y errores repetidos hasta la saciedad, que la injusticia siempre ha formado parte de nuestras sociedades y de que es perder el tiempo intentar mejorarlas. Se crea así una sensación de frustración e impotencia social que nos va calando como un chaparrón de tristeza y hastío. Mientras pensemos así, como esclavos, como esclavos viviremos, tanto en nuestra vida cotidiana personal, como en nuestras relaciones sociales.

Hoy día ya no tenemos la disculpa de que la información se encuentra oculta, lejos de nuestro alcance, hoy, al menos, está ahí, sólo hay que comenzar a buscarla, y no dar por hecho y conocido cuanto ha sucedido a lo largo de siglos y milenios de historia, una historia tan sangrienta como constructiva, pues hasta aqui hemos sobrevivido.

Porque el peor esclavo, conviene no olvidarlo, ha sido siempre, y siempre será, quien ni sospecha que pueda estar bajo el yugo de la esclavitud, y se niega obcecadamente a admitirla como un posible condicionante de su vida y sus actos . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

A ESO DE VOLVER A . . .

A eso de volver a confiar en el ser humano a pesar de todo, de volver a creer que su terquedad puede ser constructiva, aún viéndole día tras día mentirse a si mismo y al mundo. A eso de volver a cargar con la decepción de un nuevo encuentro, de soportar que el ladrón te llame, mientras te roba, ladrón, y el asesino, mientras te mata, asesino, y aún así, no odiar.

A eso no lo llames estupidez o ingenuidad, llámalo aprendizaje.

A eso de cambiar de camino, tras cada caída, para aprender, de renunciar al sueño de las patrias, y así aligerar equipaje, a eso de fracasar, sin ira ni complejos, y tener el coraje de verlo, de aprender cada lección y disfrutar del placer de aprender, A eso de llegar a la total indiferencia ante el dolor propio, y a la empatía, sin límite ni intereses ocultos, ante el ajeno,

A eso no lo llames aprendizaje, llámalo experiencia.

A eso de volver a reunir, una vez más, fuerzas de la nada, de caer una y otra vez, y volver una y otra vez a levantarse, a eso de renunciar, una a una, a las ideas, hasta el vacío, a eso de escuchar a todos, pero no creerte ni a ti mismo, a eso de reconocer en ti la grandeza y la miseria humanas, a eso de intentar mantener algo de cordura en esta locura,

A eso no lo llames experiencia, llámalo sabiduría.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

¿TE PUEDO HACER UNA PREGUNTA?

¿Te puedo hacer una pregunta?

Cuando estás tan absolutamente seguro o segura de algo, de tal forma que no permites un resquicio de duda, ni un mínimo hueco para la incómoda incertidumbre, ¿qué idea, canon o modelo, tomas como referencia para tu certeza, cuál que no se base en otra certeza previa?

¿Te puedo hacer una pregunta?

Si has visto a lo largo de tu vida cientos de ejemplos que te demuestran que los sentidos a través de los cuales percibes la realidad pueden proporcionarte una información errónea, incluso dentro de los parámetros del acuerdo común al que llamamos realidad, ¿cómo puedes saber si todo lo demás que percibes es menos erróneo?

¿Te puedo hacer una pregunta?

¿Crees que la renuncia a toda pregunta es una forma de respuesta?

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

RECORRER TU CUERPO + SE TE ESTÁN PEGANDO A TI LAS COSTUMBRES DE TUS VECINAS + QUISIERA VOLVERME PULGA + HAY QUE JODERSE

Llegaste una calurosa noche de verano, que nunca podré borrar de mi memoria.

Aquí me encuentro, tumbado sobre mi cama y recordando aquellos momentos, las inmensas ganas de tenerte entre mis manos y apretarte cuanto pudiera. Fue una noche que pareció eterna, sin fin, sin límite, sin descanso . . .

Fuiste recorriendo, sin el menor pudor, una a una, cada parte de mi cuerpo desnudo, cada pliegue, cada hueco, sin dejar de saborear todos ellos.

Viendo mi indiferencia inicial, te acercaste aún más, mordiendo cada centímetro de mi piel, y así transcurrió la noche, sin pausa, sin descanso, sin sosiego posible, sumergidos en un absoluto frenesí. Viéndome entornar la ventana me dijiste desde la cama: se te están pegando a ti costumbres de tus vecinas . . .

Casi al amanecer, te marchaste, y yo pude, al fin, agotado, dormir. . . Al despertar te busqué ansiosamente, pero ya no estabas, y pensé: quisiera volverme pulga . . . mientras observaba las señales de la noche anterior en las sábanas, la almohada, y las cicatrices de mi propio cuerpo.

Te esperé con impaciencia a la noche siguiente, imaginando como compensar lo vivido la noche anterior. Cuando llegues te abarcaré con mis manos, te estrujaré contra mi cuerpo y ya no te irás nunca más . . .

Sólo así encontraré descanso, sólo así podré dormir tranquilo, mosquito cabrón y chupasangre . . .

Hay que joderse . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

SIGO COLAPSADA

¿Por qué no comienzas por permitir que un hilo de duda invada tu mente? Añade un “tal vez” a cada acto emocional, en el resto es menos peligroso caer en certezas. Tendrás así alguna posibilidad de observarlo con un mínimo de distancia y objetividad.

¿Por que no pruebas, como ejercicio de aprendizaje, a colocar en paralelo las experiencias similares?

Tal y como un dictador necesita la sumisión de cuantos le rodean para compensar su complejo de inferioridad, cualquiera puede acabar buscando el reconocimiento externo por no estar seguro de su propia valía.

Nadie vale más que nadie, sólo cambia la capacidad individual, única e irrepetible de percepción, sufrimiento, creación o destrucción, y la capacidad de aprendizaje y transformación. El cambio, en sí, es inevitable y forma parte de la naturaleza misma de este universo.

¿Por qué no te das una oportunidad a ti misma y empiezas a relajar tu mente para acostumbrarla al ritmo de la vida? Nunca es tarde para empezar a vivir . . .

Es que . . . sigo colapsada . . .

Bien, reconocer los propios límites es el primer paso para superarlos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

LA MÁQUINA DEL TIEMPO

 “Del sufrimiento han emergido las almas más fuertes. Los caracteres más fuertes se forjan a base de cicatrices”. (Gibran Khalil Gibran)

Jacinto tenía su muy particular máquina del tiempo, pero nadie le creía. La tenía desde aquel día en que, allá en el monte, una roca desprendida por una de sus cabras, le golpeó en la cabeza. Tras horas inconsciente, despertó para comprobar que algo había cambiado, no en él, sino en cuanto le rodeaba.

Todo cambió desde entonces: Jacinto seguía viviendo su época, pero sólo tenía que imaginar un tiempo pasado para verse trasladado, física y conscientemente, a ese momento, a esa época.

Su caso, incomprensible para la ciencia de su época, era uno más entre tantos, una de las tantas sintonizaciones posibles de una mente con diferentes escalas del espacio-tiempo.

Pronto comprendió que los libros de historia eran guías enriquecedoras que le ayudaban a ampliar sus posibilidades de viaje por épocas y lugares remotos.

Pero nadie le creía, todos daban por hecho que cuanto contaba no eran más que sueños que tenía en sus largas siestas en el monte, mientras pastoreaba las cabras, o consecuencia del abuso del vino. Nadie imaginaba que el pobre hombre realmente transitaba, muchas veces aterrorizado, épocas pasadas, de las que regresaba en cuestión de segundos con sólo recordar la choza en la que vivía.

Hastiado de que todo el pueblo le tomara por loco, probó un día a imaginar el futuro, y comprobó asombrado que también podía viajar por él, aunque pagando como precio una fuerte jaqueca.

Dos viajes fueron suficientes para anotar los números ganadores de varias loterias, cuyos boletos rellenó en un pueblo cercano, desapareciendo al día siguiente del sorteo, con la excusa de ir a conocer la capital.

Allí comenzó una nueva vida para Jacinto, dedicándose durante años a escribir la verdadera historia de la Humanidad, como resultado de sus anotaciones de innumerables viajes, y muy diferente a la narrada en los libros de historia.

Hoy por hoy, es una de esas enormes y misteriosas fortunas anónimas, tras la que todos creen que se esconde algún jeque árabe, propietario de cientos de pozos de petróleo.

En el pueblo, sin embargo, todos siguen pensando que Jacinto no es más que un pobre diablo que se ha perdido en la gran ciudad.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

UN DÍA MÁS

Un giro más, un guiño más de nuestra estrella, y la absurda ilusión de que los ciclos siempre esperarán por nosotros.

La necesidad de dejar para mañana cuanto hemos decidido que no podemos hacer hoy.

La inefable creencia en que todo, tal vez, tenga algún sentido.

La espera sin pausa, la pausa sin sentido, a la espera de la pausa eterna.

El aprendizaje de la espera.

El error de la espera.

Un día más.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

¿QUÉ DEBEMOS?

Vivir y dejar vivir, y no hacer a ningún ser vivo cuanto no nos gustaria que nos hicieran.

Eso tan sólo, nada más, y me sobran los dedos de una sola mano para contar las personas que he conocido, a lo largo de mi vida, capaces de vivir consecuentemente esas dos simples premisas.

A todos nos queda la disculpa de que nadie nos ha enseñado, pero la vida de los pocos que lo han conseguido nos señala, con su incómodo ejemplo acusador. Precisamente ellos, que ya han aprendido a no caer en la trampa de la acusación . . .

Vivir y dejar vivir . . . demasiado para seres minúsculos con egos enormes, que todo lo crean y destruyen en razón de abstractas alucinaciones, que transitan un soplo de tiempo, convencidos de que es el universo el que gira en torno suyo y no ellos los prisioneros de mil elipsis materiales y temporales.

Siempre habrá, como no, un culpable oportuno, alguien a quien linchar o reprocharle, incluso, que hiciera por nosotros, o por nuestros derechos, cuanto nunca tuvimos ni el valor, ni la dignidad de hacer.

Siempre habrá alguien diferente que se niegue a bailar nuestra música, y a quien condenaremos por su insolente indiferencia. El tiempo se encargará de que nuestros nietos levanten estatuas en su honor.

Lo debemos todo, pero nos paseamos como arrogantes acreedores de la vida.

De ahí a crear e imponer dioses, ideas y hasta gustos, sólo queda un diminuto y patético paso hacia ninguna parte.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA ANFITRIONA

Nos recibe en su casa, su reino en realidad, sin importar lo ruidosos que solemos ser al llegar, intentando orientarnos en el desconcierto inicial.

Nos alimenta, protege y sustenta, ofreciéndonos todo cuanto tiene en su pequeño pero colorido hogar.

Nos enseña, sin pretenderlo incluso, mil cosas, guiando nuestra imaginación y nuestra mente por caminos que ni sospechábamos que existieran.

No puede, y sabe que no debe, sobreprotegernos ni agobiarnos, sólo acude ocasionalmente en nuestro auxilio, cuando surge algún problema, o cuando nos ve cabizbajos o tristes, para recordarnos, como una buena amiga que es: “Esto que ahora sientes como doloroso o insuperable, también pasará . . .”

Y en el momento determinado, con suerte, el momento oportuno, nos despide, esperando que hayamos disfrutado de la fiesta, del tiempo compartido con el resto de invitados, entrañables amigos, o tristes y fugaces enemigos.

Nos despide esperando que hayamos aprendido, crecido, y recargado nuestro ser con la energía vital, su energía, necesaria para continuar el inescrutable camino.

Es la gran anfitriona, la única y verdadera anfitriona, en realidad.

Es la Vida.

 Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

¿FELIZ ANIVERSARIO?

Sócrates gozó siempre de la admiración y respeto de sus discípulos, algunos, como Platón Aristipo y Antístenes, creadores ellos mismos de sendas escuelas filosóficas. Menos respeto, sin embargo, parece que le tenía su esposa Jantipa, mujer de áspero carácter y muy irritable. Sócrates decía que la había tomado por esposa precisamente por eso, pues, conociendo su carácter, se había habituado a tolerarla pacientemente, con la idea de llegar a la perfección en el dominio de si mismo y saber tratar con cualquier persona de difícil carácter. Nietzche dirá, en el siglo XIX, con su acostumbrada malicia, que fue Jantipa quien convirtió a Sócrates en el mayor dialéctico de Atenas, pues al hacer irrespirable el ambiente del hogar, lo indujo a andar todo el tiempo dialogando por las calles de la ciudad. Un día, cansado de la bronca interminable que le dedicaba Jantipa, para no oírla más, salió de la casa y se sentó en un escalón de la puerta, pero Jantipa, irritada por no haber podido desahogarse con su marido, se vengó vaciando sobre su cabeza una palangana de agua sucia. Sócrates se limitó a comentar resignadamente: “Después de tanto tronar, no es extraño que ahora llueva”.

(“Filosofía para bufones” Pedro González Calero)

Lo que no suelen contar las crónicas, ni Platón en sus Diálogos, fuente principal para conocer el pensamiento y desventuras de Sócrates, es que esa anécdota sucedió el día del aniversario de boda de Sócrates y Jantipa, y que, volviendo a casa Lamprocles y Sofronisco, dos de los tres hijos de ambos, al encontrarse a su padre sentado en el escalón de entrada, empapado y maloliente, adivinaron lo sucedido, limitándose a decir el primero, que algo de la ironía paterna había heredado:

“Qué, padre, ¿feliz aniversario?”

Días más tarde sucedió la archiconocida anécdota, cuando un joven alfarero consultó a Sócrates qué hacer, si casarse o permanecer soltero. Se dice que el viejo filósofo le contestó:

“Hagas lo que hagas, te arrepentirás”.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NO HE TRAÍDO BAÑADOR

Dicen en Oriente que, aunque vivamos un siglo, no seremos nunca más que el reflejo del niño o niña que éramos con tres años, y ellos no eran la excepción.

Aquel verano, como todos los anteriores desde hacía quince, se reunían nuevamente los antiguos alumnos de una escuela que ya sólo existía en su imaginación, y vinieron a demostrar, por si cabía alguna duda, la veracidad del aforismo oriental.

Luisa seguía siendo la niña pulcra y ordenada que siempre había sido: se encargó de preparar el itinerario que les llevaría a aquel pequeño lago en el que habían compartido juegos de infancia, confirmando la asistencia de todos ellos y encargando incluso comida preparada a un restaurante cercano que había localizado por internet.

Andrés, eterno pesimista, fue desgranando, a lo largo del camino, las mil y una posibilidades nefastas que podían ocurrirles durante la excursión, llegando a incluir una abducción extraterrestre, aunque no la que había de sobrevenirles.

Mario, callado y taciturno, seguía siendo tan inescrutable como en su infancia, cualquier cosa podía estar pasando por su mente.

Rita, nerviosa y dicharachera, llegó a contar más de veinte chistes durante el trayecto, hasta que sus amigos le pidieron, sinceramente, que parara, que podía ser peligroso conducir entre tantas carcajadas.

Y así fueron llegando uno a uno, para encontrarse con que el lago de limpias aguas de la infancia se había transformado en un vertedero de basuras, relleno en parte de escombros, y con algo de humedad en su fondo. Manuel, siempre optimista, y tal vez por ello amigo inseparable de Andrés, se limitó a decir: “Bueno, si tiran tantas cosas, está claro que el nivel de vida de esta gente ha mejorado mucho . . .” Mercedes, obsesionada con no perder el tiempo, pensaba: “¡Qué pérdida de tiempo!”, mientras Luisa se mortificaba pensando que no había organizado correctamente el encuentro.

Y en esto estaban, todos frente al basurero, cuando apareció, el último, como de costumbre, Gabriel, que ya en la escuela tenía fama de ser el niño más despistado del colegio, y al que todos los profesores dieron por caso perdido.

Nada más llegar miró alrededor, y lejos de comprender la situación en que se encontraban, se limitó a decir: “No he traído bañador”.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net 

 

 

EL DÍA QUE DEJÉ LOS HÁBITOS

Esos malos hábitos me habían llevado al peor de los caminos, a formar parte de un grupo cuyas verdaderas intenciones se me escapaban, todos vestidos con ropas oscuras, extraños amuletos, sumidos y consumidos por inhumanos rituales antropofágicos y completamente convencidos de la verdad inapelable de nuestras ideas.

La unión implicaba poder material y reconocimiento social o, mejor dicho, temor social, aunténtico terror en algunos momentos, pues éramos capaces de imponer por la fuerza, sin el menor remordimiento, cuanto considerábamos correcto y justo, nuestra justicia.

Ese convencimiento nos permitía hacer todo tipo de fechorías sin un atisbo de duda, parapetados en la razón de nuestras razones, convencidos del derecho y hasta obligación de imponer nuestras certezas.

Casi cinco años he convivido con ellos, he participado de sus fiestas macabras, de sus ritos ancestrales, toda virtud humana ha caído bajo nuestros pies, y toda buena voluntad ha sido degradada hasta convertirla en un acto de absoluta hipocresía.

La codicia, la avaricia, la violencia más o menos disimulada, y hasta las más depravadas tendencias sexuales han anidado entre nosotros . . . nunca debí comenzar este errado camino . . . .

Esta mañana he amanecido con una duda que se ha ido extendiendo en mi mente como gotas de sangre derramadas sobre un cántaro de agua cristalina, y ahora, gracias a esa duda salvadora, ya no albergo duda alguna.

Desnudo y solo como vine al mundo hice, en el centro del patio, apenas minutos antes del amanecer, una pequeña hoguera, en la que, llevando a cabo un último ritual de la secta que había lavado tanto como ensuciando mi mente, regalé al fuego purificador todos mis negros hábitos.

La Iglesia tiene, desde hoy, un sacerdote menos, y la Humanidad ha recuperado a uno de sus más ciegos y descarriados hijos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA ARREMETIDA DEL TORO
 

El pobre animal, al que los humanos llamaban Tornado, consiguió liberarse rompiendo la frágil portezuela del destartalado camión que le transportaba de pueblo en pueblo, de verbena en verbena, incapaz de comprender que sentido tenía todo aquello, con cientos de personas golpeándole y tirándole objetos de todo tipo, una vez cada semana, durante los últimos dos años.

Viéndose libre, y sospechando que pronto aparecerían los jóvenes humanos con palos y antorchas para perseguirle, decidió meterse en el primer hueco que vió, que no era sino la planta baja de un edificio de oficinas. Desorientado ante el nuevo y desconocido paisaje, fue recorriendo uno a uno los despachos, y aunque su reacción fué la misma al entrar en cada uno de ellos: entrar, bien empujando o bien echando abajo la puerta, y observar, sorprendido, cuanto había dentro, la reacción de los tres primeros humanos que encontró fue, ciertamente, tan extraña como diferente.

En el primer despacho, Gutiérrez cavilaba, consumido por los celos, sobre mil pequeños detalles que, en los últimos tiempos, le hacían sospechar que su esposa le era infiel. Su actitud distante y silenciosa alimentaba su desconfianza día tras día, y Gutiérrez ya llegaba en su enfermiza paranoia a verse como un astado más entre muchos.

En esto estaba, interrogándose a si mismo sobre si habría diferencia de cornamenta entre los cornudos humanos, como la hay entre los diferentes animales, cuando vió irrumpir al impetuoso Tornado por la puerta. Tan absorto estaba en sus pensamientos, que lo primero que se le ocurrió gritar, tras ponerse de pie de un salto fue: “Luisa, ¿qué me has hecho?” Tornado, asombrado, una vez más, ante este nuevo comportamiento humano que hallaba en su camino, optó por dar media vuelta y salir parsimoniosamente del despacho.

En la siguiente puerta, que no tuvo que derribar, pues estaba entreabierta, se encontraba, meditando con el ceño fruncido, el Sr. Ruppert, enviado por la oficina central para llevar a buen puerto la inminente fusión con el que durante años había sido el más duro competidor de la empresa. Pasaba las hojas del informe, todas ellas con el logo del competidor, una cabeza de toro, en su parte superior, mientras se convencía de la postura agresiva que ese grupo había tomado de cara a la fusión, y pensaba para sí mismo: “Me siento como un torero, sólo falta que me envíen un Miura”,cuando vió aparecer por la puerta a Tornado, quien, al engancharse un cuerno con el picaporte, optó por arrancar la puerta de cuajo para liberarse. Viendo transformarse ante sí el logo de la competencia en una abrumadora realidad, sólo acertó a pronunciar, con su marcado acento del medio oeste americano: “ Oh, no es necesario un actitud tan agresivo para alcanzar acuerdos.” “No soy un toreador . . .” “Oh, God, estos españoles . . .”

Tornado, tras dar un par de bocados a una frondosa planta que adornaba el despacho, salió como había entrado, al no encontrar nada más que fuera de su interés.

En el tercer despacho, el último al que el asustado animal pudo entrar antes de ser enlazado por miembros del Seprona, se encontraba Irene, una secretaria ya bien entrada en la treintena y que, sin mucho trabajo debido a su incuestionable eficiencia, estaba sumida en sus íntimos y lúbricos pensamientos, mientras ojeaba una revista con modelos masculinos. Su madre tenía razón, tenía que pensar en buscar marido, o se quedaría para vestir santos.

Por alguna extraña razón, en su mente se mezclaban las imágenes de los jóvenes y musculados modelos con las del documental que había visto el día antes, que trataba sobre el tamaño de los órganos sexuales de los diferentes animales. Dejando volar su fantasía, y recordando que hacía casi dos años que no había compartido una noche con un hombre, se decía a si misma: “Mi hombre ideal sería este tío bueno armado como el toro del documental de ayer . . .” Premonitoriamente, le vino a la memoria una frase que a su madre le encantaba repetir:”Cuidado con lo que deseas, que a veces Dios te castiga concediéndote lo que pides.”

Y apareció, haciendo honor a su nombre, Tornado. Instintivamente, Irene le tiró lo primero que tenía en la mano, o sea, la revista de modelos. El joven torillo, recordando cuantas veces le habían atacado con una revista, se lanzó ciegamente hacia donde estaba la aterrorizada mujer, que vió dirigirse hacia ella la cara del hombre de sus sueños, ensartada la revista entre las astas del animal, que frenó a unos treinta centímetros de ella. Irene, sintiendo el cálido aliento de Tornado sobre su rostro y arrepintiéndose de su aparentemente cumplido deseo, simplemente, se desmayó. Mientras, el novillo, ya cansado de idas y venidas, se limitó a lamer mansamente el inmóvil cuerpo femenino.

Habrían de pasar aún muchos años hasta que ella se atreviera a confesar, sólo a su mejor amiga, qué había sentido realmente en aquel maravilloso sueño de apenas ocho minutos, lo que tardaron en reducir al pobre y asustado Tornado, algo que, según ella, ningún hombre de los que había conocido había logrado, no ya superar, sino tan siquiera igualar.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA MADRE SUPERIORA

Tienen una obsesión un tanto cómica, aunque manipuladora y peligrosa: utilizan términos familiares para dirigirse a personas a las que, ni conocen, ni les interesa conocer, salvo para hincar en ellos las ansias de su hambriento proselitismo.

Padre”, pretenden que le llames cualquier cura de pueblo, ciudad o playa, invitándote a que ofendas, por comparación, al buen hombre que te mantuvo a costa de su trabajo toda tu infancia.

Hermano” o “hermana”, te sueltan, mientras pertenecen, con mejor o peor intención, al grupo terrorista más longevo y macabramente eficiente que ha creado el ser humano.

Madre”, y hasta “madre superiora”, pretenden que le llames cualquier mujer, tan entrada en años como amargada, sin más ilusión en la vida, en muchos casos, que frustrar y reprimir cualquier expresión de curiosidad, belleza o alegría que puedan sentir sus jóvenes discípulas.

Si a mi pobre madre, con todos sus anhelos y frustraciones, nunca la llamé superiora, a pesar de que siempre intentó serlo, ¿cómo pretenden esas señoras, al menos en el lenguaje, ocupar su lugar?

Puedo admitir que me llame hermano cualquiera, por ser, sin duda, hemanos de especie, pero ningún afiliado a ninguna secta, con más o menos éxito, tiene derecho a hacerlo.

Que empiecen a buscar nuevas palabras o, en su defecto, llamémosnos todos a todos “ciudadano . . .”, que ya va siendo hora de recordarles a quienes usurparon las palabras tanto como el mensaje de su supuesto fundador que, a la familia, especialmente en las culturas latinas, y a fin de evitar males mayores, ni mentarla . . .

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MI EBOOK Y YO

Me jubilé el año 2187, y desde entonces no he dejado de anotar cada día en mi ebook todo cuanto me ha ido sucediendo, en realidad, casi nada.

Han sido veinte años que en realidad parecen, a lo sumo, un par de ellos, los primeros en que todavía era físicamente útil y pude cuidar a mis nietos, ahorrándoles con ello tiempo y dinero a mis hijos.

Pero todo terminó el día que el más pequeño, dicen que por un descuido mío, tiró una taza de café y se quemó un dedo. En ese mismo momento prescindieron de mi, y ya ni me visitan desde que se han enterado de que dejaré mis ahorros a un par de ONGs.

Lo siento por los pequeños, nos teníamos aprecio y nos divertíamos juntos, pero supongo que es el justo castigo por no haber criado personalmente a mis hijos, por haber tomado el camino fácil del padre ausente, siempre con la disculpa del trabajo . . .

Mi ebook es, hoy por hoy, mi única compañía, mi almacén de recuerdos de veinte años en los que me forcé a escribir por no tener nada digno de recordar.

Mañana cumpliré 85 años y me descargarán: entregaré mi cuerpo al fuego y mi mente pasará a esta pequeña máquina que tanta compañía me ha hecho, y que irá de mano en mano, posiblemente durante generaciones, hasta que interese lo suficiente a alguien, tal vez algún biznieto que estudie historia . . .

Mañana mi forma física será la de este aparato, similar a los antiguos libros que se conservan en algunos museos, y mi destino y supervivencia dependerán de que algún ser humano me extraiga de las interminables filas de las cementecas, pulse el botón de encendido y me despierte, justo en el momento siguiente a mañana, aunque hayan transcurrido años.

Es algo frustrante no saber cuando despertarté de este sueño, que puede ser también, quien sabe, un sueño eterno.

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ALGO PARA RECORDAR Y ALGO PARA OLVIDAR

Podemos alimentar esa ilusión como tantas otras, con la misma fe e ingenuidad. Podemos convencernos de que elegimos y seleccionamos libremente qué recordar y qué olvidar, pero no será más que un reflejo más de nuestra mente en el espejo de sus abstractas necesidades.

Todos hemos comprobado como, en determinadas situaciones, por mucho que nos esforcemos, no conseguimos recordar un dato, un nombre, una persona o una situación, pero aún así, nos convencemos a nosotros mismos de que la memoria está bajo nuestro control.

También hemos comprobado repetidamente que, por mucho que lo intentemos, nos cuesta olvidar personas y situaciones vividas, casi siempre las más placenteras y dolorosas, y aún así, mantenemos nuestra fe en el olvido, como si fuera un bálsamo a nuestro alcance.

Aprender a discernir qué recordar y qué olvidar, en su justa medida, la que nos permita aprender de cada experiencia, sin sufrir más que lo imprescindible para el aprendizaje, se presenta, teóricamente, como la clave de la sabiduría, pero me temo que nada decidimos sobre recuerdo y olvido, nada nos hará recordar las más dolorosas experiencias que nuestra mente, para sobrevivir, mantiene lejos de nuestro alcance, y nada nos hará olvidar otras, a las que, por alguna razón, hemos alimentado a través del recuerdo continuo, para que nos acompañen en nuestro deambular o para que nos hagan caer en el espiral de una enfermiza obsesión.

Somos, al mismo tiempo, causa y efecto, tanto de la memoria como del olvido, y esa paradoja nos aterroriza, paraliza y aprisiona.

Personalmente, lo único que intento ya recordar, es la enorme capacidad de autoengaño que nos asiste, para intentar sobrevivir a miedos y frustraciones, y la imposibilidad de recordar y olvidar según nuestra voluntad y supuesto libre albedrío.

Y aún así sé que en ese intento caeré en la no sé si imprescindible, pero por lo visto, tan absurda como necesaria, necesidad de creer que algo controlamos de nuestra existencia.

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REFRANES ABIERTOS

 

REFRÁN ABIERTO: BICHO MALO NUNCA MUERE

BICHO MALO NUNCA MUERE

“A mi me lo vais a contar, humanos arrogantes. Decídmelo cuando hayais cumplido, al menos, un millón de años”.

Firmado: El Bicho, alias el Coco o el Cocodrilo, individuo perteneciente a una especie de 84 millones de años, bajo idéntica estructura a la actual, ejemplo de adaptación y eficacia para la supervivencia, y más de 220 millones desde su origen, dirigiéndose a un mamífero de apenas medio millón de años, con tal confusión de conceptos, que se cree el rey de la vida en el planeta porque ha demostrado ser el más eficaz en destruirla. También suele confundir cantidad con calidad, idea con dogma, prejuicio con juicio, amor con posesión, ley con fuerza, fuerza con poder, y poder con cualquiera de sus tan habituales manifestaciones de miedo.

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REFRÁN ABIERTO: LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

LAS APARIENCIAS ENGAÑAN

En 1876, el virrey de la India, lord Lytton, organizó en Delhi el banquete más caro y suntuoso del que se tiene noticia en la historia, para festejar el entronizamiento de la Reina Victoria como Emperatriz colonial. 
Durante una semana 68.000 invitados no dejaron de comer y de beber. Esa misma semana, según cálculos de un periodista de la época, murieron de hambre más de 100.000 súbditos hindúes, por una hambruna sin precedentes que se cobró al menos 30 millones de vidas y que fue inducida y agravada por el “libre comercio” impuesto desde Inglaterra. Antes de la llegada de los británicos, la India era la primera potencia industrial del mundo, cuando se marcharon, no era más que un país arrasado económicamente y sumido en la la miseria, de la que no se ha recuperado hasta hoy. Pero era, todo hay que decirlo, un inmenso pais cruzado de lado a lado por unas pocas lineas de ferrocarril, las mismas que necesitaba el pais colonizador para transportar cuanto saqueaba . . .
Mientras los colonialistas ingleses comían perdices y corderos, los supervivientes indios se comían a sus propios hijos muertos, pues hasta ese extremo había llegado el hambre. Hace falta tener mucha hambre para comerse, con lágrimas en los ojos, y arcadas en el estómago, el cadáver de un familiar o de un vecino. . .

Entre esos 68.000 invitados al mencionado banquete, miles de ellos repitieron una frase que parecía una consigna: “Un gran país, lástima que sus habitantes sean poco más que bestias inmundas, nunca saldrán de la miseria, deberían agradecer a la Reina Victoria que les acoja en su seno, es un honor inmerecido de esta chusma”.

Una vez más, las apariencias engañaban, y la chusma, las bestias humanas, eran esos 68.000 invitados a tan indigno evento.

La dignidad humana, como tantas otras veces, sobrevivía a duras penas entre los harapientos de los campos y las ciudades, aquellos que habían sembrado y criado las viandas de sus patéticos semejantes, tanto los que habían vivido a su costa durante milenios, en su propia tierra, como de los recién llegados al saqueo.

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REFRÁN ABIERTO: AGUA QUE NO HAS DE BEBER, DÉJALA CORRER. (JPS)

AGUA QUE NO HAS DE BEBER, DÉJALA CORRER. (JPS)

¿Y quién puede saber cuál es el agua que ha o no ha de beber, antes de encontrarse empapado, alucinando y chupando un palo sentado sobre una calabaza . . .?

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REFRÁN ABIERTO: MAL DE MUCHOS, CONSUELO DE TONTOS

MAL DE MUCHOS, CONSUELO DE TONTOS

O mal de tontos, consuelo de muchos . . .

Al final, lo que permanece es la necesidad de consuelo, bien mirando la desgracia de muchos, o bien la desgracia de los tontos, entre los cuales, por supuesto, nunca nos incluímos.

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REFRÁN ABIERTO: ALLÁ DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES

ALLÁ DONDE FUERES HAZ LO QUE VIERES

Aquí estoy, en una gran ciudad, rodeado de personas con muchas prisas por llegar a ninguna parte, persiguiendo más al dinero que a su utilidad, sobreviviendo más que viviendo, y soñando que algún día aprenderán a soñar.

Me esfuerzo por no hacer lo que veo hacer, me sumerjo, entre tantos amigos desconocidos, sabiéndome, como ellos, un náufrago.

Releo lo vivido, ojeo, entre asombrado y hastiado, la vida, y pido otra copa, con la certeza de que ésta tampoco traerá respuestas, pero, al menos, me librará de la arrogancia de creer haberlas encontrado.

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REFRÁN ABIERTO: ECHAR LA CASA POR LA VENTANA

ECHAR LA CASA POR LA VENTANA

Alejandrito, a quien sus padres llamaban Alex, era hijo de Alejandro y Alejandra.

Alejandro era un hombre, como tantos, que no había jugado lo suficiente cuando a él también le llamaban Alejandrito, e intentaba, como todos, recuperar de alguna forma el tiempo perdido.

Alex, a sus cuatro añitos, podía disfrutar con muchos juegos, pero no con esa enorme Torre Eiffel hecha de palillos, que su padre se empeñaba en hacer crecer día tras día, y a la que el niño llamaba, con su limitado vocabulario, “la casa”.

Tarde tras tarde, Alex solicitaba la atención y el tiempo de Alejandro: “Vamos a jugar, papá”. “Sí, hijo, vamos a jugar con la casa”, le respondía, lo cual significaba pasar la tarde pegando palillos, y para Alex, limitarse a ir dando uno a uno a su padre los palitos que éste pegaba. Fue un juego interesante el primer día, y hasta el segundo, pero no lo era en absoluto al cabo de casi un año y medio de rutinario trabajo, que el pequeño Alex llegó realmente a aborrecer.

Faltaba poco para que la magna obra paterna estuviera concluida, y una noche, durante la cena familiar, Alejandro dijo a su esposa Alejandra y a su hijo Alex: “Pronto terminaremos la Torre Eiffel, hay que celebrarlo por todo lo alto. Por un día, nos olvidaremos de la hipoteca y tiraremos la casa por la ventana”. Al oír esto, al pequeño Alex se le iluminó la cara: “¿De verdad, papi”. “Sí, de verdad, hijo, hemos trabajado duro y eso merece una recompensa”.

Alex, a pesar de su corta edad, y de las limitaciones que su padre, sin sospecharlo, ponía a su creatividad, comprendía perfectamente el concepto de arte efímero, el extraño placer que conlleva la destrucción de un objeto que ha costado, en ocasiones, mucho tiempo y esfuerzo crear, como un homenaje a la naturaleza efímera de todo cuanto ha existido, existe o existirá. En el jardín de las artes, ése era el privilegio natural de la música y la oratoria, el resto de las expresiones artísticas debían, de alguna forma, provocarlo artificialmente.

Esto, sin saber que lo sabía, lo sabía perfectamente Alex a sus cuatro añitos, y su alegría y nerviosismo aumentaban por momentos, sólo con imaginar la realización de la propuesta paterna.

De este modo, a la semana siguiente, acudieron a la casa de Alejandro, Alejandra y Alejandrito, decenas de personas: vecinos, amigos, compañeros de trabajo y todos los familiares que vivían a menos de doscientos kilómetros a la redonda.

Pretendiendo hacer un discurso apropiado de presentación de su obra, que permanecía oculta bajo una sábana en la habitación contigua, Alejandro levantó su copa y dijo:

“Mi hijo Alex y yo hemos trabajado duramente a lo largo de un año y medio para terminar una Torre Eiffel de palillos de más de tres metros, y aprovecho la ocasión para comunicaros que mañana recibiremos la visita del comisario del Libro Guinness de los Records, donde será inscrita la obra para la posteridad. Era una pequeña sorpresa que tenía reservada para este momento.”

“Oh . . .” exclamaron todos en un murmullo de admiración y sorpresa.

“Y ahora, prosiguió el anfitrión, disfrutemos de la fiesta, que hoy es un día para tirar la casa por la ventana”.

Entre el murmullo se oyó la voz de Alejandrito: “¿Cuándo, papá, cuando . . .?” “Ahora, hijo mío, ahora comienza la fiesta”.

Alex reunió rápidamente a sus amigos y primitos y se dirigieron a la habitación donde se guardaba la enorme Torre Eiffel, al lado de la cual tantas horas se había aburrido, esperando que su padre se decidiera a compartir con él parte de su tiempo, en vez de con la estúpida y pretenciosa torre. Entre todos la cargaron, abrieron la ventana y la tiraron al exterior, estrellándola contra el suelo del patio vecinal.

Aún tardaron varios minutos los adultos en captar la razón de la alegría del grupo infantil, y cuando al fin comprendieron lo sucedido, Alejandro estuvo a punto de sufrir un desvanecimiento, y la fiesta, bruscamente invadida por el silencio, tomó el ambiente de un velatorio, no faltando incluso alguna sonrisa mal contenida por algún cuñado malintencionado.

Los meses siguientes fueron duros para toda la familia: Alejandro cayó en una profunda depresión, Alejandra intentaba inútilmente consolarle y Alejandrito no comprendía nada, por mucho que se lo explicaran: “Papá dijo que podíamos tirar la casa por la ventana”, repetía, para desesperación de su deprimido padre.

Pero el infortunio, como tantas veces en la vida, se tornó fortuna, ya que Alejandro tuvo la buena suerte de ir a parar a manos de uno de los pocos psiquiatras cuerdos que hay por el mundo, quien, lejos de atiborrarle de pastillas, tras escuchar la surrealista historia familiar, se dedicó, simplemente, a enseñarle a jugar con otras personas, a liberarse de la enfermiza espiral del ego, a encontrar placer en el juego compartido, sin necesidad de buscar obsesivamente el reconocimiento de otros egos a costa de exponer las supuestas y casi siempre falsas virtudes del propio.

Alejandrito, el pequeño Alex, lo agradeció, y pudo disfrutar desde entonces de una sana y divertida infancia, mientras Alejandro, su padre, pudo al fin completar el rompecabezas de la suya.

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REFRÁN ABIERTO: CASA CON DOS, O MUCHAS PUERTAS, MALA ES DE GUARDAR

CASA CON DOS, O MUCHAS PUERTAS, MALA ES DE GUARDAR

Como esa casa pretendidamente difícil de guardar es nuestra mente, porque no tiene dos, sino muchísimas puertas y ventanas, que tanto pueden permitir la entrada de la luz necesaria para iluminar una duda, como del miedo más devastador, o la esclavizadora certeza del integrismo o del autoengaño.

En esa paradoja radica nuestra grandeza tanto como nuestra miseria, en ser una casa, una mente, con muchísimas puertas, y por tanto, difícil de guardar, y que sea la misma amplitud y variedad que nos brinda la posibilidad de un pensamiento rico, la que pueda permitir la entrada de cualquier idea que llegue, incluso, a destruir a la misma mente creadora y portadora de dichas ideas.

Y esto nos lleva a un segundo dilema: “guardar” procede de la voz gemánica “wardon”, que significa por igual “vigilar, custodiar o proteger”, siendo completamente opuestos el primer y tercer significado, pero muy útil para quienes, ostentando el poder social, pretendan eternizarlo mediante esbirros que desarrollen labores de represión en su nombre.

De la palabra “guardar” procede la palabra “guardia”. . . ¿necesitamos un guardia en nuestra mente? ¿Qué es eso tan valioso de nuestra minúscula mente que debemos guardar y proteger del resto del universo? ¿No será que ese guardia se encarga, tal vez con el único fin de proteger su puesto de trabajo, de convencernos de lo imprescindible de su presencia cuando, en realidad, creando con ella el miedo, nos convierte en sus cómplices y, por tanto, en nuestros propios carceleros . . .?

Toda mente se hace más rica cuando se expande, y crece y se enriquece venciendo miedos y obteniendo y compartiendo nueva información, pues sólo información, en cualquiera de sus formas, es el universo paradójico que habitamos.

Dejemos, pues, de lado, guardias y guaridas, que en lo que a la mente se refiere, cuanto menos guardada, más rica se vuelve, y cuantas más puertas y ventanas, más luz permite entrar, y más armonía reflejar.

