Textos tertulia TELEES - Año I

Una alegría compartida es una doble alegría; un disgusto compartido es medio disgusto. (Jacques Deval)

Todos los miércoles, a partir de las ocho y media quedamos para leer escritos propios o de otros, esos textos que nos apetece mostrar, esos libros que nos han tocado el alma y que queremos compartir.

La lectura no es erudición, la lectura es otra forma de animar la conversación, porque la conversación es la base de la cultura, y la cultura es la base de la convivencia.
 

(LOS TITULOS DE LOS TEMAS SOBRE LOS QUE ESCRIBIR PARA LA SIGUIENTE TERTULIA SE ELIGEN AL AZAR PREGUNTANDO A CUALQUIER ASISTENTE, GENERALMENTE UN RECIÉN LLEGADO, QUÉ TITULO O TEMA PROPONE: SUS PRIMERAS PALABRAS PRONUNCIADAS SE CONSIDERAN EL TEMA EN SI MISMO, DE AHÍ LO CURIOSO DE ALGUNOS DE ELLOS)


 
 

TERTULIAS Y TERTULIANOS:

He conocido unas cuantas tertulias: de escritores principiantes y consagrados, de jóvenes y de la llamada tercera edad, de niños inquietos y de escritores soñadores de la gran novela; de aficionados a la literatura, o aficionados a leer o aficionados a escribir, o aficionados a las aficiones. Pero ésta es de las más sanas que he encontrado: nunca contaminan el aire que respiramos las rencillas personales, los egoísmos, o cualquier estúpida carrera hacia ninguna parte. Parece que, casualmente, nos hemos reunido un grupo de personas que ya casi hemos aprendido a vivir y dejar vivir, todo un arte.

Para mi es la primera vez que me puedo sentar en una tertulia completamente relajado, sin importarme cuanto habrá de ocurrir, porque nada malo o negativo puede germinar de una tierra limpia y respetada.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net




 

ME HE QUEDADO EN BLANCO

EN BLANCO

 

Blanca era la sábana en que le envolvieron al nacer, sobre la que supo dibujar amapolas y fresas.

Blancos esos pañales que pronto dejaban de serlo.

Blanca la luz que cegaba sus tiernos ojos.

Blanca la leche que le alimentaba.

Blanca, como su inocencia, el vestido de su hermana el primer día que le cogió en sus brazos.

Y hubo muchas más cosas blancas en su infancia, mientras su mente bullía con todos los colores imaginables.

 

Pero el tiempo le convirtió en un adulto. . .

 

Hoy ya es un ciudadano respetable que nunca hace preguntas indiscretas, molestas o impertinentes. Un ciudadano respetable que no practica la perversa costumbre de pensar.

 

Hoy su mente está en blanco.

                                   

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net  

 

 

 

YA LE TOCA A OTRO

 

Ya le toca a otro izar y arriar banderas, y mancharlas de sangre creyendo en la legitimidad de una causa.

Ya le toca a otro añorar tiempos mejores que nunca lo fueron.

Ya le toca a otro admirar lo deseado para desear nuevos deseos una vez roto el hechizo de la admiración.

Ya le toca a otro creer en machismo y feminismo sin sospechar siquiera el origen antropológico de tantas injusticias.

Ya le toca a otro odiar a unos, lejanos, mientras justificamos a otros, cercanos.

Ya le toca a otro creer que existen mentiras justificables, o que existen verdades y mentiras tan sólo.

Ya le toca a otro leer la historia de nuestra especie como la del dolor, obviando tanto amor y solidaridad que hasta aquí nos ha traído.

Ya le toca a otro la soberbia de crear y adorar dioses de mil nombres, sin admitir, acorralados por el miedo a la muerte, que nada sabemos.

Ya le toca a otro diseñar un futuro mejor hacia fuera, olvidando ese interior cotidiano tan abandonado.

Ya le toca a otro hablar de amor mientras se  odia, de justicia mientras se condena, de construir mientras se destruye.

Ya le toca a otro mitificar el sexo, mientras se cree libre rodeado de fantasmas, temores  y prejuicios.

Ya le toca a otro creer, tan pesimista como arrogante, que podemos acabar con la vida en nuestro planeta, esa vida que siempre ha sabido defenderse y perpetuarse.

Ya le toca a otro decir que sabe y comprende, sin ejercitar la modestia necesaria en todo aprendizaje.

Ya le toca a otro desperdiciar la vida con certezas mientras olvida la certeza constante del final.

Ya le toca a otro gritar, yo apenas empiezo a comprender el silencio.

Ya le toca a otro juzgar, yo ya me sé reo de mis juicios.

Ya le toca a otro creer que sabe, yo apenas sé que no sé.

Ya le toca a otro creer que ha encontrado, yo apenas sé buscar.

Ya le toca a otro … yo ya he llegado, herido y agotado, a la última fantasía: creer que ya no creo.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net         

 

 

A LA COLA 

¿Y USTED . . . ?

 

Yo también escupo hacia arriba y pago las consecuencias.

Admiro la honestidad, pero más a menudo de lo que quisiera, no tengo el valor de ser tan consecuente como quisiera.

Sé que todo el planeta es mi patria, pero no todas las tribus y sus músicas me conmueven por igual.

Creo que amo y me convenzo de que no lo puedo hacer mejor, que es más fácil que seguir aprendiendo.

No vendería ni mataría a nadie por dinero, pero escucho la oferta.

Hago algo y digo que no puedo hacer más, pero no lo intento.

No soporto a los fanáticos que no soportan a los fanáticos.

A mi orgullo lo llamo dignidad, y al ajeno, orgullo.

Reniego de la violencia, pero creo en las excepciones.

No tengo más fe que la depositada en el ser humano, una locura . . .

Y a pesar de todo, me considero digno de estar en la cola de la vida, digno de vivir . . .

¿Y usted?

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net                                                                    

 

 

 

BUDA Y EL TERRORISTA

¿Son realmente dos personajes tan diferentes y contrapuestos como parecen o podemos encontrar más paralelismos de los que vemos a simple vista? ¿Son esos paralelismos sólo aparentes?

Ambos pretenden transformar el pensamiento ajeno, sus mentes, sus ilusiones.

Pero Buda pretende acabar con todas las ilusiones como camino para terminar con el dolor . . .

El terrorista también: muerto el perro …

Ambos alimentan su ideología con miedos ajenos.

Pero uno para alimentarlos y el otro para destruirlos.

Ambos están convencidos de su verdad hasta el absurdo, hasta el fanatismo.

Pero uno cree en una verdad que hace desaparecer al resto de las percepciones de la verdad, mientras el otro sólo admite una única verdad como tal.

Ambos son pacientes para conseguir sus fines.

Pero uno practica la paciencia al tiempo que disminuye su ansiedad mientras para el otro la espera significa crecimiento de dicha ansiedad, con los consiguientes efectos negativos.

Ambos son ateos, en el sentido de considerar a cualquier dios como una ilusión perniciosa.

Sí, pero mientras uno lo siente como ilusión tan sólo, el otro siente a cada dios como un enemigo.

¿Es entonces un buda mejor que un terrorista?

Tanto  el buda como el terrorista contestarían, sin dudarlo, que no, pero siendo la respuesta la misma, a uno le engrandece y en el otro delata su estrechez de miras, ahí radica la gran diferencia entre ambos.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net                                                         

 

 

 

EL BUEN “BUENISMO”

 

Seguro que todos hemos observado la red que se ha ido tejiendo en estos momentos tan sanos que hemos dado en llamar tertulia.

El tiempo ha ido mostrando las coincidencias y discrepancias en el pensamiento de cada uno de nosotros, enriqueciéndonos con esas diferencias posiblemente más de lo que podamos imaginar. Es tan simple como compartir pensamientos sin que exista censura, ni límites, ni más normas que las que surgen de la naturaleza misma del diálogo. Al margen de cómo y cuando terminen, seguro que lo recordaremos como algo positivo.

Y un buen día surgió la palabra buenismo, pronunciada por primera vez por la compañera Pilar, si mal no recuerdo. En ese momento quedaron delimitadas dos posturas, en principio opuestas, que se habían definido a lo largo de diferentes tertulias: el buenismo y el aparente realismo, si me permitís que lo llame así. Por si fuera necesaria la aclaración, no me referiré a buenismo con el significado atribuido en los últimos tiempos por la ultraderecha que controla un partido de derechas de todos conocido, sino en el utilizado en nuestras tertulias. El hecho de que un político utilice el argumento del exceso de bondad para atacar a otro dice mucho de la triste naturaleza de esa persona y evidencia la falta de práctica democrática que padecemos en esta tierra, pues su grupo consigue, por increíble que parezca, millones de votos. Ese ha sido, históricamente, nuestra paradoja y sino sociopolítico: ir siempre demasiado adelantados o demasiado atrasados con respecto al resto de Occidente.

Pero aquí trataremos el buenismo bajo el significado de actitud bondadosa, de perdón, de síntesis de ideas orientales y occidentales actitud que no puede provenir sino de la comprensión y el estudio de dichas ideas.

Recuerdo una anécdota que ha sido para mi una de las más emocionantes de las vividas en las tertulias hasta ahora: en una ocasión Haydeé leyó un texto claramente buenista, exaltando el amor, la vida, y al mismo Dios, (que para colmo estaría escrito con mayúscula). Pilar reaccionó con ese temple tan entre gallego y montañés, interrumpiendo varias veces mientras denunciaba ese buenismo aborregante con el que pretenden mantenernos tan mansos como alienados. Luego le tocó leer a Pilar y aunque Haydeé fue más comedida en las formas, haciendo uso de esa actitud tan rioplatense como mediterránea, seguro que no se sentiría en su salsa con el texto, una autobiografía, que había llevado Pilar. Pero lo asombroso sucedió en la tertulia siguiente: aparece Pilar por un lado, con un texto rebosantemente buenista, una recopilación de aforismos sobre la belleza de la vida y Haydeé por el otro con un ensayo, del que no recuerdo la temática, pero sí recuerdo que era claramente pilarista. Ha sido uno de los gestos más bonitos de amistad, respeto y humanismo que recuerdo haber visto en los últimos tiempos. Sin darse cuenta, las dos mostraron lo mejor de cada postura al tiempo que lo mejor de si mismas.  Nos enseñaron también que se puede llegar a un mismo punto por caminos diferentes, eso que tan a menudo olvidamos.

Creo que todos tenemos edad suficiente como para no jugar ya a intentar tener razón por tener razón, sino a intentar aprender cuando nos encontramos con ideas diferentes a las propias. Pero sabemos también de la dificultad que comporta ese equilibrio entre expresar tan sólo una idea y caer en la necesidad, muchas veces subconsciente, de imponerla. Y es ahí donde creo que radica la clave de esta aparente dicotomía, como la de tantos otros temas que gobiernan nuestro pensamiento, en el equilibrio, ese equilibrio imprescindible para la vida y para la existencia misma del universo que percibimos: no olvidemos, por dar sólo un dato, que la tan perseguida Teoría del Todo, que los físicos llevan casi un siglo buscando, no sería sino una ecuación que consiguiera equilibrar, a ambos lados de un signo matemático de igualdad, todas las fuerzas que actúan en el universo.

La carencia de equilibrio no es eso que denominamos caos, que es tan sólo un componente más de todo equilibrio. La ausencia de equilibrio es el fin de toda percepción, el fin de todo universo concebible por nuestra mente, la ausencia del todo que no es, no obstante, la nada.

Intentaré empezar por equilibrar este escrito volviendo a lo más cercano, a la búsqueda del equilibrio en lo cotidiano.

