Un día de sol radiante
bajo un bello cielo azul,
contemplaba un limpio mar
lleno de paz y quietud.
Me regocijé por dentro
queriendo las gracias dar
y una sensación divina
hizo a mi alma gozar.
La belleza de las olas
me hizo a mí meditar:
¡Qué gran obsequio es la vida
que Dios al nacer nos dá!
Sumergido en aquel gozo
me decía el corazón:
¡Qué sería de las plantas
sin el agua y sin el sol!,
¡qué sería de los hombres
sin ilusión, sin amor!.
Como el agua busca el río,
y el río busca la mar
el hombre aquí en esta vida
al amor ha de buscar.