Sobre el origen de la Biblia

He leído recientemente las largas raíces que nos han llevado a la Biblia que nos encontramos normalmente. La Biblia del Rey James es la primera versión de la que tuve conocimiento durante mis años de formación en los servicios diarios de capilla obligatorios en la escuela, en Inglaterra.

Desde entonces he conocido a gente que basa toda su visión del mundo en la Biblia. Afirman, probablemente como resultado de la inculcación, que la Biblia es la palabra de Dios. La agencia humana requirió montar y corregir un cuerpo tan enorme de un texto dispar y a menudo contradictorio les parece inaplicable. Esto es muy duro de aceptar en el valor de cara dado a lo largo de la historia de varias traducciones, y de traducciones de traducciones, atravesando muchos siglos que nos traen a las versiones actuales. Otro factor que puede escapar convertido es que la mayoría de los que escriben sobre la historia de la Biblia están predispuestos a darle más credibilidad. Tal cambio también se encuentra en la división entre el cristianismo católico y el cristianismo protestante, que a sí mismo se divide en las innumerables ramas que se producen con la política, la geografía y la conveniencia entre creencia o piedad religiosa. Los historiadores bíblicos protestantes y anglicanos denigran a los católicos, yendo tan lejos que ponen en ridículo y desdén al Vaticano. Es fácil que vayan juntos, pero esto no es apenas religiosamente objetivo. Había una época en que el Vaticano estuvo implicado sobre todo en la economía de explotar la credulidad de su “rebaño” vendiendo indulgencias, como si de materia se tratase. El catolicismo moderno apenas ha mejorado. La repugnancia que ésta provocó fue la plataforma para la lista de Martín Lutero de las 95 preguntas retóricas que clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg en 1517. Tal protesta dio lugar a la palabra “protestantismo”. Veinte años más adelante, el rey inglés Enrique VIII, por sus razones egoístas, conectó con la necesidad política de un heredero masculino, lo cual rechazó el Vaticano, estableciendo una iglesia anglicana, independiente dentro de su reino inglés. Así consiguió el divorcio y el volver a casarse, lo cual el papa le había negado. Irónico el título de “Defensor de la Fe”, concedido al monarca inglés por parte del Vaticano, el cual no fue renunciado simultáneamente por Enrique, sino que se mantiene hasta hoy.