Comprendo perfectamente la actitud de Pilar cuando se indigna ante el buenismo, entendido en su sentido peyorativo, como mecanismo de manipulación y control social, pero también recuerdo las lecciones que me ha dado la vida sobre la inutilidad de utilizar la fuerza o las armas para defender una idea, porque es precisamente en las ideas donde se ha de dar el cambio, la revolución, la evolución, la continuación fructífera de la vida.

Siento y comprendo también cuando un texto nos indica el camino del perdón, pero intento no olvidar que ese perdón no significa admitir interminablemente la acción insana de quien hace daño a quienes le rodean. Intento tener el valor de poner la otra mejilla, pero intento no olvidar que, por alguna sabia razón, la naturaleza nos hizo con dos mejillas, no con doscientas . . .

No olvidemos que ese tal Jesús, que para algunos de vosotros es un dios, también montó en cólera ante la injusticia, y nada menos que en la puerta de un templo, pero predicaba, y era consecuente, el amor.

Incluso cualquier dios creador en que creáis, incluyó en su creación el frío y el calor, lo enorme y lo minúsculo, la luz y las sombras , etc. Y equilibrando extremos creó el universo, que nada sería sin dicho equilibrio.

Creo que quienes estamos vivos en este momento contamos con el enorme privilegio de asistir a uno de los más interesantes renacimientos de nuestra especie. Debería maravillarnos el hecho de que, aunque sólo sea en esta parte del planeta que llamamos Primer Mundo, cientos de miles de personas se planteen las cuestiones que debatimos cada semana en estos encuentros, que hablen, simplemente de la posibilidad de que exista un camino alternativo al que hemos seguido, a base de sangre y miedo, durante milenios. El hecho de que tal alternativa sea planteada y no sólo aisladamente por algunos individuos, es en si mismo un avance enorme.

El buenismo, en el buen sentido de la palabra, es para mí esa serie de cosas que la vida te va enseñando cuando ya la tempestad de la juventud va amainando, esas cosas que siempre te señalan una misma dirección: el anhelado equilibrio.

¿Y que nos enseña la vida?

 

* Que somos lo que pensamos: si estancamos nuestra mente en el miedo y la frustración, frustrante y miedosa será nuestra existencia. Si, por el contrario, aprendemos a ver lo positivo con la misma habilidad con que detectamos lo negativo a cada instante, nos sorprenderá cuantas cosas puede regalarnos el mero hecho de vivir.

 

* Que la felicidad hay que buscarla en los momentos, liberando la mente de prejuicios que autojustificamos automáticamente arrastrados por las costumbres. Eso que llamamos felicidad está en el camino mismo de la vida, no en un final programado que tal vez nunca llegue. Con veinte años entendemos que se debe interpretar como vivir en una fiesta constante en cada momento, luego comprendemos que no se trata de eso, aunque siempre dejemos la puerta abierta a la fiesta, ¿por qué no?

 

* Que no existen patrias, razas, fronteras, ni enemigos, salvo aquellos a los que les concedamos tal título y hacerlo es un tremendo error.

 

* Que el odio es el mayor despilfarro de vida y energía, el mayor error, que a nada lleva, sino a convertirnos poco a poco, y sin sospecharlo siquiera, en el ser odiado.

 

* Que cuerpo y mente son, al menos durante este corto viaje, una única ente indisoluble, no se puede respetar, cuidar o descuidar uno sin detrimento o beneficio del otro.

 

* Que no es importante si estamos aquí con un fin concreto o no hay más fin que vivir ni más vida que esta de la que disfrutamos. Sufrir por ello es ser rehén de la dictadura del ego, ese monstruito que tan a menudo vemos asomar las orejas, tanto desde nuestra sombra como desde las ajenas.

 

* Que no existe la bondad o la maldad, sino tan sólo la salud y la enfermedad en nuestras mentes. Siempre me ha asombrado la facilidad con que asimilamos este concepto cuando nos referimos al cuerpo y la dificultad cuando nos referimos a la mente, que aquí en Occidente nos empeñamos obsesivamente en separar de aquel.

 

* Que dar produce más placer que recibir, o al menos el mismo, si tu mente está mínimamente sana.

 

* Que la necesidad de cambiar el mundo que nos rodea, de mejorarlo, de participar de alguna manera en la acción colectiva de nuestra especie, no sólo es deseable, sino que está en nuestra propia naturaleza, en nuestro ser, y hacerlo no es más que el indicativo de que mantenemos sana esa parte de nuestra naturaleza.

 

* Que el humor, tanto como el amor, es una de las más grandes armas que la naturaleza nos ha regalado, y como cualquier hecho en la misma naturaleza, requiere un equilibrio, pues hasta el abuso del concepto de amor nos puede apartar de su uso.

 

* Que perdonar es tan sano como inteligente, pero el perdón ha de pasar necesariamente por la comprensión, si no es tan sólo juego de autoengaño. Nunca podrá perdonar realmente quien antes no haya comprendido el motivo de la acción que le produjo dolor.

 

*Que somos una especie gregaria y además, depredadores versátiles, dos características que nos hacen poderosos y con bastantes posibilidades de sobrevivir, siempre que no olvidemos que es el grupo nuestra fuerza, nunca un sólo individuo, por sabio que sea. Este concepto nos cuesta mucho asumirlo a los occidentales, y apenas lo hemos manejado, con mediocridad, en la política.

 

* Que nunca sabemos que es realmente bueno o malo de cuanto se cruza en nuestro camino, pero parece haber una ley de equilibrio que hace que las acciones mezquinas se vuelvan contra nosotros y las altruistas allanen el más difícil de los caminos.

 

* Que nuestra mente está llena de fantasías, y al parecer pocas veces nos evadimos de ellas. De hecho, nuestro pensamiento es en sí tan sólo fantasía, aunque lo olvidemos a cada paso para evadirnos de la angustia vital, como hacemos con la realidad irrefutable de la muerte. Nuestra mente, no hace mucho que lo hemos comprendido racionalmente, no está preparada para ver la realidad, sólo para sobrevivir. Siendo así, nada nos impide sustituir unas fantasías por otras, más sanas, creativas y placenteras.

 

* Que siempre quedan cosas por aprender, algo que deberíamos recordarnos a nosotros mismos cada mañana.

 

. . . Y algunas cosas más que habré pasado por alto . . .

 

He tenido el privilegio de exponer mi mente a más de una cultura, a más de una forma de mirar la vida, y de esa experiencia he intentado crear una síntesis que sirviera para cualquier persona, sin importar sus condicionamientos culturales. En ese camino me encontré un día apreciando la riqueza del pensamiento científico, esa creación cultural que a los occidentales nos ha permitido no sólo sembrar de dolor el mundo colonizándolo, sino también aprender a mirar ese mismo mundo, más aún, el universo. Ese pensamiento científico, unido a la enunciación de los Derechos Humanos son, posiblemente, las dos únicas creaciones culturales de las que debiéramos sentirnos realmente orgullosos.

Ese mismo tipo de pensamiento ha sido el que recientemente ha descubierto, las neuronas espejo, que abundan en nuestro cerebro mucho más que en ninguna otra especie de este planeta. Esas células nos permiten experimentar el dolor de un semejante sólo con observarlo y, si las circunstancias nos lo permiten, nos empujan a ayudarle. Sólo este dato, al que se deberían añadir otros como la Teoría de Juegos, o la misma historia bajo un análisis estructuralista, debería ser suficiente para convencernos, científicamente hablando, que el buenismo (y volvemos al término) no es una filosofía esotérica con más o menos éxito, sino la clave que nos ha hecho sobrevivir, como especie, hasta hoy.

A menudo, cuando me encuentro con una persona pesimista o con una actitud negativa ante la vida, que está siempre quejándose de la crueldad del ser humano, le pregunto: ¿cuántos de los objetos que utilizas en tu vida sabes fabricar? La respuesta es obvia: muy pocos. Todos esos objetos han sido inventados por seres con dos características específicas de nuestra especie: la curiosidad y la empatía, pues casi nunca obtuvieron beneficio económico de sus obras o inventos, pero no los destruyeron por ello, los legaron a nosotros, sus descendientes, a veces mediante un acto solidario, otras el azar se encargó de ello.

 

¿Por qué renegar de la naturaleza de nuestra especie en vez de agradecer cuanto todos poseemos y compartimos?

 

Si de verdad un sufrimiento o una injusticia te duelen, pon tu grano de arena para solucionarlo y que eso no te robe ni un ápice de alegría o bienestar. Si te duelen las muertes injustas de quien deja de existir por una vacuna de un euro, regala ese euro, no importa que no conozcas a quien has salvado la vida, es un familiar, no olvides que procedemos todos de una tribu de 150 individuos que salieron de África.

Y una vez que has regalado esa vacuna, ¿para qué amargarte? ¿Crees que estás mentalmente más sano cuando te angustias por lo inevitable?

¿Crees que estas sano cuando no colaboras en evitar lo evitable y te quedas en la queja indignada?

¿A quién queremos castigar en realidad cuando nos castigamos haciéndonos sufrir en vano? Entre la persecución obsesiva del placer sensorial y la obsesión por remediar lo inevitable existe, así lo intuyo, un camino de equilibrio que no niega ni el placer ni el dolor, que no grita ni se hunde en el silencio, un camino que nos enseña a ser y no ser al mismo tiempo, sin que la aparente contradicción nos hiera.

 

La solidaridad, la empatía, la fraternidad, el buenismo, si lo queremos llamar así, no son sino características de esa forma que ha adoptado la vida en nosotros, no una hermosa filosofía. Son un conjunto de ideas y actitudes de las que no podemos, aunque queramos, evadirnos, porque son una ley que la vida, a través de la evolución, ha escrito en nosotros. Todo el horror, dolor y miseria que han lastrado la historia de nuestra especie no son sino consecuencia de los actos de los elementos enfermos de la misma, elementos que siempre habrá, porque así es la vida en este planeta y esta dimensión, pero el sufrimiento y el dolor no son una ley de la naturaleza: la naturaleza, tras asegurar la supervivencia, siempre da el siguiente paso: la búsqueda del placer en cualquiera de sus formas.

No deberíamos olvidarlo cuando juzgamos a nuestros semejantes y a nosotros mismos con tanta rigidez. Porque como dijo alguien, y tantas veces habrán aprendido y repetido otros a lo largo de generaciones: “Al final, la vida, queridos amigos, siempre tiene razón.”

                                                                                        

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net                                                                     

 

 

¡YO QUE SÉ . . . !

 

Yo que sé porqué recordé el título “Ya lo creo . . . “ en vez de “Yo que sé”, que era el acordado, pero ahora, que ya sé que no supe en su momento, al fin descubro que sé cual es el tema elegido.

Cierto que podría haber sabido antes si hubiera preguntado, pero no pregunté porque creía saber, y esa actitud me llevó de cabeza al no saber.

Tantas vueltas para descubrir que sé desde el momento en que supe que no sabía, mientras que cuando creía saber, en realidad no sabía nada.

Dudo, además, de si sé ahora realmente o si tan sólo creo que sé, porque cabe dentro de lo probable que quien me dijo el título no supiera, aunque creyera que sabía, posible error que yo, a su vez, transmití a otra persona, a la que le dije que el tema era  otro en vez de “Yo que sé”.

Pero admitamos que al fin sé cual es el tema sobre el que escribir y que debo dar el paso siguiente: saber qué escribir.

