Los verdaderos héroes de la Historia Humana
Los
libros de historia, siempre escritos al dictado de los vencedores de alguna
guerra o genocidio, están repletos de nombres de reyes, políticos, militares y
otro tipo de personajes, cuyo mérito no ha sido más que saber encontrar la forma
más rápida de asesinar al mayor número de seres humanos en el menor tiempo
posible, utilizando para ello como disculpa el honor, alguna patria, alguna
religión o alguna ideología.
Pero la historia de la Humanidad está repleta de otros seres humanos, apenas
conocidos por la mayoría, que tuvieron una actitud constructiva, que supieron
ayudar a sus semejantes, bien mediante gestos pacifistas o dialogantes que
evitaron guerras, o mediante estudios e inventos tecnológicos, a través de la
investigación médica, o creando filosofías humanistas. Casi ninguno de ellos ha
sido reconocido ni recompensado por la memoria ni la historia oficial.
Creemos que ha llegado el momento de reescribir nuestra historia, poniendo a los
reyes, políticos y estrategas militares, en el lugar que les corresponde: el de
seres enfermos de ambición y codicia que sólo han provocado dolor y sufrimiento
a lo largo de los siglos, y colocando en el altar de la memoria a las personas
que se sacrificaron por la paz, el progreso y el bien común, por un mundo algo
mejor, del que ahora, los supervivientes, disfrutamos.
Desde aquí queremos rendirles este modesto y merecido homenaje mediante la serie
titulada "Los verdaderos héroes de la historia humana", que hoy comenzamos.
ARTES LIBRES

ELISABETH
EIDENBENZ
Elisabeth Eidenbenz, una joven maestra suiza, ayudó a nacer a 597 niños entre
1939 y 1944, la mayoría hijos de exiliados republicanos que permanecían en
campos de concentración en Francia, entre 1939 y 1944.
ALEJANDRO TORRÚS Madrid 20/10/2012
21:41 Actualizado: 21/10/2012
10:59
En mitad de la
desolación de los campos de concentración del sur de Francia, donde se hacinaban
los cerca de 500.000
republicanos españoles que atravesaron la frontera de los Pirineos, hubo una
joven maestra suiza que se dedicó a buscar y recoger a las mujeres embarazadas.
Elisabeth Eidenbenz, que así se llamaba la joven, había llegado a España el 24
de abril de 1937 como enfermera voluntaria de la Asociación de Ayuda a los Niños
de la Guerra y se había marchado junto a los exiliados al sureste de Francia,
cuando cayó la República. Allí buscó un lugar donde crear una maternidad. Lo
encontró en un antiguo palacete abandonado en la pequeña ciudad de Elna, donde fundó
un espacio de paz y humanidad en medio de una Europa en guerra en el que
nacieron 597 niños. La mayoría, hijos de exiliados republicanos que se
encontraban en los campos de concentración de Francia, aunque también fueron
atendidas madres judías que huían de los nazis.
“Era el mes de abril y
por los altavoces del campo informaron de que Franco había ganado la guerra
–relata Remei Oliva en el libro de la historiadora Assumpta Montellà La
maternidad de Elna– ya hacía meses que estábamos rodeados de alambres,
vigilados como criminales y mal alimentados. La sarna, el polvo y la arena fina
se colaban por todas partes, la ropa, la comida, los ojos (…). Yo no
quería que mi hijo naciera en estas condiciones. Tenía miedo de que no
sobreviviera. Había visto con mis ojos cómo morían los hijos de otras mujeres”.
La mortalidad infantil en los campos de concentración del sur de Francia
superaba el 90%.
“En la enfermería me
informaron de la apertura inminente de una maternidad para los refugiados. Se
encargaba de todo una mujer muy joven, extranjera, pero no era francesa. La
había visto alguna vez hablando con mujeres embarazadas. Llevaba un
delantal blanco y siempre iba muy limpia, con el pelo largo recogido en
una trenza replegada en un moño. Le llamaban la señorita Isabel”, prosigue Remei
Oliva. El 7 de diciembre de 1939 nació el primer bebé en la recién creada
maternidad. Su nombre: José Molina.
A José Molina le
siguieron una larga lista de niños de republicanos exiliados. Adela Aguado,
Alberto Álvarez, Azucena Baquero, Faustino Bretos, etc. Entre ellos, Celia
García, que nació el 14 de febrero de 1941 y permaneció en la maternidad hasta
abril de 1944, cuando soldados de la Alemania nazi clausuraron la institución.
Celia, recuerda para Público desde su casa en Perpiñán lo que significó
la pequeña isla de paz de Elisabeth Eidenbenz.
"En la maternidad no había judíos ni cristianos. Todos eran
iguales", recuerda Celia, quien nació allí en el año 1941
“Mi madre me contaba que
cuando acudió a la maternidad fue maravilloso. Siempre decía que allí
fue recibida como una persona y no como un animal, que era como se
había sentido hasta el momento en Francia. Allí las madres estaban unidas y
todas eran iguales. No había ni blancos, ni negros, ni judíos, ni cristianos.
