Nerja, Málaga, España, Europa, Planeta Tierra.

Manuscrito a las 8 h. (mañana). Escrito a ordenador 10 h. (mañana).

Domingo, 14 noviembre 2010.

Por Fina Martín Pozo. Alfa24fina@hotmail.com

 

PROFECÍA

Un papel en blanco donde plasmar imágenes, sensaciones, visiones de un futuro, no sé si lejano o cercano. Un bolígrafo busqué para poder con palabras escritas aquí hablar, pero no tenía tinta, tomé otro y de nuevo lo mismo, estaba vacío de tinta, y uno más, un tercero, que empezó a escribir. Pensé: -¡Valla! A la tercera va la vencida. Pero no fue así, ya que ni siquiera pude terminar la fecha de este escrito soñado en un sueño antes de despertar esta mañana. Me levanté aún en fase de ondas cerebrales alfa alto o quizás delta para poner por escrito lo que aquí voy a relatar. Y d nuevo busqué otro bolígrafo, éste era diferente, plateado con la mina en un tubo rojo, bajo superficie de cristal plastificado transparente, aunque en su interior la tinta era negra. -¡Ahora si! –Pensé, -ya mi escribir no se detendrá. -¡Espero que así sea! Era un bolígrafo de propaganda publicitaria, ni siquiera sé de donde ha salido, el caso es que está escribiéndome, o mejor dicho trazando con líneas que son letras y con signos lo que deseo escribir. Miro su logotipo o marca publicitaria y veo un signo, es una W y una palabra en inglés WHURTH. Y comienzo ya a relatar lo visto en sueños mientras dormía, justo antes de despertar y levantarme al nuevo, matinal y festivo día.

Las aguas crecieron. Quise salir a pasear por el balcón de Europa. -¡Si! –Las aguas crecieron, llegaron hasta el borde de bares y tiendas frente al citado Balcón de Europa. Mis pies dentro de unos botines negros se deslizaban en la orilla en calma de suaves olas que iban y venían.

Busqué con la vista la estrella dentro del círculo, que tanto me gustaba y que poseía alta frecuencia vibratoria, también la baranda que daba a un acantilado a una playa en el mar y, que en días despejados de cielo raso hasta se podía ver como difuminado el peñón de Gibraltar. Todo estaba cubierto por agua salina. En esa agua, destellos habían con reflejos irisados bajo la luz de una hermosa y plateada luna. -¡Que belleza! –exclamé con profunda admiración. Reflejos que me recordaban a destellos de piedras luna y piedras agua marina, mezclados con brillos de plata.

Ahora el mar había subido de nivel, había crecido, cubriendo las playas de Nerja que antes eran y ahora siguen siendo, pero sumergidas. Todas las bajadas que caminaban en dirección cuesta abajo que llevaban a las playas, ya no eran en la superficie, aunque seguían estando en cubiertas por agua salina purificadora. El aire olía a fresco, a sal, a mar, a limpio… el aire estaba cargado de ozono sanador que llegaba como brisa fresca adentrándose en la respiración camino a los pulmones.

Seguí caminando hacia delante, y aún más todavía. Hasta llegar a donde tenía que ir, atravesando varias plazas y calles, que era como una explanada de tierra de color parecido a albero, quizá sea la zona donde un barco y caras de niños recuerdan a una famosa serie televisiva llamada Verano Azul.

Me atreví a adentrarme en ese lugar, donde había o tenía algo maligno, impuro y donde las aguas no llegaron a arribar. Yo era como un puente entre las aguas salinas, sanadoras, purificadoras y aquel lugar con suelo de tierra, que era un parque infantil donde era peligroso jugar.

Seguí caminando, en ese trayecto una muchachita joven y muy guapa me quiso atacar, para no dejarme pasar, sin poder conseguirlo y unos cuantos muchachos jóvenes, más de lo mismo. Avancé con más decisión, mis píes parecían casi no tocar el suelo y que se elevaban por el aire. Me adentré en una casa, donde se escuchaba una mujer llorando con gran desconsuelo, estaba como escondida, procurando incluso esconder los gemidos de su llanto. La misma joven que antes quiso detenerme, guapa y maligna maltrataba de palabra en ese mismo momento a la desdichada mujer, que poseía una gran belleza, a pesar de tener su rostro congestionado por tanto dolor. Llegué y le dije a la mujer, que era la madre de la muchacha: -Su hija es muy guapa, como usted, pero no tiene vergüenza, y pero no tiene algo que tiene usted y es bondad y belleza interna, además de externa. La niña calló y se marchó casi calmada, alejándose.