Como sé que tengo preparado un texto con otro tema que no es “Yo que sé”, no sé porqué he de escribir sobre yo que sé que, así que cuando me toque leer y me pregunten si he escrito algo sobre el tema “Yo que sé”, no sabré qué contestar, puesto que tan cierto es que escribí como que no escribí sobre ese tema, así que diré simplemente: Yo que sé.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arrteslibres.net                                             

 

 

 

LOS SEMIVIVOS Y LOS SEMIMUERTOS

Los semivivos ven en los semimuertos a seres autoritarios, anclados en el conservadurismo por cobardía y estrechez de miras; fanáticos, integristas, crueles; agresivos en sus miedos; primitivos; hipócritas en su moral y en el fondo necia y peligrosamente ingenuos por creer que con sus guerras y juegos de poder conseguirán detener una evolución que siempre acaba derrotándoles.

Los semimuertos, por su parte, ven en los semivivos a ingenuos idealistas de peligrosas ideas, vagos y oportunistas; elementos siempre disconformes con la realidad, que se empeñan tozudamente en transformar; hipócritas en cuanto les roza el poder e hipócritas al no aplicar sus ideales en sus propias vidas.

Tanto los semivivos como los semimuertos deberían aprender a vivir y dejar vivir, esa deseable actitud que, como las grandes verdades científicas, es más simple cuanto más profunda.

Porque todos, tanto los semivivos como los semimuertos, hemos tenido y tenemos entre nuestras vivencias comportamientos irracionales, destructivos, absurdos y negativos, parecidos a los de esos zombis de película que aterrorizaron nuestra infancia.

¿Cuándo comprenderemos todos que tan vivo y tan muerto está un semivivo como un semimuerto?

Saberlo y reconocerlo es el primer paso para conseguir estar todos, algún día, simplemente, vivos.

 

Nekovidal – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL ALMA DEL DESALMADO

 

No existe un sólo ser humano desalmado, sin alma, pero hay muchos con el alma enferma: enfermos de tristeza, de prejuicios, de patriotismo, de machismo y de feminismo, de certezas o de incertidumbres, de miedo a los demás y miedo a la soledad, de miedo a la vida y miedo a la muerte y, sobre todo, miedo a vivir sin miedo y a conocerse a si mismo.

Y hay, habemos, tantos enfermos, que a veces este pequeño planeta azul parece un inmenso hospital de niños tristes que han olvidado como jugar antes de haber aprendido como vivir.

 

Nekovidal -  nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

YO PIENSO QUE ES CULPABLE

 

Yo pienso que es culpable el dictador que arruinó mi infancia, llenando mi familia de miedos, de rencores, de reivindicaciones que siempre son justas para quien las formula. . . . pero olvido ver la víctima que anida en ese dictador, triste cadáver andante, víctima de una educación represiva provinciana, de miserias emocionales sin cuento, de la burla constante de los camaradas por su voz aflautada, su ridícula estatura, sus pretensiones pseudoculturales. Y de paso olvido acusar a los miles de personas que influyeron, con sus pequeños egoísmos diarios, en las vidas de Francisco y Pilar, esa parejita de El Ferrol que tanto dolor acabarían sembrando: aquellas amiguitas de la aristocracia provinciana que la menospreciaban a ella, aquellos amiguitos adolescentes que le menospreciaban a él, siempre intentando hacerse querer . . .

 

Yo pienso que son culpables mis padres: ella de clase media con acceso a la universidad cuando era un lujo envenenado, en una época oscura en que lo mejor era no ser nadie en una sociedad muerta que no era nada, pero que el destino condenó a ser una señorita bien criada en el ambiente demente de la Sección Femenina; él, con tanto mundo y tanta vida por delante, tanta inteligencia natural desperdiciada porque nunca cayó en la cuenta que la información que le llegaba desde esa tierra por la que tanta morriña encubierta sentía, podía, simplemente, no ser verdad, no ser más que una farsa. A ella le acuso de estupidez, a él de ceguera, pero olvido acusar a quienes le criaron, a cada uno de mis antepasados, que con cada gesto iban forjando su futuro, a la pobreza de la familia de él, al miedo a la pobreza de la familia de ella, a cada paso dado por cada una de las miles de personas que moldearon su vida . . .

 

Yo pienso que son culpables los políticos, todos ellos, por necesitar el poder sobre sus semejantes para intentar llenar sus vidas, unos a costa de buscar la gratitud por sus acciones altruistas, una carencia, otros por intentar obtener la admiración por su poder, una demencia. Pero olvido acusar a quienes crearon esas personalidades, esas miserias, esa demencia admitida en nuestra época.

 

Yo pienso, con cierta desfachatez, que son culpables los terroristas de todas las tendencias y colores, mientras olvido el otro terrorismo, el legal, que provoca muchas más muertes, porque es más cómodo que enfrentarme a diario a una mayoría aplastante que no posee ni esa loca clarividencia de que disfrutaba en mi juventud y que el tiempo por una parte ha borrado y por otra templado. Pero al creerles culpables paso por alto la juventud de la mitad de la clase política española, que en algún momento pasaron por la cárcel por terroristas, o la de la otra mitad, cómplices de golpismo y genocidio aunque no hayan pisado una cárcel en su vida. Y vuelvo a olvidar el motivo que a unos y otros nos empujó a esa guerra. Y no consigo dejar de pensar que unos son más culpables que otros . . .

 

Yo pienso cada día que alguien es culpable: mi irrito con la prensa y los noticieros, constante y absurda nota necrológica de nuestra especie, me indigno con la cerrazón ajena, con la injusticia impune, con la memoria frágil, con la necedad oportuna y recurrente.

Y ya hace un tiempo que me siento acorralado en un dilema: por una parte siento justa esa ira de los justos de que aún participo, y por otra no veo más que víctimas de diferentes matices. Por una parte me digo que es lícito seguir luchando contra las injusticias evidentes, pero por otra no encuentro evidencia de injusticia en el momento en que la capacidad de elección de cada uno de nosotros se ve lastrada por millones de condicionamientos que no alcanzamos ni a concebir.  Intuyo la sabiduría de saber conectar y vibrar con la parte de cada ser que, sedienta de vida, busca incansable la paz y el placer, tanto el propio como el ajeno.  A veces veo injusticia, otras sólo el resultado inevitable de ciertos tipos de locura; a veces veo maldad, otra, mera enfermedad; a veces un discurrir constante en conflicto y otras la evidencia de que el enfrentamiento al conflicto crea más conflicto sin conseguir aliviar dolor alguno.

Y en esta dicotomía me encierro, me bloqueo, me escabullo entre pensamientos cuánticos que apenas comienzo a comprender: ¿Cómo pueden las cosas ser y no ser al mismo tiempo? ¿Cómo se puede ser víctima y verdugo a la vez? ¿Somos, al fin y al cabo algo más que víctimas y verdugos constantes? ¿Podemos imaginar siquiera el efecto de cada uno de nuestros actos en cuantos nos rodean?

Aquí, en la tetería, alguien llega cansado, por su trabajo, por un viaje, por un resfriado o cualquier otra razón, y pide una bebida; la pide en un tono triste o arrogante, consecuencia de ese cansancio, ¿es culpable de algo? Aparentemente no, pero tal vez el bisnieto del chico o chica que le atiende, y recibe callado la agresión, llegue a ser algún día un pintor mediocre de acuarelas en alguna ciudad europea del siglo que viene, y frustrado por haber sido rechazado en la escuela de bellas artes, emprende una carrera política que le lleva a poseer un poder que le embriaga y enloquece,  un poder que le inspira para salvar el mundo una vez más bañándolo de sangre,  un poder que arrastra al resto de la humanidad a la tercera y última guerra mundial . . . ¿es culpable de algo quien hoy ha llegado aquí y ha pedido esa bebida de forma grosera, condicionando el carácter y la vida futura de ese chico o chica que serán padre o madre y abuelos y bisabuelos de ese futuro genocida? Ni imaginamos el efecto que cada uno de nuestros actos tienen en nuestros semejantes y tendrán en el futuro, igual que no podemos ni imaginar el verdadero origen de cada una de nuestras decisiones, que nos empeñamos en considerar propias y libres.

 

La culpabilidad, como la objetividad o la verdad, es tan sólo un concepto tan falso como aparentemente necesario para nuestras mentes. Recurrimos a ellos a diario, incluso quienes identificamos la falsedad de la esencia de los mismos. Queda por saber si esa acumulación de conceptos fantasiosos forman parte intrínseca de nuestra estructura neurobiológica, en cuyo caso estaríamos condenados a ello sin remisión, o si cabe la posibilidad de educar nuestra mente, poco a poco, de forma que sustituya esos criterios por otros más “reales” y, sobre todo, menos dañinos y dolorosos tanto para el conjunto de nuestra especie como para cada uno de los individuos que la formamos.

 

Tal vez desprendernos del individualismo enfermizo que nos hace creernos dueños de cada decisión y señor de cada uno de nuestros actos sea un primer paso para  lograr ese equilibrio que no nos impida identificar una injusticia ni intentar evitar por todos los medios el dolor que conlleva sin necesitar por ello identificar a un culpable, sino tan sólo un error para poder subsanarlo en el futuro. Confundimos a menudo los conceptos: castigar o linchar no son sinónimos de corregir.                                    

 

Nekovidal – 2007  nekovidal@arteslibres.net

 

   

 

PARA MI ES LA PRIMERA VEZ

 

He conocido unas cuantas tertulias: de escritores principiantes y consagrados, de jóvenes y de la llamada tercera edad, de niños inquietos y de escritores soñadores de la gran novela; de aficionados a la literatura, o aficionados a leer o aficionados a escribir, o aficionados a las aficiones. Pero ésta es de las más sanas que he encontrado: nunca contaminan el aire que respiramos las rencillas personales, los egoísmos, o cualquier estúpida carrera hacia ninguna parte. Parece que, casualmente, nos hemos reunido un grupo de personas que ya casi hemos aprendido a vivir y dejar vivir, todo un arte.

Para mi es la primera vez que me puedo sentar en una tertulia completamente relajado, sin importarme cuanto habrá de ocurrir, porque nada malo o negativo puede germinar de una tierra limpia y respetada.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

HOY

 

Hoy volveré a plantearme, una vez más, si vale la pena arriesgar tiempo en esa amistad, dinero en ese negocio, o sentimientos en esa relación, todas ellas semillas esperando la lluvia oportuna que las haga germinar.

Antes tendré que decidir si vale la pena plantearse esas cosas o no será mejor, como en tantas otras, dejar fluir el río de la vida.

Ante todo, como condición imprescindible de este juego, he de mantener la fe en que habrá un mañana.

Luego nada está, en realidad, en mis manos.

 

Nekovidal 2007 - nekovidal@arteslibres.net

 

 

HOY

 

El hoy de ayer ya es pasado, irremediablemente irrecuperable e inmune a toda transformación, salvo en la necesidad de la mente.

 

El hoy de hoy, simplemente, no es. Cada nanosegundo transcurrido es pasado, cada nanosegundo por venir es futuro. Decir que el presente es la más delgada de las líneas imaginables es una tremenda exageración, es más delgada aún.

 

El hoy del mañana es un futuro tan incierto como aparente y falsamente modificable.

 

Luego, ¿Cuál es la clave de tan absurdo juego?

¿Alguien puede decirme qué hora es?

 

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YO

 

Yo creo ser y me es suficiente en mi ignorancia. Creo en el mismo yo que crea al yo, luego el mismo acto de creer pierde sentido.

Además de ser, también creo que ese yo puede hacer, y creo en la realidad de cada acto.

Hace años incluso creía que ese yo podía decidir su destino, ahora ya dudo.

¡Cuántas fantasías pueden brotar de un tallo minúsculo y reseco al que llamamos yo!

 

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YO

 

Yo soy el que mira, pero mi mente ve tan sólo cuanto su desarrollo le ha permitido, condicionado por lo percibido hasta ahora, casi nada. Sólo veo cuanto creo ver.