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REFRÁN ABIERTO: VÍSTEME DESPACIO, QUE TENGO PRISA

VÍSTEME DESPACIO, QUE TENGO PRISA

Vísteme despacio que tengo prisa, y no repares en la calidad del atuendo, que de todos es sabido que, aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

Sobre vestidos y vestimentas, ninguna más pedagógica que aquel mítico traje del emperador, ése que no era más que desnudez, y que sólo un niño se atrevió a señalar, pues de todos es sabido que ciertas verdades, sólo locos y niños pueden y saben regalar ocasionalmente al mundo.

Bueno es no olvidar, en cualquier circunstancia, que ni el hábito hace al monje, ni hay vestido más hermoso que la sinceridad, aún cuando a veces, éste sí, tenga un alto coste social.

Puede servirnos de consuelo saber que, a pesar de todo, lo más valioso, en esta vida, sigue siendo gratis.

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REFRÁN ABIERTO: DIME DE QUE PRESUMES Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES

DIME DE QUE PRESUMES Y TE DIRÉ DE QUÉ CARECES

Todos lo hacemos alguna vez en la vida, es uno de esos mecanismos mentales de compensación o huída de cualquier miedo o complejo no superado pero, en algunas personas o grupos, pasa a ser una obsesión.

Nadie pronuncia más veces la palabra libertad que los políticos de todos los pelajes y colores, los mismos que la desvirtúan y prostituyen cada día, los mismos que la vacían constantemente de su tan abstracto como enriquecedor contenido.

A nadie oiremos pronunciar más a menudo la palabra amor que a un integrista cristiano, posiblemente el mismo que, en una tan insana como extraña metamorfosis de ideas, acaba centrándose en un amor a los niños que no es tal, a los mismos niños que se niegan a traer al mundo, cuidar y criar, al tiempo que pretenden sentar cátedra ante sus padres sobre como deben hacerlo.

Es en todas las caras de ese poliedro amplísimo al que llamamos amor donde encontramos los más claros ejemplos de jactarse de cuanto se carece.

Si una madre sigue esa senda, de moda en el Primer Mundo desde hace un par de décadas, de repetir constantemente a sus hijos cuanto les quiere, cuidado, posiblemente ha caído en una costumbre estéril o, peor aún, necesita repetir aquello de lo que no está tan segura.

Como en tantas cosas en la vida, existe siempre un sano y deseable equilibrio entre el uso y el abuso.

Y si es tu pareja quien constantmente repite que te quiere, no olvidemos aquella frase tan oportuna para cualquier novela amorosa: “ Me repitió tantas veces que me amaba, que empecé a sospechar que realmente no sabía de que estaba hablando.”

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REFRÁN ABIERTO: TANTO TIENES, TANTO VALES

TANTO TIENES, TANTO VALES

Cuando la inteligencia o la capacidad de análisis es escasa, así es como medimos y valoramos a las personas: tanto tienes, tanto vales, y esa ley o la de cuanto aparentas tener, al margen de cuanto tienes realmente, hará que la inmensa mayoría de la gente, la gente normal, emita, como de costumbre, su juicio carente de juicio.

Recuerdo el caso de un cliente del banco donde trabajaba hace más de tres décadas, un tipo rudo en todos los sentidos, un nuevo rico que veía, como casi todos, aumentar su arrogancia a la par que su cuenta bancaria. Como su trabajo era el de intermediario frutero, obtenía, como cualquier especulador, enormes ganancias con muy poco esfuerzo. Llegaba al banco cada mañana con un montón de billetes metidos en una bolsa de plástico y el tipo era bruto y arrogante no sólo con interventores y directores, sino con los trabajadores, y era una escena digna de ver cada día, como los empleados nos ibamos distanciando de él, evitándole en todo lo posible, o incluso ignorando sus exigencias y sus gritos, mientras los jefes, cual ejecutivos orientales, se deshacían en reverencias, halagos y falsas sonrisas. Tras hacer su depósito diario y marcharse, empezaba la guerra en el interior de la oficina: los jefes y jefecillos, avergonzados de si mismos y de su humillante actitud, sacaban su frustración contra los empleados. Uno de ellos, el más joven de la plantilla, ente un par de gritos del director, le respondió un día: “Para hacer que me humille ante ese animal como hace usted, no sólo tendrá que subirme mucho el sueldo, sino bajarme la dignidad. Lo primero puede, pero lo segundo no”.

Esas palabras te van a costar muy caras”, sentenció el director, y el joven, sindicalista para más señas, fue trasladado semanas después a otra sucursal, donde también intentaron domesticarle, llevarle por el buen camino, y hacerle comprender, sin mucho éxito, el verdadero valor de las cosas.

Pero aquellos hombres, tanto el director como el frutero, muy parecido en fondo y forma a Jesús Gil, nunca llegaron a valer mucho en varios sentidos, aunque amasaron una considerable fortuna. No sé cuando empezarían a darse cuenta de que no podían comprar determinadas cosas con dinero, tal vez tuvieron suerte y nunca lo sospecharon siquiera . . . Ya se sabe que las dos únicas formas de ser feliz en este mundo es hacerse el imbécil o, si se tiene suerte, o no se tiene otra alternativa, simplemente, serlo.

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NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA

Comentábamos el otro día Juan y yo, tomando unas copas en El Papagayo, que teníamos tantos ejemplos en la memoria a propósito de este refrán, que no sabía uno cual elegir, cual expresaría con mayor claridad tan rotunda evidencia.

Hoy, a escasas horas de la tertulia, me encontraba en la misma situación, repasando lo visto y vivido para encontrar el ejemplo más oportuno cuando, siendo víctima de una cegadora iluminación, lo comprendí: la Santa Madre Iglesia, en su eterno afán de sembrar el mundo de paz y amor, sacrificando incluso su imagen, expuesta a la crítica de mentes poco piadosas e incapaces de comprender el alcance de su magna obra, lo había estado haciendo durante siglos: sembrar el mal para que diera como fruto el bien.

Así, siempre se ha puesto del lado del poderoso, ha perseguido todo tipo de pensamiento, salvo el que repetía su propio mensaje, ha torturado y quemado miles de personas, ha promovido y provocado guerras, algunas de exterminio, ha prohibido la ciencia y exaltado el sufrimiento hasta el extremo de usar todos los medios a su alcance para intentar que se ilegalizara, hace sólo un siglo, la anestesia y los analgésicos, ofreciendo a cambio a los fieles el dolor purificador, ha relegado, marginado y perseguido a las mujeres, esa mitad de la humanidad que tanto hizo por el cristianismo en sus orígenes, etc.

Hasta tal extremo ha llegado su afán pedagógico, que se ha convertido en el grupo humano con mayor número de pederastas en sus filas. Y todo ello, queridos hermanos, con el único fin, oculto a toda alma insensible y carente de fe, de provocar todo lo contrario de cuanto aparentemente predicaba, de conseguir, de la forma más efectiva posible, que florezca un bien previsiblemente grandioso, como consecuencia de tanto mal sembrado.

Sólo los santos padres que en la Iglesia han sido, legítimos representantes en la tierra del único Dios verdadero, han tenido la capacidad de dirigir tan sabiamente a la grey cristiana.

Y yo me pregunto: ¿no es hora de intentar devolver tanta paz y amor sembrada a lo largo de casi veinte siglos?

Modestamente propongo, tomando como ejemplo la magna obra de papas, cardenales y obispos que han dirigido con mano firme y sabia el Vaticano, que, tras declararlo estado genocida, se juzgue como tales a todos sus dirigentes y, con todos lo honores, se proceda a la voladura controlada de sus edificios, invitando al Santo Padre y todas las altas esferas de tan amorosa organización, a permanecer en su interior para pasar a formar parte de la tan extensa como digna lista de santos mártires cristianos.

Seguro que aceptarán, con la modestia, santidad y sabiduría que les caracteriza, tan sincera y cristiana propuesta.

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QUIEN A BUEN ÁRBOL SE ARRIMA, BUENA SOMBRA LE COBIJA.

Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija . . . siempre que el bosque no le impida ver los árboles, o viceversa, que no se vaya por las ramas y, sobre todo, que no sea leñador . . .

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NO POR MUCHO MADRUGAR AMANECE MÁS TEMPRANO

Cuando tenian entre tres y cinco años, mis hijos, como tantos otros niños a esa edad, creían, tan ingenua como lógicamente, que el día de su cumpleaños las personas pegaban un estirón y crecían repentinamente, de acuerdo a su recién estrenada edad.
Como si fuera la noche de Reyes, les costaba dormirse, ante la emoción del previsible milagro, y madrugaban más de lo habitual para ir a mirarse en un espejo antes de despertar al resto de la familia, convencidos de que su altuta había aumentado a lo largo de la mágica noche anterior.

Ah, no por mucho madrugar amanece más temprano . . .” pensaba yo para mis adentros, aunque mi ingenuidad, como comprendí años después, no era menor que la de ellos, pues también algo cambiaba en mi mente tras cada cumpleaños, cada ceremonia, y un número nuevo pasaba a formar parte de mi identidad.

Ciertos pueblos, incluídos algunos a los arrogantemente consideramos primitivos, tienen una concepción mucho más real del tiempo, lo sienten como un todo continuo, y miran con sorpresa las particiones y divisiones que hacemos del mismo.

Aún tardé años en, no ya comprender racionalmente, sino sentir con lógica naturalidad, que cada día, cada segundo, cada instante, es nuestro cumpleaños, siempre tambaleándonos en el escurridizo alambre del tiempo presente, el único al que, hoy por hoy, podemos acceder.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NO SIEMPRE

No siempre encontraremos respuesta a nuestras dudas, a nuestros interrogantes, tanto a los surgidos de la sana curiosidad como a los nacidos del más insano miedo, esa cadena, tan necesaria como destructiva, que condiciona nuestro ser. Vale la pena recordar, cuando nos atenace la angustia, y ante la imposibilidad de obtener una respuesta que nos complazca o consuele, que “siempre” es tan sólo una de las más absurdas ilusiones que puede crear nuestra mente.

A pesar de ello, aunque no siempre encontraremos respuesta, nos servirá de consuelo saber que, mientras sepamos mantener en nuestras mentes vivas la curiosidad y las preguntas, sin recurrir a la respuesta cómoda, buscándola pero aprendiendo a esperar modestamente su llegada, y sin caer en la acomodaticia ilusión de creer que ya sabemos, ese será el signo más claro que que, aunque no sea para siempre, aún estamos vivos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

SI ES QUE YO . . .

Los soldados de Herodes, tanto como los centuriones romanos que clavaron a un tal Jesucristo en una cruz. Los cruzados cristianos que arrasaron y saquearon la santa y culta Constantinopla. El general que ejecuta la declaración de guerra de cualquier mercader, aristócrata o político. El soldado que fusila al reo indefenso, y al que sabe inocente, apretando el gatillo a la voz de “¡fuego!”. El funcionario que, por desidia, puede arruinar cualquier vida o complicarla hasta lo impensable. El profesor o el médico, siempre tanto más incompetentes cuanto más arrogantes, mientras destruyen cuerpos y mentes. El policía al que pagas su sueldo y que te apalea en una manifestación. El secretario judicial que te deja en la calle para entregar tu vivienda, de la que has pagado el ochenta por ciento, a cualquier banco usurero. Todos los verdugos y todos los torturadores que ha parido la historia.

Todos ellos, del primero al último, tienen algo en común: todos dirán, llegado el momento de las razones y las explicaciones, lo siguiente: “Si es que yo . . . sólo era un mandado”. . . y sólo con eso pretenderán justificar lo injustificable.

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EL VERANO SECA LAS IDEAS

El verano seca las ideas, por lo que es, sin duda, la época más democrática del año, quedando todos perfectamente igualados a nuestros líderes políticos de todos los colores, idénticos todos en nuestro vacío y sequía mental . . .

Así que no suframos por el ya evidente calentamiento global: será un torrente de democracia.

Por cierto, ¿qué decíais que había que escribir sobre este tema . . .?

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL VERANO SECA LAS IDEAS

El verano seca las ideas, y a mí me ha dejado sólo una rondando insistente la cabeza, como esas pegajosas moscas veraniegas, símbolo del estío, esas moscas que, según nuestros vecinos chinos, nos pueden decir todo sobre una persona tan sólo observando cómo la espanta.

La persistente idea moscona me dice, una y otra vez, zumbando:

¿Cuándo llegará el día en que todos los héroes sobren en este mundo . . .?

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

COSAS QUE SE PUEDEN CAMBIAR Y COSAS QUE NO SE PUEDEN CAMBIAR

Si digo: “Todo, absolutamente todo, se puede cambiar”, alguien me dirá: “Estás ciego . . .”, y tendrá argumentos para apuntalar su afirmación. Si digo: “Nada, absolutamente nada, se puede cambiar”, alguien me dirá: “Estás ciego . . .” y también tendrá mil razones con las que secundar su afirmación. Y ambos tendrán razón. Mientras, aquí sigo, rehuyendo la ceguera del conocimiento sin duda, buscando ese sutil equilibrio que consiga hacer convivir ambas verdades, armando, paso a paso, y a cada instante, mi pequeña existencia, mi diminuta e infinita realidad . . .

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COSAS QUE SE PUEDEN CAMBIAR Y COSAS QUE NO SE PUEDEN CAMBIAR

Todos intentamos, y cuanto más jóvenes o inmaduros, más, cambiar a todos, antes que cambiar nuestro entorno, y mucho antes de sospechar siquiera que nos podemos cambiar a nosotros mismos.

En un ejercicio de nula efectividad, al que tan aficionados somos los humanos, perdemos tiempo y energía en construir el paraíso al revés, pretendiendo transformar el mundo de fuera hacia dentro, en vez de seguir el curso natural de átomos, células y galaxias, el del mismo parto de este universo, que se expresó mediante una explosión, a partir de un minúsculo punto interior, para nosotros aún desconocido.

 

Un día descubrimos finalmente la paradoja de que, siendo consecuencia portadora de la ilusión del libre albedrío, somos, al mismo tiempo, causa, y quien sobrevive a la sorpresa, cambia el rumbo de su vida.

 

Porque quien más, quien menos , todos buscamos cómplices a nuestras ideas y compañía a nuestra soledad, hasta que aprendemos a navegar entre los mitos, alucinaciones y miedos de la propia mente. Entonces ya sólo buscamos amistad.

 

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MI SEGUNDA VEZ

Poco se aprende con la victoria, pero mucho con la derrota”.
(Proverbio japonés)

La segunda vez es siempre la más importante en nuestra existencia.

La primera escapa completamente no sólo a nuestro control, sino a nuestra ilusión de control incluso. Limitados por nuestras percepciones anteriores, ni imaginar podemos cuanto nos afectará una vivencia nueva, sea del tipo que sea.

La primera vez estamos completamente en manos del azar, indefensos ante aquello que la vida nos presenta, pues no podemos ni calcular ni imaginar siquiera a qué dará lugar la combinación de todas nuestras experiencias anteriores con la novedad recién descubierta.

La segunda vez, sin embargo, con cuanto hemos aprendido de la primera experiencia, bien sufriendo o bien disfrutando, es cuando juzgamos y decidimos, o disfrutamos al menos de tal sensación de libre albedrío, tan subjetiva como tranquilizadora. Ayudados por la memoria nos sumergimos en complejos cálculos y juicios, que muchas veces se dirimen en segundos, para tomar una actitud ante lo ya conocido, emitimos un juicio.

Y la tercera vez es ya la del examen, por eso decimos que “a la tercera va la vencida”, colmando tanto las expectativas como la paciencia.

La tercera vez es aquella en que ya no queda disculpa ni justificación para nuestros errores, que desenmascaran definitivamente nuestros miedos o nuestra ignorancia.

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EL AQUELARRE

No fué difícil capturarlos a todos: tendían a ser dóciles en sus lugares sagrados. Eran paganos, una religión ancestral, tan respetable como cualquiera, que había reinado en Occidente durante milenios, una religión incruenta que no necesitaba imponer a otros su verdad para creerla, porque su verdad era tan simple o compleja como la naturaleza que daba y quitaba vida según un, para los humanos, incomprensible designio.

Dos semanas después, ardían en la hoguera los cuerpos de tres de ellos. Mientras entre el público asistente unos callaban, otros rezaban, y otros vociferaban, los enfermos de poder hacían cuentas: El obispo calculaba que podría ampliar sus tierras de pastoreo en unas dieciocho hectáreas, las recién confiscadas a uno de los acusados de brujería. El señor feudal también hacía sus cuentas: ahora conseguiría a la hija del segundo ejecutado, una doncella arisca que no accedía de buen grado a sus pretensiones y que ahora habría de elegir entre doblegarse a los caprichos de su señor o seguir el destino de su padre.

El alguacil, por su parte, calculaba el dinero que debía, y ya nunca pagaría, al tercer ejecutado.

Una vez más, la religión como excusa de la barbarie.

Pero he aquí que los cálculos de los tres resultaron estar errados: el obispo nunca llegó a hacer suyas las tierras de pastoreo, pues mientras tramitaba la legalización del saqueo, durante un viaje, cinco días después de la ejecución, su comitiva fue atacada por un grupo de bandoleros, y entre ellos, para desgracia del obispo, se encontraba un hermano del hombre injustamente ejecutado.

Tuvo el alto cargo de la Iglesia una muerte más cruel y lenta que la del campesino adorador de la naturaleza: su hermano, lleno de odio y afán de venganza, echaba puñados de sal en el vientre abierto del obispo mientras le gritaba: “Ésta es, tanto como la vuestra, la mano de Dios”.

Tampoco el señor del feudo vió cumplidos sus planes: la doncella huyó del pueblo tras enterrar los restos de su padre, y no fue suficiente la movilización de todos los soldados para encontrarla.

El hombre, poco acostumbrado a no ver cumplidos sus caprichos, cayó fácilmente en una patológica y destructiva obsesión. “El señor enferma de deseo no cumplido”, decían las comadres del pueblo. Su vida se fué apagando a lo largo de tres largos y dolorosos meses. Y el alguacil, unas semanas más tarde, se despeñó con su recién adquirido rocín, aquél que había comprado con el dinero con que tenía previsto saldar su deuda con el campesino ejecutado.

Una vez más, la naturaleza ejercía esa poética justicia que ocasionalmente sirve de consuelo a sus criaturas.

Ahora, las viejas, mientras tejían, murmuraban: “Ah, la natura no perdona la crueldad hacia sus buenos hijos . . .”

Se cuenta que en ese pueblo, más de un alma abandonó en ese tiempo la nueva religión, que había perdido sus raíces, para volver a las raíces de otra fe anterior, cuyo origen se perdía en la noche de los tiempos.

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¡QUÉ BIEN ME LO PASÉ!
 

* Anotaciones del diario de James, un turista nórdico en la Costa del Sol: “Ayer fuí a una fiesta curiosa: se reunían músicos y escritores y mostraban sus obras sobre un tema específico, en ese caso el acto estaba dedicado a Cervantes, por celebrarse el Día del Libro.

Cantó un coro, leyeron unos textos, la mitad de ellos en castellano antiguo, por lo que no entendí casi nada, pues no soy más que un turista en esta tierra cálida y extraña, y el idioma siempre marca un límite, una lástima.

Bebían, comían, charlaban, y hasta hicieron un extraño ritual del norte de España al que llamaron “queimada”. Parecía que era un encuentro de personas donde no había nada que demostrar, me gustó el ambiente . . .

El año próximo volveré a pasar por allí, ha valido la pena.

¡Qué bien me lo pasé . . . !”

 

* Anotaciones del diario de Raúl, un joven residente en el extrarradio de Madrid:

Anoche salimos de caza. Hay que limpiar España. Éramos ocho camaradas, todos con los cojones bien puestos.

Ya sabemos donde se esconden las ratas, donde hay basura. Primero nos cruzamos con un moro, ese ya se acordará de nosotros hasta que se muera, si todavía sigue vivo . . .

Después cayeron dos gitanos: “Payos hijos de puta” nos gritaban mientras les pisábamos la cabeza.

Y para terminar la noche, un negro que hurgaba en la basura, estará una temporada alimentándose con una sonda en algún hospital de mierda.

Joder que noche, gritaban como cerdos . . .

¡Qué bien me lo pasé . . . !

 


 

EL MOMENTO OPORTUNO

Ese instante en que la curiosidad se sacia y aprendes y comprendes algo nuevo, algo que te llena aunque no sepas si algún día te servirá para algo concreto.

Esos instantes en que el azar o algún dios te hace un regalo, te emborracha de alegría o placer, y ya eres lo bastante viejo o sabio como para no hacer demasiadas preguntas.

Ese instante en que, mirando a tus hijos, o a un árbol rebrotar, presientes el poder de la vida, su fructífera fuerza, y adivinas el juego infinito del que eres una ínfima pieza, aunque lo suficientemente grande como para participar del milagro.

Esos momentos duros o muy duros, pero, aunque no lo comprendamos, nunca crueles, en que la vida te pone y lo pone todo a prueba y, aún así, sobrevives para contarlo o recordarlo.

Esos momentos, cada segmento de tiempo, que aparece ante nosotros como imprescindible para armar en nuestra mente el rompecabezas sobrecogedor al que llamamos realidad.

Ese intante en que el presente, extrañamente, tiene sentido por sí mismo.

Ése, o cualquiera, es el momento oportuno.

 

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EL CINE EN LA VIDA DE CADA UNO
 

Pertenezco a la primera generación criada frente a un televisor. Recuerdo con que sorpresa observaba que a mi padre apenas parecía interesarle el aparato en cuestión, y uno de los mejores recuerdos de infancia es ver juntos ocasionalmente alguna película. Creo que podría decirse que durante unos años fuí un niño adicto a la televisión, y sólo algunos juegos, que no todos, en la calle, conseguían parecer más tentadores que estar toda la tarde, si era posible, ante la que ya era, pero todavía no era llamada, caja tonta.

Como mi padre tenía un restaurante enfrente al Canal 12 de televisión de Montevideo, pude disfrutar del extraño privilegio de ver unos personajes en la pantalla y encontrármelos en persona al volver la cabeza. Supongo que eso me ayudó a desmitificar la fama y el culto a la personalidad: para mi eran unos señores más, algunos buenos amigos de mi padre que me trataban con cariño y respeto y otros elementos que parecian ir por la vida buscando constantemente donde aparcar su enorme ego, había de todo.

Pasaron los años, y mi gusto por la televisión fue creciendo, en ese tiempo vi indiscriminadamente películas, dibujos animados, series y hasta documentales. Entre esos cientos de películas recuerdo especialmente una de náufragos, que vi cuando tenía ocho años, porque un corte de luz impidió que disfrutara del final. La guardo en la memoria como si fuera hoy, y las películas de naufragios siguen siendo de las más interesantes para mi. En aquel entonces no sabía porqué, y hoy ya sé que me interesan porque en ellas se aprende mucho sobre la naturaleza humana, cuando ésta es expuesta a los extremos de una tragedia, el hambre, o el miedo a la muerte.

Nunca he renunciado a la televisión, aunque he pasado y puedo pasar largas temporadas sin ella y sin padecer ningún síndrome de abstinencia, pero hoy en día la utilizo como una herramienta muy dosificada: casi diariamente veo un documental y algún programa de humor, y de vez en cuando una película, de las pocas que puedo encontrar de final no previsible.

Casi nunca veo la televisión directamente, sino programas grabados previamente, con lo que me evado de la dictadura de la publicidad, que tan bien refleja lo peor, tanto de nuestra naturaleza, como del sistema social alienante en que vivimos.

Tendrán que disculparme los cinéfilos, pero para mi no existe gran diferencia entre cine y televisión: es aprender y disfrutar a través de la imagen, de la vista, y sólo le veo como peligroso inconveniente la pasividad del receptor, pero creo que tampoco se deben hacer aspavientos, también nuestra actitud es pasiva mientras leemos, y no por ello consideramos perniciosa la literatura.

Sobre las posibilidades del uso de la imagen con fines de manipulación social, ya todo parece estar dicho y hecho: Hitler llegó a donde llegó usando la radio, y los alemanes cayeron en la trampa. Medio siglo después, Bush prohibió emitir imágenes de su lucrativa guerra sin que se considerara tal censura un ataque a la libertad, pues quien juzgaba eran tres generaciones criadas al amparo o desamparo de la televisión: bien alimentados materialmente y famélicos emocionalmente. La ley, copiada de una idéntica del nazismo, sigue vigente.

Así pudimos comprobar el resultado del uso de tal tecnología sobre la sociedad cuando es utilizada con fines espúreos: una muchedumbre de seres tristes y frustrados que considera más interesante el mundo primitivamente virtual que ven a través de una pantalla, que cuanto y cuantos le rodean. Con el espectáculo apropiado, siempre es posible crear en ellos, nosotros, cualquier innecesaria necesidad, con el consiguiente lucro.

Pero de igual forma que, como decía la canción, el video mató a la estrella de la radio, actualmente la informática ha relegado la televisión a un segundo plano, y seguro que hoy día miles de niños miran asombrados a sus padres, todavía televidentes, pero apenas interesados por ordenadores y computadoras, sin comprender cómo no les interesa esa última herramienta o arma, panacea o locura, que hemos inventado los humanos para hacer cada día más tupida la red de consciencias que dará lugar, tal vez dentro de no mucho, y por primera vez, a una humanidad que piense colectiva y empáticamente, superando la obsoleta estructura de millones de individuos compitiendo entre sí bajo el dañino hechizo de que es más efectivo competir que colaborar.

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EL VIAJE QUE CAMBIÓ TU VIDA

Dos viajes muy reales:

Me desplazo desde hace años en un vehículo a 29,5 kilómetros por segundo o, lo que es lo mismo, a 106.000 kilómetros por hora, recorriendo unos 2.544.000 kilómetros al día.

A pesar de ello, me han puesto multas por otras muy extrañas razones, pero nunca por exceso de velocidad.

No sé si el precio del viaje estaba pagado de antemano o habrá que pasar por taquilla al final, ni la razón de desplazarnos tan rápido en un viaje elíptico que nos puede llevar, en el mejor de los casos, al punto de partida.

La mayoría de mis compañeros de viaje desconoce la velocidad a la que se mueve, aunque algo deben presentir, visto su gusto y empeño por ir lo más rápido posible a ninguna parte.

A la nave la llaman Tierra, aunque debería llamarse, en buena lógica, Agua, y más de una vez he gritado, como tantos, y sinceramente convencido: que paren el mundo, que me bajo.

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HAY COSAS QUE NADIE PUEDE HACER POR TI

Por suerte para todos los pobres y desgraciados, o sea, para la mayoría, hay cosas que cada cual ha de hacer y padecer por sí mismo, por mucho poder o riqueza que se haya conseguido acumular en la vida. Si no, hasta de rascarse se librarían los poderosos, pero la vida está impregnada de una extraña justicia poética que pone lo más valioso al alcance de cualquiera y permite a la codicia y la fortuna apoderarse sólo de las migas de un banquete al que nunca tendrán acceso.

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¿TE COMERÍAS A TU PERRO?

Sin dudarlo, especialmente si se tratara de un perrito caliente, y aún si no lo fuera. A modo de autojustificación y consuelo, me acordaría de aquel pobre can que tuvo que ir devorando poco a poco a su dueña, ya fallecida, pues nadie hacía caso a sus ladridos, al quedar encerrado varias semanas con el cadáver. Estaba en su derecho el cánido a disponer, como cualquier ser vivo, de un cadáver para conservar su vida, pero no menos derecho tendría yo a disponer del suyo . . . y tratándose de un perro, de ahí lo de llevar una vida perra, que fuera o no cadáver en ese momento, sería un pequeño detalle fácilmente subsanable . . .

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LA CEGUERA DE QUIEN CREE VERLO TODO

Si no recuerdo mal, era Rosa Montero quien, no hace mucho, escribió un artículo de prensa haciéndose eco de una anécdota que le sucedió a una estudiante alemana, quien, estando en la cafetería de su universidad, se encontró a un estudiante africano comiendo de los platos de su bandeja. Ella, considerándole desconsiderado, se sentó enfrente y se puso a comer también, mientras observaba como el estudiante sonreía y callaba, lo que interpretó como una prueba más de mala educación, e incluso de cinismo. Ya terminada la comida, y al levantarse, observó en la mesa contigua una bandeja con todos los platos sin tocar: ésa era su comida, y había sido ella la que había comido, sin mediar palabra, de los platos del estudiante africano, quien se había resignado y limitado a sonreírle mientras compartía su comida, seguramente creyendo que era una estudiante con problemas económicos.

Muchas veces la vida nos da ese tipo de lecciones, que nos demuestran hasta qué punto lo evidente puede no ser más que un error interpretativo de nuestra mente o la más disparatada fantasía, sin más.

No obstante, nuestra necesidad de certeza a cualquier precio, nos hace a menudo olvidar esas lecciones para volver a la comodidad de quien cree, como todos en el fondo, estar en posesión de la verdad, del análisis oportuno, haciendo cuanto se puede hacer con las herramientas a nuestro alcance, siendo y actuando lo mejor posible en el mejor de los mundos posibles, el que, con tanta imaginación como esfuerzo, hemos creado en nuestras mentes.

A nadie se le puede reprochar esa necesidad de certeza, es el precio que pagamos a cambio de la capacidad de abstración que tanto nos aporta en la vida. Pero sí es reprochable cuando esa certeza personal, sea cual sea, traspasa los límites de lo individual y se cree con derecho a imponer su verdad: de ahí al integrismo, a no saber distinguir juicio de linchamiento, o a quemar a una persona mientras nos convencemos de estar haciendo no ya lo justo, sino incluso un gran favor, al salvar así su alma eterna, hay apenas un peligroso paso . . .

Por ello, cuando encontremos a alguien que, ante una frustración de cualquier tipo, sigue el camino de la imposición, es conveniente preguntarle si admitiría ser salvado, ayudado, socorrido y bendecido de la forma en que pretendidamente haría con los demás, consiguiendo así tal vez que ilumine su mente la siempre saludable duda. Aún en el supuesto de que así fuera, queda la segunda parte: admitir el derecho de los demás a la diferencia, a ver y vivir como crea opportuno mientras no intente imponerlo a sus semajantes.

Si se constituyera una organización de ciegos formada por quienes creen verlo todo mientras acusan al resto del mundo de no comprender, no ver, no interpretar correctamente o, simplemente, no razonar, sería sin duda la mayor organización humana, pero no venderían cupones para un sorteo de lotería, porque todos ellos se creen, el que menos, afortunado de poseer, sin un ápice de duda, la verdad y la razón en sus manos.

 

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AMÉN

Padre que estás, según algunos, en algún cielo, respetado sea, como el de todos, tu nombre, venga a nosotros la duda que nos impida, caer en el fanatismo de negar otros dioses, o en el integrismo de matar en tu nombre.

Hágase tu voluntad mientras sea voluntad de paz, sean tus ceremonias cantos a la vida y no al poder, Proteje de si mismos a ciegos que todo lo creen ver, y aparta de tu iglesia a quienes la codicia mueve, porque en tu nombre, cuanto ellos tocan, muere.

Enséñanos a comprender para poder perdonar, para que nuestro perdón no quede en hipocresía, y el difícil y casi desconocido arte de amar, que nos dé ánimos para vivir cada nuevo día, aún sabiendo que todo, hoy mismo, puede acabar.

Tiéntanos cada día con la curiosidad y la risa, con la alegre esperanza en un mundo mejor, con la dulce tentación de alcanzar la sabiduría, suficiente para comprender el misterioso amor, único motor de lo humano y de la misma vida, única razón que a tu nombre puede dar razón.

Amén.

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EL CAOS

No existe el caos, sino tan sólo nuestra incapacidad de comprender un orden demasiado tenue y complejo para nuestras pesadas y simples mentes.

Visto desde otro punto de vista, no creo que exista mayor prueba de la existencia del caos que la necesidad de crear ese concepto para huir del miedo a lo incomprensible.

De una u otra forma, se llega a conclusiónes realmente caóticas . . .

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PRINCIPIO ABIERTO-9 (Nekovidal - Lola Carmona)

La sequía había reducido drásticamente nuestro espacio vital. Yo era aún muy joven, pero lo recuerdo perfectamente. El hambre fue haciendo estragos entre nosotros, y pronto hasta la convivencia dentro de las mismas familias se hizo insoportable.

Lo peor eran las incursiones de vecinos hambrientos en busca de comida, si no había nada que entregar o compartir, alguno de nosotros pasábamos a ser su alimento. Vivíamos aterrorizados.

De mis tres hermanos, sólo uno sobrevivió, también mi padre, a duras penas, aunque arrastró secuelas el resto de su vida.

Al fin, un extraño día con un cielo de mil colores, volvieron las lluvias, subió nuevamente el nivel de la charca, todos volvimos a tener alimentos suficientes y, lo que es más importante, ya no estábamos a merced de esos sanguinarios peces que nos devoraban cada día, pudiendo así completar nuestro ciclo vital y transformarnos en robustas ranas adultas.

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Y conforme desaparecían los miedos, empezábamos a sentirnos libres y ya no era posible hacernos daño, pues ahora éramos dueños de nuestro destino. (Lola Carmona)
 

 

 

NO ESTOY INSPIRADO

No estoy inspirado”, me dice Juan, y una semana después me encuentro en su casa un cuadro que es, para unos, una simple i latina, y para otros, yo entre ellos, la genial y concreta simplificación que sólo el sumie oriental, ocasionalmente, alcanza: una luna y su reflejo en el mar, o un universo tan amplio como pueda concebir la mirada de quien lo observe.

Hoy no estoy inspirada”, nos dice María, y, tras su obligada presentación del escrito, un privilegio democráticamente admitido, nos sorprende una vez más.

Y ambos dicen, modestamente, no estar inspirados . . .

Mientras, en cientos de librerias, hoteles de lujo, editoriales y salas de exposiciones, a lo largo y ancho del mundo, personas aparentemente seguras de su inspiración, se rodean del oportuno espectáculo que alimente su ego y, ocasionalmente, su bolsillo.

Esos sí se dicen y creen inspirados, mientras las musas, hartas de tanta egolatría, tras catar desganadas los canapés y el vino gran reserva, esbozan un gesto de hastío y displicencia y parten en silencio a buscar almas lúdicas que las alimenten con el inocente e interminable juego de la creación.

Las creaciones de esas almas que afirman, cada día y mientras crean, que no están inspiradas . . .

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PRINCIPIO ABIERTO-8 (Nekovidal-Pepe Guerrero)
 

Se dice que nuestra especie tiene unos 250.000 años de edad. Desde entonces hasta hoy, muy poco ha cambiado nuestro cuerpo y menos, incluso, nuestra mente, por mucho que nos moleste admitirlo.

Durante todas esas decenas de milenios hemos sobrevivido a duras penas bajo una miseria física y unos temores constantes que nos han marcado irremediablemente: desde el terror de habitar cuevas a las que en cualquier momento podía acceder un depredador que acabara con nuestra vida o la de nuestros hijos, a la incertidumbre de si habría algo que comer al día siguiente, todo ha sido vivir en un miedo continuo, una incertidumbre que ha ido calando nuestras costumbres hasta el tuétano mismo de nuestras amedrentadas mentes.

Somos apenas la primera generación que se ha quitado de encima el yugo del hambre, pero la memoria es terca, y hace surgir la sombra del miedo al desamparo y a la desnutrición en cualquier momento y con cualquier excusa, es la tiranía de la costumbre. Algunos intentan compensarlo engañosamente con la acumulación obsesiva de riqueza, pero esa trampa nunca funciona, y no hace sino acrecentar los dolores y miedos ajenos sin disminuir ni un ápice los propios.

El tercio que formamos la minoría privilegiada que habita el Primer Mundo podemos, mayoritariamente, dedicar una parte de nuestro tiempo a buscar la felicidad, un privilegio reservado durante milenios a una reducida minoría dentro de la minoritaria aristocracia que ostentaba el poder piramidal dentro de un sistema primitivo y cruel.

De repente, y en contra de nuestras ancestrales costumbres, hemos descubierto que la vida es algo más que tener el alimento y el cobijo asegurados, algo más que la siempre relativa seguridad física. Comenzamos entonces a perseguir la felicidad, a reivindicarla como un derecho y a sentirla casi como una obligación, a fin de evitar la incómoda sensación de que la vida, simplemente, pasa de largo ante nuestros ojos.

El mestizaje cultural de dos de los focos culturales del mundo, Oriente y Occidente, ha dado lugar a movimientos tan extraños como interesantes, de los que el movimiento hippie o la Nueva Era fueron tan sólo los primeros ejemplos.

Aprendimos a mirar de una forma algo más amplia, pero esa amplitud, al tiempo que nos enriquece, nos desconcierta, al plantear nuevos interrogantes, especialmente sobre como encontrar un paralelismo y concordancia entre esas ideas y la asfixiante vida cotidiana en nuestras sociedades postindustriales, alienantes y alienadas bajo un consumismo patológico.

Y es entonces cuando nuestras energías se dirigen, inevitablemente, al mundo de los sueños, desarrollando la abstracción como nunca lo habíamos hecho antes.

Los sueños y fantasías propios, siempre autoalimentados y reticentes a cualquier crítica, nos van envolviendo en su telaraña de ilusión en la ilusión, de la búsqueda constante de consuelo y autosatisfacción. Caer en sus redes significa convertirnos en siervos de un tirano ciego que pretende darnos lecciones sobre la belleza de los colores, pero deshacernos de ellos es renunciar a uno de los pilares de nuestra paradójica naturaleza humana.

Así transcurre nuestra vida, en un constante ejercicio de equilibrio y funambulismo, de certidumbre e incertidumbre, donde los sueños se presentan ante nosotros tan imprescindibles como peligrosos, un juego en que, a diario, tenemos que adivinar o intuir, ante cada uno de ellos, ante cada abstracción, cual vale la pena perseguir y vivir y cual dejar pasar de largo.

Por eso . . .

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…… Si hombres y mujeres empezaran a vivir (todos) sus efímeros sueños, cada fantasma se convertiría en una persona con quien comenzar una historia de amor, de persecuciones, de simulaciones, de malentendidos, de choques, de opresiones, y el carrusel de las fantasías se detendría. 

(José Guerrero Ruiz)

 

 

PRINCIPIO ABIERTO- 6 (Begoña Ramírez- Nekovidal)

¿Qué harás cuando hayas exterminado a tu enemigo, cuando ya no quede nada por bombardear, nada por destruir, nadie a quien matar?

¿A quién echarás entonces la culpa de tu vacío? ¿A quién señalarás con el dedo?

Tu enemigo, tú ya lo presentías, lo es tan sólo porque le has dado esa categoría en tu mente, en tu memoria. Cayendo en la trampa del odio, alguien tiró en algún lugar la primera piedra que desencadenó esta locura. Tú lo sabes porque fuiste testigo de esa primera piedra.

¿Qué hubiera sucedido si en aquel preciso momento, quien alzó la mano hubiera dudado un instante, esa duda le hubiera llevado a razonar, la razón a comprender, y la comprensión, si fuera necesario, a perdonar . . . ?

Simplemente, que el ser humano habría dado ayer el paso que está condenado a dar mañana si pretende sobrevivir”.

Cerró el libro, se desprendió del fusil, que arrojó al fondo del mar desde el acantilado y . . .

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Decidió seguir caminando. Al fin y al cabo nada tenía que perder y nadie en realidad había asegurado que existiera un fin de trayecto. (Begoña Ramírez)

 

 

PRINCIPIO ABIERTO- 5 (Nekovidal- M.C. Martínez)
 

Meditaba el otro día sobre lo curioso de nuestra naturaleza y lo azaroso de cuanto nos rodea. Con más voluntad que argumentos intenté encontrar el lado positivo de cuanto sucede, de algunas de las cosas que a diario nos indignan, sin caer en la cuenta de a lo que dan lugar.

Valga de ejemplo el caso del juez Garzón: Luis Moreno Ocampo, el fiscal de la Corte Penal Internacional, llevaba años detrás de Garzón, invitándole una y otra vez a que pasara a formar parte de un organismo imprescindible para dar un paso social evolutivo para la Humanidad: no dejar impunes los asesinatos masivos de otros seres humanos. “Explicándonos como investigó a ETA y a los Gal, nos será de gran ayuda para poder investigar tramas similares en el resto del mundo”, afirmó el fiscal.