Seguí mi camino hacía donde quería ir, me encontré con un hombre autóctono, que ya pasaba bastante más de los cuarenta años, pero él se creía que aún tenía veinte años, sus ropas, su pelo, lo delataban. Su reloj biológico se detuvo hace ya más de veinte años, o quizás casi treinta años en la década de los ochenta. Me miró con aire desafiante y burlón, mezclado con inocencia que era falsa y que era como un disfraz para tapar su inconsciencia o su solapada maldad. Lo así fuertemente de sus cabellos “años ochenta” y le metí la cabeza dentro de un wáter con agua limpia, después lo saqué y le di una blanca toalla para que se secara los chorros de agua que caían por su cabeza, quedando mucho más calmado, limpio y sereno.

Ahora ya nadie más podía detener mi camino, ya estaba llegando al lugar que debía y que tenía que ir. Llegando a ese mismo lugar, mujeres conocidas y chismosas se disponían a merendar, me alegré de que no hubieran contado conmigo para esa reunión de falsa amistad. Y allí mismo, sus disfraces fueron cayendo y vi sus verdaderos y grotescos rostros que reflejaban sus realidades internas.

Entré a una sala, allí varios hombres, pero no sabía a cual de ellos tenía que elegir. Uno de unos cincuenta años aproximadamente, tenía cabellos abundantes y canosos que con espesura ondeaban hasta llegarle casi a los hombros, era un sanador masajista y en esa misma sala enseñaba a practicar su técnica a gente que deseaba aprender de él para buenos fines.

Había otro hombre, un periodista, simpático, locuaz y conocido en los medios televisivos, aunque se le veía a veces en “programas basura”, en prensa rosa o programas de “cotilleo”. Él era el que menos cotilleaba, el que nunca gritaba insultando ni difamando, el que casi nunca se enfadaba ni alteraba, y si lo hacía era porque estaba bien documentado, informado, y tenía razón para ello. Su verdadero “rol” como periodista era de investigación, (pero camuflado). Éste era algo bastante más menudo de cuerpo y más joven que los otros tres hombres.

Otro hombre, portador de un “aire” especial y majestuoso en su semblante, algo más mayor que los demás era juez, y eso se le notaba solo con verle.

Y uno más, que también era distinguido, pero es el que menos recuerdo físicamente, aunque de cierta edad, aún era bastante atractivo, sus cabellos eran canas plateadas salpicadas en oscura base de color natural, igual que todos los demás con una franca, cordial y sincera sonrisa.

Me dispuse a elegir al hombre masajista sanador, o tal vez él me eligió a mi, no lo recuerdo muy bien como fue, el caso es que agradecí que estuviera allí, pues portaba un gran peso en mi espalda, aunque ya estaba acostumbrada a cargar con ello, me pesaba, aunque con el tiempo me acostumbré a ese dolor energético y no físico que alguna vez se asomaba y venía a visitarme, ya que a veces la carga era más de lo que mi fuerte espalda podía cargar. Me senté en una silla, recosté mi cabeza entre mis brazos y manos sobre una mesa. De pronto, me di cuenta que es mismo hombre se había convertido en la silla donde mi cuerpo estaba sentado, sentí su cuerpo y su Ser como pegado a mi cuerpo a mi Ser. Ese buen hombre con sus cálidas y sanadoras manos logró aliviar y transformar esa sensación de peso a veces incómoda por agradable calor y bienestar.

Después, ese hombre convertido en una especie de silla energética, se convierte en otro hombre, que es alguien conocido por mí y que desde que lo vi por primera vez, hace ya algunos años, supe que poseía una elevada vibración personal y muy buena honda. Este conocido hombre se reía de oreja a oreja al ver mi cara de asombro. A lo que le dije: -¿Tú? ¿Aquí? ¿Qué hago yo, sentada sobre ti? Y él con amplia sonrisa y ojos chispeantes me dijo: -Tranquila, que yo soy tu apoyo. -No va a pasar nada ni voy a hacer algo que tú no quieras o desees -Estoy aquí y ahora, para ayudarte.