 

Yo soy el que oye, pero cada sonido captado desde antes incluso del nacimiento me ha convertido en esclavo de la mente que esos sonidos han moldeado. Sólo oigo cuanto creo oír.

 

Yo soy el que huele, pero nunca podré apartar de mi mente, la que huele, aquellos olores de infancia que la condicionaron.

Sólo huelo cuanto creo oler.

 

Yo soy el que acaricia, pero cada contacto dado y recibido condiciona al siguiente, y cada gesto desprende cientos de células que condicionan el siguiente contacto.

Sólo siento cuanto creo tocar.

 

Yo soy el que paladea los alimentos, las bebidas, a través de unas células esclavas de cada una de las percepciones anteriores, condicionadas por la temperatura de la comida o bebida, condicionadas por  cada bocanada de humo.

Sólo degusto cuanto creo degustar.

 

Si toda percepción está condicionada, regida por millones de condicionantes que ni sospechar podemos: ¿a qué llamamos realidad?

 

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ELLOS

 

Ellos arriesgaron y arriesgarán la vida por nosotros sin conocernos: en medio de una tempestad marina, entre los hielos de la alta montaña, en el infierno del fuego, en un hospital, en la sinrazón de una guerra . . . Ellos, todos ellos, vivieron para si, pero regalaron al futuro sus obras.

¿Alguien recuerda al primer panadero, al inventor de la rueda, las tenazas, el primer circuito, el primer tejido, la primera red, el primer vino . . . ?

Pero aquí están, en forma de innumerables objetos cotidianos, sus obras, ese hermoso legado postmorten de sus habilidades, de su sudor, de sus inquietudes, de sus dudas y certezas.

Casi ninguno de ellos lo planeó así: sólo les interesaba  sobrevivir, u obtener algo de dinero, tal vez incluso les movió, a muchos, la codicia, pero todos regalaron al futuro de su especie, nosotros, más de lo que recibieron.

Ellos me dieron la vida y ellos buscarán el lugar apropiado en que depositar mi cuerpo cuando termine la odisea.

Ellos, cada uno de ellos eres tú, yo, nosotros.

Eso nos ha hecho poderosos en este planeta como forma de vida, a pesar de nuestras tremendas limitaciones físicas.

Olvidarlo nos puede costar la extinción de nuestra especie.

 

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CUANDO ME BEBA EL MOJITO

 

Cuando me beba el mojito, aquí, en la tertulia, tras saborear sin prisas el último trago, apurando el frescor del vaso, levantaré la mirada y seguro que encontraré unos ojos amigos. Por eso cada miércoles me permito este pequeño lujo, el de la amistad.

 

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AH, ESPERA, QUE AHORA TE LO DIGO

 

Papi, ¿me defenderías si apareciese un monstruo que quisiera comerme?

Sí, claro que sí.

¿Aunque el monstruo fuera más fuerte que tú y te comiera?

Sí, aún así te defendería, respondí.

 

(Diez minutos más tarde . . . )

Sabes, Papi, yo también te defendería, aunque el monstruo me comiera.

¡Qué suerte tener alguien tan valiente que me defienda!, contesté.

 

(Diez minutos más tarde . . . )

¿Por qué hacemos las personas cosas así? Si el monstruo es más fuerte que nosotros, no nos podemos ayudar dejando que nos coma. Seriamos tontos, Papi. ¿Por qué somos así?

Ah, espera, que ahora te lo digo . . . , o mejor dímelo tú, que perderías mucho más que yo por hacerlo . . .

 

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ES PELIGROSO

 
Es peligroso, cuando eres niño, no confiar en los padres y dejar de creer que siempre tienen razón, pero, a partir de cierta edad, es más peligroso seguir creyendo que siempre tienen razón.

 

Es peligroso vivir conviviendo con el riesgo durante la juventud, pero es más peligroso no arriesgar nada durante esa etapa en que la sangre hierve, el tiempo se cobra las etapas no vividas.

 

Es peligroso creer en dioses por necesidad, arrastra a imponer la propia fe por miedo a la soledad, y el miedo no resuelto suele ser el comienzo del odio, pero también es peligroso no creer en nada, aunque sólo sea en la idea de que es imprescindible respetar las creencias ajenas.

 

Es peligroso, e insano, odiar, pero es más peligroso aún odiar sin darse cuenta de que se odia.

 

Es peligroso plantarle cara a la injusticia, nos puede costar la vida, pero es mucho más peligroso cerrar los ojos a la injusticia, es la muerte segura.

 

Es peligroso criar a los hijos en total libertad, dejándoles expuestos a mil riesgos, pero es más peligroso controlar sus vidas con el pretexto de evitar esos riesgos.

 

Es peligroso confiar en todo el mundo, siempre habrá un ser triste que por codicia, envidia o miedo, te intente hacer daño, pero es más peligroso no confiar en nadie, en ese caso eres tú quien se transforma en un ser triste.

 

Es peligroso reírse de la gente, el sentido del humor no abunda y hay quien se lo toma a mal, pero es mucho más peligroso olvidar reírse, cada día, de si mismo.

 

Es peligroso ser pobre, pero es más peligroso ser esclavo del dinero, porque aunque es peligroso confiar en la gente cuando hay dinero por medio, es mucho más peligroso ver sólo el dinero cuando hay personas por medio.

 

Es peligroso amar, pero lo es mucho más dejar que la vida se marchite poco a poco sin amor, porque aunque es peligroso decir que te gusta a esa persona que te gusta, lo es más no decirlo, te expones a una burla segura de la vida, cuando te haga descubrir, años después, que tú también le gustabas.

 

Hasta regalar es peligroso, actuando con la mejor intención puedes crear conflictos sin querer. Pero es más peligroso no regalar, encerrar la vida en una única dirección hacia ti, la trampa de ese río que acaba secándose.

 

Es peligroso buscar respuestas, se expone uno a caer en la trampa de creer que sólo una de ellas es la correcta, pero es más peligroso perder la curiosidad que nos empuja a buscar.

 

Es peligroso soñar despierto, pero es mucho más peligroso no soñar.

 

Es peligroso, siempre lo ha sido, pensar, cuestionar y preguntar, pero es mucho más peligroso creer que ya no tenemos nada que preguntar y aprender, es un camino seguro a la estupidez y el fanatismo.

 

Es peligroso, en definitiva, vivir, pero es mucho más peligroso creer que es posible la vida sin peligro, y olvidar que el peligro es tan sólo un componente más de la vida.

 

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

FUEGOS ARTIFICIALES: DOS MIRADAS

 

Comencé este siglo en Montevideo, desde la azotea de un edificio sentí temblar la ciudad bajo el estruendo de miles de fuegos artificiales. No recordaba de mi infancia esa afición de los uruguayos por la pólvora.

En una ciudad que nunca fue bombardeada desde el aire, las personas se pueden permitir el lujo de no tener malos recuerdos que entorpezcan el transcurrir de la fiesta.

Por una noche, casi todos lo uruguayos olvidaron el sabor amargo de la vida cotidiana,  amargo como el más fuerte mate cimarrón.

 

 

Los fuegos artificiales más hermosos los vi hace años en Japón. Allí los llaman hanabi, flores de fuego, haciendo uso de esa capacidad tan suya, entre abstracta y lógica, de nombrar las cosas. Un anciano japonés con edad para haber vivido la guerra me confesó que todo el que ha padecido un bombardeo no puede evitar rememorarlo al ver y oír fuegos artificiales, creándose en su interior un choque emocional entre el recuerdo cruel de la guerra y el placer inmediato de comprobar que estos son fuegos y estruendos de paz.

 

Dos ideas recurrentes me invaden cada vez que veo fuegos artificiales: la de que algo así es como debió ser o como podemos imaginar ese Big Bang primigenio y que cada una de nuestras vidas no es ni puede ser más duradera, sólida, trascendente o hermosa que ese par de segundos en que una sólo aparentemente grandiosa explosión de color se plasma sobre la oscuridad de un cielo nocturno.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

FUEGOS ARTIFICIALES

 

Yo creía que los libros me lo podrían enseñar todo . . . fuegos artificiales.

 

Tú también soñaste con ese mundo perfecto formado por seres imperfectos . . . sólo fuegos artificiales.

 

El observa altivo desde la limusina a los simples mortales que le rodean, a la señora con la bolsa de la compra, al obrero sudando, al vagabundo vagando  . . . les mira y se cree mejor. . . fuegos artificiales.

 

El cree que vale más que ella porque es hombre y cree que es hombre porque es más fuerte y cree que es más fuerte porque es hombre . . . fuegos artificiales.

 

Ella  sueña con ese vestido, ese coche que provocará envidias, ese marido para lucir mientras luce una bolsa de una tienda de marca: ella lleva la bolsa y la bolsa lleva su voluntad . . . fuegos artificiales.

 

Ella piensa que no estaría mal conocerle, pero decide que sólo ella debe decidir como será, el juego brutal de la voluntad y la brutalidad de quien antes fue víctima . . . fuegos artificiales.

 

Nosotros creemos ser más o mejor que otros, y posiblemente sea cierto, pero olvidamos que somos menos y peor que otros muchos, eso seguro, y ese olvido constante son  . . .  fuegos artificiales.

 

Ellos darían todo por sus ideas, que por ser justas, lógicas, coherentes y racionales, merecen ser impuestas por la fuerza . . . fuegos artificiales.

 

Pero también hay otros fuegos: la seriedad del niño cuando juega, la del buen artesano cuando trabaja, la del amante cuando realmente ama, la seriedad del loco cuando pregunta y la seriedad del payaso cuando siembra risas.

No hay en esa seriedad nada artificial, pero sí mucho fuego: el fuego eterno del Ave Fénix, el fuego ante el que cualquier infierno parece helado. El fuego del corazón humano.  

 

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ESTÁ BIEN, ESTÁ BIEN, ESTÁ BIEN . . .

 

Está bien el creyente acomodado en su fe, mientras mira displicente al ateo que la niega.

 

Está bien el ateo acomodado en su racionalismo, mientras mira displicente al creyente y sus dioses.

 

Está bien el niño bien cuidado que observa, con su juguete nuevo, al niño que carece de él.

 

Está bien el niño que mira con envidia el juguete y piensa: pero tu papá no juega contigo . . .

 

Está bien el urbanita, mientras observa arrogante desde su coche todoterreno al campesino en el bosque o en el huerto.

 

Está bien el campesino, mientras mira desde su huerto al tipo de ciudad que no sobreviviría ni una semana en el bosque.

 

Está bien quien da, porque disfruta dando y está bien quien recibe, porque disfruta recibiendo.

 

Está bien el rico, pues cree que lo es por sus méritos y bien el pobre que se consuela pensando: pobre pero honrado.

 

Está bien el conservador, convencido de que puede detener el tiempo y está bien el progresista, convencido de que puede cambiar el mundo.

 

Está bien quien llora, porque se desahoga y bien quien ríe, porque ha conseguido regatear al dolor y despistar la tristeza de su mente.

 

Está bien quien es porque se sabe o se cree un universo y quien no es porque ya no sufre.

 

Está bien, está bien, todos están bien, pero, ¿alguno de ellos podría sentir que está bien si su mente no creara al mismo tiempo la imagen de lo que considera opuesto, aquello que cree que está mal?