El caso Garzón ha venido a demostrar dos hechos ya incuestionables: que en España existe separación de poderes e independencia judicial, al menos cuando gobierna un partido socialdemócrata que se tiene por socialista y, la más dolorosa, tal y como han venido afirmando durante años quienes parecían los más radicales de entre los españoles y que han resultado ser los más objetivos: la Transición española ni se hizo bien, ni era tan digna de alabanzas como pretendieron vendernos. España sigue siendo el único país de Europa donde una forma dictatorial no ha sido condenada por uno de los dos partidos mayoritarios, el único donde las estatuas de un dictador genocida han sido eliminadas lenta y paulatinamente a lo largo de treinta años, y el único donde la memoria histórica se ha conservado y manejado tan mal, que algún joven español no tiene todavía claro que Franco era un dictador al mismo nivel que Mussolini, Hitler o Stalin, diferenciándoles sólo el número de víctimas, pero no su voluntad de matar.

Pero ahora, y a pesar de esa vergonzosa situación, culminada con el esperpéntico juicio a Garzón, éste se encuentra en La Haya, y desde ahí podrá, sin duda, ser mucho más útil a la Humanidad. Que así sea.
 

El segundo caso llamativo es el de la crisis: a estas alturas resulta evidente que ni se va a recuperar el dinero robado ni se van a cerrar siquiera las cuevas de ladrones en que ha sido escondido, los paraisos fiscales, un veinte por ciento de la riqueza mundial. Para colmo, las medidas que se toman hacen pagar las consecuencias del saqueo a las víctimas del mismo, a quienes ya pagaron y siguen pagando de sus bolsillos las enormes sumas de dinero público necesarias para asegurar que siga funcionando un sistema que ha demostrado ser, además de ineficaz y obsoleto, cruelmente injusto. Se aprovecha para recortar leyes, derechos y prestaciones sociales y, en algunas ocasiones, se pregunta uno si no estará alguien midiendo por igual nuestro nivel social de paciencia y de estupidez. A pesar de ello, apenas hay manifestaciones, salvo algunas ocasionales y con poca asistencia. ¿Manifestaciones contra quién? , se preguntan algunos: los ladrones están bien protegidos por las leyes que los políticos, sus servidores, hacen a su medida.

Paralelamente recordaba las manifestaciones contra la invasión de Irak, y ahí he encontrado la parte luminosa de esta historia: resulta que salimos por millones a las calles de todo el mundo para protestar por una injusticia que no nos afectaba directamente a nosotros en ese momento y, de hecho, se suponía que conservaría nuestros privilegios durante unos años más, pero dijimos: “No, no queremos gasolina manchada de sangre en nuestros automóviles”.

Así somos, esa es la parte enternecedora que no solemos pararnos a mirar de nosotros mismos: nos movilizamos indignados ante una injusticia que afecta a otros, pero no reunimos esa fuerza para salir a la calle cuando se nos está robando delante de nuestras narices . . . así somos, y no nos vendría mal no olvidarlo, sumergidos en un sistema que intenta mantenernos cuando no indignados, amargados y asustados, todos ellos sistemas muy efectivos para reducir nuestra capacidad de crítica, raciocinio y análisis.

Esos detalles, algunos regalos del azar, como el caso Garzón, y otros espejo directo de nuestra naturaleza, deberían hacernos comprender que, a pesar de todo, y posiblemente por caminos largos y hasta sangrientos, esta especie evoluciona, con sus errores y miserias, con su terquedad, sus miedos y su ceguera.

Tal vez sea verdad que nos espera un paraíso en esta tierra, y hacia allí, aunque sea lentamente, nos dirigimos . . .

 

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Y si no, al infierno, donde, supongo, habrá buenos chuletones de Ávila a la parrilla y buen riojilla... Mari Carmen Martínez

 

 

PRINCIPIO ABIERTO 3 (Juan Pérez de Siles-Nekovidal)

Colorín Colorado era un joven escritor muy osado, merecedor de su apodo, según algunos, por sus mejillas sonrosadas. Colorín quería escribir el relato perfecto pues, en su ingenuidad, creía que existía tal cosa, como si la perfección formara parte de la naturaleza humana.

Colorín hizo miles de fichas con las que construiría su novela ideal, la gran obra que admiraría la posteridad. Estudió en varios talleres de escritura, esos que prometen la inspiración y el arte a bajo precio, despreciando a escritores principiantes y a cuantos despreciaran la ortodoxia literaria.

Tras mucho deambular por su mente, al cabo de los años comprendió que las mejores historias eran las abiertas, en su principio, en su final y, a ser posible, en su misma trama. Garabateó cientos de folios, probó a escribir con lápiz, pluma u ordenador, probó a escribir de día y de noche, en la montaña y frente al mar, en hoteles y en parques, solo y en compañía, pero no conseguía gestar el anhelado texto perfecto, la obra cumbre de la literatura.

Recurrió a los que creía maestros consagrados que le guiaran en su magno intento, pero sólo consiguió que la mitad le dijeran: lee más, y la otra mitad: vive más . . . Todo lo probó, todo lo intentó el pobre Colorín, pero las musas se resistían a brindarle su abrazo.

Ya anciano, y todavía incansable en su búsqueda, volvió a intentarlo con textos de pricipio y final abierto, pero ni la duda ni el placer de escribir podían ya anidar en su cerrada mente, clausurada para siempre en la arrogancia de quien no comprende que el arte es, ante todo, placer al crear y placer al compartir lo creado, dos de las puertas a las que nunca se le ocurrió llamar. Siguió y siguió buscando el texto perfecto, el perfecto texto abierto . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

Lo más abierto que se le ocurrió, después de haber dado muchas vueltas al coco buscando inspiración fue: Colorín colorado este cuento se ha acabado.

Juan Pérez de Siles

 

 

PRINCIPIO ABIERTO 2 (Nekovidal)

Habían sido catorce los náufragos supervivientes. Al principio, todo había sido muy duro, pero los abundantes restos del naufragio, con herramientas, botiquin y hasta una pequeña biblioteca, lo hicieron fácilmente soportable. Transcurridas dos semanas, la vida material se estabilizó y disfrutaban de un mínimo de seguridad física, comenzaron a darse cuenta del paraiso que estaban habitando. Se repartía el trabajo cada mañana equitativamente y al ser apenas dos horas, nadie se planteaba siquiera trampear en su ejecución. Tras recolectar la fruta y pescar, el resto del día era tiempo de juegos, lectura y debate, que se completaban con una asamblea y fiesta nocturnas. Todo parecía perfecto. Al cabo de cinco meses decidieron que, en caso de rescate, los catorce permanecerían en la isla, limitándose a pedir algunas medicinas y una radio para casos de posible emergencia. En el llamado mundo civilizado, ninguno tenía nada mejor por lo que volver.

Un día, poco después de cumplirse un año en la isla, apareció a lo lejos una columna de humo que identificaba a un enorme mercante, y todo cambió. Se mezclaron la sorpresa con el desconcierto y las ganas de regresar pugnaron con las ganas de permanecer en la isla. Un bote con tres marineros a bordo les transmitió el mensaje del capitán del barco: ya habían comunicado su aparición, tenían tres horas para prepararse. Uno a uno fueron cambiando de opinión, cada uno por sus razones personales. Al final sólo él y Soraya, los más urbanitas de los náufragos, fueron los únicos que decidieron permanecer en la isla.

Los vió alejarse lentamente dejando en la arena de la playa sus últimas huellas. Sus sentimientos se enfrentaban entre si.

Miró con cierta envidia a sus amigos que, ya subiendo a la nave, se volvieron para saludarle, ellos tenían un lugar al que regresar. Su hogar, sin embargo, estaba aqui, en lo que quedaba de lo que pareció que era todo, y resultó, al final, no ser nada, apenas una vacía ilusión colectiva.

Tomando a Soraya de la mano regresó, cabizbajo, al bosque.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

PRINCIPIO ABIERTO-1 (Nekovidal)

Habían sido dieciocho familiares, dieciocho personas de todas las edades, desde el abuelo Paulo, a punto de cumplir un siglo, hasta la pequeña Katy, de apenas dos meses. De todos ellos, cuando los rusos liberaron el campo de exterminio, quedaban sólo ella y su primo, los demás habían ido desapareciendo, algunos a las pocas horas, otros lentamente, devorados por el hambre, el trabajo y el frío.

Ella, a pesar de todo, y sin comprender muy bien la razón, sentía cierta tristeza al abandonar la tierra que había sido su hogar, la que también guardaba, al lado mismo de recuerdos innombrables, la dulzura de una infancia feliz. Pero . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

 

 

EL DIA QUE MURIÓ JOSÉ SARAMAGO

Hay algo en lo que son iguales las victorias y las derrotas: en que ninguna de ellas es la definitiva.” (José Saramago)

Desde el triste día en que murió Saramago, no estoy inspirado. Por eso, apenas he escrito, aturdido por los ladridos del Vaticano y por la gris certeza de que hay una persona buena menos en este mundo.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

¿QUÉ QUIERES QUE TE DIGA?

Cuando los oídos son capaces de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría” (Kybalion)

¿Qué quieres que te diga, si al final cada cual sólo oye su voz, la única en la que confía, pues así cree que se lo ha enseñado la experiencia, a pesar de los errores cometidos y repetidos hasta la saciedad?

Pero aún así la seguimos escuchando, tenaces y temerosos de la soledad, en la que creemos que caeríamos si escucháramos todas las voces con el mismo oído, con la misma ley, con la misma paciencia.

Es esa misma resistencia la que nos impide aprender, realmente, a escuchar, y ése el camino que nos lleva al más oscuro silencio e ignorancia: esas cadenas que son más pesadas cuanto menos se sospecha su existencia.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net  

 

 

AUSENCIA

No creo que, en esencia, exista la ausencia, ya que ésta requiere previamente la presencia, y ésta sólo existe como proyección de la mente, lo cual es fe o creencia, pero no necesariamente presencia, y no habiendo ésta, no hay ausencia.

Y aún bajo dicha fe, no existe la ausencia más que de aquello que nunca fué o que dejó de ser en nuestra memoria. Por eso nada ni nadie existe, ni siquiera en nuestra mente, hasta que es reconocido y recordado, ni muere y desaparece hasta que es olvidado.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

LAS MANOS

Me encontraba mano sobre mano pensando en qué podría escribir sobre el tema “Las manos”. Recordé, y vino muy a mano, el caso de un soneto de Lope de Vega que sobre un soneto trataba, y aunque fuera una idea de segunda mano, pensé: ya que está a mano, escribamos.

Como más vale pájaro en mano que ciento volando, vayamos a lo seguro, que no se nos escape de las manos el tema, ni acabe demasiado manoseado, que no existe la perfección en el escribir, como no lo existe en nada por el ser humano creado, aunque no es menos cierto que, al osado, la fortuna le tiende la mano . . .

No pondría yo la mano en el fuego de que fuera a salir algo digno, aunque seguro que será algo manejable, manipulable, o , cuanto menos, algo manirroto, pero amable.

Puesto que manos que trabajan, no son manos, sino alhajas, pongámonos a la faena, que mejor que juntar las manos para rezar es abrirlas para dar, aunque no todos sepan disfrutar de tan sano placer, pues no todos comprenden que una mano sola no aplaude y, aunque no es aconsejable que sepa tu mano derecha lo que hace tu mano izquierda, tomemos de la mano a las palabras, y paseemos hasta ver a donde se llega.

Y si bien es cierto que donde no llega la mano llega la espada, no es esa la cuestión tratada, pues mucho más lejos, seguro, llega la palabra, tanto la escrita como la hablada.

De todos es sabido que es el uso de la mano lo que nos hizo humanos, y muchas manos unidas nos dieron alimento, refugio y sabiduría, por ello, cuando se encuentra uno mentes cerradas o egoístas, es inevitable preguntarles: Manos que recibís y no dáis, ¿qué esperáis?

No es de buen humano tirar la piedra y esconder la mano, así que digámoslo claramente, se me están acabando las expresiones que tengo a mano, por lo que lo voy a ir dejando, no sin antes hacer una última observación: Tan importante es la palabra “mano”, que no es casual, hermanos, que la palabra “humano” no sea más que una “u” que, acompañada de una triste hache muda, se une a una mano.
 

Nekovidal 2010– nekovidal@gmail.com

 

 

MEMORIA -Homenaje a Miguel Hernández-

¿De qué nos servirían los tiempos felices, sin memoria donde conservarlos para cuando lleguen los tiempos difíciles?

¿De qué nos seirvirían los errores del pasado, sin memoria para aprender de ellos?

¿Qué dignidad puede conservar un pueblo que no conserva su memoria colectiva?

Nada somos como individuos, salvo un puñado de recuerdos. Nada somos como colectividad, sin la memoria de los actos, ya mudos, de nuestros ancestros.

Tanta luz llegó a dar esta tierra, con rayos de poesía, ciencia, libertad y saber, que asustó y cegó a algunos de sus hijos, apenas un puñado, que, refugiados en su cobardía y sus miedos, decidieron apagar esa llama creativa de la que no sabían participar. . . El precio sería medio siglo de miseria material e intelectual.

Entre aquellas miles de llamas ahogadas cuando empezaban a brillar, estaba la de un hombre honesto, uno entre tantos, que supo por eso aglutinar el espíritu de todos: Miguel Hernández.

Su vida no vale más o menos que la de cualquier ciudadano de aquella generación que tuviera la dignidad suficiente para respetar el acuerdo social de entonces, y el ímpetu necesario para decir NO a quienes, en su locura, se creen con derecho a imponer por la fuerza de las armas sus ideas.

Pero este español de su tiempo y universal por sus versos, tuvo el merecido privilegio de sobrevivir al dolor, al miedo y a la infamia de los canallas a través de su poesía.

Cada vez que ésta se imprime en un libro, suena en una escuela, o se recita entre amigos, vuelve a renacer la llama vital de Miguel Hernández, y con ella, nuestra dolorida, pero nunca muerta dignidad.

Hasta siempre, ciudadano y compañero Miguel.

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net

 

 

MEMORIA Homenaje a Miguel Hernández-Torre del Mar-26-5-2010

¿De qué nos servirían los tiempos felices, sin memoria donde conservarlos para cuando lleguen los tiempos difíciles?

¿De qué nos servirían los errores del pasado, sin memoria para aprender de ellos?

¿Qué dignidad puede conservar un pueblo que no conserva su memoria colectiva?

Nada somos como individuos, salvo un puñado de recuerdos. Nada somos como colectividad, sin la memoria de los actos, ya mudos, de nuestros ancestros.

Tanta luz llegó a dar esta tierra, con rayos de poesía, ciencia, libertad y saber, que asustó y cegó a algunos de sus hijos, apenas un puñado, que, refugiados en su cobardía y sus miedos, decidieron apagar esa llama creativa de la que no sabían participar. . . El precio sería medio siglo de miseria material e intelectual.

Entre aquellas miles de llamas ahogadas cuando empezaban a brillar, estaba la de un hombre honesto, uno entre tantos, que supo por eso aglutinar el espíritu de todos: Miguel Hernández.

Su vida no vale más o menos que la de cualquier ciudadano de aquella generación que tuviera la dignidad suficiente para respetar el acuerdo social de entonces, y el ímpetu necesario para decir NO a quienes, en su locura, se creen con derecho a imponer por la fuerza de las armas sus ideas.

Pero este español de su tiempo y universal por sus versos, tuvo el merecido privilegio de sobrevivir al dolor, al miedo y a la infamia de los canallas a través de su poesía.

Cada vez que ésta se imprime en un libro, suena en una escuela, o se recita entre amigos, vuelve a renacer la llama vital de Miguel Hernández, y con ella, nuestra dolorida, pero nunca muerta dignidad.

Hasta siempre, ciudadano y compañero Miguel.

Nekovidal - nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

UN LUGAR EN EL MUNDO

Guía, instrucciones o brújula para encontrar su lugar en el mundo:

No olvide que habita un universo paradójico donde es tan real y verdadera una afirmación como su contraria. Aprenda a buscar la paradoja que se esconde tras cada acto, cada causa y cada consecuencia y descubrirá un extraño y asombroso juego.

El pasado sirve para aprender y el futuro para tener ilusiones, úselos adecuadamente mientras permanece prisionero del presente.

Existen hechos y posturas más o menos vitales, más o menos sanas, pero no buenas o malas. Bien y mal son sólo algunas de las tantas fantasías de nuestra mente, y juzgar y condenar lo diferente, una vía segura al integrismo mental. Admita la diferencia y unicidad de todo ser vivo, no hacerlo le llevará a encerrarse en la certeza y a renunciar a los beneficios del dudar.

No pierda la curiosidad, si no la tiene es porque todavía no ha encontrado su juego vital, el que le hará crecer. Búsquelo.

Para perdonar hay que comprender, y la capacidad de comprensión, tanto como cuanto deseamos, están limitados por lo que hemos percibido anteriormente. Si no lo admite, permanecerá encerrado en los límites de lo vivido, limitando así lo por vivir.

Todo individuo crea su propia ética, tiene su razón y está convencido de ella, y todas son dignas de respeto. Sólo la ruptura de acuerdos sociales no debe ser pasada por alto, sería un suicidio colectivo siendo, como somos, una especie gregaria.

Juego y arte son una misma cosa, disfrute de todas las creaciones, pero no mitifique ninguna ni a ningún creador, pondrá límites a su juego y desperdiciará la riqueza del mismo.

Puede engañar a los demás, e incluso engañarse a si mismo, pero la vida no admite trampas: Intente nunca hacer daño, el tiempo le devolverá cada egoísmo, cada crueldad, en el momento y forma que menos lo imagine. Si es realmente inevitable, que sea el menor posible.

Aprenda a diferenciar lo necesario de lo prescindible, lo importante de lo superfluo, los pequeños placeres de los grandes. Luego, elija.

Sea modesto en el aprendizaje, no crea que ya sabe porque cargue a sus espaldas muchos años o experiencias, siempre queda algo por aprender. Respirar, amar, perdonar, conocerse a si mismo, compartir o ser libre, son artes cuyo aprendizaje requieren toda una vida, y siempre nos queda alguna lección pendiente.

Aprenda a domesticar las costumbres, que son, al tiempo que nuestras cadenas, la llave para nuestra liberación. Somos lo que creemos y creamos. Si imagina lo mejor que su mente pueda concebir, y lo pone en práctica, terminará siendo lo imaginado, sólo necesita convertir esa idea en su costumbre y la costumbre la transformará en su realidad.

Viva y deje vivir, y tómese su tiempo para ejercitar ese arte, no caiga en la trampa de creer que ya lo sabe, es parte del examen final de cada ser humano.

Todo universo necesita un equilibrio más o menos estable, incluso los universos paradójicos: búsquelo en cada acto, en cada gesto, en cada pensamiento, cuando lo encuentre ya tendrá en sus manos su mapa interior, el detector de todas las fantasías y realidades.

No se desoriente si se encuentra con otros seres convencidos de saber exactamente cual es su lugar en el mundo, mientras, con tanto tesón como desorientación, giran en círculos.

Y si al final, a pesar de todo, no encuentra su lugar en el mundo, recapacite, tal vez esté buscando en el lugar equivocado, posiblemente demasiado lejos: ese lugar tan abstracto y dificilmente localizable suele estar mucho más cerca: casi siempre, en nuestro interior.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL OLIVO

Hundías tus raíces en esta tierra mucho antes de que el primer humano dejara su primera huella.

Bajo tu sombra almorzaron felices y sudorosos campesinos, retozaron dichosas parejas, y hubo también, más de una vez, la sombra de un ahorcado.

Te hicieron los hombres símbolo de paz, de felicidad y de gloria, mientras con tus ramas tallaban lanzas y flechas que unos hundirían en los cuerpos de otros.

Adornaste testas coronadas, atléticos cuerpos, banderas y escudos milenarios. Te lucían con igual orgullo guerreros, poetas y pacifistas, mientras a lo largo de los siglos enseñaste al arrogante y olvidadizo ser humano una lección de modestia adornando por igual sus cunas y sus tumbas.

Viste pasar ante tí ejércitos sangrientos y largas filas de cautivos, tanto como niños corriendo tras sus juegos, procesiones, romerías y entierros, y a todos diste sombra y consuelo.

Tu sangre fue alimento de aristócratas y también de los campesinos que te cuidaron, fue luz en la oscura noche de los siglos, alimentando lámparas de modesta llama, bajo las que se escribieron poemas eternos.

Cuando el tiempo, creador de todo lo habido, pensó en dar al hombre un amigo, eligió, de entre toda la verde vida ancestral, un árbol, y ese árbol fue el olivo.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NAUFRAGIO

Ya no puede abarcar la memoria la lista completa de los naufragios vividos:

Creo que naufragué por primera vez allá en la infancia, cuando descubrí la hipocresía en que se desenvolvían los adultos.

Volví a naufragar observando el extraño poder de esos trapos de colores que llamaban banderas y les hacia odiarse unos a otros.

No menos doloroso fue el naufragio de la religión, descubrir la más absoluta oscuridad en quienes se decían portadores de luz.

Y como no, el naufragio político de creer que la idea propia es incuestionablemente mejor, sólo por ser propia, la ilusión y adicción a tener razón, a la verdad única.

Naufragué una y otra vez, decepción tras decepción, golpe tras golpe, preguntándome tras cada naufragio si valía la pena volver a embarcarse nuevamente, pero siempre volvía a partir de un nuevo puerto cargado de nuevas esperanzas que siempre acababan en el fondo de algún mar lejano.

Tantos naufragios . . . pero al final, siempre recala uno en alguna isla: un libro, una amistad, una idea, algo que creamos sólido con nuestra imaginación para sentir un mínimo de seguridad bajo nuestros pies.

Sólo en eso nos diferenciamos las personas: en la isla a la que nos arrastramos cuando naufragamos, y lo sólida y segura que nos convencemos a nosotros mismos que es.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL PULPO
 

Unos les llamaban dioses, otros, más cautos, vecinos interestelares. Cuando llegaron, todos les esperaban con impaciencia y fundadas esperanzas. Habían advertido que venían en son de paz, y como prueba de ello, regalaron al planeta varios sistemas tecnológicos para revertir el efecto invernadero. Su segunda medida fue desactivar completamente todas las armas nucleares y prohibir las guerras, lo cual hizo sospechar a los más suspicaces. Su sistema, sumamente efectivo, era tan simple como sorprendente: todo el que albergaba ganas de quitar la vida a un semejante, moría con tanta rapidez como odio albergara en su interior. Para sorpresa general, no murieron todos los soldados, pero murieron muchos automovilistas estresados en aglomeraciones de tráfico a lo largo y ancho de todo el mundo. La siguiente medida fue controlar la natalidad de las especies que se comportaban como plagas: el ser humano fue, junto con algunos insectos, de las más afectadas. Tras distribuirse anticonceptivos por todo el planeta, mse respetaría toda vida, pero quien tuviera más de dos hijos, habría de entregar la suya a cambio de la del tercero. La solución del hambre y las muertes evitables fue mucho más rápido de lo esperado: sin vulnerar el para ellos absurdo sistema económico humano, extraían cantidades ingentes de dinero de las cámaras acorazadas de los paraisos fiscales, extracciones que, por razones obvias, no solían ser denunciadas, y cuando lo eran, la policia poco podía hacer: simplemente, habian desaparecido esas toneladas de billetes de curso legal, que en manos de una recién creada multinacional, se distribuyeron de forma efectiva por todo el mundo.

Al cabo de tan sólo cinco meses el clima se había estabilizado, parecía un milagro. Dieron entonces su octavo comunicado, en el que avisaban que iban a entrar en contacto directo con las especie consciente más desarrolladas del planeta para acordar juntos un tratado de continuidad ecológica que garantizara la vida y firmar acuerdos de amistad y cooperación mutua antes de abandonar el planeta. El encuentro sería, dijeron, en las zonas más habitadas por estas especies. En las grandes ciudades, masas enormes de seres humanos se amontonaron, el día señalado, en los mayores espacios abiertos: plazas, parques y avenidas, esperando el gran momento.

Pero no sucedió nada . . . Los noticiarios de la noche lo anunciaron: la fuerza aérea de varios paises habian identificado siete puntos de encuentro en los distintos océanos: en ellos el agua parecía hervir, habiéndose identificado varias especies de cetáceos, delfines y, bajo el agua, según fotografías conseguidas por un submarino ruso, una cantidad ingente de pulpos.

Al día siguiente se marcharon, sin haber tenido ningún contacto directo con los decepcionados humanos, dejando desactivadas las armas nucleares y siendo su empresa la más poderosa del mundo, imposible ya de hacer desaparecer sin provocar un caos económico. El mundo había cambiado completamente en apenas unos meses.

Su comunicado de despedida fue tan lacónico como sorprendente: “Alimentarse provocando la muerte o el dolor de otros seres vivos es primitivo y cruel, pero alimentarse comiendo especies conscientes superiores a la propia, es antinatural. Por favor, abandonen esas prácticas tan primitivas”. “Les hemos dejado las instrucciones para la supervivencia biológica del planeta a las especies más desarrolladas, cuando aprendan a comunicarse con ellas tendrán acceso a dicha información”.

Se dice que un pulpo “a feira” devorado en una remota aldea orensana y una ballena cazada una semana despúes fueron las últimas víctimas de tan bárbara costumbre.
 

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PREGUNTAS SIN RESPUESTA
 

¿No da una pregunta siempre lugar a otra?

 

¿Se puede hacer concebir a alguien una idea, un aroma o una actitud que nunca ha sentido antes?
 

¿Quién está más loco: el mundo que se mira a si mismo convencido de que es como cree que es, o Don Quijote, que lo mira como podría ser?

 

¿Existe algo que diferencie más a las personas que la proporción de su discurso que emplean en hablar de si mismas?

 

¿Cuántas dudas escondes tras tu lista de certezas?
 

Y para terminar: Si los hombres somos todos iguales, ¿por qué las mujeres son tan selectivas?

 

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EL LIBRO DE LA VIDA

Sospecha de quien afirme que la vida tiene su libro sagrado al que nunca hay que cuestionar.

Sospecha de cualquiera de las religiones, especialmente las llamadas del Libro, son las que más muerte han provocado.

Sospecha de las personas de un sólo libro: su libro de cabecera suele llenar su cabeza, no dejando lugar para la duda.

Sospecha de quien sospecha de todo y de quien no sospeche de nada.

Pero nunca sospeches de un libro, si los elementos más sospechosos de entre los humanos les hicieron padecer la hoguera más veces incluso que a sus semejantes, es que son dignos de confianza . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

HOMENAJE A DON QUIJOTE

EN UN LUGAR DEL FUTURO

En un punto o lugar del cercano futuro, de cuyo nombre por razones obvias no puedo acordarme, apareció, víctima de un accidente espacio temporal, provocado por las todavía primitivas máquinas del tiempo, uno de los tantos personajes que creíamos de ficción, pero que resultó ser tan real como la estrella que nos alumbra, un personaje que, ya en la época que le tocó vivir, se encontraba un tanto marginado entre sus contemporáneos pues, negándose a padecer un presente que sentía lleno de injusticias, decidió abandonar la comodidad de su hogar para recorrer el mundo intentando subsanarlas.

Fue a caer este pobre hombre a principios del siglo XXI. Le acompañaban su escudero Sancho, su jamelgo Rocinante y el estoico Rucio, que a Sancho cargaba sobre su lomo.

Tras una semana deambulando por los campos, arribaron todos ellos a una gran ciudad, y he aqui algunos diálogos y aventuras que vivieron:

Sin duda, amigo Sancho, todo esto es artificio y traza de los malignos hechiceros que me persiguen. Mira a que sitio tan triste nos han traído, que el mismo infierno parece: mira el semblante de esos hombres, sin un gesto, sin una sonrisa que denote que tienen alma, por eso será que llevan al cuello una soga atada, como presagio de su condena.”

No, mi señor, he observado que a la soga la llaman corbata y la tienen por símbolo de nobleza, pues quienes la portan son aquellos que no viven de su sudor, sino del ajeno.”

Extraña costumbre que no hace sino confirmar mis sospechas. Observa esas altas torres que no es posible haya construido ser humano alguno, y esas luces que brillan sin que ningún fuego las alimente, y esos niños hechizados, que el que no ataca o vocifera a sus padres está bajo el poder de esos extraños artilugios que portan en sus manos, del que no separan la vista durante horas, mientras los golpean con los dedos como llamando a una puerta que no puede llevarles sino a la necedad o a la locura”.

Todo esto es tan contra natura que no puede ser sino venganza de Fristón, ofendido y envidioso por los entuertos que deshice y las injusticias que reparé.”

Mas lo peor es sin duda esas ruidosas bestias de metal que ensucian el aire con venenosos humos mientras galopan, todas entre ellas mismas entreveradas, y los pobres condenados que dentro padecen su cautiverio. En esto apreciarás la crueldad a que pueden llegar magos y hechiceros cuando se sienten ofendidos en su vil arrogancia.”

Y mira aquellos follones y malandrines, que con estruendosos pitidos se plantan en medio de las bestias de metal y fingen dirigirlas, cuando no hacen sino enturbiar más el ánimo de los pobres condenados que van dentro. Oh, Sancho amigo, grandes maldades debieron cometer para merecer tan cruel castigo. Por mi fe que en el mismo averno estamos.”

Mas también pudiera ser, reflexionó Don Quijote, puesto que cautivos somos todos del malvado Fristón, que sean buenas gentes condenadas sin más delito que la mala fortuna de haberse cruzado en el camino de tan vil encantador. Liberémoslos, Sancho, y rompiendo su maleficio podremos tal vez liberarnos nosotros, haciendo de paso el bien suficiente para que hoy sea un dia digno de un buen caballero andante y su fiel escudero, que eres tú Sancho, aunque a veces no parezcas apreciar la dignidad de tu oficio”.

Mire vuesa merced que por la velocidad endiablada a la que van, varios corceles deben llevar dentro tan extrañas criaturas, y no será menester ponerse en su camino, no vaya vuesa merced a sufrir accidente semejante al de los molinos . . . “

Calla, Sancho, que este es el día en que se ha de ver el bien que me tiene guardada mi suerte y se ha de demostrar el valor de mi brazo, que nunca fue el miedo compañero de ningún caballero andante”.

Y diciendo esto arremetió Don Quijote con tal fuerza contra un Nissan Primera que circulaba por la plaza, que a duras penas pudo el conductor evitarle. Pero menos suerte tuvo un Mercedes que venía a continuación, pues enristrando Don Quijote su lanza, tomó la estrella de la marca como punto de mira y fue como alma que lleva el diablo a encajar su lanza y su cabeza en el parabrisas del automóvil cuyo aterrorizado conductor, a punto de caer inconsciente, acertó a preguntar:

¿Esto es de alguna película que están rodando?”

¿Película, decís, incauto, ¿qué es eso? ¿sinónimo de encantamiento o hechicería? Dejad de hablar y corred para recobrar la libertad que injustamente os fue arrebatada, que yo os defenderé de los esbirros de Fristón.”

Desmontado del pobre Rocinante, que una vez más había pagado las consecuencias del ímpetu de su amo, saltaba Don Quijote de lado a lado del automóvil empuñando la espada y pinchando y cortando con ella a los airbags que se iban desplegando uno a uno, mientras gritaba:

De nada te servirán tus malas artes, Fristón, que por muchos odres o vejigas de carnero que pongas en mi camino, he de liberar a este condenado y con ello romperé el maleficio que a esta extraña tierra me tiene atado”.

En esto estaba cuando fueron llegando ambulancias y coches policiales hasta rodear la rocambolesca escena que nuestro incomprendido Caballero de la Triste Figura había creado.

Media hora después ya se encontraba el pobre Sancho declarando en una comisaría sin comprender la mitad de las preguntas que le hacían, e intentando explicar que nada malo pretendía su señor, sino liberar a los cautivos de las endiabladas criaturas.

Don Quijote, ya internado a las pocas horas en un centro psiquiátrico, no dejaba de vociferar:

Vente a mi, Fristón, que un caballero solo soy, y de solo a solo quiero probar tus fuerzas y quitarte la vida en pena de la que das a todos estos pobres cautivos. ¿Crees poder engañarme vistiendo de blanco inmaculado, cual si ángeles celestiales fueran, a éstos, tus malditos esbirros?”

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

CUAN LARGO ME LO FIÁIS

Tranquilo, Sancho amigo, que pronto serás no sólo gobernador de una ínsula, sino el más envidiado de tu pueblo, un hombre rico, poderoso y sabio como ya eres con los límites de tu tosca naturaleza, pero sabio al fin y al cabo.”

¿Y cuando será eso, mi señor?

Pronto, sancho, pronto, tan pronto como resolvamos las injusticias de este mundo al que hemos venido a caer.

Cuan largo me lo fiáis, mi señor Don Quijote . . .

 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

CAUSALIDADES Y CASUALIDADES

No es casualidad que seas la causa de tus alegrías e infortunios, ni es casual cuanto sucede a tu alrededor, desde lo mejor a lo peor. Porque en todo hay una causa, y la causa de todo es, para nuestras limitadas mentes, una casualidad, que no es, de hecho, más que una inconcebible realidad causal.

Tan real y objetivo es decir que todo es casual como que todo tiene un origen causal, y la contradicción no existe, ésta no es más que un mecanismo de defensa de nuestra mente, incapaz todavía de navegar libre por este universo paradójico.

Nada y todo es y no es causal o casual . . . Ni siquiera es casualidad que casual y causal se diferencien sólo en una letra . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL ALIMENTO DE LOS DIOSES

Necesitaremos crear y nominar dioses hasta que alcancemos a comprender que todos ellos están en nosotros, que hasta el más modesto de los mortales porta en su interior la esencia misma de todos los dioses habidos y por haber. Nuestros dioses son la expresión máxima de nuestras aspiraciones y anhelos, de nuestros miedos, de nosotros mismos, en definitiva. Los dioses nunca son malos o buenos, el peor no podrá jamás superar la maldad de quien lo crea en su imaginación, como el mejor no podrá superar la bondad que pueda concebir su creador. Los límites de su grandeza los decidimos nosotros, los asustadizos creadores de dioses creadores.

A esos dioses y a cuanta divinidad creamos, los alimentamos a diario con nuestra fe o con la negación de la misma, cada cual con sus dudas y certezas. Pero padecen esas divinidades, más a menudo de lo que creemos, auténticas epidemias de hambre: la inanición les derrota cada vez que un humano, no conforme con crearles y adorarles, se arroga el derecho a ser su portavoz, y exige, en su locura, sacrificios de vida para el altar de su dios: es cuando éste, lejos de alimentarse, ve como se desgaja de sí una parcela de vida única que ni la eternidad del tiempo podrá recuperar. Hay quien dice que es entonces cuando todos los dioses miran con tristeza a sus criaturas creadoras y, en silencio, lloran.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

FINAL ABIERTO-9 (Juan Pérez de Siles- Nekovidal)

¿Cuál es el precio de la experiencia ? ¿Se compra la Sabiduría en la calle, con una danza? No, el hombre debe pagar por ella todo lo que posee.
(Willam Blake )

LO GRANDE Y LO PEQUEÑO

Ah, Nils:¿ Quieres que subamos al Torcal?

Ah, venga vale.

Aparcamos el coche en un punto del carril desde el que nos era fácil llegar al tajo.

Una tarde espléndida con olor a tomillo, romero y otros olores a los que yo no sabría ponerles nombre.“Todos los colores del verde” que cantara Raimón al Pais Vasco.

A nuestra espalda el imponente paso de Ventas de Zafarraya y delante, a tiro de piedra, el tajo del Torcal.

Nos aproximamos al borde cuando ya el Sol estaba cerca de su ocaso, Delante de nosotros, hacia el poniente, nos sorprendía el impresionante paisaje que desde allí se dominaba. Quedamos de pié por un rato anonadados por el espectáculo de aquella infinitud, líneas de montañas al contra luz entre las que se colaban los rayos anaranjados del Sol iluminando las colinas protuberantes del valle ya en sombra.

Intentamos balbucear los típicos comentarios que se hacen ante una visión semejante. Pero entendimos que aquello no era para hablar y decir tonterías que pudieran enturbiar lo mas mínimo aquel inmenso instante. Quedamos en silencio.

Nos sentamos en sendas rocas, uno frente al otro y comenzamos a escudriñar el suelo que teníamos delante, bajo nuestros pies : palitos, piedrecillas, pequeñas plantas, una hormiga que cruzaba, y a comentar sobre lo que veíamos, sobre lo que dicen los científicos en cuanto a la vida, bla, bla, siu, siu.

De pronto nos miramos y rompimos en una carcajada de alegría contenida a dos pasos del llanto. Ambos los dos supimos en ése instante lo pequeños que éramos........ (Juan Pérez de Siles)

Pero tras la certeza de nuestra diminuta existencia, pensé, se esconde la certeza de nuestra enormidad: somos una mota de polvo ante la inmensidad de las estrellas, pero somos enormes galaxias para cualquier partícula subatómica.

Nils me miró y dijo: ¿Te has parado a pensar en cómo nos imaginará un quark de nuestro cuerpo, tal vez uno de los que forma, con varios millones más, la piel de la punta de uno de nuestros dedos de uno de nuestros pies? ¿Has caído en la cuenta de que es muy probable que también tengan su nivel de conciencia y que dicho nivel pugne por intentar concebir a su creador o al universo del que forma parte? Lo más pequeño está incluído en lo más grande como lo más grande está incluído en lo más diminuto. Y ya sabes que al final todo, absolutamente todo, desde una partícula subatómica al mayor de los agujeros negros, no son más que energía . . .

Tras reflexionar, le contesté con la mirada aún perdida en el vacío del paisaje: Somos sólo cuanto creemos ser, nada más, podemos crear el paraíso o el infierno a cada instante, podemos ver en cada amigo un universo de infinitos matices o mirarle sólo por encima o debajo de nosotros, en cualquiera de las escalas artificiales que creamos con nuestra ruidosa mente. Podemos optar por ser o por tener, y si caemos en el juego de la posesión, cerramos las puertas de todo crecimiento personal.

Y por encima de todo, estimado amigo, está lo incomprensible, lo inabarcable y la capacidad que tengamos de no sufrir por ello, de relajar la mente lo suficiente para sentir que somos parte de un todo, sin caer en ningún conflicto con lo inmedianto, aún cuando en lo inmediato debamos sobrevivir. En el equilibrio, como siempre, está la respuesta . . .

Sí, Juanito, la curiosidad nos lleva al saber, pero el ansia, el deseo obsesivo por comprender, frena nuestros pasos hacia la sabiduría. El conocimiento no es un fin concreto al que alcanzar, no es una meta, sino una sincronía, una sintonía perfecta que surge de nosotros mismos, se refleja luego en nuestros semejantes, después en todos los seres vivos y finalmente en la misma materia inerte. Cuando sincronizamos con todo es cuando empezamos a encontrar sin buscar siquiera. No deberíamos olvidar que habitamos un universo paradójico, con todo lo que eso implica: aqui toda afirmación es tan cierta como su contraria y conceptos como bien y mal, fe, verdad, libertad o autoridad no son más que ilusiones y fantasias de nuestras mentes, que buscan en vano medios de comprensión de lo incomprensible.

¿Recuerdas cuántas certezas cargábamos sobre nosotros en nuestra juventud...?

Ahora ya no nos preguntamos con angustia, y está bien, pero aún nos sorprendemos, y lo que es peor, aún juzgamos. . . nos queda todavía mucho camino por andar. . . Este paisaje impresionante no es mejor o peor que una ciudad contaminada, lo uno equilibra y le da sentido a la existencia del otro, en algún punto que no alcanzamos a comprender ni a imaginar siquiera. No es importante el papel, la obra es continua, eterna e irrepetible a la vez y, ante todo, paradójica . . .

Cuando aprendamos a sentir esto, la primavera en el frío del invierno y el frescor de la nieve en el tórrido verano, será cuando estemos al fin en sintonía con el resto del universo: cuando seamos, teniendo todo sin necesidad de poseer nada y siendo, incluso aunque no estemos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

FINAL ABIERTO 3 (Begoña Ramírez-Nekovidal)

Cuando llegó la noticia, todos se miraron con cara de incredulidad: ¿sería cierto? De ser así, sus vidas iban a cambiar como apenas podían alcanzar a imaginar.

