EL HOMBRE MÁS FELIZ DEL MUNDO
"Cuesta muy
poco ser feliz y mucho darse cuenta de que cuesta muy poco ser feliz."
”Es trágicamente absurdo que la mayoría de nuestros sufrimientos provengan más
del temor a la pérdida que de la pérdida misma".
“It
costs very little to be content, but it costs a lot to realize that it costs so
little”.
“It is tragic and absurd that most of our suffering originates in the fear of
loss and not in any actual loss.”.
(Nekovidal)
¡De plano nos rompieron los paradigmas! Acostumbrados a creer que la felicidad
es una competencia olímpica para tener más, ser más exitoso, sentir más placer
y hacer más cosas, ahora los científicos del Laboratorio de Neurociencia
Afectiva de la Universidad de Wisconsin nos salen con que el hombre más feliz
del planeta es un tipo que vive en una celda de dos por dos, no es dueño ni
ejecutivo de ninguna de las compañías del Fortune 500, no tiene relaciones
sexuales desde hace más de 30 años, no vive pendiente del celular ni tiene
Blackberry, no va al gym ni maneja un BMW, no viste Armani ni Boss, desconoce
tanto el Prozac como el Viagra o el éxtasis, y ni siquiera toma Coca-Cola.
En suma:
el tipo más feliz del planeta es un pobre diablo sin dinero, éxito profesional,
vida sexual, ni popularidad.
Su nombre es Matthieu Ricard, occidental por nacimiento, budista por convicción
y el único de cientos de voluntarios cuyo cerebro no sólo alcanzó la máxima
calificación de felicidad prevista por los científicos (-0.3), sino que se salió
del felizómetro por completo (-0.45). Los 256 sensores y decenas de resonancias
magnéticas a las que Ricard se sometió a lo largo de varios años para validar el
experimento no mienten: ahí donde los niveles de estrés, coraje y frustración en
los meros mortales es muy alto, en la mente de Ricard estas sensaciones
negativas no existen.
Por el contrario, ahí donde la mayoría de voluntarios mostró bajísimos niveles
de satisfacción y plenitud existencial, Ricard se voló la barda en todas y cada
una de las sensaciones positivas, dando origen al título de "el hombre más feliz
del planeta" .
Lo paradójico del caso no es que haya un hombre tan feliz, sino que llegó a
serlo desprendiéndose de todo aquello en lo que los occidentales suponemos
radica la felicidad: éxito profesional, pericia científica, dinero, posesiones,
fama, placeres, relaciones humanas y consumo, consumo, consumo.
Y es que Matthieu Ricard no es ajeno a nada de esto: hijo del miembro emérito de
la academia francesa Jean François Revel, Ricard no se dejó deslumbrar por el
ateísmo ilustrado de su padre, ni por su fe de nacimiento; tampoco sus estudios
de genética celular en el Instituto Pasteur le trajeron la satisfacción deseada.
Con el mundo a sus pies y a punto de convertirse en una eminencia científica
decidió que por ahí no iba la cosa.
Se fue al Himalaya, adoptó el celibato y la pobreza de los monjes, aprendió a
leer el tibetano clásico e inició una nueva vida desde cero. Hoy es la mano
derecha del Dalai Lama y ha donado millones de euros producto de la venta de sus
libros a monasterios y obras de caridad.
Pero eso no es la causa, sino la consecuencia de su felicidad. La causa hay que
buscarla en otro lado, dice el jefe del estudio, Richard J. Davidson, y no es
ningún misterio ni gracia divina: se llama plasticidad de la mente o, dicho en
términos menos fufurufos, es la capacidad humana de modificar físicamente el
cerebro por medio de los pensamientos que elegimos entretener.
Resulta que al igual que los músculos del cuerpo, el cerebro desarrolla y
fortalece las neuronas que más utilizamos.
A más pensamientos negativos mayor actividad en el córtex derecho del cerebro y
en consecuencia, mayor ansiedad, depresión, envidia y hostilidad hacia los
demás. O, como quien dice, más infelicidad autogenerada. Por el contrario, quien
trabaja por pensar bien de los demás y ver el lado amable de la vida ejercita el
córtex izquierdo elevando las emociones placenteras y la felicidad.
Pero nadie se vaya con el cuento de tanta "felizología" barata que circula por
ahí: Ricard advierte que no se trata de decidir ver la vida en rosa de un día
para otro, si no de trabajar sistemáticamente en debilitar esos músculos de
infelicidad que tanto hemos fortalecido creyéndonos víctimas del pasado, de los
padres o del entorno y, en paralelo, comenzar a ejercitar los músculos mentales
que nos hacen absolutamente responsables de nuestra propia felicidad (M. Ricard,
En defensa de la felicidad, Ed. Urano).
Al final, los resultados del estudio vienen a cimbrar los pilares de nuestra
civilización consumista -donde el Prozac se vende cuatro veces más que el Viagra-
porque confirman, ahora sí con pruebas científicas en mano, lo que humanistas y
profetas de todas las épocas han venido
diciendo sin que los científicos materialistas les dieran ni poquito crédito.
A saber: que la felicidad es un asunto del espíritu que no depende de nada ni de
nadie externo a la persona (Buda), que la clave para ser feliz mora en el
interior de cada quien (Cristo) y que la felicidad o es un hábito o es el
resultado de varios de ellos (Aristóteles).
Y si bien Ricard admite que su camino no es más que uno de muchos, advierte que
ser feliz necesariamente pasa por dejar de culpar a los demás de nuestra
infelicidad y buscar la causa en nuestra propia mente.
O, como
dice un adagio: "Envejecer es obligatorio, madurar es opcional".
FUENTE: http://www.buenasiembra.net /
La Revista de ACUARIO – (Enviado por Ricardo Sanz)
Felicidad es la seguridad de que nuestra vida no
está pasando inútilmente. Son esos intervalos entre un trabajo cansado y otro
trabajo cansado, esos momentos en que la gente puede conversar con un amigo,
jugar con los hijos, leer un buen libro.... El error es pensar que el confort
permanente, el bienestar que nunca acaba y el goce de todas las horas son la
verdadera felicidad.
(Érico
Veríssimo - Escritor brasileño - 1905/ 1975)
Happiness is
the feeling that one is not wasting one's life. It is those moments when one is
between one demanding task and another
and can chat with a friend, play with the children, or read a good book.....The
mistake is in thinking that permanent comfort, well-being that never stops, and
constant enjoyment, are really happiness.
(Erico Verissimo - Brazilian writer 1905-1975)