                                  

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POR DE PRONTO, UN TEMA


Por de pronto, un tema: para tener la chispa con que encender la hoguera de las ideas; para sentir el primer paso que nos empuje a caminar; para que el desaliento o la monotonía no hagan mella en nosotros; para tener otra buena razón para soñar sin dejar de sentir la tierra bajo nuestros pies; para recibir dando y dar recibiendo; para hablar a todos los dioses sin necesidad de adorar a ninguno; para comunicarnos y no olvidar que nada somos sin la comunicación; para que siga creciendo la aventura libre de escribir los cimientos de La Casa de las Palabras . . .

Por de pronto un tema para no olvidar nunca que la vida es, al fin y al cabo, tan sólo una sucesión imprevisible de temas.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

FUEGOS ARTIFICIALES

 

Yo creía que los libros me lo podrían enseñar todo . . . fuegos artificiales.

 

Tú también soñaste con ese mundo perfecto formado por seres imperfectos . . . sólo fuegos artificiales.

 

El observa altivo desde la limusina a los simples mortales que le rodean, a la señora con la bolsa de la compra, al obrero sudando, al vagabundo vagando  . . . les mira y se cree mejor. . . fuegos artificiales.

 

El cree que vale más que ella porque es hombre y cree que es hombre porque es más fuerte y cree que es más fuerte porque es hombre . . . fuegos artificiales.

 

Ella  sueña con ese vestido, ese coche que provocará envidias, ese marido para lucir mientras luce una bolsa de una tienda de marca: ella lleva la bolsa y la bolsa lleva su voluntad . . . fuegos artificiales.

 

Ella piensa que no estaría mal conocerle, pero decide que sólo ella debe decidir como será, el juego brutal de la voluntad y la brutalidad de quien antes fue víctima . . . fuegos artificiales.

 

Nosotros creemos ser más o mejor que otros, y posiblemente sea cierto, pero olvidamos que somos menos y peor que otros muchos, eso seguro, y ese olvido constante son  . . .  fuegos artificiales.

 

Ellos darían todo por sus ideas, que por ser justas, lógicas, coherentes y racionales, merecen ser impuestas por la fuerza . . . fuegos artificiales.

 

Pero también hay otros fuegos: la seriedad del niño cuando juega, la del buen artesano cuando trabaja, la del amante cuando realmente ama, la seriedad del loco cuando pregunta y la seriedad del payaso cuando siembra risas.

No hay en esa seriedad nada artificial, pero sí mucho fuego: el fuego eterno del Ave Fénix, el fuego ante el que cualquier infierno parece helado. El fuego del corazón humano.  

 

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ESTÁ BIEN, ESTÁ BIEN, ESTÁ BIEN . . .

 

Está bien el creyente acomodado en su fe, mientras mira displicente al ateo que la niega.

 

Está bien el ateo acomodado en su racionalismo, mientras mira displicente al creyente y sus dioses.

 

Está bien el niño bien cuidado que observa, con su juguete nuevo, al niño que carece de él.

 

Está bien el niño que mira con envidia el juguete y piensa: pero tu papá no juega contigo . . .

 

Está bien el urbanita, mientras observa arrogante desde su coche todoterreno al campesino en el bosque o en el huerto.

 

Está bien el campesino, mientras mira desde su huerto al tipo de ciudad que no sobreviviría ni una semana en el bosque.

 

Está bien quien da, porque disfruta dando y está bien quien recibe, porque disfruta recibiendo.

 

Está bien el rico, pues cree que lo es por sus méritos y bien el pobre que se consuela pensando: pobre pero honrado.

 

Está bien el conservador, convencido de que puede detener el tiempo y está bien el progresista, convencido de que puede cambiar el mundo.

 

Está bien quien llora, porque se desahoga y bien quien ríe, porque ha conseguido regatear al dolor y despistar la tristeza de su mente.

 

Está bien quien es porque se sabe o se cree un universo y quien no es porque ya no sufre.

 

Está bien, está bien, todos están bien, pero, ¿alguno de ellos podría sentir que está bien si su mente no creara al mismo tiempo la imagen de lo que considera opuesto, aquello que cree que está mal?

                                 

                                         

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ME PARECE RARO . . .

 

Es raro el sistema de reproducción y nacimiento de nuestra especie:

Ni padres ni madres, al final es tan sólo el azar el que elige quien nace y quien no, la combinación genética final del futuro ser y hasta su nombre. Nacer es un milagro, incluso en una especie como nosotros que se reproduce como una plaga. Y me parece raro que estemos obsesionados por rehuir e intentar controlar la sensación de estar en manos del azar cuando toda nuestra existencia no es más que puro azar: ¿no fue el azar quién decidió el embarazo de nuestra madre y esos primero años de infancia, completamente dependientes del medio que nos rodeaba? A partir de ahí, ¿no es raro convencernos de que decidimos algo?

 

Es raro la forma en que educamos a nuestros hijos: después de tratarlos durante milenios como poco más que a una inversión o ganado, de repente descubrimos que tienen alma y no se nos ocurre más que irnos hacia el otro extremo: antes todo se resolvía con una bofetada o un grito; ahora, como consentimos injusticias injustificables, suelen ser los padres los que acaban recibiendo la bofetada: nada ha mejorado y, en realidad, poco ha cambiado. ¿Tan difícil es imaginar un término medio? Aquello que es injusto para unos, también habrá de serlo para otros. Soportar una injusticia no es un regalo hacia nadie, es una estupidez, y no reconocer las propias, el principio de la locura, no menos peligrosa por cotidiana.

 

Es raro lo que hacen con nosotros cuando llegamos a la adolescencia y lo que hacemos luego con nuestros hijos: en el opulento Primer Mundo, es sin duda uno de los colectivos más desgraciados. Entre tantas y tantas culturas y formas de ver la vida a que hemos dado lugar, apenas miramos otras alternativas a las costumbres de la propia cultura, es raro. La mayoría de los pueblos han encontrado soluciones válidas para la adolescencia, esto es, para que no sufran ellos ni hagan sufrir al resto de la sociedad: una ceremonia suele marcar el límite claro entre un niño y un adulto, con lo que se evita esa etapa de incertidumbre que dura años en la que no está claro qué papel ocupan esas personas en la sociedad. Es tan simple, que es realmente raro que no nos hayamos dado cuenta, sobre todo porque no tenemos nada que inventar, tan sólo aplicar costumbres de otras culturas o recuperar algunas ya olvidadas de la nuestra.

 

Más raro aún es nuestro empeño de vivir como inmortales en contra de toda evidencia. Arriesgamos nuestra vida a diario en actos cotidianos que sabemos potencialmente mortales: desplazarnos en automóviles, fumar, comer grasas, etc. Como inmortales nos comportamos especialmente en nuestra juventud: ni casco para la moto ni condones para viajar, por una vez . . . no pasa nada. Y como inmortales que nos creemos, somos capaces de hablar sobre cualquier dios como si cenáramos con él cada día. Preguntad a un sacerdote de no importa qué religión algún dato, incluso un detalle insignificante sobre su dios, nunca oiréis un “no sé” . . .

 

Me parece muy raro el mecanismo que usamos para dejar de ser esclavos, o para tener la sensación de dejar de serlo, que suele pasar por el hecho de esclavizar a otros. No existe jefe más injusto que el que padece las injusticias de sus superiores, o niño más violento que el maltratado, o mujer más machista que la que ha padecido antes el machismo, aunque no lo sospechen siquiera.

 

Me parece rara la forma que tenemos de resolver las injusticias: a los ladrones les robamos su tiempo, a los asesinos los matamos y a los niños les pegamos para explicarles que no está bien pegar.

A la naturaleza la esquilmamos con el pretexto de que la dominamos, ¿admitiremos consecuentemente el derecho del resto de las especies tecnológicamente más evolucionadas a usarnos como su alimento o a exterminarnos?

 

Es raro el reparto que hacemos de la riqueza, tal vez es sólo falta de práctica, hace apenas cincuenta años que tenemos asegurada la capacidad de producción de alimentos y medicinas para todos, pero todavía no nos hacemos a la idea, desconfiamos después de tantos siglos de hambre y miseria. Y los más débiles, desconfiados y cobardes controlan, por un efecto lógico de reacción de sus miedos, el poder social, con los peligros que conlleva. Una extraña locura.

 

Más raro todavía: cada cuatro o cinco años metemos un papel en una caja y nos quedamos tan convencidos de que estamos rigiendo y gobernando nuestra sociedad. A la inmensa mayoría no le parece raro, pero les parece raro que alguien se lo haga notar. Lo ven con la misma naturalidad con que durante milenios se admitió a los reyes y la aristocracia, la esclavitud o la sumisión de la mujer: es así y así debe ser o por la gracia de algún dios o por la fuerza de algún arma, piensan.

 

 

Menos mal que siempre está presente esa minoría de cuestionadores viscerales preguntando el porqué de cada acto, de cada supuesta normalidad y de cada acto etiquetado como rareza. Es raro que olvidemos que la locura de hoy es la cordura de mañana y que siempre ha sido así.

 

Más raro aun es el sistema que usamos para relacionarnos entre los individuos: puedes preguntar a mil personas si están de acuerdo en hablar siempre de una forma clara, sincera y directa, todos, salvo excepciones, dirán que sí, pero luego son excepcionales quienes son capaces de llevarlo a cabo. Es uno de esos detalles en que se nota hasta qué punto nuestra mente se debate continuamente entre fantasía y más fantasía.

Es raro, rarísimo, que sea tan enorme y profundo el abismo que suele haber entre cuanto piensa y cuanto hace un ser humano.

 

Raro, y mucho, es ese comportamiento tan habitual de querer controlar la mente a través de la fuerza bruta de la materia: raro por imposible, pero nunca falta quien siga intentándolo.

 

Raro es también el concepto de raro, puesto que si todos nos sabemos individualidades únicas e irrepetibles, “raro” no deja de ser más que una extraña abstracción, que se supone se consigue por acuerdo mutuo, acuerdo del que no se suele hablar y que se actualiza muy lentamente.

 

Pero lo más raro, sin duda, es que todo esto me parezca raro, teniendo en cuenta que son las características propias de mi especie, son actos y actitudes que he visto, compartido y padecido desde la infancia y a las que ya debería estar habituado.

 

Así que lo voy dejando, porque ya empieza a parecerme sospechosamente raro poder escribir tanto sobre un tema tan raro . . .

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

DAME TRES MINUTOS PARA PENSÁRMELO

  

Uno para decidir si es un asunto sobre el que vale la pena pensar.

 

Otro, tal vez, para pensar.

 

Y el último, para reflexionar y aprender del posible acierto o error a que ha dado lugar ese acto de pensar.

 

 

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YO NO QUIERO

 

Yo no quiero seguir creyendo cuanto los miedos ajenos invitan, sino cuanto vaya pidiendo la vida,  ni quiero alimentar sospechas de que todo puede caer, ni mirar y calcular cuanto es y no es.

 

Yo no quiero, por no querer, ni volver a caer en la trampa de que ya sé que es vivir o creer o  siquiera querer, separando cada concepto de la mera necesidad.

 

Como de cualquier dios, o cualquier miedo, cuanto menos se sabe, más se habla de ello.

 

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BUENO, A VER , A VER . . .

 

Bueno, a ver, ¿no te dije que volvieras a casa nada más salir de la escuela?, me decía mi madre desde la puerta.

Sí, pero había partido de fútbol.

Entra, que te voy a quitar el frío.

Si vengo sudando de jugar al fútbol . . .

Ah, ¿todavía te burlas?, ¡te vas a enterar!

Primer intento de captura y primera huída.

Ven aquí que luego será peor.

En ese momento salió la vecina de al lado y saludó a mi madre, que allí parada, empezaba a ruborizarse de vergüenza. Endulzó su voz y me dijo: Entra.

No, que me pegas.