Había que asumirlo: nada volvería a ser como antes: sus vidas cotidianas, sus pequeños y grandes intereses, sus inquietudes, pasarían, en unas horas tan sólo, a formar parte del pasado. Claudia fue la primera en hablar:

Sí, esta es la firma del jefe, estoy segura, y el texto no deja lugar a dudas: tras esa extraña letanía de arrepentimiento, dice querer devolvernos la plusvalía que obtuvo de nuestro trabajo desde que su padre fundó la empresa. Lo he calculado y los que llevamos más tiempo trabajando aquí recibiremos más de un millón de euros cada uno. Todo resultaba especialmente extraño al recordar el reajuste de plantilla hecho unos meses antes, a pesar de los buenos resultados económicos de la empresa. En ese instante entró el Sr. Golbert, con una extraña sonrisa en los labios, algo poco habitual en él, y dirigiéndose a los representantes sindicales de sus trescientos veinte empleados dijo:

Sé que ya han leído todos mi carta, ¿alguna pregunta?” “Sólo una”, respondió rápidamente Roberto:“¿Es cierto cuanto se dice en la carta?” Colbert guardó unos segundos de silencio, miró a quien había formulado la pregunta y, al tiempo que se marchaba, dijo en voz baja:

¡Qué curiosos son ustedes los obreros! La respuesta a su pregunta la encontrará, simplemente mirando la fecha de la carta. Y no olvide sonreir, caballero . . . Así lo hicieron, y comprobaron que la fecha era 28 de diciembre, dia de los Inocentes en España, mdonde es tradición hacer bromas.

Durante días Colbert fue el único ser sonriente por los pasillos de la empresa, y su sonrisa resultaba hiriente para cada uno de los empleados con los que se cruzaba. Hasta que, justo ocho dias después, el día de Reyes, parecieron invertirse los papeles, siendo la avinagrada cara de Golbert la única no sonriente entre decenas, que no podían evitar la risa mientras observaban, desde las ventanas, el afán con que los bomberos intentaban sofocar el incendio que devoraba el reluciente y recién estrenado Rolls Royce del Sr. Colbert . . .

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FINAL ABIERTO 4 (José Guerrero Ruiz-Nekovidal)

Aquel día Roberto se levantó muy consciente de lo que hacía. Se colocó la corbata en el punto justo, abrochándose los botones de la camisa con cierta prisa mirando hacia ninguna parte y se calzó los zapatos nuevos. Iba más elegante que de costumbre. Hacía semanas que lo llevaba madurando, aunque había días que se le iba de la mente. El recuerdo de las últimas jornadas le fue avivando el rescoldo de cuando estuvo con ella en el chalé verde a la vera de la playa durante uno de los fines de semana. Allí bailaban y se bañaban al arrullo de las olas, sus pies eran acariciados por las aguas nada más pisar la arena. Se divertían como niños pateando la espuma que salpicaba la última ola.

   El bañador preferido de Roberto estaba ya un poco descolorido por el paso del tiempo y el uso. Últimamente Laura no lo besaba como antes. Los labios destilaban un olor agrio de sucia borrachera, de turbia resaca.

   Desde hacía un tiempo ella no usaba sujetador por prescripción facultativa, debido a una inoportuna y virulenta alergia que sufrió la pasada primavera, que la había tenido postrada en el sofá de la casa más de lo que ella esperaba, golpeándole con saña.

El último día que lo pasaron juntos, sin la menor sospecha y como el que no hace la cosa Laura se arregló en un descuido y salió del hogar a las siete y cuarto de la tarde como si fuese de compras, demostrando que nada extraño pasaba por su cabeza, acaso los diferentes saldos o gangas que pudiera hallar en alguno de los grandes almacenes o boutiques de moda.

   Sin embargo, el hallazgo de unos pendientes de oro y un frasco de colonia selecta que dejó, tal vez olvidados, en la mesita de noche, la delató ante los ojos de Roberto en ese instante, aunque luego la cosa en sí pudiera no revestir mucho fundamento, nada más que meras sospechas a causa de la incertidumbre que rodeaba el caso y los hechos, ya que ella no se prestaba a ese juego de amantes, más que nada por pura soberbia heredada de su abuela paterna…

(José Guerrero Ruiz)

Roberto, sospechando lo peor, comenzó a ser víctima de unos celos virulentos que le hacían acercarse al personaje shakesperiano de Otelo a pasos agigantados. Barruntaba que algo tenía que haber, para desecharlo luego de su mente, pero sólo de forma provisional, pues las más oscuras sospechas volvían recurrentemente a romper el frágil equilibrio de sus desquiciadas emociones.

Otra nueva y extraña ausencia, pocos días después, ahondó aún más en su herida, y sus sospechas pasaron a ser certezas. Laura, mientras tanto, parecía cada día más radiante, esplendor sublime que él identificaba como resultado de largas horas de sexo frenético, el mejor tratamiento de belleza, según se decía.

Transcurrían los días, aumentaba la belleza de ella y la expresión de locura en el rostro de él, mientras ambos, haciendo uso de la exquisita educación recibida en los más caros colegios religiosos, fingian hipócritamente una calculada indiferencia ante la evidente metamorfosis del otro.

En tan sólo dos semanas la situación se hizo insoportable dentro de la desquiciada mente celosa de Roberto, que comenzó a sopesar la posibilidad de terminar con su dolor definitivamente, no sin antes castigar como se merecía a la arisca pecadora.

Visitó a su anciana e idolatrada madre, de la que se despidió con lágrimas en los ojos y, aprovechando un descuido de ella, se hizo con la pistola que había sido de su difunto padre, capitán del ejército.

Decidió que lo haría tres días después, el día de su cumpleaños, que posiblemente sería, como en las últimas ocasiones, una monótona cena formal para dos.

Llegado el día, se bajó de su automóvil y, dirigiéndose hacia su casa, vio aparcado el deportivo de Luis, de quien sospechaba desde hacía años que pretendía de su esposa algo más que una inocente amistad. Su ira, centrada en el frío metálico de su bolsillo, le impidió ver varios vehículos, también familiares para él, aparcados a lo largo de la calle. “Les sorprenderé in fraganti, así todo será más rápido, nos ahorraremos explicaciones y falsas historias, y de paso me daré el gusto de pegarle un par de tiros al Luis, que le tengo ganas hace tiempo ... me gustaría ver los periódicos de mañana: un crimen de honor, mi padre estaría orgulloso...” Entró sigilosamente en su casa, que encontró completamente a oscuras, lo que reafirmó sus sospechas, para recibir, de repente, un fogonazo de luz en la cara: “¡Feliz cumpleaños!” gritó al unísono un coro de voces.

Perdona, cariño, se disculpó Laura, he estado algo distante estos últimos días, ocupada en prepararte esta sorpresa. Feliz cumpleaños, ya sabes que te quiero como el primer día, y hasta moriría por ti . . .”

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FINAL ABIERTO - 5 (Franjamares-Nekovidal)

Lluvia y lluvia.

El olor a tierra mojada es ya insoportable. Más de cuatro meses lloviendo sin apenas parar es demasiado. Ese primer perfume del ciclo glorioso del agua que había sentido con las primeras y esperadas lluvias, se ha transformado en un tufo persistente de fría humedad que parece inundarlo todo, incluso el ánimo de la gente. Su propia vida lleva un tiempo de tristeza sincronizado con el de las precipitaciones.  Sí, con aquellas luces menguantes de noviembre llegaron las peleas, las no reconciliaciones, las heridas, las amenazas… El sol invicto, que este año parecía muerto más que ausentado, trajo finalmente las sombras rezumadas de la separación. Se sucedieron entonces las lágrimas y las tormentas que parecían estallar dentro de su cabeza, pues corrían torrenciales corazón abajo hasta los muslos, escurriéndose por las rodillas, encharcando sus lacerados pies, que apenas la sostenían, bajo aquella lluvia interminable. Una lluvia de adentro y de afuera que desleía su vida como un terrón insignificante de arcilla.

La misma arcilla en donde está excavada su casa, o mejor dicho: su cueva. Que ahora, empapada de lluvias y lluvias, comienza a desmoronarse por los techos, manchando y agrietando las paredes encaladas, hundiéndose en algunas partes, forzándola pues a salir del calor de su hogar, a las desoladoras paredes de un cuarto prestado.

Su vida se desmorona como un terrón de arcilla  y cada vez encuentra más lejos los días de alegría, de sol y de esperanzas sin aguaceros...(Franjamares)

Entró en la cafetería donde solía desayunar y, mientras con la mirada perdida introducía los terrones de azúcar en el café pensó: “Así se está deshaciendo mi vida, como este azucarillo, pronto no quedará nada . . . ”. Cuando se disponía a tirar el sobre del azúcar en el cenicero, vió que había en él algo escrito:

"No penseis en dirigir los caminos del amor; es el amor quien, si os encuentra dignos, dirigirá vuestros caminos." Gibran Khalik Gibran, El Profeta (1923).

Y como aquella inolvidable vez, cuando apenas tenía ocho años, comprendió, como una iluminación, que ella era ella, y que esa separación ya irrevocable de sus padres y de cuanto la había atado a algo externo, la convertía en alguien único y más grande dentro del universo.

Así lo comprendió, ahora debía dar otro paso, separarse física, pero sobre todo anímicamente, de la persona con la que había compartido media vida, y esa separación, ese paso, si era de crecimiento, no había razón para que fuera doloroso, como no lo fue aquel de su infancia.

No tenía derecho al rencor hacia su pareja, pero tenía derecho a seguir su camino. No tenía derecho a la ira, pero sí a la libertad de continuar su proceso vital, que esa persona ya no quería ni sabía compartir.

Lo comprendió, respiró hondo, salió a la calle y, como haciéndole un guiño, el sol asomó levemente tras un mar de nubes grises, tal vez queriendo recordarle que en toda oscuridad habita una luz, y que no puede existir la una sin la otra.

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FINAL ABIERTO - 6 (Alica Gaona- Nekovidal)

Cuando deje que me habitaran los fantasmas de la sinrazón, tuve que hacerles un hueco expulsando a . . . la felicidad . . . (Alicia Gaona)

 

Cuando deje que me habitaran los fantasmas de la sinrazón, tuve que hacerles un hueco expulsando de mi vida cuanto me mantenía vivo.

La felicidad y yo mismo fuimos las dos únicas victimas de tan absurdo holocausto.

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FINAL ABIERTO 7 (María Bueno-Nekovidal)

 Elena se ha levantado esta mañana muy vital, es primero de mayo, mientras desayuna mira por la ventana. El día se presenta espléndido, un sol radiante y un cielo de un límpido azul sin una pequeña nube, prometían una jornada de fiesta primaveral estupenda. Después de todo el mes de abril haciendo honor al refranero, aquel día era como un regalo. Elena se decidió, metería unos bocadillos en la mochila y se iría a pasar el día en el campo. Después de varias horas de caminata llegó a un claro cerca de un riachuelo, “¡ideal!”, pensó, y se dispuso a comer. Tras el almuerzo extendió la esterilla y se tumbó en la mullida hierba. Con el estómago lleno y la caricia de los rayos solares se quedó dormida, cuando despertó se había nublado completamente. “Vaya, parece que el invierno quiere tragarse la primavera, habrá que ponerse en marcha”. Fue a incorporarse y se le escapó un quejido, cuando se levantó vio con asombro que tenía un vientre enorme, como si estuviera embarazada. “¡Embarazada!”, pero que tontería estaba pensando…


María Bueno


Elena, católica practicante desde su más tierna infancia, comenzó a sospechar lo que para ella sería, al mismo tiempo, lo mejor y lo peor que le pudiera suceder: que el suyo fuera un embarazo divino, obra del mismísimo Espíritu Santo. La idea la llenaba de orgullo y de temor al mismo tiempo. Tras recoger la esterilla y los enseres de la merienda, emprendió el camino de vuelta mientras imaginaba mil situaciones y vivencias a las que se tendría que enfrentar desde ahora: la confesión de su no pecado al párroco del pueblo, la sorpersa de éste, los certificados médicos que probarían su virginidad, la previsible visita al Papa cuando no quedara duda de su honestidad, la prensa, los cotilleos de las vecinas . . . Todo esto pensaba la ingenua Elena cuando, ya casi entrando en el pueblo, un temblor en su vientre dió lugar a una sonora sinfonía de viento que hizo que se derrumbaran todas sus ilusiones.

Cabizbaja y ruborizada se dirigió a su casa mientras pensaba: “Nunca más en mi vida volveré a merendar fabada...”

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FINAL ABIERTO-8 (Lola Carmona-Nekovidal)

En aquella selecta reunión se encontraban 12 personas cuando hizo su entrada la profesora Bilderberg. Todas las miradas se volvieron hacia ella, en el momento que la puerta se abrió. Ella, tranquila y relajada se quedó mirando al grupo de mirada expectante y les dijo ¡Lo hemos conseguido! Los gritos, saltos y muestras de alegría del grupo chocaban con sus trajes y rostros circunspectos. Una vez que se hubieron serenado, se volvieron a sentar alrededor de aquella mesa ovalada, dejando a la doctora el espacio principal. (Lola Carmona)


Todo había salido exactamente como estaba previsto, y el plan de trabajo de la profesora Bildeberg había superado todas las espectativas, los beneficios habían sido mejor incluso de lo esperado. Como buena socióloga, la reacción de las masas era lo que más la había preocupado, ese detonante inesperado que puede surgir en cualquier momento en cualquier parte e iniciar una reacción en cadena que casi siempre desembocaba en una revolución.

Se sintió orgullosa de si misma, de su capacidad para preparar un plan de manipulación social que acababa de decidir el futuro de la Humanidad. No sabía si su nombre ocuparía los libros de historia del futuro, pero ser el poder en la sombra, el verdadero poder, le proporcionaba un placer extraño que la estremecía.

Todo había sido perfecto: la crisis, activada en el momento oportuno para que se olvidara el saqueo del Golfo, otro plan en el que también había colaborado, la previsible reacción en las sociedades del Primer Mundo, millones de egocéntricos sobrealimentados que pronto olvidaron como se acababan de vaciar las arcas públicas, centrados en mantener su consumista nivel de vida. La educación estaba perfectamente controlada, no había peligro de reacción en varias generaciones futuras, criadas en un sistema lo suficientemente deshumanizado, embrutecedor, y alienante.

En los mercados, todo se había ordenado poco a poco, y la sugerencia de prohibir los paraísos fiscales, uno de los puntos más delicados, había pasado al olvido.

Las pocas manifestaciones que había eran sobre temas secundarios que no alcanzaban ni de lejos a poner en entredicho el sistema. De paso se le habían parado los pies a algunos países del Tercer Mundo con aspiraciones primermundistas, estaban creciendo demasiado rápido, se habían recortado leyes y gastos sociales, paulatina pero continuadamente, y se habían promulgado nuevas leyes de control y recorte de libertades, todo ello sin ninguna resistencia seria.

Ya todos, como un rebaño bien dirigido, hablaban de la crisis como de algo inevitable, como de una catástrofe natural a la que había que resignarse y adaptarse, era perfecto.

Ella se sentía superior, por encima de las masas, del resto de la Humanidad, sólo algunos de sus colegas del club, allí presentes, merecían su respeto.

Pero la profesora Bildeberg, como todos los que necesitan recurrir a la arrogancia para sobrellevar sus miedos, poco sabía de si misma: ni sospechaba que su interés por la sociología y por el control social provenía de haber sido la menor de sus hermanas y sentirse siempre a merced de éstas, de su obsesión por demostrar su valía a su padre, y de una vida cultural, sentimental y sexual casi inexistentes.

Ella, que todo creía controlarlo, tampoco sospechaba que su hijo adolescente estaba siendo objeto, en ese mismo momento, de abusos sexuales en uno de los colegios privados más caros del mundo, donde creía estarle preparando para ser la élite de su generación, ni sabía que ese bolso carísimo que portaba estaba tratado con una sustancia tóxica aún no identificada gracias en gran parte al poder que sus estudios le habían conferido a las industrias petroquímicas en los últimos años, una sustancia tóxica que la condenaría a un cáncer pocos años después.

Tampoco sospechaba que en el futuro sí llegaría a ocupar su nombre las páginas de los libros de historia, pero como ejemplo de enfermedad y degradación humana, de hasta donde puede caer una persona cuando pretende compensar con mecanismos destructivos su vacío y miedos interiores. Y como ejemplo también de lo peligroso que puede ser para una especie gregaria y cooperativa como la humana, dejar las decisiones sociales que afectan a todos en manos de un reducido número de individuos.
 

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA LEYENDA DE LA ASOCIACIÓN SIN NOMBRE

Hoy día sabemos que fueron muchas, decenas o tal vez incluso centenares, aunque los datos son confusos. Surgieron a principios del siglo XXI en varias partes del mundo. Eran completamente diferentes en sus nombres y número de miembros, pero tenían en común sus estructuras horizontales y desacralizar todas las artes, al tiempo que las interrelacionaban entres ellas.

Creaban y compartían obras, información y nuevas ideas, dejando el aprendizaje técnico como una parte más de la elección personal de cada individuo. Se adelantaron a su época negando todo valor comercial o económico al arte, y considerando toda expresión artística o artesanal una forma de juego y, por tanto, de exponente máximo de creatividad humana.

Tras las tormentas solares del 2078 y la enorme pérdida de infomación a que dieron lugar, se intentó reconstruir, con los datos disponibles, la historia humana hasta entonces, quedando algunas obras y actuaciones de estos grupos, pero pocos datos concretos sobre quienes los formaban.

Uno de ellos, radicado en un pueblo costero del sur de Europa, que en aquella época de bloques comerciales aún era conocida como Unión Europea, tuvo la particularidad de tener varios nombres consecutivos, sin que se sepa a ciencia cierta la razón de ello, pero aceptándose hoy en día que se trataba del mismo grupo.

Con los escasos datos que se conservan, pretendemos rendir desde esta universidad un sentido homenaje a sus miembros, entre los cuales se ha podido identificar a :

Diego el persa, conocido también como el ceramista, sin que se sepa a ciencia cierta si procedía de la rica y ancestral cultura persa, o se trataba sólo de un sobrenombre.

María la Buena o Bueno, que debió ser muy apreciada por sus compañeros, en vista del apodo o nombre elegido por éstos.

Alicia, sobre la que hay testimonios contradictorios sobre su origen, americano o de la cercana región de Granada.

José Guerrero, de quien se sospecha, por el nombre dado, que fuera quien instigó la rebelión contra quienes, allá por el 2008, al principio de la andadura del grupo, negaron la igualdad de derechos entre sus miembros, dando lugar al consiguiente conflicto.

Neko o Gato, una figura difusa de la que se conservan un par de textos que lo citan, y que no se sabe si fue un personaje real o un gato negro adoptado como mascota por el grupo.

Juan Pérez de Siles, que se cree que corresponde al mismo personaje de quien se conservan un par de pinturas, una de ellas, el archiconocido “Pez rojo nadando en la sequía”.

Del resto no conservamos, por desgracia, más que escasas referencias, además de sus nombres: Lola C., de quien se cree que trabajaba de profesora en un pueblo cercano, Mari Carmen M. de la que se sospecha que era doctora en medicina o practicaba la hechicería, pues ambas artes estaban vigentes en aquella época, Bego la Joya, sin que se sepa a ciencia cierta si el nombre es metafórico o se refiere a su fortuna material, Javier Franco, de quien se sabe con certeza que no estaba emparentado con el dictador de unas décadas antes, Jenny, a quien se cree originaria de las tierras del norte europeo, Leny, de cuyo estudio de baile flamenco se conservan unos segundos de grabación por un encuentro celebrado allí por el grupo, y varias personas más que se mantuvieron en contacto con el grupo en la distancia, bien por haber sido parte del mismo anteriormente, o por ser socios que vivían a cientos o miles de kilómetro de distancia, un impedimento para los primitivos sistemas de transporte de la época: Pascal Gavillon, que se cree que es el mismo famoso caricaturista, Beatriz B, de origen norteño que que se cree que habitaba la cercana ciudad de Almuñecar, Maite Guerrero, que creemos no emparentada con José Guerrero, y Julia, estas dos últimas del reino o comunidad autónoma o provincia de Granada, que también en esto son confusos los datos de que disponemos.

Había al parecer otro grupo de socios que, habiendo formado parte del grupo en los momentos iniciales, volvieron a unirse a él años después, cuando con la llegada de los ordenadores cuánticos, se desarrollaron lo suficiente los primitivos sistemas de videoconferencias virtuales: Chiara, que se cree procedía de la cercana Península Itálica, Noemí, que vivió en varios puntos de otra península, la conocida entonces con el nombre de España, Christiane Cote, de la para ellos lejana Canadá, Esther Luna, más conocida por sus actividades teatrales, de las que se conservan algunas grabaciones, etc. De otros quedan escasos datos, e incluso un escrito, de los pocos conservados en papel, insinúa que hasta un sacerdote católico, un tal Manolo Mingorante, había entre sus miembros, lo cual da idea de la amplitud de miras del grupo, donde se sabe con certeza que la mayoría de sus componentes eran, el que no “agnóstico”, declaradamente “ateo”, conceptos opuestos a “creyente”, y todos ellos difíciles de comprender en nuestra época. Entonces, al parecer, necesitaban algunos de nuestros ancestros crear grupos, a los que llamaban religiosos o religiones, que se tenían a si mismos por espirituales, en los que sus miembros se reunían para repetirse mutuamente, mediante complejos rituales, que existía determinado dios, al tiempo que negaban todos los demás, llegando incluso a agredirse entre los distintos grupos. Es ésta una de las curiosidades y contradicciones más estudiadas y analizadas hoy en día sobre aquellos oscuros siglos.

A todos los componenetes de esa asociación de varios nombres queremos rendir hoy este homenaje en el tercer centenario de su fundación, como símbolo de todos los grupos humanos donde, aunque fuera mínimamente en aquella época primitiva y agresiva, se dieron los primeros pasos para aprender a vivir dejando vivir, la simple pero sólida base de nuestras pacíficas, igualitarias y estables sociedades actuales.

Base Semisub 5, noveno mes lunar del año 2309.

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TEXTOS SIN FRONTERAS

Un texto sin frontera es ese que marca la linea de la libertad de cualquier texto: ese punto en que podemos caer en la trampa de pensar que estamos escribiendo y olvidar que, en realidad, sólo estamos expresando.

La línea donde se mitifica la literatura es la alambrada que salta alegre y libremente todo texto sin frontera, rehuyendo de toda norma que pretenda regir la expresión. Al otro lado está la literatura viva, la que ni puede ni quiere mostrar ni más ni menos que cuanto somos, sin pretensiones, sin complejos, sin trampas . . . por eso provoca miedos, por la falta de costumbre de ser responsables de nuestra libertad.

Hay textos sin frontera especialmente dados al proselitismo, uno de ellos recorre el mundo susurrando:

"Aléjate de la sabiduría que no llora, la filosofía que no ríe y la grandeza que no se inclina ante los niños." (Gibran Khalil Gibran)

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LA ANTINOTICIA

“Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante”. (Aldous Huxley)

Sería la última portada del último periódico, un titular de despedida. La orden había llegado de arriba y no había vuelta atrás: era imposible competir con la prensa digital, sólo los diarios de grandes tiradas, sostenidos por multinacionales de oscuros intereses, se mantenían en la calle, los demás habrían de digitalizarse o desaparecer.

En veintitrés años, nadie había cuestionado su libertad para actuar, sólo se le había exigido una ética que nunca fue necesario recordar a nadie de la plantilla. Guardaba por ello un hondo aprecio hacia Benítez, uno de los pocos hombres que aún creía en la libertad de prensa, el mismo que le acogió en el periódico cuando era un novato recién salido de la universidad, un joven entre tantos, que creía saberlo todo sin haber vivido nada. Lo que más apreció de él fue que supo confiar en que ese joven llegaría a ser un buen periodista. Aquello que en su momento pareció lejano e imposible se transformó en realidad y se sentía orgulloso de no haberle defraudado.

La última portada . . . sabía que tenía total libertad para hacerla, sabía que incluso aunque escribiera: “A LA MIERDA TODO” se publicaría . . .

Empezó a hacer memoria de los miles de titulares que había tenido que elegir, de los cientos de miles de noticias que habían pasado por sus manos, hasta que recordó la frase de Huxley, aquella en que afirmaba que una verdad sin interés puede ser eclipsada por una mentira emocionante. Comprendió por un instante el triste estado evolutivo de su especie, pero ya no caía en el error, como años atrás, de hundirse en el desánimo, también guardaba miles de recuerdos de la grandeza humana.

Girando en torno a la frase pensó: ¿cuál es la verdad más diáfana, más absoluta, más evidente y que, sin embargo, pueda resultar sin interés?, ¿y cuál es la afirmación que la mayoría consideraría una mentira, pero una mentira emocionante?

Echó un vistazo a la botella de güisqui gran reserva que Benítez, con lágrimas en los ojos, le había entregado, a modo de despedida, el día anterior, y bebió un trago corto y pausado. Entonces lo comprendió y se asombró al descubrir la paradoja: había un titular que cumplía los requisitos de ser al mismo tiempo una verdad sin interés y una mentira emocionante. Lo escribió antes de que algo se lo pudiera arrebatar de la memoria, la portada, a media página, pondría:

LA VIDA ES MARAVILLOSA”

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EN TIERRA DE NADIE

Esta tierra que hace rebrotar la vida en cada ciclo, que regala todo lo esencial a quien sepa reconocerlo, pero cobra carísimas las vanidades.

Esta tierra que contiene en su aire, sus aguas y sus entrañas, los restos de todos y cada uno de nuestros hermanos que ya concluyeron su viaje.

Esta tierra que nos perdona cada día, pero nada olvida.

Esta tierra que creemos nuestra, no lo es en propiedad, es un legado sin más dueño que un proceso inconcebible del que formamos parte.

Esta tierra siempre ha sido tierra de nadie, por eso es la tierra de todos.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NOCHE DE PERROS

Aquella fue la noche en que estalló la ira y saltaron todos los límites de la frustración y el miedo. En las grandes ciudades del Primer Mundo estalló la locura, y una luna llena roja como la sangre observó como una cadena de incendios y crímenes mostraba el resultado de décadas de represión interior de millones de personas.

Al principio pocos tenían razones para la ira, pero horas después, todos estaban convencidos de tener derecho a la venganza.

Se llamó, años después, cuando se prohibieron las poblaciones humanas de más de cincuenta mil habitantes, la Noche de Perros.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

AGITAR ANTES DE USAR


INSTRUCCIONES DE USO:

1-Sáquelo de donde lo había introducido y condúzcalo con una mano al lugar oportuno.

2-Sosténgase firmemente con una o ambas manos.

3-Agítese con un movimiento firme y constante de muñeca hasta conseguir la consistencia deseada.

4-Retire la funda de plástico, si la hubiera, antes del momento apropiado.

5-Tenga mucho cuidado de no derramar el líquido antes de tiempo.

6-Una vez derramado, extiéndalo, según su gusto, por toda la superficie.

7-Disfrute de su olor, sabor, consistencia y de todos los placeres que le pueda brindar, solo o en compañía.

8-Finalmente, cierre el bote de mayonesa, vuelva a meterlo en el frigorífico y deje de pensar en extraños juegos de palabras de doble sentido.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

NO TEMAS

No temas a la vida, porque formas parte de ella y no puede abandonarte, porque eres tú, en esa extraña simbiosis que los humanos sólo podemos concebir como unión de vida y muerte, incapaces de captar el conjunto indisoluble que forman.

No temas a lo nuevo, todo es nuevo a cada instante y forma parte del transcurrir mismo del tiempo y del universo en que vivimos, sólo tu actitud diferenciará, según mires, cuanto acontece a tu alrrededor.

No temas decir cuanto piensas, si no hay en tus palabras intención de herir: antes o después, quien tenga ojos limpios verá tu intención y perdonará si hubo error en ellas, apreciando cuanto transmitían.

No temas al egoísmo, pero teme al error de imitarlo. Busca tu lugar en el mundo, prepara las mínimas defensas que te permitan sobrevivir y el resto, todo el resto, regálalo, te asombrará lo generosa que es la vida con quien es generoso.

No temas equivocarte, los errores son tan sólo lecciones. De nada sirve girar dolorosamente en torno a un error, aprende cuanto te ha pueda enseñar, completa el círculo del aprendizaje, y recuérdalo luego como un hecho más del pasado. No repetir un error es la prueba de que ha pasado a ser una lección aprendida y no una carga a la que arrastrar el resto de la vida.

No alimentes el miedo con tu temor, porque sólo de tu temor se alimenta. El miedo, que tan sabiamente creó la naturaleza para defender la vida, se transforma, como cualquier medicina, en veneno, una vez que sobrepasa cierta dosis.

No temas a la vida: te fue regalada y deberás regalarla. Ser mezquino en esto sólo te traerá miseria y dolor. Aprende el placer de dar con tanto tesón como todos los egoismos y tristezas de cuantos te rodearon te enseñaron el placer de recibir.

No encierres tu vida mirando sólo una cara de la moneda vital y tendrás, sin buscarla siquiera, la mayor fortuna.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA VERDADERA HISTORIA DEL TABANICO

Pocos conocían la verdadera historia de Tabanico, aquel tábano famoso por volar con las alas ligeramente inclinadas, en forma de abanico. Su aleteo, que resultaba especialmente atractivo a las hembras, era considerado una muestra de la creatividad del insecto y hacía volar a su alrededor a sus hematófagas compañeras con la esperanza de conseguir sus favores. Lo que nadie sabía es que su tan extraño aleteo lo había visto y copiado de una multitud de gigantes que, vestidos de vivos colores, interpretaban ruidosos bailes. Había oído que lo llamaban “Día del orgullo gay”, y nunca llegó a comprender qué significado tenía realmente todo aquel alboroto.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

CATÁSTROFES COTIDIANAS

(Cualquier parecido con la realidad no es casual).

Sucedió hace unos treinta años y en tan sólo tres días: el lunes por la mañana yo tenía, además de dieciocho años, un trabajo en una oficina de banca, una moto de cilindrada media, una furgoneta con matrícula de Holanda con la que pretendía llegar a la India durante el verano siguiente, y unos pocos ahorros para llevar a cabo el viaje. El miércoles por la tarde conservaba, de esa mi pequeña fotuna, tan sólo los dieciocho años.

El lunes me despidieron del trabajo, pues unos falsos partes médicos de baja facilitados por los compañeros del sindicato de sanidad no habían sido suficientes para justificar varios días de ausencia por encontrarme detenido por cuestiones políticas. El despido fue teatral y esperpéntico y he de reconocer que, a la vista de la ley vigente, más que justificado. De ese despido recibí una cierta suma de dinero como indemnización, con la que pensaba completar lo necesario para hacer, ahora con más tiempo, el ansiado viaje a la India.

El martes me robaron la moto, que salí a buscar con la furgoneta por el barrio donde me habían informado que podía estar. La policía municipal detiene y confisca el vehículo, que no podía conducir por tener matrícula extranjera, la Unión Europea era tan sólo uno de los tantos sueños de los españoles de entonces. Dentro de la furgoneta había, además, varios cientos de panfletos más que comprometedores en una democracia que apenas empezaba a serlo, y que en otra ocasión contaré como salieron del depósito de vehículos.

El miércoles pagué una deuda que tenía con un amigo y que era, en realidad, el dinero que me había prestado para comprar esa moto que ya no tenía, con lo que me quedé sin dinero tampoco para el viaje a la India, que nunca llegó a realizarse.

Mi vida, por supuesto, dió un giro total, y en tres días tan sólo tenía otra existencia completamente diferente ante mi.

Por eso no puedo evitar, al oír las palabras “catástrofes cotidianas”, recordar aquellos tres días, y especialmente aquel momento al final de aquel miércoles, cuando, tomando una copa mientras repasaba las 80 horas anteriores pensaba: “Joder, sólo falta una muerte, y como la sorteen, ya sé a quien le va a tocar . . . “ Pero eso, como ya imaginarán, no llegó a suceder y hasta aqui he llegado para contarla.

Y ahora, cuando algunos años más van aclarando la miopía de la impaciencia y el pesimismo, debo decir que también ha habido cambios igualmente drásticos pero en sentido contrario, cambios que me hicieron saltar del infierno a la frontera, al menos, de algún pequeño paraíso, pero lo dejaremos para otro tema más oportuno, tal vez “Milagros cotidianos”, “Regalos de la vida” o, mejor aún: “Dios aprieta pero no ahoga”, aunque sin olvidar que, como decía hace años un buen amigo: “ . . .pero el muy cabrón no suelta . . .”

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA SOLIDARIDAD

SOLIDARIDAD > SOL I DAR I DAD > Sol y dar y dad.

Comenzó a creer en la solidaridad el día que pensó que sería el peor de su vida: cuando, necesitando ayuda y no teniendo nada que dar a cambio, alguien le ayudó.

El tiempo le demostró que había sido el mejor día de su vida . . .

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

SE EQUIVOCÓ LA PALOMA

Los dos bloques llevaban tres años y medio de guerra infernal. No quedaban ya soldados mayores de veinte años, ya pronto sería una guerra de niños. Hasta las bestias miraban asombradas la inexplicable bestialidad de los hombres. Los medios de comunicación del frente eran ya sólo palomas mensajeras, pues las bombas magnéticas habían inutilizado los que se creía avanzados sistemas informáticos, y hasta la electricidad llegó a ser un lujo. Era, como siempre, una cuestión de codicia y orgullo entre líderes insensibles y desquiciados lo que hacía imposible detener la carnicería: ambos habían jurado por su honor que nunca darían el primer paso para solicitar la paz o detener el conflicto, del que esperaban salir victoriosos. Daniel, a sus ocho años, era plenamente consciente de la situación: pronto su único hermano mayor vivo, de apenas quince años, sería llamado a filas como antes lo habían sido sus otros dos hermanos mayores, ya enterrados en alguna fosa común del frente. Daniel había criado y domesticado dos palomas, a las que más de una vez tuvo que evitar con ruegos que no terminaran en la paupérrima olla familiar. Haciendo uso de su natural habilidad para la copia, que tan buenos resultados le había dado en las pocas clases de dibujo a las que pudo asistir, escribió dos mensajes idénticos: “DEN ORDEN DE ALTO EL FUEGO INMEDIATO, NOSOTROS YA LA HEMOS DADO”.

Las dos palomas sobrevolaron los campos calcinados y en apenas ocho horas se detuvo el ya cotidiano traqueteo de la artillería y pronto comenzaron las celebraciones en las ciudades cubiertas de escombros.

Los líderes transmitieron idéntico mensaje:”Hemos vencido, ellos han claudicado y rogado la paz”.

Aún pasaron tres días hasta que se descubrió el engaño: ninguno de los mandos militares había enviado el mensaje, era una falsificación, posiblemente de los servicios secretos del enemigo, decían. Los jefes militares de ambos bandos intentaron volver a la contienda, pero, tanto en la población civil como en los agotados soldados, la euforia de los últimos días se transformó en inmensa indignación y las órdenes, incluso bajo la estricta disciplina militar, fueron masivamente desoídas. Era imposible volver al combate, a la guerra, al odio: ya todos habían recordado el casi olvidado sabor de la paz y sabían que no habían sido las palomas quienes se habían equivocado.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

BLOCK DE NOTAS

* Nos asusta, en ocasiones, la felicidad, porque la sabemos efímera y pasajera. ¿Debe, entonces, asustarnos la vida, que también lo es . . . ?

* Si pienso que después de padecer una infancia brutal o alienante, ser criados con mentalidad de esclavos, ser adoctrinados en ideologías y religiones agresivas y excluyentes y en muchos casos padecer más que vivir la vida, a pesar de todo, germinan entre nosotros seres que entregan su tiempo vital o sus vidas cada día por sus semejantes, por la vida en cualquiera de sus formas y por un futuro mejor que saben que posiblemente no lleguen a disfrutar, no puedo por menos que dejar crecer en mi interior una tímida pero brillante luz de esperanza en el ser humano.

 

*Las distintas culturas humanas no son sino la acumulación aleatoria de ciertos rasgos individuales de personalidad que acaban imponiéndose como una costumbre social.

 

*Nada añoro más que aquellos dulces tiempos en que no tenía nada que añorar.

*Sea extravagante: ponga una coherencia en su vida.

 

*Un pequeño descuido de mamá o papá, te sientes abandonado durante unos minutos mientras eres una indefensa criatura de meses, y te ves condenado, sin sospecharlo siquiera, durante el resto de tu vida a buscar un tipo de cobijo, amistad o amor que no puedes identificar al no saber el origen de tu carencia. Es la aparente crueldad del azar sobre las especies primitivas. Saber prevenir y evitar ese dolor es a lo que deberíamos llamar civilización.

 

*Sermones huecos y oscuros llenan mentes en iglesias, televisiones y parlamentos para hacernos creer que la vida es sólo tormento y la existencia, negro vacío. No lo hacen con mala intención: así son sus vidas y así hablan de si mismos.

 

*El conocimiento crea el juicio, la ignorancia el prejuicio y el miedo, el fanatismo.

Nekovidal 2010 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL DESENCANTO DEL VATICANO


Había sido un sincero e ingenuo hombre de fe. Había cumplido a lo largo de su vida todos los preceptos del catolicismo, del primero al último. Su Santidad el Papa había sido su modelo y guía, el ser humano mortal al que Nuestro Señor, por alguna razón, había elegido como su representante en la Tierra. Siempre le había imaginado como alguien muy especial, y aunque albergaba algunas pequeñas dudas sobre detalles de su naturaleza semidivina, concretamente sobre sus urgencias y necesidades fisiológicas, nunca, por vergüenza, se había atrevido a plantearlas a su párroco, confesor y amigo. Decidió, simplemente, que una persona de la categoría de su Santidad, elegido por Dios entre miles de millones, no podía estar encadenado a ciertas miserias y servidumbres del cuerpo, y así, libre de tales ataduras, le había imaginado siempre.

Antes de morir quería ver el Vaticano, y sus hijos le regalaron ese viaje tan ansiado por él.

Tuvo el privilegio de visitar los aposentos pontifícios gracias a ciertas gestiones de su hijo mayor.

“Ahí no se puede pasar”, le advirtió amablemente la guía alemana que le acompañaba en su recorrido.

“¿Qué hay tras esa puerta?, preguntó.

“El retrete de su Santidad”, dijo, haciendo un uso de la palabra algo impropio, pero comprensible en un hispanohablante no nativo.

En tan sólo un instante se derrumbó su imagen de un hombre superior y semidivino. Ya nunca recuperó la fe.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net
 


 

NOCHE DE PAZ
Aquella fue la noche más feliz de Paz. No hubo fiesta, ni alcohol, ni cualquier otra droga, por no haber, no hubo ni música. Paz, simplemente, comprendió algo, y ese fue el resultado final de cuanto le había sucedido en los últimos años. Algo que, como todo lo esencial, había estado ante sus ojos desde siempre, pero había faltado luz para verlo, y esa claridad había llegado, casualmente, hoy.

Paz comprendió algo y fue suficiente para que la vida volviera a tener sabor, como en la lejana infancia, suficiente para que volviera a valer la pena vivirla sin más cortapisas que la inevitable muerte, que ahora incluso no parecía tan temible.

Fue la mejor noche, fue su noche, fue la noche de Paz.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

RECUENTO DE NAVIDAD

Había una vez, en un pequeño planeta del extrarradio de nuestra galaxia, una curiosa especie que tenía por costumbre recordar y celebrar, durante un día tan sólo, cuanto les hacía fuertes y les brindaba alguna posibilidad de superviviencia: Hablaban de paz, fraternidad, amor, solidaridad, justicia y buenos sentimientos.

Lo asombroso es que la inmensa mayoría lo olvidaban el resto de su año, compuesto por unos 365 ciclos estelares.

Y lo más asombroso aún era que, sin saber muy bien cómo, sobrevivían.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

MÚSICA PARA LA PAZ

Todos oyeron la nueva música, la que les recordaba que eran mortales y compartían ese miedo, que a todos iluminaba el sol y a todos helaba el frío de la noche, que la misma sangre corría por sus venas, que a todos regalaría la vida un puñado de placeres y dolores, que, irremediablemente, todos tenían el mismo origen y el mismo destino . . . y que nada eran los unos sin los otros.