Todos iguales”, recuerda Celia, que señala que la maternidad es uno de los
lugares más importantes de su vida, ya que fue en sus jardines donde vio por
primera vez a su padre con tres años de edad.
Marruecos, el
paritorio
La maternidad estaba
instalada en un palacete de tres pisos construido en 1900. Un espacio de
tranquilidad y relativo confort que contrastaba con la Europa de destrucción de
la época. El espacio disponía de aproximadamente 50 camas, distribuidas por
habitaciones de entre cuatro y ocho camas cada una. La mayoría de estas
habitaciones habían sido bautizadas con nombres de ciudades españolas:
Barcelona, Bilbao, Madrid, Santander, Sevilla y Zaragoza. El paritorio
se llamaba Marruecos.

“Cuando llegamos a las
puertas de la maternidad ya nos esperaba la señorita Isabel. La casa era
preciosa y estaba muy limpia. Ella nos explicó las cuatro normas y nos
dijo que las mujeres que se encontraran bien y con ánimo podían colaborar en las
tareas de la casa. Quien pudiera planchar, que planchara, quien estuviera más
fuerte, limpiaba las baldosas, los platos... Trabajo había para todo el mundo”,
explica Joana Pascual, exiliada española en la maternidad de Elna, que recoge
Assumpta Montellà en su obra.
Sergio Barba junto
a una de las enfermeras
Entre esas madres que se
quedaron en la maternidad a cuidar del resto y a ayudar en el mantenimiento del
hogar está la madre de Celia, de quien heredó el nombre. “Mi madre siempre decía
que en la maternidad pasó los cuatro mejores años de su vida en Francia. Después,
todo fue luchar y luchar. La integración en Francia no fue nada fácil”,
señala Celia.
Apenas dos meses después
de Celia nació en la Maternidad Sergio Barba. Era el 12 de abril de 1941, ya
habían pasado casi 10 años desde el advenimiento de la II República española y
sus partidarios debían parir fuera de su país. Barba se quedó a vivir en
Francia. Allí preside la FFREEE, la asociación de los hijos e hijas de españoles
de Republicanos Españoles y Niños del Exilio. Barba, desde Francia, recuerda
para Público la labor de la señorita Isabel.
“Mi madre siempre me
habló de la suerte que tuvo de poder darme a luz en la Maternidad. Siempre decía
que Elisabeth era una mujer estupenda, que cuidaba de todas y cada una de las
mujeres y que había conseguido crear un ambiente caluroso, como de una gran
familia. Pero lo formidable y fantástico fue que hubiese un lugar para
las madres republicanas españolas y después para las madres judíos y gitanas
perseguidas por los nazis”, señala Barba.
Refugio para mujeres
judías
Cuando estalló la
Segunda Guerra Mundial, la Maternidad acogió también a madres judías que huían
de la persecución nazi. Se calcula que nacieron allí alrededor de 200
niños judíos. La voluntad de Elisabeth de proteger a los niños y madres
judíos de la barbarie alemana hizo que la Gestapo visitase frecuentemente la
Maternidad. Celia García recuerda una de las visitas de la Policía alemana que
le contó su madre.
“Mi madre me dio la vida. Elisabeth, la esperanza en el género
humano”, dice Barba, hijo de exiliados españoles “Un
día Elisabeth fue al hospital de Perpiñán y vio a una Lucie, una chica judía
embarazada de 18 años. Elisabeth se la llevó a la maternidad y trató de
protegerla. Pero poco tiempo después la Gestapo se presentó en la Maternidad y
la reclamó. La matrona les dijo que Lucie no estaba allí, pero los alemanes
dijeron que si no entregaban a la chica se la llevarían a ella y a otras mujeres
presas. Finalmente, la tuvo que entregar a los alemanes. La cogieron, le
pegaron, la tiraron al suelo, le escupieron (...). Eso la señorita Elisabeth no
se lo pudo perdonar nunca” relata Celia.
Finalmente, durante
la Pascua de 1944 el ejército alemán, en uno de sus últimos coletazos, cerró la
Maternidad, poniendo punto y final a uno de los cientos de episodios
olvidados de la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial. Elisabeth
desapareció entonces de la vida de los casi 600 niños a los que ayudó a nacer,
aunque ellos nunca lo olvidaron.
El reencuentro
El palacete estuvo
abandonado hasta que un artesano vidriero francés lo adquirió en la década de
los noventa sin saber el pasado del edificio. En 2001, el artista conoció a Guy
Eckstein, uno de los niños judíos que había nacido en la Maternidad, quien se
acercó hasta el palacete para conocer el lugar donde había nacido. En
2002, el ayuntamiento de la ciudad le dedicó un homenaje institucional a la
matrona de los exiliados, entregándole la Medalla de los Justos
Entre las Naciones, otorgada por el Estado de Israel. Al acto acudieron
algunos de los 597 niños a los que la señorita Isabel había ayudado a nacer.