Miró de reojo a la vecina, que sonreía, y se puso colorada como un tomate. ¡No hay quien pueda con este niño! Tony, entra.

No que me pegas.

No, si entras no te pego.

¿Me lo juras?

Te lo juro.

Entré, y recibí una de las mayores palizas de mi vida.

Entonces comprendí por primera vez lo que la vida me ratificaría en los años siguientes: es mi madre, pero no me puedo fiar de ella.

Tenía siete años y toda una vida por delante para intentar comprender la razón de que mitifiquemos a las personas por su lugar jerárquico o su papel social en vez de por sus acciones. Diez años después era un libertario convencido, entre otras cosas, de que mi familia es, realmente, la humanidad, o quien, dentro de ella,  me trate de una forma mínimamente respetuosa y fraterna. Veinte años después era un budista sin convicciones, como todo buen budista, y treinta años después un padre que puede contar con los dedos de una mano las veces que castigó físicamente a sus hijos.

Cuarenta años después soy un adulto que se sigue haciendo la misma pregunta que cuando tenía siete años.

 

Post data: Gracias, Vieja, por abrirme las puertas a las ideas más hermosas que ha creado el ser humano. Me gustaría creer que lo hiciste intencionadamente, pero aún me acuerdo de la paliza . . .  y dudo.

 

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LO PRIMERO
 

Lo primero que pensé era que la vida siempre sería como era entonces: vivir en un mundo de gigantes, algunos de ellos más amistosos que otros y dos en los que había que confiar ciegamente, los padres. Pronto descubrí que estaba equivocado.

 

Lo primero que pensé luego es que todo sería diferente cuando creciera y me convirtiera en uno de esos gigantes, ¡cuánta ilusión llegar a ser grande, una persona mayor,  como papá, mamá o los profesores! El tiempo me convirtió en adulto, pero todavía no me he recuperado de la decepción . . .

 

Lo primero que pensé luego es que esos gigantes de antaño parecían más molinos que gigantes, siempre dando vueltas en torno a las mismas antiguas y caducas ideas, tan seguros en su ceguera, tan soberbios en su locura, que yo creía no padecer.

 

Lo primero que sentí luego era que hay ideas por las que vale la pena no sólo morir, sino incluso llegar a matar por ellas. Cuando, enfrentados a la injusticia, la sangre hierve, no nos permite escuchar ni siquiera el estruendo de la sangre hirviendo . . .

 

Lo primero que pensé después, cuando empecé a viajar,  fue que, puesto que hay un fondo humano común, las costumbres culturales poco peso pueden tener y poco nos pueden condicionar. Más tarde, cuando empecé a viajar de verdad, hacia el interior, me sorprendí al descubrir hasta qué punto nos moldean las costumbres heredadas, el idioma, la comida, incluso la forma de mirar. Aún sigo sorprendiéndome, pero no olvido que ese fondo humano común no sólo es parecido, es idéntico.

 

Lo primero que pensé más tarde es que si me convertía en padre, habría de ser responsable, y nunca hacer pagar a mis hijos las consecuencias de mis errores. Pronto me di cuenta que “nunca” es una palabra más grande de lo que parece y yo no era tan fuerte como creía.

 

Lo primero que sentí al ver a esos hijos caminar y hablar por primera vez fue cuánto me quedaba por enseñarles, pero el tiempo me enseñó que, si sabía escuchar, ellos me enseñarían más que yo a ellos.

 

Lo primero que pensé cuando me acerqué a los cuarenta fue que tal vez había desperdiciado media vida intentando subsanar errores de la otra media, que a su vez pretendían aliviar miedos nunca resueltos de los primeros años. Después comprendí que si una cadena de errores nos enseña algo, esos errores también forman parte de la lección que debíamos aprender.

 

Lo primero que pensé al reflexionar sobre este tema fue en hacer una lista de prioridades, pero las personales no coincidían con las colectivas y el hecho de separarlas me pareció síntoma de incoherencia: sé quienes y en qué orden están en mi lista de preferencias sentimentales y emocionales, pero intuyo que esa misma clasificación puede esconder, como tantas veces antes, una trampa de la mente.

 

Lo primero que me planteo ahora es esto: ¿no es precisamente esa obsesión que tenemos por el orden cualitativo, las preferencias y prioridades, la gran tiranía que padece nuestra mente?

 

Lo primero que siento ahora, haciendo honor a ese pensamiento entre absurdo y contradictorio que nos caracteriza, es que lo primero es olvidar lo primero, sentir el tiempo como fluido en que estamos inmersos y no como línea a la que estamos encadenados, las emociones como sensación abstracta y no como ley inmutable, el pensamiento como ejercicio vital, y la vida, una vez resuelta la urgencia de la supervivencia, como un juego.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

NO ES MI CASO

 

No es mi caso, decían uno por uno los espíritus que esperaban el juicio de su propia conciencia, que no hay otro.

Los buenos a un lado, al otro los malos.

No es mi caso …

Los cobardes a un lado, los valientes a otro.

No es mi caso…

La lista de pecados sobrepasó los cien, las de intenciones pecaminosas, los cien billones:

No es mi caso, no es mi caso . . .

De aquella interminable fila de seres tristes sólo dos fueron apartados en el mismo momento en que reconocieron haber participado de todas las dudas, de todas las debilidades, de todos los miedos.

El resto, aliviados al creer que entre tanto devoto, los apartados debían ser los condenados, iban cayendo uno a uno bajo la muela del eterno molino de las experiencias efímeras. Mientras caían, lejos de dudar de sus certezas, gritaban: no es mi caso.               

 

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SE ME PERDIÓ EL BOLI

 

Se me perdió el boli hace años, cuando aún medía los versos y las rimas, cuando creía que el camino era buscar y escribir la gran novela, el gran libro, la gran obra.

Se me perdió otra vez cuando dejé de escribir para vivir, pero sabía bien donde estaba: dejé de ser bolígrafo para ser papel en que la vida escribía, luego llegaría el tiempo de los juegos, sin prisas.

También perdí un boli el otro día en la fiesta, pero ese boli era sólo un boli . . .   

 

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HÁBLATE A TI MISMO DE USTED


Tengo conmigo mismo la suficiente confianza para tutearme.

Si mi ego exigiera algún día ser tratado de usted, sabría sin lugar a dudas que había llegado el momento de ponerlo bajo una estricta dieta  o que tan sospechoso  desdoblamiento no augura nada bueno y optaría por independizarme de mi mismo, con todas las consecuencias.

 

Nota: este texto lo ha escrito el otro, el que sólo trata de usted, por respeto, a desconocidos de mayor edad y, también por respeto, a los niños, para romperles esquemas y ampliarles perspectivas.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

LA PALABRA QUE ME FASCINA

 

La palabra más fascinante siempre será la no pronunciada: libre en la imaginación de cada  cual, infalible en su silencio, absurda en su inutilidad. Esa palabra que no quisiéramos oír nunca pero a veces se expresa con un gesto; esa otra que nunca tendremos el valor de pronunciar o esa que nos obliga a un compromiso no expresado.

La palabra, como el fuego, tanto puede dar vida como quitarla.

El silencio, la no palabra, también está cautivo de esta dualidad: un silencio que igual puede ser amistad que cobardía y que puede llegar a dar o quitar la vida.

Hace unos años me fascinó el silencio, hoy ya sólo me asombra, y cada día más, el mal uso que hacemos de la palabra, la más poderosa herramienta de nuestra mente.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

¿UN TEMA? LO SÉ

 

¿Un tema? Lo sé, me he quedado en blanco y pienso que ya le toca a otro ponerse a la cola de la vida, a esperar respuestas mágicas, resolviendo el dilema de Buda y el terrorista, creyendo o no en el buenismo, yo que sé . . .

Ya lo creo que nos creemos con todas las respuestas, el que menos, con algunas, siempre sedientos de amor, siempre buscando la sensación tenida por única, incluso en un triste ordenador, en una fría máquina que diluye la frontera de los semivivos y los semimuertos, incluso, con desesperación, en los seres cercanos que tanto miedo nos dan, rogando asustados para que no se trate de otro pobre ser que arrastra y padece el alma del desalmado . . .

Yo es que trabajo, y no sé cuando libro . . . cualquier excusa es válida con tal de que esté lo suficientemente alejada de la realidad como para  que no nos haga daño. No, no, nada , yo sólo decía que . . . que pienso que es culpable, pero yo no, porque para mi es la primera vez.

Hoy yo, ellos, cuando me beba el mojito haré una pausa y pediré: ah, espera que ahora te lo digo y diré tan sólo que es peligroso, que todo son fuegos artificiales, que . . .  Está bien, está bien, hay confianza, incluso amistad, y no es necesario que nadie diga “Hijo, yo es que estoy muy lúgubre” para evitar la responsabilidad de decidir, por de pronto, un tema.

Ya se lo digo yo a ella mañana, aunque me parece raro, dame tres minutos para pensármelo, yo no quiero tener que caer en la mejor actuación de mi vida, si es posible, en ninguna actuación.

Lo primero, bueno, a ver, a ver, no es mi caso, ¿No es mejor otra cosa?

Puedo alegar que se me perdió el boli, o elegir un tema extraño, como “Háblate a ti mismo de usted” o buscar la palabra que me fascina . . .

¿Un tema? Lo sé, aún quedan millones . . .

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

PRESÉNTATE COMO SI FUERAS DEL SEXO CONTRARIO


El hermafroditismo nos costará a nuestra especie, si sobrevivimos, unos cuatro millones de años o, por vía de apremio, cuatro manipulaciones genéticas bien plantadas y planteadas.

¿Quién se ha sacado de la manga este tema a última hora?

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

ME FALTAN LAS IDEAS

 

Me faltan las ideas sólo cuando no son ideas, cuando son apasionadas pasiones que arrastran a ninguna parte.

 

Cuando nos empeñamos en hacer de vivir un oficio o una obligación: hay que divertirse, hay que disfrutar, hay que  . . . , hay que . . . faltan las ideas, que nunca faltan cuando conseguimos ese equilibrio que te dicta en cada momento cuando es tiempo de fiesta,  cuando de trabajo, cuando de lucha, cuando de reflexión,  y cuando tiempo de tiempo, de mera meditación.

 

Hace ya años que no siento que me faltan las ideas, pero no puedo evitar que la memoria me arrastre ocasionalmente a esos tiempos en que creía tener la mente llena de ideas y no tenía más que mil pasiones desbocadas que convertían la propia mente en una prisión de la que yo era a la vez cautivo y guardián.

 

Cuando pienso que tengo que escribir, a veces, faltan las ideas, pero nunca faltan cuando me limito, simplemente, a escribir.

                                        

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

DÉJENSE DE  JODER

 

Señores miembros de todas las monarquías reinantes y con ganas de reinar: no me cuenten que su familia vale más que cualquier otra por tener un currículum de millones de muertos en guerras sin fin para mantener sus privilegios sin nombre.

 

Señores ejecutivos: no me vendan que por la globalización, la deslocalización y la eterna inflación, no había otra manera de hacerlo que dejar en la calle a doce mil familias para que los beneficios aumentaran un doce por ciento.

 

Señores políticos: no me cuenten que me representan cada día durante cuatro años por aquel papelito en una caja, desde entonces no me han vuelto a consultar. Ah, y lo de que están en esto por su vocación de servicio al bien público no se lo creen ni en su familia.

 

Señores dictadores: no me cuenten que lo hicieron por el bien de la patria, el orden o el interés general, hasta el silencio de sus víctimas tiene más argumentos de peso que sus discursos.

 

Señores sacerdotes de todas las religiones: dejen ya de vendernos sus complejos y fantasías, aún humean las hogueras salvadoras y gotea el agua con que bendecían esos aviones y tanques que minutos después  segaban vidas.