Pero yo algo aturdida, sin comprender o entender lo que me estaba sucediendo, me dispuse a elegir a otro hombre. –El juez, -pensé. –Es justo lo que necesito y por el motivo por el que vine hasta aquí. Pero de repente me veo en una habitación con el periodista, por lo que se ve le había elegido sin darme cuenta, o él me eligió a mi tal vez… no lo sé en verdad.

El periodista me dijo: -¡Vámonos de este lugar! Están las chismosas de tus amigas y vienen para ver qué estamos haciendo. -¡Espera! –le dije insistiéndole. ¨Necesito ir al cuarto de baño antes. Mi sorpresa fue que cuando vi que estaba ocupado pero con la puerta entreabierta, pude ver el rostro de un hombre que se encontraba en él. -Pues era él. -¡Él! Pensé. El es un hombre o ser maligno que conocí hace mucho tiempo y que me tubo atrapada entre su sucia tela de araña y que no quiero relatar aquí quien es, para no atraerlo a mi vida de nuevo. Salgo para la habitación y se lo comento al periodista, diciéndole quien es realmente. A lo que el periodista me responde: -Bueno, iré yo. Quise detenerlo sin conseguirlo, diciéndole que le podría hacer daño, pues si me ve pensaría que estábamos juntos y somos pareja y él no quiere que yo esté con ningún hombre. Pero el periodista con su sonrisa y su risa, me dijo: -No va a pasar nada, tranquila, voy solo para que me vea y vuelvo.

Así fue, le preguntó si le quedaba mucho tiempo, que quería entrar él y la mujer que estaba con él. El hombre maligno, que estaba afeitándose, pasando la cuchilla de afeitar sobre su cara en espuma blanca que cubría su oscura energía, miró para ver quien era esa mujer, a través del espejo. Viéndome a mi reflejada en el gris plateado y frío espejo. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y mi alma, pero miré al periodista que con su positiva sonrisa me transmitía energía positiva y confianza, recordando su frase: -No va a pasar nada y me fui relajando, y otra frase vino a mi mente: -Yo soy tu apoyo, que antes me había dicho mi amigo conocido. Y me relajé aun más.

El periodista me miró, esta vez no sonreía, diciéndome: -¡Vámonos ya!

Pensé: -Si yo quería elegir al juez, o al hombre sanador, que se convirtió en silla energética y después en mi amigo conocido, no sé quizá elegí mal, o tal vez debí elegir al hombre distinguido. Pero no había tiempo para pensar, solo para salir de allí lo más rápidamente posible.

Logramos conseguir salir de allí. -¡Ah… que alivio!

Entonces me di cuenta que había elegido bien, pues todos ellos. El sanador masajista, que se convirtió en apreciado conocido amigo, el periodista, el juez, el distinguido, eran el mismo. En todos ellos había la misma vibración humana, la misma bondad, la misma valentía, la misma sinceridad, el mismo apoyo, para ayudarme a alejarme y terminar con aquel ser maligno convertido en hombre que hace tiempo me tubo atrapada entre sus sombras y de las que conseguí escapar con la suerte de Dios.

Lo más característico de todos ellos era que todos ellos tenían la misma sonrisa. Aunque entre ellos hubieran diferencias en sus apariencias que eran como disfraces o máscaras ocultando al mismo hombre con la misma energía.

Entonces llegué a la conclusión, se podrán poner máscaras, disfraces, pelucas, pero lo que no se puede cambiar es la manera de sonreír cuando la sonrisa es sincera y leal, y algo que hay en la mirada cuando alguien te mira con buena fe, que son unas chispeantes ondas de energía que te dicen sin hablar: -Puedes contar conmigo.

Para terminar como acaba el sueño, contaré, que de todos ellos, vi al final del sueño solo a uno, al que era, que era todos y era uno a la vez. Y le dije, con gran gratitud y cariño: -Gracias por ayudarme, gracias por tu apoyo, gracias por todo. Él mirándome con ojos chispeantes, mientras sonreía de oreja a oreja, me dijo: -Se te olvida algo más que agradecerme, se te olvida decirme… -GRACIAS AMIGO CONOCIDO, GRACIAS POR QUERERME. Con gran emoción que manaba desde mi corazón hacia mi garganta y mis ojos, casi sin salirme la voz, abrazándole, y con voz entrecortada y susurrante, emocionada le dije: -Gracias… por quererme. El sentimiento es mutuo, desde la primera vez que te vi, no sólo vi al hombre, sino también vi tu elevada y humana energía. Gracias otra vez.