En 2004 el edificio fue
adquirido por el Ayuntamiento de Elna, gobernado por Nicolás García, nieto de
españoles exiliados en Francia que lo convirtió en un espacio de recuerdo a las
víctimas de la barbarie y a la labor de Elisabeth. Sergio Barba resume en una
sola frase todo lo que ha aprendido de la labor de la señorita Isabel. “Mi
madre me dio la vida. Elisabeth, la esperanza en el género humano”,
concluye.

Foto de
familia en el reencuentro de 2002. En el centro de la imagen vestida de gris se
encuentra Elisabeth.
*Actualmente se está
celebrando la exposición La maternidad de l'Elna en el casal Les
Monges(Roda de Berà, Tarragona). Organiza la Asociación
També hi som.
FUENTE: http://www.publico.es/espana/444201/la-matrona-de-los-exiliados
En
diferentes ocasiones en este blog hemos hablado de cómo en condiciones
extremas puede salir lo mejor de los seres humanos.
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| Elisabeth
Eidenbez |
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| Elisabeth
Eidenbenz |
Ella era una maestra suiza
que participaba en organizaciones de socorro a la población civil, sobre
todo mujeres y niños, durante la Guerra Civil Española. Su organización,
Socorro
Suizo para los niños
(Secours Suisse aux les
enfants), ofertó ayudar a ambos bandos pero su ayuda fue rechazada por
el bando franquista. El Socorro Suizo por ello atendió únicamente a
población civil de la zona republicana española.
Con la derrota de la
República Española y el paso por la frontera de más de medio millón de
personas se produjo en el territorio fronterizo franco-español una
catástrofe humanitaria de primer orden, totalmente comparable a las que
puedan suceder hoy en cualquier lugar del mundo.
Los españoles fueron
llevados a campos provisionales de internamiento. Estos cada vez se
fueron haciendo más insuficientes para poder alojar a aquella marea
ingente de refugiados. Por ello posteriormente los españoles son
confinados en las playas del Mediterráneo (Argeles, Barcarés, Saint
Cyprian), vigilados por tropas coloniales. A un lado los hombres, a otro
las mujeres y los niños. A un lado los senegaleses y los alambres de
espino, a otro el mar y la arena.
Las condiciones higiénicas
de las playas eran absolutamente críticas. La mortalidad infantil llegó
al 90%. Eran muy frecuentes las epidemias de tifus, sarna, disentería, y
tuberculosis todo ello unido a la desesperanza y a la angustia.
Cuando ya los campos improvisados en las playas eran también
insuficientes los españoles fueron confinados en otros campos como
RivesAltes, Agde, Les Milles, Vernet y Gurs, entre otros. En estos
campos compartieron triste destino: españoles, combatientes alemanes,
austríacos, italianos y checos de las Brigadas Internacionales, que ya
no podían volver a sus países de origen por estar gobernados por
partidos fascistas, judíos huidos de Alemania a causa de las leyes
antisemitas y que fueron arrestados e internados por los franceses,
gitanos e indigentes por su condición de nómadas, homosexuales,
activistas de izquierda y pacifistas.
Tanto
el Socorro Suizo, como otras organizaciones, caso de CIMADE y de los
cuáqueros, que ya habían ayudado a los españoles en la Guerra Civil,
acompañaron a los derrotados en su exilio, improvisando en aquellos
campos unos mínimos servicios sanitarios.
Elisabeth Eidenbenz
impresionada por la alta tasa de mortalidad infantil y las condiciones
tan deplorables en que daban a luz las mujeres en playas y campos
consiguió habilitar en una mansión abandonada una improvisada
maternidad. Las madres eran alimentadas y gozaron no sólo de una serie
de cuidados sino sobre todo de unos momentos de paz. Allí nacieron
españoles, judíos, y gitanos. Los niños judíos, para no ser detenidos
por los nazis, eran ocultados, o entregados a familias católicas o
protestantes. El primer niño nació en diciembre de 1939. Hasta su cierre
por los nazis en 1944, en
la Maternidad de Elna nacieron 597 niños de 22
nacionalidades distintas.
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| Elisabeth
Eidenbenz y la ambulancia "Rocinante" |
La historia de Elisabeth
Eidenbenz ha sido también conocida muy recientemente. Ha sido
distinguida por la
Generalitat de Cataluña con
la Cruz de San Jordi, con
la Cruz de Oro de
la Orden
Civil de
la Solidaridad
Social por parte de España y con
la Legión
de Honor por parte de Francia. Falleció el
23 de mayo de 2011. También fue nombrada por Israel “Justa
entre las Naciones”.
Dijo
Elisabeth Eidenbenz:
“Yo
únicamente cumplía con mi deber. Era normal, indispensable ayudar a los
oprimidos, a los perseguidos. Estoy convencida de que en los períodos
sombríos, en los que reina la violencia y el odio, la humanidad y la
tolerancia son necesarias y posibles.”.
Imagenes actuales de la Maternidad
de Elna