 

Señores ciudadanos de bien: ¿todavía no han caído en la cuenta que lo que para ustedes puede ser coherente, evidente, lógico, obvio, indiscutible y hasta un dogma, puede no ser más que una locura para su vecino?

 

Señores todos: por decirlo en pocas palabras, déjense de joder.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

 

DÉJENSE DE  JODER

 

No me cuenten más historias sobre lo sagrado de los sagrados lugares, el respeto merecido a personas respetables o la lista de cosas por las que vale la pena entregar la vida (si es la ajena, mejor).

No me vendan la grandeza de nuestro pueblo o la mezquindad del vecino, ni esos mapas multicolores tan falsos como dañinos.

 

No me sermoneen sobre la moral, allá usted y sus miedos a la sinceridad o al sexo o su manía en idolatrar figuritas, estatuas y una supuesta e irrebatible verdad.

No me inoculen más ese virus del miedo, la desconfianza o el falso consuelo, o cualquier promesa de eternidad: aquí, sobre esta tierra, el que más sabe, no tiene ni idea de por donde va.

 

No me intenten vender un seguro de vida que pone como condición para cobrarse no tener vida, ni un hermoso cajón de madera tallada para quemarlo con mis miserias y alegrías.

 

No me quieran vender un coche que no necesito, un yate que me asusta, un florero que canta o unos libros que nunca habré de leer.

No me quieran hacer partícipe de un sistema económico tan absurdo que ni la mayor ceguera justifica.

 

No me vendan una sociedad perfecta que en sus cuentas incluye la muerte o el miedo de quienes la habitan.

No me intenten arrendar esa moral tan diáfana en la oscuridad, tan rígida como las armas que la apuntalan y tan obtusa como la certeza de cualquier fanático.

 

No me ofrezcan un futuro que no tienen, una amistad que no existe, una patria que no es, o una idea que todo lo explica.

No me hablen de sentimientos, sin mostrarme antes los que su corazón habitan.

No me hablen de calma, mientras, empujando, me lo cuentan a gritos y tan deprisa.

 

Por si aún no me he explicado: por favor, déjense de joder, que todo esto da risa.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

¿QUE TE DIGA UN TEMA?

 
¿Y qué harás cuando ese tema invada tu mente?

¿Te rendirás al juego de abrir las puertas para que vuelen esas ideas que nunca debieras haber enjaulado o caerás en la obsesión del tener que hacer, del tener que escribir, sin reparar en que nunca podrás hilvanar una palabra, una estrofa, un verso, que antes no haya anidado, crecido, y tal vez sobrevivido, en tu universo de miedos?

 

 Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

DIME
 

Dime, cuando llegan las dudas,

¿dónde encuentran refugio tus certezas?

 

Dime, cuando las certezas apremian,

¿qué dudas te alivian y consuelan?

 

Dime, ¿quién decide que es susurro, sonido o ruido?

 

Dime, ¿quien juzga hasta qué punto vale la pena juzgar?

 

 Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

¿QUÉ TAL EL VINO?

 
¿Qué tal el vino, sangre de dioses y dios mismo de ardientes venas?

 

¿Qué tal el vino cuando fluye manso acompañando las mesas?

¿Qué tal el vino cuando arrasa desbocado en las orgías?

 

¿Qué tal el vino cuando alimenta una cálida amistad?

¿Qué tal el vino cuando riega viejos odios y siembra nuevas locuras?

 

¿Qué tal el vino cuando enciende las fiestas y alegra el corazón de los tristes?

¿Qué tal el vino cuando a raudales quema en una hoguera toda razón?

 

¿Qué tal el vino cuando reconcilia y consuela?

¿Qué tal el vino cuando hiere y desespera?

 

¿Cómo puede ser el mismo vino que se mezcla con la misma sangre el que crea tanta felicidad y tanto dolor?

 

Como si fuera humano, el vino esconde dentro lo más sagrado y lo más profano; las más nobles razones y los más bajos temores, se hermana con la sangre y nos enseña exacta y metódicamente tan sólo aquellas lecciones que estemos preparados para aprender.

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

UN PERSONAJE

El personaje caótico

 

Creo que en el fondo todos lo intuimos: al final, la respuesta siempre es el caos. Desde los tres años comenzamos a hacer planes y ya no lo dejamos hasta el último segundo de nuestra existencia. Planificamos para nosotros mismos u otros nuestros deberes escolares , nuestros juegos, nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestra salud, nuestro ocio, todo es aparentemente planificado, inmersos siempre en esa necesidad de creer que podemos controlar el transcurso del tiempo y los hechos y acciones que han de venir. Si nos molestáramos en recordar los planes que en cada momento de nuestra vida hicimos para nosotros o cuantos nos rodeaban y en compararlos con lo que luego aconteció, ya deberíamos haber aprendido la lección: todo, absolutamente todo, es absolutamente azaroso e imprevisible.

Un hombre muere de un infarto un par de horas después de tocarle la lotería; a una camarera le roban su décimo, ese que la había convertido unas horas antes en ilusionada millonaria; un niño muere ahogado en un pozo mientras jugaba; otro muere por faltarle esa vacuna de un dólar que alguien se negó a dar al otro lado del mundo; cae una maceta a treinta centímetros de la cabeza de un transeúnte, que no sufre ningún daño, o en su misma cabeza; un oficial soviético desobedece una orden militar y evita la tercera guerra mundial, posiblemente la última; uno de nosotros decide venir o no hoy a esta tertulia, leer o no un texto, y toda su existencia futura y la de quienes le rodean cambia, y cambia de una forma que nunca acertaremos ni a imaginar siquiera.

En cualquier momento aparece, ese accidente, esa persona, ese cuadro, esa música, libro o película que lo transforma todo, desaparecen los planes hasta entonces vigentes y tenemos que crear otros sobre la marcha, improvisando con la misma fe e ingenuidad con que habíamos construido todos nuestros ya caducos sueños anteriores.

Pasamos así a ser personajes protagonistas de un juego que en muy contadas ocasiones alcanzamos a concebir como tal y nunca llegamos a apreciar en su auténtica y compleja dimensión.

Dentro de ese eterno, incomprensible y asombroso caos, cualquier existencia es una constante y arriesgada aventura, una implacable ruleta rusa, un juego demasiado hermoso y sutil para ser plenamente disfrutado por nuestras atemorizadas y esquematizadas mentes.

¿Un personaje? En cualquier instante, cualquiera de nosotros.

 

Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

SI LO PIENSO . . .
 

Si lo pienso un poco, rehuyo el convencimiento.

Si doy un paso más, me percato de  lo imprescindible de la renuncia al pensamiento encadenado.

Si lo pienso lo suficiente, ya no entro en el juego de pensar.

¿Por qué este empeño en pensar sobre el pensamiento, en pensar más en el análisis del hecho que en la experiencia sensorial del hecho, la única posible y a la que estamos condenados?

¿Es posible el pensamiento sin pensamiento? ,

 

 Nekovidal 2007 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

YO NO VOY A FRANCIA NI MUERTA
 

Yo no vuelvo a Francia ni muerta;

ni moriré en Francia por volver;

ni viviré en Francia aunque vuelva;

ni habrá vuelta, ni Francia, ni muerte,

ni razón para volver o morir,

o para ir a Francia siquiera . . .

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

POR EJEMPLO, TENER SARAMPIÓN


Ya no temo volver a padecer enfermedades infantiles, por ejemplo, tener sarampión, jugar, creer que no todos los cuentos son mentira o mancharme la nariz al comer.

Últimamente sólo me obsesionan las pequeñas cuestiones existenciales y las grandes miserias estructurales, por eso intento vivir con la seriedad de un muerto . . .  a ser posible, un muerto de risa.

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL UNIVERSO A ESCALA
 

Posiblemente, el universo necesite alguna medida para creerse mayor o nosotros algún universo para confraternizar. Incluso es probable que nunca coincidamos y tanta amistad se pierda por el desagüe de las ilusiones conseguidas.

Hasta la seriedad de esa estrella resulta sospechosa, aunque menos que aquella otra que se empeña en guiñarme un ojo o en poner el intermitente a la izquierda, nunca se sabe . . .

De alguna manera, no hay forma de encontrar un modo para medir ese universo o una medida universal para el encuentro en esa tierra de nadie que todos nos empeñamos en poseer.

Tendremos que aprovechar nuestra próxima visita a un templo para decidir si vale la pena condenar a otro universo a otra escala de valores que nunca anidará en las cercanías ni tendrá argumento más serio que el porque sí.

No imagino que habrás hecho para merecer esto, pero si el universo decidió escalar así tu ego, seguro que tiene sus diáfanas razones ocultas, seguramente, algo habrás no hecho.

 

Perdóname por perdonarte, debería haberme tomado todo más en serio y mucho antes, un problema de sobrecarga de indiferencia.

Seguro que aprenderemos la lección que nadie nos enseñó: es entrañable la inocencia de quien cree saber y triste su destino.

Comprendo tu lógica, esa certeza que te condenará a no saber nunca qué sucedió realmente. Si pudieras imaginar la realidad que se esconde tras las cortinas, ya serías una diosa y las diosas sólo dudan como ejercicio estético.

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

EL UNIVERSO A ESCALA

 

Porque ya sé que no es lo mismo ser profundo que estar hundido, ni caminar bajo una tormenta lo mismo que estar atormentado.

Como ya me he dado cuenta que lo que para unos es consuelo a otros deja sin suelo bajo sus pies.

Tal vez porque sospecho que nada es lo que parece, aunque todo parecido con la realidad no es casual y tengo muy claro que en cuestiones humanas la línea recta no es casi nunca el camino más corto.

O porque temo hundirme yendo tan cargado de razón . . .

He decidido darle vacaciones a las certezas y marcharme a vivir al edificio de la Bolsa, donde la locura está escrupulosamente organizada.

En resumidas cuentas, simplificar el mundo con fórmulas complejas y construirme, como todos los demás, un universo a escala.

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

SALVARSE POR LOS PELOS


Salvarse siempre por los pelos, en el filo de la navaja, a contramano.

Siempre por los pelos, seas hombre, mujer, niño o coleccionista de verdades imposibles . . .  si te salvas, será siempre por los pelos, aunque te creas seguro y protegido por tu generosa alopecia . . .

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

ANDA, QUILLA
 

Anda, quilla, ve y pregúntale al Killo cuantos palos da la vida si no te resignas a tener una vida de palo.

Pregúntale cuanto vale un amanecer desde su cortijillo o el calor, aunque no haya hoguera, de una fiesta con amigos.

Anda, quilla, pregúntale al Killo cuanto le ha costado aprender a soñar sin que le aplaste lo cotidiano, a vivir sin que le ahogue hasta el aire fresco, a comprender que no hay más meta que el camino, a mantener con arte ese equilibrio sagrado pero siempre inestable que es la vida.

Anda, pregúntale si cree en el sueño de la democracia o en la democracia de los sueños.

Pregúntale, incluso, a qué hora amanece o cuando es la próxima luna.

 

Anda quilla, pregúntale al Killo, que sabe de esas serias chiquilladas. 

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

CREENCIAS, CONVICCIONES Y CONVENCIMIENTOS.

 

Creencias sin ciencia ni empatía no es más que fe, el más común y barato de los analgésicos.

 

Convicciones sin más argumentos que la fe no es sino fanatismo.

 

Convencimientos por necesidad, todos, al fin y al cabo, son sólo necesidad.