Oyeron la nueva música, la que habían creado sin querer, entretejiendo el latir acompasado de sus corazones y la diáfana luz de sus frágiles sueños. La oyeron, la cantaron con una perfección insultante, la disfrutaron, la compartieron y, casualmente, nadie cometió la torpeza de juzgarla. Era la música de la paz.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

MÚSICA PARA LA PAZ

El edificio estaba lleno de las llamadas personalidades sociales célebres, los suelos alfombrados, modales exquisitos y una mezcla de perfumes caros en el ambiente. Sonaba la música rebotando en las mil aristas de la sobrecargada decoración del patio de butacas. Avanzaba progresivamante entre silencios minúsculos, envolviendo con sus vibraciones cada átomo de los asistentes. La pieza se llamaba “Exaltación de la paz”.

Ya en los últimos acordes, sólo los ojos del director de la orquesta y los del portero del teatro estaban empañados. Los demás mantenían sus miradas dignas, secas y frías.

El director, extasiado ante una interpretación que sentía como perfecta, no podía contener las lágrimas. Al portero la obra le recordaba a su hijo, ahora músico callejero, que ensayaba esa pieza cuando aún era adolescente y vivía con él.

¿Estaba la paz en esos ojos o en la misma música?

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

INTEGRISMO

El integrismo se da en absolutamente todas las religiones e ideologías: es minoritario, agresivo y fanático en sus convicciones.
Pero antes de juzgar esos integrismos, que sin duda son injustificables, deberíamos mirar el estado y momento evolutivo en el que estamos nosotros mismos, los occidentales, y especialmente algunos pueblos muy condicionados todavía por la influencia de ciertas religiones, como Estados Unidos, Italia, Polonia, Irlanda y España, entre otros: recordar que la sociedad española ha sido un buen ejemplo de integrismo religioso durante más de la mitad del recién terminado siglo XX. Hasta 1975 la mujer española no podía ni asistir a una reunión de comunidad de vecinos sin el consentimiento de su marido, ni denunciar el maltrato, ya que se justificaba socialmente y solía encontrarse con una sonrisa despectiva en las comisarías, ni abrir una cuenta bancaria siquiera, etc. etc.¿Nos hemos olvidado ya que en muchas iglesias de Italia, Polonia y España las mujeres deben cubrirse para entrar? ¿Por qué una mantilla, el tocado de una monja o un velo son simples prendas de vestir y el pañuelo de una mujer musulmana o el mismo burka símbolos del más ciego integrismo?¿Quién tiene contacto directo con algún dios para decidir hasta donde se debe cubrir o esconder un cuerpo que es, para los creyentes, paradójicamente y según dicen, la obra misma de Dios?

Todos los integrismos nacen de las mismas fuentes: miseria económica e intelectual. Hace mil años, en Occidente, la mujer era mucho más respetada en las zonas de religión musulmana, Andalucía, por ejemplo, que en las zonas cristianas, donde los integristas cristianos de entonces las llevaban a las hogueras, mucho más a las mujeres que a los hombres, por considerarlas fuente del mal, la tentación y el pecado.

Cuando los pueblos musulmanes que hoy dicen que cuentan con elementos integristas eran los que disfrutaban de la tecnología, la ciencia y el arte que traían de Oriente, la zona más evolucionada del mundo entonces, tuvieron que soportar incursiones terroristas de pueblos bárbaros e integristas dedicados al saqueo, que nosotros apenas estudiamos, las llamamos Cruzadas, y se nos ha olvidado pedir disculpas siquiera por varios siglos de brutalidad sin nombre.

Se podría alegar que se están comparando actitudes actuales con las de hace mil años, pero, por desgracia, son igualmente innumerables las pruebas de integrismo cristiano en la actualidad, miremos tan sólo algunos ejemplos del último siglo: el Papa Pio XII bendiciendo los aviones fascistas italianos que poco después bombardearían población civil en Etiopía o España; el silencio del Vaticano ante los diferentes holocaustos provocados por el ejército nazi; la más alta jerarquía eclesiástica española bendiciendo durante cuarenta años a un dictador sangriento y, hoy mismo, la obscena autojustificación de los casos de pedofilia que a diario se descubren en el interior de una institución que se empeña, hipócritamente, en autodenominarse cristiana.

Pongamos algunos ejemplos de grupos integristas y terroristas cristianos, nuestras alqaedas:

En Irak se mantiene en armas una de las guerrillas cristianas que existen en el mundo. Este grupo se llama Zowa y también es conocido como Movimiento Democrático Asirio.

En el Congo actúa la guerrilla del CNDP, comandada por L. Nkunda, que está acusado de varias masacres. Es pastor religioso, como sus oficiales y un gran número de sus guerrilleros que son cristianos evangelistas. Sus lazos con los neocon americanos son muy fuertes así como las giras que realiza por aquel país para su financiación.

Y como tercer ejemplo, en Uganda, desde 1987, Joseph Kony fundó la Lord's Salvation Army, sucesivamente transformada en United Salvation Christian Army y finalmente en LRA (Lord Resistance Army), movimiento armado de inspiración cristiana que emprendió una áspera guerrilla contra las tropas gobernativas.

Los integristas cristianos, los iluminados que hace menos de un siglo aún hacían encendidos sermones contra los recién descubiertos fármacos anestésicos o analgésicos, exaltando las virtudes del dolor, lo sabían muy bien: la ciencia y los derechos humanos eran su enemigos, como lo siguen siendo hoy día, tanto de integristas cristianos como musulmanes o de cualquier otra religión.

Hay detalles que solemos olvidar sobre esta repentina confrontación de nuestra cultura con la religión musulmana desde el 11 S. ¿No había integristas musulmanes antes? ¿Por qué ahora se nos pretende mostrar como despiadada una religión que siempre ha tenido este tipo de elementos extremistas como cualquier otra, e incluso menos que muchas? ¿A quién beneficia este estado de cosas? ¿De verdad es una cuestión de integrismo o es que a determinados grupos les interesa mantener el odio y la confrontación para seguir con los negocios más rentables que ha creado el ser humano, los negocios sangrientos surgidos de las guerras...?

Cabe preguntarnos por la razón de que, repentinamente, surja de la nada un enemigo, siempre tan rentable para quien ostente un poder vertical. Al poco tiempo de finalizar el mayor negocio del siglo XX, la fabricación de armas durante las décadas de la Guerra Fría, los gigantes financieros surgidos de dicho comercio vieron peligrar sus hasta entonces enormes beneficios. Un enemigo resultaba imprescindible, como es imprescindible la prohibición de determinadas substancias para la supervivencia de los cárteles de las drogas ilegales. El nuevo enemigo permitiría reciclarse a la industria armamentista de forma que pasara a producir mil artilugios destinados, supuestamente, a salvaguardar la seguridad colectiva y, en la práctica, efectivos mecanismos de control social. Al mismo tiempo tales medidas para enfrentarnos al demonizado enemigo funcionarían como alimentadores de miedos y paranoias colectivas que acabarían transformando a la población en dóciles grupos fácilmente manipulables. Hay que reconocer que, de momento, todo está saliendo según lo previsto, no consiguiendo hacer dudar mínimamente a la mayoría de la ciudadanía ni siquiera, algunos errores garrafales de la puesta en escena, no siendo extraño escuchar a personas a las que se les supone cierta cultura duras arengas contra la religión musulmana, olvidando que es, al igual que el cristianismo, una religión sincrética que recogió en su momento lo mejor de las religiones anteriores, pero seis siglos más tarde, con la consiguiente ventaja en cuanto a la experiencia, de ahí que pudiera convivir durante siglos con las ideas científicas y tecnológicas que recogía de Oriente, mientras el cristianismo condenaba a la hoguera cualquier invitación al racionalismo. En este sentido, hasta podríamos afirmar que el islamismo es una forma más evolucionada de cristianismo, del que recoge buena parte de su herencia.

Casualmente, para quien así quiera verlo, el imperio del momento es de los muy pocos países que no tienen frontera con países musulmanes, no habiendo ni uno sólo en su continente. No olvidemos que las dos Guerras Mundiales significaron pasos de gigante de Estados Unidos para transformarse en la primera potencia que aún hoy es, y una tercera afectando a Europa y Rusia, o una sublevación de alguna de las regiones musulmanas de China les iría muy bien para sus fines.

Todo este juego da lugar a sociedades del Primer Mundo alienadas, manipuladas y mirarndo al dedo que señala la luna, víctimas de una manipulación emocional que ni sospechan y les hace, por ello, más vulnerables. Siempre es más fácil de alimentar el miedo que la razón.

 

Creo que deberíamos ser más objetivos y cuidadosos al atacar pensamientos que consideramos integristas, buscar y recopilar con cuidado la información, intentar mirar la situación en perspectiva y tener cuidado de no caer en la trampa de la costumbre mental, que siempre nos llevará al camino cerrado que se autoalimenta en su ceguera, no olvidar cómo surgió el conflicto que prtetendemos analizar, a quin beneficia y a quien perjudica, y no olvidar que juzgar a un pueblo o cultura por una minoría de sus componentes es, simplemente, estúpido. Si no tenemos estas mínimas precauciones podemos, sin darnos cuenta, acabar nosotros sumergidos en ese mismo pensamiento integirsta que creemos combatir con nuestra ira e indignación.Todos creemos que nuestra idea y nuestro límite es el correcto, y así comienza a gestarse todo integrismo religioso o ideológico.

Aprendamos una lección de la historia: que la confrontación y el odio a quien no comparte nuestras ideas o sentimientos religiosos, por justificado que pueda parecernos, sólo han traído dolor y muerte a lo largo de los siglos, y no olvidemos que posiblemente no habrá idea más integrista que no admitir un mínimo de duda en nuestros pensamientos y llegar a creer que nosotros nunca podemos caer en el integrismo o ser víctima de la peor manipulación.

Nekovidal 2009 –
nekovidal@arteslibres.net

 

 

UTOPÍA

Busquemos serenamente en nuestro interior y veremos que todos estamos llenos de utopías, de ideas sin aparente soporte racional, de ideas tan abstractas como irreales, de ingenuos sueños que ni sabemos de donde surgen: Utópicamente creamos y cuidamos la vida como antes hicieron con nosotros, siempre olvidando que un simple gesto de la muerte nos puede arrebatar en un instante todo cuanto queremos. Utópicamente construimos durante años amistades, casas, cosas y libros, olvidando, borrachos de utopía, que nada sobrevivirá al paso del tiempo, más que como una mera ilusión. Utópicamente hacemos planes y creamos, siempre sobre la base de la existencia de un mañana tan sólo probable, utópicamente probable.

Así, utopía tras utopía, bailamos con la vida, siempre persiguiendo alguna idea imprescindiblemente inalcanzable, sobre los cimientos de un lugar que no existe o de una idea o un sueño que nunca serán más que eso, ilusiones utópicas de nuestra mente.

Y sobre tan etérea base lo creamos todo, lo mejor y peor que podamos concebir. Día tras día construimos la realidad con ladrillos de utopía, tan imprescindibles para nuestro ser como esa misma realidad que creemos construir.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


 

UTOPÍA


Cruzarán tus mares preñados de mil fértiles ideas,

de las esencias primigenias que nos hacen inmortales,

sin desconsuelo ante la muerte, cotidiana en su ser,

sembradora de vida tenaz, recurso de eternidades.

 

En cada mente una fantasía y en todas estrictas vanidades,

a cada paso el recurso de arañar dudas y sembrar sueños,

cada nueva mañana la memoria como consuelo del ayer,

y en cada ocaso la absurda fe en lo que debe o no debe ser.

 

Dejemos que lapide la brisa a quien hoy siembre tormento,

que se consuelen sin ira los pobres espíritus de recurso tardío,

Mañana, en la picota o en la hoguera, súbita como un vahído,

estarás, como siempre, hermana Utopía, y al verte incombustible,

dirán, con la humeante antorcha aún en la mano, sin un lamento,

otra vez tus tristes verdugos, quienes en tí nunca han creído:

“Yo siempre he estado con ella. Ya sabía que era indestructible”.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL SECRETO DEL SOLITARIO

El secreto del solitario era ser el único hombre en el mundo capaz de guardar todos los secretos. Por eso siempre estaba solo, por eso le llamaban el solitario . . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

OTRO MUNDO ES POSIBLE

Sé que otro mundo, mucho mejor, es posible, y no lo sé por el empuje de una ilusión juvenil que ya no poseo, sino con la certeza de quien tiene por costumbre mirar hacia atrás.

Lo sé porque aún recuerdo la sonrisa burlona de ciertos hombres grises cuando en mi infancia oían que algún día las mujeres, media Humanidad, llegarían a la igualdad, y hacia ella se dirigen, poco a poco pero imparables, ya en medio mundo.

Lo sé porque he leído las actas de las burlas que en los distintos parlamentos se hicieron a los llamados utópicos de entonces, hace apenas un siglo y medio, cuando hablaban de abolir la esclavitud. Hoy sonreimos viendo a un afroamericano dirigiendo el imperio, y los burladores vocacionales pasan a ser, una vez más, los burlados por la historia.

Lo sé porque los más sanguinarios y dementes de nosotros, llámense Hitler, Stalin, Franco o Bush, no han conseguido nunca parar la historia, sino apenas frenarla a un precio sangriento.

Lo sé porque he visto una y otra vez la repetida negación de quienes temen y niegan la utopía, y su repetida derrota a manos del tiempo y la esperanza.

Sé que otro mundo mejor es posible porque ni el hombre más cruel y enfermo ha conseguido crear cárceles para los sueños ni veneno tan poderoso que mate todas las ilusiones humanas.

Sé que otro mundo es posible porque siempre ha habido y habrá más personas imaginando la paz que preparando la guerra, y transformar cuanto crea nuestra mente en hechos y objetos está en la misma esencia de nuestra naturaleza humana.

Sé que otro mundo es posible porque la fuerza de la vida anida dentro nuestro acompañando a miedos e ilusiones, sobreviviendo siempre al dolor de las derrotas, curando cada herida con un bálsamo de esperanza, sintiendo el placer de construir incluso aquello que sabemos con seguridad que nunca llegaremos a disfrutar.

Sé con total certeza que otro mundo es posible porque el de hoy, mucho mejor que el de hace tan sólo un siglo, también dijeron nuestros hermanos de mente estrecha de entonces, que nunca sería posible, y hoy es nuestra realidad cotidiana.

Nekovidal 2009–nekovidal@arteslibres.net
 

 

 

ACUERDOS

Tras cada acto, gesto o vivencia humana se esconde un acuerdo: nacemos porque nuestros padres acordaron que naciéramos, o al menos dejarnos nacer, generalmente sobrevivimos porque la sociedad humana en que hemos nacido tiene acordado que no se puede disponer de nuestra vida. Gracias a los acuerdos tenemos derechos, incluso cuando todavía no sabemos qué es un derecho.

Dependientes y mimetizados con nuestros padres, apenas captamos la esencia del acuerdo hasta los seis o siete años, cuando damos el primer paso hacia nuestra independencia individual al comenzar nuestra etapa social. La idea de acuerdo sufre luego un pequeño cataclismo en la adolescencia, cuando debemos aprender a distinguir entre autoridad exterior e interior. Obsesionados por afirmar nuestra recién estrenada vida adulta, solemos caer en la negación de toda autoridad y todo acuerdo, incapaces de comprender todavía la diferencia entre lo ilegítimo de la autoridad exterior que se ejerce mediante la fuerza o la coacción y la natural legitimidad de la interior que nace como resultado del desarrollo de la empatía y la madurez. Si no se supera apropiadamente esta etapa el individuo puede pasar el resto de su vida debatiéndose en la inseguridad de una eterna adolescencia e incapaz de desarrollar una empatía que le haga crecer como ser humano individual y social.

Si seguimos avanzando, un buen día captamos, finalmente, la esencia misma del acuerdo e interiorizamos la importancia de respetarlo al comprobar que todos los mecanismos de nuestras sociedades funcionan en base a ellos: ya no necesitamos que se nos imponga mediante ninguna autoridad exterior lo que debemos hacer, se desarrolla la empatía y colaboramos en cada paso social sin esperar recompensa alguna, porque comprendemos que la recompensa última es la supervivencia y el bienestar de todos.

Por acuerdo mutuo formamos parejas, familias, equipos, grupos, partidos y hasta ejércitos, donde nada funciona si no se respeta lo acordado, y donde lo acordado, sea lo que sea, ha de serlo siempre libremente, tratándose en caso contrario, de un grupo o bien destructivo, o bien que infrautiliza el potencial constructivo y creativo de todo grupo humano libre.

También mediante el desarrollo de la idea de acuerdo aprendemos a disfrutar las mil formas de amistad que la vida nos ofrece: apreciamos con intuición natural el valor de quien los respeta y es consecuente con los acuerdos tanto como el peligro de quien los rehuye o manipula, aprendemos a disfrutar de los beneficios del pacto libre y solidario y a defendernos de quien egoístamente pretende pasar por encima de él creyendo neciamente obtener un mayor beneficio personal. Una vez que la experiencia nos da las claves para distinguir a unos de otros, tenemos en nuestras manos las llaves de una poderosa herramienta: comprendemos que casi cualquier objetivo está a nuestro alcance si nos reunimos el número suficiente de personas abrigando la misma ilusión, y aprendemos, a veces mediante dolorosas lecciones, cómo canalizar la energía destructiva de quien todavía no conoce el arte de respetar el mutuo acuerdo.

Gracias al acuerdo multiplicamos nuestros conocimientos y vivencias, pues acordamos compartirlas sin más placer ni interés que compartirlas, aún cuando tras ese placer natural se esconda una fórmula tan práctica y eficiente como para hacer coincidir el interés común con el individual. También gracias a los acuerdos disfrutamos de innumerables objetos que nunca podríamos fabricar por nosotros mismos, porque hemos acordado almacenar y transmitir después de la muerte cuanto cada uno de nosotros ha aprendido a lo largo de su vida. Esa es nuestra grandeza, la herramienta que nos ha convertido tanto en reyes como en tiranos de la vida en este planeta.

Los acuerdos, por supuesto, son suceptibles de ser utilizados para destruir, pues cuando fallan los acuerdos empáticos, otros ocupan su lugar, pudiendo llegar a pactarse el peor acto destructivo.

Sí, todos los acuerdos humanos constructivos se pueden romper, manipular, menospreciar o destruir, pero también la vida es suceptible de ser víctima de la muerte, y no por ello renunciamos a vivir . . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA VISTA

La vista es lo que alcanzamos cuando comprendemos que vivimos en la ceguera.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

Creo que veo, pero me sé ciego . . . ¿será que estoy empezando a abrir los ojos?

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL SECRETO DEL SECRETARIO

El secreto del secretario era que pertenecía a una secta secreta donde el secretismo era norma y el secreto ley. Lo sé porque me lo contó su amante secreta, secretaria de un secretario de Estado perteneciente a los servicios secretos, un tipo cuya tendencia al secretismo era un secreto a voces . . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


 

 

SI YO FUERA RICO

Si fuera rico de verdad, o sea, si tuviera una fortuna mínima de diez mil millones de euros, intentaría llevar a cabo tres proyectos:

Crear un periódico donde las noticias fueran tratadas partiendo de la base de que toda vida humana tiene el mismo valor. Me temo que durante unos años la mitad de la primera plana la seguirían ocupando los 20.000 niños muertos a diario por causas evitables, pero si esa es la realidad, será mejor verla a diario hasta que por aburrida e incómoda hagamos algo para remediarla, que volver la vista hacia otro lado.

Crearía luego una cadena de escuelas que resumieran en su no ideario los sistemas educativos que han demostrado ser más eficaces hasta el día de hoy, posiblemente una síntesis de Summerhill y la Escuela Libre de Ferrer Guardia. Una escuela laica, igualitaria y gratuita que enseñara a vivir y a disfrutar del placer de aprender, no a acumular datos y a considerar el conocimietno como un medio de poder.

Como tercer paso crearía una cadena de cooperativas a lo largo y ancho del mundo que aprovecharan cuanto hemos aprendido de economía a base de fracasos: un sistema de propiedad pública pero beneficio según iniciativas privadas, donde cada cual obtenga, en igualdad de condiciones, beneficios según su capacidad y esfuerzo, beneficios limitados por una ley de control de riqueza, que debería llamarse, más apropiadamente, de control de codicia.

Y, puestas las bases de un posible mundo mejor, dejaría a la gente vivir, descubrir cuanto valen quienes creen que valen poco, por la valiente modestia de creerlo y cuanto dejan de valer quienes se creen imprescindibles. Esperaría a que poco a poco aprendiéramos cuan importantes somos para la vida sólo por formar parte de ella, importantes para el futuro porque somos sus forjadores, y para conservar cuanto nos enseñó el pasado porque somos su consecuencia.

Tal vez diéramos algún paso más hacia ese paraíso que siempre ha estado ante nosotros, o tal vez me pegaran un tiro y asunto concluído, pero fuera como fuera, siempre le tiene que tocar a alguien vivir la mejor y la peor parte de cada fiesta . . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

MICROTEMAS LIBRES

Miradas

Se conocieron, se vieron, se miraron y lo supieron todo, por eso no tuvieron el valor de abrir los ojos.

 

Lluvia

Llovía como si nunca hubiera llovido antes. Llovía, y era un día tan lluvioso, tan lluvioso, que hasta los gatos aprendieron a nadar.

 

Estibadores de recuerdos

A un puerto del sur llegó un barco cargado de hombres que cargaban mercancías cargadas de recuerdos de otros hombres, pero nadie recordaba de que puerto habían zarpado.

 

Era

Era porque creía que era dentro de un microrrelato que es porque leyéndolo creemos que es.

 

Seguridad

Estaba tan seguro de poder dudar que al final dudó de su duda y cayó en el integrismo.

 

Mic

Era un microrrelato tan micro, tan micro, que se titulaba “Mic” y su texto sólo tenía tres letras: “Soy”
 

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LA VENGANZA DEL TESORERO


De Ramírez se había hablado mucho y de muchas formas: desde unos pocos que nunca habían cuestionado su honradez a otros muchos que desconfiaban de él: “Las cuentas no están claras”, decían. Ramírez, tesorero de la asociación desde el nacimiento de ésta, nunca había sustraído la más mínima suma de dinero, llegando incluso a ponerlo de su bolsillo en un par de ocasiones para ahorrar tiempo y evitar suspicacias, pero los malos pensamientos son tan libres como el mejor de ellos.

Finalmente Ramírez fue despedido, más porque la mayoría así lo decidió que porque hubiera alguna prueba de su falta de honradez.

El tesorero se vengó de la desconfianza de todos los socios y de las difamaciones vertidas sobre él pidiendo dinero prestado, con la excusa de una urgencia médica, a todos y cada uno de ellos. Sin que nadie lo supiera, Ramírez había sido afortunado días antes con uno de los mayores premios de lotería de la historia y poco tiempo después les devolvió a cada uno la suma que le habían prestado multiplicada por mil: cincuenta euros se transformaron en cincuenta mil y mil euros, que sólo le había prestado Engracia, la señora de la limpieza, que le conocía desde niño, se transformaron en un millón. El resto siguen maldiciendo el momento en que decidieron no prestarle siquiera diez o veinte euros y aprendiendo la lección, en este caso evidente, de que no hay nada más estúpido que el egoísmo, ni más contraproducente que el juicio precipitado.

Salvo Engracia, que se jubiló anticipadamente, todos los demás siguen recibiendo cada año una postal, siempre de un hotel de lujo diferente de un lugar diferente del mundo, y el mismo día en que Ramírez había pedido, años atrás, dinero para una urgencia médica familiar a todos ellos: un sospechoso veintiocho de diciembre.
 

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LA SINESTESIA

Para mi cada nota musical tiene su color y cada color su música; cada sabor una tonalidad cromática, cada sensación táctil un gusto diferente. . .

Llevo siete años intentando explicárselo al doctor de mi pueblo, que se empeña en que tengo que visitar otros profesionales especializados, psiquiatras todos ellos. La culpa la tuvo mi hermana, que siempre ha sido una chivata, y cuando tenía nueve años les contó a todos, un día de Navidad, como sentía yo el mundo, nunca se lo perdonaré.

Los psiquiatras saben todos que hace casi un siglo, en 1812, un tal Dr. Sachs ya describió mi supuesta enfermedad, pero les interesa estudiarme como a una triste rata de laboratorio. El de hoy es ya el octavo que me visita. Tiene orejas de burro y nariz de bebedor, parece que será divertido escucharle. Se sienta, me mira fijamente y dice: “Así que la música tiene colores . . . Vaya, vaya, vive usted en una auténtica fiesta taurina . . . ¿Cómo está?

Perdido, doctor, estoy completamente perdido desde que ha entrado usted tarareando esa canción de tonos grises anaranjados, con su olor pardo verdoso y me ha estrechado la mano con ese extraño sabor a vino añejo . . .
 

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ESTOY PERDIDO

A veces me pierdo pensando: ¿Hay mayor perdición que sentirse perdido cuando se vive y se deja vivir, sin exigir nunca más de lo que se da, y a veces ni eso, pues nadie puede dar más que lo que ya da?

¿No será que no existe peor forma de perderse que llegar a creer que se está perdido?
 

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LA FIESTA TAURINA

En esta guerra no declarada tengo amigos en los dos bandos, y todos tienen razón o, mejor dicho, su razón:

Me dicen unos que es una bestialidad que poco tiene de cultural y menos de fiesta . . . y tienen razón.

Les contestan los otros que, viendo como está el mundo, preocuparse más de la suerte de un animal que de miles de niños muertos cada día es un acto de cruel banalidad . . . y tienen razón.

Alegan los unos que hacer del dolor y el sufrimiento de un animal

 un espectáculo sólo contribuye a afianzar la crueldad en nuestra vida cotidiana . . . y tienen razón.

Responden los otros que mejor canalizar la agresividad a través de esos espectáculos que reprimirla, y ponen como ejemplo la cultura británica, tan cuidadosa en la protección de los derechos animales y donde se dieron decenas de linchamientos de ciudadanos musulmanes tras los atentados del 7-J, mientras en la taurina España, tras el 11-M no hubo un sólo caso . . . y tienen razón.

Dicen unos que el dinero que se invierte en la llamada fiesta taurina debería dedicarse a la conservación de la naturaleza . . . y tienen razón.

Pero les replican los otros que, de no ser por dicha fiesta, el toro de Lidia se habría extinguido como especie hace siglos . . . y tienen razón.

Los argumentos por ambas partes parecen ser infinitos, y todos los defienden con igual apasionamiento.

Para contradecir a quienes afirman que soy incapaz de estar callado ante algo que considero injusto, no tomaré partido por ninguna de las dos posturas.

Lo hago principalmente por seguir un consejo paterno que mantengo en la memoria desde hace muchos años: “Hijo, nunca te metas en asuntos de cuernos”.
 

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UNA MIRADA AL MAR
 

Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo.
Uno de los dos faltaba”. (Antonio Porchia)

 

Toda su vida había sido una constante y melancólica mirada al mar: esperando a su padre pescador cuando era niña, la ilusión del retorno de la seguridad y la consiguiente sensación de inseguridad tras la partida, una infancia entre paréntsis . . .

 

Años después esperaría a sus hermanos, que, apartados de los juegos infantiles por la tiranía de la la pobreza, habrían de pasar a los juegos de hombres, esos en los que la muerte no tiene vuelta atrás. Uno nunca regresó, y en el fondo del mar, junto a él, reposarían para siempre las risas de toda la familia.
 

También a su pequeño gran amor, el único, en realidad, lo esperó mirando al mar, cuando decidió emigrar al otro lado del mundo soñando con un mundo mejor. Dieciséis años después le escribió para decirle que no le esperara más, cuando a ella ya sólo le quedaba tiempo para esperar.
 

Cada mañana de cada día miraba al mar con sus ojos cada vez más cansados y un alma callosa que ya no sabía que buscaba realmente con la mirada.

 

Un día pensó: “¿Me mirará también a mi el mar?, ¿Me estará esperando?” y emprendió el camino de reencuentro con su hermano y con tantas otras ilusiones ahogadas.

 

Los pescadores dijeron que había sido un golpe de mar, pero quienes la conocían siempre sospecharon que había sido un golpe de memoria el que la había empujado a echar una última mirada al mar.
 

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NO PUEDE SER

"No hay nadie que haya jamás escrito, o pintado, esculpido, modelado, construido o inventado, a no ser para salir del infierno".
(Antonin Artaud)

 

Martilleamos la vida con la perseverancia de un creyente y una ingenuidad infantil que deslumbra.

De todo pretendemos hacer un paraiso y en todo hallamos una razón para seguir persiguiéndolo.

En todo nos negamos a la negación, porque la vida es afirmación o no es. Dolor, sinrazón o injusticia se niegan a si mismos ya que nada saben construir o dar, nadan saben crear.

Lo diremos todo, siempre perdidos en sombras que nos sirven de guía.

Somos, sin sospecharlo, constantes creadores de enigmas, forjadores de diminutas ilusiones de poder inimaginable.

Estamos vivos, pero somos, ante todo, supervivientes de la hecatombe cotidiana: el reducido pero creciente grupo de seres que cada día, contra toda duda y todo miedo, se niegan, recurrentemente a decir: “No puede ser” . . . y así creamos, mágicamente, cada día, todo cuanto es.
 

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LA DISTANCIA

Lo dijo Antonin Artaud y ha querido el azar que se cruzara en mi memoria en el momento en que debía decidir qué escribir sobre la distancia. Lo dijo en su genial locura que tan bien sabía retratar a un mundo loco que arrogantemente se atrevía a llamarle demente. Dijo lo que ahora quiero decir y como yo no podría hacerlo mejor en ningún sentido, me limito a transcribirlo:

Tengo, para curarme del mundo, toda la distancia que me separa de mi mismo”. (Antonin Artaud)

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LA DESPEDIDA


La tememos, la rehuimos, y al cabo del tiempo, incluso podemos llegar a guardarla en la memoria con más claridad que a quien hemos despedido. Cada despedida parece ir marcando un camino de migas de sueños hasta llevarnos a la última de ellas y ellos, a la muerte.

Pero en realidad, ¿es posible la despedida? Ante cada decisión a que la vida nos enfrenta, presentándonos en forma de abanico tantos caminos a seguir, al final, inevitablemente, escogemos uno, incluso el de no tomar ninguno de los propuestos o imaginados hasta ese momento, pero una vez elegido el camino, sea cual sea, la despedida ya es imposible.

Nunca podremos despedirnos de los millones de sensaciones recibidas a lo largo de la infancia, sobre las que, además, no solíamos tener la menor posibilidad de elección: esos niños y niñas que pasaban a ser nuestros amigos porque el azar hizo que nuestros padres se hicieran amigos de los suyos, tanto como la pegajosa caricia de la señora a la que recordábamos su nieto, algo inimaginable cuando eres nieto . . .

Nos acompañan nuestros muertos tanto como los hijos que nos han de enterrar, dolores cruelmente inolvidables junto a esos momentos en que la vida, tan caprichosa, nos besa en la boca y perdemos el tiempo preguntando porqué.

Aquella casa, aquella escuela, aquel barrio, aquella primera novia y aquel último pantalón corto, tantas cosas de las que creemos habernos despedido, cuando en realidad han estado condicionando cada uno de nuestros pasos desde entonces, han sido la brújula que ha señalado el rumbo de nuestra vida desde el mismo momento del encuentro.

Creemos decir adios, separarnos, y, como en tantas ocasiones, volvemos nuestra vista a lo aparentemente perdido mientras perdemos la ocasión de ser conscientes de su, para nosotros, eterna e inevitable presencia.

Creemos decir adios, pero de nada vivido nos podemos despedir. Sólo nos despedimos de aquello a lo que no permitimos entrar en nuestra vida, de la experiencia rechazada, de la oportunidad perdida, de la idea abandonada, el resto nos acompañará y condicionará, nos guste o no, hasta el último suspiro.

Así que, ¡hasta siempre . . . !
 

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EL MISIONERO

De todos los lugares que había recorrido como misionero, la región de Tampala siempre era la que primero acudía a su memoria. Allí, hacía más de cuarenta años, cuando llegó por primera vez a la parte del mundo que la providencia había elegido para que evangelizara, se había encontrado con dos aldeas de población similar, pero formas de vida muy diferentes: mientras en la aldea norte existía una rígida jerarquización, tanto en la sociedad como en familias y clanes, la aldea sur era su antítesis: una sociedad relativamente igualitaria donde hasta las mujeres disfrutaban de ciertos derechos. En ambas intentó extender la palabra de Dios, pero la reacción en ellas fue completamente diferente: en la aldea norte fueron suficientes un par de regalos al reyezuelo y al chamán para conseguir que se prohibiera a las mujeres mostrar impúdicamente sus pechos, que desde el principio de los tiempos llevaban al aire, mientras que en la sur su propuesta, tratada en asamblea, fue recibida con carcajadas y algunas miradas de cierta lástima que el orgullo del misionero no pudo soportar.

El proceso de evangelización fue también diferente en cada pueblo: en el norteño bastó convencer al rey de que el dios cristiano había decidido que él reinara sobre sus súbditos para que obligara a bautizarse a todos ellos. En la aldea sur, por el contrario, tras escucharle atentamente, se decidió por unanimidad que podía hacer todos los rituales de su extraña religión, incluso un templo si así lo quería, pero no imponerla al resto de los vecinos, para frustración del entusiasta misionero. De nada sirvieron los obsequios y menos aún las amenazas con un infierno del que todos preguntaban donde se encontraba y si él había estado allí para describirlo con tanta precisión y detalle.

En el díscolo y pagano poblado sureño, además, vivía una chica que desde el primer día causó cierto desosiego al joven misionero, siempre sonriente y curiosa ante sus extrañas palabras. Fue la primera a la que intentó convertir y bautizar, pero no sólo no lo consiguió, sino que recibió como pago a su esfuerzo una humillante caricia en la cara diciéndole: “Eres como un joven guepardo asustado al que le gusta rugir como un león . . .”

El misionero desistió, al cabo del tiempo, de evangelizar la aldea sureña, donde acudía una vez los domingos para celebrar una misa a la que sólo asistían por curiosidad dos ancianas que nunca llegaron a bautizarse y Tika, la joven que durante semanas había ocupado los sueños del misionero, a la que decidió considerar una peligrosa tentación enviada por Satanás, una prueba de Dios a su fe.

Pocos meses después llegaron a la región las acciones de una guerrilla, financiada por cierta multinacional minera asentada al otro lado de la frontera. Bien informados sobre los fondos que el misionero había recibido para construir una iglesia, tuvieron con él un encuentro en que le dieron a elegir entregarles el dinero o decidir cual de las dos aldeas bajo su tutela habría de ser arrasada. Él se sabía seguro e inmune en su condición de hombre blanco ciudadano de un país europeo.

Tres días meditó el misionero sobre qué decisión tomar, tres días en los que recorrió ambas aldeas sintiendo como cada sonrisa y saludo de la aldea sur se iba transformando en ofensas en su mente, mientras la falsa mansedumbre de la aldea norte era mirada como el fruto de la piadosa obra que Dios había designado para él. Al cabo de tres días, en un nuevo encuentro con uno de los líderes guerrilleros, tomó la decisión: no entregaría el dinero. “Bien, padre, elija entonces la aldea que destruiremos y que llevará en su conciencia el resto de su vida”, le dijo el mercenario creyendo poder hacerle cambiar su decisión. “La aldea sur”, dijo con voz levemente temblorosa, “ . . . y que Dios les proteja”. “No creo que Dios envíe armas para protejerles, pero usted tiene el dinero que puede salvarles la vida, padre”. “Ese dinero es para construir una iglesia. No puedo salvar vidas si a cambio condeno almas” dijo con un argumento que a él le pareció de una lógica irreprochable. La aldea fue arrasada al siguiente amanecer: los niños y niñas secuestrados para servir de soldados, el resto de la población masacrada. El misionero recorrió la aldea entre ascuas y cadáveres mutilados haciendo la señal de la cruz sobre cada cuerpo inerte. Entre ellos encontró el cadáver violado y mutilado de Tika, el amor que nunca tuvo el valor de reconocer.

A lo largo de los años siguientes el misionero levantó en África decenas de iglesias, convirtiendo a miles de personas a la fe verdadera, llegó a obispo y, ya en su vejez, a venerable cardenal. Hoy su voto en un cónclave decidió quien habría de ocupar el Sillón de Pedro, el más alto honor que un católico puede alcanzar, y mientras votaba, incomprensiblemente, el nombre de Tika, olvidado durante lustros, golpeaba sus sienes y oídos insistentemente. “Me encuentro algo indispuesto”, susurró a su secretario y amante secreto desde hacía años, “ . . . me retiraré temprano a mis aposentos”.

La luz del sol moría un día más tras la Basílica de San Pedro, inundando nuevamente de sombras el Vaticano.

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LA FOBIA

Daniel sabía que debía decírselo y que seguir dando largas al asunto sólo serviría para empeorar todo, sólo faltaban dos días para la boda. “Debo confesarte algo antes de la boda, pero no sé si seré capaz ...” dijo mirando fugazmente a Cristina. Ella, sonriente y segura de conocerle, preguntó con una sonrisa: “¿No me irás a confesar que eres gay?”. “No, que va, es otra cosa. . .”. “Déjalo, si te es incómodo, ya me lo dirás cuando te apetezca. Hemos vivido juntos tres años, creo que nos conocemos lo suficiente y nada que podamos descubrir el uno del otro cambiaría nuestra idea de casarnos, ¿o sí?” “No, no tengo ninguna duda sobre eso. De acuerdo, te lo diré, de alguna forma, pasado mañana durante la boda. No te preocupes, en realidad es sólo un detalle, pero. . .” Los dos días anteriores a la boda parecieron eternos para ambos, pero los mil preparativos no impedían que ocasionalmente la preocupante idea cruzara la mente de Daniel. Tenía que decírselo de alguna manera y tenía que hacerlo antes de llegar a la iglesia, pensó. Llegó el considerado gran día y todo parecía transcurrir dentro de la prefabricada armonía de las bodas urbanas: la llegada de los novios, los padrinos, los invitados, . . . Daniel había contado y ensayado meticulosamente los pasos que tenía que dar desde la entrada del templo hasta el altar y lo había hecho durante semanas, de tal forma que pudo llegar hasta el punto indicado sin apenas tropiezos. Pero una vez que estuvo ante Cristina, ésta comenzó a increparle en voz baja: “Pero ¿qué haces?, abre los ojos.” "No puedo", replicó Daniel, "no puedo". Tras insistir varias veces, ella optó, como última solución, por darle un pisotón, que consiguió que él inevitablemente abriera los ojos al tiempo que corría despavorido en dirección a la salida gritando: “Las cruces, las cruces. . .”

El pobre Daniel, estaurofóbico desde la infancia, creía tener controlada su fobia, su miedo irracional, en su caso, miedo a los crucifijos, pero descubrió, aunque tarde, que no era así.

Sólo hay un tipo de miedo más peligroso que aquellos que ya creemos controlar sin que sea así: los que forman parte de nuestra vida sin que sospechemos siquiera que nos acompañan.
 

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LA VIDA

Los hechos, simplemente, suceden, y mientras suceden, ocasionalmente, la materia se organiza de determinada forma con tendencia a perpetuarse, esporádicamente se erige en conciencia, y esa conciencia intenta captar y definir cuanto sucede, dando lugar a diferentes tipos de percepción y de pensamiento. A eso llamamos vida.

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NO ME DA LA GANA

El mar de las pasiones humanas

En el mar de las pasiones humanas navegan todo tipo de espíritus y con ellos todo tipo de alegrías y pesares. Todos buscan una isla donde llegar, el reposo de sus penas y algo que alimente sus inquietudes.

Inmersos en la misma tormenta, vemos como unos se hunden mientras otros sobreviven, y no podemos evitar preguntar porqué unos sí y otros no, preguntarnos sobre el inconmensurable conjunto de circunstancias que dan lugar a un hecho u otro.

A la respuesta ocasional a la pregunta permanente, unos llaman dios y ponen un nombre, otros , menos arrogantes, callan.

En el mar de las pasiones humanas incluso los supervivientes tienen cierto aire de náufragos. Algunos, a pesar de todo, se muestran sonrientes, y hasta los espejos dudan de si se trata de una simple sonrisa bobalicona o la luminosa sonrisa de algún buda iluminado.