 

Por todo ello ni creo, ni estoy convencido de nada, ni nada aparte de las emociones humanas me convence, ni pienso dejar de jugar a mantener ese difícil equilibrio entre duda y certeza, por si acaso al final resulta que, como sospecho, todo no es más que un extraño y maravilloso juego de equilibrios inestables.

 

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

CREENCIAS, CONVICCIONES Y CONVENCIMIENTOS.

Compare estas dos listas: una es la de los miedos más extendidos entre  la población que habita el Primer Mundo; la otra es la de las cosas que deberíamos temer realmente, en razón al número de muertes que provoca. 

Encuesta sobre miedos :

Lo más temido:

1.     Energía nuclear

2.     Destrucción de la capa de ozono

3.     Acción del sol sobre la piel

4.     Ingeniería genética

5.     Guerras

6.     Conducción de automóviles

7.     Agresiones

8.     Sida

9.     Terrorismo

10.                       Accidentes caseros

 Lo que realmente deberíamos temer:

1.     Tabaquismo

2.     Ausencia de ejercicio físico

3.     Bebidas alcohólicas

4.     Ingestión de grasas

5.     Ingestión excesiva de alimentos

6.     Contaminación ambiental

7.     Conducción de automóviles

8.     Tabaquismo pasivo

9.     Energías nuclear y eléctrica

10.                       Contaminación del agua potable

 No se preocupe, usted, como yo, como cualquiera, creerá lo que necesite creer, esa convicción le proporcionará una cierta sensación de seguridad y acabará convencido de que aquello que se encuentra fuera o lejos de sus creencias está equivocado.

No se preocupe, es usted un ciudadano normal, la duda nunca hará mella en su mente, que se irá marchitando entre tantas certezas, como la de cualquier ciudadano normal.

                                  

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

PONERSE MORADO

LA NIÑA BUENA QUE SE CONVIRTIÓ EN MALA POR SER DEMASIADO BUENA

(Basada en hechos reales)

 

Había una vez una niña muy buena, que, obediente ella, se comía los caramelos y chucherías uno a uno cada día, como le habían enseñado sus padres. Pero la niña buena, que siempre tenía caramelos en sus bolsillitos, veía que otros niños no tenían caramelos porque se los habían comido todos juntos, y sentía pena por ellos, así que terminaba invitándoles a todos y claro, se quedaba sin caramelos.

Hasta que un día la niña buena decidió que se comería los caramelos al recibirlos sin guardar ninguno, como sus amiguitos, y así pasó de ser una niña buena a ser una niña mala por haber sido demasiado buena y dejarse conmover por los otros niños, cabroncetes y espabilados ellos, que se comían los caramelos según los pillaban.

La niña se enteró muchos años después de que existía una obra de teatro de Tirso de Molina llamada “El condenado por desconfiado”, pero era demasiado tarde, ya era víctima irrecuperable de aquel descubrimiento y decisión infantil y no perdía ocasión de ponerse morada. 

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net

 

 

 

COLECCIONISTA DE VERDADES IMPOSIBLES

(E-mail enviado el 24-01-08):

 

A PROPÓSITO DE UNO DE LOS TEMAS DE LA PRÓXIMA TERTULIA:

"COLECCIONISTA DE VERDADES IMPOSIBLES"

 

¿CUÁL ES LA VERDADERA IMAGEN, LA PRIMERA QUE VEMOS O LA QUE VEMOS UN SEGUNDO DESPUÉS?

 

¿HAY VARIAS IMAGENES VERDADERAS?

 

¿LUEGO NINGUNA ES LA VERDADERA? . . .

. . . ¿O TODAS?

 

¿QUÉ VERDAD ES ESA CON DOS O INFINITAS POSIBILIDADES?

 

¿POR QUÉ USAMOS LA PALABRA VERDAD, CON SU CONNOTACIÓN DE UNICIDAD, SI ES TAN SÓLO OTRA POSIBILIDAD?

 

¿QUÉ RAZÓN TENEMOS PARA CREER QUE EL RESTO DE NUESTRAS PERCEPCIONES, CREENCIAS E IDEAS SON MÁS OBJETIVAS QUE LA DE ESTA IMAGEN?

 

¿NO SON ESTAS IMÁGENES UN EJEMPLO  MÁS DE LAS VERDADES QUE EN CADA MOMENTO IDENTIFICAMOS COMO TALES? . . .

 

. . . UN EJEMPLO DE VERDAD IMPOSIBLE . . .

 

Nekovidal 2008 – nekovidal@arrteslibres.net  

 

 

 

EL COLECCIONISTA DE VERDADES IMPOSIBLES

 

Usted, como yo, está convencido de ciertas aparentes evidencias que nunca cuestiona, con lo que se refuerzan en  su mente y memoria a cada segundo, condenándonos a perpetuarlas a los largo de nuestra existencia, tanto si se trata de un placentero acierto como de un doloroso error.

 

Usted cree que sabe donde se  encuentra, pero un físico cuántico podría empeñarse en demostrarle matemáticamente que no es así, o que su certeza no es más que una posibilidad entre miles y que en realidad el 95% de la realidad escapa a su capacidad de percepción.

 

Usted cree que sabe quien es, y de hecho lo sabe, es quien cree que es, aunque eso no tenga absolutamente nada que ver con lo que usted es para los demás, o lo que usted sería si  le observaran desde cualquiera de los billones de conciencias que habitan este universo.

 

Usted cree conocer el universo que habita, sólo un par de datos tal vez le hagan dudar: Si cada estrella de la Vía Láctea, nuestra galaxia, tuviese el tamaño de un grano de sal, entre todas podrían llenar una piscina olímpica, pero eso sólo si las estrellas estuvieran juntas, sin espacio entre ellas, pero ese espacio existe: si el sol midiese dos centímetros y medio, la estrella de nuestra galaxia más cercana a él estaría a 716 kilómetros de distancia . . .

Otro dato, todo eso que usted está intentando imaginar no es más que una galaxia entre cien mil millones de galaxias . . .

 

Usted cree que controla algo en su vida, necesita creerlo, y se paralizaría aterrorizado si pudiera captar por un momento hasta qué punto su existencia y la de sus seres queridos se encuentran en manos del azar. Si hacemos un recorrido por la historia y observamos, aunque sea vagamente, cuantas muertes que provocaron o evitaron miles de otras muertes han sido debidas a una minúscula bacteria o un virus más minúsculo aún, tal vez podamos captar un primer aspecto de esa realidad  azarosa que creemos controlar. Si pensamos que nuestra especie ha podido sobrevivir y evolucionar gracias a las cinco extinciones que se han dado en nuestro planeta, tres de ellas masivas, nos veremos en el aprieto de decidir que es realmente positivo o negativo de cuanto acontece en la vida.

 

Usted cree que conoce a quienes le rodean: familiares, hijos, amigos, pero seguro que hay, cuanto menos, un gran secreto de cada uno de ellos que ni acertaría a imaginar. La imagen que se forma en su mente acerca de esas personas está condicionada por su necesidad de reforzar esa misma imagen: así nace el pensamiento unidireccional, a quien crea bueno le verá cada día como mejor, pues todo lo interpretará en positivo y a quien crea malo, como peor, pues todo lo que haga esa persona lo interpretará negativamente, sin intentar siquiera analizar con un mínimo de objetividad o distancia sus actos. Buscaremos siempre primero reforzar los sentimientos e ideas que nos proporcionen felicidad y nos eviten sufrimiento, sin importarnos mucho lo irracionales que sean. Si la información sobre determinada persona proviene de una tercera, el juego puede llegar hasta el absurdo: a veces descubrimos, al cabo de meses o años, que cuanto una persona nos dijo de otra no tenía nada que ver con lo sucedido, pero esa persona necesitaba creerlo y extender y compartir su idea para reforzarla. Por su implicación emocional directa, en las relaciones humanas estamos muchísimo más ciegos de lo que pudiéramos alcanzar a imaginar, aunque identifiquemos con relativa facilidad parte de esa ceguera en los juicios y actos de otros.

 

Usted cree que es consecuente con sus ideas y que sabe identificar conductas constructivas o destructivas del ser humano, pero la experiencia nos demuestra lo contrario: posiblemente afirme que cree en la igualdad de derechos de las personas, pero su pulso se acelerará y se estresará bastante si tiene que entrevistarse con un rey, un presidente o un ministro, por el simple hecho del valor añadido que su mente, en su fantasía, le da a esa persona, rompiendo así, su idea presumiblemente asumida de igualdad.

 

Usted posiblemente se considere una persona que admite como lógica y justa la igualdad de la mujer con respecto al hombre, pero su forma de juzgar los anuncios publicitarios en los que se utiliza la imagen de una mujer seguro que no es la misma ante un anuncio en que es utilizada la imagen de un hombre. Juzgamos con las emociones, no con las ideas consecuencia de la experiencia y el aprendizaje, por eso tan a menudo nuestros juicios no son más que declaraciones de intenciones.

 

Usted cree que quiere a alguien y alguien le quiere a usted, pero nunca conseguirá separar los actos amorosos que da o recibe de sus necesidades. Nunca sabrá si busca la felicidad de esa persona por verdadero amor, empatía o fraternidad o por conseguir que siga a su lado a cambio del bienestar que recibe. Y nunca podrá saberlo porque el origen del mecanismo de elección de esas actitudes se encuentra en una infancia que ni puede recordar ni posiblemente tuviera, ni por sí mismo ni con ayuda, capacidad de analizar en el supuesto de que consiguiera recordarla.

 

 Usted cree que está informado sobre lo que sucede en el mundo, pero sus fuentes de información se limitan a una serie de noticias seleccionadas por un pequeño grupo de agencias de prensa controladas a su vez por un grupo aún menor de directivos. Por eso las vidas en África no valen lo mismo que en el Primer Mundo. Su mente se va acostumbrando a ese juego y poco a poco considera normal que así sea, aunque esa insana costumbre signifique que perderá más tiempo y energía en pensar y angustiarse por ese desconsolado matrimonio inglés que sufre por esa hijita a la que drogaron para que no molestara y poder irse a cenar con los amigos, en vez de esas 30.000 madeleines que mueren cada día por causas fácilmente evitables. Peor, e igualmente irreal es esa absurda costumbre de informar sólo de lo negativo, los más oscuro del ser humano, cuando lo cierto es que sobrevivimos cada día porque lo mayoritario, a pesar de la triste realidad, es la actitud colaboradora y solidaria de la mayoría.

 

Usted cree que gobierna su vida social. Posiblemente mire con cierto desprecio la actitud ignorante de nuestros antepasados que creían que el señor feudal lo era por gracia y designio divino, pero no se ve absurdo creyendo en un sistema que sólo le consulta cada cuatro años y le impide regir una parte de su vida social como rige tantas otras facetas de su vida, casi  siempre con mucho más acierto que la mayoría de los políticos a los que, en su fantasía, cree personas más preparadas, sabias, cultas e importantes que usted.

 

. . . pero no se preocupe, intente buscar ese equilibrio que le impida convertirse en un ser enquistado en un par de ideas cómodas o un ser que desperdicia su vida en luchas estériles; riegue el campo de las ideas, el único camino a la libertad y al disfrute de la vida pasa por el conocimiento, en cualquiera de sus formas; viva y deje vivir, pero no olvide la impresionante grandeza y riqueza del universo que habita, no olvide que ya sabemos que nuestro cerebro no está diseñado para captar objetivamente la realidad, sino sólo la parte de ésta que nos ayude a sobrevivir; no olvide que, con lo que hasta hoy sabemos, podemos  afirmar que todas nuestras verdades no son más que verdades imposibles, construidas con ese material del que, como recordamos ocasionalmente, están hechos los sueños . . .

                                  

 Nekovidal 2008 – nekovidal@arteslibres.net