¿Será acaso que son esos, los que han dicho “no me da la gana” ante tanta sinrazón, ante la reincidente invitación al sufrimiento inútil, los que han descubierto que, al final, riendo o llorando, vencedores o vencidos, en este juego al que llamamos vida, nos van a pagar lo mismo, y es tan sólo nuestra actitud, más o menos abierta o cerrada ante ese juego, la que marca la diferencia entre felicidad y sufrimiento, entre vida o muerte en vida . . .?

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LA RESPONSABILIDAD

Si todo lo humano es en si mismo subjetivo, pocos conceptos lo son tanto como el de responsabilidad. Incluso en el de libertad, que puede incluir desde ideas esotéricas a la pretendida libertad de arrebatar la libertad ajena, suele haber una parcela compartida: la de que libre es quien puede desplazarse en el espacio sin limitaciones a su cuerpo. Pero en cuanto hablamos de responsabilidad, es imposible encontrar una sola coincidencia en la que se encuentren todos los seres humanos:

Todos los tiranos y dictadores que en la historia han sido decían sentirse responsables ante algún dios o ante la patria, y era esa responsabilidad la que les empujaba al asesinato o al genocidio. De igual forma, sintiéndose responsables ante sus semejantes o ante determinado concepto de libertad, respeto o derecho, puede un ser humano lanzar una bomba entre una multitud de seres a los que desconoce, provocando un baño de sangre. Sintiéndose responsable ante las instancias más altas, las divinas, se llega a matar sin un atisbo de remordimiento: “Dios lo quiere” gritaban los cruzados cristianos durante la Edad Media mientras iban arrasando ciudades enteras a su paso, sin respetar siquiera la vida de niños o ancianos. Idéntico esquema se repite en la visión integrista de cada religión, tan oportuna siempre para mentes asustadas y acomodaticias.

Responsable de sus hijos se siente quien comparte con ellos su tiempo y emociones tanto como los padres que se limitan a proveerles de un mínimo de alimento y ropa, e incluso quien ni de eso se hace cargo. Responsable ante sus amigos se siente quien se limita a compartir con ellos los últimos datos futbolísticos tanto como quien abre sinceramente su corazón. Y todos, del primero al último, se sentirán personas responsables.

Si alguien, ocasionalmente, admite ser irresponsable, lo hará, muy posiblemente, para refugiarse en la falsa sinceridad de un defecto admitido, evitando así tener que subsanarlo. Responsable de todos y cada uno de sus actos, estando dispuesto a admitir y reparar cualquier error cometido, no recuerdo haber conocido a nadie, pero tengo la memoria llena de gestos y acciones propios y ajenos encaminados a la autojustificación de todo tipo de errores y egoísmos.

Será que yo mismo no soy lo suficientemente responsable como para admitir el estado de primitiva irresponsabilidad en que se encuentra mi especie.

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EL VUELO

Como la mayoría de las personas, no suelo recordar la mayoría de mis sueños, pero hay uno que guardo en la memoria con una nitidez sorprendente: el sueño de volar. Fue hace unos veinte años, pero lo recuerdo como si hubiera sucedido hace unas horas: de repente me vi ante un precipicio, pero lejos de sentir miedo, comprendí que debía volar para superarlo. Olvidando que no estaba en mi naturaleza el privilegio del vuelo, simplemente pensé:”Tendré que volar ”. . . y volé.

Mi primer pensamiento tras emprender un vuelo que era en realidad levitación, fue preguntarme porqué no lo había hecho antes, pues era tan simple y natural como lo es caminar durante la vigilia.

Por encima de cualquier otra consideración, dicho sueño me enseñó con meridiana claridad el poder de la mente sobre la materia, la existencia de niveles energéticos más o menos pesados o ligeros y la capacidad de condicionarse mutuamente unos a otros.

Cuando dudo si hacer algo es posible o no, rememoro aquel sueño, aquella sensación, y relajo la mente sabiendo que el más aparentemente inalcanzable de los sueños, ilusiones u objetivos , está al alcance de la mano si conseguimos vencer los miedos o prejuicios que lo declaran imposible.

Creer es crear, y en esta encorsetada dimensión que habitamos, conseguir que cada acto cotidiano sea un acto creativo es el más enriquecedor juego a que podemos aspirar.

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VÍCTIMAS DEL MALTRATO

Cuando dios era mujer . . .

Cuando dios, cualquiera de ellos, era mujer, el mundo era cálido y acogedor, las guerras se resolvían evitándolas y los conflictos casi nunca llegaban a guerras. Pero el mundo, que permaneció así durante milenios, no parecía, según decían los hombres, evolucionar, prisionero de la naturaleza, al tiempo que cautivo de una armonía incómoda para quienes no sabían reconocerla y crecer bajo ella.

Mientras dios era mujer, el hombre se sintió esclavo de su frustración por no poder ser semillero de vida y sus miedos apenas le permitieron ver su papel de indispensable semilla.

Y dios se hizo hombre, pero no bajó a la tierra, pues ya la habitaba.

Cuando dios se hizo hombre, como todo esclavo, guardaba el rencor de siglos, y como todo esclavo que rompe sus cadenas, volcó sobre su amo todo su odio y desprecio: hizo de la mujer un objeto, evitando la responsabilidad de mirarla como a un igual, transformó sus miedos imaginarios en cadenas reales, que la mujer habría de arrastrar sin derecho a réplica y, en ocasiones, sin derecho a súplica siquiera.

Cuando dios se hizo hombre, pareció que el ser humano evolucionaba: nacieron los estados, las ciudades y el comercio y con ellos las guerras, el orgullo sin dignidad y una demencial idea de honor que se lavaba con sangre. A tal extremo llegó la locura cuando dios se hizo hombre, que muchas mujeres se hicieron cómplices de ella, enseñando desde la cuna a sus hijos a perpetuar su arrogancia y sus miedos y a sus hijas a doblegarse ante el macho miedoso.

Y el mundo enfermó . . .

Un día, alguien pensó que tal vez dios, cualquiera de ellos, no debía ser hombre ni mujer o que, mejor aún, podía ser ambos sin que hubiera en ello contradicción alguna.

No hace mucho, al principio de los tiempos del final de la esclavitud de la mujer, algunas dijeron “basta”, otras muchas les siguieron y hasta algunos hombres comprendieron el mensaje. Se empezó a oír y sentir la palabra igualdad.

De entre esas mujeres, algunas hicieron uso de la grandeza de su naturaleza femenina e invitaron a todos a vivir esa armoniosa equidad, a creer y crear un nuevo dios que no fuera hombre o mujer, sino simplemente humano. Otras, heridas por los golpes recibidos, transformaron en odio su dolor, como antes hiciera el hombre, y reclamaron el derecho a la venganza, cayendo en el mismo error, repitiendo las mismas injusticias que habían padecido.

Pasó el tiempo, y mientras en algunas partes los más elementales derechos eran reivindicados con más de un siglo de retraso, en otros, los bien alimentados pero emocionalmente famélicos jóvenes primermundistas, olvidaban el esfuerzo de sus abuelas y renunciaban a buena parte de lo justamente conquistado.

Nadie parece encontrar su lugar en el mundo: ni las chicas, aceptando un neomachismo simplón, ignorante y peligroso, ni los chicos, tan desorientados como cobardes ante la nueva situación.

El camino en pos de una legítima igualdad que nunca debió ser cuestionada va dejando una senda de sangre y dolor, en la que sólo puede consolar a quienes ven caer a sus seres queridos el saber que su muerte no lo fue en una estéril guerra de codicia tan sólo, sino que ha contribuido, con una heroicidad que a nadie podemos pedir ni desear, a dar un paso más en pro de un futuro mejor.

El tiempo, eterno maestro que cura heridas tanto como deja cicatrices, conseguirá algún día equilibrar al fin la extraña dicotomía de nuestra especie, que parece ser capaz de estudiar, cuestionar y aprender todo, menos su propia y contradictoria naturaleza interior.

Nacerá así el último dios, el que no se planteará siquiera si es hombre o mujer, el primer dios que sea, ante todo, humano. Un último dios que será el primero que sepa realmente amar, ese bajo cuya luz esperemos que vivan algún día nuestros descendientes.

 

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UNA HISTORIA TERRORÍFICA

La historia, entre tantas, de Cecilia Coria Olivares, asesinada por su ex novio en Nerja (Málaga) el 28 de septiembre de 2008, y del dolor que desde entonces arrastra su familia.

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MEDICINAS ALTERNATIVAS

Intentemos poner cada cosa en su sitio y coloquemos a la medicina occidental, también llamada alopática, en el lugar que en justicia le corresponde: es insustituible para casos de mutilaciones, para recomponer cuerpos destrozados o tratar situaciones límite, pero, en el día a día, que sea la última alternativa.

Si fracasan todo tipo de medicinas preventivas, si fracasa el tratamiento con medicamentos de origen natural, si fracasa la homeopatía con su casi milagroso procedimiento, la acupuntura con sus irrefutables resultados y un último intento por encontrar el paciente el origen de su mal a través del conocimiento de si mismo, bien en la soledad de la meditación o en compañia de seres cercanos, profesionales o no, que le ayuden en ese recorrido, abramos de par en par las puertas a la medicina occidental. Entonces sí, entonces quememos el último cartucho en esa medicina con prioridades económicas sobre las humanas, de profesionales que no han pasado el más mínimo examen para comprobar su madurez o equilibrio emocional, ni siquiera una posible psicopatía, antes de permitirles decidir sobre la vida o muerte de sus semejantes. El sector, que lo hay, de médicos honestos y despojados del egocentrismo propio de todo chamán a través de los tiempos, se ve acorralado entre burocracia, mal uso de los medios disponibles, canallescos intereses políticos y mercenarios intereses económicos. Hay que reconocerlo: no pueden hacer más. No menos exigentes deberíamos ser, por supuesto, con los representantes de las llamadas medicinas alternativas, entre los que se esconden charlatanes y estafadores de todo tipo, pero es el mismo sistema sanitario oficial el que se encarga de evitar solucinar el problema, negándose a regular dichas disciplinas, no vaya a ser que los clientes, que sólo eso somos para ellos, descubran que funcionan.

Como última solución, desesperados y sin más alternativas, combatamos hormigas a carísimos cañonazos, recurramos a la medicina occidental, pero, si es usted creyente, rece antes, le ayudará a soportar los tan probables como desagradables imprevistos, uno de los cuales será, posiblemente, el último.
 

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ME RÍO YO DE LA SANIDAD


Al Claudio nadie le recordaba enfermo. Comía cuanto de comestible pudiera haber en el campo; bebía agua de un riachuelo, incluso cuando ya era uno de los tantos contaminados de la cuenca asturiana; bebía el alcohol que, según él, era el apropiado: una botella de aguardiente a la semana; no fumaba porque eso, decía, ahora ya es de señoritas; dormía, desde que volvió de la mili, con sus ovejas, que le calentaban y hacían compañía, según las malas lenguas, demasiada compañía . . .

 

Cuando alguien le preguntaba por su salud y su secreto para conservarla, el Claudio, que tenía tendencia a confundir términos y sinónimos, respondía: “Me río yo de la sanidad . . .”
 

El Claudio no se enfermaba nunca porque, según él, eso es para quien tiene tiempo de sobra, y él no lo tenía, a pesar de que vivió hasta los noventa y siete años, siete meses y una semana, según hizo notar en su entierro la beata Jacinta, la única que quedaba en el pueblo de su misma generación.
 

Lo que Jacinta no llegó a saber es que había otros sietes en el extraño juego de coincidencias numéricas: Claudio había enfermado siete dias antes de una simple otitis, que se hubiera curado con unas gotas que costaban exactamente siete euros, con el IVA incluído, los mismos siete euros que llevaba en el bolsillo en el momento de su muerte.

 

También eran sólo siete las ovejas que quedaban de su rebaño, y a siete periódicos diferentes había llegado la noticia de su longevidad y los siete pensaban contactar proximamente con él.

 

Pero lo que realmente había derrotado la salud de Claudio eran sus vacaciones, las primeras que decidió tomar en su vida, para probar como era eso de estar sin hacer nada.

Sólo siete días sin nada que hacer, pensó, olvidando su propia filosofía . . . y fueron los últimos.

 

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QUISIERA SER RÍO
 

Quisiera ser río para ver el milagro de la vida reflejado en un simbolismo perfecto:

 

El nacimiento, la vida brotando de la nada, aguas fluyendo mágicamente de una roca. Las saltarinas aguas infantiles, aqui cascada, alli catarata, brincando entre juegos sin sospechar siquiera que algún día serán remanso, las aguas puras y claras de la infancia.
 

El curso medio, la juventud, inquieta en sus certezas, convencida del valor de su inquietud, amnésica hacia su pasado, ciega ante su futuro, irreverente, rebelde o estancada, recibiendo afluentes que alimenten su cauce, cediendo sus aguas para hermanarse con la tierra que regará para hacer germinar nueva vida.

 

El curso inferior, la madurez, donde el caudal alcanza su máximo posible, donde algunos encuentran su lugar y otros se pierden en desorientadoras curvas de meandro, donde se crean deltas con los sedimentos de la experiencia y originales albuferas ante la cercanía de la muerte.
 

Y al final, el mar, sobre el que ya se está gestando un nuevo río que nacerá en la montaña al recibir la caricia de las nubes.
 

Quisiera ser río, porque ya sé que soy gota que sólo espera ser vapor de nube y alcanzar a ver, desde lo alto, el conjunto de este juego, la modesta pero maravillosa línea del río de la vida.


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YA QUE ESTAMOS
 

Ya que estamos aquí, irremisiblemente condenados a muerte, juguemos, a ratos, un poco con la vida: hagamos de lo inevitable costumbre y acostumbrémonos a decidir la suerte, invitemos a los serios seres perplejos a bailar la danza de lo imprevisible, mientras de todo quedan tan sólo reflejos, mientras se torna en abstracto lo tangible.

Ya que estamos aquí, en su compartida soledad cada uno, con su puñado de recuerdos por vivir, invitemos a los espíritus serios a bailar, a los cebadores de dogmas a dudar, y a quien no le interese el juego, simplemente a dejar a otros jugar, recibiendo la risa ajena por justo consuelo.

Ya que estamos aqui, saltemos el alto muro donde están firmes las argollas de las certezas, esas que siempre nos encadenarán. Demos vueltas sin prisas ni rumbo, limemos, fraternales, las asperezas, que no nos avergüence ser vagabundos, ni ser a veces tachados de rarezas:

¿Qué hay más raro que este mundo que mira, soberbio, sus flaquezas?
 

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LO ESTOY PENSANDO
 

La luz se balancea rítmicamente en un extraño e interminable baile sensual.

Desde la ventana, acuden a la llamada de la curiosidad todas las respuestas sin nombre.

La pequeña araña, que había tejido su tela en un rincón dos semanas antes, parece dudar ante lo evidentemente previsible.

Las suaves sinuosidades de las paredes acarician la vista con cada curva, con cada sombra.

El suelo, conjunto interminable de fragmentos abrazados por una simetría contestataria, se muestra como un mapa preciso de las cinco galaxias más cercanas.

El blanco inmaculado de la loza del baño parece retar a todos los demás colores.

Cada rincón de la habitación, creando mágicamente un espacio tridimensional, tiene su propia leyenda, y es a la vez cobijo e invitación a la vida.


 

Una diminuta y nerviosa hormiga corre por mi cuello hace un rato, pero no me creo con derecho a señalarle su camino ni a decidir su destino.

Mis manos acarician mis hombros negándose a separarse de ellos.

Yo sé que soy, pero no sé muy bien cómo ni para qué . . .


 

El doctor Rivas entró en la habitación de paredes acolchadas y dirigiéndose al joven que miraba indiferente el chaleco que le impedía todo movimiento, preguntó:


 

“¿Cómo estás hoy, Raúl?”


 

“Lo estoy pensando . . .”


 

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¿POR QUÉ ME ENGAÑASTE?
 

Dice un antiguo refrán ruso: “Si me engañas una vez, es culpa tuya, si me engañas dos, es culpa mía”.

Desde que lo oí por primera vez, hace más de veinte años, he tratado de aprender e interiorizar la demoledora lógica de este proverbio, intentando no caer en el error repetido a que una extraña parte ingenua de mi naturaleza siempre me ha arrastrado: el error de creer que cuanto una persona es capaz de hacer una primera vez, por estar en su naturaleza el hacerlo, no lo hará una segunda o tercera si se le presenta la ocasión.

 

La experiencia me ha enseñado que, si nos encontramos con alguien que necesita el engaño o la mentira para sobrellevar su existencia, mejor apartarse de esa persona o no comprometerse mucho, porque inevitablemente nos arrollará en su autoalimentado torbellino de miedos e inseguridades.

 

Por otra parte, al cabo del tiempo resulta sumamente dificil diferenciar engaño de autoengaño, tanto en los actos propios como en los ajenos, pues cuando una persona decide engañar a otra siempre ha de darse antes un patético autoengaño que la haga convencerse de que ese, el camino del engaño, es la mejor opción posible, lo cual no tiene mucho sentido en cualquier especie social.
 

Engaño tras engaño nos vamos enredando en una telaraña de fábulas y alucinaciones de la que, al final, resulta imposible salir.

Como pago a tanto juego mezquino e irresponsable con nuestros semejantes y con la vida, un buen día ésta acaba decidiendo que, a modo de justo castigo, ya no podremos no ya ver, sino siquiera imaginar, la realidad bajo la luz de ese concepto tan deseado como esquivo al que llamamos objetividad.


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EL CHUMBO QUE ME DISTE


Cuando el anciano Chrif vió al joven Malik abandonar el pueblo poco antes del anochecer le advirtió:

“No te alejes mucho, la noche está al caer y el desierto es muy traicionero. Llévate estos chumbos para el camino”.

Malik, algo molesto por ser tratado como un niño, aceptó uno de los frutos rechazando el resto: “Gracias, uno será suficiente”.

La noche y el desierto, como oyendo la advertencia del anciano y despreciando la arrogancia del joven, cayeron sobre éste con todo su peso y crueldad.

Al cabo de apenas tres horas Malik se supo perdido y comenzó a sentir miedo. La temperatura ya había bajado lo suficiente para congelar un agua inexistente, pero no era esto lo que más preocupaba al joven, que optó por enterrarse en la arena hasta el cuello y se dispuso a pasar la noche, sino la ausencia total de agua en el infierno que llegaría al amanecer. A la mañana siguiente comenzó el calvario de la sed y la impaciencia juvenil hizo que Malik olvidara las más elementales normas de supervivencia, no recordando volver sobre sus pasos, claramente marcados en la arena.

Tres dias estuvo el joven perdido en el desierto, hasta que un tío suyo, junto a unos vecinos consiguieron, aunque moribundo, encontrarle.

Durante ese tiempo su deshidratado cerebro creó todo tipo de alucinaciones, varias revelaciones místicas entre ellas.

Al llegar al pueblo, el viejo Chrif le recriminó:

“Te lo advertí, Malik, tu insensatez casi te cuesta la vida, que sin duda debes a la fruta que te dí antes de partir”.

“No, viejo estúpido, no has sido tú ni el chumbo que me diste, sino el único dios verdadero, quien me ha salvado. Nada te debo.”

Malik creó en los meses siguientes una nueva religión, tan verdadera como su arrogancia, tan ciega como su estupidez y tan ingrata como el peor fanatismo. Una nueva religión que, como todas las anteriores, pronto encontró miles de prosélitos y habría de provocar, a lo largo del tiempo, millones de muertes.

Ya desaparecido el anciano y atormentado Chrif, nadie hasta hoy había recordado hablar del modesto chumbo que, salvando una vida, cambió la historia del mundo y el destino de la Humanidad.

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ESENCIA Y EXISTENCIA - EL CICLO VITAL


Fui sudor en la cara de un esclavo nubio en el antiguo Egipto, lágrima en los ojos de su hijo al saber de su muerte, gota de sangre en la espada de un canalla que se decía de sangre azul, semen de una apasionada noche de amor, saliva que lubricó la palabra que dió lugar a una guerra, y cera en el oído del primero que comprendió que el único camino posible era la paz, gota de rocío, un día sobre tiernos brotes de trigo y otro sobre los hieráticos cipreses de un cementerio, salada gota de mar sobre el rostro curtido de un anciano pescador, colorada pintura de un cuadro renacentista, tinta en la pluma que escribió la carta de despedida de un suicida romántico, copo de nieve orgulloso de su forma única, esputo sanguinoliento de un tuberculoso, la primera leche que alimentó a un recién nacido y el agua refrescante en la frente de un moribundo . . .

 

Todo esto fui y mucho más que mi memoria ya no abarca, pero que está escrito en cada átomo de cada molécula de la que formé parte, en un infinito libro eterno e inconcebible del que apenas puedo imaginar una sola página.

 

Todo esto fuí, pero al final siento no ser ni haber sido sino mera existencia buscando la esencia de un indescifrable ciclo vital.

 

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LA MENTIRA


¿Existe alguna mentira que no nazca de un miedo?

 

¿Ha existido un sólo ser humano que no haya mentido a lo largo de su vida?

 

¿Cuánto hay de piadosa en una mentira piadosa y cuanto de mera mentira?
 

¿Miente quien, teniendo intención de mentir, dice por error la verdad?
 

¿Miente quien, no teniendo intención de mentir, dice por error una mentira de efectos trágicos?
 

¿Es mentira cuando una persona dice a otra que la ama sin saber qué es amar?

 

¿Qué mentira es más dañina, la que acaba siendo descubierta o la que morimos sin sospechar siquiera?
 

Si todos nuestros pensamientos y la existencia que construimos con ellos se basan en elucubraciones emocionales sin más base objetiva que la que le concedamos, mentiras al fin y al cabo, ¿no es cuanto llamamos mentira más que la intención misma de engañar o autoengañarnos, al margen de su supuesta carencia de objetividad? ¿Y no es ésta la actitud más necia que se puede mantener dentro de una especie gregaria cuya supervivencia se basa en el apoyo mutuo? Luego, ¿es quien miente algo más que un idiota?


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¿POR QUÉ FUMAMOS?

Tenía apenas cinco años cuando tuve mi primer encuentro con el tabaco, un encuentro sangriento, podría decirse.

Se encontraban un día mi padre, no fumador y su hermano menor, mi tío, fumador empedernido, en un bar con varios amigos suyos cuando, haciendo gala de esa capacidad natural para joder las cosas que siempre ha tenido mi tío Odilo, no se le ocurrió más que, con un cigarrillo en la mano, preguntarme: ¿A vos te gusta fumar, Tony? Yo, haciendo gala de esa capacidad natural para meterme en líos que siempre he tenido, le respondí tranquilamente: Sí.

Mi tío me tendió la mano con el cigarrillo y noté que se iba haciendo el silencio en el grupo. Cuando me disponía a darle una calada, recibí una bofetada no muy fuerte de mi padre, pero con tan mala fortuna que empezó a sangrarme la nariz.

Entre llantos oía los distintos comentarios del grupo, donde los fumadores se trasformaron en mis defensores: “Dejá al pibe, Antonio, si no le hace nada”, mientras los no fumadores sentenciaban: “Mejor así y no que acabe toda su vida fumando. Ya lo agradecerá”.

Yo desconcertado y lloroso, me sujetaba en la nariz el pañuelo que mi padre me había dado, interiormente preocupado por si habría algún castigo posterior.

De repente se me ocurrió decir, con una voz nasal y entrecortada:

“Jo, cuando el tío fuma le sale humo por la nariz y cuando fumo yo me sale sangre. . .”

Todo el grupo estalló en una carcajada, hasta mi padre, que intentaba mantenerse serio para dar efectividad a la supuestamente pedagógica lección.

Mi ocurrencia fue muy comentada y reída en las semanas siguientes y, lo que fue más importante para mí, no me castigaron sin poder salir a jugar al fútbol, que era lo único del tema que en realidad me preocupaba.

Alguna vez he pensado que tal vez por eso creí equivocadamente que fumar tenía una parte divertida a pesar de todo, y es posible que ese pensamiento erróneo, entre otros, fuera lo que me convirtió en fumador para el resto de mi vida.

 

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LA CUESTA

No me cuesta admitir la adversidad, pero me cuesta mucho admitir las desgracias creadas por la sinrazón humana.

No me cuesta el trato con personas de fe religiosa, a pesar de ser agnóstico, pero no soporto el trato con quien usa la fe ajena para el lucro propio.

No me cuesta demasiado transigir, pero sigo siendo intransigente ante la intransigencia.

No me cuesta reírme de la vida, pero se me hiela la sonrisa ante el humor negro con que ésta, a veces, reparte los papeles de su tragicomedia.

No me cuesta amar, pero me cuesta mucho soportar las formas enfermas del amor: el odio, la envidia y la posesión, entre otras.

No me cuesta nada admitir las diferencias, pero soy incapaz de admitir la desigualdad.

No me cuesta mucho creer en las personas, pero me cuesta muchísimo recuperar la confianza en ellas una vez perdida.

No me cuesta regalar, pero me cuesta discernir el regalo justo que agrade sin ofender a quien lo recibe.

No me cuesta olvidar dolores pasados, pero me cuesta mucho seleccionar cuales he de conservar como lecciones y cuales desechar por ser sufrimientos estériles.

Lo que más me cuesta, en definitiva, es resignarme a creer que la vida tenga que ser sólo una empinada cuesta sin retorno.

 

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EL ARCO IRIS


El arco iris no siempre fue como hoy lo vemos: al principio era blanco como no podríamos imaginar ni mirando la nieve más pura. En aquel entonces, todo era más simple: el mar era sólo una posibilidad y la vida un remoto milagro posible.

Un día, cualquiera de los perdidos entre millones de años, consiguió el blanco imaginar que era algo más que blanco, se imaginó diferente a si mismo, libre de la idea única de falsa apariencia diversa, y así nació el primer color. Cada nueva fantasía del blanco daba lugar a un color y cada recién nacido color creaba, con su mera existencia, millones de combinaciones cromáticas.

Y quería cada color que anidaba en el alma del blanco ser más hermoso, estar más presente, ser más en su coloreada egolatría.

A fin de evitar una guerra que parecía inminente, convocó el blanco a todos sus colores, a todos sus miedos, a todas las creaciones de su cromática mente, a fin de elegir uno que les representara. Cada uno de ellos expresó libremente su poder y su belleza, señalando uno a uno las flores, animales y frutos que ya formaban parte de su reino.

Cada expresión de cada color era majestuosa y sublime, y se convenció el blanco de que era imposible decidir que uno de ellos era mejor que otro.

Cuando todo parecía haber terminado, esperando todos expectantes el dictamen del blanco, apareció un color nebuloso y difuso que, lejos de exponer sus virtudes, se limitó a acercarse a cada uno de sus hermanos para susurrarles al oído: “Yo también soy tú”.

Al completar el círculo perfecto de los colores, el recién llegado lucía un negro azabache que contenía todos los colores imaginables y todas las luces y sombras posibles.

El blanco no lo dudó: “Tú serás quien nos represente, porque de todos tienes algo, te has formado tomando lo mejor de cada uno de nosotros y has sabido crecer sin competir”.

Desde entonces todos los seres vivos pueden disfrutar de todos los colores imaginables, pero sólo en el negro que ven al cerrar sus ojos encuentran el descanso a su deambular por la vida.

 

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AUTODIAGNÓSTICO

¿Está todo bien? Puede ser, pero si parece perfecto, desconfíe, no es propio de este universo la perfección, o sea el equilibrio perfecto.

 

¿Hay dolor? Atento al mensaje: hay que averiguar el origen. Puede ser el primer aviso, pero también el último.

 

¿Su trabajo, además de proveerle sustento, le produce placer o, al menos, le deja cierto tiempo para el esparcimiento? Si no es así, cambie de trabajo.

 

¿Le engañan? No se apure, le han dado una lección gratuitamente.

Y no olvide: “Si me engañas una vez es culpa tuya, si me engañas dos, es culpa mía”.

 

¿Encuentra que todo o casi todo es demasiado serio como para encontrar algo de humor en ello? Es que está mirando negativamente.

Aprenda a reírse primero de si mismo y el resto vendrá por si sólo.

 

¿Ya ha encontrado su lugar en el mundo? Entonces todo está bien.

Si no, mejor buscarlo cuanto antes, es la brújula de cada existencia.

 

¿Tiene dudas? Tranquilo, es síntoma de salud mental. Sólo un idiota puede estar completamente seguro de todo.

 

¿Se siente feliz y no sabe muy bien el porqué? No se preocupe, pero haga una pequeña prueba: si su felicidad implica en mayor o menor forma la felicidad de otras personas, sean quienes sean, está en el mejor camino posible en la vida.

Si, por el contrario, su felicidad empieza y termina en usted, cambie de actitud, significa que se ha auto secuestrado sin darse cuenta y posiblemente padezca el síndrome de Estocolmo.

 

Y sobre asuntos tan vitales como secundarios, la salud del cuerpo, por ejemplo, recuerde que éste siempre camina de la mano de la mente, nunca enferman separadamente, busque en uno el reflejo del conflicto del otro y nunca se equivocará en su autodiagnóstico.

 

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MALAS COMPAÑÍAS

Cuando tenía cinco años, Luigi me contó que los Reyes Magos no existían, que eran sólo una de las tantas mentiras de los adultos. Gracias a él descubrí que los adultos no eran tan fuertes como parecían, pues necesitaban mentir y detrás de la mentira siempre se esconde algún tipo de cobardía, como ya empezaba a sospechar a esa edad. Oí decir a mis padres que Luigi era una mala compañía, me prohibieron verle y nuestra amistad se redujo a echar ocasionalmente algún partido de fútbol, casi siempre en equipos contrarios.

 

Al principio de la adolescencia conocí a una chica dos años mayor que sabía, o así lo creía yo, todo sobre la vida y, además, decía estar enamorada de mí. Todo lo conocía y su conocimiento incluía el sentido bíblico del término. Ahora, al cabo del tiempo, pienso más bien que ninguno de los dos sabíamos mucho, pero eso siempre se sabe demasiado tarde. También en esa ocasión mi madre, sabiamente asesorada por un sacerdote católico muy aficionado a acariciarme insistentemente el pelo, decidieron que Carina era una mala compañía. No fue fácil separarnos, pero un oportuno cambio de residencia de su familia puso punto final a nuestras experiencias compartidas.

 

En mi primer trabajo ya me encontré algunas compañeras y compañeros libertarios que me ayudaron a dar los primeros pasos para comprender que en política, de derechas o de izquierdas, quien entre en el juego del poder social, no perseguirá más que la enfermiza intención de ser, de una forma u otra, tu amo. Todos mis jefes sin excepción, cautivos de su triste mundo de simbólicas corbatas rodeando cuellos, me recomendaron apartarme de esas malas compañías que acabarían truncando un brillante porvenir en la banca. Les hice caso, me aparté de las malas compañías y dejé la banca.

 

Y como el universo siempre confabula en la misma dirección, esa que marcamos a través de la extraña ilusión del libre albedrío, no pasaría mucho tiempo hasta verme rodeado de todo tipo de malas compañías: gente extraña que se negaba a dejar de jugar a pesar de haber dejado atrás la infancia y a dejar de vivir, a pesar de los palos recibidos; idealistas de todo tipo, convencidos de que morir por una idea por el bien común no es morir tanto; personas profundamente religiosas pero que no admitían más dios que el ser humano, con sus grandezas y miserias; gente que no tenía reparos en ir consumiendo su tiempo y salud de una forma tan autodestructiva como absurdamente libre; artistas de todo tipo, algunos incluso tan creativos como para dejar de creer seriamente en el arte; personas, en definitiva a las que, cuanto más conocía, más me costaba unir el adjetivo de malas a su compañía.

 

En el lado opuesto, sobre las buenas compañías, hago balance: con mi familia ni me hablo porque ya nada tenemos que decirnos tras regalarles la herencia paterna que tanto codiciaban. Mis hijos tienen ya su camino, y sólo me resta el papel de una amigable puerta abierta. Jefes y subalternos son personajes que ya hace años desaparecieron de mi vida. Mis formales y flemáticos vecinos, los de hoy como los de antaño, siguen haciendo cábalas sobre mi extraña existencia, pero no me incomoda ser sujeto creador de algo de fantasía en mentes cautivas del aburrimiento.

 

En los últimos tiempos vuelvo a juntarme con cierto grupo extraño compuesto enteramente de malas compañías y ya no tengo la más mínima duda de que ese es mi lugar en el mundo. Son gente tan libre como aquellos niños, Luigi o Carina, sólo que un poco mayores, personas que no necesitan mandar ni que les manden, y su compañía es, sin duda, un pequeño regalo de la vida.

 

Por eso, cuando ocasionalmente aparece algún amigo de dirigir vidas ajenas invitándome a apartarme de las malas compañías, suelo limitarme a decir: “Tiene razón y creo que seguiré ahora mismo su consejo”, dicho lo cual me alejo lo antes posible de su presencia y, por si acaso, sin volver la vista atrás.

 

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LAS FLORES DEL CEMENTERIO

Subastan el descanso eterno encima del nicho de Marilyn Monroe

EFE - Los Ángeles

Una residente en Beverly Hills subastará el nicho donde yace su marido, ubicado justo sobre el que descansa Marilyn Monroe, para hacer frente al pago de la hipoteca de su lujosa mansión, según informó hoy el diario Los Ángeles Times.

La vendedora, Elsie Poncher, de 70 años, anunció que pondrá a la venta la tumba en el portal de pujas en internet Ebay con un precio de salida de 500.000 dólares, lo que convertirá ese espacio en uno de los más caros del mundo por metro cuadrado.

Antes de su muerte, años después de que Marilyn Monroe se convirtiera en un mito, Richard Poncher amenazó a su mujer para que le enterrasen boca abajo sobre la tumba de la actriz, en caso contrario, "te perseguiré el resto de la vida", dijo la viuda recordando las palabras de su marido.

La tumba de Marilyn Monroe es la más popular del cementerio y recibe constantemente la visita de curiosos y admiradores, que depositan flores y dejan marcas de pintalabios en su lápida.

 

Tras leer ayer esta noticia no pude por menos que caer en algunas extrañas reflexiones:

 

¿Cómo se habrá tomado Marilyn el hecho de que en España su película “Seven year itch”(La comezón o picor del séptimo año) se haya traducido como “La tentación vive arriba” teniendo que soportar sobre sí a tan retorcido vecino?

 

¿Volverá el tal Poncher de la tumba para vengarse de su viuda si ésta le separa de su idolatrada Marilyn?

 

¿Se considerará dicha separación un “coitus macabrus interruptus”?

 

Y por último: ¿no es ésta la prueba evidente de que ni la muerte puede poner fin a la estupidez humana?

 

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¿QUÉ ES LA SALUD?

 

Salud es equilibrio entre cuerpo y mente: escuchar el mensaje de la mente para atender las peticiones del cuerpo y observar nuestro cuerpo para interpretar donde se encuentra nuestra mente, ese universo nuestro que tan arrogantemente creemos conocer.

 

Nunca decir sí cuando se siente no, ni decir no porque sí.

 

Extender nuestro yo hasta el límite de los yos ajenos. Allí, compartir.

 

Escuchar cuanto pide el cuerpo, no la mente, al comer. Atender a cuanto nos dice la mente, no el cuerpo, al amar.

Saber encontrar la armoniosa comunión de ambos, presentarles, esperando que nazca entre ellos una sana y fraternal amistad.

 

Mantener y hacer crecer una ilusión y curiosidad constantes, nunca creer el absurdo de que la vida ya no puede sorprendernos.

 

Aprender de cada paso, pasear por cada aprendizaje.

 

Buscar el consejo médico, pero evitar la trampa del refugio ajeno cayendo en la idolatría ciega.

 

No olvidar que el cuerpo enferma cuando la mente, cansada, le abandona en algún punto.

 

Saber que la enfermedad es aviso, no condena.

 

Algo de sol, mucha agua y el alimento mínimo necesario, garantizan una vida larga y una pena corta.

 

Sufrir lo imprescindible, reír lo posible, disfrutar viviendo.

 

Compartir cuanto se sabe, nos dará una vida humanamente rica. Aprender a amar, nos hará desentrañar el misterio del alma humana.

 

Aprender a morir es aprender a viajar más allá del ego. Llegado el momento, sepamos morir con el mismo empeño, ilusión y dignidad que pusimos en aprender a vivir.

 

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PEPE EN SU BARCA

 

Sorteando adjetivos esquivos y adverbios reincidentes, navegaba Pepe a través de una mar gruesa de palabras que amenazaban con hundir la nave verbal, mientras los sustantivos abstractos golpeaban su rostro curtido en mil batallas literarias.

 

Temiendo encallar en las traicioneras arenas del silencio y la página en blanco, la aterradora redundancia o la malsonante cacofonía, emprendió rumbo a la antiquísima Narixa, reino de juglares, pintores músicos y literatos.

Neptuno, envidioso de sus textos, que a la bella Afrodita había decidido encomendar, desató la más terrible de las tormentas.

Mas Pepe, henchido de valor, resistía: un golpe de timón adverbial y se estrellan los equívocos contra las olas del casco literario en ruidoso estruendo, deambulando la espuma entre significados ambiguos.

 

Constante en su empeño, desafiante en sus argumentos, dejaba que las olas preposicionales golpearan la proa de su dialéctico navío.

No desfalleció Pepe en su tarea, sorteó controversias interiores, dejó temporalmente de lado paradigmas utópicos, e incluso las onomatopeyas que emitían los estudiados silencios literarios, como el chapoteo en las pozas que surgen en las hondonadas de la mente.

 

Así arribó a una diminuta cala de Narixa, aquella que desde tiempo inmemorial era conocida como Balconcillo del Mundo, donde sus compañeros, todos ellos de la tribu de los tertulianos, le aguardaban expectantes:

 

¿Qué llevas ahí, Pepe? ¿Qué has pescado?

 

Nada, un par de adjetivos que el oleaje dejó sobre cubierta. Voy a ver si le compongo una oda a mi barca. . .

  

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LA BOMBONA EN LLAMAS


La Bombona era el local más vivo del barrio y donde casi, casi todo ya había sucedido. El nombre había sido originalmente La Bomba, y procedía de finales del siglo XIX, época de contubernios y asonadas militares, trasiego político y romanticismo e idealismo desbordados.


En sus sótanos se habían reunido a menudo grupos de liberales cuando la palabra significaba, todavía, defensores de la libertad.

Tras la proclamación de la Primera República el propietario decidió ostentar con orgullo un nombre que en aquella época era sinónimo de resistencia.

En La Bombona se reunían todo tipo de personas, desde jubilados sedientos de ruido de juventud a jóvenes sedientos de la experiencia de aquellos pocos ancianos supervivientes de la Guerra Civil.

Todas las ideologías consideradas de izquierdas estaban allí reflejadas, pero también la de un falangista que nunca se llegó a quitar el yugo y las flechas de la solapa, ni decía más palabras que las imprescindibles para pedir el siguiente chato de vino. Eternas discusiones bizantinas sobre si era legítimo o no que se le permitiera entrar allí ocuparon docenas de noches de tertulia en el comedor del local.

También un señor trajeado, bombero honorario y monárquico convencido, formaba parte de la clientela. Nos referíamos a él como el Sr. Alcalde, un apelativo más que merecido por la dignidad de su porte, al menos antes de terminarse los tres o cuatro primeros güisquis.

Y había más, mucho más entre su clientela: los más jovencillos del barrio, muchos de ellos enganchados al caballo e intentando vender el botín de sus correrias; refugiados cubanos en su primera época y sandinistas después; algunas prostitutas ocasionales que descubrían asombradas, de mano de los jóvenes más radicales, que su oficio no era más indigno que la falsa sonrisa de la secretaria de un ejecutivo.

 

Y los transeúntes, como una pareja de escritores daneses procedentes de Marruecos que quemaron en una noche, asombrados por la acogida recibida, cuanto llevaban para fumar un año en su tierra. Un ex sacerdote, ahora marxista convencido, y un ex marxista empeñado en que descubriéramos al verdadero dios del amor. Enfrente a La Bombona vivía una gallega enorme con un amante japonés diminuto, desatando en cada paso la imaginación y curiosidad de quien los viera. Varios pintores a cual mejor y más borracho y muchos escritores, la mayoría con poco tiempo para escribir entre copa y copa; un escultor que había renunciado a una fortuna de unos cinco millones de euros porque decía que en su familia eran todos unos fascistas y que se alimentaba ahora a base de zanahorias y coñac Fundador; etc., etc.

 

La Bombona fue desalojada por varias redadas policiales, en la que poco ilegal se encontraba, salvo alguna idea extraña difícil de identificar. El local llegó a ser la obsesión personal de Billy el Niño, uno de los policías más famosos, corruptos y torturadores de la Transición. Llegó en una ocasión a detener a todo el bar al completo, sin más motivo que su voluntad y, como no cabíamos en los cuatro coches celulares que había llevado, nos dio la dirección de la comisaría, a unas manzanas, y nos dijo que nos trasladáramos allí, como así hicimos, presentándose una pequeña multitud . . . cada uno con un cuba libre en la mano.

 

La Bombona había recibido muchas amenazas y varios avisos de bomba, como era de esperar, pero allí sólo explotaban mentes y las ideas no daban miedo. Quien estuviera en asuntos más serios o complicados, siempre lo hacía a título personal y al margen del local.

 

Un mal día, no fue una bomba, pero sí un incendio el que acabó con La Bombona. Los peritos encontraron restos de gasolina y fue suficiente para desatar todo tipo de especulaciones y sospechas.

Una semana después, tres sedes de cierto grupo de ultraderecha también ardieron misteriosamente.

En la televisión, donde no salió el atentado a La Bombona pero sí el incendio de los locales ultraderechistas, se oyó gritar a cierto joven de impecable camisa azul: “Esto han sido los rojos hijos de puta de La Bombona”

La Bombona, triste y calcinada, puso su grano de arena en la Transición y volvió a recuperar, de alguna forma, su espíritu libre de un siglo antes. . .

 

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EL MARCA-PÁGINAS


Nunca había creído en ningún tipo de magia. Casualmente encontró aquel extraño marca-páginas dentro de uno de los tantos libros que compraba cada domingo en el Rastro madrileño.

“Cuidado con lo que compras, tío”, le dijo con una sonrisa enigmática un joven yonqui que acompañaba al anciano vendedor de libros.

“Y tú cuidado con lo que tomas, que se te va a caer la última neurona”, le respondió un tanto molesto.

“Este libro tiene un marca-páginas mágico que le hará vivir las sensaciones de las páginas en que lo coloque”, le dijo el anciano.

“Ya, y supongo que por eso el libro será mucho más caro. . .”contestó con ironía.

“No, el libro cuesta lo mismo que todos los demás, dos euros, el marca-páginas es gratis y llevárselo es elección y responsabilidad suya”.

“Me lo quedo, y sobre el marca-páginas, perdone, pero sólo creo lo que veo.”

Un tanto desconcertado pagó el libro, dejó el marca-páginas dentro y se alejó hojeándolo.

“Cuidado con la última página, tío”, le gritó el yonqui.

“Vete a la mierda, colgado”, murmuró entre dientes.

“¿La última página?, pues justo ahí es donde va a ir el jodido marca páginas, listillo”, pensó, y procedió a colocarlo en el sitio elegido.

No había caminado ni diez metros cuando se desplomó. Como en cada acontecimiento dominical del Rastro, cada cual representó su papel:

“Una ambulancia, llamen a una ambulancia”, gritaba histéricamente una señora de mediana edad.

“Yo no tengo saldo, que llame otro, contestó un adolescente que, a su lado, observaba con cierto morbo el cuerpo recién caído”.

“¿Estará muerto?, preguntaba fascinada la joven que parecía ser su novia.

“Aparten, que soy médico”, decía el Lucas, otro yonqui treintañero del que todos conocían su oficio de carterista. Mientras los tenderos habituales sonreían, el Lucas descargó, con gran disimulo, al hombre del peso de su cartera, al tiempo que afirmaba: “Voy a llamar a una ambulancia”, y se perdía entre la multitud.

Mucho antes que la ambulancia llegó una patrulla de la policía municipal madrileña, conocida mundialmente por sus educados modales.

“A ver, ¿se apartan o tenemos que decirlo de otra manera?”, fue el primer y último aviso antes de sacar las porras y empezar a dar golpecitos en las rodillas de los curiosos.

Al final llegó la ambulancia, que no pudo sino transportar un cadáver.

Uno de los policías recogió los pocos objetos personales que llevaba el ya difunto, el libro entre ellos, y, abriéndolo por donde se encontraba el marca-páginas vió que allí sólo estaba escrita una palabra: FIN.

“Bueno, al menos le dio tiempo de acabar el libro. . .” susurró el policía.

 

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ABRIR LA MENTE A OTRAS POSIBILIDADES

 

Usted piensa que la felicidad no está hecha para usted, que eso sucede sólo en las películas o en la literatura. Tan convencido está de que nunca llegará a ser feliz, o de que eso no es más que una sandez, que desconfía cuando ocasionalmente la felicidad se planta ante su puerta y llama. Hasta ahora nunca se atrevió a abrir, y posiblemente muera sin hacerlo.

 

Usted cree que, en política, el mundo está lleno de idiotas que no comprenden nada, ni siquiera esa su lógica que le lleva a votar a grupos ultra conservadores porque, ya se sabe, saben lo que hacen, como tantas veces y tan bien han demostrado. No comprende que no se expulse a los extranjeros, a pesar de que sus padres y abuelos emigraron, ni que se permita la existencia de ciertos grupos e ideas indecentes.

Usted tiene todo el derecho a creer y votar a quien le parezca, sólo su obsesión por invitar a expulsar o matar a todo el que no piense como usted le convierte en un elemento digamos asocial, por no decir, simplemente, un sociópata.

 

Usted tiene fe en otros seres mortales como usted que aseguran poder comunicarse y representar a seres inmortales invisibles. Y sufre por ello, constantemente obsesionado por ser un buen siervo de su dios y sus presuntos representantes antes que buen hermano de sus semejantes. Mientras sus miedos se amplían, sus sueños se acortan, y cada día está más convencido que a los integristas religiosos habría que aplicarles la pena de muerte, a los de todas las religiones menos la suya, claro.

 

Usted cree que hay costumbres, ideas, instituciones y valores creados por nuestros antepasados que han de estar por encima de todo, incluso del ser humano. Se olvida del detalle de que toda idea fue innovadora y rebelde en el momento de nacer, y que todas, salvo el apoyo y el respeto mutuo, han terminado por pasar de moda. Usted, en sus miedos, no sólo pretende luchar contra la lógica más elemental, sino contra el mismo paso del tiempo, pero será el tiempo, le guste o no, el que ponga punto final a su vida y todos sus miedos.

 

Usted, que se considera una persona con altos valores morales, no admite que el sexo deba tener otro fin que la reproducción, costándole soportar a homosexuales, bisexuales, practicantes kamasutreros y demás pervertidos innombrables, pero parece olvidar el detalle de que nadie ha pretendido nunca imponerle determinada forma de vida, sino que se respeten todas. Le aterroriza que se le insinúe tan sólo que su odio a esas formas de vivir pueda tener su raíz en que eso que usted llama perversiones posiblemente anidan en su mente buscando un hueco por donde expresarse. Porque usted, como todos los que temen la vida, teme sus regalos, y el placer está entre ellos.

 

Usted tiene miedo de perder su trabajo, sus ahorros, su pareja, su coche y tantos objetos con los que ha construido su cerrado universo.

Siempre habrá otro trabajo, el dinero es una ilusión canalla en el Primer Mundo y una pesadilla en el resto, y su pareja, si no quiere ya compartir su vida, ¿para qué la quiere retener? El mejor coche que consiga tener acabará en un cementerio, como usted, y el resto de sus sagrados objetos de lujo, en la justiciera e igualadora basura.

 

Tal vez lo único por lo que debería sentir miedo es por no saber deshacerse de sus miedos, pero entonces ya no sería usted un esclavo de ellos, y ya sería otra persona.

 

Deje de producirse tanto sufrimiento: abra su mente a nuevas posibilidades. No hace falta siquiera que las enuncie, vívalas simplemente o, al menos, deje vivirlas a los demás.

 

¿Qué tiene que perder, además de sus miedos?

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA ÉTICA MÉDICA

 

El Dr. Monroe, famoso cirujano plástico de Beverly Hills, tiene ante si una adolescente de catorce años obsesionada con rellenar sus pechos de silicona y una madre llena de dudas. Sabe que debería remitirlas a un psicólogo, pero eso pondría en entredicho su reputación y en peligro sus ingresos. Decide entonces que si no lo hace él otro lo hará, y que se debe respetar la voluntad del paciente y de su familia. Considera su decisión plenamente ética.

El Dr. Ngabe, tras terminar sus estudios en la Facultad de Medicina de Dakar, decide marcharse al Primer Mundo, donde le espera un bienestar material que nunca alcanzaría en su tierra, donde viviría, no obstante, muy bien. Algunos le llaman egoísta, pero él cree que su decisión no choca con la ética médica y deja el inmenso trabajo sanitario de su tierra para personas más idealistas llegados de tierras lejanas.

El Dr. Silva ha decidido esta mañana que al paciente de la habitación 313 no vale la pena mantenerle vivo. Es cuestión de días, se justifica. No consulta su decisión con el paciente, consciente aún, ni con sus familiares, que todavía albergan esperanzas: les considera personas sin la preparación suficiente para tomar tal decisión. Silva distorsiona la realidad hasta el punto de olvidar que él estudió medicina, no ética, y que aunque así hubiera sido, estaría usurpando un derecho fundamental de toda persona: el de decidir sobre su propia vida. Pero Silva está convencido de que la ética rige su decisión.

El Dr. Gavillón, médico militar, es seleccionado para experimentar en los soldados recién incorporados al cuartel un nuevo fármaco. El ejército ha llegado a un acuerdo con la empresa farmacéutica que ha preparado el compuesto, acuerdo que incluye mantener en absoluto secreto las pruebas. Órdenes son órdenes, se justifica, y pone las inyecciones que provocarán dos muertes, según él, inevitables. Meses después, siguiendo una ética similar, participa en el interrogatorio y tortura de dos sospechosos de terrorismo: órdenes son órdenes.

Si un médico, parapetado tras su ética personal, tiene derecho a no recetar anticonceptivos o negarse a practicar un aborto por sus convicciones morales o religiosas, o bien a decidir unilateralmente sobre la vida de sus pacientes, igual derecho tendrá un conductor de autobús musulmán a negarse a transportar cristianos o un cocinero judío a preparar comida para comensales gentiles, y serían muchos los que, ejerciendo el mismo derecho, se declararían anarquistas y se negarían a pagar cualquier impuesto a una organización, el Estado, que consideran la fuente de casi todos los males sociales.

 

Al parecer aún no tenemos claro que la ética profesional es un acuerdo social, un acuerdo consensuado, no aplicar cada cual su ética individual según le parece o interesa.

 

Toda ética es cuestionable, pero mientras se construye el nuevo esquema admitido mayoritariamente, no hay mayor peligro que el de que cada cual obre, en asuntos profesionales, según su propia conciencia, porque cada conciencia es única y, como tal, todo cabe en ella, incluida la falta absoluta de conciencia.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA ÉTICA MÉDICA


Un juez puede equivocarse al dictar sentencia y transformar la vida de un inocente en un infierno, pero aún le quedará al inocente la esperanza.

Un militar o un político pueden iniciar una guerra que será, como todas, demencial y sangrienta, pero siempre cabrá la esperanza de la paz.

Un mal profesor puede arruinar nuestra imaginación y cercenar nuestra capacidad de aprender y de disfrutar aprendiendo, pero siempre cabrá la posibilidad de que aprendamos de sus errores.

Un sacerdote, de cualquier religión, pretenderá salvar nuestra alma y muy posiblemente arruine parte de nuestra capacidad para ser feliz, pero siempre cabrá la posibilidad de la huida o la rebelión.

Pero cuando es el cuerpo, el sustento de toda acción y emoción, el que peligra, jueces, políticos, militares, profesores, el hombre más rico o poderoso del mundo, y usted o yo, caemos de rodillas ante un médico y estamos completamente desvalidos y en sus manos.

Resumen en su profesión toda la grandeza humana, pues solidario, humano y honesto es todo buen médico, pero también cabe en ella la peor arrogancia, crueldad y necedad que podamos concebir.

Si pensamos que el código ético de este colectivo vital para nuestras sociedades lo decide un pequeño grupo de personas del mismo colectivo y que a ninguno de ellos se les hace un mínimo examen que garantice que un psicópata o un sociópata nunca formarán parte de tan noble profesión, nos podemos hacer una idea de hasta qué punto somos, tal vez seres racionales, pero todavía sumamente primitivos.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL UNIVERSO ELÉCTRICO

Parece muy razonable la hipótesis planteada por el documental presentado por Javier. El simple hecho de descubrir que las partículas subatómicas que flotan en el vacío estelar poseen carga eléctrica es suficiente para tener una base sólida sobre la que estructurar una teoría consistente sobre un universo eléctrico.

Pero mis dudas van por otros derroteros. Para mí, el fondo de la cuestión es: viendo lo revueltas que están las compañías eléctricas, ¿quién paga el recibo de tanta electricidad?

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

ENTRE EL SER Y LA NADA

 

Entre el ser y la nada transcurre nuestro todo:

Un principio que necesitamos olvidar por traumático.

El cobijo de la infancia, que nos obligan a olvidar porque, dicen, es demasiado lúdico y fantasioso.

El temperamento de la juventud, tiempo de dudas e inseguridades, afianzándonos, mientras crecemos, a lo imprevisto.

El remanso de la madurez, cerrando el transcurrir elíptico de la vida: de niños a adultos, de hijos a padres, de víctimas a verdugos, pasando a veces a ser verdugos de verdugos, para terminar siendo víctimas y verdugos de todo.

El sorprendente sabor de la vida, las mil verdades que sustituyen a la que creíamos verdad única. La comprensión del dolor y el dolor de comprender.

Cada persona que comparte y escribe nuestro camino. Cada camino que escribimos en cada persona. Cada huella que dejamos y recibimos cuando es, además, una persona amada.

Las enriquecedoras preguntas constantes que alimentan los sueños sin transformarlos en una pesadilla de dudas.

El calor humano que buscamos para crecer y la soledad en que aprendemos el placer de dar y cosechar placeres y emociones.

Todo cabe en un instante de tiempo, que en ocasiones se presenta como suficiente y en otras ligero como un suspiro.

Una vida, todo un universo creado en nuestro ciclo vital.

Y todo cabe entre el ser y la nada. . .

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

¿QUÉ ESPERAS DE LA SANIDAD?

Muy a menudo creemos que las ideas humanas constructivas avanzan a lo largo del tiempo de una forma lineal, pero no es así. Parapetados en nuestra tecnología, a la que tanto adoramos y tan poco conocemos, creemos que hemos llegado a un nivel evolutivo sin parangón, olvidando que por el camino han quedado enterradas ideas que no sólo no hemos conseguido superar, sino igualar siquiera.

Recopilando mentalmente los distintos sistemas sanitarios que hemos inventado hasta ahora, me vino a la memoria uno aplicado en la antigua China del que había tenido noticia hace unos años a través de un relato corto en una web japonesa:

En cierta comarca agrícola, reunidos en asamblea, debatieron sobre cual sería el sistema sanitario más eficaz para evitar que el siguiente médico que tenían que contratar no abusara de su ignorancia, al ser la mayoría de ellos campesinos sin muchos estudios. Tras los oportunos cálculos económicos y un largo debate sobre la codicia humana, decidieron que desde ese momento no pagarían al nuevo médico cuando alguien enfermara para que le curase, sino que se le abonaría una suma suficiente para que pudiera vivir con holgura todos los meses, y que dicha suma se reduciría con cada enfermo, al que el médico 8debería sanar asumiendo el coste del tratamiento. Si moría un paciente, salvo accidentes o mayores de 70 años, el médico quedaría un mes sin paga. Como parte del acuerdo a firmar se incluía el derecho de los ciudadanos a cancelar unilateralmente el contrato si consideraban que el facultativo no estaba relizando bien su labor.

En dicha situación, un médico, tenga la formación que tenga y por todos lo medios a su alcance, hará cuanto sea posible para que todas las personas a su cargo se mantengan sanas, intentando no ya curarlas, sino simplemente que no enfermen. Se verá abocado, bien por ética, o bien por codicia, a utilizar, desarrollar y mejorar la medicina preventiva, con los enormes beneficios que conlleva.

El sistema, obviamente, funcionó, pero es dificilísimo recopilar información sobre el mismo. Posiblemente algún funcionario imperial o el mismo emperador, decidió que, por efectivo que fuera, mejor prohibirlo, no fueran los campesinos a pensar, viendo los resultados, que de forma similar podrían negociar acuerdos con otros pseudoprofesionales que vivían a costa de ellos, por ejemplo, el mismo emperador.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


 

EL LIBRE ALBEDRÍO

Cuando me pregunto sobre la razón de que nos cueste y asuste tanto admitir que eso que llamamos libertad o libre albedrío sea tan sólo otra ficción de nuestra mente, suelo recordar el aforismo que nos define como “seres mortales con complejos de dioses inmortales”.

Admitiendo, sin más miedos que los habituales, que la libertad no sea más que otra ficción, me planteo, no obstante, el porqué de que lleguemos a concebir la inmortalidad, la eternidad, la paz o la misma libertad si no forman parte de la realidad. Un hecho lo explicaría: en un universo infinito, todo cuanto se pueda concebir en abstracto es una realidad concreta en algún lugar del espacio tiempo.

Son las consecuencias de un universo de proporciones 70-24-6: 70% de energía oscura, 24% de materia oscura y 6% de materia. Desde este reducido 6% apenas podemos acercarnos al resto del que, por lo que sabemos, también formamos parte. Sólo el ejercicio del pensamiento paradójico nos puede permitir rozar mínimamente esas fronteras.

Volviendo a nuestro pequeño planeta, aún cuando la libertad fuera una fantasía tan sólo, ha sido esa, tal vez ingenua ilusión, la que ha hecho surgir en nosotros los conceptos de igualdad, de respeto a las ideas y vidas ajenas y mil acciones y consecuencias de las que, aunque tanto sufrimiento han costado, deberíamos estar orgullosos.

Viendo de que descerebrada manera solemos pasar por la vida, como elefantes con urticaria en medio de una cristalería, me pregunto por qué no creer en la libertad, por ingenuo que sea, ya que de no ser esa ilusión serán otras, aún más pueriles, las que llenen nuestra mente: la moda del año, el modelo de coche deseado, o la persona que ocupe el puesto de objeto útil en la vorágine consumista que hemos creado. Aunque, eso sí, no libremente y, por tanto, sin ninguna responsabilidad.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


 

LA TIRANÍA DE LA CLAVE DE SOL


Porfiaba la astuta clave de sol en imponer su oscuro silencio, su arrogante labor de guía de sonidos cautivos: “Todos detrás de mi, quien se adelante no entrará en el juego y será expulsado de la partitura”.

La rebelde corchea intentó en más de una ocasión trepar por la barriguda figura y airear libremente al otro lado su modesto sonido, pero fue, como todos los que antes lo habían intentado, enganchada y retenida por el garfio de la perversa clave.

Pero un buen día una joven y traviesa semifusa alcanzó a imaginar que, por hermosas que fueran las melodías que ellas y sus hermanas creaban, debía de haber algo más, otro juego al otro lado . . . e imaginó la luz, la magia del mirar y la belleza de los colores. Y con la luz alcanzó a imaginar un espejo, y en el espejo intuyó que encontraría su libertad . . .

Colocó enfrente de la arrogante clave de sol el espejo que había conseguido crear su mente y lo dispuso de tal forma que el pentagrama se hizo infinito a ambos lados.

Y de las notas reflejadas en el espejo comenzaron a brotar músicas nunca oídas, caóticas unas, sublimes otras. Y todas las músicas supieron que existían los colores, y todos los colores descubrieron que por el universo correteaban ciertos entes llamados sonidos, acompañados siempre por dóciles silencios de todos los tamaños y formas. Y la música y los colores aprendieron a crecer compartiendo.

Algo más tarde encontraron al joven Verbo, balbuceante y onomatopéyico, y del primer juego colectivo nació la primera canción, pero esa, como ya imaginareis, es otra historia . . .

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL APEGO
 

Es apego cuanto nos ata a pequeñas mezquindades, pero también cuanto abre el alma a los seres queridos.

Por apego luchamos convencidos de que nos asiste la razón y acabamos en ocasiones perdiéndola, porque poco apego solemos tener a la razón y demasiado apego a nuestra única razón.

También por apego defendemos nuestro espacio, nuestros objetos e ideas, que sabemos valiosos para nosotros como para nadie, sólo porque son nuestros.

Por apego soportamos a nuestros padres y nos soportan nuestros hijos, ayudamos a nuestros amigos y nos vamos quedando poco a poco tan pegados como apegados a ellos.

Por apego a la tierra llegamos a matar por una bandera, que nunca vale más que el apego que creemos y creamos en nuestra insana fantasía.

Es puro apego a la vida el que nos empuja a iniciar un nuevo día incluso en los peores momentos y es ese mismo apego el que nos puede encadenar a cualquier objeto o quimera.

Por apego construimos y destruimos, todo por apego.

Un buen día el ser humano se apegó a las preguntas y nacieron las mitologias y las ciencias, como antes se había apegado a sus semejantes para sobrevivir y crecer, como antes había estado apegado a la misma tierra.

Tiempo después, cuando volvió su apego sólo hacia si mismo, ya sólo fue un pobre ciego que dejó de atrapar la luz, un sordo que dejó de escuchar el silencio y un ser solitario y triste que dejó de buscar su esencia.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net


 

EL AMOR

A veces la vida, siempre tan tragicómica y juguetona, nos toca con su varita mágica y nos encontramos en medio de un torbellino al que podemos intentar identificar como torrente hormonal o caos bioquímico o, simplemente, dejar de lado la sinrazón de la razón y reconocer que nos hemos enamorado.


Sucede entre dos y cinco veces a lo largo de la vida humana, pero una es suficiente para no olvidarlo jamás.

De repente, nuestros sentidos eligen otras normas de conducta, otras reglas de juego, nuestra mente baila al son de una música que no sabes muy bien cómo has compuesto a medias con otra persona. Trastocas completamente tu orden de prioridades y, por decirlo en pocas palabras, vas por la vida sin saber muy bien si vas o vienes.

Tan intenso es a veces el juego, que son muchos los que dejan transcurrir su vida rehuyendo volver a caer en él una vez que lo han conocido. El miedo, siempre tan libre, manda o intenta mandar imponiendo su patética tiranía.

 

Por el contrario, si no temes navegar esos mares de extrañas tormentas agridulces, al cabo del tiempo caes en la cuenta de que de casi todo te puedes enamorar, y es entonces cuando la vida, acostumbrada a ser generosa con quien lo es, te empieza a señalar las claves para navegar: las olas de las emociones ya no son peligrosos juegos malabares, sino el ciclo lúdico de un tiovivo y ya no importa qué sucederá, sino captar en cada instante cuanto sucede y saborearlo.

 

De esta forma la vida, transformándonos en locos lúcidos, nos apadrina y nos protege del miedo al miedo, de la vida sin color y de los colores únicos, nos toma en sus brazos y, con la amabilidad de una buena amiga, nos enseña la lección más hermosa, la que nos hará pasear de su mano en adelante: que sin importar mucho la forma que adopta, nada existe que valga la pena vivir que no vaya acompañado de amor.
 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 


EL OLOR DEL PARAÍSO

Hay un olor impreciso que no inunda nuestro cuerpo a través del olfato, sino en una suerte de ósmosis con todo cuanto nos rodea. No existe humano capaz de controlarlo por si sólo, ni grupo, por numeroso que sea, que pueda imponerlo. Viene a nosotros cuando jugamos limpio con la vida, cuando la acariciamos en vez de intentar retenerla. Ni está a la venta ni admite más especulación que ser o no ser. Siendo gratis, quien lo posee es rico y afortunado.

Lo sentí por primera vez cuando un grupo de niños pequeños dijimos no a los matoncillos que nos tenían atemorizados, y aún cuando el olor se mezclaba con el sabor de la sangre bajando por la garganta era un aroma inolvidable. También en la adolescencia, cuando se abrían las puertas de algunas casas para acoger a los jóvenes manifestantes que huían de la policía en un pais que apenas podía soñar con la democracia. Lo volví a sentir cuando, hartos de divagar jugando a ser ecologistas puros, una mente tan amiga como lúcida propuso: limpiemos esta playa y dejemos de hablar, y aquella playa olió a paraíso. Cada vez que he abrazado a una mujer sintiendo que abrazaba también a una amiga, olía sin duda a paraíso. Cada carta que llega de ese niño apadrinado al que no conozco pero sé que existe porque sus palabras huelen a paraíso. Y en más de una ocasión he sentido fugazmente ese olor en una tertulia, cuando no hay mente que caiga en la trampa del ego ni ego que esclavice a mente alguna.

Así nos va regalando la vida esas bocanadas de un aroma tan sutil que desaparece si lo persigues, y tan justo, que nunca arropará a quien no aprenda a disfrutar del placer ajeno tanto como del propio.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

EN FUGA

En fuga constante, tan sólo así sobrevive nuestra mente: en fuga de cuanto la realidad nos presenta a cada instante, de la evidencia de las sentencias irrevocables, de las certezas cuestionables y de las crisis de la crisis.

La vida, como las dictaduras y las bicicletas, necesita la fuga constante para sobrevivir y la duda para crecer. Ni las dictaduras ni las bicicletas saben, que se sepa, dudar, pero la vida aprende del error, y cada error lo transforma en nueva vida, más fuerte y estable.

Una vida en fuga que, por breve que parezca, nos puede regalar el olor del paraiso en el momento menos pensado, entre fuga y fuga.

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DIARIO DE UN GRILLO A GATAS

Busca otros que canten para ensayar y mejorar tu canto”, me habían dicho mis padres. “Ya eres mayor y debes comenzar tu vida, pero no olvides que te queda mucho por aprender”.

Les oía a lo lejos, con sus cantos extraños, afónicos y desacompasados, y pensé que sería una buena oportunidad para practicar y, sobre todo, para enseñarles. Al acercarme comprobé el enorme tamaño de sus cuerpos: eran verdaderos gigantes. Uno me sujetó con dos de los garfios de sus patas mientras yo, cerrando los ojos, suplicaba para no ser su alimento. Me dejó otra vez en el suelo entre un gran alboroto de otros gigantes: “Es un grilo, es un grillo ...” ¿Qué significará grillo?

Cuando ya me creía a salvo, otra sombra, más pequeña pero más rápida, me revolcó por el suelo con un golpe de su pata, al tiempo que se oía: “¡Cuidado, el gato, que se come al grillo! Me refugié en una cueva y decidí abandonar ese extraño bosque de árboles de metal y gigantes ruidosos.

Mis padres nunca me advirtieron que buscar compañeros de canto fuera tan peligroso . . .


Nekovidal 2009 –
nekovidal@arteslibres.net

 

DIARIO DE UN GRILLO A GATAS

Definitivamente, estos humanos están todos locos. Decenas de veces he comprobado que cuando cazo algún insecto de los que entran en sus casas, me recompensan y alaban mi trabajo, pues al parecer les produce miedo, a pesar de la enorme diferencia de tamaño de sus cuerpos. Más de una vez, tras cazar alguna araña o cucaracha, he recibido un buen trozo de jamón y unas caricias.

Pero hoy no, hoy se les ha dado por defender a un bicho feo que cantaba fatal, y me han empujado dos veces de mala manera.

No sé si debería consentirlo ¿No se han enterado todavía que el nuevo jefe supremo de los humanos es negro como yo . . . ?

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BATERÍAS

Monodiálogo de mediados del siglo XXVII:

Ser o no ser ... ¿no es esa la clave de todo? No, el ser es intrínseco, inevitable. Sólo cambia el cómo, el estado, el orden ocasional de la materia o la esencia energética que interactúa, forma parte y se presenta ante el resto del universo.

Luego, ¿todo es estar tan sólo? Estar y ser son, en definitiva, un único estado.

¿Y la muerte? Se trata de un concepto arcaico que . . . BIP, BIP, BIP . . .RECARGAR BATERIAS . . . RECARGAR BATERIAS . . .

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LA DAMA DE NOCHE

La Dama de la Noche vaga indolente por su jardín, impregnado del olor sofocante de docenas de damas de noche. Recuerda su vida, cuando en su juventud soñaba con encontrar el amor de su vida, para ser su dama en una mágica noche. También recuerda el largo paréntesis en que nunca fue dama, sino tan sólo una mujer triste perdida en inacabables noches tristes. Un día, que en ese momento le pareció que llegaba demasiado tarde, comprendió que no existe el amor de tu vida, sino el amor a la vida. Renunció a ser dama para ser mujer y a ser mujer para ser persona, a lo que ya nunca volvería a renunciar. Ahora, a sus ochenta y seis años, sonríe mientras rememora sin rencor tanto la primera como la segunda mitad de su vida. Esta tarde observa los ojos curiosos de los niños tras la verja del jardín, mientras les oye susurrar: “Esa es la Dama de la Noche, dicen que antes era muy guapa y ahora es una bruja . . .” Ella escucha y sonríe, feliz de poder regalar en sus últimos días un poco de ilusión a la fantasía infantil de sus jóvenes vecinos. La Dama de la Noche sonríe, poseedora del secreto del amor a la vida, mientras pasea por su jardín de damas de noche . . .

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VENTARRÓN
 

Había sido el único superviviente de una camada de lobeznos. Su madre había sido abatida por los cazadores y para Juan, que era agricultor y odiaba lo jabalíes, un lobo, mientras no se hiciera vegetariano, nunca sería su enemigo.

Encontró a sus cuatro hermanos congelados por la ventisca y aplastados por los cascos de algún caballo salvaje. Rodeado de sus cuerpos estaba el pequeño lobezno, que Juan cobijó bajo su zamarra al tiempo que le daba nombre:”Eres duro, carajo, el viento no ha podido contigo, te llamaré Ventarrón”.

El animal fue creciendo en la granja, huyendo ocasionalmente al bosque, del que siempre retornaba rompiendo el pronóstico de los vecinos de Juan: “Ese no vuelve, es lobo, y cualquier día te pegará un bocado.” “Volverá, volverá, en la naturaleza la gratitud siempre es correspondida, el hombre es el único que a veces lo olvida”. Y siempre volvía. En el pueblo y los alrededores, Ventarrón fue trazando su mapa de amigos y enemigos: quienes le dejaban vivir y quienes le apedreaban aprovechando la ausencia de Juan.

Sólo al cabo de cinco años, siendo ya un lobo de aspecto temible, empezó a ser respetado por todos cuando localizó a un niño caído en una poza del bosque antes que el mejor sabueso de los cazadores. El padre del niño, un cazador rudo y malhumorado advirtió entonces: “Al que haga daño a este animal, le pego un tiro”.

Pero había un miedo transformado en ira que Ventarrón nunca pudo superar: los caballos, posiblemente por la muerte de sus hermanos.

Ventarrón se lanzaba a morder las patas de cualquier equino que se acercara por la granja, y era la única ocasión en que hacía caso omiso a la llamada de Juan.

Más de una coz se llevó a lo largo de su vida el valiente Ventarrón, pero ayer, cuando con sus doce años a cuestas, pretendía expulsar de la granja a una joven y nerviosa potranca, recibió una coz de la que no se pudo recuperar. La yegua se llamaba Brisa.

 

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 


MARGINACIÓN

Don Alberto reside en su mansión en La Moraleja, una de las urbanizaciones más exclusivas, o sea caras, de Madrid. Tiene 83 años, una hija que hace cuentas sobre su herencia, un yerno que hace cuentas sobre las cuentas de su suegro, y un nieto que le mira con asco porque, a sus estupendos siete años, ya sabe que lo viejo es feo y desagradable y aún no se ha enterado de que, si tiene mucha suerte, llegará algún día a ser un viejo feo y desagradable como su abuelo.

Al servicio de don Alberto se encuentran diecisiete personas entre mayordomos, cocineros, ama de llaves, chófer, jardineros, etc. etc. Todas le conocen y le temen, por lo que rehuyen su presencia. Don Alberto amasó su fortuna en la postguerra española: mientras elevaba la mano derecha, dejaba que la izquierda se escurriera disimuladamente en el bolsillo público sin nada que temer, salvo la molestia de tener que hacer, en caso de ser descubierto, las llamadas pertinentes y un par de regalos caros. Siempre ha sido un hombre de orden en todos los caóticos sentidos de la palabra.

Semanalmente recibe la visita de su escasa familia, visita tan parecidas unas a las otras como el gesto despectivo que han heredado tanto su hija como su nieto. La hija le pregunta sobre su tensión sanguínea y el yerno sobre un consejo para invertir en Bolsa. El nieto se mantiene distante, temiendo el momento final en que tendrá que acercarse a su abuelo para darle el repulsivo beso de despedida. Los tres desean su muerte de formas diferentes pero igualmente mal disimuladas.

Don Alberto está casi tan sólo como los cuerpos que sembró por las cunetas de su comarca, donde gracias a la guerra y el estraperlo, pasó de ser el gandul del pueblo a ser un señor, si no respetado, sí tan temido como para añadirle un don a su nombre. Morirá dentro de tres años y medio, en medio de una terrible agonía similar a la de su idolatrado generalísimo. Un honor sin duda merecido. En su entierro sólo su hija parecía llorar, pero en realidad escondía un colirio dentro del pañuelo con el que fingía secarse las lágrimas, se parecía mucho a su padre.

El tío Alberto también tiene 83 años, cuatro hijas y catorce nietos. Vive en una chabola del extrarradio de Usera, al sur de Madrid. En su vida ha hecho casi de todo y casi todo legal. Es gitano y patriarca de su clan: su palabra fue en otro tiempo respetada por todos, hoy día por casi todos. Como ningún dios quiso mandarle hijos, la casa llena de mujeres le ha enseñado sobre la igualdad de género más que ninguna universidad, pero sus ideas son compartidas sólo por las gitanas y algunos gitanos jóvenes, la mayoría de los hombres piensa que barre para casa cuando dice que primero tiene que estar la voluntad de la mujer para elegir marido y que todo padre debe respetar esa decisión porque cualquier gitano es y debe ser, antes que nada, una persona libre. Más de un problema ha tenido el tío Alberto por sus ideas raras, pero a su edad, ya nadie le cuestiona, más que nada porque en los últimos años tiene la costumbre de hacer que no oye cuanto contradice su opinión.

Al tio Alberto le cuida una de sus hijas, la más joven, que comparte chabola con su marido y tres criaturas. Dos de las otras tres hijas le visitan al menos una vez al mes para llevarle lo poco que consiguen reunir de comida, ropa y demás. Para los nietos pequeños y los bisnietos, lo mejor del tío Alberto es cuando cuenta la historia del mundo, que tan bien se sabe. Sólo uno de los niños, el que tanto le recuerda a si mismo por parecer el más espabilado, le pregunta desconfiado al final de cada historia: ¿ Y todo eso es verdad, abuelo? “Claro”, contesta fingiendo indignación el tío Alberto, “¿Es que has conocido algún gitano mentiroso . . . ? El niño agacha la cabeza y repasa la lista de mentiras en que ha pillado a sus padres y amigos en la última semana, y, como gitanillo despierto que es, calla.

El tío Alberto también morirá dentro de poco más de tres años, y a pesar de su edad, habrá muchas lágrimas sinceras en su velorio.

Del tío Alberto dicen que es un ejemplo de marginación, pero su marginación no incluye soledad, abandono, hipocresía ni tristeza.

De Don Alberto se dice, sin embargo, que no es un marginado, ni social ni económico. Es, simplemente, una persona antes destructiva y hoy patética y sola que vive al margen de sentimientos y emociones, al margen, en definitiva, de la vida.

Si pudiéramos, ¿a quién deberíamos socorrer primero?

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

BULERÍAS

Quisiera escribir el verso más hermoso que pudiera, que naciera bulería y fuera acariciando la tierra entera.

Que diera luz a los ciegos y reposo al triste y miedoso, que sembrara flor de esperanza, de vida, alegría y templanza.

Que nos diera ese golpe amable imprescindible para aprender. Que nos hiciera libres sabiendo, cuanto vale la pena saber.

Que fuera cante de todos, hasta de quien no lo aprecie, que vuele en los pensamientos de quienes amando crecen.

Quisiera escribir el verso más hermoso que pudiera, que naciera bulería y fuera acariciando la tierra entera.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

LA ABUNDANCIA

Miraba Abundancia condescendiente a Carencia, quien, haciendo de la escacez ciencia, en su desesperada arrogancia, retó a la altiva Abundancia a ser cada cual más de si misma: más abundante Abundancia y más carente de todo Carencia.

Se encontraba al cabo de un tiempo Carencia al borde la muerte, apenas sustentada por unos sorbos de agua, mientras Abundancia, cayendo de lleno en tal reto demente, sobrealimentaba en si cuanto hallaba, habiendo enfermado al poco tiempo su cuerpo y su mente.

Viéndola agonizar, le dijo Carencia: “Es lógico, hermana Abundancia, es ciencia: si tras cientos de epidemias de hambre quedan de los humanos tan sólo los descendientes de los supervivientes, y son muchos, ¿cómo creías que sobrevivirías sólo con abundancia?

Tú les das cada cierto tiempo lo necesario para que no olviden el valor de la alegría, pero soy yo quien selecciona a los más fuertes, quien limpia la soberbia de sus mentes, quien les hace comprender e imaginar el dolor ajeno.

Yo nada soy sin tí, pero no me desprecies, tampoco tú serías nada sin mi.

Nekovidal 2009 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

¿CÓMO SEGUIR VIVIENDO?
 

Así, fugaz como lo poco que has aprendido, eterno como la materia que te forma, delicado como el equilibrio que te recuerda que en cualquier momento se acaba el juego.



Transformando con cierta magia difusa la amargura en resignación, la desesperación en esperanza y la paciencia en arte. Intentando bañar todo con la huidiza alegría imprescindible.


 

Sufrir, mucho si hace falta, por los errores propios y ajenos, pero sólo lo justo para aprender, ni un segundo más.


 

Nunca angustiarse por lo que ha de venir, porque sea lo que sea, ha de venir . . . y siempre nos sorprenderá.
 

Y si seguir viviendo se hace, al final, sólo por costumbre, bienvenida sea la misteriosa costumbre que, sin saber muy bien porqué, nos invita a seguir viviendo.


Nekovidal 2009 –
nekovidal@arteslibres.net

 

 

EL PATIO

15 años, 5.475 dias, 131.400 horas, 7.884.000 minutos . . .

El rato de paseo por el patio era lo más parecido a la libertad de lo que pudo disfrutar a lo largo de quince años. Cada día a la misma hora, los mismos minutos, y casi los mismos pensamientos.

Sobrevivió 5.475 dias creyendo que no hay más camino que la guerra, la lucha en la que todo, por cruel o miserable que sea, es válido; admitiendo la norma implacable de que golpeas o te golpean, robas o te roban, engañas o serás engañado, aceptando la más terrorífica de las leyes: que no hay ningún semejante en quien valga la pena depossitar tu confianza . . . Y en su soberbia creyó, como casi todos, que el problema eran los insalvables muros de piedra, las cerraduras y las armas que le apuntaban. Se creyó un ser libre enjaulado, en vez de una mente que se iba enjaulando a si misma.

Ayer, al salir del recinto, alguien le oyó susurrar: ”Soy libre . . .” y hasta los muros sonreían ante su arrogante ingenuidad.

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OLORES Y PERFUMES

Cuenta la leyenda que en aquel reino, del que hoy sólo quedan restos de alguna muralla en otro tiempo inexpugnable, cierto rey, tras reunir en una colección todos los perfumes que los mortales habían creado, oyó hablar de una esencia destilada por los dioses, de la que se decía que era el verdadero olor de la sabiduría, el olor que concedía a quien lo captara la posibilidad de conocer todas las respuestas a todas las preguntas. Obsesionado con su nuevo propósito, redactó el rey un bando ofreciendo poder y fortuna a quien lo encontrara y llevara a su presencia.


 

Entre los tentados por la oferta se encontraba un joven y ambicioso monje, que se presentó ante su maestro a fin de solicitar su permiso y bendición para la empresa que se había propuesto iniciar.

El monje expuso las que decía eran las razones que le impulsaban a emprender el viaje: dinero para restaurar el viejo monasterio y alimentos para los peregrinos que cada día acudían a sus puertas. Nada dijo del reconocimiento y poder personal que esperaba conseguir.

El maestro, conocedor de la naturaleza humana, le dejó partir, sustituyendo su bendición por un consejo: “Cuidate de no acabar buscando cuanto ya tienes, exponiéndote a perderlo en el camino”.

El joven monje partió exultante, creyendo que las palabras del maestro eran un elogio hacia su persona.


 

Como todos los demás hombres que salieron en busca de la mágica esencia, el monje pasó mil penurias, tomó mil caminos errados y pensó en desistir en varias ocasiones.

Cierto día, tras una larga marcha, se encontraba descansando a la sombra de unos sauces, cuando se le acercó un anciano que, tendiéndole un pequeño recipiente, le dijo: “Sé lo que buscas. Es esto, tómalo.”

Asombrado, el monje abrió el frasco con la intención de oler inmediatamente la esencia que muy posiblemente transformarían en insignificantes todas las recompensas ofrecidas por el rey, pues poseyendo sabiduría tendría, entre otras muchas cosas, una enorme fortuna. Comprobó decepcionado que dentro del recipiente no había nada, y a nada olía su interior. Se sintió engañado, a pesar de haber sido un regalo, pero el suceso le dió base para crear una fábula que le sirviera de disculpa ante su maestro por abandonar una búsqueda que ya creía baldía.


 

Regresó a su monasterio y fingiéndo alegría al presentarse ante su mentor, le narró lo sucedido, pero omitiendo que ya había abierto el frasco.


 

Abrámoslo, maestro, y seremos los hombres más sabios del mundo”, dijo, al tiempo que quitaba el tapón sin esperar la respuesta.

Aparentando sorpresa tendió a su maestro el pequeño frasco: “No hay nada ...” dijo.


 

Luego has conseguido tu objetivo, ése es el verdadero olor de la sabiduría”, respondió el anciano.

El monje, sorprendido ante la respuesta, esperó boquiabierto la explicación del anciano:

La esencia de la sabiduría ha de ser por todos admitida como tal, y sólo será posible si coincide con un concepto en que todos coincidan, y sólo en la nada coinciden las personas, que guardan en su naturaleza la paradoja de ser iguales pero irrepetibles, idénticas en su esencia pero únicas en sus vivencias. El olor de la sabiduría ha de ser un aroma que evite el juicio, pues habiendo juicio hay prejuicio, y ambos conducen al dolor”.

Y prosiguió: “Ha de saber, pero no ha de juzgar, ha de enseñar sin reprender, ha de amar sin condición, ha de estar en todo pero no ser nada, siendo así eterno . . . Por todo ello sólo en la ausencia de olor se puede encontrar el perfume perfecto, la esencia de la sabiduría . . .”


 

Y leyendo en la sorprendida mirada del alumno cuanto realmente había sucedido en su periplo, agregó:

Pero hay otro olor que has traído de tus viajes y que permanece en tus actos, un olor tosco a ignorancia, una especie de extraña fe en el engaño, y ese olor nauseabundo no lo podrás tapar con ningún perfume de los que crean los hombres”.

Desde hoy deberás buscar fuera de los muros de este monasterio y volver cuando sepas apreciar, si no el intangible olor de la sabiduría, al menos las esencias más dulces creadas por el ser humano: el respeto, la fraternidad, y el amor hacia toda forma de vida.”


 

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AULA Nº 11


Les vi el primer día, cuando se presentó un pequeño grupo, un tanto tímidos, en el Aula 1. Allí hice mi primera aparición: subí a la mesa y me echaron, pero no les guardé rencor, tenía que probar como nos miraban estos humanos. Prefiero los que no te miman porque en el fondo te respetan, que aquellos que nos tratan como si fuéramos sus crias, pero que te abandonan en el momento en que no representas convenientemente tu papel.

Luego les vi trasladarse al Aula 6 y eso me gustó, yo también disfruto con las alturas. Allí eché más de una siesta en compañía de ellos y comprobé sorprendido que mi presencia provocaba miedo en uno de los asistentes, una chica que debió ser víctima de algún antepasado mio, una lástima. Todos vivían y me dejaban vivir, que tratándose de humanos, no es habitual y es todo un mérito.

Estuve varias semanas intentando que comprendieran cuanto les quería decir, vagando insistente por el pasillo que conducía al fondo, pero no fue fácil.

 

Al fin parece que han captado mi mensaje, al fin se han trasladado a la única sala desde la que se ve el mar, la mejor de todo el recinto.

 

Me gustan los humanos del Aula 11, porque miran la vida como nosotros los gatos, entre líneas.

 

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LA INMORTALIDAD

Mi primer cuerpo del que tengo memoria, el más denso, surgió de materia inanimada a finales del siglo XXI, cuando la cotidianeidad de los ordenadores cuánticos de quinta generación permitió grabar no sólo las memorias vitales, sino la misma personalidad única de cualquier ser vivo. Toda una vida en un disco minúsculo, todas las emociones pasadas, todo. Cada disco constituía en si un programa complejo que seguía desarrollándose interactivamente en el momento en que era ejecutado. Cada vida entraba, una vez liberada del cuerpo, en un juego de árboles fractales de conciencia.


 

Ese fue el comienzo, luego fuimos, poco a poco, librándonos de todo tipo de materia y sus servidumbres, hasta que toda la vida consciente del mundo discurría, apenas dos siglos más tarde, y en forma de energía, por la fina capa de gas que recubría el planeta. Continuamos avanzando, el gas nos resultó pesado y nosotros, que ya sólo pensábamos colectivamente, deseábamos la levedad absoluta, alas aún más ligeras que el viento.


 

Y así llegamos a la luz, a viajar en fotones a través de espacios enormes que antes apenas podíamos mensurar. Y así pudimos, por primera vez, observar y leer atónitos el libro maravilloso que se extendía ante nosotros cada noche de cielo estrellado. Aprendimos que cada rayo de cada estrella era un mensaje, una fórmula ciéntífica, una música, una idea o un poema, algo aprendido por algún ente en algún recodo del universo que era lanzado en un mar de estrellas para ser descodificado por cualquier especie que hubiera llegado a ese estado evolutivo. Dejamos de formar parte de las especies agresivas que competían por el control de un espacio que creían con derecho a llamar suyo. Fuimos, cuanto más fuertes y sabios, más ligeros, y ya miramos con sonrisa venebolente a las especies mortales que nos llaman dioses.


 

No recuerdo mi edad, pero sé que hace mucho que habitamos esta estrella.

Y aqui estoy, estamos, ya inmortales, intentando imaginar que es la mortalidad como nuestros antepasados anhelaban o intentaban concebir la inmortalidad. Abandonada la angustia del deseo, de la incertidumbre material, sin miedo a nada, pues nada puede destruir cuanto no somos y sólo la sutil fuerza de una idea decide que somos o dejamos de ser. Ahora soy tan sólo un rayo de luz, uno de los trillones emitidos cada segundo por esta estrella que es y será nuestro hogar durante millones de años.


 

Atravieso una ventana y me poso, a flor de piel, sobre las manos y rostros de quienes han trasladado sus pesados y primitivos cuerpos de materia densa a un cubículo al que llaman Aula 11 y me encuentro con entrañables antepasados que escriben con nostalgia sobre un futuro que aún no saben que es su pasado y que apenas pueden imaginar.

 

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A FLOR DE PIEL

 

¡Qué bien suenan las palabras cuando resbalan entre silencios y dirimen juicios de reo ingenuo y fiscal defensor!


 

¡Qué bien cuando tejiendo el aire brotan sonidos y bordando sonidos nacen palabras!


 

¡Qué bien, incluso, cuando la palabra o la música se alían con el silencio para llegar a ser imprescindibles!


 

¡Qué bien cuando el abrazo de las palabras nos desarma y sólo podemos mostrar lo que llevamos a flor de piel!


 

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A FLOR DE PIEL
 

Cuando escribía seriamente, calculando, midiendo, rimando y, de paso, sufriendo, siempre aparecía algún burócrata de las palabras a explicarme el porqué y como de cómo se debían hacer las cosas.


 

Cuando pasé a escribir olvidando todo límite caí en el caos de la norma no compartida, limitando por inconexo el mensaje como antes lo limitaban las formas.


 

Así que hice cuentas con el corazón y me dejé llevar por las emociones de la cabeza: sin prisas, pausas ni penas, escribo, y cada palabra encuentra un hueco donde reposar o una atalaya desde la que anunciar su contenido, una idea de la que enamorarse, o una razón, nunca demasiado seria, para el desamor.


 

Así, escribiendo sin saber muy bien cómo, a flor de piel, sin más.


 

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ECONOMÍA SOSTENIBLE

Hasta hace poco, una economía sostenible era, aparentemente, tan sólo una opción idealista, una forma alternativa de vivir y manejar los recursos materiales disponibles.

Podemos retrasarlo, como mucho, una generación más, pero desde ahora, o es una economía sostenible o no es, y la plaga que supone nuestra especie se transformará en una epidemia patológica en la que nosotros mismos nos uniremos irremediablemente a la lista de las tantas especies que hemos hecho desaparecer.

Cierto árbol de la jungla tropical segrega un zumo azucarado sin otro fin que remunerar su trabajo a una especie de hormiga que le defiende del ataque de pulgones, que le parasitarían y secarían.

El árbol, si se cuida y respeta, siempre produce y regala su azucarado manjar, incluso cuando no hay ningún peligro a la vista, cumple honestamente el pacto con sus socios. El árbol, como cualquier ser vivo, como cualquier planeta, siempre encontrará un cómplice, tal vez un simple virus, que complete su círculo de equilibradas necesidades vitales.

Suenan las sordas pero implacables trompetas de un previsiblemente cruel pero justo juicio final, ya pasó la alocada adolescencia de nuestra especie, se acabó el despilfarro.

El planeta y, sobre él, los supervivientes, seguirán girando algunos millones de años más, indiferentes a nuestra arrogancia juvenil.

Ya sólo nos resta decidir si queremos ser hormigas o pulgones.

 

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EL AGAPORNIN

Supo que un agapornin le perseguía cuando descubrió a su sombra corriendo en dirección contraria a su intención. Sabiéndose perdido, decidió encontrarse a si mismo en el significado oculto de alguna palabra impronunciable. Consecuentemente, no la pronunció, apagó la puerta, cerró su sombrero y abrió su mente. Ya no temía al agapornin, ya sabía asustarse solo.

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UN ANCIANO


Aquel anciano no era de los que podía añorar buenos tiempos, la vida no le había regalado mucho, más bien nada.

Había conocido la arrogancia de la juventud y el cansancio de alguna batalla, las mieles de los festejos y ocasionalmente las hieles de las cárceles. Había sido soldado de un rey y mercenario financiero de un reino, tanto como proxeneta de su propia hermana en tiempos de hambre y miseria. Frecuentaba amigos entre gandules y ladrones, entre taberneros y nobles de baja estirpe, entre escritores y poetas frustrados.

Aquel anciano había tenido una hija fuera del matrimonio y un matrimonio sin hijos, vio nacer y morir a su única nieta y su legado no habría de ser de sangre sino de papel y memoria.

Aquel hombre, siendo ya viejo, había visto como le sonreía levemente la fortuna y se burlaban los envidiosos de su genio y su apego al vino, de su mucha hambre y sus pocos dientes.

Aunque hoy día le tratemos de don, no se le consideró en vida digno de tal tratamiento.

Aquel anciano había sabido desgajar de sí las dos naturalezas que todo humano lleva dentro y escribió un libro en el que todos sus hermanos se sienten reflejados y nadie puede leer sin rememorar parte de su vida, sin mirarse en un espejo que permite sonreír con cierta amargura ante lo patético y grandioso de nuestra naturaleza.

Aquel viejo no muy respetable en vida, pasó, como buen español, a ser reverenciado tras la muerte, cuando la que él consideraba su novelilla, hizo reír tanto al siervo como al rey.

En algunas partes del mundo, aún hoy en día, ciertos estudiantes poco aplicados le confunden con su creación, y creen que Cervantes sigue cabalgando incansable al lado de don Quijote, al que aconseja y protege, sobre todo, de si mismo.

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¿QUÉ BUSCAMOS? ¿QUIÉN CERRÓ LA PUERTA? QUÉ. . .

 

Y al final, ¿qué buscamos? La llave que abra la puerta de un paraiso que sentimos real por presentido.

 

¿Y quién cerró la puerta? Quien se preocupó más por definirlo, catalogarlo, hacerlo obligatorio y ponerle fronteras que viviéndolo.

 

¿Y cómo se abre esa puerta? Tan sólo con una idea, lo único necesario para crearlo. Lástima que requiera toneladas de respeto y cariño, tan escasos, para no ser destruido a cada intante.

 

¿Qué . . ? Eso, en definitiva, el retorno.

 

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¿QUÉ BUSCAMOS?

 

Cuando algunas mañanas amanecemos ya suspirando, casi agotados ante la visión de un nuevo día, en vez de agradecidos por esas horas de luz y calor de vida que nunca deberíamos olvidar que son un regalo, en esos desperdiciados momentos . . .

 

Cuando algunas tardes, tras un día que dudamos si fue largo o apenas un suspiro, repasamos lo vivido y centramos nuestra vista en los choques, caídas y amarguras, preparando nuestra mente para otra batalla sin haber salido de la anterior en vez de rememorar las horas, minutos, o segundos al menos, que seguro que fueron dignos de llamarse vida con mayúsculas, en esa desperdiciada bocanada de vida . . .

 

Un día, cuando nos despistemos de las luchas y nos sorprenda la oportuna zancadilla que nos despierte de tanta falsa vigilia, tal vez nos preguntemos: ¿qué buscamos?

 

Y es posible que otro día, no menos dichoso, caigamos en la cuenta de que sobra el “qué”: Simplemente, mientras vivimos, y quien sabe si también cuando no, buscamos, porque sólo buscar es vivir y no podemos ni sabemos concebir la existencia de otra forma.

 

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¿QUÉ BUSCAMOS?

 

¿Es quien más busca el mejor buscador por perseverante o el peor por necesitar buscar mucho para encontrar lo mismo?

 

¿Es quien menos busca el peor buscador porque nunca hallará nada o el mejor, pues sabe que la búsqueda es inútil y baldía?

 

¿Es buscar parte de la esencia humana o es la naturaleza humana una parte tan sólo de la búsqueda y ésta es la verdadera esencia de este universo?

  

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¿QUIÉN CERRÓ LA PUERTA?

 

¿Quién cerró la puerta a un pasado doloroso? Quien teme al juicio de la memoria o a la memoria de una herida.

 

¿Quién cierra la puerta a un presente de placer? Quien prefiere soñar un mañana seguro por inalcanzable o quien teme alcanzar cuanto cree inalcanzable.

 

¿Quién cerrará la puerta a un mañana de esperanza? Sólo los suicidas y algún que otro poeta irresponsable.

 

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QUÉ. . .

 

Que asombroso milagro que todos busquemos, en realidad, las mismas cosas y, sin embargo, sean tan diferentes nuestros sueños.

 

¿Será esa inorme diversidad nuestra grandeza o nuestra miseria, nuestra salvación o nuestra condena?

 

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ACRÓSTICO DE ENTRELINEAS

 

Enfrenta

 

Nuevos

 

Temas

 

Razonando

 

Estructuras

 

Libres

 

Intentando

 

Nadar

 

En

 

Abiertas

 

Sonrisas

 

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LAS TRES LLAVES

 

En este mundo y dimensión, todos nacemos con tres cadenas y nuestra existencia no es más que la búsqueda constante de las tres llaves que abren los candados que las cierran.

 

La primera es la cadena de la supervivencia material: sin alimento y cobijo nada podemos hacer ni construir. Hace años leí un estudio sobre los niños de la calle de Brasil, “os meninos da rua”, que en realidad vagan por las calles de todo el mundo. Muchos de estos niños tenían deficiencias mentales que no eran producto de una enfermedad o una tara genética, sino de la mala alimentación y estaban ya condenados de por vida a la deficiencia psiquica que padecían.

 

Me planteaba yo entonces, como tantos, el dilema de si es preferible tener libertad sin pan o pan sin libertad. Ese informe me convenció de que el primer paso ha de ser siempre el pan: con una mente mínimamente desarrollada se puede identificar y luchar contra una tiranía, sin esa mínima base, es imposible.

 

La segunda cadena es la del entorno social, que se puede presentar en forma de familia desestructurada, sistema político opresivo, relaciones laborales absorventes o inexistentes o bien un sistema educativo castrante. Es nuestra cara social, el segundo escalón donde somos, o creemos ser, algo más que cualquier otra especie del planeta. Anclados todavía en formas de relación primitivas y verticales, actualmente, el desperdicio de capacidades individuales que podrían reflejar sus frutos en el grupo es constante. La sabiduría evolutiva de una especie se puede medir sin duda por el aprovechamiento energético que hace de si misma y su entorno. En ese sentido, los humanos somos bastante primitivos, y sólo la juventud de nuestra especie, apenas 125.000 años, puede justificarnos mínimamente.

 

La tercera cadena, aquella a la que pocos llegan a identificar siquiera, tras haberse liberado mínimamente de las anteriores, es la de la mente, lastrada y condicionada por las circunstancias que la han convertido en un círculo cerrado del que dificilmente puede evadirse. Es esa mente que, carente de educación creativa y esclava de sus miedos, no sabe identificar un peligro real pero puede crear otros completamente abstractos e imaginarios en torno a los cuales hace girar su existencia y sus retroalimentados miedos. Es la mente que no puede concebir siquiera una estructura social sin líderes que le guien, que le ordenen, que le regalen cadenas con la única condición de ser, en apariencia al menos, cálidas. La misma mente que al hablar de espiritualidad la identifica con las extrañas imágenes antropocéntricas creadas como forma de negocio socialmente parasitario, creyendo poder concebir a un dios todopoderoso, pero incapaces de conocer siquiera su obra, una contradicción aberrante. Es la mente de cualquiera de nosotros.

 

Intuyo que la destrucción de la primera cadena pasa tanto por un sistema económico mínimamente racional como por el control de la población. La destrucción de la segunda se dará cuando apliquemos a nuestras sociedades conceptos científicos que al fin conocemos teóricamente, como la Teoría de Juegos, demostrando la mayor efectividad de la solidaridad sobre el egoísmo, o la comprensión misma de nuestra estructura mental y su implícito sentido natural de la justicia. Básicamente es comprender y extender el cambio de conceptos como bondad y maldad por inteligencia y estupidez o efectividad e inefectividad. Lo que conocemos por una persona mala y egoísta es, básicamente, una persona enferma y de muy pocas luces, y sus aparentes victorias no pueden serlo sino en asuntos menores.

 

La superación de la tercera cadena será el momento exacto en que nos hagamos merecedores del apelativo de especie racional. Cada paso será individual y colectivo al tiempo, conectadas todas nuestras mentes en un proyecto común que no es otro que nosotros mismos y el universo del que formamos parte.

 

Posiblemente algún día, si sobrevivimos, nuestros descendientes nazcan libres de las dos primeras cadenas y con alguna posibilidad, por tanto, de no ser esclavizados por la tercera. Pero hoy en día, los muy pocos que consiguen romper estas tres cadenas se transforman en lo más aproximado a un ser humano libre que podemos imaginar, aunque no está, en realidad, sino en el principio del camino.

  

Me han dicho que existen seres humanos así. Sigo buscando, con curiosidad, al primer ejemplar.

 

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LA INVITACIÓN

 

Te invito a dejar de lado, un rato tan sólo, todo aquello de cuanto afirmas estar seguro. Te invito a mirar con otros ojos, siendo tuyos, a regatear a la vida lo claro y lo obscuro, a revolcarte un poco en el inmaculado lodo.

 

Te invito a que cuando no sepas, preguntes, tal vez juntos limemos nuestra ignorancia. A que cuando en soledad te hundas, llames, y te sorprendas ante tantas llamas solidarias.

 

Te invito a lo más difícil, a no competir, ¿quién decide que color u olor es más bello? Es tan absurdo . . . mejor sólo rodar y vivir, y nunca sentir una diferencia como atropello.

 

Te invito a crecer cada día compartiendo, a compartir el sano placer de compartir, a más fluir, reflexionar, regalar y sentir mientras el tiempo, harto de ser y reír, nos va, fugaz e indolente, consumiendo.

 

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EL TRASVASE


Mientras observaba el planeta desde el ventanal cuántico con la certeza de no ser visto, se preguntaba como era posible que esa especie ni sospechara su función, el fin para el que había sido creada y criada.

Le resultaba especialmente asombroso el hecho de que tenían ante sus ojos la respuesta, pero al parecer en sus esquemas mentales no había nada más difícil de sospechar que lo evidente.

Ellos mismos criaban y restaban vida a muchas especies para alimentarse en la etapa evolutiva en que se encontraban, ¿cómo era posible que no sospecharan que eran a su vez alimento de otros?¿Tendría relación con ese defecto que les hacía hablar de un ente creador infinito sin poder concebir su obra siquiera? Yo mismo conocí a quien programó esa tara, fue mi profesor durante un tiempo, durante la exploración de la Enana de Draco, la NGC 221 y la Nubes de Magallanes. Decía que hay una especie de armonía disarmónica en el universo, que si se programan dos actitudes o cualidades contradictorias, el resultado podía ser, no obstante, completamente armónico. Como la variación no afectaba al rendimiento energético de la especie, incluso lo aumentaba levemente, la asamblea lo aprobó sin mayores contratiempos.



Dio comienzo el trasvase: Nosotros, los Trubs, cosechábamos todo tipo de energía derivado de las diferentes formas de empatía, los Reins, por su parte, se alimentaban de la energía del conflicto. Para la especie emisora, conmovedora en su simpleza, un tipo de energía era mejor que la otra, lo cual en parte es lógico, por tratarse de una especie gregaria.

El acuerdo milenario con los Reins había mantenido una paz que, en principio, era más necesaria para nosotros que para ellos, pues el conflicto en sí les alimentaria y haría más fuertes, mientras nosotros deberíamos renunciar al enfrentamiento para vencerles. En el último conflicto, tanta energía acumulada tuvo que ser trasladada a las cercanías de un agujero negro para evitar la consiguiente contaminación.



Como en cada ciclo estelar, el trasvase duró apenas unos instantes, era la última cosecha: Para nosotros, una linea de energía orgónica que viajaba hasta nuestro hogar impulsada por si misma. Para los Trubs, la misma linea, en dirección opuesta, se dirigía a sus almacenes energéticos. Luego hicimos los cálculos conjuntamente basándonos en el acuerdo previo, que tanto disgustaba a los Reins, de que no sería anulada ninguna vida, por elemental que fuera, si no era imprescindible.

Mi buen amigo Ruk, tan aficionado al estudio de especies primitivas, intentó, a modo de pasatiempo, traducirlo al lenguaje de las criaturas:

En la década siguiente se ha de reducir la población en un veintitrés por ciento, pero sólo un tercio han de ser muertes por odio, a fin de garantizar la cosecha de los Reins. Programamos una sola epidemia, pues la extraña costumbre de amedrentarse entre ellos la transformaba en una especie sumamente vulnerable y colocamos suficiente combustible para provocar dos tsumanis y catorce terremotos. Las muertes por odio las resolvimos con un sencillo programa de reflejos de temores propios. Los Reins, como siempre, regatearon intentando que fuera programada una segunda guerra, pero nos atuvimos estrictamente a lo pactado. No podían comprender que protegiéramos a seres tan primitivos, tanto como nosotros no comprendíamos su afán por cosechar toda la especie en un sólo trasvase.

Ruk, observando una escena cotidiana de un pequeño grupo de criaturas me preguntó:



¿Crees que alguno de ellos sospecha su destino?



Lo dudo, contesté. ¿Lo sospecharíamos nosotros si la energía de nuestros ancestrales acuerdos con los Reins sirviera de sustento a una especie que se alimentara de equilibrio al igual que nosotros, los Reins y tantos otros nos alimentamos de desequilibrio?



Sé que menosprecias a este tipo de especies tan primitivas, me dijo, pero en algunas de ellas hemos detectado signos de búsqueda de ese equilibrio. Tal vez ellos estén más cerca que nosotros de aquellos a los que previsiblemente servimos de alimento.



Tal vez, esta zona siempre ha sido propensa a universos paradójicos, y tanta inestabilidad hace que cualquier rareza sea posible.



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EL TRASVASE


Al trasvase, más o menos continuo y cotidiano, de experiencias, información, emociones, confidencias, bromas y broncas, llamamos amistad.

La amistad, la menor y más ingenua hija del amor, está en el centro de todo trato humano, con mil máscaras, pero un único rostro que siempre es fiel reflejo del paterno.

Mientras siga deambulando por esta tierra, trasvasando luces, sombras y colores entre las diminutas estrellas que somos, la vida humana siempre será algo más que sobrevivir.

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¡DÉJAME EN PAZ!

(Texto para ser leído en sedes de partidos políticos, parlamentos verticales, cónclaves de obispos y reuniones de similar inmoralidad):



Ciudadanos de firmes certezas, mortales que se expresan como inmortales, adictos al inexistente orden inmutable, al poder y al control, adictos, en definitiva, al miedo, permítanme una observación:



Todos y cada uno de nosotros no somos más que niños ciegos encerrados en un cuarto oscuro e intentando obsesivamente explicarnos unos a otros cual es el verdadero color de la luz.



Así que, por favor, déjenme en paz.



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COMIENDO PIPAS SIN PARAR


Yo lo vi todo mientras comía pipas sin parar. Las pausas entre los crujidos de las pipas al quebrarse llegaron a estar en concordancia con las pausas del diálogo que mantenían ellos. Yo no era, en realidad, más que un testigo al que ambos ignoraban, concentrados como estaban en sus conflictos e intereses, un testigo cuya presencia no parecía importarles en absoluto.

El más alto colgó el teléfono. El otro, apuntándole de repente con una pistola con silenciador, le dijo:

Así que “yo lo liquido” . . .

No es lo que crees, le replicó, sorprendido, su amigo. Rufo me preguntaba si podía liquidar el problema yo sólo.

Ya, y el problema soy yo . . .

No, el problema es que tienes que devolver el dinero, eso no es negociable, pero el resto se puede solucionar.

Aunque lo devuelva estoy condenado y vendréis por mi.

No, ese es el acuerdo: devuelves el dinero, unas disculpas y asunto concluído.

No lo creo . . .

Es verdad, mira . . . dijo mientras se acercaba a la mesa del despacho. En el mismo cajón estaba la prueba de su inocencia, la que podía disipar las sospechas de su amigo y un revolver cargado. Me pareció que ni él mismo sabía cuál de las dos opciones elegiría tras abrir el cajón: poner la grabación de la conversación telefónica recién concluída o disparar a quien le encañonaba, su amigo de la infancia, con quien había recorrido tantos correccionales y cárceles.

Abrió el cajón y en ese mismo instante oyó el disparo al tiempo que sentía una punzada en su costado. Ahora sí se había decidido: empuñando el revólver aprovechó su último hilo de vida para apretar el gatillo contra quien acababa de dispararle. Los dos se desplomaron casi al unísono.

Y yo lo vi todo . . .

Mientras retiraban los cuerpos, un policía un tanto malhumorado me miró y dijo: Y con este loro, ¿qué hacemos? No hace más que comer pipas sin parar . . .



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HIPOCRÁS
 

El joven Hipocrás pensaba demasiado, ya lo había dicho su abuelo años atrás.

“ . . . Si los dioses del Olimpo nos crearon a nosotros los mortales, ¿quién creó a los dioses del Olimpo? ... ¿Y quién creó a los creadores de los dioses del Olimpo? ¿Existe algún ser que no cree a lo largo de su existencia? ...”

“ . . . Tal vez los dioses y los mortales estén hechos de la misma materia, más perecedera en unos que en otros, pero idéntica en su esencia. Tal vez todo ser posee un ánima cíclica, tal vez incluso toda materia ... ¿Tiene ánima un grano de arena?”

El padre de Hipocrás, agobiado ante el peso de tanta pregunta, algunas incómodas, descubrió para su hijo la vocación de pastor, a fin de apartarle en lo posible de la compañía de otros elementos extraños como él que pululaban por la polis.

Siete años después, necesitando comparar y compartir sus ideas con las de sus semejantes, Hipocrás solicitó el permiso paterno para volver a Atenas, pero le fue denegado: “No, no hace mucho le hicieron beber la cicuta a un viejo loco que preguntaba la mitad que tú. Sigue en el monte y conservarás la vida.”

Hipocrás se resignó y comenzó a escribir sus muchas preguntas y sus algunas respuestas en unas tablillas de barro que luego cocía con la abundante leña de los bosques y vitrificaba con arena del río. “Algún día caerán en manos de otro tejedor de preguntas como el viejo Sócrates, se decía, y ese pensamiento le consolaba en su soledad.

Llegó a reunir, a lo largo de treinta y siete años, mil quinietas veintiocho tablillas que su sobrino, dos semanas después de su muerte, vendió para ser trituradas y formar parte de los cimientos de uno de los tantos templos en honor de Apolo.

Uno de los esclavos que acarreó las tablillas enterró una docena con la idea de volver a buscarlas y engrosar, con su venta, sus ahorros destinados a comprar su libertad, pero nunca regresó, pues murió poco después de neumonía.

Las tablillas aparecieron a mediados del siglo XIX en un bazar de Estambul y meses después fueron nuevamente enterradas en los sótanos del Museo Británico.

Hipocrás no fue considerado un sabio hasta mediados del siglo XXV cuando, con casi todas las respuestas ante sí, el ser humano necesitó más que nunca deleitarse con el sabor de una pregunta.


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ATRAPADO EN EL TIEMPO

 

No cabía duda de que estaba atrapado en el tiempo. Para cerciorarse, fue comprobando uno a uno los síntomas:

Lagunas de memoria ocasionales, paramnesias frecuentes, miedo a la muerte, absurdas preguntas existenciales recurrentes, estrés no justificado, miedos irracionales, etc.

Estos accidentes suceden a veces, pensó, como las ancestrales colisiones entre vehículos, cuando nuestros antepasados se desplazaban dentro de primitivos cofres, algunos de los cuales conservan los museos.

Atrapado en el tiempo, uno de los mayores peligros de nuestra época, pero una experiencia muy interesante, según le habían informado, si consegíua sobrevivir . . .

Lo más peligroso es el principio, recordó, hasta que consigues identificar el papel que juega dentro de su ecosistema el ente en que has quedado atrapado.

“Tú recoge ese cachorro, yo llevaré estos dos, a ver si hay suerte y encontramos quien los adopte ahora que todavía son pequeños.”, dijo el empleado de la perrera sin mucho convencimiento.

 

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ATRAPADO EN EL TIEMPO

 

Quien más, quien menos, todos estamos atrapados en el tiempo.

Podemos quedar atrapados en las situaciones y miedos más insospechados: oír una moto ruidosa desde la cuna al tiempo que nuestros tiernos ojos ven por primera vez un pajarito puede dejarnos atrapados en el terror de ese momento y la consiguiente fobia a los diminutos dinosaurios. La caricia inocente sobre un gato malhumorado que responde con un arañazo fugaz y temeremos a los pequeños felinos el resto de nuestras vidas.

No somos más que niños asustados atrapados en el tiempo.

Tal es el terror que nos puede producir intuir tan sólo hasta qué punto nuestras vidas se encuentran en manos del más puro azar, que rehuimos la idea instintivamente.

Si en esta época extraña en que la esclavitud se mendiga le despiden de su trabajo, no sufra: tal vez le estén salvando la vida.

 

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LAS MARIQUITAS

 

Danilo era cordobés, emigrante, homosexual y una de las personas más educadas que he conocido en mi vida. Para unos era el Sr. Danilo López, para otros el mozo, o la mariquita, o el gallego puto, o ...

Para mi, Danilo era, a mis cinco años, el señor ingés, porque era la única persona que había conocido que se comportaba igual que ciertos actores ingleses, como David Niven, y yo estaba convencido de que sólo los ingleses actuaban así.

Danilo trabajaba de camarero en un restaurante de mi padre. Y éste tuvo que pasar unas cuantas horas, de algunas de las cuales fui testigo, explicando a sus amigos, en gallego y castellano, porqué le había contratado, siendo evidente, si no al primer golpe de vista, sí al segundo, que era homosexual, con el consiguiente perjuicio económico previsible para el local.

A principios de los sesenta, Uruguay era uno de los países más progresistas del mundo, pero el machismo y los prejuicios sexistas reinaban allí como en casi todas partes, y contratar un camarero homosexual, salvo que fuera para un local de clientela muy definida, era un riesgo.

Mi padre, que en política solía defender posturas más bien conservadoras, tuvo varios gestos así en su vida, llevando al extremo su carácter consecuente y dando la cara por derechos que décadas después se considerarían normales.

“Sí, es maricón, pero es el mejor camarero que he tenido, trabajador y educado, ¿por qué no se le va a contratar?”, les decía a sus amigos.

“Te va a hundir el restaurante”, contestaban ellos.

La sorpresa fue mayúscula: un par de meses después no sólo no había bajado la clientela del local, sino que había aumentado considerablemente, teniendo mi padre que contratar dos camareros más.

En el fondo, y a pesar de las apariencias, las personas no somos tontas, o lo somos menos de lo que aparentamos, y a todos nos gusta ser bien atendidos por una persona que disfruta con su trabajo, y un buen profesional de la hostelería es ante todo eso: una persona cuya satisfacción laboral va unida a la satisfacción de sus clientes. Y ese era el arte de Danilo, arte que primero las clientas y luego los clientes sin dudas sobre su identidad sexual, pronto aprendieron a valorar.

En un país donde tu peluquero era ruso, tu sastre judío, tu panadero italiano y la mitad de la hostelería gallega, no era extraño tener un camarero cordobés que se comportara como un mayordomo inglés. Lo curioso es que Danilo no hablaba ni una palabra de inglés, pero eso nunca me supuso un problema para considerarle británico, porque yo creía, no sé porqué, que los ingleses eran personas de muchos gestos y pocas palabras.

Y Danilo, efectivamente, solía ser muy parco en palabras. Un día sorprendí en la puerta del restaurante una conversación entre él y un amigo suyo, posiblemente su novio, sobre el oficio de camarero:

“Un buen camarero habla siempre poco, sólo lo indispensable. Así no se molesta al cliente y, de paso, puedes disfrutar con sus conversaciones, que siempre son interesantes, aunténticas novelas, verdaderos libros ...”

Recuerdo que pensé: “Ah, entonces, ¿los libros no están siempre escritos . . . ? Y eso cambió para siempre mi forma de mirar los libros y las palabras.

 

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LA CABEZA NO RESPONDE
 

Dias antes del tsunami que mató a casi trescientas mil personas, sólo los animales y los locos se apartaron instintivamente de las costas.

A los animales los llamamos bestias y así nos consolamos en nuestra simpleza. Al loco, que en nada es mejor o peor, le tememos. Es la diferencia lo que incomoda.

Tal vez no sepa captar ese detalle o formalismo social que le delata, pero sabe captar la tragedia en forma de ola enorme, miedo o mentira o el amor en formas inimaginables.

“La cabeza no me funciona”, me decía preocupado, hace años, un buen amigo.

“Si piensas que no funciona, ya está funcionando para pensar que no funciona”, le contesté. Y esa frase tan sólo alivió el ritmo de funcionamiento de la cabeza que no funcionaba, alivió su minúscula pero infinita tragedia.

En sociedades dementes y alienadas, ser catalogado como un loco no puede ser sino un halago y, en muchas ocasiones, un salvoconducto para que te dejen en paz.

Personalmente, sigo haciendo méritos para conseguirlo.

 

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TERROR EN LAS FILAS
 

"Dejemos de repetir a los jóvenes la vieja y sangrienta mentira: es dulce y honorable morir por la patria.”

Primero llegó el terror a ser alistados, pacifistas como eran ellos.

Luego el temor a no serlo, al escarnio público, a ser tachados de cobardes...

Finalmente siguieron el luminoso camino que, decían, señalaba la patria, y que conducía a la gloria.

El terror en las filas se desataba cada mañana ante la llegada del sargento primero. El terror de la instrucción fue constante pero no sirvió para imaginar cuanto habría de venir...

Aun tardaron un tiempo en darse cuenta que lo más terrorífico era que hubiera filas interminables de personas camino al matadero con la excusa de evitar terminar en el matadero...

Hoy muchos se preguntan de que sirve una patria sin personas que la habiten. Otros, sin embargo, aún creen que mejor una patria con dos patriotas y miles de muertos alrrededor, que una tierra en la que quepa quien no piensa como tú.
 

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TERROR EN LAS FILAS
 

El terror comenzó con la primera pregunta: ¿por qué?, y todos, aterrorizados, inventaron respuestas: yo lo sé, yo lo sé . . . Y transcurrieron milenios luchando por la respuesta única, porque sólo una, decían, podía ser la verdadera.

Un día, el loco del pueblo preguntó: ¿y no será que la misma pregunta es la respuesta . . . ?

Todo es como es porque no podía haber sido de otra manera, si no, hubiera sido diferente. El loco fue nombrado alcalde y desde entonces intenta, en vano, presentar cada mañana su dimisión irrevocable.
 

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¡QUÉ SUSTO!

 

Diálogo entre dos palabras aterrorizadas huidas de cualquier tertulia:


 

Cuando oí que algunos tertulianos llevaban gomas en el bolsillo, salí corriendo . . .


 

Jo, ¡qué susto . . .!


 

Sí, menos mal que también he oído que hay un grupo muy ruidoso que está en contra de las gomas.


 

¿Una ONG que nos protege?


 

No sé, es un grupo un poco raro . . .


 

¿Y cómo dices que se llaman?


 

Vati ano, o Vaticano, o algo así . . .


 

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¡QUÉ SUSTO!


Mi primer susto no lo recuerdo, la naturaleza nunca es cruel y siempre nos evita dolores inútiles para sobrevivir o crecer, ¿qué se puede aprender de la brutalidad con que se nos suele traer al mundo?

Luego empezaron las lecciones:


 

El susto ante una discusión de mis padres, la lección de que las personas discuten, incluso las más cercanas.


 

El susto de una máscara a los seis años, la lección de que las apariencias engañan y que las máscaras esconden rostros que se esconden tras la máscara que esconden rostros.


 

El susto de descubrir que tus padres son extranjeros y extraños en la tierra donde vives, la lección de que si siempre eres extranjero, ninguna bandera te ata, sólo las personas y las costumbres de cada lugar.


 

El susto al descubrir un dios extraño reflejado en dos libros contradictorios: o es ira o es amor, la lección de que cualquiera puede decirse portavoz de cualquier dios.


 

El susto de los primeros besos, la lección de que lo tenido por maravilloso e inalcanzable puede llegar a ser cotidiano y hasta monótono por repetido.


 

El susto de la frialdad de un arma en la mano, la lección de que en alguna parte debía estar muy asustado para prestarme a ese juego.


 

El susto ante la incomprensión, la lección de la esperanza de aprender.

Cada día, nuevos sustos y nuevas lecciones . . .


 

Y el susto final al descubrir que la realidad de los hechos se disuelve en el ácido de los miedos, y que esa fantasía envenenada pasa a diario a ser nuestra realidad . . . Joder, ¡qué susto!


 

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ENTRE LÍNEAS


Entre líneas intentando comprender apenas algo de cuanto nos rodea, entre líneas, con fe en no creer, con fe en la no fe verdadera.

Entre líneas y sin acentos, entre líneas, la vida dibujando. En la línea de la memoria, el viento, en el horizonte, la certeza flotando.

Entre líneas, respetando la verdad, mientras descubrimos sus mil caras. Entre líneas, entre amigos, entre textos, cosechando claras palabras claras.

Entre líneas suaves vagaremos, hasta encontrar el fluir de palabras de perfecto significado imperfecto, de vago mensaje, vivas y aladas.

Entre líneas, entre palabras, entre acuerdos, entre todos, entrevistemos a la vida disfrazada de entrelineas, y dibujemos su sonrisa más clara.


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